21. Fue culpa del Helado
Melissa estaba mirando la pantalla de su móvil desde hace rato. Iris había actualizado su inicio con fotografías de su última sesión, pero, en realidad, no veía nada en particular.
Desde hace más de media hora que su mente divagaba por los recuerdos que tenía junto a Iris, revivía las risas compartidas y las confidencias de las madrugadas después de las pijamadas.
Era obvio que algo había cambiado en las ultimas semanas. La sensación de soledad comenzaba a apoderarse de ella porque era el último día que la vería.
Había ido a pasar la noche a su casa un par de días, pero hoy era distinto, y Melissa no podía luchar contra la sensación de agobio que la acechaba.
La idea de volverse a enfrentar con la vida cotidiana, sin la presencia de Iris, la llenaba de una abrumadora sensación de abandono.
Iris aún no se iba, y la habitación ya le parecía más silenciosa que nunca.
Quiso alejar esos pensamientos de su cabeza y salió con resolución a sentarse al jardín.
Esta vez no iba a dejar que la distancia sea un obstáculo. Las últimas semanas se había animado a volver a hacer cosas que había dejado hace tiempo, a tener actitudes que estuvieron ocultas todos los años que llevaba en Farasha. Debía asegurarse de que esa faceta de ella, no se vaya con Iris.
No iba a ignorarla de nuevo, no quería perder esa conexión que tenía con ella. Aunque, si algo le había demostrado esas semanas, era que el lazo que las unía parecía irrompible.
Cuando llegó a su patio le sorprendió encontrarse a Ama afuera. Estaba sentada en una alfombra a modo de picnic, con un libro en sus manos. Tenía sus anteojos puestos y su cabello recogido.
Melissa cruzó hasta su casa para estar con ella.
—¿Puedo sentarme aquí? —preguntó con cierta timidez, no sabía si estaba bien interrumpir su lectura.
Ella levantó la cabeza y le sonrió al instante.
—Claro —respondió antes de hacerle lugar.
Melissa se recostó a observar el cielo. La relación con Ama era especial a su propia manera. Como Ama vivía saltando de curso en curso y muchas veces no coincidía con alguien de nuevo, estaba acostumbrada a hablar a todo el mundo como si lo conociera. Así, hacía muchos amigos que sólo conocían lo básico sobre ella, y también, no se veía obligada a preguntar sobre la vida privada de nadie.
Eso tenía varias ventajas, pero a Melissa, le pareció triste pensar que nadie sería constante ni permanente en su vida.
Ama cerró el libro, lo apoyó en el césped y se recostó a su lado boca arriba.
—¿De qué se trata tu libro? —preguntó más por cortesía que por curiosidad. Mirar el cielo en silencio tampoco era una mala idea.
—Fantasía... me gusta explorar mundos imaginarios. Mundos más libres, y, a veces, mundos terribles...
—¿Hay mundos peores que este?
Melissa nunca iba a creerlo.
—Por supuesto, pero te consuela saber que son ficticios... —Ama se rio al decirlo.
El dolor de la realidad no podría compararse.
—No creo que la realidad te consuele.
—De cierta manera sí. La realidad desde mi punto de vista me mantiene cuerda.
Melissa giró para mirarla de costado. Apoyó su cabeza en un brazo y, desde ahí, veía a Ama de perfil con una ligera sonrisa en sus labios. Sabía que la realidad para Ama, era algo distinto que para ella. Para Melissa era peligro, violencia y mucho dolor. Para Ama, parecía ser observar lo cotidiano y querer más libertad.
—Amo fotografiar lo que puedo ver... —dijo claramente emocionada—. Te mostraré algunas fotos que hice... Iré por mi cámara.
Apenas se sentó, Melissa acomodó su cabello y descansó las manos en sus rodillas. A pesar de ver a Ama inhibida de sus sueños, pensaba que era una mejor opción que salir al mundo exterior. Nunca sabría qué es lo que ella hubiera hecho en su lugar. Solo trataba de meditarlo y entenderla, aunque le costaba.
Ama volvió con un cofre de madera no más grande que su cabeza, tenía estampillas de lugares que nunca había visitado pegadas en ella. Adentro, había fotos impresas y una cámara desgastada.
—Era de mi abuelo, así que fotografía distinto. Si le cambio el papel de foto, cambia el resultado por completo. Es difícil encontrarle repuesto. El año pasado tuve que pagar un montón para que el envío sea más cuidadoso.
Melissa se tomó la libertad de remover algunas imágenes para palpar la calidad del papel. Ama sacó las fotos que había tomado de niña, varias eran de alguna plaza, y de su escuela. Algunas fotografías pretendían ser artísticas, pero lo mejor era encontrar cotidianeidad en ellas. Ahora entendía a su vecina cuando hablaba, eran cuadrados de 10x10cm que transmitían una tranquilidad e inocencia de solo verlas.
Vio pasar una fotografía de las mariposas que siempre visitaban la ventana. Era un atisbo de belleza y significado a su pequeño mundo.
Melissa sostuvo una de esas fotos sin animarse a soltarla.
—El otro día fui a una marcha y tomé estas. —Encendió la cámara—. Aún no las revelo.
De la misma manera, fue pasando una por una, Melissa fijaba la vista en los carteles, las personas desconocidas cantando por alguien que ya no estaba en este mundo, había un collage de imágenes de los asesinados.
Todo se veía tan crudo, confuso y triste en su cabeza.
—¿Qué opinas de esta realidad? —Se refería a la de las fotos.
—Sin duda es algo desconocido para mí, pero no por eso soy incapaz de sentir empatía. —Antes de continuar bajó la cámara a su regazo—. Hablé con un par de familias para comprender mejor su lucha, sentía hipócrita llorar si no lo viví, pero no podía evitarlo. Solo imaginar como fue para ellos perder a alguien de una manera cruel, me hizo doler el pecho. Sabes que soy demasiado emocional...
Ama levantó la cámara para seguir mostrándole las fotos.
—Pero, al menos, estar ahí me inspiró a escribir una nota de lo que sucede. Estaba cansada de encontrar en la red todo lo malo de las marchas y nada que fuera real. Me borraron el post después de un día, traté de volver a subirlo, pero me suspendieron la cuenta.
—Eso es extraño. —No es que no le creyera, sino que le parecía algo muy controlador.
—Odio este lugar, que no se hace cargo de los demás sectores.
—Espera...
—¿La conoces?
Melissa le obligó a detenerse porque acababa de ver a Lilian en una fotografía. Tenía una bandera roja alrededor de sus hombros y estaba saltando junto a dos personas que la tomaban de las manos.
—Es la chica de la barra. ¿No la recuerdas?
Ama miró la imagen con detenimiento, pero era mala recordando caras.
—Puede ser. ¿Estás segura? —Ama hizo zoom a la foto y la volvió a alejar—. Entonces, podemos suponer que está a favor de la reforma, recuerda presentármela.
—Por ahora está de viaje.
—Está bien, puedo esperar. —Comenzó a guardar sus fotos de forma ordenada y le pidió a Melissa la que tenía en la mano—. ¿Harás algo a la tarde? Necesito ir a un lugar.
—Iris vuelve a su sector y pasaremos la tarde juntas.
—Oh... —se detuvo, interesada—. ¿Cuándo vendrá de nuevo?
—No lo sé.
No quería enfrentarse a una despedida, de nuevo.
—Entonces deberías ir con ella todo el tiempo que puedas... ¿Qué haces aquí?
Melissa se volvió a recostar mirando el cielo y la tironeó a su lado. La caja cayó en el césped.
—Dijo que quería dejar las cosas en orden y vendría apenas se desocupe.
Ama sonrió comprendiendo.
—Por eso la esperas afuera.
—En parte —admitió.
—Puedo distraerte entonces... ¿Sabes? —Recostada, como estaban ambas, Ama comenzó a danzar con las manos mientras explicaba—. ...estuve pensando en algo... El otro día volví al Ministerio y me encontré con un grupo que hace arte subversivo, los grafitis duran poco así que algunos esconden mensajes en los murales y en la música. Fue así como organizaron tomar la plaza el fin de año pasado, nadie pudo detectarlos y se impusieron.
—Oh... —Nunca había pensado que podía hacer arte para los rebeldes.
—La cuestión es que les dije que estoy interesada, después de que me banearan la cuenta sentí que mi esfuerzo estaba perdido y tenía muchas ganas de contribuir. Me dijeron que ya no me dejarían tener cuenta dentro de poco así que debía hacerlo de otra manera. Como el arte es una buena manera de distribuir información clandestina, pensé en comenzar a hacer arreglos con el violín. Creo que es un gran propósito para aplicar todo el tiempo que creí que había perdido... tal vez para esto tomé tantos cursos.
—Suena peligroso... —Fue lo primero que pensó Melissa.
—El mundo afuera es peligroso ¿Verdad? —Volvió a tomar su libro—. Si aquí adentro también es peligroso, entonces algo está funcionando completamente mal y todos lo sabemos, solo que no lo admitimos...
Abrió la pagina en donde estaba el separador.
—Me dijeron que una manera era tomar un libro y con las palabras dependiendo la página, construir ya sea un código numérico al que le asignaré luego las letras o usar anagramas, aunque esto es más obvio y solo se puede usar en palabras precisas. Hay todo un procedimiento a seguir, así que estoy tratando de inspirarme para mostrarles lo que puedo hacer y ayudar a la causa.
Melissa casi se sintió ofendida, ella nunca había podido tomar una postura, siempre pensó que solo eran agitadores sin más impulso que destruir. Nunca había ido a una marcha porque no se animaba a estar sola entre multitudes.
Creyó que, como lo terrible ya le había sucedido, solo quedaba avanzar... nunca se detuvo a pensar cuál fue el motivo por el que de niña estuvo expuesta a tanta violencia.
Por otra parte, sentía que Ama hacia esto solo por la emoción de ir en contra de sus padres... ella no sabía del peligro real afuera, nunca la había tocado de cerca. No como a ella, ni como a Celia, ni como a ninguna de las chicas del grupo.
—¿Por qué te arriesgarías tanto por algo que no te afecta?
Ama mostró confusión por su pregunta inesperada.
—Hasta ahora sentí que había desperdiciado mi vida solo siendo clon de mis padres... No tienes idea de lo mucho que esto me importa, tal vez no sea lo peor si muero en el intento de hacer algo que cambie el mundo, porque es la primera vez que me siento realmente viva.
Iris llegó al atardecer, justo después de que Melissa viera a Ama salir de su casa con el violín en su espalda y escabullirse entre las luces.
Melissa cerró la ventana y corrió hacia la entrada. Se había puesto un vestido floreado ancho y medias cancán blancas.
Lo primero que vio al abrir la puerta fue una bandeja de algún extraño invento culinario cubriendo el rostro de Iris.
—Un sándwich helado —anunció bajando la bandeja y dejando descubierta su sonrisa.
—¿Qué es eso? —Melissa rio de forma tierna ante su ocurrencia.
—No te burles de mi invento, debes probarlo para juzgar.
—¿En qué momento hiciste esto?
Le quitó la bandeja para que Iris pudiera acomodarse, pero ella le interrumpió.
—Mejor lleva mi bolso, yo me encargo de esto.
Le quitó el bolso y lo dejó en su pieza lo más veloz que pudo. Cuando fue a la cocina, vio como Iris se había tomado la libertad de servirle una porción.
Se acercó a ella y aceptó una cucharada. Como sospechaba, era una torta helada de tiramisú con galletas de vainilla, pero parecía que Iris la había destruido para darle forma de sándwich y estaba excesivamente congelado.
Aunque estaba delicioso, no hacía tanto calor y sentía cómo se le congelaba hasta el cerebro.
—Es demasiado —confesó Melissa.
—Debes probarlo por completo. Es el combo especial de Iris.
Iris se acercó y, con un gesto cargado de cariño, sujetó su rostro. No tardó en besarla. Su lengua era tan tibia culpa del helado y la sensación de calidez era intensa. Podía sentir como el calor de ese beso derretía cualquier duda que cruce por su cabeza.
Melissa sabía que eso sería el comienzo de una irrefrenable adicción que nunca la dejaría saciada. Era suave y delicado, tierno y salvaje al mismo tiempo. Tan hermoso en todas sus formas, como Iris misma. Le encantaban esos labios dulces llenos de vida y amor. Separarse de ellos sería su ruina.
En ese momento no quería estar en ningún otro lugar.
Iris se apartó poco a poco. Sus manos seguían en la nuca de Melissa, sus narices se rozaban, pero sus labios se habían dado un respiro.
—¿Puedo seguir? —consultó con un tono tentador.
¿Hasta dónde? Melissa no lo sabía, pero quería probarlo. Amaba las maneras que tenía Iris de despejar su mente y dejarla en blanco. Solo existiendo, solo viviendo. Su cuerpo completamente consciente dedicándose a sentir.
—Sí —se decidió.
Iris volvió a besarla, esta vez con más suavidad. Cuando acarició su espalda, un cosquilleo la recorrió y se vio tentada a soltar un respiro fuerte.
La guio hasta la puerta de su pieza y cayeron en la cama antes de notarlo.
La tensión se sentía palpable en el aire, la respiración agitada de Iris le hacía cosquillas inexplicables. Su tacto parecía mandar sobre su cuerpo, irradiaba calor en donde apoyaba las manos.
Melissa se acostó sobre Iris ejerciendo una suave presión al unir sus cuerpos. Sus besos eran torpes, con un poco de hambre y desesperación.
Quería entregarse a esta persona que la hacía sentir en sincronía con ella.
Iris estaba a punto de quitarle el vestido, pero Melissa detuvo sus manos con suavidad. Un manto de incertidumbre se extendió entre ellas por un segundo hasta que Melissa encontró las palabras para expresar lo que sentía.
—No estoy muy segura. No creo que sea la mejor manera de despedirnos... me dejará confundida —susurró siendo honesta, aunque también sentía un poco de temor por decepcionarla.
Iris besó sus hombros.
—Está bien —asintió deteniéndose definitivamente.
La ayudó a tomar lugar a su lado, y se recostó conteniendo su deseo. Reconocía lo importante que era respetar los tiempos de Melissa. No podía explicar la sensación que crecía en su pecho, pero sabía que quería proteger a su amiga.
—Me gusta esa sonrisa —dijo Iris, sus dedos trazaban caminos por las mejillas de Melissa.
La rubia seguía embriagada por la cercanía. Agradecía no haberse incomodado. Iris no le hizo sentir que había arruinado el momento.
Extrañaría sentirse a salvo de esta manera, donde alguien no la juzgaba por decir lo que sentía.
—A mí me gusta todo de ti.
Melissa aproximó su cuerpo, si es que podía hacerlo aún más, logrando que su rostro quede alineado sobre Iris. La abrazó con ambos brazos e Iris la imitó.
El calor de sus pieles seguía intacto así que, esta vez fue ella, la que acercó sus labios a los de Iris.
Este beso era distinto, más lento. Era una promesa, una petición por lo que vendría... una celebración de su conexión única. Un ruego al cielo implorando que no termine.
Podía sentir los latidos de su corazón cuando se recostó en el pecho de Iris. Se sentía resguardada y sin duda era su lugar seguro.
—Tal vez, más adelante puedas venir conmigo.
Melissa negó con la cabeza.
—Me quedan tres años más en la universidad, después de eso deberé pensarlo.
Iris acarició su cabello de manera lenta.
—Podría ir y venir por tres años. No será mucho, el tiempo aún nos ama.
—No puedo ni decir cuánto voy a extrañarte...
La apretó entre sus brazos. Por primera vez, Melissa sentía que estaba lista para amar sin arrepentirse.
Iris sentía algo similar, había podido encontrarla después de tanto tiempo y la tenía entre sus brazos. Se aferró a su cuerpo como si el calor de su tristeza se fundiera con el de Melissa.
Podía sentir cómo las lágrimas de Melissa ensuciaban su ropa, eran un recordatorio tangible de su vulnerabilidad.
Como un susurro que expresaba sus tormentos más internos.
Los sentimientos eran contradictorios, pero no por esto confusos. Sus besos tenían amor, tenían tristeza, y, también, tenían en común, el desesperado deseo que su amor trascienda más allá de este momento.
Holiis mariposas!!! ¿Cómo van? Yo algo confundida por cómo va la vida. Hay días buenos y días malos, pero lo importante es tratar de mantenerse haciendo lo que nos gusta. Cumplir como sea nuestras obligaciones así podemos hacer algo que nos hace feliz sin culpa.
Así que estoy en eso. La historia ya tiene el esqueleto de lo que va a ser el final, y sé que me tomará algo de tiempo concretarlo. Estoy emocionada porque estoy trabajando en actualizar la portada y los banners de cada capítulo. También hice picrews de mis bebés, y me gustaría compartirlo más adelante.
Aquí la canción del cap:
https://youtu.be/GHQRy3DXjGw
Nos vemos antes de Navidad! Un abracito-
~Brisa
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