12. Los labios más dulces
Ese lunes no pudo hacer más que agradecer por un día más sin sus pesadillas intermitentes. Ya era una semana en la que descansaba mejor. Buscó su teléfono, y surgió una gran sonrisa en sus labios al ver que eran las siete y media de la mañana.
—No te soñé —murmuró entre las sábanas.
Valoró cómo las lágrimas que estaban por aparecer en sus ojos se esfumaron. Eso le motivó a sonreír más, iba a tratar de hacerlo a lo largo del día.
Como ya había amanecido, corrió las cortinas y terminó de vestirse. Esta vez se puso una camiseta verde oliva menos ancha que las demás y un pantalón negro con aplique de rosas blancas.
Hoy no iba a ponerse algo arriba, ni siquiera esa camisa de mezclilla que combinaba tan bien.
Antes que su tía esté lista, aprovechó en hojear su libreta. Había escrito "Iris y Melissa" en varias páginas cuando era más chica y eso era sumamente vergonzoso.
Se rio por eso, pero ¿podría ser posible algún día?
Aunque ya no era la misma que antes. A pesar de todas las declaraciones de Iris por medio de sus fotos, podría conformarse con ser su amiga. Así como lo era con Lilian.
Su tía la acompañó hasta terapia y se despidió con un beso antes de seguir caminando hacia la estación.
Melissa atravesó la puerta gris y buscó el salón a donde iba normalmente los lunes. El círculo de sillas estaba formado. No tardó en notar que sobraba una silla. Saludó a la directora del grupo y tomó asiento para esperar a las demás.
Pasados unos minutos la habitación iba rellenando sus asientos y, cada que alguien llegaba, se formaban distintas constelaciones con las combinaciones de sus lugares, hasta que solo fue un círculo. La directora del grupo se levantó de su asiento y les echó un vistazo a todas haciendo un rápido análisis.
—Buenos días. Hoy tenemos una nueva integrante. ¿Quieres presentarte por favor?
Señaló a la chica con cabello negro corto que estaba con las piernas cruzadas. Ella entregó una sonrisa y se puso de pie mientras tocaba unas perforaciones en su oreja.
—Hola a todas, mi nombre es Celia, y tengo dieciocho años.
Todas respondieron un saludo al mismo tiempo. Algunas más curiosas que otras.
—¿Algo más?
Ella negó con la cabeza y se sentó.
—Esta semana fue muy ajetreada para todas, así que vamos con algo sencillo ¿Pueden resumir su semana en una palabra? ¿Cómo se sintieron? ¿Qué hicieron? Algo que quieran compartir.
Melissa miró la cicatriz en su mano. Ya no hacía falta una venda para cubrirla, estaba casi sana.
—Mejor. —pronunció una voz a su lado.
—Difícil.
—Caótica.
—Suave.
—Interminable.
—Complicada. —dijo ella.
Todas rotaron la vista a la chica que nunca hablaba y luego a la nueva.
—Una mierda.
—Una sola palabra Celia. —la directora del grupo le reprendió con una sonrisa.
—¿Mierda?
—Mejor, —volvió hacia las demás— gracias chicas, ¿Hay algo que quieran compartir?
Todas guardaron silencio. Melissa seguía acariciando la palma de su mano mientas viraba la vista en cada una esperando que cualquiera tome el primer lugar.
—Verónica... ¿Por qué tu semana fue difícil? ¿Hubo algún cambio?
Ella desató su cabello y volvió a atarlo en una cola de caballo. Juntó sus manos apretando sus dedos y miró a la directora.
—Había podido salir sin problemas a hacer las compras, sin mamá, fui muy temprano para no estar entre multitudes. Pero en la cena de Año Nuevo, nuestra casa se llenó de personas, estaban en todas partes, sus voces, hacían mucho ruido... Muchísimo, como esa vez.
>>Mis tíos, la mayoría son hombres, y aún me pone nerviosa acercarme a ellos. Tuve que salir de mi cuarto a compartir la cena, por eso fue difícil... Fueron muy amables y no quería, la verdad que no quería sentirme incómoda entre ellos.
Las palabras le salían sin poner puntos ni comas, lo tiraba todo como si tuviera que deshacerse de esos recuerdos lo más rápido posible. Aunque eso solo demostraba cuanto le había afectado.
—¿Te sentaste con ellos?
—Entre mi tía y mi mamá, después de cenar ya no pude quedarme mucho tiempo ahí. Sé que ellos lo entienden, pero tampoco quiero hacerlos sentir mal.
—Estoy segura de que ellos te comprenden.
—Mi mamá se molestó un poco...
Ella habló unos minutos más, y para cuando pasó la palabra, ya se la notaba mejor, como en otras sesiones. Siempre era ella la que les daba un poco más de valor. La palabra giró de un extremo a otro volviendo a marcar constelaciones. El llanto aparecía y se desvanecía de la misma manera.
—¿Melissa?
Soltó su mano y regaló un vistazo a todas, como si hubiera estado durmiendo y recién quisiera prestar atención. Aunque ocurría lo opuesto. Escuchaba a todas, pero cuando era su turno deseaba desvanecerse.
Tragó saliva porque pensó que guardar tanto silencio le había quitado la voz.
—Al principio de la semana volví a tener un ataque. Me corté la mano sin querer en mi nuevo trabajo, las pastillas estaban lejos... y yo solo quería que termine... —Un nudo apareció en su garganta y para no llorar se centró en los ojos de Celia, quien estaba enfrente suyo—. Pero en Año nuevo pude caminar hasta el Jardín.
—Eso es muy bueno Melissa. ¿Fuiste y volviste sin problemas?
Ella asintió con la cabeza antes de seguir.
—Y estoy durmiendo mejor. Todavía necesito que me acompañen, y la lluvia de estos días me puso nerviosa, pero puedo decir que hoy me siento bien.
Solo cuando pronunciaba las palabras en su boca podía ver que era un gran cambio. Sonaba tan simple decirlo; pero, dentro suyo, sabía todo lo que aquello la había hecho sentir, las transformaciones que pasó para llegar a ese punto.
Incluso llegó a pensar que había tocado fondo. De hecho, podían hospitalizarla de nuevo si volvía a recaer. Y no deseaba eso. Después de ese incidente habían llegado a un acuerdo con sus sesiones, y sus ganas de dejar el mundo.
Por eso tal vez se contactó de nuevo con Iris, porque quería vivir.
—Celia, eres la última.
—Todas mis semanas son iguales.
—Debe haber algo que quieras compartir, aquí puedes soltar todo.
—En serio —protestó—, mis semanas son iguales: me cuesta salir de casa, me asusto con los ruidos de los autos cuando pasan muy cerca, a veces de la nada solo quiero llorar...
—Está bien si quie...
—Es una mierda, todo esto es una mierda. Estamos aquí por una mierda. Todas y cada una de nosotras... —Su voz sonaba furiosa, no había un nudo en ella, no deseaba llorar, pero estaba por hacerlo—. Todas sus manos asquerosas, solo quiero sacarlas de mi piel. Hay días en que me odio por haber estado ahí, por haber cruzado esa calle, por haber perdido el colectivo... por no haber mordido, o gritado más fuerte, por no haber luchado, por haber tenido el pelo largo y darles un lugar para tironearme... Hay días que me odio mucho, y son la mayoría de ellos.
Melissa se acercó para abrazarla cuando un sollozo comenzaba a sonar en el salón, pero solo cuando Celia le dio permiso la sostuvo entre sus brazos y soltó un par de lágrimas con ella. ¿Por qué tenía que ser tan difícil para algunas personas? ¿El mundo elegía a quién arruinarle la vida o solo era al azar?
—Nunca, por ningún motivo es tu culpa —susurró.
Las demás chicas del grupo las acompañaron, cadauna estaba en pareja para hacerlo. Ya era parte de ellas, conseguían liberarsetodo lo que en la soledad no podían. Tenían unos brazos que las comprendían,unos brazos dispuestos a ser su apoyo.
La barra estaba alejada de la caja y los pedidos calientes, bien al fondo. Desde ahí Melissa veía el ir y venir de Gema desde las mesas hasta la cocina con los encargos en su libreta. Se preguntaba si su vida había sido linda: Gema tenía tanta paz en su mirada que podía creer que nunca fue perturbada.
También había otro mesero. Como no había conversado con él, solo sabía su nombre porque lo llevaba escrito en el chaleco. En su mirada también se veía tranquilidad, tranquilidad en hacer cosas cotidianas.
Lo que ella no tenía.
Apenas había encontrado comodidad para atender a distintas personas porque la cafetería tenía cámaras, ella estaba del otro lado de la barra, y si aparecía alguien furioso era más común que discutiera en la caja de cobro.
Ya comenzaba a ver diferencias en las copas. Se había acostumbrado a la presencia de Lilian y el no tenerla a su lado la hacía distraerse más de lo que quisiera.
Lilian ya no debía ir por obligación, ella tenía su horario por la mañana. Ese día se fue lo más antes posible después de despertarse. Apenas la recuerda viéndola salir por la puerta y despidiéndose de ella semidormida.
La había dejado con su pijama puesto y debía devolvérselo.
Esperaba no haberle ocasionado un grave problema por faltar a la cena de su familia. Aún no se animaba a enviarle un mensaje. No quería tocar su teléfono para responder a las invitaciones de Iris.
No iba a salir por la noche. Bueno, no a una fiesta; podría reconsiderar otras cosas.
Una pareja se acercó a la barra y le entregó su orden. Ella comenzó a servir helado para dos personas con una semi-sonrisa en el rostro. La campanilla sonó y volteó para ver a los nuevos clientes por inercia. Dejó el helado en la barra.
Como cuando era pequeña, se detuvo al ver a su amiga entrar: Iris tenía el cabello recogido y los labios de un rojo intenso. Estaba sujetando unos anteojos de sol con la misma mano que agarraba su bolso. Sus tacos resonaron al caminar y la pasarela parecía eterna. Todo ella deslumbraba como si los demás estuvieran fuera de lugar. Cada paso hacia la barra contribuía a agrandar su sonrisa.
Melissa se acomodó el uniforme y movió su cabello tratando de no ser tan evidente. En realidad, quería desaparecer de ahí y no tener que dar excusas.
La chica de las fotografías era de carne y hueso, estaba frente a ella, y era mil veces más hermosa de lo que recordaba.
—No me hagas entrar ahí para darte un abrazo.
¡Dios! Solo volver a escuchar su voz fue suficiente para que sintiera las mariposas de las que tanto hablaba la gente revolotear en su interior. Volaban en su cabeza, en su memoria. El "Iris y Melissa" en su libreta ahora cobraba todo el sentido del mundo.
—Iris... —dejó la cuchara de helados y salió de la barra cuidándose de que no le presten atención—. ¿Qué haces aquí?
Su amiga se acercó a ella sin darle tiempo a pensar y la sostuvo entre sus brazos. Aún con tacos la igualaba en altura. Se apartó de ella para volver a su puesto sintiendo una felicidad excesiva a punto de desbordarla.
Sentía un nudo en la garganta, quería gritar. De alegría ¿era posible?
—Supuse que estarías aquí. Bueno en realidad no. Este es el lugar del que me enviaste dirección y pensaba que podía encontrarte. Aunque en mi pensamiento eras cliente y estabas sentada pintando alguna locura que haya llamado tu atención.
La nostalgia reverberaba en sus recuerdos. Esa era la Melissa que Iris había conocido: La que ya no existía.
Tomó asiento sin perder de vista su rostro, y sintió el peso de sus ojos índigos en la piel.
—Este lugar es muy mágico ¿No lo crees? —Lo creía—. Las mariposas en todas partes... como si fueran reales y las luces tan... —Movía sus manos tratando de señalarlas todas—. Pareciera que de verdad es Año nuevo.
—Siempre es así.
—Incluso afuera, están en cada árbol y en cada arbusto... es tan distinto a lo que debo ver todos los días.
Tenerla enfrente era más de lo que podía manejar. Tenía más nervios apoderándose de su lengua, que en toda su vida.
—Y... ¿Qué haces aquí?
—Como no estabas contestando mis mensajes, este fue mi último recurso —dijo mientras ponía sus anteojos en la barra superior.
—Lo siento.
—No te disculpes, supongo que si trabajas a estas horas estarás cansada para salir de noche.
Eso le pareció una buena excusa. Debía haberle dicho eso en vez de evitarla.
Quiso desviar el foco del tema. Cuando le preguntó sobre su trabajo. Iris le contó que se mantenía ocupada por el deseo de su padre. Él siempre la apoyó, le consiguió castings, citas, sesiones de fotos, y hasta le había ayudado a actualizar su portafolio en la red. Por eso debía siempre tener energía.
—Suena a que tu padre tiene un sueño frustrado.
Ella se rio y, solo por un instante, la transportó a la secundaria cuando estaban ambas recostadas en el césped del patio mirando hacia el cielo, antes de que descubran que se salieron de clases. Cuando Iris le contaba que quería ser modelo, pero solía hacer bromas con su altura. En ese tiempo las cosas eran imposibles.
—A veces pienso eso, pero otras solo creo que me quiere demasiado —cambia su risa por un tono más neutro—. También se preocupa porque coma bien y que no me exija en el gimnasio.
—Eres su única hija, no tiene nadie más a quien molestar.
—Tienes razón, a él no le gusta que haga sesiones en bikini. Me alejé un poco de él y acepté esta oferta porque me estoy tomando algunas libertades.
—No deberías exigirte.
—No te preocupes, es un horario que puedo llevar. Ahora sí tendré los fines de semana libres. Bueno, los que quedan antes de que deba regresar.
No quería pensar en eso. La evitó por dos días que perfectamente podría haber aprovechado. De haber sabido lo que se sentía tenerla tan de cerca, le habría respondido cada mensaje al instante. Era la chica que solía ser su mejor amiga, la que le gustaba.
—¿Y tu madre está mejor?
Quiso ser cortés. Su madre había sido la semilla para separarlas, pero también se había enfermado en esa época y supuso que, por lo menos, eso las había unido.
—Esa mujer... —Se soltó el cabello dejándolo perfectamente ordenado en sus hombros—. Se fue hace un par de años y no volví a saber nada de ella.
—¿Por qué?
—¿En serio no se te ocurre un motivo?
Se acercó con su mirada azul sagaz. Un encanto inexplicable adornaba su rostro.
—¿Qué pasó?
—Hice algo para que me odie de por vida. —Sonrió sin ningún remordimiento.
—No creo que te odie...
—Estaba con una amiga en casa, —ignoró sus palabras—, cuando mamá comenzó a gritar por que sí, por mi carrera, por el orden, por la casa, el dinero, y tal vez porque su amante la dejó; y entonces me enfrenté a ella por primera vez cuando quiso meter a mi amiga en la discusión... —Con cada palabra se iba acercando más y más—. Y tomé a mi amiga y la besé en frente suyo... así:
Iris hizo equilibro parada en el soporte del banco para permitirse sujetar el cuello de Melissa y acercarlo a su rostro. Sus labios no tardaron en unirse.
Y Melissa tardó un instante en corresponderle. No solo porque la tomó por sorpresa, sino porque estaba procesando que esa sensación era muy distinta a todo lo que había experimentado antes, a los besos que le arrebataron de sus labios a los catorce años. Iris era el cielo, la lluvia, y el arcoíris completo.
Esos labios eran los más dulces que había probado.
Y se estaba perdiendo en ellos.
https://youtu.be/ZXRJ_SE6Wmo
Hola gente bella de wattpad!!! Hoy ando un poco feliz. Aunque ya van a empezar mis parciales y voy a tener menos tiempo de escribir. u.u
Hice un picrew de mis bebés.
Gracias por estar aquí. No olviden compartir si les gusta la historia.
Se les quiere, y nos vemos la próxima.
~❀Brisa
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