CAPÍTULO 35
⚠️Contenido violento.
⋆NAOMI⋆
Cuánto hubiera deseado que se tratara de una pesadilla, pero al abrir los ojos confirmo que todo lo que viví fue real. Me duele el cuerpo ante las mordidas que Austin causó en mi piel. Y aunque el suplicio quiere vencerme, repito una y otra vez en mi cabeza la matrícula del vehículo. Pretenden destruirme, pero soy Naomi Cranham y yo saldré de aquí a como dé lugar.
—Preciosa —dice Wes, recostándose a un lado mío en el colchón. Las manos aún las tengo atadas por detrás en la espalda. Wes me quita la cinta de la boca.
—Están buscando su propia desgracia. —Nunca creí que articular sería tan incómodo, las secuelas de las horas que pasé con la cinta sobre la boca son más que latentes. Observo a Wes con desafío—. Quizá nadie quiso escucharnos, pero mientras más daño me hagan, seré la prueba de que siempre tuvimos la razón, y terminarán pagando por todo lo que han hecho.
—¿Qué te hace creer que saldrás de aquí, Naomi?
—Yo saldré de aquí.
Y quizá Wes no comprende cuál es la fuente de mi determinación. ¿Cómo podría comprenderlo si es la peor clase de hombre que puede existir? Tal vez en este momento, no hay demasiado a mi favor, pero solo hay una certeza. Todo lo que me han hecho, y lo que planeen hacerme, se les devolverá de una peor forma.
—Coincido con Austin, no comprendo cómo te mantienes así.
—¿Cómo podrías? Si ustedes son hombres tan débiles, que necesitan hacer algo como esto, para sentirse fuertes.
—No te hemos puesto ni un puto dedo encima.
—¡No intentes manipularme! ¿Qué? ¿Crees que porque no me han violado esto no es algo grave? ¡Estoy aquí contra mi voluntad! Me han amarrado, me han dejado sin comida ni agua. Me han golpeado, y dormido con cloroformo. Austin me llenó de mordeduras por todo el cuerpo. Esto es un puto secuestro, y abuso, Wes, y pagarán ante la ley.
—Solo es un juego. —Le baja el perfil. No puedo creer que lo haga, aunque viniendo de él, no debería extrañarme—. No somos imbéciles. Nos vengaremos por lo que nos hiciste pasar, pero no cruzaremos ese límite. Te lo aseguro.
—¡El límite ya lo cruzaron! ¡Y no fue lo que dijiste antes de que Austin me arrastrara aquí a la fuerza!
—Quería asustarte. Ellos harán lo que yo diga, y habrá un límite.
—Tu "jueguito" así como te gusta llamarlo, se te escapará de las manos. Terminarás muerto, Wes.
—Sí, claro —dice, como si mis palabras no tuvieran ningún peso sobre él— mira lo que compré para ti. —De una bolsa, saca un vestido de muñeca.
—Ni en un millón de años me pondría eso —lo fulmino con la mirada.
—Lástima, porque de seguro te verías hermosa. —Lo deja a un lado—. ¿Sabes? Siempre me gustaste.
Me pongo a reír, lo que lo desconcierta. Es una risa fingida, y al moverse mi abdomen, la memoria de esas heridas se hace presente. Me duele.
—Lo único cierto, Wes. Es que eres un puto enfermo, te obsesionaste conmigo, porque nunca me interesaste. ¿Y cómo podría? Sí mira la tremenda basura qué eres.
—Púdrete, Naomi —suelta, levantándose abruptamente.
Me deja sola, y aprovecho la instancia para observar mi alrededor. La luz es tenue, no permite ver demasiado. Sin embargo, no por ello me rendiré. Tomo asiento en el colchón, intentando buscar equilibrio pese a tener las manos amarradas en la espalda. No hay mucho que pueda servirme, busco algún objeto punzante para intentar cortar la cuerda, pero tan estúpidos no son.
Pienso en mis opciones. Recuerdo la conversación que escuché antes de perder el conocimiento. Nolan sabía de esto, y si no ha venido, quizá esté considerando denunciarlo. Aunque es amigo de esta basura, las pocas veces que hablé con él, algo se me hacía diferente. Pese a ello, también es una persona que no les hace frente a las situaciones. La última vez que hablamos fue francamente decepcionante, así que tampoco puedo fiarme en que sea una chance para salir de aquí.
JJ será el primero que se dé cuenta de que algo anda mal, y estoy segura de que irá a la policía en cuanto tome consciencia de ello. ¿Pero cuánto tiempo le tomará? No sé si ya haya pasado un día, la noción del tiempo se ha vuelto confusa desde que me durmieron con cloroformo.
Seguramente mi teléfono esté apagado, y los de estos imbéciles deben estar igual de incomunicados. Así y todo, dudo que puedan estar alejados de redes sociales, por lo demás sería bastante sospechoso. Creo que deben tener dos móviles, no sería un problema para ellos con todo el dinero que manejan.
Lo mejor que puedo hacer, es conseguir uno de los teléfonos y llamar a la policía. El problema es cómo lograrlo. Mientras pienso en alguna idea, siento ardor en la piel. No puedo levantar mi ropa para revisar si se estará infectando alguna de las heridas, mas puedo sentirlo. Cierro los ojos, y mentalmente comienzo a contar, esperando que logre aliviar la ansiedad y angustia del momento. Es casi imposible, pero si no logro serenarme menos podré pensar en algo que me ayude.
El recuerdo de que alguien me vio pedir ayuda arriba del vehículo regresa a mí. A pesar de que se vuelve un poco borroso, dudo que se haya tratado de un sueño. Mantengo esperanzas de que esa persona vaya con la policía. Igualmente, aunque hayan desconectado mi teléfono, la última ubicación que debiera registrar es ese mismo punto dónde nos cruzamos con el testigo. Sí, deberían encontrarme pronto.
«¿Por qué me buscarán, verdad?»
Vamos, claro que sí. No debo perder la fuerza por estos imbéciles. Saldré de aquí, y ellos pagarán.
Como que me llamo Naomi Cranham.
⋆⋆⋆
Quizá una vida rodeada de lujos me mantuvo realmente en aquella burbuja de la que siempre quise escapar. Es curioso, luché tantos años de mi vida queriendo salir de esas comodidades; viviendo lo más normal posible, pese al nivel y estatus que mantenía mi familia. Mientras todos en mi círculo iban a eventos para hacerse conocidos dentro de la sociedad, yo evité a toda costa ser partícipe de tanta banalidad y superficialidad. Lo cual, terminó por darme diferentes apodos, que siempre amé, porque reflejaban aquello que me distanciaba de ellos. Sin embargo, es ahora cuando me doy cuenta, de que por muy consciente que haya querido estar de esas injusticias, por más teoría que haya aprendido, terminé quedándome igualmente en esa burbuja. Quizá grité, una y mil veces, pero jamás pude quebrarla. Siempre fue de cristal.
A medida que avanzan las horas, más desorientada me siento. Tal vez han sido días, no es fácil discernirlo por completo. Cada vez que abro los ojos es una nueva pesadilla. Quieren que les tenga miedo, que sienta pánico de sus rostros. Deben creer que con ello, por fin se han ganado mi respeto, que el hecho de humillarme y degradarme provoca que los vea como ellos quieren sentirse. No es así, ya los odiaba antes, pero la ira que va creciendo en mi interior, no se compara con nada que haya experimentado antes. Ha ido en escala, iniciando cuando se burlaban de las mujeres, cuando se metían conmigo, y volviéndose un tornado cuando se atrevieron a herir a Dakota. Ese fue el punto sin retorno. Desde ese entonces, no pude más que sentir repugnancia por ellos, y la impotencia de ver que nunca se actuaba me llevó a un arranque de impulsividad. Ellos dicen que eso es lo que me tiene aquí, que estoy pagando por mis culpas. Lo único cierto es que lo que hice debió haber iluminado mi futuro, salvándome de este destino. Así debió haber sido...
En los periodos de consciencia, siempre hay alguien junto a mí, examinándome. Sé lo que buscan, que tema dormir. Esa inquietud ya existe, aunque luche por no externalizarla. Además de ello, mi instinto de supervivencia me dice que ya han sido demasiadas horas sin beber agua. La garganta la siento seca, y me preocupa que al levantarme los mareos se hagan presentes.
Me mantienen amarrada sin compasión. Los brazos los siento adormecidos, y la necesidad de moverlos se vuelve sofocante y desesperante. Por instantes, no estoy segura de qué es real, o si he empezado a alucinar, mas me mantengo fuerte pese a todo, porque es lo único que me queda.
En esta ocasión es Wes quién está a mi lado. Podría apostar que esa mirada que me dedica refleja el cómo me ve; como un objeto, o una mascota a la que cuidar. Trae comida, siempre pretende que abra la boca para él, como si fuera una niña a la que se le debe dar el alimento. Me repugna, y en la mayoría de las ocasiones me rehúso. En otras tantas, termino cayendo en el juego, porque el rugido de mi estómago clama por alimento. Necesito mantenerme estable para escapar cuando menos se lo esperen.
Wes se ve un poco diferente. Hay un asomo de preocupación, lo que me hace suponer que quizá ya me están buscando. Son unos imbéciles, si esto ha llegado a la prensa será cuestión de tiempo para que sus fotografías se vuelvan virales. Tengo fe de que alguien se atrevería a señalarlos como sospechosos.
Respiro profundo.
Estoy lista para decirle unas cuantas verdades en la cara. Sin embargo, me detengo, porque me percato del bulto en el bolsillo de su pantalón. Es primera vez que trae su celular consigo, estoy segura por el tamaño y forma de que debe tratarse de un móvil. Disimulo la emoción que me invade en mi interior, y me levanto lentamente. Nunca imaginé que el hecho de incorporarse sería un sacrificio, pero es lo que han logrado con mi cuerpo, si sigo así, no quiero pensar en cómo terminaré. Debo salir cuánto antes. Si actuara impulsivamente, lo golpearía en la entrepierna y tomaría el teléfono, pero gritaría alertando a los demás. Por más que las ganas de hacerlo me consuman, debo buscar otra manera de escapar de este lugar.
Al verme de pie, Wes me recorre con la mirada. Su agitación ha quedado a un lado, ante pensamientos que ya puedo imaginar. Es ese tipo de hombre que se obsesiona cuando no le dan un sí, "¿Cómo una mujer podría negarse a mí?" De seguro, eso piensa. Creció con esas ideas machistas que nadie corrigió. A sus ojos somos objetos coleccionables. No ve lo mal que está haciendo, así como también a nosotras por mucho tiempo nos hicieron creer que el rebajarse ante un hombre era lo correcto, lo digno.
—¿Sabes? Cambié de opinión respecto al vestido —intento sonar determinada. Wes deja la bandeja a un lado.
Se queda muy quieto, deteniéndose en cada parte de mí, como si estuviera imaginando cómo me quedaría el vestido.
—¿Sí? ¿Y ese cambio, Naomi? Recuerda que a mí ya no puedes engañarme.
Todavía guarda rencor por cómo hice que se hundiera en el pasado. Si a eso se le suma, la actitud que he mantenido durante este tiempo es lógico que no se creerá así de fácil lo que yo le diga.
—Quiero salir rápido de aquí. Si lo hago, todo esto terminará pronto ¿no?
—Por fin, lo estás entendiendo —dice con cierta confianza que me repugna.
—Bien, me lo pondré, pero lo haré sola. Así que desátame ahora mismo.
Duda. No obstante, actúa diferente cuando no está con sus amigos alrededor. Pese a que siempre es una basura, cuando ellos están presentes, empeora. Es como si pretendiera demostrar algo ante ellos.
—Bien, sin trampas, Naomi.
Corre la cortina, y sale en busca del vestido. Cuando regresa lo deja sobre el colchón. Se acerca a mí, pidiéndome que me gire. Se apega demasiado a mi cuerpo, mientras suelta el nudo. El más mínimo contacto me genera náuseas, que lucho por contener. Siento la liberación, y equivale a cuándo llevas mucho tiempo aguantando las ganas de ir al baño hasta que por fin logras ir. Ante ese pensamiento desvío la mirada a la cubeta que me han obligado a usar. En algunas ocasiones, me han vendado los ojos y llevado a un pequeño cuarto de baño en muy mal estado. No obstante, imagino que el miedo a que escape, o las ganas de verme humillada son las principales motivaciones para negarme algo tan esencial. No importa, esa rabia contenida me da fuerza, para que en el momento en que pueda vengarme, sufran. Se arrepentirán de lo que me han hecho vivir, me encargaré de que así sea.
Se queda un instante a mi lado, y sé el motivo. La bandeja con comida está frente a mí, y como si no hubiera un mañana me lanzo sobre ella, atragantándome de pan y agua. Wes se queda observándolo todo, y escucho su risa. Pagarás.
Una vez que termino de comer, se va. Comienzo a desvestirme, cuando oigo voces que cada vez se aproximan más. Vuelvo a levantarme mi vestido, ante la intrusión repentina.
—Dije que lo haría sola —hablo entre dientes.
—Qué aburrido sería. —No es la voz de Wes. Cuando volteo solo está Austin y Jason.
Me empujan contra el suelo. Grito, retorciéndome mientras me bajan el vestido, dejándome en ropa interior.
—¡Qué asco dan! ¡Tienen mierda en la cabeza!
Jason se sube sobre mi espalda, impidiéndome moverme. Mientras Austin, desliza lentamente el vestido de muñeca por mis piernas. Me golpean contra el suelo cada vez que intento levantarme. Cuando Jason se baja, para permitirle a Austin terminar de subirme el vestido, aprovecho de gatear alejándome de ellos, mas no hay escapatoria. Me sujetan con firmeza y me terminan de vestir ellos. Se burlan al verme tan vulnerable, y cuando se van se llevan la ropa que usaba. Austin saca algo de su bolsillo, y cuando lo reconozco me lanzo encima de él. Es mi teléfono. Sin mucho esfuerzo me hacen a un lado, el golpe contra el mueble me deja aturdida unos segundos. Sus voces se hacen lejanas.
—Vamos al otro cuarto y hagamos explotar esto —dice uno de ellos.
La impresión por lo sucedido, y que no tengan ni una pizca de inmutación ante actos tan asquerosos, termina por hacerme vomitar en la cubeta.
Cuando despierto, sigo con las manos liberadas. Me levanto, sintiéndome muy débil. No debí haber vomitado lo único que había comido, pero no pude controlar la reacción de mi cuerpo. Abro la cortina, y salgo de ese pequeño cuarto improvisado para mí. Los desgraciados están en el extremo de la habitación en unas sillas bebiendo y riéndose. En tanto me acerco, reparan en mí, Austin es el que se ve más desquiciado de todos ellos. Cree que porque me hirió, ya tiene poder sobre mí. Está muy equivocado.
No pierdo de vista el teléfono.
Las burlas por el vestido rápidamente se hacen presentes. En una mezcla de risa por convertirme en una especie de maniquí para su deleite, y también, al saber lo furiosa que debo estar por dentro al verme obligada a seguirles la corriente en sus delirios. Son unos enfermos.
Siento como si estuviera viviendo siempre el mismo día, pero no me dejaré debilitar por ello.
—Tu novio te anda buscando —dice Jason— Mmh... ¿cómo se llama? Ah, sí, Jonas Reed. Difícil olvidar su nombre con todo lo que se anda diciendo.
Formo un puño en una mano, quiero guardar prudencia, pero el plan se va por la borda cuando se atreve a decir su nombre.
—Cállate, malnacido. Te atreves a pronunciar su nombre... a insinuar algo de él y...
—Es lo que todos rumorean —interviene Caleb— no tenemos que ver en eso, son los comentarios de la gente.
Hago una mueca, ante el recuerdo de las estupideces que alguna vez dijo Bruno. Me tiene simplemente cansada el que se metan con la historia de JJ. Ellos no entienden nada. Aun así, una pequeña parte de mí se ilumina, ante la esperanza de que entonces, efectivamente esto pasó a escalas mayores. Solo falta que den con los culpables.
—¿Cómo pueden dormir tranquilos? —pregunto, en una sonrisa algo torcida— ya llegó a la prensa, ¿no? Es cosa de tiempo. Todos pagarán, si es que antes no los mato, imbéciles.
Ríen, como si se tratara de un absurdo.
—Nadie nos ha apuntado con el dedo. Todos creen que lo que sea que te haya pasado, te lo hizo tu novio al que tanto amas —me responde Wes.
—Porque la sociedad está llena de prejuicios. Le creen más a unos imbéciles con dinero, como si eso significara que tuvieran corazón. Y aunque no les creyeran, seguramente ustedes comprarían la opinión pública. Están acostumbrados a salirse con la suya, pero yo seré la excepción.
—Pero yo seré la excepción —me remeda Austin, provocando la risa de todos.
—Bella Naomi —habla Wes— nos ves a nosotros como si fuéramos monstruos, pero cuando se trata de los tuyos no eres capaz de ver la realidad. Me da un poco de pena, ¿le abrimos los ojos, chicos? ¿qué opinan?
Camino, aproximándome más a Wes. El teléfono tan cerca, y tantos ojos encima.
—Los veo como lo que son. Ojalá todos se dieran cuenta.
Wes se acerca a mí, me toma del rostro, clavando sus ojos en los míos.
—Estás rodeada de asesinos y manipuladores.
—¿Aquí? Por supuesto que sí.
—No la aguanto —suelta Austin, acercándose a mí. No hace falta estar en su cabeza, por su expresión veo que se muere por golpearme. Wes lo detiene.
—Te ves tan fuerte, pero terminas siendo tan ingenua. Tu novio es un...
—¡Él amaba a su hermano! Cállate la puta boca, o yo te haré callar. ¿Escuchaste?
—¿Qué te hace creer que me refiero a su hermano? —se acerca a mi oído— hablo de su madre —susurra— la dejó morir... en la casa mientras se consumía por el fuego.
Mis ojos se abren como platos. Toma distancia sin que perdamos el contacto visual.
—Quedaste conmocionada —sonríe— sabes que es bastante posible. ¿Hasta dónde llegan tus convicciones, Naomi? Ahí te olvidas de las mujeres, ¿no?
—Cállate, imbécil. Tú jamás me harías dudar de lo que creo. Y no estoy cegada idiotas. Vaya que existen mujeres capaces de hacer atrocidades. —Recuerdo todo lo que Susan le hizo a JJ. Aunque las suposiciones de la gente fueran ciertas, yo... entendería a JJ, y me importa una mierda si alguien se hace un mal concepto de mí por ello—. No defiendo a ciegas, porque eso me haría una necia. Al igual que las personas que no son capaces de abrir los ojos con ustedes, de la mierda de personas que son.
—Ya, sí —contesta Wes, sin prestarme atención de verdad—, ¿y qué? ¿a tus amigos también los justificarás? Son un grupo bastante especial —sueltan una carcajada— Ezra, quitándole el novio a su hermana.
Arrugo el entrecejo ante sus palabras. Más allá de que lo que dice no es cierto, las cosas no fueron así, no comprendo cómo está al tanto de ese conflicto.
—Los vimos, ¿cierto chicos? Cuando tomamos su teléfono se estaban dando en las duchas. —Hace un gesto obsceno—. Mucha clase, ¿no? Y Fox... —sonríe con malicia— ¿sabes lo que hizo en mi fiesta?
Me estremezco ante la idea de que todos ellos lo sepan, mas rápidamente Wes me sujeta fuerte de la muñeca.
—Ellos no lo saben —murmura en mi oído— pero fue tan interesante guardar ese secreto. ¿En serio crees que tus amigos te van a buscar? Deben sentirse en una encrucijada.
—No tendrían por qué, Fox no mató a nadie —respondo en voz baja.
—Lo que yo diga siempre será ley.
—Sigue viviendo en tu fantasía, Wes. O mejor, muérete.
—Puedes decir lo que quieras, Naomi, pero al menos yo sí conozco bien a mis amigos. Tú estás rodeada de hipócritas, y no te das cuenta. Me das pena.
—¿Estás seguro de que no hablas de ti...? —le pregunto, conteniendo la ira— quizá te arrepientas de tus palabras, cuando te des cuenta de que hablabas de ti mismo. De esta basura que supuestamente son tus amigos, que por cierto, son la misma basura que tú.
Mis palabras lo sacan de quicio, me agarra fuerte del cabello, y caigo. Al perder el equilibrio, siento el tirón desgarrador en mi cabeza. Mi dolor queda expuesto, y él jala más fuerte quedando varios hilos de mi cabello en sus manos. Me arrancó el glitter que siempre he amado con mi vida.
Me toma de los brazos, llevándome de vuelta al lugar que se ha convertido en mi cuarto. Grita una y otra vez, abalanzándose encima mío sobre el colchón. Peleo contra su agarre.
—¡Basta, Wes!
—Eres una maldita zorra, cuanto te odio.
Y entonces dejo de luchar, quedándome muy quieta. No conseguiré nada si sigo fomentando su rabia. Espero que crea que me tiene entre sus brazos, aunque la idea se vuelva asfixiante. Cambia su actuar al yo parecer dócil.
—No quiero pelear —murmura— solo... —Su mano se desliza lentamente por mi cabello, y luego, a mi rostro—. Solo...
No termina de hablar, se queda inmóvil sobre mí.
—Entonces... no hay por qué seguir peleando, ¿no? —pregunto con suavidad.
Se incorpora un poco, analizándome con lentitud.
—Estás cansado, tan cansado....
Susurra una afirmación, cerrando sus ojos, seguramente esperando que tenga algún tipo de acercamiento con él. Su nivel de perturbación supera cualquier cosa que haya visto. Pero cae, dejándose guiar por mis dulces palabras. Lo que tanto esperó de mí por fin a su merced. Se acurruca sobre mi cuerpo, en caricias que se vuelven tóxicas e insoportables, dejo que me toque por sobre la ropa.
«Sobrevivir. Sobrevivir».
Mientras lo hace, con cuidado muevo la mano acercándola al bolsillo de Wes. El corazón se me acelera ante la posibilidad de que se dé cuenta. El alcohol y la emoción del momento lo confunden, haciéndolo creer que tiene el control de la situación y de mí. Suspendo la mano en el aire a escasos centímetros de él. La intranquilidad me agobia, mas no puedo quedarme de brazos cruzados esperando a que el resto me encuentre. No sería nada propio de mí.
Rozo sus jeans sutilmente, tan tenue que casi podría preguntarme si realmente lo estoy tocando. Introduzco los dedos en el bolsillo, entre el pulgar y el índice sostengo los bordes del teléfono. El corazón lo siento como si estuviera al borde de salirse del pecho, me suda un poco la frente y las manos.
Lo deslizo sin prisa, en tanto sigue pendiente de recorrer mi cuerpo. Me siento sucia al permitirlo, mas no hay demasiadas opciones. Debo actuar fríamente, aunque sea una de las personas más temperamentales que han pisado este planeta.
Logro sostenerlo y con cuidado, lo arrastro fuera de su pantalón. Inmediatamente lo guardo en medio de los vuelos del vestido. Wes está tan concentrado en lo suyo, que no se percata de nada. Sus amigos lo llaman, suelta una maldición al tener que alejarse de mí. Sale por la cortina, y rápidamente saco el teléfono.
Vamos, vamos.
Lo enciendo, me desespera la lentitud en prenderse. Cuando al fin aparece la pantalla de inicio, voy a ajustes activando todo. Localización, y el plan de datos. Marco el número de emergencias. Temo que por el lugar que nos encontramos no haya cobertura. Sin embargo, casi quiero gritar de emoción cuando suenan los pitidos.
Uno.
Dos.
—¡¿Qué mierda?!
Alzo la cabeza, encontrándome con Wes.
No alcanzan a atender. Y todo sucede demasiado rápido. Wes enloquece, no solamente me quita el teléfono sino que sus gritos atraen a todos los imbéciles. Quiebra una botella de alcohol, los vidrios saltan, y retrocedo en el suelo evitando cortarme.
Austin suelta una carcajada cargada de malicia, y Wes le da la venia para que nuevamente se quede a solas conmigo.
Corro, y ellos me siguen. En ese instante, un ruido del exterior los alerta. La manilla de la puerta se mueve de un lado a otro, y por un segundo creo que podría tratarse de la policía. Grito, ante la posibilidad de que por fin se trate de las autoridades. Caleb va a la puerta, sacando una llave de sus bolsillo, la abre lentamente, y pese a no tener visual a esta, sé que no es lo que estaba esperando.
—¿Qué... diablos? —pregunta Nolan, quien entra al cuarto, y Caleb rápidamente cierra la puerta, quedando detrás de él.
—Nolan... —murmuro. El hecho que no estuviera aquí me hacía creer que podría denunciarlos. No sé qué pensar al verlo ahora.
—Naomi... —me mira con cierta tristeza— Sabía que no estaban jugando, pero quise creer hasta el final que no caerían en algo tan grave.
—Nolan, relájate. Estabas desaparecido, ah —Wes lo toma del hombro— vamos amigo, tú también puedes divertirte.
—Yo...
—¿Qué pasa Nolan? —inquiere. Luego, se dirige a Austin—. Austin... ¿no tenías asuntos pendientes con nuestra putita?
—¡Cállate la boca! —grito, mientras Austin me agarra de los brazos, arrastrándome— ¡Nolan haz algo! ¡Nolan! ¡Oh jodida mierda, Nolan!
Pasa su mano por su rostro pecoso, en una expresión sumamente desoladora, mas no hace nada. Austin termina empujándome nuevamente sobre ese colchón. Y sé que mis gritos llegan a los oídos de Nolan cuando Austin me golpea. Siento terror, y me arrastro buscando alejarme. Él disfruta mi sufrimiento. Toma la botella quebrada golpeándome por detrás. A este punto, duele tanto que pareciera no doler nada. La sangre se desliza por mi piel manchando el vestido blanco.
JJ...
Intento aferrarme a su recuerdo. Como si aún estuviéramos viendo esa obra de teatro, siendo felices.
𝑀𝓊𝒸𝒽𝒶𝓈 𝑔𝓇𝒶𝒸𝒾𝒶𝓈 𝓅♡𝓇 𝓁𝑒𝑒𝓇
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro