CAPÍTULO 34
⋆FOX⋆
Parte III
Cuando creo que Ezra ya me habrá perdido de vista, corro, corro lejos de ese lugar. Es como si la pesadilla que siempre temí se volviera realidad. Cada palabra regresa a mí, cada momento con Holly vuelve a mi mente y me cuestiono tantas cosas del pasado. ¿Por qué le respondí? ¿Por qué le di ese beso que me pidió? ¿Por qué fui a esa fiesta? ¿En qué momento cedí en fingir una relación? ¿Cómo pasó? ¿Cómo no me di cuenta?
La pena de no saber qué pasó con Naomi me consume. Tengo culpa de cómo se dieron las circunstancias. Yo abordé a Ezra en el vestidor, si no lo hubiera hecho, quizá se habría evitado que le tomaran el teléfono.
El recuerdo de Naomi, su cálida sonrisa al escucharme y nunca juzgarme. El cómo reprimió toda su tristeza, y me brindó apoyo hasta el final. La manera en que colapsó y defendió a Dakota, me remueve el corazón. Sin duda, es de las mujeres más increíbles que he conocido, y su desaparición, y todo lo que tememos que pueda ocurrirle me atormenta demasiado. Cuando la conocí, no pensé que terminaría siendo tan importante para mí, pero jamás podría olvidar, el hecho que no me juzgara, que a sus ojos no fuera un ser egoísta, que comprendiera el amor que sentía por Ezra. Era la única que sabía toda mi verdad, y... quería ayudarme, quería apoyarme. Me siento perdido.
Y así como ella desapareció, la sombra de Ezra parece esfumarse lentamente.
No puedo creerlo.
Conduzco. El hecho de que Ezra coloque en duda todo lo que siento por él me asfixia. Lo amo tanto, y le he demostrado todo ese amor por tanto tiempo. ¿Qué pasó? ¿Realmente esas palabras fueron capaces de cambiarlo todo? Yo le dije que esa noche, estuvimos en su cuarto y que producto de que me rehusé a acceder en sus pretensiones, reaccionó mal. Yo le dije mi verdad, ¿entonces por qué no me creyó? ¿Tan frágil era nuestra confianza?
Las palabras de Holly regresan a mí, que nadie más podría amarme. ¿Entonces era verdad?
Regreso a casa. Al entrar mi padre me inspecciona por completo. Sé que me debo ver bastante mal. Me grita, lo ignoro, igual como si pudiera borrar su existencia de mi vida. Con los ojos cansados y entreabiertos veo a mi madre, se ve tan preocupada. Da un paso hacia mí, y corro por los peldaños, alejándome de ella.
Porque mi padre bien claro dejó hace muchos años, que se desquitaría con ella. Me encierro en mi cuarto, sin más compañía que el teléfono. Me recuesto sobre la cama, viendo historias hasta dar con la de un antiguo compañero de esa escuela que fue el desquite de mi padre. En la historia invita a una fiesta de su hermano, e inmediatamente cruza una idea por mi cabeza. Me cambio de ropa, y salgo sin escuchar los gritos de mi padre. Sé que el edificio se encuentra en un sector peligroso, sé que su hermano mayor tenía bastante mala fama, era bien conocido por vender droga. Lo sé perfectamente cuanto tomo rumbo a mi perdición. No voy con la intención de disfrutar, voy a conseguir ese castigo que tanto merezco.
Antes de salir del automóvil, me llega un mensaje de Dakota.
Dakota
Fox, lo sé todo. Quiero que sepas que sin importar lo que piensen los demás, yo siempre estaré de tu lado. Y ¿sabes...? Creo que si Naomi leyera el mensaje que te estoy enviando, estaría feliz. Ella siempre ha sido una justiciera... Y no es justo que tú tengas que alejarte de nosotros. Quizá no piensas hacerlo, pero en caso de que así sea, estás equivocado. Quienes tuvimos la oportunidad de conocerte en profundidad, sabemos de qué eres capaz y de qué no. Mi amigo ícono de la moda, quién me cantaba antes de quedarme dormida en mis días de tristeza, no es alguien malo.
Siento los ojos cansados, tan cansados.
Fox
Solo conoces el lado bueno de mí. No quiero que a futuro tengas problemas con los demás por mi culpa... Sé cuánto escapas de los problemas, lo cual solo hace más valioso tu mensaje, pero no podría hacerte ese mal. Te agradezco, Dakota.
Guardo el teléfono, no quiero acarrear a Dakota a una situación tan incómoda. Me duele el pecho, lo cual solo fomenta mis ganas de autodestruirme. Y entonces llego al lugar de reunión, y siento miradas curiosas sobre mí, pero es una fiesta y todos están bastante borrachos. Voy por alcohol, y bebo, una y otra vez. Pierdo la cuenta de los vasos, pierdo la noción de qué exactamente estoy bebiendo, solo quiero perderme. Olvidarlo todo. Una mujer me toma de la camisa, arrastrándome a la terraza del apartamento. Apenas puedo mantenerme en pie, no logro enfocar la vista, y al sentir el viento sobre el rostro, me siento ido, algo perdido, y demasiado inestable. Ella me incita a fumar hierba, y a este punto, no puedo pensar en nada, más que el sufrimiento parece apaciguarse, extinguirse en un pequeño sedante, que seguramente mañana dolerá.
Y entonces cedo.
Llevo el porro a la boca, su sonrisa se ensancha cuando doy una calada. Sin reflexionar, doy una, y luego, otra, una tras otra. No tengo la certeza de si realmente fueron tan precipitadas, solo sé que la realidad se siente distorsionada. Ya estaba bastante ebrio, y de pronto, ya no solo se trata de inestabilidad al caminar, sino que también me siento demasiado quieto, tan pero tan quieto, que es como si estuviera en una película.
Con pausas, intermitente.
Y lagunas.
No sé cómo termino en un cuarto, con sus manos jugando con mi camisa. Reacciono, o lo más cercano a ello. Salgo de la habitación, y al salir, escucho risas, y más risas, todas volviéndose intensas y tan fuertes. Me cuestiono si me habrán puesto algo en alguno de los vasos que tomé, porque jamás me había sentido así. Entro a lo que creo es el baño, y al ver mi reflejo en el espejo, me quedo absorto, viéndome a mí mismo. Y de pronto, siento miedo. Tanto miedo de quién soy, y de lo que soy capaz, como si mis manos en ese preciso instante estuvieran cubiertas de sangre, y jamás fuera capaz de borrar el rastro de esta en ellas. Me asusto, retrocedo, y tropiezo, dándome cuenta de que no estoy en el baño, ¿alguien está debajo mío? ¿me están tocando? Me persiguen, quiero gritar, quiero llorar.
—Basta, déjenlo —escucho una voz que se aproxima— Hey... —se hace más cercana— estás en un mal viaje, te sacaré de aquí. ¿Te parece bien?
No sé si respondí, y en caso de que lo hubiera hecho, tampoco sé qué contesté. Me dejo guiar en pasos lentos que transitan por un pasillo de un edificio. Me sostengo de alguien, que por su estatura y complexión creo que se trata de una mujer. Me hace entrar a otro apartamento.
Caigo en un sofá. Alzo la vista, observándola mejor, confirmando que se trata de la silueta de una mujer de cabello oscuro.
—¡No! Aléjate de mí... —Me levanto del sofá, retrocediendo, cayendo al suelo. Aun así, no me detengo, me arrastro alejándome de ella.
Me habla, pero no escucho nada. Solo sé que al aproximarse veo el rostro de esa persona, lo veo, sin duda. Y ríe, acercándose a mí, acechándome.
—¡Te odio! ¡Aléjate de mí! ¡Me arruinaste la vida! ¡Me destruiste de todas las maneras posibles! —grito, pero sus carcajadas siguen resonando por el cuarto.
—Oh, Dios, ¿qué te hicieron? —oigo a lo lejos. Hay cierta ansiedad y preocupación en cómo habla. Pareciera haber honestidad, pero le conozco mejor que nadie. Ya me engañó muchas veces—. Escúchame, no soy Holly. Puedes estar tranquilo, te ayudaré. Estás en un mal viaje —repite— pasará.
Desconfío de mí mismo. No había dicho su nombre, pero ahí lo escucho ser pronunciado. Es como si dudara de lo que digo, de lo que pienso, y de lo que ocurre. Las risotadas continúan, y me arrastro por la alfombra intentando huir de ellas.
Me sostiene, y me desespero.
Pero es entonces, cuando vuelvo a reparar en ella, intentando enfocar un poco más la vista. Su cabello oscuro cae hasta la cintura, y es tan hermosa. La mujer más hermosa que he visto en la vida.
—¿Mamá? —pregunto, cambiando por completo la actitud, aproximándome a ella con desespero, dejando mi cabeza en sus piernas y aferrándome con fuerza.
No contesta, mas sus suaves caricias se hacen presentes en mi cabello.
—Sí —susurra casi inaudible.
—Mamá, perdóname... —digo con dolor en el pecho— perdóname por ser tan miserable. Te he ignorado por tanto tiempo, y aun así, viniste a salvarme. No te merezco...
—Shhh.... tranquilo —sigue acariciándome.
Solo es una palabra, "tranquilo", pero no recuerdo la última vez que pude sentirme así. Quizá fue en aquella noche que ahora se encontrará manchada por siempre con mentiras. Llevo tanto tiempo viviendo por alguien más, pendiente a que no se hiciera daño, que se me hizo demasiado difícil abrir los ojos de que a quién creía proteger, terminaría acabando conmigo. Mis pensamientos no van ordenados, llegan momentos de mi pasado, se mezclan con el presente, y con las sensaciones. El aroma del cuarto a lavanda me invade, y me pica la nariz por el polvo, como si las cosas no se movieran de su lugar en forma cotidiana. Las caricias persisten, enrollando mis rulos en sus dedos.
—Yo... no quería distanciarme de ti. Sé que te he hecho sufrir con el distanciamiento, y yo sufro también, porque siempre fuiste mi soporte. Pero desde ese día en que papá te golpeó echándote la culpa de que por ti soy gay... de que el amor que siempre me diste desde niño, el que jugaras conmigo, el que te preocuparas por mí, lo transformara en el motivo de por qué soy cómo soy, y que te golpeara... yo no podía... Yo te amo mamá, me siento tan culpable.
Lo admito porque bebí, pero no deja de ser cierto. Es lo que está oculto en mi interior.
—Yo también te amo —me responde en una suave voz. Tan serena, tan placentera.
—No logro borrar de mi cabeza tu rostro destrozado —pierdo la vista en la nada. Mi cuerpo demasiado quieto, como si me estuviera muriendo, no es así. Pero por dentro, me siento mortificado, como si hubieran destruido quién soy—. No puedo perdonármelo. Mi cercanía te causó tanto dolor, y aun así, yo deseaba mantenerte a mi lado, soy tan egoísta.
Su mano tiembla un poco.
—No fue tu culpa...
Me encuentro en sus ojos profundos, cargados de expresión. Por un instante, siento que no son los de mi madre, pero mi deseo de que me esté desahogando con ella, perpetúa y aplaca cualquier duda de con quién me encuentro.
—Mamá me quebraron. —Me aferro a ella.
Pese a no estar completamente lúcido, advierto que no es alguien que hable a la ligera, piensa antes de hablar.
—¿Sabes? Una vez un alma hermosa, me dijo que el dolor no teníamos por qué afrontarlos solos, que podía confiar en ella, apoyarme en ella, que buscaría la manera de reconfortarme un poco. Hizo que mi voz volviera a ser escuchada. Jamás me pude olvidar de ella. Así que... si buscas apoyarte en alguien... puedes hacerlo en mí, ahora.
Me pierdo en su imagen. En tanto siento un ligero movimiento en mis bolsillos, como si buscara mis documentos. Luego, de unos segundos vuelve hablar.
—¿Si, Fox? Puedes hablar conmigo.
—Mamá, me dañaron...
—¿Qué te hicieron?
—Perdí al amor de mi vida, lo perdí. Perdí a Ezra. Intenté dar lo mejor de mí, pero otra vez lo arruiné todo. Siempre arruino todo. Soy demasiado egoísta, solo pienso en mí, me olvido de que cada vez que alguien está cerca mío termina dañado. Daño a todo quién se me acerca. Al inicio son felices junto a mí, creo hacerle bien a la gente, y no sé qué ocurre después que todo se cae a pedazos. Me siento tan mal, mamá... mamá me siento destruido. He hecho tanto daño, que nadie podría perdonarme. Mi alma está tan perdida.
—Dudo que seas una mala persona. En solo este acto, puedo darme cuenta de que eres todo lo contrario. Quizá has guardado por mucho tiempo el daño que te han hecho, y explotaste. —Las lágrimas empiezan a deslizarse por mi rostro—. Permítete ser vulnerable, porque es lo que necesitas en este momento.
—Mamá, sácame de ahí, por favor —le ruego— Perdóname.
—No hay nada que perdonar...
—Perdóname —insisto.
—Te perdono, Fox, te perdono.
Cierro los ojos, buscando regular mi respiración y el llanto. No me duermo, solo atesoro el leve instante, en que me siento comprendido y perdonado.
—Naomi... —susurro— por favor que esté bien...
—¿Naomi...?
—Cranham... Naomi... Cranham... —murmuro, abriendo suavemente los ojos, tomando consciencia de que estoy en una cama. Me percato de la fotografía en el velador. Seis personas, y al deslizar la vista, me detengo en alguien que conozco; un muchacho de ojos verdes y cabello castaño. Debe ser una fotografía de hace unos años, pero sin duda, es JJ.
Volteo, encontrándome frente a frente con un rostro que no es el de mi madre, y que coincide con la imagen de una de las muchachas junto a JJ.
De pronto, también está llorando.
—¿Naomi Cranham? ¿Qué le pasó? Dime, por favor.
—¿Quién eres? —pregunto confundido. Tomo asiento en la cama, en un intento de terminar de recobrar el sentido.
—Me llamo Emma —dice, levantándose de la cama y colocándose frente a mí— soy amiga de la familia Cranham, por favor, ¿podrías decirme qué sucedió?
Intento levantarme, pero me detengo. Me invade un fuerte dolor de cabeza, que hago notar al llevar la mano a esta. Emma inmediatamente me acerca un vaso de agua con una pastilla que asegura que calmará el dolor.
—Le pasó algo horrible... —digo a media voz.
Y entonces le cuento todo. Ella se estremece ante tales sucesos. Rápidamente arma un pequeño bolso, asegurando que irá a la dirección que le di, la del apartamento de Naomi. Me cuenta un poco sobre su amistad con el hermano de Naomi y con ella. Al parecer, se conocen de muchos años.
Yo también arreglo mis cosas, y cuando nuestras miradas se cruzan no puedo evitar preguntar:
—¿Por qué me ayudaste?
—Por un motivo egoísta —admite, causando que algo se estremezca dentro de mí— podría decir que sería lo que cualquiera haría al ver a alguien mal, pero estaría mintiendo. Cuando te vi, me recordaste a una persona a la que perdí. Mi novio —intento conectar con sus ojos, pero ella desvía la mirada— lo mataron. No es necesario que me digas nada, fue hace años. Pero verte fue como ver su vivo retrato, te pareces mucho a él. No pude evitarlo.
—Debió ser alguien atractivo. —Dejo expuesta nuevamente mi faceta, que aunque ella no conoce, es lo que proyecto a todos. No se lo toma a mal—. ¿Cómo se llamaba?
—Tyler —dice en voz baja.
Se sigue observando en el espejo del cuarto, acomodándose el vestido grisáceo. Comparo su imagen actual con la de la fotografía dónde se ven unos mechones rosados que claramente ya no tiene. No ha cambiado prácticamente en nada, su rostro sigue siendo el mismo, aunque sus rasgos se han afinado un poco más.
—No te preocupes por todo lo que dijiste... esas palabras jamás serán repetidas —asegura— aunque, creo que deberías hablar con tu madre, te haría bien, Fox.
Nuestras miradas se encuentran a través del espejo.
—Ya lo hice —sonrío. Ella se sorprende un poco ante mi respuesta. Luego, esa impresión, cambia por un gesto dulce.
—Me alegra si pude ayudarte.
—Déjame llevarte —le pido— en agradecimiento. Tengo el automóvil en el estacionamiento.
—No es necesario...
—Por favor, no sé qué habría sido de mí, sin tu ayuda.
Medita en la idea, y luego de unos segundos termina accediendo. Mientras salimos del estacionamiento, ella baja el vidrio de la ventana. Avanzo con velocidad, haciendo que el viento alborote su cabello. Su mano se pierde en la brisa, en movimientos pausados como si quisiera que el aire acariciara todo el contorno de sus dedos.
Algo en mi interior, me dice que Emma no será una persona esporádica en mi vida.
𝑀𝓊𝒸𝒽𝒶𝓈 𝑔𝓇𝒶𝒸𝒾𝒶𝓈 𝓅♡𝓇 𝓁𝑒𝑒𝓇
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