CAPÍTULO 31
⚠️Contenido sensible. Por favor, leer con precaución🙏.
Mierda.
El tiempo corre lentamente, en tanto debo aprovechar los pocos minutos de ventaja.
Doy pasos silenciosos hasta la puerta que sé que se encuentra abierta. Giro la manilla, con aquella cautela que jamás tuve en la vida. Lentamente la puerta deja ver un escenario igual de tétrico que el único que he conocido estos días. ¿Cuántos días? No tengo la menor idea.
Salgo, giro la manilla, cerrándola despacio. Tan despacio que se vuelve desesperante. No debe escucharse ni el más pequeño ruido que me delate.
Estoy del otro lado.
Pienso en mis opciones. Analizo rápidamente el pasillo, mas no puedo ver casi nada. Debo tomar un sentido a ciegas, pero sé que me encuentro mal. Decido ir por la derecha, quiero correr, pero no puedo, camino en forma irregular, balanceándome de un lado a otro, y junto conmigo, se mueve el perturbador vestido de muñeca que me pusieron. Mi teléfono y mi ropa la quemaron.
Mi pulso se acelera, y trato de recuperar el control. Pero es difícil cuando no sabes si es de día o de noche. Ni cuántos días llevas sin comer, me duele el estómago, me duele cada parte del cuerpo. Siento las piernas débiles, pero debo reunir fuerza como sea.
La oportunidad es ahora o nunca.
Este es el momento que determinará si sobreviviré o no, el único descuido. No ocurrirá otra vez.
Trago saliva.
Me dispongo a correr, mas todo el cuerpo se siente tan pesado, mis piernas no responden cómo espero. No sé cuánto tiempo llevo sin caminar. Maldigo mi estado físico por nunca haber sido más deportista, quizá podría enfrentar mejor esta circunstancia. No sirve de nada recriminarme, pero estoy desesperada, estoy realmente desesperada, y no puedo pensar fríamente como lo haría habitualmente.
—¡Mierda! —oigo el grito de Wes a lo lejos.
Abro exageradamente los ojos, y volteo la cabeza, casi como si pudiera verlo aparecer y correr detrás mío.
No.
No.
Me aflijo por completo.
Ya se dio cuenta.
—¡Quien fue el traidor que dejó abierto! —grita como un desquiciado.
Corro, como sea corro, o al menos hago mi mejor intento, doblando en una esquina.
Dios.
¿Qué es este lugar?
Parece un edificio u hospital abandonado, mas no hay ninguna ventana. El material de concreto transmite una sensación de solidez y sofocación como si estuviera realmente atrapada. No tengo idea de por dónde estoy caminando. Una tenue luz parpadeante me deja ver parte del camino. El piso está resbaladizo. ¿Es agua? ¿Qué diablos es?
Giro la cabeza, observando el camino, y percatándome del rastro de sangre que he dejado delatando mis pasos.
Siento ganas de llorar.
Cada paso, me agota, me cansa. Busco un lugar dónde esconderme, pero no encuentro, solo son pasillos y más pasillos, como si estuviera en una especie de laberinto.
—¡Ahora huyes de mí como una rata! —grita Wes— Mmh.. no queda nada de Naomi Cranham, ¿no?
Ya escucho sus pisadas. No, no puede ser que pierda mi única oportunidad tan fácilmente.
—¿Todavía estás sangrando? Le dije a Austin que tuviera más cuidado... deja que te cuide, Naomi —alza la voz con cierta diversión.
Mierda, su eco se escucha cada vez más cerca.
¡¡¿¿Qué mierda hago??!!
Mi cuerpo me traiciona paralizándome ante las horribles horas que han transcurrido.
Doblo hacia la derecha, apoyándome de la pared.
Advierto unas escaleras y trato de bajarlas, pero mi debilidad nuevamente me traiciona, haciéndome caer y rodar. Contengo el grito de dolor.
El impacto que me hace tomar consciencia de cada parte de mi cuerpo que duele y grita, con todo lo que me han hecho.
Me arrastro hasta un pequeño cuarto. Con toda la angustia acumulada, rodeo un escritorio, escondiéndome debajo de este.
Cuando escucho los pasos por fuera del cuarto, llevo una mano a la boca, intentando contener incluso mi respiración.
Con la otra me clavo las uñas en la pierna, lo suficiente para causar dolor, pero sin lastimarme demasiado.
Dolor calma dolor.
Mi respiración inquieta, mi vista algo borrosa. ¿Me estaré muriendo?
Solo he dado un suspiro, cuando aparece frente a mí.
Advierto su cabello oscuro, y ojos claros.
Wes.
—Te ves tan preciosa cuando tienes miedo.
—Wes... ha sido demasiado. Basta.
—Tu voz sale tan temerosa... ya no eres como el día que llegaste. —Acerca su mano a mi rostro acariciándolo—. ¿Cuántos días se necesitaron para corromperte? ¿Sabes cuánto tiempo llevas acá?
No tengo idea, pero no quiero verme vulnerable.
—Estás hablando pura mierda, Wes, como el imbécil que eres.
Le molesta que pese a todo aparente firmeza.
Mi expresión cambia cuando veo la botella de agua a su lado.
—¿No tienes sed? —pregunta— para que veas lo generoso que soy. —En cuanto la abre me arrojo a ella, pero me aparta—. No. Así no. Si tienes sed, entonces beberás de mí.
Lleva la botella a su boca, suspendiéndola en ella, y quedando el líquido en esta.
Se acerca a mí.
Tengo tanta sed, tanta.
Pero beber de él.
Eso jamás.
En el descuido me lanzo sobre la botella, a lo que él responde escupiéndome el agua que mantenía en su boca, y me jala del cabello.
—Es una real lástima.
Los gritos se hacen presentes, llamando a Wes.
Sus amigos.
—¡Ya la encontré! ¡Tranquilos! Solo... fue parte del juego, ¿no? —me murmura lo último, para que solo yo escuche.
Lleva un dedo a mis labios, tocándolos, y aprovecho la oportunidad de morderlo, lo muerdo con toda la fuerza que consigo pese a mi lamentable estado.
Grita retorciéndose, lo retengo lo más posible entre mis dientes. Pero comienza a atacarme con su otra mano, y finalmente debo soltar el agarre.
—Hija de perra —suelta, en tanto revisa su dedo, y hace caer agua sobre este. Le tiembla levemente—. Veo que en el fondo, sigues ahí. ¿Todo lo que ha pasado no ha sido suficiente para arruinarte? Eres un real fastidio —dice en una pequeña risa— ¡Váyanse! —les grita a sus amigos— tendré mi momento de privacidad con nuestra putita.
—No... no....
Las risas se hacen presentes a lo lejos, abandonándonos.
—Mejor ven aquí. —Agarra mi tobillo, y aunque intento aferrarme a lo que sea no lo logro. No hay nada, solo vacío.
Me arrastra por el suelo y se sube encima de mí. Sus piernas a mi alrededor, y todo el peso de su cuerpo encima de mi abdomen impidiéndome escapar.
Toma la botella de agua, y la abre.
Alzo mis manos en un intento desesperado por alcanzarla.
—Era más entretenido cuando las tenías amarradas. ¿Sabes...? se me ocurrió una idea, tienes sed ¿no?
—¡Quítate de encima!
Vierte el líquido de la botella encima mío, mojándome por completo, haciendo que el vestido se pegue a mi cuerpo, volviéndose transparente.
—Me la pones dura, Naomi. Siempre fue así, desde el primer día.
—¡No! ¡Ayuda! ¡Ayudaaaaaaaa!
No.
Mi alma llora.
—Wes... ¡Eres un puto cerdo! ¡Bájate! ¡Bájate! ¡Déjame! —Intento levantarme, pero no puedo.
Nunca podría superar su fuerza.
—Mmh... ¿siguen ahí, verdad?
¿Qué?
No.
Giro el rostro y los veo.
No.
No.
Austin, Caleb, Jason.
«¿Dónde estás? ¿Qué te hicieron?»
Siento escalofríos.
—Por favor... —intercambio una última mirada con Wes— por favor, ya ha sido demasiado.... demasiado.... si me dejan ir ahora, no haré nada.
Y comprendo, que cuando estamos en situaciones tan críticas, somos capaces de decir lo que sea por sobrevivir. Lo primero que haría al salir, sin importar el qué, sería ir a la policía. Y él bien lo sabe.
—Nos jodiste a todos por defender a otras personas ¿Valió la pena? —pregunta, y es como si realmente quisiera entablar una conversación conmigo— ¿Quieres saber lo que decían de ti? Eleanor me hablaba de lo que decían las otras mujeres de ti.
—Wes... basta, por favor...
—Tanto hablar por todas, y la verdad es que te desprecian. Te odian, Naomi. Y lástima que la única persona que te amaba, dudo que te quiera después de enterarse lo puta qué eres, revolcándote con cuatro hombres. —¿Eso es lo que pretenden hacer? ¿Corromper mi cuerpo y alma?
Me retuerzo bajo él. Me duele el pecho. Intento conseguir aire y no logro reunirlo, no respiro. No, no es solamente algo físico. Me están quebrando.
¿Esa es la verdad? ¿No dejé ni una miserable huella en nadie? Todo lo que creí, todas mis convicciones no sirvieron de nada, todo lo que intenté construir, el ideal al cual me aferré desde niña solo era una mentira. ¿Siempre... fui desagradable? Las miradas de desprecio se hacen presentes en mi cabeza, todas las veces que intenté acercarme a mujeres. Desde niña, intentaba acercarme, mostrando mi apoyo, sin conseguir el respaldo de nadie. Los recuerdos en ese colegio católico, del cual Mike me sacó. La indiferencia, y los rezos vuelven a mi vida, rezos de los que siempre escapé, porque no podía estar de acuerdo con nada de lo que enseñaran en ese lugar. Era tan contrario, a la manera en que veía el mundo. Rezos que aunque hipócritamente ahora estuvieran presentes, no cambiarían en nada mi actual situación.
Mike era mi único amigo, seguramente sintió esa necesidad de brindarme aquella amistad que nunca logré formar. Antes de que Ezra apareciera en mi vida, no tenía a nadie. Y con él logré hacer mis primeras amigas, o eso creí en su momento. Holly y Dakota.
Pero antes de eso estaba sola. Pasando gran parte de mis tardes abstrayéndome, leyendo por internet, involucrándome con los amigos de mi hermano, porque no tenía los propios.
Deseaba que las mujeres me quisieran. Y no logré nada. Ni de pequeña, ni de adulta. Nunca lo logré. ¿Siempre hice el ridículo? Y entonces lo entiendo, la mirada de Eleonor, la misma que me dedicaron muchas veces en la Universidad. Y las monjas durante mi niñez y pubertad repitiendo que me estaba alejando de Dios.
¿Y entonces eso fue lo que pasó?
¿Me alejé de Dios?
Y JJ... mi vista se clava en el techo. JJ... únicamente seré causante de más mal en su vida, después de todo lo que sufrió... ya debe estar desconcertado, perturbado, sin saber qué ha pasado conmigo. Haré que regrese a esa oscuridad de la cual había escapado. Comienzo a recordar los motivos por los cuales se le hizo difícil reconocer sus sentimientos por mí, decía que no quería perder su tranquilidad, le daba miedo tener una relación, le tenía miedo al amor.
Mi corazón se quiebra. Insistí tanto en que diera ese paso, insistí una y otra vez, buscándolo cuando quería que se fijara en mí. Luego, cuando deseaba que admitiera sus sentimientos por mí, con ese vaivén y esa indecisión que me hizo creer tantas veces que su amor no era profundo. Pero lo era, porque seguramente quedó cautivado con la muchacha poderosa, enérgica, con confianza y hermosa que siempre fui, pero que ya no estoy tan segura si podré seguir siendo, ni siquiera tengo la certeza de que saldré de aquí. Y hay tanto que no dije, que siento que aun así lo habría perdido, porque mis palabras eventualmente se irían junto con el viento.
Porque nunca admití todo lo que había en mi corazón. Nunca fui capaz de confesar que, incluso en el pasado, algo me hizo... verlo. Y probablemente, aunque saliera de aquí, tampoco lo reconocería, pero... en ese entonces, primero sentí odio al ver cómo trataba a la gente, lo veía como el idiota del grupo de amigos de mi hermano, el cabeza dura que no maduraba nunca. Pero de pronto... de pronto... empezamos a pasar tanto tiempo juntos, y nuestras peleas me hacían reír, verlo fruncir el ceño cuando lo encaraba, cómo siempre lo tenía entre mis manos con tratos. Y terminaba tapando mis travesuras ante Mike. Yo... empecé a sentir algo por él hace seis años, cuando lo rescaté aquella vez que se quedó encerrado en la despensa de la casa, y gritaba por su claustrofobia, cuando me desordenaba el cabello, cuando me molestaba con Ezra, cuando adorné la tumba de su hermano... mi verdadera motivación siempre fue amor. Un amor tan puro, tan inocente, porque solo tenía catorce años, y no era con ninguna intención de que pasara algo entre nosotros, solo era platónico. Yo sentí algo por él, incluso en su época oscura, pero lo reprimí tanto, tanto, porque sentía que se caía todo lo que alguna vez había dicho.
Y mientras crecía más y más, sin querer seguía conservando una pequeña esperanza, al pensar que quizá algún día, nuestra diferencia de edad se estrecharía lo suficiente para que viera algo en mí. Yo... yo... me emocioné cuando apareció ese primer día en el apartamento diciendo que se tendría que quedar. Yo... casi toqué su rostro cuando nos quedamos en la alfombra recostados, cuando volvía de la cena con Bruno, porque incluso en ese entonces, aunque me lo negara a mí misma, ya habían regresado esos sentimientos. «Naomi, debes saber que el día que encuentres a alguien que no le asuste estar con una mujer que tenga confianza en sí misma, todo será diferente. Soy un convencido de que tendrás amor en tu vida y ese día les tiraré confeti». Siento un nudo en la garganta. Por eso, era tan difícil decir te amo, se atoraba al igual, que todo lo que reprimí en mi interior. Era difícil admitir ese amor, porque ese sentimiento llevaba tanto tiempo, tanto, pero tanto tiempo en mi interior, de distintas maneras, más tenue, más intenso, más puro, más oscuro, pero ahí estaba. Y sin embargo, no me di el tiempo para vivir lo que siempre deseé. Últimamente con la cabeza enfocada en mis amigos, no me arrepiento, pero... quiero más tiempo. Quiero más tiempo.
«¿Y por qué quieres más tiempo? ¿Eres así de egoísta? Nunca lo ayudaste, no reemplazaste un recuerdo por otro. Solo acarrearás dolor, harás que caiga al vacío otra vez».
Duele, duele, duele.
Amor.
Amor.
Amor.
Solo es fuente de sufrimiento.
¿Y si no es el amor? ¿Y si soy yo?
«Tanto hablar por todas, y la verdad es que te desprecian. Te odian, Naomi. Y lástima que la única persona que te amaba, dudo que te quiera después de enterarse lo puta qué eres, revolcándote con cuatro hombres».
Te desprecian, te desprecian, te desprecian, te desprecian, te desprecian, te desprecian, te desprecian, te desprecian, te desprecian, te desprecian. Te odian, te odian, te odian, te odian, te odian, te odian, te odian, te odian, te odian, te odian, te odian, te odian, te odian, te odian, te odian, te odian, te odian, te odian, te odian, te odian, te odian, te odian, te odian, te odian, te odian, te odian, te odian, te odian, te odian, te odian, te odian, te odian, te odian, te odian, te odian, te odian, te odian, te odian, te odian, te odian, te odian, te odian, te odian, te odian, te odian, te odian, te odian, te odian, te odian, te odian, te odian, te odian, te odian, te odian, te odian, te odian, te odian, te odian, te odian, te odian, te odian, te odian, te odian, te odian, te odian, te odian, te odian, te odian, te odian, te odian, te odian, te odian, te odian, te odian, te odian, te odian, te odian, te odian, te odian, te odian, te odian, te odian, te odian, te odian, te odian, te odian, te odian, te odian, te odian, te odian, te odian, te odian, te odian, te odian, te odian, te odian, te odian, te odian, te odian, te odian, te odian, te odian, te odian, te odian, te odian, te odian, te odian, te odian, te odian, te odian, te odian, te odian, te odian, te odian, te odian. Y lástima que la única persona que te amaba, dudo que te quiera después de...
—No puedo creerlo. ¿Quieres llorar? ¿Entonces esas son tus debilidades? Ay Naomi, lo primero no debería ni sorprenderte.
Sin embargo, el nudo en mi garganta se termina de formar, y comienzo a sollozar. No, no frente a ellos. No.
Pero no logro contenerlo. Lloro, las lágrimas caen por mi rostro, volviéndose más fuerte e intenso, inundando la habitación. Y ellos se quedan quietos, como si estuvieran fascinados con lo que están viendo y escuchando.
—Qué dulce, Naomi —dice suavemente, sin quitarme los ojos de encima, como si me hubiera convertido en la cosa más preciada para él.
—Quiero irme a casa... quiero irme a casa... —hablo entre sollozos— por favor, nunca se lo dije. Nunca se lo dije, nunca —Las palabras se atoran en mi garganta. Estoy demasiado ida, perdida, estoy diciendo en voz alta mis pensamientos. No lo entienden.
Nunca se lo dije. Te amo, JJ. Nunca se lo dije.
JJ perdóname.
Perdóname.
No.
¿Aún quiero decírselo?
¿Si retrocedieras el tiempo se lo dirías?
¿Y por qué?
¿Únicamente para causarle más sufrimiento?
Pierdo el enfoque de la vista al nublarse por las lágrimas que caen sin control, siento el rostro hinchado. Me duele todo.
—Hey, nosotros sí te queremos ¿cierto, chicos?
Los veo aproximarse, en tanto las manos de Wes empiezan a manosearme, en una pelea que se vuelve imposible de ganar, dejando expuesto mi cuerpo de la cintura hacia arriba.
Y mi cuerpo está tan cansado, tan cansado, que cede.
El dolor me termina de nublar y confundir. Siento como si se me estuviera arrebatando la vida.
En medio de la soledad y la suciedad, de pronto, algo comienza a despertarme.
Repentinamente es como si ya no me encontrara ahí, como si mi cuerpo y espíritu estuvieran nuevamente en ese cuarto dónde fui tan feliz, y Mike entrara a este, ya de noche. Cansado y triste.
—¿Qué estás haciendo aquí? —le pregunté.
—¿Crees que podría dormir contigo como cuando éramos niños?
—Sí, pero... ¿pasa algo?
Mi hermano me abrazó con fuerza.
—¿Puedes jurarme que nunca te pasará algo malo? —Era un juramento que escaparía de mi control, cada día se estaba expuesta a múltiples peligros en el mundo, pero de seguro, necesitaba escucharlo. Luego, de saber todo lo que había vivido JJ, sin que él tuviera idea de nada. La verdad tan cerca, y mi hermano se sentía devastado—. Por favor... solo júralo. Jura que tú nunca tendrás que pasar por nada tan horrible, que si alguna vez siquiera estuvieras cerca de experimentar algo así, gritarás y pedirás socorro. Que pensarás en todas las maneras posibles de escapar, que nunca te rendirás.
—Lo juro —respondí, tomando su mano—. Lucharé hasta el último segundo... —Miré hacia la ventana, observando el cielo nocturno, y las hermosas estrellas que resplandecían en el—. Porque yo amo la vida.
Pestañeo. Pese al hambre, a todas los golpes en mi cuerpo, recobro fuerza con la niña a lo lejos, que posee una gorra en la cabeza, que me ve enfurecida. Su cabello rubio cae con suavidad, al igual que su ropa extravagante. Y aunque siento como si mi cuerpo no fuera mío, aunque al desviarse mi vista a mis brazos es como si estos no me pertenecieran y mi pulso se acelera al no comprender por qué cada vez me alejo más de mi cuerpo, cuando la niña grita con furia, yo grito con ella.
—¡AAAAAAAAAAAAAAAAHHHHHHHH! ¡AAAAAAAHHHHH! ¡AYUDAAAAAAA! ¡AYUDAAAAAAAAAA! —Grito, en tanto no puedo parar de llorar.
Y luego, vuelvo a gritar, y vuelvo a gritar, raspando mi garganta, sintiendo mis cuerdas vocales debilitadas, pero no puedo detenerme. Lloro, grito, intento moverme, patear, arañar, lo que sea.
—Oye, Wes.. —escucho la voz de Caleb. Y se siente tan lejana, pese a que está a unos pasos de distancia.
—No me digas que ahora te echas atrás.
—Pero... quizá ha sido suficiente, ¿no?
—Sabes, a mí tampoco me ponen demasiado los gritos y las lágrimas. Preciosa, mira lo generoso que soy contigo. —Toma mi cabeza entre sus manos—. Lo grabaremos, para que tengas con qué tocarte después. Dulces sueños —agrega, recién comprendiendo sus intenciones.
Mis ojos logran abrirse con perturbación.
—¡NNNNNNNNNNN.....!
Todo pasa demasiado rápido. El golpe que hace impactar mi cabeza contra el concreto, y lo último que veo son sus siluetas a mi alrededor.
Negro.
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