6. ¿Te puedo pedir un favor?
Melissa observó el mensaje en su teléfono por última vez. Lilian fue muy amable con ella. Si llegaba a quedar contratada, esperaba formar una nueva amistad.
Puso música en su teléfono: una hora de piano que la acompañaría mientras ella intentaba ordenar su pieza. Al pasar unos minutos se rindió.
No podía.
Era muy aburrido ordenar la ropa y los papeles, cuando en el desorden se manejaba mejor. Sujetó sus cuadros terminados y los acomodó en la pared, con paciencia.
Entonces pateó un montículo de ropa que estaba encima de un cuaderno, lo recogió y lo llevó a su mesa. Al abrirlo se encontró con bosquejos de dibujos. No le extrañaba ver a Iris en una hoja trazada con grafito. Aunque no era tan sensual como en las fotos.
Acarició la página y cerró su cuaderno. La música no cesaba, entonces hizo el intento de, por lo menos, devolver el orden a las cosas más grandes.
Recogió los papeles, y formó una montaña con ellos para ponerlos en la mesa. La ropa la levantó y la metió en su armario con mucha velocidad, antes de que todo caiga a sus pies.
Salió a la ventana para ver si había mariposas. Ama estaba al teléfono y le saludó con la mano. Ella tenía sus propios problemas con los que lidiar y Melissa no se sentía capaz de ser un gran apoyo, aunque le gustaría intentarlo. Le devolvió el saludo y acarició una de sus plantas.
El clima estaba hermoso y especial para dar un paseo, lástima que ya no podía hacerlo. Su teléfono sonó y ella corrió a agarrarlo.
Iris
Estoy en mi descanso, ¿quieres ver?
Esta vez, en la foto que le envió, su vieja amiga tenía un bikini rojo. Su mirada no podía apartarse de su piel.
Ella siempre supo que le gustaban las mujeres, fue a la primera que le confesó su secreto. No pudo evitar concluir que le torturaba con esas fotos a propósito.
Melissa
Estoy por ir a una entrevista.
Le envió una selfi de su cara, sin llegar bajo su cuello. Sin ninguna sonrisa en su rostro. Su cabello chocaba con la camisa, dándole un rostro más redondo.
Iris
Suerte, todo irá bien. Te llamaré más tarde.
Melissa
Por favor, no lo hagas.
Trató de borrar su mensaje, pero como Iris había alcanzado a leerlo, decidió explicarse.
Melissa
No es un buen momento. Además, sabes que me gustan las chicas, no me hagas esto. Deja de enviarme fotos así.
Iris
Si no puedes controlar tu cuerpo, entonces descontrólate.
Esta vez le envió un video tirando un beso. Seguía con el bikini rojo ceñido moldeando las curvas de su cuerpo.
Melissa movió su cabeza varias veces con los ojos cerrados. No tenía sentido lo que le acaba de decir. A Iris no le gustaba las mujeres.
No podía dejar que ella entre a su mente, pero su cuerpo opinaba lo contrario. Una chispa dentro de ella comenzó a alimentar los recuerdos del pasado, y a sembrar una esperanza.
Ya casi era hora de su entrevista.
Soltó su cabello después de que un hombre se quedó viéndola en la calle. Temía que se fije en los cortes que asomaban en una parte de su cuello. Aunque estaba segura de que su camisa lo cubría.
Apretó el paso para llegar a la cafetería, y cerró la puerta con las manos temblando al entrar.
—Hola, pasa, Elena está en su despacho.
La chica de la voz dulce la recibió. Traía puesto el uniforme del trabajo y el cabello atado con un moño, pero eso no opacaba el hecho de que era bastante hermosa.
—Es ahí —le señaló con un menú la puerta—. ¡Suerte! Yo ahora estoy ocupada, con permiso.
Sus ojos navegaron por el lugar. Estaba lleno de clientes, había parejas y familias tomando té, café o licuados. Un olor delicioso inundaba el aire. Ninguna de esas personas le prestaba atención, pero no podía evitar sentirse observada.
Al parecer Lilian no había venido, la barra estaba reluciente y cerrada.
Caminó entre las mesas y sin querer chocó con una esquina haciendo que una mujer tire su té en el mantel oscuro. Cuando se comenzó a quejar, ella intentó alejarse rápido antes de que alguien la note.
Cerró la puerta con nervios al atravesarla.
—Hola, ¿estás bien? Toma asiento.
Volteó ante ese tono de voz.
Elena era una mujer alta con el cabello corto castaño, y una voz firme. Llevaba puesto una camisa blanca y tenía una sonrisa cálida en su rostro anguloso. Le entregó su currículum y tomó asiento.
—Melissa Aporia... ¿Ya has trabajado atendiendo verdad? Eso es bastante bueno.
Primero, la evaluó con cada punto de su currículum, y luego le tocó a Melissa escucharla platicar con atención. Cada vez que era su turno de responder sobre sus horarios, o su estudio, lo hacía nerviosa.
Y no estaba segura de haberse hecho entender, ni de haber dejado lo mejor de ella.
—¿Podrías hacer prueba hoy?
—¿Qué? —dudó, y Elena le lanzó una mirada que logró intimidarla— Aún no estoy lista...
—Lilian me dijo que puede explicarte cómo atender la barra. Claro si quieres. —Esbozó una sonrisa—. Sino mañana, vienes a horario y aprendes sobre la marcha. Ahora podrías usar uno de los uniformes del vestidor.
—Ella no está —le respondió intentando no desconcentrarse.
—No te preocupes fue a dar una vuelta. Lo mejor será que hagas la prueba hoy así mañana no estás perdida, y si no funciona me lo hacen saber.
—Este te queda hermoso —Terminó de atarle la tira del chaleco por la espalda y Melissa se giró para verla—. Lo sabía es tu medida. Tengo buen ojo para esto.
—Disculpa —Melissa atrapó su mirada—. ¿Cómo te llamas?
La chica sonrió y se golpeó la frente, haciendo un gesto tierno acompañado de sus ojos color miel.
—Lo siento, me llamo Gema. Solo me emociona la gente nueva. Cuando yo llegué me costó integrarme, así que quiero darte una buena bienvenida. Sobre todo, si Lilian se pasa de tono contigo. Avísame cuando necesites ayuda.
—Gracias... aunque ella fue muy amable.
Gema mostró confusión, le sonaban extrañas sus palabras. Lilian nunca era amable con nadie a la primera.
—¿Te quedarás con el cabello suelto? —Se acercó con la intención de tocar su pelo, pero Melissa volteó la vista.
—No quiero recogerlo.
—Entonces deja que te haga un par de trenzas arriba. No lo levantaré.
Esta vez le permitió tocarlo, Gema pasó sus dedos por su cabello, era bastante ágil en no hacer sentir sus manos ni tironear demás. No tardó nada en terminar de peinarla y eso le sorprendió a Melissa.
—Ahora vámonos que de seguro nos necesitan.
Abrió la puerta del vestuario y salió detrás de la cocina, pero no tan lejos de la barra como pensó que estarían.
Se quedó quieta al ver la cantidad de personas sentadas frente a Lilian aguardando por sus pedidos.
—Lamento no haber llegado más temprano.
Lilian la miró, pero no parecía oírla, estaba muy concentrada con las órdenes en su mente.
—Espero entender rápido.
Se colocó a su lado e intentó diferenciar las copas.
—Disculpa, ¿tú también atiendes?
Una chica con la remera atada en su cintura y el cabello despeinado, le preguntó, mientras un joven de ojos oscuros la apretaba contra su cuerpo.
Abrió la boca para decir algo, pero se sintió intimidada y no supo que decir por los nervios; por suerte Lilian le ganó a hablar:
—Deja tu orden aquí.
La chica apoyó en la barra unas hojas con dos pedidos que ya habían sido pagadas en la caja. Lilian le lanzó una mirada a Melissa mientras sacó helado de otra parte.
—¿Puedes pasarme esas copas?
Le señaló justo detrás suyo. Claro, las recordaba, esas eran las copas de helados.
Le terminó de pasar y leyó los papeles de la chica. Licuado especial de Durazno y helado de sabores que nunca había oído, no era de consumir los especiales de Farasha. Bastante caro a su parecer.
Le acercó el papel a su compañera y, esta, le indicó adelante.
—¿Qué hago?
—Levántala.
Ahora que lo notaba la barra se dividía en cuatro partes. Después de hacerlo le sirvió el licuado que llevaba el título "especial" en la copa que ella le ofreció ayer.
—Esa no es de licuado especial —dijo Lilian molesta.
—Vamos, tiene el mismo sabor —La chica estiró la mano para recibirlo.
Se lo entregó, mientras la dueña de la barra le daba al acompañante su pedido. Y en menos de quince minutos todos tenían lo que pidieron, aunque no fuera en la copa o vasos correctos. Pero eso no evitaba que sigan manteniendo su sonrisa. Y, a Melissa, le sorprendió que eso la alegre. De hace tiempo no observaba a los demás de ese modo.
No tenía ganas de salir corriendo, y le encantaba.
—Felicidades por tu primer día —Su compañera le dejó un vaso de refresco y se sirvió uno igual—. Y perdona si fui molesta por los pedidos, me da escalofríos si algo no está en orden, mi madre dice que no es normal.
—Entiendo, pero de eso se trata. Tengo que aprender.
Tomó un sorbo. El refresco estaba muy dulce y tuvo que apoyarlo a su costado mientras otro chico se acercaba a la barra.
—Melissa, no sabía que podría encontrarte aquí.
—Disculpa no te conozco —Él agrandó los ojos y sonrió al escucharla.
—Soy tu compañero desde que entraste a la Facultad. Pero no tienes por qué recordarme.
—¿Qué se te ofrece?
—Cualquier cosa —Se apoyó en la barra con una sonrisa—. ¿Qué me ofreces tú?
—Perdón tienes que pedir en la caja. —Lilian interrumpió.
Le sostuvo la mirada y él le lanzó una sonrisa seductora, de esas que conquistan. Lilian desvió la vista.
—Algo fresco y dulce. —Estiró una orden hacia sus manos y ella le sirvió dos refrescos igual al de antes, pero fue mucho más rápida para deshacerse de él—. Gracias.
Vio cómo se alejaba hasta una mesa detrás del ventanal de vidrio, y le entregaba un vaso a una chica que le pagó con un beso. La morocha dijo "estúpido" en voz alta y Melissa debía admitir que tenía razón.
Se giró para intentar diferenciar las copas, pero eran muy parecidas y eso le incomodaba. Decidió distraerse y recién se permitió disfrutar de lo hermoso y cómodo que era estar de ese lado la barra. Sentía seguridad.
Tenía dos niveles, del otro lado no se veía lo que hacían ahí, porque lo cubría el nivel superior. Además, el nivel más bajo era las tapas de frízeres diferentes. No era como el bosque por el que había sido arrastrada, éste era mágico.
Su primer día concluyó mejor de lo que hubiera pensado. Pero al asomar la cabeza a la ventana, y ver la oscuridad que la esperaría cada noche, sintió que algo fallaba dentro de su cuerpo.
No lo pensó bien.
No podía andar a esa hora, la mezcla entre oscuridad y pocas personas le estremecía el cuerpo. Era cierto que en todo el tiempo que estuvo viviendo en el sector nunca hubo un crimen, menos hubo noticias de ataques. Pero también era cierto que la oscuridad de una madrugada lluviosa había sido testigo de su sufrimiento, de sus gritos, de sus cortes...
Una copa se le resbaló de las manos al secarla. El ruido que hizo al tocar el suelo sonó estridente en todo el café.
Al salir del trance, notó que solo quedaba Lilian y un par de empleados.
—¿Estás bien?
Su compañera se acercó y le hizo tomar asiento. Sin notarlo, se puso nerviosa. Tenía la respiración agitada, la cara roja con los ojos lagrimosos y la nariz comenzaba a arderle.
Sujetó su frente al sentirse una tonta. No trajo sus pastillas y acababa de hacer un lío en el suelo.
—Lo siento, ¿Debo pagar por eso?
—No te preocupes, yo lo repondré. ¿Quieres agua?
Asintió con la cabeza.
Le alivió la paz que Lilian le transmitió en solo un segundo. Mientras su compañera se iba, ella buscó su teléfono para llamar a su tía. Otra vez no le atendía. Entonces marcó a Omar y le dejó un mensaje al buzón.
Bebió el agua y comenzó a contar. Contó las cosas nuevas que hizo hoy:
1. Ir a una entrevista.
2. Dejar que le hagan un par de trenzas en el cabello.
3. Tener una conversación corta con un chico.
4. Servir un licuado violeta.
5. Servir helado y no lamer la cuchara.
Se rio por lo último, y se tranquilizó al darse cuenta de que estaba mejor. Contó las veces que entraba aire en sus pulmones. Se concentró en recuperar la calma.
—¿Te encuentras bien?
—Sí. —Le regaló una mirada que lo demuestre.
—Hoy cerraremos un poco temprano, mañana te veo a las seis.
Melissa asintió con la cabeza y comenzó a caminar al vestidor para buscar su bolso. A medio camino se detuvo y volteó para ver a la hija de los dueños.
—¿Me podrías ayudar con el chaleco?
Lilian la siguió y dejó la puerta abierta al entrar. La rubia volteó y llevó su cabello al frente. Sintió los dedos de su compañera desatar las cintas y rozar su espalda.
Luego todo estaba suelto, hasta su mente.
—Gracias.
Lilian salió después de unos minutos por la puerta trasera. Cuando se aseguró de que las dos entradas tenían llave volteó para volver a su casa. Pero la silueta de Melissa en la oscuridad la detuvo. Tragó nerviosa por la sorpresa, y porque había vuelto a sentir un escalofrío en su piel. Su cuerpo poco iluminado tenía las sombras en lugares exactos para moldear su verdadera silueta.
—Creí que te habías ido.
—¿Te puedo pedir un favor?
Ella sacó su celular para ver la hora, y asintió al teléfono como si estuviera hablando en su mente.
—Sí.
—¿Puedes acompañarme a mi casa?
https://youtu.be/ikCjhGcgmJM
HOLA GENTE BELLA DE WATTPAD🦋
Antes que nada 🎄FELIZ NAVIDAD🎄
¿Cómo van?¿Qué les parece la historia hasta ahora?
Bueno, eso es todo, se les quiere.
🌻Brisa.
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