CAPÍTULO 43
⋆NAOMI⋆
Han pasado cerca de dos meses, pero ese día sigue grabado en mi memoria. Aquel día por el cual algunos me tildaron de loca... pero yo pude descargar un poco de esa ira que contenía en mi interior. Ese día en la Iglesia.
El avemaría se escuchaba fuerte y profundo, a pesar de que aún no daba ni un solo paso dentro de la presuntuosa Iglesia. Desde el primer momento, sabía que haría algo como esto. Entré, encontrándome al fondo del salón con el retrato de Austin Beirne a un lado de su ataúd, y junto a este el de Wes Harrington también con una imagen perfectamente seleccionada. Fotografías escogidas, dónde salían con una sonrisa, en un gesto aristocrático, y ropa fina.
Familiares y amigos lloraban por ellos, y el sacerdote pronunció sus palabras: Que estos hombres de Dios sean acogidos en tu Santo Cielo.
—¡¿Eso cree?! —grité. Todas las personas voltearon, reconociéndome inmediatamente.
Una mujer de una edad cercana a la de mi madre se acercó a mí. Intuí que era una de las madres de esos monstruos.
—Sal ahora mismo. No eres bienvenida aquí. Este es un lugar sagrado.
Tenía ojeras en su rostro y estaba tan cansada, mas no podía compadecerme ni un segundo de ella.
—Tu hijo no merece que lo lloren, no merece una "Santa sepultura". No merece nada —murmuré, pasando junto a ella, y caminando directo hasta esos ataúdes dónde se encontraban las personas que arruinaron mi vida.
JJ apareció en medio de las sombras. Alborotadores debió haber sido siempre nuestro segundo nombre. Rompió el retrato de Wes, al igual que tiró todas las flores y ornamentación alrededor de su ataúd. Y yo, tomé el de Austin, y escupí sobre ese rostro. Todos se alarmaron, se acercaron echándonos a patadas de ese lugar "sagrado". Mis padres y Mike entraron, separándonos de aquellas personas ciegas por su amor.
Wes estabas furioso conmigo porque había hecho que sus familias los vean con otros ojos, veo que todo cambia con la muerte. Es como si incluso el ser más repugnante se volviera bueno y digno de entrar al paraíso. Quizá sienten que es lo políticamente correcto a decir, pero para una víctima JAMÁS será así.
—¡Tomaron todo de mí dejándome vacía! ¡Me destruyeron! ¡Me arruinaron la vida! ¡Son una mierda! ¡Ellos, y ustedes por justificarlos y callar hasta el final! ¡Pero yo no me quedaré callada! ¡Caleb y Jason se pudrirán en la cárcel! Y ellos... —Apunto sus ataúdes— Wes y Austin... soy la más feliz con sus muertes... ¡Que sus almas dejen de existir, perezcan, o se pudran en el infierno!
El sacerdote perdió el conocimiento. Una mujer me tomó del cabello, e intenté defenderme cómo podía. Finalmente JJ, Mike, y mis padres lograron sacarme de ahí, y cuando salimos de la iglesia, la prensa estaba fuera.
Las preguntas llegaban de un lado y otro, y flashes de cámaras continuaban incomodándome. Los ignoré, respondiéndoles lo justo y necesario, eso fue lo que aconsejó nuestro grupo de abogados. Sin embargo, no era fácil.
Aun así, no me arrepentía de lo que hice...
Quizá aún conservaba algo de mí...
Mantengo presente ese recuerdo, esperando que me dé fuerza para salir de secretaría académica. Quería evitar a toda costa ser reconocida en la facultad, porque he tenido que lidiar con demasiadas cosas estas semanas. Situaciones que me han hecho ver cómo son realmente las personas. Por una parte, está la crueldad de quienes a pesar de ver que esos hombres fueron unas bestias sin corazón, terminan juzgándome, recriminando el por qué no fui más cuidadosa. La grabación del día en que me secuestraron volviéndose una condena, repitiéndose en bucle en cada noticiero, y las críticas acerca de cómo iba vestida, sumado a los comentarios mal intencionados, y a los rumores de gente que me conoció y que claramente no era de su agrado, se vuelve tortuoso. Me enfurece y lastima. Y por otro lado, están aquellos que prefieren no hablar de lo que pasó para no retrotraerte malos recuerdos. No obstante, siempre adviertes en su expresión la compasión, como si tuvieran lástima de lo que viviste. Y aunque intentan disimular, siempre está esa sonrisa algo torcida y ese brillo en los ojos.
Los primeros días me sentí muy abrumada; demasiadas preguntas y atención. Al inicio, solo quería estar sola encerrada en mi cuarto. Luego, esa preocupación se sintió como una caricia en el corazón, como si fuera querida y tuviera valor para alguien más.
Desde ese día en que abrí los ojos en esa camilla de hospital supe que nada sería como antes. Me inspeccionaron recordándome una vez más lo que viví. La policía llegó buscando una declaración de mi parte cuando apenas podía hablar. Y el llanto de mi madre cada vez que creía que estaba dormida, no ayudaba en quitar esa angustia de mi alma, mas la entendía, claro que sí. Esos días los viví algo inconsciente, tenía varias heridas e infecciones que lograron ser tratadas a tiempo. Casi no se me permitían visitas, pero sé que mi familia y JJ estuvieron a mi lado. Mis amigos también, tengo la sensación de haber escuchado palabras hermosas de Ezra, el canto suave de Fox, y caricias de Dakota. Lo difícil no fue estar hospitalizada, sino regresar a casa.
Cuando di un paso dentro del apartamento fui directo al cuarto de baño. JJ tocaba con dulzura la puerta mientras el agua corría desplazándose por mi cuerpo. No quería salir de ahí, quería quedarme por siempre, como si estuviera infectada y podrida por dentro, y sin importar cuánto me limpiara no pudiera recuperar lo que fui. Me senté en la tina, y con las manos abracé y acaricié mis rodillas. Sentía tanto asco de volver a tocar mi cuerpo. Lloré y grité, en tanto subía la temperatura del agua, y el escozor en la espalda hacía lo suyo.
JJ entró. No sé cómo lo hizo, me había encerrado con llave en el tocador. Primero preguntó muchas veces si podía entrar, él sabía los miedos y la impresión que podía provocarme un acto demasiado brusco. Pero ante mi silencio, golpeó con toda su fuerza haciéndola abrir, o eso creo, porque no estaba demasiado consciente de mi entorno, solo estaba sumida en mi dolor.
Me abrazó con mucho cuidado, tuve miedo cuando su piel rozó la mía, mas dejé que me sujetara. Y se sintió suave, y me recordó que también existe el amor en este mundo. Por un segundo, no me importó que me viera desnuda, que viera lo insignificante que soy, y aunque él decía que me entendía, no podía calmarme. Lo intentaba, quería ser fuerte, pero fui demasiado tiempo fuerte.
Aun así, debía retomar mi vida, o al menos buscar la manera de ayudarme a mí misma, y es por eso que vine.
Necesitaba opciones, porque se me ha hecho difícil concentrarme en el periodo universitario, además de todo lo que estoy sobrellevando. Amo la actuación, y me parece una lástima suspenderlo, por eso, planeaba presentar licencias y descansar unos meses... eso fue lo que al inicio pensé, y la conversación en secretaría académica me hizo bien, creo que optaré por ese camino. Solo un periodo corto, que me permita poder actuar en la presentación de cierre del semestre.
Suspiro, y salgo esperando lo inevitable: Murmullos.
Me camuflé lo más posible, pero las miradas aparecen sin remedio. A pesar de que JJ está junto a mí me abrumo, como si todas las voces formaran una sola voz que se repite en forma insistente, recordándome todo lo que viví.
Pasamos a un lado de dos muchachas, una de ellas logra reconocerme, y al hacerlo le habla a su amiga, comentando que yo soy "Naomi Cranham, la chica violada". Su amiga le responde que yo era conocida por querer ser el centro de atención, y que muchachos como ellos "atractivos y con dinero" no tenían la necesidad de violar a nadie porque las mujeres les llueven.
No puedo comprenderlo. Por más que intento buscarle la lógica, no consigo hacerlo. Hay tanto que está mal en esas palabras y no es primera vez que lo escucho. ¿"No tienen la necesidad"? ¿Por qué son atractivos y con dinero...? Me duele, mi corazón se rompe, al igual que mi alma.
—Qué pena —digo, al acercarme a ellas tomándolas por sorpresa. JJ se queda a mi lado conteniendo la rabia—, de verdad, qué pena. —Es lo único que puedo decir. Mis pensamientos se apagan.
Me doy media vuelta mientras JJ insiste en si me encuentro bien. Sabe que no puedo estarlo, por lo mismo está preocupado. Le digo que mejor salgamos cuanto antes de aquí, y al pedir el taxi, sé cuál es el destino. La hora la recuerdo perfectamente...
Subimos. El taxi conduce lento, y JJ aproxima su mano a la mía. Volteo la cabeza, y advierto la petición en sus ojos, o más bien, la cautela, asiento, y él con suavidad me acaricia la mano.
—Estamos cerca, ¿quieres que te acompañe, Naomi? —pregunta. Siempre pregunta lo mismo. Estamos a unas tres cuadras de la consulta.
—Puedo... ir sola. Si quiero recuperar un poco de normalidad, debo enfrentar mis miedos. Si siempre hay alguien a mi lado, temo que me acostumbraré... y jamás recuperaré mi autonomía.
—Tú nunca perderías tu autonomía. Eres una mujer valiente y determinada. —Lo dice con tanta convicción. Su mirada es suave, pero firme. Su cabello ha crecido, me recuerda a cómo se veía en los tiempos de travesuras con Mike; su pelo castaño lo ha amarrado de la misma forma de aquel entonces, y sus ojos verdes destacan al formarse un contraste con su ropa oscura.
Agacho la cabeza, y abro la puerta del automóvil. Estoy saliendo cuando él nuevamente susurra mi nombre en una pregunta. Quiere preguntarme algo y me tenso, mas los segundos corren y la pregunta no llega a formularse. Cierro la puerta, y apresuro los pasos en aquella calle concurrida. Verifico que el vehículo ya se encuentre lejos. Avanzo, me subo la capucha de la sudadera a la cabeza, y cuando veo el edificio de la consulta camino con prisa, pasando de largo.
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⋆JONAS⋆
Sé que Naomi no está bien ¿Quién podría estarlo...? Escucharla es difícil, porque las cosas que dice y siente me recuerdan a mí mismo. Sé que soy la persona que mejor puede entenderla, pero no quita que en algunas instancias escuchar lo mismo que yo viví... sea demasiado duro.
Tengo rabia, tanta rabia de todos quienes se atreven a aún manchar su nombre. Les daría su merecido a cada uno de ellos, mas deseo mantenerme estable por ella, evitar empeorar las cosas. Por dentro sufro, su sufrimiento es el mío, me dolió, me destrozó el alma lo que le hicieron. Me destrozaría por cualquiera que viviera ese infierno, pero el hecho de que se trate de la persona que amas lo multiplica por millones, sientes que te quema todo el cuerpo. Lloré a escondidas cada vez que pude, y por más que lloraba no sentía ni el más mínimo alivio. Así como también la justicia se sentiría insuficiente sino hubiera ocurrido lo que pasó con Wes y Austin. Si controlara sus almas, si es que existe un más allá... me encargaría de que vivieran un sufrimiento eterno. La peor mierda de este mundo solo merece sufrir, espero lo hagan junto con mi madre.
Sacudo la cabeza, dejando a un lado mi rabia.
Estoy preocupado.
Estoy muy preocupado por Naomi.
La conversación con Ezra solo confirmó mi presentimiento de que algo más estaba pasando. En múltiples ocasiones ella ha salido junto conmigo en las mañanas, asegurando que iría a ver a Ezra, que habían quedado de verse. Y cada vez que lo decía tenía una expresión extraña en el rostro, al igual que ahora que acaba de bajar del taxi. Está mintiendo. ¿Por qué miente? ¿A dónde va?
Los segundos transcurren y me siento mal por lo que pienso hacer, pero tampoco me toma demasiado tiempo. La calma propia de la edad y los medicamentos se ha atenuado. Mi esencia siempre ha sido la impulsividad, y es por ello, que con Naomi somos más parecidos de lo que ella podría imaginar.
—Sígala —le pido al chofer.
Sí, se siente mal. Carajo.
El automóvil avanza lento, dejando un margen prudente de distancia. La veo pasar de largo del edificio dónde se encuentra su psicóloga. Basta ese hecho para responder varias dudas, no está yendo a las sesiones y realmente quisiera saber el motivo. Y por sobre todo, ¿a dónde va? ¿es el mismo lugar a dónde va cuando dice que verá a Ezra?
Nos acercamos lo suficiente y decido bajarme. Espero unos minutos debatiéndome en si debiera regresar y preguntarle en casa o entrar al recinto dónde ha ingresado. Luego de bastante tiempo decido entrar. Es un gimnasio.
Naomi se ha quitado la sudadera, quedando en un top. Frente a ella, se encuentra un muchacho. Con las manos abiertas, ataca a su contrincante usando la parte baja de sus palmas, simulando darle a la cara. Repite el movimiento unas dos veces, y luego cierra los puños haciendo un movimiento similar. Después retrocede un paso, y lanza una fuerte patada. El ciclo vuelve a repetirlo unas tres veces más.
El instructor la felicita, y luego de ello se va a golpear un saco de boxeo. El sudor cae por su cuerpo, está concentrada y usando toda su fuerza. Lentamente camino en su dirección.
Cuando me ve se paraliza. Sus ojos se llenan de lágrimas.
—Tranquila... tranquila... —La rodeo con mis brazos—. No quería seguirte, perdóname. Me preocupé... Ezra dijo que no te veías con él... y vi que pasaste de largo... Quiero que confíes en mí.
—Yo confío en ti, JJ... —Su voz se mezcla con el llanto—. Es solo que a veces puedo actuar como solía hacerlo, como ese día en la Iglesia. Y luego, otros días no me reconozco... no tengo fuerzas... no... puedo alzar la voz. Temo nunca volver a ser quien era... y yo... y yo... —Su pecho sube y abaja, hiperventilando—. No quería mentir JJ... pero la psicóloga no es buena, JJ. Cada vez que iba me sentía ahogada. No me daba mi tiempo, me presionaba demasiado en cada sesión, JJ. Me hacía demasiado mal... —Llora, sus lágrimas mojan mi camiseta, y se me parte el corazón.
—Ok, entonces la cambiamos, Naomi. La cambiamos ya. Solo debías decirlo, ¿sí? Nadie te iba a obligar a seguir con ella.
—Pero temía que al ser otra persona solo termine siendo lo mismo... —Con los dedos se limpia las lágrimas.
—Escucha... la mía es bastante buena... quizá no sea demasiado ético que nos vea a ambos, no lo sé, pero también puedo preguntarle por contactos, Naomi. Solo quiero que estés bien, ¿sí? —Ella asiente con la cabeza. Aún es desconcertante verla así, nunca perdonaré a esos imbéciles por hacerle tanto daño.
—Quiero seguir con lecciones de defensa personal y entrenando... Me hace bien... me sentí muy impotente, JJ... Yo lo necesito para sentirme mejor conmigo misma... yo...
—Claro que lo seguirás haciendo —le respondo— si hubiera sabido, habría dicho que también practiquemos en el apartamento. Tengo mis movimientos —sonrío, y suavemente se forma una sonrisa en su boca, volviéndome loco de felicidad. Cada momento en que ella vuelve a sentirse bien o feliz, aunque sea efímero, me da mil años de vida.
—Ten cuidado, que capaz te gano.
—Mmh... no lo sé, tengo unos... ¿treinta centímetros de ventaja?
—Tú eres demasiado alto. —Pone los ojos en blanco.
—Lo sé —sonrío con suficiencia, pasando las manos por detrás de la nuca, y viéndola de reojo— parece que así te gustan.
—Parece que sí...
Nos invade la música de la sala que está a nuestro lado. Han comenzado a hacer ejercicio en conjunto en unas bicicletas. Aun así, sigue siendo moderado para poder mantener una conversación.
—Oye, Naomi... —En cuanto le hablo, sus ojos azules me observan con intensidad—. ¿Qué te gustaría hacer cuando regresemos...? ¿Qué te haría feliz...?
Ella medita unos segundos hasta que finalmente parece llegar a una respuesta.
—Quisiera... leche con cereales... cookie crisp —enfatiza— o mejor, cereales con leche —corrige— sí, creo que así mejor. Podemos hacer dos, uno para ti, y otro para mí. Y le agregamos frutillas y m&m, eso me haría feliz, JJ.
Sé que el brillo en mis ojos es inevitable. Siempre he demostrado firmeza, pero me quedo paralizado ante ese recuerdo del pasado. Nuestro gusto en común por ese cereal. Mike se sabía de memoria la "receta" de Naomi.
—¿Y...? ¿Te quedarás atrás? —pregunta sin voltear, ya se ha adelantado varios pasos.
Nunca.
Hace un buen tiempo, tomé tu mano, aferrándome a ti.
Mi amor por ti no cambia, solo se fortalece.
Y cuando volvemos al apartamento, comemos los cereales tal como a ella le gustan. Cookie se sube a la mesa, esperando a ver si uno de los dos le ofrece algo de comer.
—Cookie, tú no comes estas cosas, te hace mal —le habla Naomi. Cookie en respuesta le gruñe, a veces es como si entendiera todo lo que uno dice. Naomi sigue comiendo los cereales, exagerando sus reacciones de "Oh, qué delicioso", y llevándose todo a la boca por montones, hasta que se detiene en mí—. ¿Qué... pasa?
—Primero termina de masticar —respondo en una sonrisa.
—No pude evitarlo... me mirabas... me mirabas extraño —afirma, con un ligero asomo de diversión.
—Te miraba fijamente, como hago ahora...
—Sí, eso mismo. ¿Por qué lo haces?
—Quizá no puedo dejar de mirarte.
—Mmh, eso suena algo cursi para un chico malo rehabilitado.
—Te gusta sacar mi pasado.
—Si es para molestarte, sí.
Suspiro, mas no estoy molesto. Todo lo contrario.
«Hay días peores que otros» Le dije a Ezra. Este fue un día menos malo, porque ella sonrió.
Quizá por eso, no he podido dejar de mirarla.
𝑀𝓊𝒸𝒽𝒶𝓈 𝑔𝓇𝒶𝒸𝒾𝒶𝓈 𝓅♡𝓇 𝓁𝑒𝑒𝓇
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