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9. Ellas en su mundo


Hoy era el día.

Estaba en su silla pasando las últimas pinceladas en su ojo izquierdo. Una mariposa monarca asomaba en su párpado y terminaba en su sien en un draping simétrico. El trabajo de dos horas y media había dado sus frutos. Las alas naranjas parecían volar cuando ella parpadeaba.

Satisfecha al ver el resultado en el espejo, volvió a acomodarse el top antes de ponerse su campera y salir a la calle.

El último día del año ella amaba usar su maquillaje en el exterior. Como había festejos en todas partes, era muy común ver a varias personas maquilladas o con un disfraz pomposo. Se palpitaba felicidad en el ambiente.

Los festejos de Año Nuevo en la actualidad no eran tan significativos porque el Jardín ya no estaba. Sin embargo, en cada plaza y en cada calle del centro la gente se reunía a celebrar.

Todos los locales se encontraban abiertos y llenos de luces. Era una parte importante de la decoración del sector, por lo que la cafetería también iba a estarlo.

Lilian no logró encontrar el momento para ir a una protesta porque algo rondaba en su cabeza. Esto incluso le quitó la amarga sensación de recordar a su familia.

El motivo era que había presenciado el estado más lamentable de Melissa. Lilian también había tenido llantos repentinos en el pasado, llantos incontrolables e indeseados, pero nunca salieron de su cuarto ni fueron con tal intensidad.

Como ya no debía vigilar su desempeño, iba a aprovechar este último par de días que trabajaría a su lado.

Ella le había comentado que le gustaba Año Nuevo, y que de hace tiempo no era lo mismo. En vez de acompañarla a su casa como lo había hecho esa semana. Planeaba llevarla a dar una vuelta: invitarla a pasear. Hacerla salir de su zona de confort, pero no de una manera brusca.

Claro que lo haría sin ninguna intención oculta. Era su buena acción del día: la haría sentirse feliz.

Después de mucho tiempo volvía a estar nerviosa. Su maquillaje siempre le daba seguridad y confianza, pero esta vez temía que Melissa no le de importancia. Su corazón se detuvo cuando una idea cruzó su mente: ¿Y si Melissa no iba?

—Tu maquillaje está precioso —le dijo Gema apenas la vio.

Ella intentó responder, pero no encontró su voz. Las campanillas de la entrada sonaron. Apenas la rubia cruzó la puerta sintió un alivio como si la hubiera estado esperando una eternidad.

Melissa tenía dos trenzas pequeñas a los lados de su fleco y llevaba la línea al medio. Se había animado a ponerse un labial de color naranja, era la primera vez que la veía usando uno.

Trató de calmarse, recordándose que la vio entrar a terapia, y que también la vio teniendo un ataque por un corte pequeño en su mano; que todo iba a valer la pena si era por ella.


El trabajo fue más estresante ya que la gente invadía cada rincón en las calles. Por culpa de la cantidad de clientes que no daban descanso y se amontonaban en el café, Lilian no encontró ni un par de minutos para hablar con ella.

A pesar de atender menos horas, Año Nuevo traía más ganancias que otros días. Cuando terminaron de trabajar, como acostumbraban, fueron al vestidor.

Tenía que hacerlo.

Si no hablaba perdería la cabeza, y podría arrepentirse por mucho tiempo. Todo era por la buena acción ¿Verdad? Pero el que Gema esté también en la habitación acomodándose la ropa, la distraía.

¿Y si la malinterpretaba?

"¿Te gustan las mujeres?" sonaba en su cabeza con la voz de Gema. Aún no podía pensar si había una respuesta correcta para su pregunta, pero estaba segura que no actuaba solo por eso. Así que se animó a ignorar por un momento esas palabras en su mente y dejar que la confianza vuelva a ella.

Solo iba a comportarse como una amiga, solo eso. Quería que Melissa la aceptara como amiga. Estaba a punto de invitarla a pasear... como amiga.

—¿Ahora tienes algo planeado? —dijo con más nervios de los que hubiera deseado.

Melissa detuvo sus manos en las tiras del chaleco que desataba, algo parecía girar en su mente porque tardó un poco en contestar.

—No, iba a ir a casa —susurró.

—Yo me iré a algún lugar lejano a pasarla de maravilla para olvidar que mañana tengo una cena horrible —dijo Gema y se acercó a darle un beso en la mejilla a la rubia—. Nos vemos, ya sabes si alguna vez quieres ir, me avisas... —Volteó su mirada—. Adiós Lilian.

—Nos vemos —soltó Melissa.

La primera noche de Año Nuevo era el Día de Amistad, y ella le había dicho a Ama que estaría ocupada. Si tan solo no fuera tan cobarde y pudiera caminar más cuadras podría haberle hecho compañía, y no estar sola en casa.

Terminó de desatar su chaleco, en lo que Gema se alejaba. Mientras buscaba su camisa vio cómo Lilian se quitó el uniforme apresurada y se quedó con su top negro de tirantes.

Desvió la mirada al ver la confianza con que lucía sus hombros. ¿Cuándo fue la última vez que ella había usado algo parecido? Ya no importaba, no lo iba a hacer nunca más.

Buscó sus ojos, Lilian tenía el rostro un poco apagado. Quizá no tenía con quien celebrar el fin de año, aunque no podía asegurarlo.

—¿Tú también irás con tus amigos? —preguntó Melissa.

—No, yo pensaba ir al centro.

—Si el Jardín aún estuviera, iría sin duda —le confesó.

—¿Quieres ir al Jardín?

—Ya no hay Jardín, ahora solo son escombros —soltó sin ganas.

Ambas ya se dirigían a la salida cuando Lilian decidió hacer algo que nunca antes había hecho. Con la mayor suavidad que pudo, la tomó de la mano sin tironearla.

Ignoró el cosquilleo que subió por su piel por haberlo hecho, y se concentró en los ojos confundidos de la rubia.

—¿Podemos ir juntas? Prometo que después te acompañaré a casa.

Melissa la continuó observando en silencio. Estaba consciente de que en la calle no había peligro. Aun así, eso no era suficiente para confiar, para que sus miedos la dejen tranquila por lo menos una noche.

Si se quedaba sola en la oscuridad, o en la lluvia, no podía evitar tener un ataque. Lamentablemente así era ella.

Observó la venda que llevaba en la otra mano y, después, miró firme a Lilian.

—Creo que podría intentarlo. —Encontró valor en su voz—. Si no me dejas sola en ningún momento.

Esas palabras sonaron como una alerta en el pecho de Lilian. Algo que le indicaba que, lo que sea que le haya ocurrido, era muy fuerte.

No debía entrometerse. Nunca lo hizo con nadie a quien haya ayudado, pero esta vez sentía una curiosidad que la carcomía. Era tan peligrosa que esperaba que no ganara y la obligara a hacer algo imprudente.

Alejó ese impulso de su mente y se centró en Melissa.

—Te lo prometo. —respondió soltando poco a poco su mano.

Y notó que por primera vez ansiaba cumplir una promesa.

El festejo en Farasha solía durar desde la última noche del año hasta la madrugada del segundo día de enero. Se respiraba la unión, y los buenos deseos en el aire por esos tres días.

Para Lilian, los años anteriores habían sido una tortura. No podía quitarse de la cabeza las cosas terribles que vivió de niña. Era como si su memoria de esa época se activara con más intensidad en los primeros días.

Pero este año no le había ocurrido. Estaba distraída con los misterios que Melissa guardaba, los que parecían torturarla. Gracias a eso ya no se quedaba tirada en cama. Tenía ganas de moverse y ayudar.

Caminaban una al lado de la otra, hasta que, cerca del Jardín destrozado, un amontonamiento de personas las obligó a tomarse de las manos para poder cruzar a través de la multitud sin perderse.

No eran los protestantes. Por suerte El Ministerio quedaba del lado opuesto al Jardín y su bullicio no llegaba hasta allí. De lo contrario Lilian se vería tentada a involucrarse.

En el viejo Jardín ya no había tanta gente. Y se supone que no necesitaban tomarse de las manos porque las personas caminaban por las calles alejadas de los escombros. Pero Lilian podía sentir el peso cálido en su mano, y no quería dejar de hacerlo, no quería que se diera cuenta.

—Vamos a buscar un lugar —le ofreció, tratando de no tironearla al caminar.

—¿Podemos entrar? ¿No está prohibido?

—¿Por quién?

—No lo sé, el gobierno...

—Nadie nos dirá nada, ya se olvidaron de la "magia" que ofrecía. Ahora es un lugar común.

Lo dijo con toda sinceridad. Ella nunca había creído en eso. Luego de unos segundos se arrepintió de haberlo hecho. Si Melissa deseaba ir ahí podría ser importante para ella...

—Yo no lo entiendo. —Dio el primer paso para adentrarse en los escombros—. ¿Qué tenía que ver la lluvia de estrellas con la plataforma que construyeron, o con todas las flores que pusieron en él? ¿Por qué al destruirlo ya no sería mágico? Si la construcción se hizo después de su descubrimiento.

—Con cada palabra que dices, me convenzo más de que era mentira.

Se le adelantó para guiarla por los pedazos de piedras más lisos. Y comenzaron a trepar los escalones grisáceos de las ruinas.

—No quise decir eso. De hecho, todo lo contrario: creo que la magia aún está viv... —soltó un grito ahogado al resbalarse y Lilian, sin saber en qué momento, giró con prisa y la tironeó hasta sujetar su cintura—. Lo siento.

¿Por qué se disculpaba? ¿Por estar a punto de caerse?

Se alejó un poco para hacerle lugar, y volvió a sentir un cosquilleo en la palma cuando Melissa se aferró a ella.

—¿Estás bien?

—Sí, gracias.

Lilian tragó al pensar que acababa de tomarla de la cintura y cerró los ojos para quitar ese estremecimiento. Se revolvió su estómago y quiso creer que fue algo que comió.

—¿Decías... que aún tiene algo de magia?

—Definitivamente.

Eso le pareció muy tierno de su parte. El hecho de que los gobernantes no hayan intentado nada para repararlo, demostraba lo contrario.

—Aquí me parece bien. —Melissa cortó sus pensamientos.

Se sentaron en una placa lisa, en medio de los escombros. Era una vista agradable. Tenía la suficiente altura para ver al sector lleno de vida. La rubia sacó de su bolso un licuado de durazno y una bandeja de galletas que había comprado en otro puesto.

Lilian por su parte, sacó una botella con un refresco y un juego de luces que le regalaron al pasar por una calle. Decoró el suelo con ellas y las enredó en sus pies porque al Año Nuevo siempre había que recibirlo con luces.

—¿Quieres una?

Melissa extendió su mano, entregándole una galleta con forma de flor llena de azúcar, sin darle tiempo de dudarlo.

—Gracias. En casa no me dejan comerlas.

Eso le robó una sonrisa a su amiga, ella no podría vivir sin un paquete de galletas.

—El aire libre es lo mejor. —dijo Lilian al sentir la frescura de la noche.

—Me encantaría disfrutarlo más seguido.

Volteó a mirarla y otra vez Melissa le dio una sonrisa. Era el tipo de sonrisas que usaba para esconder sus miedos. Se notaba que la alegría no llegaba hasta sus ojos. Lo triste no era que sea una sonrisa falsa, sino que se notaba su deseo de ser real.

Eran exactamente las dos de la madrugada cuando los escombros se decoraron de mariposas. Lilian nunca iba a olvidarlo. Se arremolinaron desde todas direcciones como si danzaran alrededor de la cuadra. Cada una tenía un color y brillo particular, pero su encanto recaía en el hecho de que no hacían ningún ruido. Revoloteaban de un lado a otro en absoluto silencio.

Melissa las perseguía con la mirada, encantada. Sin duda, para ella, allí había algo de magia.

—Míralas, ¡son hermosas!... se parecen a tus ojos.

Lilian deseaba obedecerla, pero no era capaz de dejar de observarla. Tenía un brillo en sus orbes grises que antes no había visto. Estaba feliz.

Melissa estaba feliz.

Nunca hubiera pensado que lograr su buena acción le transmitiría tanta satisfacción y paz. Levantó la vista para recibir la caricia de la calma. Y fue allí cuando la vio: una lágrima de luz que se movió en el cielo.

—Mel...

Las mariposas las rodearon y volaron hacia arriba dejándose iluminar con las luces del sector. Entonces fue el momento de Melissa para descubrir la magia de las estrellas.

—No es posible —dijo, aunque en el fondo sí lo creía.

—Pide un deseo...

—¿Qué puedo pedir? —soltó una sonrisa sincera—. Pídelo tú.

Las mariposas volvieron a pasar junto a ellas, pero Melissa se quedó hipnotizada en la lluvia de estrellas. ¿Cuánto duraría?

Le encantaría ser una chica normal por lo menos por un día. No haber acarreado esos recuerdos del pasado. Pero una estrella no iba a cambiar lo que vivió, no era posible. Se rio al convencerse de que era absurdo creer que concedían deseos.

—Es una idiotez.

—Lo es —aseguró Lilian.

Torció la cara al mirarla.

—Me gustaría ser tan segura como tú. Estabas convencida desde un principio de que no hay magia.

Ambas movieron sus cabezas para encontrarse. Lilian llevaba sus brazos apoyados hacia atrás, y Melissa abrazaba sus rodillas. Algunas mariposas aleteaban sobre ellas y otras sobre sus manos.

—No te gustaría ser como yo, soy un desastre la mayoría del tiempo.

—Si lo fuera por un día podría comprobarlo.

Lilian rio, como esas risas que llevaba contenida desde hace tantos años que le resultaban desconocidas.

—No quieras tentar a la suerte, que las estrellas aún están cayendo.

La rubia abandonó todo rastro de su timidez. Iba a hacerlo para molestar a Lilian.

Por un momento, y solo por un momento, asomó la Melissa que había existido antes de los desastres de su vida: la chica que no le temía a nada, la que despertaba y era feliz. Sin dudarlo, se levantó para gritar con las manos hacia el cielo.

—¡Quiero ser Lilian por un día!

Las mariposas se alejaron de sus manos y alzaron vuelo en todas direcciones. Su danza había terminado. Ella volteó al verlas alejarse y se cruzó con los ojos oscuros de Lilian.

—Las asustaste. —Quiso pellizcarse porque no se creía la manera en que Melissa la miraba—. En ese deseo hay, por lo menos, un millón de fallas.

Ambas comenzaron a reírse al mismo tiempo. Lilian se sorprendió al volver a escucharse a sí misma, y endulzarse con la risa contagiosa de su nueva amiga. ¿De hace cuánto no escuchaba sus propias carcajadas?

—¿Que desearías tú?

—Salir de Farasha... —respondió sin dudar.

—¿Por un día?

—Mínimo un par de semanas... 

Melissa asintió al sentarse a su lado. Tenía los mismos deseos que Ama, tal vez también existían conflictos con su familia. Ya que ese era el único motivo por el que se le ocurría que alguien quisiera alejarse de una ciudad segura.

—¿Quieres otra galleta? —susurró con toda tranquilidad.

—Por favor.

Esta vez estaban sentadas más cerca junto a sus luces. La lluvia de estrellas seguía en el cielo. Las mariposas se posaron en distintos sitios.

Pero ellas, solo eran ellas en su mundo.

Lilian la acompañó hasta su casa y, esta vez, había algo distinto. Como no se podían usar vehículos, las calles continuaban atestadas de gente y darse las manos todo el momento era la única manera de llegar intactas.

La suavidad de sus dedos entrelazados, como piezas de un rompecabezas que encajaba a la perfección, la hacían sentir en el paraíso. Quería pronunciar su nombre una vez más. Observar su rostro, sus ojos, sus labios... pero... ¿Por qué?

¡Tenía que parar! Tenía que evitar que su cuerpo tenga ese tipo de reacciones.

— La pasé muy bien, gracias por acompañarme Lilian...

Soltó su mano solo para darle un abrazo. La morocha no pudo sufrir la ausencia de su tacto porque ahora la tenía en su cuerpo, dándole un choque de electricidad desde la espalda hasta sus brazos.

Melissa olía a lavanda y era muy suave.

Definitivamente no podía parar.

—Nos vemos mañana.

—Ya es sábado, nos vemos en unas horas —le aclaró con una sonrisa.

Ni siquiera cuando desapareció por la puerta Lilian dejó de sentir la magia de su abrazo en su cuerpo. Si le hubiera dado el beso usual en la mejilla, estaba segura de que no podría ni moverse.

¿Cuál había sido el propósito de esa noche?

Hacer que Melissa esté feliz por lo menos un día.

Y lo había logrado. Solo que no se percató de todo lo que eso significaría para ella, de que su propia felicidad también entró en juego, y de que esa curiosidad se estaba convirtiendo en algo más fuerte dentro de su corazón.

Si es que ya no lo había hecho.

Si es que ya no lo había hecho.

https://youtu.be/s7PK4GGR1xc

¡Hola gente bella de wattpad! ¿Cómo van?

Ahora sí se viene lo bueno!!!! Viendo borradores a veces me emociono tanto que quiero seguir leyendo, pero me doy cuenta que yo soy la que escribo... Jsjsjsjs y se me pasa.

Besos, se les quiere.

🌻Brisa.

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