CAPÍTULO 11
⋆EZRA⋆
Solo he dado un par de pasos dentro del cuarto de Naomi. Mis manos tiemblan, y mi pulso está acelerado. Lo que estoy experimentando se asemeja bastante a una crisis de ansiedad. Me falta el aire, mi pecho está comprimido, y siento el mundo inestable. Es una sensación de debilidad que no es nada agradable.
«Nos besamos, nos besamos, nos besamos».
Implícitamente nos expuso con sus comentarios.
Tan descarado.
Tan innecesario.
Estoy tan distraído en mis pensamientos que casi caigo al suelo. El cuarto de Naomi siempre está muy desordenado; una gran cantidad de prendas adornan el piso, al igual que zapatos, y también juguetes de Cookie que por cierto, desde que entré al departamento no la he visto. Debe estar con JJ, pero no he querido ni preguntarle a Naomi, porque desde que le hablé de su mensaje me di cuenta de que ese asunto era un terreno peligroso. No sé qué pasó entre ambos, solo sé que Naomi se retractó de lo que había confesado, y que mencionó algo de un "cambio de planes".
Los pasos apresurados y ansiosos de Fox hacen que me concentre nuevamente en mis problemas. Mis nervios abren paso a un gran bochorno, generándome un ardor imposible de ocultar.
Abro la pequeña nevera que tiene Naomi en su habitación en busca de un refresco. No lo abro, lo paso por mi frente y mis mejillas, rogando que logre aliviar esa creciente tensión.
Apoyo mi cuerpo en el armario, con la esperanza de que ayude a proyectar una imagen de mayor confianza. No habrán titubeos, ni cederé ante su audacia. Es momento de ponerlo en su lugar.
—Sí... el ambiente está caluroso ¿no? —Me percato de que se ha quitado el polerón. Puede ser que por primera vez esté hablando en serio, y no sean sus comentarios con dobles intenciones.
—Cierra la puerta. —Le pido inmediatamente, a lo que él coloca esa cara.
En este tiempo que he tenido la desgracia de conocer a Fox he aprendido a distinguir sus expresiones. Acaba de hacer el gesto previo a intentar... hacer algo que me pondrá nervioso.
—Wow, Ezra. Si hubiera sabido que después de ese empujón te lanzarías, entonces lo habría hecho hace mucho tiempo.
—Basta, Fox... no digas esas cosas. —Siento mis mejillas calientes—. ¿Qué... qué intentas hacer? ¿Ya no ha sido suficiente?
Ya obtuvo lo que quería. Besó mis labios con fuerza e intensidad. No he logrado quitar de mi memoria aquel beso que me robó el aliento, que me gustó tanto que me hizo cuestionar todo lo que alguna vez di por sentado. Me da miedo, pánico tener sentimientos por él.
Me aterra que sus palabras formen una verdad. «El mejor beso que me han dado». Lo fue... lo fue... ¿en qué me transforma eso? De seguro que en un monstruo.
Pero si yo soy un monstruo, entonces no sé qué es él, porque lo que hizo no tiene nombre. Atreverse a insinuar lo que hemos hecho frente a las chicas, frente a mi hermana... supera cualquier límite. Atreverse a hablar de mí, aunque ellas no puedan asociarme directamente, solo habla de su afán por incomodarme, y dudo que eso pueda implicar que tenga sentimientos honestos por mí. Claramente no los tiene, lo único que hace es jugar conmigo.
—¿Suficiente? —Fox camina lentamente hasta que quedamos frente a frente—. No, ni un poco —dice en una pequeña risa— Nunca podría tener suficiente.
No entiendo qué es lo que realmente quiere de mí.
—Mira... llevas haciendo esto desde el día en que nos conocimos. —Por muy extraño que parezca su frente se arruga como si mi comentario lo confundiera—. Ese día en la biblioteca...
No acostumbro a ver indecisión en Fox. Por lo cual, mi expresión también se transforma en una de perplejidad ¿Cómo es posible que tan rápido olvidó el día que nos conocimos? Precisamente era él quien tenía un afán por recordarme mi patética búsqueda en el teléfono. No me hace sentido.
—Ah... sí, cierto, nos conocimos ese día en la biblioteca. —Su mirada se desvía hacia la derecha.
—¿Qué pasa? —le pregunto.
—¿Qué podría pasar?
—Parecías dud...
—Nada —me interrumpe— ¿Qué hacemos aquí? Ah, ya sé. —Aproxima sus manos a mi rostro, pero rápidamente las aparto.
—Eso que pasó... no volverá a ocurrir. No le diré nada a Holly si prometes que dejarás de decir... esas cosas frente a las chicas. Basta, por favor. Me pone muy incómodo.
No quiero verlo directamente a los ojos, así que desvío mi mirada a los cuadros que cuelgan a un lado de la habitación de Naomi. En muchas fotografías aparezco yo, y al verme más joven solo siento pena por mí mismo. Porque me he transformado en alguien despreciable. Nadie podría estar de acuerdo con mis pensamientos, nadie podría perdonar lo que hice.
Si los demás se enteraran, también perdería a Naomi. Y eso me dolería demasiado.
—A ver... tú no le dirás nada a Holly porque no quieres detener esto que pasa entre nosotros. Perdón si te incomodó... es que me gusta ver cómo te sonrojas. Tus nervios son adorables, Ezra. Además nada de lo que dije es mentira.
—¿Cómo que nada es mentira? ¿No ves lo que estás haciendo? ¡Eres el novio de Holly!
Fox suelta una risa, y con sus manos sujeta mi rostro para que le sostenga la mirada.
—¿Lo soy?
—Basta de juegos... eres... eres un miserable. —Sus ojos se abren por la sorpresa—. Disfrutas jugar conmigo y con mi hermana. Y lo único que estás consiguiendo es que comience a odiarte.
—Mmh... tú no me odias, Ezra.
—Sí, te odio, te odio por ese beso.
Fox resopla.
—Tú odias lo que sientes por mí, porque eso significa admitir algo de ti mismo que te niegas a asumir.
Formo un puño en ambas manos. Su respuesta me molesta, porque no tiene ningún derecho a tratarme de esa manera. Me dije a mí mismo que esta vez sería diferente, que esta vez no dudaría. Debo mostrarme fuerte para que deje de creer que puede hacer lo que quiera conmigo.
—¿Tú me vas a decir eso? ¿La persona que está en una relación con una mujer... y que después me besa? No, no tienes ninguna moral para decirme nada. Y sí, te odio Fox.
Siento una leve satisfacción al no callar lo que pienso de él. Me preparo para alejarme, pero me lo impide.
—Ezra... ¿alguna vez podrías pensar únicamente en lo que tú deseas?
¿Lo que yo deseo?
Lo observo solo por unos segundos. La forma en que caen sus rulos... quisiera... quisiera enredar mis dedos en ellos. Quisiera perderme en sus ojos marrones sin sentirme culpable. Quisiera acariciar el hoyuelo que se forma en su rostro cuando sonríe. Quisiera impregnarme de su aroma a café. Pero no puedo decir ninguna de esas palabras, así como tampoco puedo permitir que vuelva a ocurrir algo entre nosotros. Y él parece comprender, entiende que mi silencio dice más que mil palabras, y que algo entre nosotros no podría ser.
Hay muchas razones por las cuales no podría ser, pero quizás lo que más me genera remordimiento es que la principal de todas no tiene que ver con Holly (que tendría que ser el pilar de por qué debería renegar lo que siento cuando estoy cerca de él).
El principal motivo que me hace escapar de lo que soy, es que me hace sentir asco de mí mismo. Siento asco de estos sentimientos, tengo asco de lo que quisiera hacer con él, tengo tanto asco de mí mismo que dudo que algún día pueda ser feliz.
—Ezra... ¿sigues vivo? —Hay un ligero asomo de preocupación en la forma que pronuncia cada palabra. Intenta aproximarse más, y lo empujo. Lo empujo con toda la fuerza que puedo.
Aléjate de mí. Te odio, te odio por despertarme. Te odio, te odio tanto.
No obstante, él se sostiene de mis brazos, y es mi propia fuerza la que nos hace caer al suelo. Alcanzo a apoyar mis manos en la alfombra. Todo es tan rápido y... me paraliza. No logro reaccionar al ver que Fox ha quedado en medio de mis brazos, y que yo estoy encima de él como si lo hubiera acorralado. El peso de mi cuerpo sobre el suyo me excita, y solo por un segundo me pregunto cómo sería estar con él. Si tocar su cuerpo se sentirá tan bien como haber probado sus labios.
Fox apoya sus manos en el suelo, y levanta ligeramente su torso. Por un instante, creo que me besará, por un instante creo que dejaré que me bese.
Nada de eso ocurre, ya que su expresión cambia por completo.
—Mierda.
—¿Qué...?
Se echa hacia atrás, grita y con una mano acaricia su rodilla, como si hubiera sufrido una caída. No entiendo qué está pasando hasta que la manilla de la puerta se gira y veo a mi hermana. Estaba tan absorto en mis pensamientos que no escuché los pasos de Holly en el pasillo. Sus ruidosos tacones de madera debieron haber sido una evidente señal de que pronto entraría a la habitación.
Le sigo el juego a Fox, y apoyo mis manos en su rodilla como si el trasfondo de por qué me encuentro con él en el suelo es que lo estoy "ayudando".
Holly pregunta qué fue lo que ocurrió, y él le explica que tropezó con uno de los tantos zapatos que se encuentran en el piso. La verdad, suena bastante creíble dado que la pieza es un gran caos. Me sorprende que cuando perdimos el equilibrio Fox no cayó sobre un objeto. En solo cuestión de segundos las chicas aparecen detrás de ella, y al escuchar lo sucedido, Naomi inmediatamente se disculpa. Fox solo sonríe y la tranquiliza con que no es tan fácil matar a un zorro.
Mi hermana nos pide si podemos darles un momento de privacidad. Me alejo de ellos, y salgo detrás de las chicas. Pero... no puedo, no puedo mantenerme al margen. Y aunque no debería hacerlo, actúo por primera vez de forma impulsiva. Miento, indicando que iré al baño y que en seguida las alcanzo.
Cuando ya estoy seguro de que se encuentran en el salón, aproximo mi oído a la pared, esperando lograr escuchar la conversación entre ellos dos.
—¿Cómo sigue tu rodilla? —le pregunta Holly.
—Ya estoy mejor —le responde Fox en un tono que jamás ha usado conmigo. Parece tan frío... tan indiferente.
Pasan unos minutos en silencio que se me hacen eternos. Me cuestiono si el motivo de por qué no escucho nada es porque están susurrando. Mis dudas se aclaran cuando oigo la voz de mi hermana.
—¿De quién hablabas?
—¿Perdón?
—Sé que no te referías a mí ¿Quién es?
Siento un nudo en el estómago. Se refiere a esas estúpidas técnicas... pero solo dio "ejemplos", ¿no? Es decir, podría haberse referido a Holly, más que nada ambos están juntos.
—Yo no te debo explicaciones de nada. —¿Cómo puede responderle eso? Es decir, sí no puedo negar que cuando los veo juntos, me siento algo decaído. Pero tampoco puede agradarme la forma en que le habla. Es su novio, Holly está en todo su derecho de preguntarle... además no puedo ser hipócrita, su intuición es correcta.
—¿Es una broma? —le pregunta mi hermana.
—Tu bien sabes que no lo es. Creo que te estás confundiendo.
—No, el que se está confundiendo eres tú. No me gusta que actúes de esta manera.
—No puedes... no puedes controlarlo todo. —La voz de Fox suena exasperada, como si se estuviera llevando las manos a su cabeza y estuviera frustrado.
—Ves... antes no me respondías de esa manera ¿Qué pasa? Nos conocemos hace años... estás actuando diferente conmigo.
¿Qué acaba de decir? ¿Se conocen hace años? Pero si recuerdo perfecto que el día que lo presentó en mi casa dijeron que se habían conocido hace un par de meses en una fiesta.
¿Por qué mentirían?
«Las cosas no son lo que parecen» recuerdo que fueron las palabras de Fox cuando salimos juntos ¿Será que hay algo de verdad en las cosas que ha dicho? Quizás no todo ha sido parte de un juego... No. Ahora siento pena de mí mismo, estoy buscando señales dónde no las hay. Quiero aferrarme a lo que sea con tal de no sentir culpa por el beso que nos dimos.
—Holly, he cedido en muchas cosas, y nunca estás satisfecha ¿Qué más quieres de mí?
Holly no responde. Me doy cuenta de que ya debería empezar a caminar de regreso, o arriesgo a que en cualquier momento la puerta se abra y me encuentren en medio del pasillo sin ninguna justificación coherente ni creíble.
—¿Sabes? Estoy cansado, mejor me iré a mi casa.
—Fox...
—¿Sí?
Pese a que comienzo a caminar lentamente de vuelta al salón, alcanzo a escuchar lo último que le dice Holly: Te quiero.
Y ese te quiero suena tan genuino que me parte el corazón.
⋆⋆⋆
Despierto, mis ojos se sienten pesados. Quisiera dar media vuelta y seguir perdido en mis sueños; ignorar mis responsabilidades, y solo por una vez hacer lo que se me diera la gana. Pero no puedo, debo centrarme en mis obligaciones. Han pasado dos días desde la fiesta en el departamento de Naomi, dos días en que agradezco no tener noticias de Fox. Todas las interrogantes que surgieron en mí, luego de haber escuchado esa conversación las he dejado en un rincón apartado de mi mente.
Tengo que concentrarme en lo importante, en lo que todos esperan de Ezra.
Me veo en el espejo. Mi aspecto es deprimente, mi cara se ve demacrada. Me dormí a las cinco de la mañana en parte leyendo "La estructura ausente" de Umberto Eco, en parte avanzando el proyecto. Este último consiste en la elaboración de una maqueta en cartulina aplicando los conceptos estudiados en clases respecto al color, volumen, y planos. En especial, la importancia del color como un código capaz de transmitir y dotar a los espacios de emociones y sensaciones. En la primera evaluación fui un sobresaliente, lo que solo aumenta la presión de tener que mantener las expectativas. Es agotador, a veces me cansa, otras veces es lo único que me mantiene a flote.
Me dirijo a la habitación de Oliver, solo he dado unos pasos, pero siento su aroma. Percibo que está despierto... sus ojos cerrados intentan engañarme. Sin embargo, la sonrisa que intenta reprimir lo delata. Ambos soltamos una carcajada mientras yo quito de un golpe la ropa de cama. Veo a Holly pasar por fuera de la habitación, se detiene unos segundos, y sigue su camino sin decir nada.
Bajamos a desayunar. Mis padres y Holly ya se encuentran en la mesa. Tanto ella como yo no tenemos clases. No obstante, mantenemos la rutina de levantarse temprano para avanzar con las evaluaciones.
Oliver está eufórico. Hoy día en la tarde, tiene una presentación en su escuela, y al igual que todas las veces está ansioso de que lo vaya a ver. Soy el único de la familia que asume esa responsabilidad, pero yo no lo veo como una obligación, lo hago porque realmente me encanta verlo feliz. Su mirada se ilumina en el momento en que me encuentra dentro del público.
En esta oportunidad su curso hará la obra de Peter pan. (No es necesario decir qué papel tiene Oliver, forma parte de la desgracia de los pelirrojos). Pasamos días buscando el mejor disfraz. Mi hermano está muy entusiasmado por participar.
—Me sé los diálogos de todos —dice Oliver mientras come sus cereales.
—Oliver... primero mastica —lo regaña mi madre.
—¿De qué habla? —pregunta mi padre.
—Papá... te comenté sobre la obra que tiene hoy día —le contesto entre dientes.
—¡Soy el protagonista! —alardea Oliver en una sonrisa— Me gusta actuar.
—No debería entusiasmarte tanto —lo recrimina Holly mientras lleva a su boca una delgada rebanada de pan integral con mantequilla de maní—. No vaya a ser que a futuro digas que quieres ser artista.
—¿Cómo dices eso si Naomi y Dakota estudian actuación? —la cuestiono.
—Y sabes cuánto intenté que Naomi cambiara de opinión. Con Dakota no puedo decir nada, ya que la conocí cuando entraron a la Universidad.
—¿Qué tendría de malo ser artista? —nos interrumpe Oliver y ladea la cabeza.
—No vives del arte —le responde mi padre— deben estudiar algo que les dé las herramientas para sostener lo que hemos hecho por ustedes. Además, deberían gustarte actividades más masculinas, Oliver.
Oliver arruga el entrecejo. Tiene diez años, y es muy inocente así que no entiende por completo a qué se refiere.
—Pero... yo haré de Peter pan no de Wendy.
—No me refiero a eso. —Mi padre lo observa como si fuera un caso perdido—. Me refiero a que deberían gustarte otras cosas, Oliver. Por ejemplo podrías inscribirte en el equipo de fútbol.
—A mí no me gusta el fútbol.
—Tu padre se preocupa porque le asustaría tener un hijo gay —señala mi madre.
Mi cuerpo se tensa. Mi mano que sostiene la pequeña cuchara se tambalea levemente.
—No... no te atrevas ni a decir esa palabra en la mesa. Agradezco tener hijos normales. —Mira a Holly, y desvío los ojos cuando siento el peso de su mirada sobre mí.
—¿Gay? —pregunta mi hermano— ¿Y qué tendría de malo?
—Oliver, cállate. —Mi hermana lo fulmina con la mirada.
—Sería muy malo, Oliver —le intenta explicar mi padre—. En mis tiempos, la homosexualidad se trataba como una enfermedad, y eso nunca debió cambiar. La juventud hoy en día ha perdido la cordura.
Un nudo se extiende por mi garganta. Intento reaccionar, revuelvo el azúcar en la taza. Quiero desaparecer de la misma manera en que los gránulos de azúcar se disuelven con el líquido.
—¿Enfermedad? —Oliver se cruza de brazos—. Entonces eran muy tontos, papá. La profesora nos habló del amor y dijo que un hombre con otro hombre...
Mi padre no lo deja terminar, golpea los puños en la mesa. Oliver se asusta, y por acto reflejo se echa hacia atrás. Sus ojos se humedecen.
—Esos temas en esta mesa no se hablan. Si alguno de ustedes se atreviera a avergonzarnos de esa manera, tendría que irse de la casa.
—Cálmate —le pide mi madre— no creo que hable en serio, solo es un niño. Hablaré con las apoderadas sobre esa profesora. De seguro la despedirán si nos organizamos.
—Pero... es mi profesora favorita. —Oliver empieza a lloriquear.
No... no soporto verlo así. Siento tanta impotencia, me siento pequeño y disminuido por no hacer nada por él. Jamás contradigo a mis padres, y menos lo haría ante esta situación que me hace sentir en conflicto. Pero debo intentarlo por Oliver.
—Madre... creo sería exagerado hacer eso... —Mis palabras suenan suaves y pausadas. Sin embargo, interiormente estoy destruido. No solamente por formar parte de una familia tan fría y poco consciente, sino además porque es como si me hubieran clavado una daga en el pecho.
No sé por qué me sorprende, era evidente que pensaban eso. No obstante, hubiera preferido no escucharlo.
—¿Exagerado? Con los niños no se juega. No pueden meterles esas ideas en la cabeza.
Oliver se levanta de la silla y se va corriendo. Voy tras él, y lo llamo antes de que suba por la escalera. Él inmediatamente se gira, y camina de regreso hacia mí.
—No dejes que esto te entristezca, alguien debe guiar a los niños perdidos ¿no?
Su mirada su suaviza, sus ojos verdes me quedan mirando fijamente.
—Tienes razón, ellos dependen de mí. —Se limpia las lágrimas.
—Te quiero.
—Te quiero, Ezra —me responde mientras envuelve sus brazos alrededor mío en un fuerte abrazo.
Regreso a la cocina. Ya todos están por terminar de comer. Mi madre me pregunta brevemente por la impresión que me dio su amigo con el cuál tuve que juntarme. Fueron las horas más aburridas de mi vida, pero debo darle una buena respuesta pese a que lo único que quiero es alejarme de ellos. Le doy lo que quiere, y en cuanto termino de hablar, ella me comenta que él quedó fascinado conmigo, y que debería visitarlo antes que me vaya de viaje con la abuela.
—¿De qué hablas?
—Pero... creí que yo haría ese viaje con ella —interviene mi hermana— llevo mucho tiempo visitándola y compartiendo con ella.
—Ese viaje siempre fue para Ezra —responde nuestra madre.
—Pero... ¡Eso es injusto! ¡Le he hecho mil favores! ¡Abandoné mis prácticas de tenis para ayudarla!
—Holly, sé una buena hermana, por favor.
Su mandíbula se tensa. Me deja a solas con nuestra madre que sigue felicitándome. No deseo ese viaje, lo único que me preocupa es que ya voy atrasado en ir a dejar a Oliver a clases.
Los minutos pasan, y por fin mis padres se van de la casa. Me preparo un café con la esperanza de que logre quitarme el sueño, y me permita conducir con buenos reflejos. No he dado ni tres sorbos, cuando escucho unos gritos que vienen del segundo piso. Por instinto, dejo el café en la mesa y corro en dirección al origen de esos gritos que sé son de Oliver.
—¡Eres mala Holly! ¡Eres mala!
La apunta con un dedo. Su brazo por completo estirado, rígido, como si Holly fuera una especie de criminal que debiéramos encerrar ahora mismo. Su rostro se encuentra por completo rojo, sus cejas fruncidas demuestran cólera. Nunca lo había visto así.
—¿Qué... qué pasa?
Ambos se giran, recién percatándose de mi presencia.
—Hermano no entres. —Con su cuerpo intenta impedir la entrada a mi pieza.
Holly en cambio, camina en dirección a su habitación.
—¿Qué hiciste, Holly?
No me responde, solo escucho el fuerte golpe con que cierra la puerta.
—Oliver... déjame pasar.
—No, no tienes que verlo.
—Lo veré igual... —Esbozo una débil sonrisa.
Oliver baja sus brazos en señal de que se rinde.
—Lo lamento —lloriquea— intenté detenerla, pero no lo logré.
¿Qué tan malo podría ser?
Entro a mi cuarto, y... le diría a Oliver que no se preocupe, que no ocurre nada. Sin embargo, dejo de pensar, porque veo que todo mi esfuerzo de días está hecho pedazos. Rompió mi maqueta, los restos se encuentran desparramados por el suelo. Ni una sola pieza de la infraestructura que pueda rescatarse. Nada. Horas convertidas en basura, horas transformadas en nada.
Voy a su cuarto, muevo la manilla de su puerta en vano. Holly se encerró con llave.
—Abre la puerta, Holly. —Mi vista se nubla ante las lágrimas que empiezan a caer—. Holly... yo ni siquiera quiero ir a ese viaje... ¡¿por qué lo hiciste?! ¡Me quemé las pestañas por ese proyecto! —Insisto en mover la manilla de la puerta—. Ahora no alcanzaré... no podré entregarlo a tiempo ¡Sabes cómo son estas entregas!
Holly finalmente abre la puerta.
—Oh, primera vez que reprobarás qué desgracia —dice con ironía.
¿Eso es todo? ¿No dirá nada más?
—Holly... ¿ni siquiera me pedirás perdón?
Se queda en silencio, pasa a un lado mío, y hace chocar nuestros hombros.
—Me cansa ser tu hermana. —Es su única respuesta.
Oliver le grita mientras ella avanza por el pasillo. No me doy cuenta de que se ha quitado uno de sus zapatos hasta que ya es demasiado tarde. Le grito que no lo haga, pero el zapato ya lo ha arrojado contra la espalda de Holly. Ella no le da una reprimenda, tampoco suelta palabras venenosas.
Solamente susurra:
—Claro, tú también prefieres a Ezra.
Un ruido insoportable me despierta. Froto mis ojos, me siento desorientado. Mi último recuerdo es la imagen de Oliver despidiéndose de mí, alzando una mano y dedicándome una sonrisa mientras entraba a su escuela. Después regresé y... mierda.
Me quedé dormido.
¿Qué hora es?
Tomo mi teléfono. Faltan veinte minutos para la presentación de Oliver, solo veinte minutos.
Entro en pánico.
El ruido se vuelve más intenso, empeorando mi nerviosismo. Es el timbre de la casa, y dado que nadie va a recibir deduzco que Holly salió. Por un fugaz segundo, creo que quizás Holly se llevó el vehículo y por eso no encuentro las llaves. Sin embargo, al bajar me doy cuenta de que a dónde haya ido mi hermana no llevó el automóvil.
Como loco continúo con la búsqueda de las llaves, pero es como si la tierra se las hubiera tragado. El timbre sigue sonando, y quisiera... quisiera golpear a la persona que solamente está alterando aún más mis nervios.
Voy rápidamente a la puerta principal, la abro sin siquiera detenerme en ver de quién se trata.
—¿Ezra? —Es la voz de Fox.
—Lo que menos necesito ahora es lidiar contigo —digo alterado— Holly no está, largo.
—Lo sé...
No sé a qué me está respondiendo. Tampoco me importa.
¿Cómo pude quedarme dormido?
¿Cómo soy tan egoísta?
¿Cómo?
Creo que Fox me habla, mas no puedo prestar atención a sus palabras, porque estoy contra el tiempo, y cada maldito segundo cuenta. Subo las escaleras, Fox me sigue, y entramos a mi cuarto. Se queda pasmado al ver los restos de mi maqueta en el suelo.
—Holly... —suelta en un suspiro.
—¿Cómo... cómo sabes? No, no me interesa.
Reviso el escritorio, luego abro los cajones del velador. Desordeno mi cama, busco en medio de las sábanas.
—Ezra, ¿Qué pasa? Cálmate por favor. —Fox me toma de los brazos.
—Las llaves. Necesito... necesito salir de aquí. Es la presentación de Oliver es... es en unos minutos.
—Ezra, cálmate.
—No... tu no entiendes... ¡Él jamás debe creer que nadie fue a verlo! ¡¿Me entiendes?! Ni por un segundo... ni por un maldito segundo debe sentir la decepción de que nadie lo fue a ver. Tengo que llegar... tengo que llegar... —Estoy hiperventilando.
—A la mierda las llaves —dice Fox con seriedad— yo te llevaré.
Tengo una deuda de por vida con él. La única razón de que haya alcanzado a llegar a tiempo es que manejó a la velocidad de la luz. En circunstancias normales, habría estado apegado al asiento, rogándole que tuviera más cuidado. No obstante, estaba tan preocupado por llegar, que eso pasó a segundo plano.
Oliver asoma su cabeza en medio del telón y cuando me ve sonríe de oreja a oreja. Fox inmediatamente alza la mano en forma eufórica, y Oliver le responde sacándole la lengua.
Suelto una pequeña risa que alivia mi corazón. Las últimas horas han sido angustiantes, pero ahora todo pareciera estar bien. Mis hombros se relajan, apoyo mi espalda en el respaldo, y solo una vez observo a Fox. «Gracias. Le diste un poco de luz a mi día». En ese instante, él se voltea, sus ojos me contestan, al igual que cada parte de su cuerpo. Todo él pareciera responderme. Y cuando su mano se acerca un poco más a la mía la aparto pese a que me gustaría creer que podría sostener su mano. Si fuera por mí, lo haría, la sostendría. Quiero invadirme de ti, quiero tener tu confianza, quiero ser feliz, y ver el mundo de la forma en que tú lo haces. Quiero tanto y hago poco... soy un caso perdido.
Esa esperanza la perdí. La abandoné en el momento en que mis padres me robaron los sueños, y está bien. Mi historia ya está escrita, pero cuando veo a Oliver, quiero que él no sea como yo, quiero que su vida sea mejor que la mía.
Y creo puedo estar orgulloso. Porque ahora veo cómo lo elevan por el escenario, la sonrisa que mantiene mientras vuela en dirección a la estrella de Nunca Jamás. La complicidad que tiene con los niños que lo siguen, cómo los ayuda cuando a alguno se le olvida su diálogo, cómo toca suavemente sus espaldas animándolos a enfrentar sus miedos. Y me doy cuenta de que pese a que yo fui un niño triste y solitario, elegiría una y mil veces esta familia con tal de formar parte de su vida, con tal de incentivarlo a que sea diferente a nosotros, con tal de que tenga todo el amor que yo jamás recibí.
Creo ese es el verdadero amor fraternal.
En eso pienso cuando todos los niños se toman de las manos, y hacen una reverencia agradeciendo los aplausos.
—Hola, ¿ustedes son los apoderados de Oliver? —Una dulce voz nos invade a nuestras espaldas cuando ya estamos por salir del gimnasio. Oliver está en medio de Fox y de mí, sosteniendo una mano de cada uno, es como si nos estuviera enlazando.
Suelto su mano, me doy vuelta y veo a una joven que solo debe ser unos años mayor que nosotros. Por la reacción que tiene Oliver, puedo suponer que se trata de la profesora de la conversación en la mañana.
—Somos los padres —responde Fox.
—Tonto, idiota —lo regaño en voz baja, y llevo una mano a mi cabeza. No nos vemos como personas que podrían tener un hijo de diez años ¿Qué estoy pensando? esa no debería ser mi principal preocupación—. Soy el hermano de Oliver —le contesto a la muchacha que pareciera estar conteniendo una carcajada.
—¿Tendrás un momento? Soy su profesora.
Asiento con la cabeza, y le pido a Fox se quede con Oliver. La profesora me conduce por el pasillo, y entramos a una pequeña oficina.
—¿Le ocurre algo a Oliver?
—No. —Ella sonríe—. Él es un niño increíble, es muy bueno y tiene muchos amigos. Pero quería... —Revisa uno de los cajones—. Entregarte esto. Tus padres no vinieron a la entrevista... —me explica.
—Lo lamento... si hubiera sabido habría venido yo.
Tomo el papel.
—¿Qué es esto?
—Es la carta de Oliver. Tenían que escribir sobre la persona que más admiraban en el mundo, y él escribió de su hermano... escribió de ti.
Mis manos la sostienen como si se tratase de un tesoro. Se forma un nudo en mi garganta. «Basta, no eres un niño. No te deben ver llorar, Ezra».
Le agradezco, y me dispongo a salir de la oficina. Sin embargo, suelto unas últimas palabras antes de hacerlo.
—No debería decirle esto... pero mis padres son muy conservadores... y tienen bastante influencia. Se están organizando con otros padres...
Y ella comprende mis palabras.
—Es mi primer empleo... y me encariñé demasiado, los extrañaré.
—Estoy seguro de que ellos también a usted —digo en un hilo de voz.
Regreso al gimnasio. Guardo la carta en mi bolsillo en el momento en que visualizo a Fox y Oliver. Ambos están haciendo unos extraños pasos frente al teléfono que está apoyado en una silla.
—¿Qué... qué están haciendo?
—¡Fox me está ayudando a que me haga viral! —me contesta Oliver.
—¿Estás bien? —me pregunta Fox.
Y alzo la mirada, a esos hermosos ojos cafés. Luego, bajo mi vista a Oliver que tiene una radiante sonrisa.
—Sí... ahora lo estoy —respondo.
Fox sonríe, me toma de la mano para que me una al video que están haciendo. Y mientras nos grabamos, mi mirada y la de Fox se cruzan. Sus ojos brillosos, y el cómo levanta la comisura de su boca gritan que no se trata simplemente de un juego.
Por un segundo... todo se siente real.
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