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CAPÍTULO 40

NAOMI

El camino es irregular. No alcanzo a verme los pies, ni sé cómo avanzo por inercia en un recorrido que nunca he visto, pero que pareciera conocer de memoria. El paisaje se desvirtúa, como si la naturaleza formara parte de una pintura, y la tinta se deslizara lentamente manchando el fondo de un lienzo.

Me agrada este lugar, cubierto de flores silvestres que reciben la calidez del sol. No existe el ruido abrumador de esas calles cerca de Artemissa's Bay, ni el caos propio de la facultad con estudiantes repletos de cafeína y trabajos por hacer.

Paz, tanta paz.

Y sin embargo, un vacío profundo en el corazón, como si me estuviera olvidando de algo, o de alguien. Como si lentamente cada recuerdo estuviera desvaneciéndose, hasta no quedar nada de lo que fui. Cada vínculo, desvinculándose de mí, soltándome de la mano, y desprendiéndose de mi cuerpo.

—Naomi. Por fin te encontré. —El niño vestido de blanco me toma de la mano, logrando que esta cobre forma materializándose. Su cara redonda, cabello rubio, y esos ojos de...

—¡JJ! ¿Dónde está? ¿Qué pasó? —Retrocedo un paso. Choco con alguien más, que se encuentra a mi espalda. Un joven.

Sí. Logro reconocerlos a ambos. De pronto, siento ganas de llorar.

—Lo lamento tanto, Naomi —dice esa segunda voz; el alma noble, que en vida formó parte de una constelación de estrellas, y que dejó a su amada en soledad.

—Mantén tus ojos muy abiertos. Nunca se detienen, día tras día van por una nueva presa. Lo has hecho bien, y por eso están furiosos —termino de hablar con lágrimas en los ojos.

—Queríamos cuidarte —responde el niño— queríamos evitarlo. Pero parece ser que no se puede cambiar lo que ya está escrito. —Agacha la cabeza.

"Queríamos cuidarte", "queríamos evitarlo". El recuerdo de ese sueño regresa a mí, fue ese sueño el que me hizo ceder en ver a Nolan, quien me había estado enviado constantemente mensajes para que lo ayudara a salvar su pellejo por todas las acusaciones. Y él terminó insinuando que de quién debía desconfiar era de otra persona, de Fox. Ese momento se me hace tan lejano, como si hubiera pasado un año cuando solo han sido semanas. ¿Por qué todo se siente tan distante?

Los abrazo a ambos, como si tanto ellos como yo necesitáramos con desesperación la calidez del contacto humano. La calidez de un corazón amable. Yo puedo sentir el de ellos, como si el mínimo roce permitiera irradiar el interior de un alma. Y el de ellos sin duda, es resplandeciente. Quisiera cobijarme en su incorporeidad, y obtener aunque sea un poco de esa luz, porque dentro de mi pareciera haber un horrible hueco.

—¿Qué es este lugar?

—Tu alma ha estado vagando —contesta el niño— tú construiste este lugar. Este es tu ideal de paraíso.

—¿Por qué... mi mente haría esto? No lo comprendo... —Me agarro los bordes del vestido—. Quiero ir con JJ —afirmo. Camino rápido en busca de una salida.

Ellos cruzan miradas, y me siguen. Pisadas que aplastan las flores, y un cielo que poco a poco se oscurece.

—¡Naomi! ¡No vayas por ahí! —me advierte el niño, al percatarse de mis intenciones cuando el agujero negro se hace presente al fondo del jardín, en espirales marcados y profundos, que me causan algo de temor—. ¡No estás lista!

—¿Qué...? —caigo del otro lado. Mi cuerpo cae por el agujero, no sé si se desmorona o es succionado por este. Grito, ante el terror de ver que no hay fondo, de que no hay nada. ¿Qué ocurre? Pierdo el control de mis extremidades, y solamente lo recupero ante la presencia de algo más.

Y cuando eso pasa, me siento sola. Muy sola. Y tengo mucho frío.

Siento un golpe en la columna vertebral, causándome espasmos.

Y cada espasmo es un golpe de realidad. Como si esos momentos se fueran uniendo, cobrando sentido, y diciéndome lo que viví las últimas horas. Grito, y grito, como si algo de eso fuera capaz de borrar esa atrocidad, pero la verdad, es que nada podría cambiar la realidad. Y me duele, y se me desgarra el alma. Quiero llorar cada segundo que respiro.

—¡AHHH! ¡BASTA, BASTA, BASTA! —grito, ante la sensación de corrupción por todo el cuerpo— ¡QUE SE DETENGA! ¡QUIERO VOLVER CON LOS MÍOS! ¡QUIERO... DECIRLE QUE LO AMO! ¡QUIERO QUE ACABE ESTA PESADIILLA! POR FAVOR, QUIERO QUE NADA DE ESTO SEA REAL. SOLO QUIERO VOLVER.

—Naomi Cranham —me responde la oscuridad— no puedes regresar a un lugar al que ya no perteneces. Falleciste hace seis meses. Tu cuerpo fue descuartizado y encontrado dentro de un predio.

No. Eso es imposible. Aun así, mis ojos quedan muy abiertos ante sus palabras.

—No es verdad... —murmuro— ¡No es verdad! —grito, en medio de la superficie repleta de cuerpos; cuerpos de mujeres de distintas edades y yo me hundo, me pierdo en medio de todos ellos. Me asfixio—. ¡No... no, por favor! ¡¿Por qué...?! No puede ser cierto. Solamente tengo veinte años. —Lloro desconsoladamente—. Tenía muchos sueños, muchas cosas aún por hacer... que quería hacer... y demasiado amor. Por favor... solo... solo... —ruego, como si se me estuvieran cortando las alas.

—Naomi, ese anhelo, es lo que todos quieren en el fondo de sus corazones. Incluso quiénes deseaban irse, soñaban con que alguien gritara en el último segundo por ellos, que alguien los salvara, o al menos lo intentara.

«Y tú... pese a todo.... lo deseas también». Pareciera susurrar.

¿Es así?

¿A pesar de todo, en verdad deseo vivir?

¿A pesar de todo, puede existir esperanza?

Ya lo entiendo...

—Tú eres yo, ¿no? Eres mis miedos, y mi voz en la oscuridad. Estás asustada —retrocede, alejándose varios pasos de mí—. Pero, aunque nos duela el corazón, cuerpo, y alma, ¿no crees que alguien debería enfrentarlos? O... quizá... ¿crees que la única forma de enfrentar lo que nos ha ocurrido es la muerte? —Ladeo la cabeza, mientras las lágrimas hacen un descenso lento—. ¿Crees que después de una violación no hay esperanza? ¿Qué la única salida es matarse? Estamos en un punto medio, estancadas, porque no quieres abrir los ojos. ¿Eso planeas, Naomi? ¿Pensarás en lanzarte de ese edificio cuando abras los ojos?

—Seguramente lo haga al regresar a ese apartamento —contesta— el piso es bastante alto. Tan alto como para apreciar lo insignificantes qué somos, y que nuestras vidas pueden cambiar de un segundo a otro.

—Seguramente lo haga —le respondo— pero, no puedo dejar de sentir esa inquietud, de que no deberíamos rendirnos. No prometo felicidad —sollozo— será horrible. Será como vivirlo una y otra vez, no solamente de día, también en la noche, y cada vez que haya que volver a hablarlo. Ante la policía, abogados, un juez. Ante la familia, y los amigos si es que decides abrirte con ellos. Y JJ... Lo revivirás una y otra vez, y será lo más difícil que habrás vivido en tu vida. Incluso ir a terapia se sentirá en un principio como una tortura, pero... ¿y la justicia?

—Puede haber justicia perfectamente sin nosotras. No somos tan importantes, por si aún no lo has entendido, no somos nada, Naomi. ¿Por qué querer pasar por todo eso? ¿No es más simple decidir quedarse aquí? ¿Decidir no abrir los ojos?

«¿Y si tus miedos se vuelven reales?».

¿Y si tu cuerpo lo descuartizan? ¿Y si tu cuerpo lo hacen desaparecer, lo queman, o lo esconden tan bien que jamás es encontrado?

Y si...

—¡Por culpa de esos pensamientos terminamos así! ¿Por qué te importa tanto que haya justicia? ¡Me atrevería a decir que únicamente es por los demás! —Me apunta con el dedo—. Y si, tienes razón en que son monstruos que deberían recibir todas las penas de la ley y del infierno. No quieres que nadie más pase por esto, y para ello, esos monstruos deben morirse en la cárcel. No queremos que esas basuras vuelvan en su vida a tocar a una mujer. —Me agarra fuerte de los brazos, sacudiéndome— ¡pero reacciona! ¡¿Qué pasará contigo?! ¡Estás muerta en vida! Nuestra voz nunca ha tenido fuerza, solo dijimos un montón de mierda. ¡Por eso nadie llegó, porque hartamos a todos con nuestra mierda, y ahora estamos repletas de mierda!

—Tienes razón, pero lo que dices me destroza el corazón... —digo, entre lágrimas.

—Eres una puta idealista, que no piensa con la cabeza.

—No hables como esa bestia. No lo hagas...

—¡Dijo la verdad!

—Dijo la verdad...

Me invade la tristeza, y llevo las manos tapando mi rostro, en un llanto desgarrador, del cual ella pareciera compadecerse. Se aproxima a mí, tan cerca, y me da miedo su apariencia, porque me trae el recuerdo de una realidad demasiado cercana.

—Podría ceder... —murmura, más calmada— pero, tú que dices que amas tanto la vida, no la has vivido en lo absoluto. ¿Alcanzaste a darte cuenta de eso, verdad? Pero ya era demasiado tarde, para hacer algo al respecto. No puedes ayudarlos a todos, no puedes salvar a todas las personas. Debemos vivir nuestra propia vida... aunque ahora te duela, si hubiéramos sido más egoístas no estaríamos viviendo esto, y eso lo sabes bien, porque tú eres yo.

Lo sé, lo sé. Y quisiera decir algo más, pero siento que no puedo. Todo lo que dice, son mis pensamientos, especialmente en los últimos días, y previo a que me capturaran en esa calle. Quería enmendar las cosas, quería pasar más tiempo con JJ, y... solo quería ser feliz.

—Dices que debimos ser más egoístas... pero... ¿por qué no dices nada sobre esa mierda...? ¡¿por qué?!

—Confórmate con que cedí, más que nada tú ya no tienes voz en esto. Yo soy quién ha quedado luego de lo que nos pasó. Tú eres únicamente... el reflejo de lo que alguna vez fuimos. Adiós, Naomi.

—¡NO! ¡NO! —grito, mientras me doy cuenta de la veracidad de sus palabras. Es ella quién tiene el rastro de las heridas en su cuerpo, y está cubierta de sangre. Yo estoy intacta. Se aleja cada vez más, y la sigo, buscando algo de mí en ella. No puedo desaparecer, no quiero desaparecer.

Ella voltea, haciendo contacto visual conmigo.

—¿Nunca te rendirás, no?

—Pueden violarnos y matarnos. Pueden hacernos creer que no somos nada, hacer lo que quieran con nuestro cuerpo. Pero... esto... —Indico mi corazón, y alma—. Jamás podrán matarlo. Así como tampoco nuestra huella en el mundo, que la tenemos, Naomi, aunque sea pequeña como una semilla de girasol, ahí está. Todos tenemos una. Tienes miedo, y yo también. Pero... mira... —Detrás mío los cuerpos terminan de tomar una forma, y poseen una voz, porque sus almas siempre permanecieron libres—. No estamos solas. Y nuestra voz quizá pueda ser la voz de quiénes callaron, ¿no lo crees? —Las lágrimas siguen su curso incesante—. Nos queremos vivas. Y tal vez podamos evitar que le hagan esto a alguien más...

—Me dan ganas de llorar escucharte, porque sé que estás ahí en algún lugar profundo de mi mente...

Siento que me abandonará, y me esfumaré con el viento, pero no lo hace. Corre a mi encuentro, fundiéndose conmigo.






—¡Naomi! ¡Naomi! —Grita el niño de ojos verdes, mientras da pequeñas palmadas en mi rostro, esperando que recobre la consciencia.

—Me alegró haberte conocido, aunque solo formara parte de un sueño —le respondo. Estoy recostada en medio del jardín de flores—. Siempre te ha querido, y sé que aún piensa en ti. Amo a Jonas, y espero poder decírselo... aunque sea una vez... Gracias a ambos —Veo al joven junto a él.

Gracias por la advertencia.

Gracias por acompañarme, en este recorrido dónde por un segundo, quise perderme, y ahogar mi voz.

—Sin importar lo que digan los demás, sin importar cómo tu propia mente quiera traicionarte en tus momentos de vulnerabilidad, nunca olvides tu resplandor, ahí estará siempre, aunque creas que se haya apagado. —El niño se despide de mí, y todo pareciera difuminarse lentamente.


Naomi....





Naomi....





Naomi...








—¡Reacciona por favor, Naomi!

Abro los ojos, sintiendo el dolor por todo el cuerpo. El entorno poco a poco comienza a ser nítido, y grito ante la persona que se atreve a pronunciar mi nombre. Tengo ropa puesta, y aunque no puedo ver mis heridas, siento algo en mi espalda, como si tuviera una compresa amarrada.

No hay palabra ni pensamiento que podría representar todo lo que ocurre en este momento dentro de mí. Son unas ansias de gritar, pero más allá de eso, que en ese grito se pudiera expulsar el dolor que ha quedado impregnado en cada poro de mi cuerpo. Una pesadilla eterna, al ser una realidad.

—¡Aléjate! ¡Aléjate! —grito como una desquiciada— ¡¿Qué es todo esto?! ¡¿Te atreviste a tocarme otra vez?! ¡Puto enfermo, eres una mierda! ¡Te odio! ¡¿Por qué sigues vivo?! ¡Muérete, Wes! ¡Muérete, por favor! —Me arrincono contra el fondo de la sala.

Vomito, de tan solo compartir espacio con él. Cuando termino, alzo la cabeza, viendo a Nolan a pocos pasos. Me arrastro con cuidado, tratando de buscarle el pulso, está inconsciente.

—Está vivo... solo que se excedieron en golpearl...

—¡No me hables! ¡Basura! ¡Eres una mierda! ¡Eres una mierda asquerosa...! ¡No puedo verte, no puedo verte! —En cuanto termino de hablar, me retuerzo en el suelo, junto a Nolan. Las manos las llevo a la parte baja del abdomen. Es ardor, y una picazón desesperante que me recuerda cada maldito segundo todo lo podrido que está este mundo.

Sé perfectamente lo que sucede, y lloro, ante aquella infección que es la prueba de lo que me hicieron.

—Naomi... yo no quería... estoy muy arrepentido —solloza, provocando que me sienta al borde de perder la cordura— intenté ayudarte mientras estabas inconsciente... yo... lo de Austin...

Vomito otra vez, en arcadas cargadas de angustia.

Mis ojos se entrecierran ante el desolador panorama, aún hay una parte de mí que quisiera pensar que nada de esto ha ocurrido. Mi alma se apaga y mi cuerpo duele.

Una vez que termino, lo miro fijo a los ojos.

—¡Mierda! ¡P-pura mierda! ¡Me amenazaste mil veces...! ¡Te odio, enfermo! ¡Te odio! ¡Púdrete! ¡Muérete!

Nolan gime de dolor. Ha despertado.

Nunca había sentido tanto odio por un grupo de personas. Jamás en la vida. Cualquier cosa que haya hecho ese monstruo por Nolan o por mí mientras estábamos inconscientes fue para borrar los rastros y evidencias. Su arrepentimiento vale mierda, al igual que él. Es una tortura tener que seguir viendo a quién me hizo esto.

Miro de un lado a otro, en medio de la oscura habitación, en busca de los otros monstruos que no se han hecho presentes. Por un segundo, creo que han huido y esta basura se ha quedado sola. Sin embargo, en pocos minutos hacen acto de presencia. Todos menos Austin; aquel hombre que quisiera que se convirtiera en nada. A todos los odio con fuerza, no hay más que odio y rabia en mí en este preciso momento, pero por sobre todo, una inmensa incertidumbre de qué pasará.

Cuando pasan a un lado de nosotros, es como si sus cuerpos fueran únicamente sombras, sin dejar un rastro perdurable, y yo quisiera, realmente quisiera que aquella sombra se extinguiera, que no existiera luz ni objeto capaz de darles forma, que se perdieran en la oscuridad, y sean absorbidos por ese agujero negro dónde no hubiera consciencia del otro lado. Solamente silencio.

—¿Dónde está Austin? —les pregunta Wes, y sus voces parecen zumbidos distantes. Su sola presencia es capaz de llevarme nuevamente a estar debajo de ellos, y ellos apropiándose de mi cuerpo, volviéndome insignificante. No quiero sentirme así, toda la vida creí fielmente en lo que era correcto y lo que no, pero es como si a pesar de estar consciente de que no he tenido culpa en lo que ocurrió, esa suciedad no pudiera desprenderse ni un segundo de mi piel.

Nadie le responde, pero se ven relajados. Su propio amigo está con el rostro destrozado, y nada pareciera afectarles. Ni mucho menos mi presencia. Se creen los dueños del mundo, como si únicamente hubieran hecho algo que les correspondía hacer.

Abren una botella de alcohol, mientras yo me quedo trastornada viéndolos. Siento que alguien me toca sutilmente los dedos, y retrocedo inmediatamente. Fue un acto reflejo, ya que solamente se trata de Nolan, quién me susurra que lo lamenta.

De pronto, escucho risas del último monstruo, quién entra con una sonrisa en el rostro por aquella puerta de mal aspecto. Trae a una muchacha rodeándola con sus brazos, no se le ve la cabeza porque tiene amarrada la chaqueta de Austin a su alrededor. Y tiembla, sin duda tiembla.

—Perdonen la demora, me encontré a una intrusa en el estacionamiento —ríe— no le vi la cara, pero de espalda se veía bastante bien, y pasamos un buen rato, ¿cierto, preciosa?

Se escucha su sollozo, aquel que identifico con el mío.

—Eres una mierda, no existen palabras para decir lo que eres... —digo, con la voz destrozada.

Austin no me responde. Hay demasiado silencio en la habitación.

—Austin... —murmura Wes— alza su mano... —le pide.

Él no lo entiende, pero yo me detengo en sus dedos. En ese dedo que tiene a su alrededor un anillo que ya vi antes.

Ese brillante anillo.

—Oh, Dios... —Mi pecho se agita—. Son unas malditas bestias... unas bestias... —lloro.

Austin alza la mano de la muchacha, sin terminar de entender.

—¿Qué? —le pregunta en una actitud relajada.

—Quítale la chaqueta —habla Wes.

—¿Qué mierda pasa?

—¡Qué le saques la puta chaqueta!

Austin sigue sin hacer lo que le pide.

—¡Sácale esa mierda! —Se altera, dejando ver aquella pistola de la que me habló Nolan. Le está apuntando a Austin.

Mi pulso se acelera, ante el mal presentimiento. No puedo pensar con claridad en este momento, pero sí me he dado cuenta de que ese anillo en el dedo de la muchacha es el mismo que Wes tiene puesto. Me siento mal.

—Oye, amigo, qué mierda... ya va... —le desata la chaqueta, confirmando lo que pensé.

Eleanor llora rompiéndome el corazón.

—Qué horror... qué horror... —Voltea, clavando su mirada en Austin—. ¡¿No me reconociste?! ¡Grité mil veces! ¡Éramos amigos! Y me hiciste esto... Dios... Dios... —Verla tan mal, es un reflejo de cómo me siento yo en este momento. Son monstruos, que no merecen nada de este mundo. Su pecho sube y baja. Se detiene en Wes que llora junto con ella—. Tú... ¡¿Cómo pudiste hacerle eso?! —dice, refiriéndose a mi— ¿Cómo pudieron? Cómo... no podía terminar de creérmelo. Confié en ti, y te amé hasta el final.

—Eleanor... no.... ¡no...!. ¡¿Cómo la tocaste hijo de perra?! ¡Sabías lo importante que era para mí! —Wes está enloquecido mientras Jason y Caleb intentan contenerlo.

—Wes... prometo que no sabía que era ella, no me di cuenta, amigo.

—¡Y una mierda! —Saco fuerza—. ¡No tienen alma! ¡Violaste a una persona y sigues hablando como si nada! ¡¿Qué mierda hay en tu cabeza?!

—Oh, Dios, Naomi... —murmura Eleanor, en un sollozo.

—Por favor, Eleanor, ven... hablemos... —le pide Wes— yo no quería nada de esto. Ven, ¿sí?

Sigo observando la escena, arrodillada en el suelo junto a Nolan que pareciera estar entre la consciencia y la inconsciencia. Wes se mantiene en el extremo del salón junto con sus amigos que parecieran temer lo peor. Austin se aferra a la puerta, con Eleanor a pocos pasos de él, siento su mirada sobre mí.

—No lo hagas... —murmuro, entre lágrimas— lo que crees... fue así. Todos ellos violaron mi cuerpo y alma... Sé lo que estás sintiendo en este momento, y necesitamos ayuda, Eleanor, y esa ayuda no la encontrarás en sus brazos... Aunque lo ames, y duela, ese hombre no te merece.

Eleanor ladea la cabeza con suavidad.

—Yo te vi... Naomi. Te vi pidiendo ayuda en ese auto... y no hice lo correcto.

Nunca fue efecto del cloroformo, ni parte de un sueño. Ella era la muchacha de coleta rubia. Y entonces me aflijo por completo, porque de una u otra manera yo la arrojé a esta situación. Si no le hubiera pedido ayuda, no habría venido a este lugar, ni Austin la hubiera visto. Y me asfixio, y me quiero matar...

—¡Es tu culpa! —me grita Austin.

Gritos, y más gritos. Mientras me pierdo a mí misma.

—Eleanor, por favor, ven aquí, hablemos —insiste Wes.

De un segundo a otro, veo a Eleanor corriendo en mi dirección. Todo pareciera transcurrir en cámara lenta, y quisiera decirle que no lo haga, que yo soy la responsable de lo que le pasó, que terminé torciendo el destino de otra persona de la peor manera posible y que jamás podré perdonármelo en toda la vida. «No lo hagas» «No lo hagas».

Y mientras ella corre y todos los pensamientos se vuelven caóticos, un grito resuena,

él.

—¡NAOMI! ¡NAOMI! ¡¿DÓNDE ESTÁS?! —Su voz. Mis ojos quedan muy abiertos, y lloro más fuerte al reconocer su voz. Sin duda, es JJ. Lo suficientemente cerca para estar atrapado en uno de esos pasillos. Y suena a esperanza y amor, aliviando por un instante mi corazón.

Me recuerda a esas escenas dónde tu vida pasa en un segundo, pero en este caso, son todas mis memorias con él. El recuerdo de cuando apareció en el apartamento, de cuando le hablé de lo incomprendida que me sentía, y de mi odio a sujetos como estos monstruos. De mi afán por conseguir algún día el amor. De las primeras veces que empecé a sentirme nerviosa ante su presencia, de la incertidumbre a si era correspondida. Cuando bailamos, siendo testigos las luces de la ciudad, cuando vimos las estrellas en la terraza, después que me defendiera de Bruno. Cuando se hizo pasar por mi novio. El cómo me siguió el juego cuando quise exponer a estas bestias en aquella fiesta, y bailamos en medio de los reflectores. Todas las pizzas que hicimos juntos, y todas las risas por los celos de mí hacia Cookie. Cuando declaramos nuestros sentimientos, y yo pedí perdón por ser tan impulsiva. Cada beso en el apartamento, y cómo ambos nos preocupamos por el otro ante sueños tan inquietantes. Nuestros primeros momentos íntimos, cuando Mike nos atrapó juntos, o cuando estuvimos en esa biblioteca y escapamos inmersos en la risa. La luz del sol sobre nosotros en ese parque, dónde por fin se abrió conmigo. La obra de teatro frente a nosotros, o cada vez que me iba a buscar a la facultad. Todos los momentos van en una secuencia imparable robándome el poco aire que hay a mi alrededor.

Tanto amor y esperanza; cosas que no merezco en estos momentos.

Aun así, quiero responderle.

Y estoy por responderle, cuando suena el disparo.











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