16. Una gota de problemas
PARTE 2
Todos somos mariposas. La tierra es nuestra crisálida.
~LeeAnn Taylor
Todo hubiera marchado con normalidad, de no ser por esa llamada.
Aunque normalidad era una palabra muy confusa para Melissa, ya que la suya se basaba en tomar las pastillas a horario y esperar que hagan un milagro después de una recaída.
Pero esa tarde comenzó por desconcertarla.
Lilian le había respondido al fin con un mensaje. En primer lugar, lo que le sorprendió fue saber que había salido de la ciudad: estaba de vacaciones en Enlapper. Con eso pudo dar fin a su preocupación después del fracaso en sus intentos de ponerse en contacto con ella.
En segundo lugar, y lo que más la había descolocado fue lo que sintió. Algo tan indescriptible como un nuevo espacio que apareció de la nada en su cuerpo. Una sensación de vacío, de desamor y fragilidad; sentimientos que no le correspondían a ella.
Acercó la mano a su pecho y de alguna forma supo que esas emociones le pertenecían a Lilian. No era casualidad que justo después de su mensaje haya comenzado a sentirlas.
Levántate, decía su mente mientras ella estaba hundida en su colchón. Pregúntale. Llámala. Se giró en la cama sintiendo muy ajeno el dolor en su pecho. Las lágrimas que asomaban ya no eran por lo que sucedió con Iris, sino por emociones intrusas que no terminaba de entender.
Pensó que, tal vez, intercambiarían cuerpo de nuevo. Pero luego de diez minutos nada pasó, así que le hizo caso a las órdenes que salían de su cabeza.
Melissa
¿Estás llorando?
Vio cómo su mensaje fue entregado y leído. Después de unos segundos, le pareció muy estúpido ser tan extraña y directa al preguntarle eso.
Lilian
Un poco.
Pero la respuesta le sonó aún más rara. La presión en su pecho... ¿Podía ser de ella? De cualquier forma, iba a averiguarlo. Saber que había acertado le daba escalofríos.
Melissa
Yo ya terminé de hacerlo.
Lilian
¿Estás bien? ¿Qué pasó?
Melissa
No encontré mis pastillas a tiempo.
Los ataques de ansiedad son frecuentes en estos meses para mí.
Estar detrás de una pantalla al mensajear con Lilian la hacía sentir segura, no tenía que mirarla a los ojos o sentirse juzgada. Además, sabía que ella la comprendía: o por lo menos, intentaba hacerlo.
Lilian
Quizá yo también necesite de esas pastillas.
Melissa
¿En serio?
Lilian
No, dije una estupidez. Lo siento.
Melissa
¿Por qué llorabas? ¿Puedo llamarte?
Fueron menos de cinco minutos, pero Melissa percibió la dolencia en su pecho mermar. Así como baja la espuma de un refresco, con suavidad y evaporándose.
Lilian
Estoy llena de mocos y mi voz suena horrible. No querrás escucharme.
Melissa
No me importa.
Lilian
Puedo escribírtelo por aquí.
Melissa
No veo que lo hayas hecho aún.
Lilian
Quizá porque lo que me pasa a mí es más insignificante que lo tuyo. No quiero hacer drama. De seguro hoy tuviste un día horrible que te hizo necesitar las pastillas... ¿Te cortaste otra vez?
Melissa
Lilian, sufrir no es una competencia! Así solo creas que tus problemas son insignificantes, tu dolor es tan válido como el mío.
Lilian
Está bien, cambié de opinión.
Me gustaría escuchar tu voz retándome por llorar.
Melissa acercó el celular a su oído y se recostó boca arriba apenas marcó la llamada. Podía sentir el resto de espuma en su pecho, una angustia suave. Una ola de mar que se alejaba de la arena.
Pensó en reconfortar a Lilian, en descifrar su tristeza. Distraerla. Y, por qué no, en distraerse también.
—¿Cuántos días vas a estar ahí?
—Solo hasta el domingo de la próxima semana, debo volver antes de mi cumpleaños —respondió casi en un susurro. Como había dicho, su voz sí sonaba congestionada.
—¿Fuiste al lago? Mi tía dice que es más grande que el de Okre, y tiene buenos restaurantes en los muelles.
—No, no fui. ¿Conoces Okre?
—Tenía paisajes lindos.
—¿Tu... amiga también es de Okre?
De alguna manera Melissa percibió su voz temblorosa.
—¿Mi amiga?
—Olvídalo, creo que me confundí.
—No, sí, tengo una amiga de Okre. Pero pensé que no la conocías, ella vino justo cuando ya no trabajabas conmigo.
Melissa también tenía la voz rasposa. La aclaró alejando el teléfono, para no distraer a Lilian.
—Gema me comentó que es una modelo famosa o algo así...
Otra vez la espuma comenzaba a crecer. Era eso, Lilian estaba triste por alguna cuestión con ella, por eso también la había visto a Gema salir apurada. Todo tenía sentido.
—¿Gema te lo dijo...? ¿Por qué...?
Lilian no quería que supiera sobre sus absurdos sentimientos así que cambió de tema, a algo que también la hacía sentir mal.
—Le dije cosas horribles a mi mamá. Lo peor es que siento que debía hacerlo. —Interrumpió de repente.
—¿Qué? ¿Qué pasó?
Iba a ignorar el asunto con Gema un momento, estaba por preguntarle si había discutido con ella. Pero al parecer también lo hizo con su familia.
—Es por eso que lloraba.
—Oh, es por no ir a la cena ¿verdad? Lo siento tanto, si no fuera por ese estúpido deseo...
—...Tal vez arruinaba el día familiar —completó interrumpiendo—. En el fondo no quería ni asistir. No es por ti que mi familia me haya presionado.
Melissa dio un suave golpe en su frente con el puño cerrado, se sentía molesta consigo misma. Impotente.
—Fui una gota en tu vaso de problemas.
—Una gota oportuna. Gracias a eso estoy en este viaje, pero siento que no lo merezco.
—Por lo que vi cuando estuve ahí, tus padres son atentos contigo. De seguro también están pasándola mal por discutir.
—Nunca había visto a mi madre así, y encima hui como una cobarde.
—Es lo más lógico si te sientes presionada.
—No debería estar aquí.
—Lilian, disfruta ese viaje. Te prometo que, cuando vuelvas, vas a tener muchísimo tiempo para arreglar lo que quieras arreglar.
—Mi padre me dijo lo mismo.
—Ya somos dos contra una.
Oyó su suspiro pesado golpear el micrófono. Y al final fue apagado por una risa repentina. Una que demostraba tristeza y emoción, si eso era posible.
—Es que... no había salido de Farasha, es muy caro... en mis cálculos con mis ahorros recién iba a poder hacerlo en diez años. No sé qué hacer...
—Busca un lugar secreto y tómale una foto.
—Hablo en serio. Solo quiero que se detengan estos pensamientos molestos.
—Yo también hablo en serio. Salir a despejarse es lo mejor. En Okre me escabullía a pintar paisajes antes no explorados, en vez de...
Apretó los labios. No tenía que confesar por qué hacía lo que hacía. El maltrato de su padre a su madre la mantenía afuera todo el día. E Iris siempre la acompañaba.
—Me gustaba mucho la naturaleza.
—Eso suena hermoso. Lástima que en Farasha solo hay edificios.
Su cabeza se detuvo con su voz, los flashes del pasado se remplazaron con la imagen de Iris pintando en aquel parque.
—No es verdad, conocí un lugar. Cuando vuelvas podemos explorar un poco. Algo bueno debe haber.
—¿Saldrías conmigo?
—Sí. Pero primero debes tomar una foto de un lugar en Enlapper que te encante y prometo tenerlo en pintura para tu cumpleaños.
—Ya arruinaste la sorpresa.
Tuvo ganas de reír por el tono de Lilian, pero la ilusión de pintarle algo como regalo pudo más. Planeaba convertir esa foto a su estilo de arte, de hace tiempo solo pintaba paisajes de esa manera. No podía perderse en la naturaleza como antes; pero eso no significaba que haya abandonado la práctica.
—¿Cuántos cumples, Lilian?
—Dieciocho.
—¡Oh! Eres muy pequeña, pensé que tenías mi edad.
—¿Qué? ¿Tú no eres menor que yo?
—¿No viste mi currículum?
—No, solo quería un remplazo rápido.
—Mejor, los menores no deben trabajar...
Se escuchó deslizar algo en tela del otro lado. Instintivamente Melissa también se acomodó en su cama para taparse con el cobertor. Su ventana dejaba pasar a la brisa nocturna.
—¿Tú por qué llorabas?
Sujetó un mechón corto y lo lanzó detrás de su oreja. Iba a ser sincera, no tenía que ocultarse con ella. Se habían visto las marcas mutuamente.
—Porque recordé algo horrible.
—La memoria es una mierda —dijo, y Melissa apreció que no pida detalles.
—Sí, la mayoría de veces.
—Si te suceden diez cosas buenas y solo una mala, es la única que recordará —protestó del otro lado.
Mientras más tiempo pasaba, la conversación se volvía profunda y, de a ratos, trivial. La voz de Lilian ya no cargaba restos de su tristeza. Era más natural, como la que Melissa solía escuchar a diario. Siguieron hablando de sueños, de lugares, de una capa fina del pasado. Conociéndose siquiera sobre la superficie.
Melissa podía asegurar que su teoría era cierta, aquellos sentimientos nuevos que hospedaron su cuerpo eran de Lilian. Hablar con ella le había alivianado un poco la carga. Ahora lo que no sabía era si... ¿Debía decírselo? ¿Tenía algo que ver con el deseo? O quizá ¿era el deseo de Lilian? Aunque eso era lo que menos sentido le hacía.
Esa noche durmió con la mano sujetando su pecho tratando de recordar que fue lo que dijeron esa noche de la lluvia de estrellas, temerosa al no saber cómo continuaría todo.
Ella estaba en su baño con el labial de Lilian en la mano. Deslizó sus dedos corriendo a un costado su labio inferior, como Iris lo había hecho después de ese beso. Y luego se quedó mirando en el espejo hasta reconocerse. Con que eso era lo que veía Iris: una chica desprolija, apagada, con ojeras extrañas...
Lo destapó para pintarse. Era un color durazno para nada llamativo. No le exageraba el rostro y le daba vida. Recuerda a Iris en la secundaria, siempre con un tono carmesí en los labios. Junto a su sonrisa le hacía desear besarla hasta desacomodarle el maquillaje.
Habían quedado en verse en la cafetería. Supuestamente se daría una vuelta al terminar con su sesión de fotos. Quería sincerarse con ella. De alguna manera disculparse por no darle ninguna explicación después de esa despedida inapropiada.
Llegó a la cafetería sin complicaciones. Gema ya estaba ahí hablando con el otro mesero en la cocina. Apenas la vio, la persiguió para ayudarla con las tiras. Era una acción automática que hacían ambas sin necesidad de llamarse.
—¿Por qué te ves tan nerviosa? —le preguntó.
—No estoy nerviosa, solo caminé un poco rápido.
—Como digas. Yo me muero de sueño —Gema terminó de atar el moño, tan prolijo como sabía hacerlo y se acercó a su casillero a tomar un energizante—. Este empleo no es para mí.
—¿Cuánto llevas aquí?
—No lo sé, creo que dos años. Igual que Lilian.
A Melissa nunca le gustó que se metan en su vida, pero por primera vez estaba muy curiosa. Lilian había llorado el otro día y estaba casi segura que fue por Gema, o por algo entre ellas.
Vio a cómo Gema devolvía la lata de energizante vacía a su casillero luego de dar un bostezo.
—¿Hablaste con Lilian últimamente?
—No. —Acomodó su cabello con sus manos mientras parecía buscar un peine—. Creo que esta semana no se apareció ningún día en el café, pero es normal en estas fechas. ¿Por qué preguntas?
Dudó de sus palabras, las sentía como una verdad a medias. No pensaba que Gema fuera mala persona. Aunque la realidad es que cualquiera puede romperte el corazón sin intentarlo, incluso hasta la persona más buena.
—Por nada. Ayer me dijo que está de vacaciones.
—¿Se fue? No lo sabía.
Sus movimientos fueron más torpes dentro del casillero. Sin duda eso la tomó por sorpresa.
—Deberías hablar con ella, la conoces más que yo.
—Es complicado, siempre es distante... y más estos primeros días del año.
—¿Siempre es así? ¿Sabes por qué?
—Es molesto tratar de entenderla.
—Creo que ahora te escuchará...
—Está bien, lo voy a intentar. Un rechazo más nunca viene mal.
Gema cerró su casillero y salió a la cocina. La siguió y se plantó en la barra para comenzar a acomodarse. Vio que Elena, la madre de Lilian, iba a encargarse de la caja registradora. Tenía el rostro apagado, y automáticamente cuando entraron los clientes comenzó a fingir una sonrisa.
Se dio cuenta que no está bien ir suponiendo la vida de los demás, solo por la cara que muestran. Tal vez Gema también fingía una sonrisa, tal vez la mayoría de clientes lo hacía. Ella nunca lo intentó, pero lo que sí haría ahora era dejar de meterse en los asuntos de Lilian y Gema.
La noche mejoró cuando un rostro conocido ingresó al café. Ama estaba con una chica de la mano, tenía un cárdigan verde claro y un short. Se sentaron en una mesa y continuaron hablando mientras Gema se acercó a dejarles la carta.
Cuando se despidió de ella por la mañana ya se la notaba alegre porque sería el último día de su curso de violín. Prometió romperlo después de eso y salir a festejar.
Gema se acercó a Melissa hasta que ellas se decidan qué elegir. Apoyó sus codos en la barra y sujetó su rostro con sus manos, mirando de vez en vez por si la llamaban.
—¿Y qué tal? ¿Estás saliendo con Iris Morpho?
No debió haberse entrometido en su vida, ahora Gema sentiría que tenía permiso para hacer lo mismo.
—No sé, solo nos dimos un beso.
Eso no era ningún secreto. Después se enteró que todos los empleados lo sabían. Ni siquiera intentó ocultarlo.
—Ya sé. Es muy hermosa, Santiago la sigue de hace años. No puedo creer ¿hace cuánto la conoces?
—Desde niña.
—Ay, debes contarme todo.
Volvió a mirar atrás, como si tuviera un superpoder justo Ama levantó la mano para pedir su orden.
—No te dejaré escapar —amenazó junto a una sonrisa al alejarse.
Era de a diario, Gema iba y venía para sacarle segundos de charla. Y así lo hacía con todos en el trabajo, es por eso que era tan querida. Su amabilidad no dejaba que nadie se aburra. Su actitud era capaz de robar sonrisas hasta a los clientes más serios.
Movió la cabeza al ritmo de la música que ambientaba el local y acomodó un par de copas que le habían traído.
Ama se acercó junto a su amiga a pedir un helado para llevar cuando terminó de comer.
—Hola Mel, ella es Sarah. —Movió sus manos para señalarlas mutuamente—. Sarah, ya te hablé de Mel.
—Hola bella, ese chaleco es de lo más lindo —dijo una Sarah feliz.
Recordaba lo poco que le contó de ella. Era su compañera de violín, y antes lo fue de piano. Ambas tenían en común el odio hacia sus respectivos padres. Una sombra dorada en los ojos de Sarah distrajo a Melissa un segundo. Sin duda tenía una mirada atrapante con su delineado.
—Hola —Abrió el pote sabor maracuyá para meter la cuchara—. ¿A dónde irán después?
Las dos se miraron y una sonrisa cómplice cruzó entre ellas. Con la misma rapidez volvieron la vista a Melissa, y fue Ama quien tomó la palabra.
—Recién comienza la noche. También quería festejar contigo, así que puedo esperarte.
—¿A dónde planeas llevarme? —les entregó el helado mientras aplastaba la copia del ticket.
—A Reinas —respondió Sarah—. Te prometo que la pasaremos muy bien. Tienen buena comida, buena música, es seguro, hay chicas guapas, y vamos a encontrarnos con las demás ahí.
Gema se acercó porque había estado escuchando un poco mientras entregaba una orden a una mesa cercana.
—Hola Mel, ¿Quiénes son tus amigas?
Melissa sabía que Gema olfateaba las fiestas desde lo lejos. Le gustaba salir y conocer gente nueva, o eso era lo que contaba. Así que, sin permiso ni rastro de vergüenza, cruzó del otro lado de la barra para estar a su lado.
—Sarah y Ama, ella es mi compañera Gema. —Se vio obligada en presentarla.
Sarah clavó su mirada en Gema, notoriamente interesada.
—¿Tienes algo que hacer después? —preguntó Sarah, y ante la negativa de Gema prosiguió—. Mientras más mejor, hoy es nuestra graduación de cursos de mierda. ¿Conoces Reinas?
—Aunque Reinas abrió hace poco, tengo pase vip —respondió con una sonrisa presumida.
Las dos hicieron sintonía de manera rápida. No es que le molestara que Gema casi se haya autoinvitado, por el contrario, eso la animaba. Pero no estaba segura si esa era la mejor decisión.
Cruzaron un par de palabras hasta que obligaron a Gema a seguir con su trabajo. Con toda la distracción, Melissa no tuvo tiempo ni para responder.
No conocía ese boliche, ni que tan lejos estaba de su casa; tampoco quería negarse una última vez a salir con Ama. Y para mejorar la situación Iris acababa de entrar por la puerta.
No se sentía lista para estar entre multitudes de nuevo, pero eso es algo que nunca sabes hasta que lo intentas. De lo único que estaba segura era que quería estar con Iris. Podría perderse con ella si algo comenzaba a incomodarla. Era su carta comodín de salvación.
Ama y su amiga estaban comiendo el helado del pote grande. No se fueron de los asientos altos. Iris las miró con sospecha y saludó a Melissa mientras tomaba asiento.
—¿Cómo estas Mel? ¿Tienes antojo de un largo paseo?
—De hecho, hay un cambio de planes.
Sus palabras hicieron que Ama y Sarah dejen de comer helado un momento. Al parecer la reconocieron al instante, y no pudieron disimular su sorpresa. Sarah no tardó en aprovechar el momento para pedirle una foto y su voz se volvió más aguda al hablarle. Era una seguidora muy fiel de su trabajo. Por el contrario, Ama se animó a sacar su propia cámara y pedirle posar.
—Dejen de molestar a...
—Está bien, me pasa la mayoría del tiempo. —Iris les complació, y volvió a acomodarse mirando a Melissa.
—No quiero ser una entrometida, pero... —Sarah buscó algo en su mente y continuó—: somos amigas de Melissa y la invitamos a bailar para festejar nuestro día. ¿Te sumas?
—¿Alguien cumple años?
—No, pero es cerrar una etapa.
Ella apartó su vista. Las examinó sin hacerse notar y agarró su móvil para teclear rápido.
Melissa pensó que tal vez estaba cancelando la reservación a algún lugar extraño para perderse con ella. Otro lugar mágico que esperaba conocer más adelante.
—Melissa ¿Quieres ir? —le preguntó con un tono distinto, uno protector y cariñoso.
Tenía muchísimas ganas de verla. La conversación que se prolongaba no la dejaba tranquila. ¿Iris quería algo con ella? Bueno, la había besado y le dijo que antes sentía lo mismo. Pero podía ser simple curiosidad o capricho. Eso era lo que más deseaba aclarar.
Le quedaba la opción de irse sola con ella, pero tenía frente suyo la oportunidad de pasarla bien como en los viejos tiempos, moviéndose con su cuerpo pegado al suyo toda la noche.
Sintió la calidez en su rostro.
—Eso iba a decirte.—Ignoró la marea en su pecho, quiso taparla con sus nervios adolescentes y clavó sus ojos plateados en ella—. ¿Irías a bailar conmigo?
Estoy super feliz porque esta semana llegamos a 26k, el 26 es un número importante para mí. Ay, lloro.
Esta es la canción del capítulo, repetida porque sí.
https://youtu.be/A9AdQEB_0FI
Nos vemos la próxima!!!! Se les quiere.
~❀Brisa
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