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20. La vida te arrastra


La frescura de la noche la obligó a despertarse. De manera cautelosa, Iris se sentó para buscar la frazada amontonada a sus pies.

La habitación de Melissa no estaba a oscuras por completo. La luz de la calle atravesaba las cortinas. Aun así, le costaba ver porque estaba soñolienta y con la mirada nublosa. Encontró las esquinas de la frazada y se apresuró en acomodarla para cubrir a Melissa con ella.

—¿Puedes abrazarme? —la rubia preguntó de repente.

Todo ese tiempo, Iris pensó que estaba dormida, así que no pudo evitar dar un sobresalto que le robó una pequeña risa a su amiga.

Se arrimó a ella, pasó uno de sus brazos sobre la cintura de Melissa y usó el otro como almohada. La atrajo a su cuerpo hasta hacer contacto con toda su espalda y juntó sus piernas a las de Melissa, enredándolas con el calor que emanaban.

Melissa trató de girar su rostro para hablarle, pero no quería moverse demasiado para no desarmar esa posición cómoda que había obtenido.

—¿Qué harás mañana? —preguntó.

—Me voy temprano, pero estaré contigo antes de que notes mi ausencia. —Iris besó su cabello luego de decirlo.

—Tengo una sesión grupal por la mañana, así que podrías buscarme para almorzar —susurró con la voz cansada.

Con su mano derecha, sujetó la de Iris y entrelazó sus dedos. Iris bostezó y refregó el rostro en el cabello de la rubia para acomodarse.

—Secuestro en el almuerzo, entendido.

—Será mejor para mí si es un lugar para pintar, necesito terminar un lienzo antes del veinte.

Cerró los ojos con plena confianza. El sueño la estaba llamando.

—¿Qué hay el veinte? —consultó Iris.

—Una amiga va a cumplir años.

—¿Quién? ¿Podría acompañarte?

—Todavía no me dijo si haría fiesta. Además, para esa fecha ya te habrás ido.

Iris se refregó los ojos y recordó que sí lo haría. El dieciséis debía volver a casa. Tendría que esforzarse en obtener más sesiones en el sector central si quería ver a Melissa más a menudo.

—Está bien. Entonces buscaré un lugar así. —Iris no tenía energía para insistir—. ¿Quieres comer algo en especial?

No hubo respuesta, Melissa se había dormido. Su respiración suave se volvió constante entre sus brazos. La contuvo guardando ese recuerdo en su memoria.

Su cuerpo tibio estaba unido a ella y, al tenerla así, se sentía fuera del mundo en el que había estado todos esos años.

Iris también había puesto en pausa su vida, había albergado tantos años la sensación de dejar una parte de sus emociones escondidas en un cajón. Melissa era experiencia incompleta y una parte en su historia que debía llenarse.

Se aferró más a ella, valorando sus minutos de lucidez y dejando a la oscuridad como testigo antes de desvanecerse en un sueño profundo.

Melissa despertó y no encontró a Iris. No había cosas suyas ni por error en el cuarto. Al mirar el teléfono, notó que había dormido las horas que debía.

Curvó los labios en una sonrisa al ver una nota en su mesa de luz. En letra desprolija y escrito con delineador de ojos, decía:

"Iré a buscarte cuando salgas de tu sesión, no te muevas."

Se rio, porque Iris tranquilamente podría habérselo enviado por mensaje.

Cuando se despidió de su tía, le sorprendió encontrar a Celia apoyada contra la pared de la entrada de las reuniones, siendo que era tan temprano. Tenía un abrigo largo y claramente había llegado mucho antes que ella.

La saludó con un gesto, pero al intentar entrar la voz de Celia interrumpió su paso.

—¿Por qué sigues viniendo aquí? —dijo con voz ronca. Una voz, que había llorado y gritado hasta el cansancio.

—¿Qué?

—No me malentiendas, pero no siento que ayude en nada. Sólo lo hago para no tener que ver a mi madre compadeciéndose todo el día.

Sus palabras se pusieron delante de ella y la obligaron a detenerse. No había respuesta correcta.

Melissa sabía que le costaba tanto vivir, pero estaba segura de que no quería morir. Quería mejorar por ella misma, porque ya era hora. Se lo debía a su cuerpo y a su alma.

—Porque es lunes. —Celia la observó con evidente confusión—. Vengo porque es lunes y sigo viva.

—Parece un motivo válido. Pero no me ayuda.

—Lo siento, yo no puedo ayudarte. Me parece injusto que ya pasaron ocho años y la herida sigue sintiéndose muy cercana. No creo que el tiempo realmente ayude, pero venir aquí lo alivia un poco.

—No debe estar funcionando para mí.

—Sé que no quieres escuchar esto, pero créeme, encontrarás la manera de sobrevivir. Tal vez ahora no lo ves, pero es nuestra vida, sigue siendo nuestra. Al menos eso no nos quitaron.

Celia jugó con su arete antes de sacar un paquete de cigarros. No tardó en llevar uno a la boca para encenderlo. Melissa observó esos dedos mordidos, las uñas desgastadas y la carne rosada que no dejaba cicatrizar.

—No quiero esta clase de vida —dijo Celia—. Me siento rota, descompuesta, es como si toda parte de mí se hubiera ido y solo quedó el cascarón. —Dio una calada larga en una pausa similar—. Tienes que admitir que es una vida de mierda.

—Realmente te gusta esa palabra. —Se mordió el labio—. Nos resta solo vivir, Celia. Es lo único de lo que nos queda elección.

—¿Quieres apoyarte aquí?

Celia se movió un poco a la derecha haciéndole espacio, Melissa se recargó en la pared mirando hacia el frente. Aún faltaban diez minutos para que comience la reunión.

—Yo tenía una amiga —dijo Celia de repente —ella era como una hermana para mí, "la pelirroja", todos le decían así, aunque para mí ella era Jenna, la que tenía tres lunares en sus costillas y solía presumirlos como si su perfecta simetría fuera mérito de ella.

—¿Ella murió?

—No, no murió. —Endureció su voz de golpe—. La asesinaron.

Su rostro perdió el color que le quedaba al decir esas palabras, pero su voz no se quebró como la vez que habló de ella misma. Es verdad lo que dicen, cuando se trata de alguien que amas, intentas mostrarte más fuerte.

—Ella intentó gritar, pero no nos dieron tiempo y ya tenían sus manos presionadas en nuestras bocas. Nos subieron a un auto que olía asqueroso. No soporto los autos, sus ruidos, ni estar aquí...

Justo un auto tocó bocina a otro en la calle de enfrente haciendo que Celia haga un sonido claramente molesto. Melissa volvió la vista y guardó silencio porque temía interrumpir y cortar las palabras de Celia. Era la primera vez, que ella supiera, que se abría con alguien y contaba cosas que sobrepasaran una oración.

—Fue en Vlinder, nos llevaron a unos de estos callejones abandonados por la vida y así como una nube basta para ocultar el brillo de la luna, así la quitaron de mi vida. —Dramatizó con sus manos un movimiento brusco—. De golpe. Recuerdo que esa noche había luna llena y solo podía pensar en esa estúpida metáfora y sentirme culpable de hacerlo. Me odio tanto por ser una idiota.

—No es nuestra culpa pensar lo que pensamos en esos momentos...

—Lo sé. Gracias a ella pude escapar de ahí, y solo no me torturo de haber sido tan cobarde porque sus últimos gritos me pidieron que corra. Realmente hubiera deseado poder hacer algo más.

—Ella te dijo que corras. Entonces eso querría: que sigas viviendo.

—Ella querría que los mate.

Las dos se quedaron en silencio un momento. Melissa no podía tener una postura rígida porque a su monstruo lo había asesinado su pueblo en un ataque de enojo por no tener justicia. Ella no tuvo voz ni voto, y creía que era mejor así.

Si el monstruo estuviera vivo, su vida sería mil veces más complicada. No descansaría en paz hasta saberse libre, y, por esto, entendía a Celia.

Era inimaginable pensar cómo hubiera sido su vida de perder a Iris. Cualquier cosa que dijera, no iba a alcanzar a Celia, su angustia era asfixiante, su auto-odio comprensible y difícil de desarmar.

Siempre se dijo que abusan de ti dos veces, la primera cuando te quitan el derecho sobre tu cuerpo, y la segunda cuando no se obtiene justicia y se vulneran tus derechos. En la mayoría de casos tomaba años llevar a juicio a los culpables e incluso si se obtenía un fallo a favor nunca sería suficiente.

Nadie te devolvería todo lo que te quitaron.

—Me llamaron para reconocer su cuerpo. Los tres lunares que ella solía tener en sus costillas estaban en este cuerpo que nunca más iba a tener su alma. Un soplete había sido el responsable de deformarle la cara y volverla irreconocible para cualquiera, pero yo sabía que ahí había estado mi amiga.

Tiró la colilla de cigarrillo al suelo para apagarlo y lo levantó para ponerlo en el bote de basura. Cuando regresó se encontró con los ojos grises de Melissa.

—Todos ponen la misma cara cuando se los cuento. Les resulta fácil decir que viva, pero no podrían hacerlo.

Se recargó en una pierna esperando unas palabras que nunca llegaron. Melissa se quedó sin saber qué decir, todas las opciones parecían incorrectas, incluso el silencio.

—No se puede cambiar el pasado. La vida sigue y te arrastra con ella, aunque necesites una pausa, pero vivir no es suficiente para mí —continuó Celia.

Melissa se llevó la mano a la garganta por instinto, ella misma había pensado en eso muchas veces, más cuando el recuerdo del monstruo se sentía en su piel con intensidad.

—"Pobre Celia", dicen, y creen que es suficiente para dejar el tema correr. No hablo de ella para que se apiaden de mí. No lo hago. En mi casa, nadie quiere hablar realmente de ella y no me parece justo. Todos quieren centrarse en mí porque estoy viva, pero, la verdad ¿es absurdo no?

—¿Qué cosa?

—¿Tú no sientes demasiado enorme esta barrera del antes y después? ¿No te parece que antes tuviste una vida tan distinta que no parecieras ser tú realmente?, y eso, es uno de los motivos por los que no sé qué hacer ahora... —arrastró su voz derrotada.

—Siento eso cada día.

—Lo peor es que nunca volveremos a ser lo que éramos.

—¿Cuál crees que sea la solución?

Preguntó por cortesía, ella sufría todos los días no poder ser la misma que había sido alguna vez. En algún punto, lo mejor sería resignarse.

—Matarlos. No merecen seguir con vida. Me hará sentir mejor saber que pude hacer algo por ella.

No había esperado esa respuesta, porque nunca había tenido que pensar en eso. ¿Qué hubiera hecho en su lugar? ¿Alguna vez habría tenido el valor de levantarse en contra del monstruo, de haber pensado que eso le haría sentir consuelo? La respuesta era clara. Nunca hubiera tenido la determinación que Celia tenía en su mirada. Una rabia feroz que deseaba quebrar el mundo.

—¿Sabes quienes fueron?

—Ya sabes cómo es, sus rostros no es algo que olvidarías tan fácil. Están hasta en tus pesadillas si se te ocurre pensar en superarlo.

Melissa nunca iba a superar la sensación de las grandes manos que apretaron su cuello mientras ella grababa ese rostro en su memoria para siempre. Se limpió unas lágrimas que no había notado, antes que Celia las vea y pueda molestarse.

Un par de chicas entraron por el portón saludando a Melissa y luego bajó de su auto la psicóloga encargada. Ya estaba por ser hora de que comience la reunión.

—¿Vienes? —preguntó Melissa, pensando que sería tan bueno para Celia decir todo lo que le dijo en el círculo, porque de seguro la directora tendría las palabras correctas para ella.

—Creo que hoy no entraré. ¿Quieres pasear conmigo?

Melissa apretó la tira de su bolso con la mano.

—No puedo, en realidad, necesito estas sesiones.

—Está bien, nos vemos el lunes.

No supo que responder. Cuando menos lo notó, Celia desapareció entre la multitud del lunes por la mañana, dejando unas ideas extrañas sembradas en su mente.

El restaurante que encontró Iris era pequeño y estaba decorado con cuadros de pinturas abstractas, las cuales no eran las favoritas de Melissa. Tenían una mesa lo suficientemente grande como para que entre un pequeño atril con pinturas incorporados en él y la bandeja de pollo frito con papas y tiras de queso que pidió Iris para las dos.

—¿Crees que sea posible que coma mientras pinto? —sería un desperdicio no ensuciarse las manos con ese pollo frito.

—Pídeme una porción cada que lo necesites y te lo daré en la boca. Tú pinta tranquila. —Iris se adueñó de su tenedor y le entregó pinceles a Melissa.

—Si tanto insistes.

Aprovechó en buscar en su teléfono el paisaje que Lilian le había enviado. No estaba segura de que estilo de pintura le gustaría, pero tratar de replicarlo podría estar bien. Recordaba que las paredes de su cuarto eran negras y la paleta de colores, sin contar el maquillaje, era oscura.

Podría pintar una obra digna del periodo barroco, o darle un poco de color a su lúgubre habitación. Buscó una brocha para pintar la base.

—¿De quién era el cumpleaños? Creo que anoche no lo dijiste.

Levantó la vista del lienzo para encontrarla. Iris le ofreció la primera porción de pollo y tuvo que masticar antes de responder.

—Lilian, —abrió la boca pidiendo una papa y la tragó antes de seguir—, no la conoces. Era mi compañera en la cafetería, creo que vuelve después que te hayas ido.

—Parece que no la conoceré pronto.

Melissa sujetó su pecho pensando que ya no sentía que desbordara la presencia de Lilian, tal vez el deseo estaba terminando. Realmente no creería en la magia si alguien se lo contara.

Un deseo imposible la había enlazado a Lilian y ahora sentía el lazo debilitarse. Ella le había dado un pequeño empujón para animarse a tener opciones y elegirlas. Magia, algo que siempre había anhelado de niña.

La música fue lo más cercano a sentirla, con ella olvidaba los golpes de su padre a su madre, olvidaba el ruido del otro lado de la puerta. Los audífonos explotaban en sus oídos para ignorar el mundo exterior, escuchar música, sin duda la transportaba a otro mundo.

Lo horrible fue darse cuenta de que nunca podría hacerlo realmente. Estaba condenada. El mundo en que había nacido era cruel e injusto, y, por supuesto, se encargó de que ella lo supiera por siempre.

—¿Qué opinas de la justicia por mano propia?

Iris no intentó ocultar que la tomó por sorpresa y se ahogó con sus papitas. Después de recuperar su dignidad y compostura tomando agua se quedó meditando unos segundos antes de responder.

—¿Por qué? Eso no está funcionando, —Iris movió el tenedor de manera amenazante—¿Sabías que la mayoría de casos en dónde consiguen "vengarse", digamos, van presos y su juicio tiene menos trabas? Es como si el mundo estuviera hecho para los malditos.

—Que horrible.

—¿Por qué lo preguntas?

—Nada, solo se me ocurrió... como ahora todos hablan de la nueva propuesta.

—Llevaría años perfeccionar eso para que sea justo.

—Ahora tampoco es justo, Iris.

Ella le acercó un refresco con sorbete para que Melissa se hidrate.

—¿Sabes? Por mucho tiempo pensé que quería morir, pero llegué a la conclusión que sólo quiero dejar de sentirme así... quería tanto ser normal, pero no hay "normalidad" después de eso.

—¿Qué es lo normal en realidad? Todos cargamos con una mochila de sufrimiento, ya sea por malas decisiones o porque alguien nos lastimó.

—La vida... —susurró dando una pincelada, pensando en Celia, la vida no era suficiente para ella, pero ¿cómo no podía serlo? Era lo único de lo que le quedaba control—. No quiero pensar como "normal" haber tenido que pasar por algo así en mi vida.

—Me refiero que lo normal es ocultarlo, y no creo en la frase que dice: "eres fuerte por lo que te hicieron". No. Melissa, tú estás aquí a pesar de lo que te hicieron. Por ti misma.

No esperaba escuchar esas palabras de Iris, en su ignorancia pensó que su opinión derivaría en consolarla por el mundo. Le alegró encontrarse de nuevo a la Iris vivaz que era su soporte.

—Creo que te quiero.

—No seas cursi. —Iris le ofreció una de las ultimas porciones de pollo con el rostro sonrojado.

—Quiero dibujarte en este momento.

—Por favor, para. —Le extendió la mano con la palma abierta para ocultar su cara.

—Cuando llegue a casa, lo primero que haré será buscar el cuaderno que me regalaste y te dibujaré exactamente cómo estás ahora.

—Voy a golpearte.

Iris era la chica que conocía todos sus secretos. Se había esforzado en hacer que la pausa entre ellas pareciera no existir, y se sintiera como si su compañía hubiera sido una constante en su vida.

Pero el tiempo siempre era caprichoso, tanto el amor como el sufrimiento eran capaces de detenerlo y volver eterno un instante. Ser consciente de esto y tener un registro de lo que hacía con sus días era el pasatiempo preferido de Melissa, aunque no lo desee siempre estaba pendiente de las horas. Y era consiente de los días que pasó lamentándose del tiempo perdido.

Tal vez Celia tenía razón y la vida te arrastra, pero Melissa podía elegir los instantes de su vida que quería disfrutar y conservar en su memoria.

Dejó a un lado su pincel para tomar la mano de Iris. No quería pensar que le quedaba poco tiempo con ella. Quería congelarse en ese momento.

Luego volverían las rutinas y las obligaciones, ahora disfrutaría cada pequeño gesto, cada palabra y cada caricia.

Iris le hacía valorar cada segundo que se sentía querida, y por eso Melissa agradecía haber elegido vivir.

Hola mariposas!

Mood: Melissa. Estoy feliz porque saqué 94 en un examen de análisis matemático en la facultad. Debo confesar que extraño muchísimo escribir. Ando sin computadora y eso dificulta todo. Y, por otra parte, estoy tan contenta por la cantidad de personitas que se detuvieron en mi historia.

Congelemos este instante. Aquí estoy feliz con mi progreso, en paz con mi cuerpo y mi mente, y agradecida de elegir vivir. La vida es muy difícil, y de vez en cuando, entre tanto desastre hay cosas que valen la pena. Un libro inesperado, una canción que nos transporta, cada uno puede encontrar su lugar seguro y para eso debe conocerse y hacer un recorrido introspectivo.

Les comparto mi nueva obsesión:

https://youtu.be/wRtYroYt0Kk

Los quiero tanto!!

Nos vemos pronto.

~Brisa

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