5. Cosquilleos en la piel
Tomó su computadora apenas entró en su cuarto. Se puso a leer uno de los libros que había adquirido en línea, pero al darse cuenta de que llevaba varios minutos dándole vueltas al mismo párrafo se detuvo.
Giró en su cama, y tomó su teléfono después de envolverse en una manta.
Su madre aceptó ver a Melissa mañana por la tarde y ella le envió un mensaje con la información necesaria para su entrevista.
Lilian no estaba segura cuál era el motivo por el que le había ofrecido ese puesto. Su instinto le dijo que era una señal para brindar ayuda. La última vez que la había visto, algo se movió dentro de ella. Y necesitaba saber por qué.
A todo eso, la causa de sus cosquilleos solo le dijo gracias.
—Melissa —pronunció en vos alta—: Melissa, Melissa. —Sostuvo la "s".
Su nombre le sonaba tan bonito al pronunciarlo. Pero le recordaba a Addison y eso entreveraba todo. Agitó su cabeza y cerró el buzón. Estaba esperando un imposible. Y era una estúpida al hacerlo. Por lo que notó, Melissa ni siquiera la tuvo en cuenta.
Trató de distraerse revisando la red principal. Vio una chica con un maquillaje en sus ojos y decidió intentar hacerlo en su rostro. Tenía unas nubes sobre el párpado con una paleta rosa y blanca, sobre una sombra violeta.
Tomó asiento en su escritorio y, después de que alistó todo su maquillaje, se lavó la cara para poder intentarlo.
Siempre trataba de hacerlo a su estilo: como si saliera sangre debajo de las nubes y el delineado fueran cortadas.
Cuando estaba dándole los retoques finales, su hermano entró a su habitación. Era el chico más amable que había conocido en su vida. A pesar de trabajar en El Ministerio, aún no perdía la simpatía que tenía con ella cuando era adolescente.
En lo único en que se parecían era en el color del cabello. Luego, él tenía el rostro afilado y sus ojos pequeños.
—Lilian, ¿Cuál camisa es mejor?
Sostuvo cada una en una mano, y ella le indicó la derecha. Era azul marino con botones negros.
—¿Saldrás a esta hora?
Se fijó en su móvil para verificar que era tarde, y vio que eran las dos de la madrugada.
—Es la mejor hora.
Salió de su cuarto y ella se volvió hacia el espejo. Debatió mentalmente, hasta que se decidió intentarlo en su ojo izquierdo. Casi nunca salía simétrico.
Estaba delineándose cuando Iván volvió a entrar, pero esta vez con la camisa moldeando su cuerpo.
—¿Tú tienes mi perfume? No lo encuentro.
—Le preguntaste a papá. ¿Por qué lo tendría yo?
No dejó de mirar el espejo y comenzó a sombrear con el color rojo.
—Ya le pregunté. Me dijo que el otro día se lo prestaste a tu novio: el chico que entró a tu cuarto.
Bajó su pincel, un poco molesta, y volteó a encararlo.
—¿De eso se trata? ¿No hay ningún perfume verdad? —Se levantó con su celular y se acercó a él.
—De verdad perdí mi perfume... pero ¿Quién era ese chico?
—Nadie que te importe, solo mi acción buena del día. También le regalé algo de tu ropa. —Su hermano rio al escucharla.
Abrió su celular y le mostró una foto con él.
Era su filosofía de vida ayudar a alguien, cualquier persona que necesita ayuda. Luego les pedía una foto, si es que querían, claro. Aunque no lo andaba presumiendo ni las exponía en las redes. Las atesoraba como lo más preciado en su vida. Eso era ella.
Estaba muy agradecida por lo que su familia le ofreció, y tenía la necesidad de devolvérselo al mundo.
—Eso está llegando lejos ¿no crees? ¿Qué clase de ayuda necesitaba para dormir en tu cuarto? ¿Segura que no se aprovechó?
—Su padre lo golpeó y lo corrió de su casa. No lo dejó entrar esa noche.
Su hermano se silenció un momento, luego de pensar un poco soltó:
—No me gusta que te involucres tanto. ¿Y si algo malo te pasaba?
—¿En serio? ¿En "Farasha: el mejor lugar para vivir"? —citó la propaganda política— "Una ciudad sin crímenes".
—Hablo en serio. Además, podías hacerlo dormir en la sala.
—No, porque tengo un hermano celoso y lo hubiera espantado. Así que durmió con mi edredón en la alfombra. Además, les dije todo a mamá y a papá, pero sabes que él se empeña en creer sus historias.
Su hermano se arremangó la camisa mientras tomaba asiento en su cama. Ella se acercó a la mesa de luz, a buscar un perfume. No le gustaba que Iván le reprenda por algo que no tenía nada de malo.
—Este huele a árbol. Si lo quieres.
—Gracias. De verdad te lo digo, hubiera preferido que tengas novio. —Acomodó el perfume después de ponérselo en el cuello y en las muñecas—. No te involucres mucho. Una cosa es ayudar a una ancianita en la calle, y otra traer a dormir desconocidos.
—En el Hogar de niños los llamábamos: almas desafortunadas —le recordó lo que siempre le decía—. Alguien con un problema y lágrimas en su rostro, para mí no es un desconocido cualquiera. Es alguien que de hoy a mañana podría dejar de existir por los problemas que carga. Alguien al que un poco de ayuda le podría dar algo de esperanza en la vida. ¿No crees?
Se veía que su respuesta le dejó donde siempre lo dejaba. Aunque su hermano solía tomar impulso para una respuesta final, no sucedió esta vez. Y se lo agradeció internamente.
Aunque no duró mucho.
—No deberías darte más carga de la que ya tienes. ¿Cuándo vas a priorizarte?
Cuando Iván se fue de su cuarto, ella ya no tenía ánimos para terminar su maquillaje. Se sentía impotente.
Tomó la cámara y arregló las luces para fotografiar el lado derecho de su rostro antes de arruinar el maquillaje. Lo pasó a su computadora para editarla. Al subirlo a la red principal, la primera estrella que recibió fue de Gema.
Se recostó en la cama con un suspiro frustrante. Lo que más quería era ignorar el tema, y ahí estaba ella dándole una estrella al instante.
Trató de no pensar en sus palabras... ni de mezclarlas con las de su hermano. ¿Que se priorice? ¿De qué hablaba? De seguro lo dijo para molestarla. Eso no tiene nada que ver con que tenga o no tenga novio.
Le molestaba que piense de esa manera. La verdad nunca le interesaron los chicos. Eso no quería decir que le gustaban las mujeres, no podía. Nunca había estado con ninguna.
Salió de la red un momento, para buscar "chicos hermosos" en el navegador. Al ver que le aparecía puro niño blanco de ojos celestes, trató de cambiar sus palabras: "hombres guapos" "hombres atractivos", pero ninguno llamaba su atención.
Trató de calificar a su hermano, pero no sabía decirlo. Él era una persona muy agradable y carismática. Quizá su problema era que la personalidad de alguien le atraía más que el físico. Aunque... ¿Cómo podía ser eso un problema?
Buscó en Internet: "No me atraen los hombres" solo para tratar de ignorar la fuerza que tenían las palabras de su hermano. La idea de que las mujeres le gusten aún le sonaba un poco absurda. Solo un poco absurda, porque pensar lo que había ocurrido en secundaria y que esa "fase" no parecía tener fin se le hacía motivo suficiente para que esa posibilidad no sea descartada.
Aunque lo que más deseaba era enterrar esos recuerdos para siempre.
Al ver los resultados deslizó hasta que uno llamó su atención. Entró en un foro en donde muchas personas exponían este tema. El primer consejo, y le parecía obvio, era: descubrir si le atraían las mujeres.
Se rio por lo redundante que era eso, y abandonó el teléfono.
Fue a desmaquillarse para irse a dormir. Luego de unos minutos pensó que no tenía nada de malo descubrir si de verdad le atraían las mujeres. A lo mejor resultaba que no y podía quedarse más tranquila.
Buscó "mujeres atractivas", para saber si alguna imagen llamaba su atención. Debía aceptar que le resultaba más fácil admitir lo bellas que eran. Deslizó el dedo varias veces tratando de centrarse en todas y en ninguna.
Cuando la imagen de una chica en la playa que traía puesto un bikini negro le aceleró el corazón, Lilian bloqueó su teléfono.
Su respiración había cambiado y el corazón le latía a mil por hora, sin contar el escalofrío que le recorrió hasta la punta de los pies. Sentía sus mejillas arder y su cuerpo comenzar a acalorarse.
Se recostó y tapó su cabeza con la frazada, como si eso impidiera que lo que acababa de ocurrir no le perturbe el cuerpo. Su corazón aún estaba acelerado.
Volvió a desbloquear el teléfono, decidida a buscar hombres en la playa o en ropa interior para ver si ese cosquilleo aparecía... Pero se decepcionó cuando al ver los resultados no sintió nada. De hecho, provocó el efecto contrario.
Se pasó los siguientes minutos haciendo test de sexualidad en su móvil. Algunos le resultaban divertidos, era asexual tres veces y lesbiana dos veces.
Lo intentó de nuevo en otra página... y en otra página...
Su hermano la despertó picándole con su dedo índice el cachete.
—Ya es hora de hacer ejercicio.
Esta vez su mente no podía ni desperezarse ni mostrarle el recuerdo de alguna pesadilla. Anoche se había quedado dormida sin darse cuenta. Bostezó confundida al notar que no se sentía mal esa mañana.
Luego aventó una mirada rápida a su hermano, para verlo ya con ropa deportiva y el cabello peinado de manera desordenada.
—¿No habías salido de fiesta? —Le lanzó una almohada y se giró—. ¿Acaso no eres humano?
—¿Tuviste una noche ocupada? ¿Acaso sueños húmedos? —repitió con su mismo tono.
—Déjame en paz.
—Perdón por lo de ayer, no quise decírtelo de esa forma.
—Pero lo dijiste —refunfuñó medio dormida.
Le lanzó otra almohada, pero eso no pudo evitar que él vuelva a picarle.
—Y tengo razón.
—Cállate.
Al despertarse un poco más, y aceptar que se quedaría a su lado un buen tiempo, quiso hacerle una pregunta que cruzó por su cabeza. Tal vez su "fase" era algo natural a su edad.
—¿Cuántas novias tuviste?
—No lo sé, ¿Los besos cuentan? —Él se recostó a su lado—. Levántate, ya van a ser las nueve.
Volvió a pinchar su cachete repetidas veces, pero Lilian estaba acostumbrada a eso y podía seguir remoloneando con libertad.
—Si quieres. —Ella besó a un chico dos veces.
Su primer beso había sido un asco.
—¿El sexo?
—También.
Volvió a bostezar y trató de encontrarlo, él llevaba la vista hacia el frente, a su espejo de cuerpo. Si no hacía contar los besos y el sexo... ¿Qué era ser novios para él?
Iván usaba los dedos de su mano para contar. Cuando llegó a nueve ella volteó en la cama para darle la espalda.
Tenía vergüenza de preguntar lo siguiente, pero quería saberlo. Quizá era normal lo que ella sentía.
—¿Alguna vez saliste con un hombre?
Su hermano empezó a reírse inundando la habitación después de oírla. Ella supuso que la respuesta era un "no".
—¿Te sentiste atraído por uno?
—Sabes que estoy saliendo con Greta, no entiendo por qué lo preguntas. ¿Ella te dijo algo?
—Tal vez porque hoy no quiero hacer ejercicios.
Volvió a darse vuelta, lo abrazó por la cintura y cerró los ojos. Él, como respuesta, acarició su cabello.
Iván era su paz.
—Mamá dijo que me asegure de que no te quedes sola en cama, como ayer.
Su cabeza era un desastre ayer. Las pesadillas no la dejaban tranquila, y no pudo dejar de pensar en su madre y en su hermana. Básicamente como todos los días, pero con el detalle de sentirse ahí.
Ellas la encerraron en un closet para que los ladrones no la encuentren. Aún podía escuchar sus gritos estando atrapada. Incluso cuando hubo silencio, ella se quedó en silencio como prometió. Su sueño se sintió tan real y ella lloró toda la mañana sin poder despegarse de la cama.
Tenía muchos recuerdos lindos de ellas que no le gustaría olvidar, pero también le era imposible rememorarlos sin sentir tristeza.
No las podía ir a visitar al cementerio porque las pocas veces que lo hizo le afectó de una manera inimaginable. Y en Farasha era una tradición ir a ver a tu familia en año nuevo para ser bendecido. Supersticiones de la gente. Todos los años la presionaban en ir a visitarlas, y este era en el que peor se sentía.
—Hoy me siento bien, lo prometo. Veamos una película.
Él se apartó de la cama para hablarle de frente.
—¿Quieres que traiga mi televisor?
Le regaló una sonrisa como respuesta, y su hermano la entendió. Después de unos minutos, en los que ella aprovechó para cepillar sus dientes y traerse algo de la heladera, dejó pasar la mesa de películas rodando por su puerta. Luego, él cargó su televisor con las manos mientras ella reacomodaba su espejo; así le dejaba los tomacorrientes a la vista.
Volvió a su cama para comer su yogurt con fruta. Iván se recostó a su lado, pero después de un momento también se vio tentado a traerse algo de la heladera.
El día anterior había necesitado un abrazo, pero todos se habían ido temprano. Ahora estaba Iván, gracias a que era fin de semana.
Solo al tenerlo, se dio cuenta de lo que más necesitaba era un día de películas con él. Definitivamente, su hermano era su paz.
Él tenía el don detransmitirle calma sin siquiera intentarlo.
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