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Despedidas que te parten en partes

''A veces, el mayor acto de amor hacia una persona, consiste en desaparecer de su vida.'' -Gabriel Garcia Márquez.

Es fácil culpar al otro sin detenerse a analizar las acciones de uno mismo. Culpar al otro por las acciones propias, para de esa manera no tener que cargar con las consecuencias ni el peso de la responsabilidad que esta genera.

Para Atlas era fácil culpar a Alai porque su relación no tuviese futuro. Culparla por sus malas decisiones, como si hubiese sido Alai quien lo impulso a actuar de esa manera.

Pero Alai no iba a aceptarlo, no iba a cargar sola con la culpa. Ambos habían sido responsables por haber dejado que la situación se extendiera por tanto tiempo, hasta que se le fue de las manos, al punto de que cuando quisieron tomar el control de ella, ya era demasiado tarde.

Nunca debieron haber continuado con lo que sea que tenían después de haberse enterado que lo suyo era prohibido. Aun así, lo hicieron, dejaron que ese amor que sentían los consumiera, sin ser conscientes de las consecuencias de ello.

—Continúas culpándome a mi Atlas —expresó Alai luego del arrebato de Atlas—. No voy a cargar con ello sola, fuimos los dos. Pudiste haberte alejado, los dos pudimos hacerlo al principio. Ninguno quiso hacerlo sino hasta que fue demasiado tarde.

—Fuiste tú Alai. Yo nunca quise terminarlo. No lo quise antes, ni lo quiero ahora. Aún te amo ¿es que no lo entiendes? —respondió Atlas con exasperación mientras pasaba su mano despeinando sus cabellos en un gesto de impotencia.

—¡Tú me obligaste a hacerlo! Nunca debiste haberme presionado a que le contásemos a nuestros padres. No iban a entenderlo Atlas. De todas formas, nos hubieran obligado a alejarnos.

—Ni siquiera lo intentaste, preferiste dejarlo todo. Dejarme después de todo lo que pasamos, ¡Como si no hubiese sido nadie en tu vida! —El resentimiento envenenaba cada una de las palabras de Atlas que salían en un susurro cargado de rencor.

—No podíamos estar juntos Atlas ¿Cuándo vas a entenderlo y dejar de culparme por ello? —respondió calmada Alai mientras intentaba tomar una de las manos del chico para reconfortarlo y este la alejaba.

—Nunca. Nunca lo voy a entender.

Atlas la miró  fijamente a los ojos mientras pronunciaba las siguientes palabras cargadas de resentimiento;

—Fuiste tú Alai, lo arruinaste todo simplemente por no querer arriesgarte a contarles a nuestros padres esto que sentíamos.

Sus palabras hicieron mella en Alai, quien lo miro con todo el dolor reflejando en sus ojos, fue por eso que no tuvo reparo en lo que dijo a continuación.

—No Atlas. Fuiste tú. Tú lo arruinaste todo traicionándome con una de mis mejores amigas. —Su voz era un susurro mordaz, mientras la tristeza de sus ojos era reemplazada por el rencor—. Quizás después de distanciarnos lo hubiéramos arreglado, como siempre lo hacíamos. Siempre volvíamos a estar juntos, pero tú terminaste de arruinarlo al haber estado con mí mejor amiga y eso Atlas, no se si algún día pueda  perdonarlo.

—¡Alai habíamos terminado! ¿Quieres que te recuerde nuevamente que tú fuiste quien me dejó?

—¡Sigues culpándome de tus acciones! —respondió Alai levantando la voz—. Atlas te juro que si sigues haciéndolo me voy a ir y nunca más voy a volver a dirigirte la palabra.

—Sé que cometí un error, pero cuando me di cuenta ya era tarde. ¡Maldición! ni siquiera lo hice estando del todo consciente Alai. Había tomado y ella simplemente estaba allí...

Atlas la miró con arrepentimiento, no animándose a terminar de contar lo que había sucedido. Sin embargo, opto por seguir confesando todo aquello que lo había impulsado a actuar de forma tan irracional, sin ser consciente de las consecuencias.

—Nunca debí hacerlo, estaba cegado por el rencor. Me habías dejado. Mientras yo estaba destruido, tú continuaste con tu vida como si nada. Como si nunca me hubieras conocido, me ignorabas como a un desconocido.

—¿Crees que yo no sufrí igual que tú Atlas? —preguntó Alai tomando su mano en un gesto reconfortante, luego de haber escuchado lo que el chico había confesado—. Dolía, aún duele como el infierno lo sé, pero distanciarnos era lo mejor para ambos.

Atlas se liberó de su agarre para abrazarla de improvisto sobresaltando a Alai, quien quedo inmóvil entre los brazos del chico sin saber cómo reaccionar. Pasada la impresión inicial solo coloco una de sus manos en la espalda del chico para intentar reconfortarlo, aunque ella se sintiese igual de confundida que él.

—Sé que lo arruine todo Alai, lo sé. —Su voz se escuchaba amortiguada contra el cuello de la chica, donde tenía escondida su cabeza—. Pero lo hice sin pensar. Nunca quise hacerte daño Alai. Te amo tanto que el solo pensar en lastimarte me hace odiarme.

Alai conmovida por sus palabras, permanecía en silencio mientras lo sostenía en sus brazos sin saber que hacer o decir.

—Ni siquiera me atrevía a mirarte a la cara después de ello, por eso nunca intente buscarte para explicarme y pedirte que me perdonaras, sino recién mucho tiempo después, pero ya era tarde Alai, lo sé. El daño estaba hecho.

Alai comenzó a temblar en los brazos del chico mientras lo escuchaba desahogarse de todos sus fantasmas del pasado. Atlas sin dejar de abrazarla, alejo su cabeza del cuerpo de la chica para mirarla a los ojos mientras decía las siguientes palabras;

—Nada de lo que diga va a borrar lo que paso. Pero, aun así, lo siento Alai. Intente olvidarte, intente alejarme, pero no puedo. El sentimiento sigue allí, a pesar de todo el tiempo que estuvimos distanciados sigo amándote con locura.

—¡Suficiente! No puedo, no quiero oírlo más. 

Lo interrumpió Alai mientras se deshacía del abrazo del chico y se alejaba colocando su mano en un puño sobre su pecho como si sus palabras dolieran.

—No lo soporto más Atlas, nos estamos haciendo daño con todo esto.

Sus palabras terminaron en un hilo de voz, mientras con sus manos cubría su rostro para ocultar las lágrimas que habían comenzado a caer, llevándose con ellas toda la fachada fuerte de Alai, quien por primera vez se desmoronaba frente a Atlas que solo era capaz de observarla conmocionado por ver llorar a la chica. Sin animarse a consolarla por miedo a romperse junto con ella.

Sin embargo, terminó cediendo y la abrazó acunando su cabeza sobre su pecho, mientras que Alai se dejaba ser.

Dejo que el chico la reconfortara entre sus brazos, ahora era su turno de desahogarse. Y aunque no dijera nada, no hacía falta. Sus lágrimas lo hacían por ella.

Sabía que su tiempo juntos ahora era una cuenta atrás que estaba llegando a su final.

Pasaron varios minutos en esa posición; Atlas consolando a Alai, a pesar de que su corazón estaba igual de desgarrado que el de ella. La noche estaba terminando y junto con ella lo hacía su oportunidad para estar juntos. 

Sin ser conscientes de cuanto tiempo habían permanecido de esa forma, Alai se removió para desenvolverse del abrazo de Atlas, este la dejó ir sabiendo que su tiempo juntos estaba cerca de terminar.

El amanecer estaba próximo, tonos rojos y anaranjados estaban comenzando a teñir el cielo. A pesar de ser verano la brisa suave y fría de la madrugada achinaba su piel produciéndoles escalofríos.

La frustración se aferraba a cada uno de los poros de su piel. La noche estaba cediendo al amanecer. Dejándolos más expuestos, más deshechos, más enamorados; pero igual de distanciados que al comenzar la noche.

Fue ella quien lo sacó de su ensimismamiento al pronunciar las palabras que terminaría de alejarlos por completo.

—Es demasiado tarde Atlas, tenemos que volver —pronunció mientras comenzaba a levantarse. Tenía que volver al club en busca de Emma para poder regresar a su casa.

Atlas la miró alarmado, mientras la imitaba al levantarse junto a ella, para intentar detenerla.

—Alai, espera. No podemos terminar así. —Alai lo miró y sonrió melancólica—. No quiero que terminemos de esta forma —continuó Atlas mientras volvía a abrazarla escondiendo su rostro en el hueco del cuello de la chica.

Alai acuno su cabeza con una de sus manos mientras la otra la tenía alrededor del cuerpo del chico. La diferencia de altura hacía que Alai tuviera que levantarse un poco sobre la punta de sus pies, a la vez que Atlas se inclinaba un poco para poder abrazarla cómodamente.

Se sentía tan bien estar en los brazos del otro, tan correcto, tan real.

Alai quien se había perdido en la sensación de su abrazo, volvió en si cuando sintió que Atlas comenzaba a llorar. Todo en su interior se removió al sentir los leves temblores del chico mientras sus lágrimas mojaban su piel.

Atlas, su encantador Atlas, estaba ahora desmoronándose entre sus brazos con cada estremecimiento de su cuerpo.

Una sensación de desolación los envolvió, produciéndoles escalofríos haciendo que ambos se abrazaran aún más fuerte.

La melancolía quemaba en sus pechos, oprimiéndolos, asfixiándolos. La sensación era tan real que hasta les dificultaba el respirar.

Se sentía como un adiós definitivo, como un abrazo de despedida.

Aun así, era reconfortante estar en los brazos del otro después de tanto tiempo alejados. 

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