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CAPÍTULO 19

Hola! Sé que el capítulo está muy largo, lo siento por ello🙏Es la última actualización que haré esta semana, pero ya volveré en unos días con un nuevo capítulo de esta historia, y con actualización de las otras❤️Muchas gracias por cada minutito de lectura, de verdad soy muy agradecida por todo🥺 Si te detuviste a leer esto, tienes mi corazón, hoy y por siempre!❤️❤️ UN ABRAZO MUY GRANDE. 





EZRA

El atardecer ha caído, la oscuridad impregna lentamente el cielo. La manera en que ensombrece cayendo la noche, se asemeja a mi corazón destruido con el pasar de las horas. No estaría tan acabado si no fuera por la actitud con la que Holly regresó a casa; radiante, emocionada, como si Fox le hubiera dado el sí a esa noche tan especial que ella planea.

Mi hermana es de esas personas tercas, con convicciones muy arraigadas en su corazón; profundas, al igual que el odio que siente por mí. Una de estas creencias es muy anticuada, al igual que casi cada palabra que sale de su boca, y se trata precisamente de la importancia que le da a la virginidad. Cada vez que con las chicas hablábamos de nuestras primeras experiencias, de las personas con las que habíamos estado, Holly se alteraba. A las chicas las trataba de fáciles, y a mí, me miraba con desaprobación. 

Holly decía que acostarme con Anastasia antes del matrimonio era inmoral. Y en parte quizás lo era, pero no por los motivos que ella vociferaba, que imitaban a los sermones del sacerdote en la misa, o a las conversaciones de nuestros padres en la mesa. Era inapropiado porque yo sabía, en el fondo de mi corazón sabía, que ella no me gustaba.

Y ahora quien declaraba ser la dueña de la razón, la que nos veía con recelo, es quien ha pasado horas arreglándose, preparándose para recibir a Fox. Advierto su maquillaje, su ropa más ajustada de lo habitual, los tacones de punta fina, su cabello en una coleta. ¿Cuándo yo lo hacía estaba mal, pero si tú lo haces está bien? ¿O qué es lo que pasa Holly, que de pronto, sientes la necesidad de hacer lo contrario a lo que siempre decías?

Contengo aquellos malos pensamientos, que no me hacen bien.

Me distraigo con el sonido de los zapatos de Mary, que se pasea entre la cocina y el comedor. La cena ya casi está lista, y aunque sé que a mis padres no les agradaría que me ofreciera a poner la mesa, le pregunto igualmente a Mary si puedo colaborar en algo. Ella me observa con dulzura como si aún fuera aquel niño al que lo deleitaba con sus platillos favoritos. Y al igual que en cada ocasión no me permite levantar ni un solo plato, seguiría insistiendo si no fuera porque Oliver se asoma en la cocina. 

Se ha cambiado de ropa, trae puesto su pijama color celeste con dibujos de Disney, y en una mano arrastra un osito. Su mano derecha la utiliza para restregar sus párpados, está cansado, puedo verlo. Pasó gran parte del día estudiando, se excedió y merece dormir, pero mis padres son muy protocolares; para todo hay un orden, un horario, a veces parece más un regimiento. De partida, no les agradará que se haya puesto pijama para cenar.

Me agacho y sostengo su rostro. Lo conozco lo suficiente para ver que ha estado llorando, sus ojos están enrojecidos, y su nariz pequeña y fina tiene la punta colorada.

—¿Oliver...? ¿Qué pasó?

Me preocupa el repentino cambio de humor. Cuando llegué a casa estaba agotado por los ejercicios de matemáticas, pero rápidamente su ánimo había mejorado con nuestra conversación, y el pastel de chocolate.

—No es nada, Ezra. Te quiero, no te preocupes. —Las comisuras de sus labios caen, al igual que el osito que lo suelta, desplomándose este en el suelo.

—Oliv, puedes decirme lo que sea. ¿Qué ocurrió?

No está seguro de si debe hablar, mira de un lado a otro, buscando a mis padres o a mi hermana antes de decir una palabra. Me duele, está demasiado consciente de que no puede ser él mismo frente a ellos. ¿He fallado? ¿Creí que Oliver era feliz y he dejado pasar cosas por alto? No podría perdonármelo.

Por un instante, todos mis problemas, todo lo que estoy pasando con Fox, queda en segundo plano. Es Oliver quien está apenado, la razón por la cual sigo en esta casa, la persona que me motiva a ser mejor cada día.

—Vi unos comentarios feos, mis compañeros de clase se burlaban de mí —solloza— por mi cabello. —Sus ojos verdes se humedecen.

El mal de los pelirrojos.

Y lo entiendo, a mí me pasó lo mismo cuando era pequeño.

—Sabes, Oliver... no tienes que tomar en serio a esos niños, porque solo tienen envidia de lo genial que tú eres —aseguro, y recojo el osito de peluche.

—¿Envidia? —pregunta con suavidad, y ladea la cabeza.

—Sí, te tienen envidia. —Le entrego su osito, y él forma una leve sonrisa—. Además, ¿te cuento un secreto? —agrego en voz baja.

Él asiente con la cabeza, y sus ojos se abren más de lo habitual, como si quisiera grabar mis palabras. Siempre me mira de esa manera, como si fuera su todo. ¿Se decepcionaría si supiera lo que he hecho? ¿Derrumbaría el concepto que tiene de su hermano? ¿Lo defraudaría?

—A veces a los pelirrojos se les oscurece el cabello cuando crecen —le guiño un ojo— quizás termines con el cabello castaño. —Le desordeno su pelo. Él se echa hacia atrás riéndose, risas que me llenan el corazón.

—Pero ni a papá ni a ti les pasó eso, quieres engañarme, Ezra.

—Pero tú, Oliver, serás la excepción, como en todo de esta familia —murmuro.

Él siempre ha sido especial, muy lúcido a temprana edad de los sentimientos de las personas. Es el primero en advertir cuando me pasa algo. Me avergüenza el solo pensarlo, porque yo debería esconder mejor mis preocupaciones, es un niño que solo debería estar pendiente de jugar. Sus días deberían ser lentos, inocentes, puros. Sin embargo, en ese ámbito mis deseos se han visto frustrados. Lo mínimo que debo hacer es estar al tanto del más pequeño incidente que afecte a mi hermano. Yo daría la vida por él.

—Hermano, tú eres diferente a ellos —dice mientras abraza a su peluche— te quiero, nunca me dejes.

—Yo también te quiero. Aquí estoy, nunca te dejaré.

Oliver se tranquiliza cuando lo rodeo con mis brazos. Su cabeza la deja reposar contra mi pecho, y se acurruca con dulzura. Mary nos observa mientras termina con los últimos detalles en la cocina. La mirada que nos dedica refleja más amor que cualquiera que nos podría haber brindado nuestros padres. Le menciona a Oliver que le guardó una última porción de pastel de chocolate, y que puede retirarla en cualquier momento en el mueble de la isla de la cocina.

Su semblante mejora, pero se esfuma tan rápido como llega el grito de nuestra madre.

—¡Oliver! —Mi hermano se sobresalta, y yo me incorporo, dejando de estar en cuclillas— ¿Qué haces vestido así? ¡Anda ahora mismo a cambiarte!

Mi madre se encuentra de brazos cruzados, en su expresión no expone ni un asomo de arrepentimiento. Su cabello negro se encuentra recogido en un rodete, y viste sus mejores prendas; un carísimo vestido café a media pierna, y unos resplandecientes zapatos de tacón.  Hace tintinear su brazalete de oro, esperando que mi hermano reaccione y haga lo que le ha pedido.

—Madre, ¿Qué tiene de malo que se quede así?

—Es un tema de disciplina —responde con seriedad.

¿No puede haber una excepción? ¿En qué afectaría que se siente a cenar en pijama? Estoy seguro de que a Fox no le importaría. Tampoco el protocolo se debe a que vengan visitas, mi madre siempre ha sido de esta manera. Nos crio de la misma forma a Holly y a mí.

—Ya voy mamá. —Da un paso, y al hacerlo se balancea hacia un lado.

El desequilibrio no parece accidental.

—¿Oliver qué pasa? ¿Te duele algo?

—Déjalo —dice mi madre con indiferencia— últimamente acostumbra a hacer eso. Cada vez que uno la da una instrucción, finge que está enfermo. Solo es manipulación.

Oliver respira de forma irregular, su pecho se agita, y las lágrimas afloran partiéndome el corazón.

Llora, llora fuertemente.

—Yo no miento mamá —su voz sale ahogada.

Me armo de valor para enfrentar a mi madre, la situación no la soporto.

—No permitiré que le hables así. —Mi madre me observa perpleja—. Si Oliver dice que se siente mal, es porque se siente mal.

Mi hermano gira su cabeza en dirección a nuestra madre, luego se detiene en mi rostro.

—No ocurre nada, hermano —susurra— estoy bien, iré a cambiarme ¿sí? —Forma una débil sonrisa.

—Ves. —Señala mi madre, indicándolo con un dedo—. Es pura manipulación.

No digas esas cosas, no lo trates de esa manera.

Oliver se limpia las lágrimas y camina hacia ella. Al pasar a un lado, le arrebata su peluche.

—Ya estás grande para estas cosas.

En acto reflejo él retrocede un paso, pareciera quedarse en blanco durante unos segundos, luego, reacciona y continúa su curso con la cabeza baja.

—Está bien... lo lamento.

No, no está bien.

Y cuando me aseguro de que está lejos, hablo con mi madre. Intento convencerla en forma respetuosa de que suavice esas reglas con Oliver. Es un buen niño, pero ella no tiene la misma percepción. A sus ojos, mi hermano es un niño desordenado, que debería mejorar sus calificaciones, especialmente en algunas materias que se le hacen más complejas como matemáticas o ciencias. Considera que está ensimismado en cosas que a ella no le parecen, y que no tiene buenos modales. Le debato que solo se trata de un pequeño, y que al igual que todos, preferiría jugar antes que estudiar, le serán más atrayentes actividades divertidas, y que por lo demás todos tenemos diferentes intereses. Sin embargo, mis palabras no tienen ningún efecto, se limita a indicar que conmigo resultó bastante bien esa formación.

No me conoces, no sabes nada de mí, madre.

Me alejo, y quisiera distanciarme en forma definitiva de ella, de esos ojos frívolos que no entienden de amor.

Un día me llevaré a Oliver de este lugar, en tanto eso no ocurra, solo espero que pueda resistir.





El timbre suena, anunciando la llegada de Fox. Y siento que estoy al borde de trastornarme, porque entre mi preocupación por Oliver, y ahora tener que lidiar con mis problemas, mi pobre corazón no lo aguantará ¿Por qué viniste, Fox? ¿Y si me equivoqué? ¿Y si erróneamente pensé que no está con Holly porque quiere, pero en verdad la relación entre ellos sí es real?

Holly lo recibe, deposita un beso corto y efímero en sus labios. Y duele, duele tanto ese beso, y que la tome de la mano. Quiero llorar, quiero ser libre de romperme, sin remordimiento. Sin temor a que mi familia me pregunte qué me pasa. El nudo en mi garganta se forma, y no se va a deshacer. No mientras deba ocultar lo que siento.

¿Fox en qué momento empecé a amarte? ¿Y por qué debías ser tú? ¿Por qué ella también te ama? ¿Por qué?

Se me revuelve el estómago al tener que fingir un saludo cortés, estrechando la mano. Si Holly supiera que horas atrás yo era el que estaba encerrado en la sala con Fox, si supiera que yo fui la persona que huyó, no sé cómo se lo tomaría.

En el momento en que nuestras manos entran en contacto, Fox desvía la mirada. Su habitual actitud osada no está presente, se encuentra en silencio, y conserva una expresión triste.

Me siento en el sillón, y de reojo me percato de que hablan en susurros. Después de unos minutos, Fox se desprende de su agarre, caminando por el pasillo en dirección al escritorio de mi padre, recordándome aquellas palabras en el salón de clases.

Aguardo a que mi hermana esté distraída, y me desplazo hacia el despacho de mi padre. Espero a que terminen de charlar. Nunca imaginé que recurriría a él para descubrir la verdad, pero al verse involucrado en todo lo que rodea a la familia Grimes, vale el intento. Sé que ese título del hijo favorito en verdad no significa nada. No obstante, espero en algo me sirva, ese aprecio que siempre han proclamado. Quiero respuestas, necesito respuestas.

Mientras aún se encuentran dentro del cuarto, intento buscarle un sentido. ¿Por qué tendría que hablar con mi padre? ¿es por algo relacionado con Holly? ¿o necesita de su asesoría?

Mi familia es dueña del restaurante Kintova, herencia familiar. Mi padre es abogado, y hasta dónde yo sé, Fox no tiene problemas legales... aunque... ese remordimiento por algo que hizo ¿será tan grave como para necesitar un abogado?

Me quedo esperándolo del otro lado. Y cuando sale sus ojos se abren como platos.

—¿Qué tienes que hablar a solas con mi padre?

No hay destello de aquella actitud relajada, se ve apagado. Abre la boca, y luego se detiene, duda, ¿por qué tanta vacilación? yo intentaría entender, yo quiero comprender.

—Ezra... si supieras cómo ha sido mi vida, y lo que he hecho, no me volverías a hablar en la vida, y no quiero perderte —dice finalmente.

—¿Si supiera cómo ha sido tu vida? —Me lo tomo como un insulto, como si me estuviera viendo la cara—. Claro... el estilo de vida de Fox Grimes, que vive en una casa que parece una mansión, con la casa de veraneo con vista al mar, con una colección de automóviles en el patio de su casa. Estudiando en una de las mejores universidades, ¿Qué dijiste cuando te presentó mi hermana? Que luego de terminar tus estudios te irías a vivir a Francia. ¿Ese estilo de vida me hablas? Fox, quien terminará comprometido con Holly Barratt, hija de los dueños de Kintova, porque eso es lo que planeas ¿no?

No hace contacto visual, y no sé si es por mí, por la conversación con mi padre, o porque realmente piensa pasar la noche con Holly. Cualquiera de las tres opciones, me quema, y no en un sentido que me gustaría.

—Una vez te dije que las cosas no son lo que parecen, y veo que no lo entendiste. Me siento tan mal, Ezra.

Contengo mis lágrimas, al igual que las ganas de alzar la voz. Tengo rabia, pena, quiero destruirlo todo. Lo quiero, quiero estar con él. ¿Por qué las cosas tienen que ser tan difíciles? Luego, recuerdo que esta situación me la busqué yo solo, podría haber reprimido mis sentimientos, alejarme de él. Y esperar a que apareciera alguien más que sí me quisiera de verdad, pero no, a veces la tentación es más atractiva y después te pierdes en ella, y no tienes manera de salir.

—¿Qué...? ¿Tú te sientes mal? ¿Y qué pasa conmigo? Sabes, no te creo nada. Creo que tú eres el único que se ha estado divirtiendo, burlándote de mí y de mi hermana al mismo tiempo.

Es una posibilidad, una opción que siempre quise ignorar, ya que me negaba a creer que no me quería. Pero es una alternativa, que para él siempre haya sido un juego, una manera de alimentar su ego, viendo como ambos hermanos se mueren por él. Siempre lo vi como alguien egocéntrico, mas quería pensar que no era capaz de jugar con los sentimientos de las personas, veo que me equivoqué. Y quizás hablo desde el resentimiento, porque no quiero que duerma con mi hermana. No puedo soportarlo, se siente como si me estuvieran clavando cuchillos en mi espalda, como una muerte lenta y dolorosa.

—¿Cómo puedes decir eso? —Fox se ve dolido—. Yo pensé que me conocías, que veías algo bueno en mí. Pero si crees que soy capaz de algo así, entonces me equivoqué contigo. Eres libre de pensar lo que quieras, Ezra.

Quiero llorar. Necesitaba que lo desmintieras, esas no eran las palabras que quería escuchar.

—¿Qué pasa aquí? —pregunta mi hermana que aparece en el pasillo.

Me sobresalto al escuchar su voz.

—Nada —responde Fox con voz fría— acabo de salir de hablar con tu padre.

—Adelántense —digo conteniendo lo que en verdad quisiera decir, lo mucho que me afecta todo lo que está pasando entre los tres—. Hablaré con papá.

Holly alza una ceja, en una actitud que pareciera ser a la defensiva, pero no pregunta nada. Toma a Fox de la mano y se lo lleva con ella.

Y por un segundo, me invade un terrible pensamiento.

Que quizás realmente yo solo seré algo pasajero en su vida, y que mi hermana es la dueña de su corazón. Que quizás lo que depara el futuro es que tendré que verlos juntos, limitándome a ser un mero testigo de su relación; alguien que se llenó de ilusiones y cada una de ellas se quebró.

Despejo esos malos pensamientos, necesito tener la mente fría para hablar con mi padre.

Al entrar lo veo sentado en el escritorio; sus ojos fijos en la pantalla del computador, una carpeta llena de papeles abierta frente a la mesa.

Respiro profundamente, esperando que sea suficiente para juntar fuerza, y suelto aquellas palabras que espero logren generar una conversación que me dé respuestas.

—Quiero hablar contigo... quiero hablar contigo sobre Fox.

Y entonces detiene lo que estaba haciendo, y me dirige por primera vez la mirada.

—¿De Fox? ¿Ocurrió algo?

—Sé que tú con la madre de Fox son viejos conocidos.

Se forma un silencio abismal en el cuarto.

—El otro día Fox estaba muy borracho en la fiesta de Naomi —explico. Y mi padre cierra la carpeta sobre el escritorio—. Lo llevé a su casa, y conocí a Effie, su madre, hablé con ella...

Y en el instante que menciono el nombre "Effie" algo cambia en su lenguaje corporal. No sabría explicarlo, pero esa mirada la he visto antes, es adoración.

—¿Cómo está? —pregunta inmediatamente.

—¿Qué es ella para ti? Quiero la verdad, padre. Por favor.

No creo que baste para que se abra conmigo, jamás lo ha hecho. El vínculo entre nosotros siempre ha sido principalmente económico. Y los momentos de adulación, aquellos que mi hermana tanto anhela, no son genuinos, no es afecto real lo que hay detrás de ellos.

Veo a mi padre, el fiel retrato de cómo me veré cuando sea viejo. Effie tenía razón, nos parecemos físicamente. Y creo que sí compartimos algo más, aparte del físico, porque reconozco ese brillo, y creo que se trata de amor.

Creo que ama a esa mujer.

Necesito quitarme algunos temores de la cabeza.

—Está bien —accede— mereces la verdad, especialmente tú, Ezra.

Y entonces, empieza a contar una historia. La historia de dos jóvenes que se amaban profundamente, pero que sus padres los separaron. Mi padre confiesa que Effie fue el amor de su vida, que fue la única vez que sintió enamorado de alguien, y que estaban hechos el uno para el otro. Desde su perspectiva, si no fuera por las artimañas de mi abuela, ambos podrían haber sido felices juntos.

Mi abuela, nunca vio con buenos ojos aquella relación, tomaba a Effie como una oportunista, que únicamente deseaba la fortuna de la familia de mi padre. Ella no venía de ninguna familia de renombre, tampoco cumplía con las expectativas que mis abuelos tenían para mi padre. Finalmente lograron separarlos, aunque la relación nunca se terminó por completo. Cada cierto tiempo volvían a verse, siempre a escondidas, cada uno con su propia vida, su propia familia.

Mi padre se las ingeniaba inventando distintos viajes, para poder verla, ya que en aquellos tiempos no vivíamos en la capital. Es extraño conocer este lado de él, y me siento mal al verme un poco identificado en el engaño, haciéndose realidad mi peor temor, ser como mis padres.

Lentamente junto todas las piezas del rompecabezas, nuestros padres eran amantes. Holly lo sabía, aquella infidelidad de la que habló era con la madre de Fox. Y tengo dudas, y más temores, aunque suene sórdido, necesito exponerlas y dejarlas sobre la mesa. Necesito saber si hay algún vínculo sanguíneo que nos una, por más aversión que me genere el solo pensarlo.

Mi padre al escuchar aquella inquietud me toma por loco. Me asegura que de esa relación nunca nació ningún hijo, y que tanto yo como mis hermanos somos frutos del matrimonio entre mis padres. En parte es un alivio, ya tenía suficiente con que Fox esté con mi hermana, si además hubiera algo más entre nosotros, creo que simplemente no podría resistirlo.

Me agradece la calma con la que he tomado la situación, que me lo cuenta dado que ya estoy grande, y que sabe que podré manejarlo. En verdad, no es que la situación me sea indiferente. Me duele darme cuenta de que mi familia se sostiene en base a mentiras. Todo es tan falso, todo es tan frío, todo es tan desgastante.

Suspiro.

—¿Y a qué entró Fox a tu despacho?

—Me encargué de su caso —dice como si fuera lo más natural del mundo.

"Hice algo muy malo".

"Ella dijo que podía ayudarme".

Le ofreció la ayuda de nuestro padre.

—¿Por qué nadie habla de eso? ¿Qué fue lo que hizo Fox?

—¿Por qué estás tan interesado? —pregunta mi padre, por primera vez intrigado.

Los nervios me traicionan, reflejándose en la manera en que mi voz deja de salir con tanta seguridad.

—Me parece extraño que no se haya comentado nada sobre eso, siendo que sale con Holly —contesto, intentando defenderme, que queden escondidas mis reales intenciones.

—Holly no quería que se comente, y yo estaba bajo la amenaza de que si hablaba de más, ella haría de conocimiento público mi relación extramarital.

—No entiendo padre, ¿tú sabías que Fox era hijo de Effie cuando mi hermana te habló de él?

—Ellos se conocen hace años, Ezra, eran amigos, pero yo no sabía que se trataba del hijo de Effie. Recién me enteré de que era su hijo cuando Holly llegó desesperada a hablar conmigo, pidiéndome que por favor ayudara a su amigo, y eso fue antes de la cena dónde lo presentó cómo su novio. Me negué a prestarle ayuda, hasta que me dijo que se trataba del hijo de Effie. Yo... no pude negarme... simplemente no pude...

—Pero ese día fingiste cómo si no lo conocieras... —digo refiriéndome a cuando Holly lo presentó en la casa.

—Por Holly... por tu madre —dice, y entiendo a lo que apunta.

—¿Y por qué necesitaría tu ayuda? es decir, sí, no dudo de tus capacidades, padre. Tienes renombre en el mundo de la abogacía. Pero pienso que la familia Grimes perfectamente tienen los recursos para haber logrado salir de aquel problema por sus propios medios.

—El padre de Fox —las palabras salen entre dientes— pareciera tener cierta animadversión por su hijo. Le cortó fondos hace mucho tiempo, al menos Holly lo que me dijo fue que si fuera por su padre lo hubiera dejado encerrado en la cárcel sin remordimiento.

Cárcel.

¿Fox qué hiciste?

¿Por qué no has confiado en mí?

—¿Pero qué fue lo que hizo...?

—No comprendo este extraño y repentino interés por el novio de tu hermana.

Me tenso. Es cierto, he demostrado demasiado interés, ha sido suficiente. Me justifico de una manera poco creíble, solo digo que es preocupación por Holly. Mary toca la puerta con suavidad, y nos indica que todos nos están esperando para la cena, lo cual es como tirarme un salvavidas. Lo agradezco.





Tomamos asiento en la mesa, y no sé... no sé cómo logro comer. No tengo apetito, es demasiada información qué procesar. Peor aún, me invade una terrible necesidad de preguntarle a Fox qué fue lo que hizo, que confíe en mí. Me arrepiento de las palabras que le dije cuando salió de hablar con mi padre. Debía referirse a eso cuando mencionó que no quería perderme. ¿Tan grave es? Creo que podría haberlo entendido... aunque tampoco sé de qué se trata.

La cena se vuelve muy incómoda, todos comen en silencio. Y cuando por fin mi madre plantea un tema de conversación, la tensión aumenta. Mi madre le pregunta a mi hermana por qué fue a la consulta de nuestro tío que es endocrinólogo. Holly se queda muda, advierto sorpresa en sus ojos. En cambio, a mí me pesa esa declaración, porque sé que ella no está enferma, lo que implica que debió haber ido para que le receten pastillas anticonceptivas. Y eso... solo puede significar que realmente pasara algo entre ellos.

Y entonces me atoro con la comida.

Mientras los demás me preguntan si me encuentro bien, solo un pensamiento se inserta en mi cabeza, uno que me termina de matar por dentro, una decisión. Se acabó, no volveré a caer con él. Lo que sea que existía entre nosotros esta noche llega a su fin. Porque en el instante en que suba a la habitación de Holly, tomaré el vehículo y saldré a cualquier parte. Probablemente conduzca en círculos, pero no me importa. Solo necesito alejarme de este lugar.

Con mucho esfuerzo, resisto lo que queda de la cena. Subo a dejar a Oliver a su cama, asegurándome de que se encuentre bien y descanse. Cuando termino me cruzo con Fox y Holly. No levanto la cabeza, ni siquiera intercambio una sola mirada. Él entenderá lo que significa. Pensó que me perdería si descubría lo que hizo en el pasado, pero habría sido capaz de entenderlo. Porque creo conocerlo, y pese a todos los engaños, dudo que sea alguien que habría cometido un crimen porque sí. Lo que sea que haya hecho Fox debe haber tenido una razón. Sin embargo, lo que arruinó todo, lo que significó un quiebre fue que rompiera a su promesa, que pese a haberme dicho que no pasaría la noche con ella, ahora se encuentran encerrados en su habitación con la venia de mis padres.

Nunca más, nunca más.

Paso una última vez a mi cuarto, con el corazón acelerado. Necesito aferrarme con fuerza a un recuerdo feliz, abro mi caja dónde guardo mis tesoros y me coloco la pulsera con el símbolo de la estrella; el único vestigio de ese momento en mi niñez en que me sentí útil. En su momento, me quedaba suelta, ahora el elástico permite que pese al paso de los años, se ajuste a mí.

Tomo las llaves del vehículo, invento una excusa a mis padres, de que iré a pasar la noche dónde Naomi. Consideraría ir donde ella, pero me quebraría y ella se daría cuenta de que he estado ocultando algo.


Manejar sin un destino, debe ser la mayor prueba de lo roto que me encuentro. Jamás lo había hecho en mi vida. La noche se convierte en mi única compañía, junto con el sonido de la radio. Por más que intento tranquilizarme, no puedo. Porque mi mente me traiciona, y los imagino a ambos, juntos, besándose, tocándose. Me equivoqué tanto respecto a lo que sería enamorarse, no se siente bien, no es como muestran en las películas o en los libros. En la vida real, duele.

Pero... antes de Fox... tenía una vida, estaba bien, puedo volver a eso ¿no? Me recuperaré. Luego, empiezo a reflexionar más acerca de esa idea. ¿En verdad tenía una vida? ¿En verdad estaba bien? Vivía del pasado, me alimentaba de mis recuerdos de niño, de mi adolescencia. Siempre con un sentimiento de melancolía, siempre teniendo muy presente la ausencia de mis padres en casa, del poco amor de mi hermana, de la relación vacía con Anastasia. De los complejos en mi vida sexual, de una vida que se sostenía en base al rendimiento académico, de las apariencias. ¿En verdad quiero volver a eso?

Y entonces me doy cuenta de que desde que empecé a enamorarme de Fox, dejé el pasado en el olvido. Me pesaba, pero ya no era lo único que tenía en mente. Nuestros momentos juntos, estar con él, fue lo primero que elegí por mí mismo. Fue una mala decisión, pero fue lo primero que elegí, en forma egoísta, y muy cuestionable. Nadie me adularía por comenzar una relación con el novio de mi hermana. Sin embargo... sin embargo, dejó de importarme. En algún punto, dejó de importarme.

Tenía una vida, sí. Pero era vacía, era tan vacía y me sofocaba, me estaba asfixiando. Y aunque tenía a Naomi y a Dakota, ya no era lo mismo de antes. Hay una edad en que las amistades bastan para sentirse plenos. No digo que luego, ya no interesen las amistades, claro que son importantes. Pero ellas también tenían sus propias vidas, y yo... yo deseaba tanto tener a alguien. No en un sentido posesivo, si no alguien que me quisiera. Que me quiera en un sentido romántico. Necesitaba alguien en quien apoyarme, alguien que me diera un respiro de esta vida tan rutinaria.

He cambiado, ya no soy tan inseguro como antes. He sido capaz de admitir quien soy, he sido capaz de debatirle a mi madre, de cuestionar a mi padre. Ya no me pongo tan nervioso, me siento más libre pese a seguir viviendo con ellos.

Y aunque Fox, no puede llevarse el crédito de todo ello, ya que son mis logros, estoy seguro de que si él no hubiera aparecido en el camino, las cosas no se habrían dado de esta manera, o al menos no tan rápido.

Estaciono el vehículo, y limpio las lágrimas que nublan mi visión.

Tomo el teléfono. Llevo casi una hora conduciendo sin un destino. No sé cuántas luces rojas me habré saltado, pero no puedo seguir desafiando a la suerte. Intento respirar, buscar un poco de paz, antes de volver a conducir.

Mi celular suena.

Una llamada, y no sé si quiero responder.

Se acabó, se acabó.

Contesto la llamada únicamente para decirle que se terminó.

No obstante, no alcanzo a decir una sola palabra, porque solo escucho un llanto del otro lado del teléfono.

Es primera vez que lo escucho llorar, y no puedo.

No puedo mantenerme firme.

—¿Qué... qué pasó Fox?

—Ya no puedo —su voz se corta por el llanto— ya no puedo seguir así. Estoy tan cansado... tan cansado...

Trago saliva.

—Fox...

—Es un trato —me interrumpe— siempre ha sido un trato, siempre fue un acuerdo. Nunca he estado con Holly. ¿Está bien? No podía decir nada —las palabras salen precipitadas— de seguro, ahora todo se irá al carajo, mi vida se irá a la mierda si sabe que te dije.

Un trato, jamás fue real. No están juntos.

—Fox... te pregunté tantas veces... ¿por qué? ¿por qué no confiaste en mí? —Mi llanto se mezcla con el suyo—. Todo este tiempo me sentí tan culpable...

—Porque fui egoísta, siempre he sido egoísta. Soy así, Ezra, no puedo cambiar lo que soy. Daño a las personas que más me importan en la vida, siempre terminan sufriendo por mi culpa.

—No, no digas esas cosas.

—Es la verdad, Ezra. Y ahora también estoy dañando a Holly, al contarte la verdad. Yo la quiero, Ezra. Quiero a Holly, pero como una amiga. Ella fue la única persona que me escuchó por años, ambos nos ayudamos. Pero siempre las personas que se acercan demasiado a mí terminan sufriendo, Ezra. Y a ella también la dañé, porque no me di cuenta de que terminaría teniendo sentimientos por mí. He intentado soltar su mano tantas veces, pero no puedo. Holly no está bien, Ezra, y temo que nadie se da cuenta de ello. Y quise ayudarla, pero se confundió. La dañé, la dañé...

—Basta, deja de decir esas cosas. Tú no la dañaste... yo... me he dado cuenta de que Holly pasa por algunas cosas, no lo comprendo por completo, porque a pesar de que es mi hermana, siento que no la conozco. Pero sea lo que sea, lo resolveremos, ¿está bien? —Limpio mis lágrimas.

—Nada podrá resolverse, Ezra, nada. No me reconozco, siento como si hubiera vendido mi alma. Odio mi vida... —Su respiración se escucha fuerte, pesada.

—Fox, no digas esas cosas, por favor. Vamos, eres Fox Grimes —digo animándolo—  ¿Qué pasó con el muchacho de actitud desinhibida? ¿Con el chico del que me enamoré?

Se queda en silencio unos segundos. Es primera vez que le digo que me he enamorado de él.

—No soy digno de ti, ni un poco.

—Tampoco soy un Santo, Fox. No creo que me haga una buena persona, sentir alivio al escuchar que no estás con mi hermana. Dijiste que ella sí siente algo por ti, y aun así no puedo sentir más que alivio. No soy... tan inocente como todos creen.... y... tampoco me importa lo que hayas hecho.

—Ezra...

—No me importa... yo... me he dicho tantas veces que te sacaré de mi cabeza —suelto una risa nerviosa— Desde un inicio, cuando nos conocimos... y nunca pude lograrlo. No sé cómo lograste meterte tanto en mi mente. Pero lo que siento por ti es tan fuerte... tan fuerte... que creo que siempre terminaré regresando a ti. Yo... yo te amo, Fox. Esa es la verdad.

—¿De verdad me amas? —Su voz se vuelve más estable.

—Sí.

—Juntémonos ahora —dice en forma apresurada, suena impulsivo— en la casa de veraneo de mis padres, quiero verte, necesito verte.

—Fox...

—Veámonos, Ezra. Y planeemos...

—¿Planeemos?

—Vámonos de este puto lugar, Ezra. Vámonos de aquí —me pide— empecemos de nuevo, en otra parte.

—Eso sería escapar —respondo.

—Sería libertad.

La adrenalina se apodera de mí. Únicamente él podría proponerme algo como eso, empezar en un lugar nuevo, lejos de la influencia de mis padres, suena tan... emocionante. Podríamos estar juntos con libertad, lejos de mi hermana, lejos de lo que sea que a él lo atormenta. Podríamos tener una vida...

Y conduzco hasta su casa, con mi pulso a mil por hora. No puedo evitar reírme de mí mismo, de que me dije una y otra vez que terminaría con esto. Y ahora estoy considerando la opción de huir con él. ¿A quién quiero engañar? Jamás podré librarme de Fox Grimes. No me importa si en la historia de muchos sea el malo, porque en mi vida no ha sido así. Si tan solo, si tan solo, la situación no fuera tan compleja, pasaría horas hablando sobre esto con Naomi, ella me entendería. Ambos nos enamoramos de personas con un dudoso pasado.

Me bajo del automóvil. Fox está esperándome afuera. Advierto su mano temblorosa, y su ropa algo desordenada, aunque no me detengo demasiado tiempo. Porque apenas bajo del automóvil, corro en su dirección. Apoderándome de su boca, y abrazándolo con fuerza. 

—Yo también te amo —dice cuando nuestros labios se separan, y se pierde en mis ojos.

Su voz se escucha quebradiza, como si aún no comprendiera que estaré para él. Ahora que puedo comprenderlo mejor, todo será diferente. Estaremos bien.

—Me hace feliz escucharlo —digo y sonrío, aunque él sigue viéndose triste.

—Perdóname, Ezra. Perdóname por todo.

—Fox, por favor, deja de hablar de esa manera. —Siento mis ojos vidriosos—. Te amo, te amo, Fox.

Me observa, con su mano acaricia mi rostro, y volvemos a besarnos. Sin otro ruido que el de nuestras respiraciones, de nuestra agitación. Abre la puerta detrás de sí, y entramos de manera apresurada.

Y sé lo que pasará, y quiero que pase. No seguiré escapando de esto, dejaré que ocurra. Me dejaré llevar por el amor que siento por él, y nos entregaremos el uno al otro,

por completo.


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Créditos: ValeGemina






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