7. Volver a casa
El cielo nublado sobre sus cabezas y el viento que empezaba a correr en la ciudad gris, le dieron el suspenso necesario a su respuesta.
Lilian no quería pensar que era su buena acción del día porque deseaba hacer algo más significativo. Pero al ver que Melissa vivía solo a cinco calles, y el miedo que mostraba por la noche, sembró su curiosidad.
Incluso, sin hacer mucho esfuerzo, podía ver el cartel de la cafetería desde su casa.
Antes de cruzar la puerta, Melissa se acercó a ella y besó su mejilla para despedirse. Pasaron unos minutos desde que había desaparecido y recién pudo dejar de mirar en esa dirección.
Aún sentía la tibieza de ese beso en su piel.
—Melissa —dijo al aire.
Hoy no la había saludado correctamente como lo había estado ensayando.
Era una tonta.
Al llegar a casa, Elena estaba en la sala viendo la televisión.
—Lili, ¿Cómo te fue? Tardaste un poco más.
Se detuvo en el pasillo y volteó a mirarla. Tenía el cabello desaliñado.
—Bien, ¿Qué haces despierta? ¿No trabajas mañana?
—Me tomaré un respiro del café, igual que tú. —Elena le hizo una seña para que se siente a su lado.
Ella dejó su mochila a un lado del sofá y se quitó las zapatillas con los pies, al sentarse. En realidad, Lilian planeaba dejarlo definitivamente, no solo tomarse un respiro.
—¿Quieres que veamos una película?
—Creo que primero me daré un baño.
—Claro, yo prepararé de comer mientras lo haces. ¿Quieres algo en especial?
Lilian percibió los ojos cansados de su madre. No quería ser una molestia. Más de lo que había sido en esos días.
—Pediré pizza —dijo antes de ir a su cuarto— ¡Tú recíbela! —gritó desde ahí.
Elena debía de estar agotada, quizá por eso pidió unos días de descanso. Lilian caminó hasta el baño y se desvistió. Sabía que la pizza tardaría un poco en llegar.
Al encontrar su rostro en el espejo, volvió a pensar en su madre. Su madre de sangre. Por lo menos esta vez al ver su reflejo le venía una leve nostalgia.
Faltaba poco para que se termine esa época del año que la torturaba. Cada vez faltaba menos.
Entibió el agua en la bañera. Quería un baño relajante, no fugaz como la ducha. Se sumergió hasta el cuello, y cuando sintió como su piel se unía al agua, Melissa volvió a su mente.
Mientras desataba su chaleco vio unas cicatrices en la parte baja de su nuca, unas cicatrices que no podría haberse hecho ella misma. Tal vez la golpeaban de niña o algo peor. El chico al que ayudó el otro día tenía marcas similares en la espalda.
Lilian sumergió su cabeza en el agua. No todos los días podía encontrar personas con un pasado terrible en su entorno. Podía deberse a que Farasha estaba muy idealizada, y los que se cruzó lo ocultaban a la perfección; o en realidad era un gran sitio sin violencia con casos excepcionales de vez en cuando.
Aunque su encuentro con el chico de la otra noche, demostraba lo primero. Él no quiso hablar mucho sobre ese tema, pero dejó entendido que su padre lo golpeaba de manera regular cuando era niño. Lilian descubrió muy pronto en el orfanato, que Farasha no era un lugar sin crímenes, sino sin asesinatos. Se podía golpear a alguien, pero nunca morían por esta causa. Cosas como esas le permitían ser escéptica.
Sacó la cabeza del agua, y terminó de bañarse. Esperaba que a Melissa no le haya ocurrido algo como eso. Tal vez fue un accidente.
Envuelta en toalla fue hacia su cuarto. Buscó su teléfono para revisar si ella le había enviado un mensaje, pero no había ninguno.
De alguna manera sentía que quería conocer más de ella, saber más de su historia. Nunca le había pasado eso con nadie al que haya ayudado antes, y tampoco le gustaba. No quería ser una entrometida.
Terminó de vestirse. Buscó su cuaderno en su estante, y comenzó a escribir para despejarse: la poesía era una buena manera para liberar sus pensamientos, aunque más que poesía trazaba palabras al azar y luego las conectaba, mientras en su mente los recuerdos hacían lo mismo: su madre, Gema, Addison, Melissa... y ahí se detuvo otra vez.
¿Cómo podía pensar en ella sin conocerla?
Volvió a abrir el navegador teniendo en mente que no le atraían los hombres. Al menos de eso se medio-convenció. Sabía que era lo único que la haría pensar en otra cosa.
Trató de buscar la misma foto que aceleró su corazón y su respiración. Cuando la encontró, volvió a percibir esa sensación de mil caricias en la piel, y no dudó en descargar la imagen en su teléfono.
De alguna manera, esta vez lo aceptó.
Hizo el intento de dibujarla en su cuaderno de poesía. Trazó su cabello al movimiento del viento, su silueta de grafito, pintó su bikini y terminó en su rostro. Aunque no le quedó nada parecido era una caricatura encantadora.
Luego intentó desnudarla: comenzó a borrar el bikini para dejar su...
—¿Hija, tardarás mucho? —Su madre golpeó la puerta tres veces al hablar—. Ya llegó la comida.
Lilian sujetó su cabeza y presionó sus ojos con vergüenza. Se había olvidado por un instante que tenía que ver una película con ella.
—Sí, me estoy peinando.
Cerró su cuaderno con más rapidez que nunca y corrió a buscar su secador de pelo para comenzar a hacer ruido con él.
Después de unos minutos fue a ayudar a su mamá. Desplegó el sofá y se llevó mantas para acostarse en la sala. Iván se recostó en el sofá de al lado para hacerles compañía y robar un poco de pizza. Ya que no todas las noches tenían la oportunidad de cenar algo así.
Sin darse cuenta, en algún momento de la noche se durmió abrazada a su madre.
Estaba tibio.
Las luces de la sala se encontraban apagadas. Afuera se podía escuchar truenos, y una ligera llovizna.
Lilian se quitó la manta de encima, al advertir que su madre ya no estaba con ella. Buscó sus pantuflas y caminó hasta la ventana.
Un día de lluvia.
Las ventanas eran salpicadas cada cierto tiempo, con un sonido delicioso. Se dio vuelta cuando alguien encendió la luz de la sala.
—Pareces un fantasma ahí —le dijo la voz gruesa de su padre—. Buen día Lili, ve a ponerte una campera.
Estaba vestido con una camisa formal. Ella siempre se dejaba impresionar con el parecido que este tenía a su hermano mayor, lo único que los diferenciaba era una panza más rellena y el cabello gris.
—Buen día papá —le respondió mientras le iba a dar un abrazo.
De hace tiempo que no se cruzaba con su horario ni podía encontrárselo temprano. Tampoco él ayudaba, porque le gustaba volver tarde de su empleo. Después de dejar el café a cargo de su madre, tuvo la libertad de comenzar de nuevo, esta vez con algo que lo apasionaba. Había días que no volvía a dormir por estar en su taller de carpintería hasta terminar de concretar una idea de su mente.
Se apartó de él y cruzó a su cuarto. Faltaban dos horas para que deba ir al café, así que solo se abrigó sobre su camisón.
Fue a desayunar y se encontró que su madre le había preparado tostadas a ella. Se sentó en el comedor en el borde. Estar con ambos siempre le transmitía tranquilidad. Aunque algunas veces, se sentía fuera de lugar.
Lilian les regalaba una sonrisa cada que hacían algún comentario para ella. No iba a dejar que sus padres se preocupen demás. Estos días lo venía llevando mejor y no debería ser un problema.
Aunque había asuntos que sentía que crecían como secretos y la estaban alcanzando.
Tenía ganas de salir a la lluvia como cuando era pequeña. Tenía ganas de entender que le sucedía.
Una parte de ella deseaba con todo su ser ir a las protestas, otra quería que su mente se aclare y conocer un poco a Melissa. Pero ella no le daba lugar a ninguna. Ni hablar de la parte que recordaba a Addison y que había querido enterrar en lo más profundo de su ser.
Podía avanzar de a poco.
Primero ir a echar un vistazo a las protestas. De seguro no había muchos por el clima. Podría llevar una gorra, y su campera de lluvia tenía capucha.
La idea se maquinó mucho más rápido en su mente.
—¿Puedo ir a correr?
—Lili, tu remplazo renunció, así que deberás ir al café —le respondió su madre con un tono amable, como si esa noticia no fuera crucial para ella.
Ya tenía a Melissa por la tarde. Ahora debía buscar un nuevo remplazo para su horario de la mañana, o seguir en su empleo... ¡No! Lo mejor era dejar de depender de la cafetería.
—Está lloviendo. No irá gente a pedir helados o licuados —contestó ella.
Su padre se aclaró la garganta y lanzó una mirada a su esposa.
—Tiene razón. Y si van les hará un favor para no enfermarse.
Desde el lado opuesto, su madre le devolvió la mirada. Parecían hablar telepáticamente. O con los ojos. "El idioma de los ojos" pensó Lilian.
Era muy usual verlos así cuando estaban juntos. Se conocían tanto que muchas veces, no necesitaban las palabras para entenderse. ¿Acaso, discutían con la mirada?
—Está lloviendo, ella irá a enfermarse.
—Me pondré mi campera para la lluvia, además la llovizna terminará cuando el sol salga.
—Correr un momento no la enfermará, si se abriga y sale con su ropa impermeable.
—No lo sé —dijo Elena.
—Podría encontrar personas a las que ayudar —replicó ella.
Sabía que Elena, la dejaría ir de todas maneras. Nunca había sido muy exigente, suponía que se debía al hecho de ser adoptada. Le daban más cariño del que merecía.
Elena se aclaró la garganta y cambió su mirada.
—Lili, si necesitas hablar aquí estamos... El 4 de enero haremos una visita en familia...
—Prometo no tardar —la interrumpió y se levantó de la mesa sin darle tiempo a contestar.
La llovizna era cada vez más débil. Caía en su campera con un suave sonido. Ella se bajó la capucha y se quitó la gorra, quería sentirse libre, quería sentirse viva.
Hoy había amanecido bien. No le dio tiempo a su mente de torturarla esa mañana.
Estaba cómoda con la naturaleza, y se dejó invadir con la llovizna antes de que termine. Tenía el rostro hacia arriba, sintiendo una leve brisa refrescante, y un frío en el cuello.
Corrió hasta que sus piernas le dijeron basta y se detuvo para elongar. Caminó para subir al Ministerio. Había dado tantas vueltas que se arrepintió de no haber tomado una ruta más cercana.
Cuando estaba a dos cuadras de la cafetería creyó que su mente la engañaba. Sujetó su cabeza luego de volver a colocarse la gorra, y tomo asiento en un banco para no verse sospechosa.
En la calle de enfrente Melissa daba pasos nerviosa, miraba para todas partes, giraba su cabello para atrás, se mordía las uñas, y caminaba en círculos.
Parecía inquieta. Traía una sombrilla y su camisa celeste pastel. Se veía más alta por el pantalón que traía.
No sabía con certeza que le sucedía a esa chica, pero esos rasgos ya los había visto antes, cada mañana desde hace once años:
Ese miedo en el rostro que atravesaba su espejo.
Recién se percató de que no estaba junto a su amiga. El otro día que también la notó nerviosa, se encontraba sola. ¿Tendrá alguna conexión?
Tal vez se lo imaginaba y solo era una chica más; pero no podía negar que había miedo en sus ojos grises.
Estaba por seguir en su travesía, cuando vio que ella comenzó a caminar hacia un portón verde. Cerró su sombrilla y se perdió dentro de él. Acababa de entrar al salón donde se dictaban las terapias grupales.
Lilian se quedó perdida mirando hacia ese lugar. En Farasha, las personas que tenían que hacer terapia, lo ocultaban muy bien por vergüenza. Ella debía admitir que también lo hizo, temía que la consideren enferma o loca. Tenía miedo de que los rumores manchen el apellido de su nueva familia.
Por un instante se arrepintió de haber dejado de ir a terapia. Podría haberla conocido así, y quizá saber más de ella. O ser su amiga.
En cambio, había preferido que sus recuerdos la siguieran atormentando por un par de años más, con tal de dejar limpio su nuevo apellido.
Tomó la decisión de saludarla la próxima vez como era debido. Melissa merecía sentirse cómoda en su trabajo.
Ella era la que tenía que quitar de su mente los pensamientos que habían cruzado. La había visto parecida a Addison, y se había abrumado por lo que Gema le dijo. Ambas cosas eran exteriores a ella, debía darle el trato que merecía. Aunque...
No podía dejar de mirarla ni sacarla de su cabeza tan fácil. Tenía que distraerse para lograrlo, recurrir a sus hobbies que mantenían a sus pensamientos ocupados. Todo era culpa de Gema, si no hubiera mencionado lo que ella venía ignorando con éxito todos esos años, tal vez otro sería el resultado.
Cuando estaba en secundaria la chica que resplandecía en el aula había llamado su atención. Le agradaba a todo el mundo y era un poco ruidosa. Pero resultó jugar con ella. Desde ese día, Lilian trató de reprimir sus impulsos, e intentó algunas cosas para convencerse de que le atraían los hombres.
Después de dar su primer beso, enterró completamente sus pensamientos.
Pero ahora habían sido liberados. Y no podía ignorar que Melissa había tomado parte en eso.
Se levantó de su asiento y caminó unos minutos. Era hora de volver a casa. Era hora de pensar que iba a hacer con esos impulsos esparcidos en su mente.
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🦋¡Hola gente bella de wattpad!
Este es el último capítulo del año🎆FELIZ AÑO NUEVO🎉
¿Cómo estuvieron? Yo estoy feliz porque me compré un vestido para usarlo hoy.
Besos, se les quiere.
🌻Brisa.
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