
Vlll
Título: “Marca peculiar”.
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Pov' Lara.
—Solo hubo dos sobrevivientes del incendio en el hotel local; ambas mujeres... La cantidad estimada de muertos en el hotel es aproximadamente de treinta y siete personas, entre ellas niños y ancianos, turistas y personas locales... Fue una tragedia que arruinó lo más antiguo de nuestro pueblo... Las cámaras de seguridad quedaron inservibles y no hay forma de descubrir si el incendio fue provocado o accidental. Para más información esperen con nosotros a qué los oficiales nos den más de que hablarles. Esto es el reporte de...
—¡Gina quita eso, no le hace bien a tu amiga escuchar eso mientras está inconsciente!. —Regañó una voz desconocida para mí.
Intenté mover mis manos, una me dolió mucho. No entiendo nada, deseo levantarme pero me pesan los ojos.
—¿Aún no ha despertado?. —Preguntó mi madre, su voz se oía apagada y triste. Como si hubiese estado llorando.
—Aún no. —Contestó la misma voz que había regañado a mi amiga.
—Lleva tres días inconsciente... —Dijo mi madre y escuché que comenzó a llorar.
—La doctora Emma dijo que la caída desde el segundo piso que tuvo Lara fue muy ruda. Es verdad que se salvó de caer al suelo gracias al oficial que la rescató... Pero de todas formas fue un susto terrible, hay que darle tiempo. —Explicó aquella voz desconocida para mí.
¿Dónde ando?, ¿por qué hablan de una caída?... ¿Por qué no puedo abrir mis ojos y decir qué estoy bien?.
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—Mamá creo que Lara está a punto de despertar. —Dijo Gina.
Podía mover mi dedo, ahora sentía un poco de dolor... Lentamente intenté abrir mis ojos y pude hacerlo pero rápidamente los cerré. Las luces eran muy molestas.
—¡Ha abierto los ojos, ay dios gracias!. —Chilló mi madre con emoción.
—Gina lleva a la señora Karla afuera y llama a la doctora Emma, esto es un milagro. —Pidió aquella voz que al parecer era la de la mamá de Gina.
—Sí madre. —Dijo Gina.
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—Al parecer sos bastante fuerte Lara, no pensé que fueses a despertar tan pronto. —Me dijo la doctora Emma quien es una mujer de cabellos marrones, estatura alta y con leves pecas en su rostro. Es española, su acento la delata.
—¿Qué me sucedió?. —Le pregunté una vez terminé de beber mi vaso de agua, la sed era tan insoportable que no me permitía hablar.
—¿No recuerdas nada?. —Me preguntó la doctora Emma mientras anotaba unas cosas en su cuaderno.
Negué con mi cabeza pero al momento sentí dolor a lo cual me quejé.
—¡No muevas bruscamente tu cuello!. —Me regañó la mamá de Gina quien es enfermera en el hospital del pueblo; es muy parecida a Gina solamente que ella no tiene el mechón verde de mi amiga.
—¿Qué recuerdas después de haber salido de tu escuela?. —Me preguntó Emma con una profundidad en su voz muy extraña.
—Recuerdo haber visto a mi padre y madrastra... Me encerré en casa, comencé a llorar... Oslo... mi perro me trajo un diario mágico... —Les expliqué y ambas me miraron muy confundidas. —Después escuché una voz, Adonis... apareció y me besó, pero no recuerdo que hablamos ni que sucedió después... ¿Pasó algo malo?.
—Pasaron muchas cosas Lara pero, ¿quién es Adonis?. —Preguntó Emma.
¡Cierto!, Adonis es un fantasma no puedo hablar de él o...
—Te tacharían de loca Rosita. —Susurró él a mi lado.
Al girar suavemente mi cabeza lo ví, estaba de pie observándome detenidamente. Se veía diferente, más hermoso pero a la vez extraño.
—¿Adonis?, ¿quién es Adonis?. —Pregunté de forma loca, estaba fingiendo que no recordaba mencionarlo.
—Es normal que digas cosas sin sentido, a fin de cuentas te haz despertado muy pronto. —Comentó la mamá de Gina quien se llama Verónica.
—¿Qué me pasó?, no recuerdo haberme caído. —Inquirí.
—Caíste del segundo piso del hotel antiguo del pueblo, al parecer estabas buscando a tu padre y madrastra... Hubo un incendio y saltaste por la ventana; un oficial de policía te salvó pero quedaste inconsciente y te hiciste una pequeña quemadura en tu muñeca derecha. —Explicó Verónica de forma rápida, ya veo de donde Gina sacó esa habilidad de correr al hablar.
—¿Mi pa... Richard?... —Intenté preguntar pero un nudo se hizo en mi garganta.
—Él murió al igual que todos los que estaban en el hotel... Tú y... ¿Naila Ardey? fueron las únicas sobrevivientes. —Contestó la doctora Emma con una pequeña dificultad a la hora de pronunciar el nombre y apellido de mi madrastra.
—Es mi madrastra... —Dije con lentitud.
—Bueno, te quedarás unas tres horas más aquí en el hospital en observación después podrás irte a casa con tu madre. —Comentó la doctora Emma antes de salir.
—¿Puedo ver a mi mamá?. —Le pregunté a Verónica a lo que ella asintió.
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—Mamá... —Dije y ella corrió hacia mi camilla para abrazarme fuertemente.
Lágrimas corrían por nuestros ojos; vivimos un infierno con Richard pero igual era mi padre y era su esposo... Estábamos tristes, preocupadas y a la vez alarmadas.
—Estaremos bien... —Susurró mi madre después de besar mi cabello.
—Estaremos bien... —Susurré yo.
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Ya las tres horas habían pasado, podía irme a casa a descansar pero quise entrar a ver a mi madrastra.
Cuando entré en su habitación sentí asco y melancolía, pudo ella quitarme a mi padre pero antes yo la quería... La concideraba mi tía por haber sido la mejor amiga de mi madre.
Sus manos, brazos y rostro estaban vendados y enyesados. El olor a carne quemada era asquerosa porque está impregnada en todo el cuarto y ni hablar de la tristeza que reflejan sus ojos verdes pardos que ya no brillan tanto como antes.
—Naila... —Susurré cuando me coloqué frente a ella.
—Argh, uuu... —Intentó hablar ella pero solo salieron bufidos y baba de su boca por lo que con mis manos cogí una toallita húmeda e intenté limpiarle su baba.
Fue imposible, ella no me dejo porque soltó un grito llamando la atención de la enfermera que la cuidaba.
—Señorita es mejor que se vaya, no es conveniente que la paciente se altere después de lo que ha vivido. —Me dijo la enfermera de cuerpo regordete y cara de pocos amigos.
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Al llegar a casa me sentí muy triste, Oslo no vino a recibirme como yo esperaba.
—Desde que estás en el hospital no ha salido de tu cuarto ni ha querido comer. —Me informó mi madre a lo que yo me preocupé.
Subí las escaleras y al abrir la puerta de mi habitación lo encontré sobre la ropa que había usado el día del incendio cuando estaba en la escuela. Se veía relajado pero sé perfectamente que no lo está. Oslo prácticamente parece una persona cuando se estresa o se preocupa.
—Bebé... —Susurré al arrodillarme frente a la cama, él comenzó a olfatear y al abrir sus ojitos marrones saltó sobre mí enviándome al suelo.
Su lengua me llenaba de saliva y besos, besos que me hacían felíz... Lo extrañé.
—Ya estoy en casa. —Le dije para después abrazarlo a mi pecho.
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La noche pasó con calma, cené como cuando vivía en México... Sin preocupaciones, sin miedo, sin nada que me generera mal. Dormí como un bebé; plácidamente con Oslo a mis pies... La noche se sintió diferente, especial... Se sintió pura, sin maldición en el hogar.
A la mañana siguiente mamá se fue porque tenía que organizar el entierro de mi padre. Durante varios minutos estuve tumbada en la cama conversando con mis conocidos de cuando vivía en México.
¡Wuaf, wuaf!.
Ladró Oslo indicando que deseaba salir; me levanté de la cama y le abrí la puerta permitiendo que se fuera. Al girarme encontré una rosa roja sobre mi cama. Olía muy bien.
El ruido de una piedra golpeando mi ventana captó mi atención y al asomarme en ella ví a Adonis parado en el jardín con una sonrisa radiante.
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Al llegar a las pequeñas lozas de piedra esparcidas por el jardín encontré a Adonis sonriendo con mi lápiz; sí, el lápiz que yo usaba para escribir en el diario de “Tom Riddle”. Al final el apodo se le quedó.
—Buenos días Rosita, veo que duermes bien cuando no estoy en casa. —Comentó Adonis con ironía en su voz.
—¿Qué lo fue lo qué realmente pasó el día del incendio?, ¿tú lo mataste?. —Inquirí mientras me cruzaba de brazos.
—Si lo hubiera hecho yo créeme que tu madrastra ni nadie estaría vivo en este pueblo... Yo hubiese utilizado una bomba casera, eso hubiese sido más efectivo. —Respondió él mientras continuaba jugando con el lápiz en sus dedos.
—¿Quién lo hizo entonces?. —Pregunté.
Sus ojos vacíos me observaron por unos minutos y después él soltó una carcajada para decirme con total y escalofriante sinceridad:
—Tú... Rosita.
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Pov' Isabel.
Gina me había contado todo lo que sucedió en el hospital, Lara no recordaba mucho y se veía diferente. Sé perfectamente que la maldición ya esta haciendo efecto en ella, quizás como buena bruja que soy debería apoyarla y meterme para saber sobre la leyenda y su maldición pero simplemente si lo hago caería en peligro... Todo el que estuviese alrededor mío terminaría muerto...
—Isa, el profesor nos está mirando fijamente. —Me informó Gina a lo que yo asentí.
—No paro de pensar en lo que está sucediendo con Lara... —Susurré.
—¿Quieres volver a hablarle?. —Susurró esta vez mi mejor amiga.
—No, simplemente deseo no verla... Aún no estoy lo suficientemente preparada para defenderla.
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Pov' Lara.
—¿Yo?. —Pregunté mientras lágrimas rodaban por mis ojos.
—Aw, no llores. Te veías muy hermosa bailando con la gasolina y el fuego, un Lamborghini peligroso... ¿Debería cambiarte el apodo Rosita?. —Comentó él con una risita al final.
—¿Estoy volviéndome loca cierto?. —Le pregunté.
—¿Quién te garantiza qué los que supuestamente están cuerdos realmente lo están y quién te garantiza qué los locos no son los cuerdos de está sociedad?. —Preguntó de forma filosófica Adonis mientras observaba el cielo.
—¿Qué simbolizas entonces para mí?. —Inquirí. —¿Serás mi fin?, ¿mi muerte?...
Él me agarró de las manos, sus ojos me escanearon y una de sus perfectas sonrisas maliciosas me enloqueció. Deseé besarlo, abrazarlo pero lo más atemorizante que ansié fue... Obedecer sus peticiones.
—Simbolizo muchas cosas, quizás la más importante ya la descubriste... —Susurró él sobre mis labios y después me besó.
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Durante el beso sentí picazón en mi quemadura, me estaba doliendo y Adonis al parecer había olvidado que yo necesito respirar.
Lo empujé con mis manos y él me miró con molestia y satisfacción.
Miré mi mano y la venda cayó al suelo, sangre seca la adornaba de forma macabra, el lápiz se encontraba al costado izquierdo y una rosa roja yacía sobre la venda ya algo amarillenta por la suciedad y el sudor de mi piel.
—¡¿Qué me hiciste?!. —Grité escandalizada al ver un tatuaje de una rosa y una calavera pequeña en mi muñeca derecha.
—¿Yo?, nada... Eso te lo hiciste tú misma con el lápiz misterioso de tu gaveta. —Dijo él mientras soltaba una carcajada.
Me dolía mucho la piel donde estaba la supuesta marca o tatuaje.
—Es una marca, es mi marca... Es la marca peculiar... Es la marca de todas aquellas que están destinadas a ser parte de mi realidad. —Explicó Adonis de forma oscura y poética. —La única diferencia entre tú y las demás es que tú mi linda Rosita eres la elegida para ser mi otra mitad... En palabras mortales, eres mi amor verdadero.
Fin del capítulo.
N/A: ¿Y bien?, ¿les está gustando la historia?. Cuéntenme un chisme mis queridos lectores y queridas lectoras... ¿Qué les parece Adonis?.
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