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Parte 5.

-Caí arrodillado en mi primer intento, pegando mi cara contra el gua fría y gris con olor a cloaca. Me volví a levantar nuevamente y corrí, corrí lejos mientras seguía escuchando al demonio continuaba devorando y arrancando los pedazos de carne de mi compañero moribundo. Antoni ahora se abrazaba mientras se balancea de un lado a otro. Cuando habla las lágrimas siguen brotando de sus ojos y continuo viendo el horror en su rostro.

-¿A dónde huiste Antoni?- pregunte con rapidez para evitar que Luis le ordene despertar del trance.

-Solo corrí, lejos, huyendo por el río y pidiéndole a Dios que me salvara de aquel monstruo. No podía verlo, no me atrevía a girarme, por el miedo de que al hacerlo lo encontraría a mis espaldas persiguiéndome. Y porque por más que me alejaba seguía escuchando aquel espantoso silbido que no paraba de atormentarme. Con desespero escuchaba como cada vez se hacía más y más fuerte. Yo solo corría llorando, rogando que aquel demonio no me alcanzara. Mientras su maldito silbido seguía sonando una y otra vez en mi cabeza. Corrí hasta que las suelas de mis zapatos se despegaron, corrí a pesar de que sentía como distintas espinas y piedras apuñalaban la carne de mis pies. Seguí corriendo hasta llegar a la carretera y sentí el concreto caliente en la sanguinolenta carne de destrozada de mis pies... Y si no fuera porque los soldados me encontraron y me tumbaron entre varios, hubiera seguido corriendo hasta caer muerto por la fatiga. Huyendo de aquel silbido que no para de seguirme.

No puedo, no quiero... no quiero escucharlo más.

Antoni puso sus manos sobre sus oídos y presiono con fuerza mientras sigue negando con la cabeza. Está horrorizado, no solo él, tanto el guardia de seguridad como el doctor Luis lo miran con temor.

-¡Antoni! ¡Antoni escúchame! - Le grita el Doctor Luis -Antoni, cuando cuente hasta tres quiero que despiertes ok, vas a despertar y vas a estar calmado ¿me oyes?

Esta vez no pienso detenerlo, siento que he presionado demasiado a ese hombre, y temo haber causado algún daño dentro de su cabeza.

-¡Antoni Uno!

Antoni solo siguen respirando fuerte, llorando y agitándose de un lado para otro.

-¡Dos!

Sigue chillando como niño, temo que no esté escuchando al doctor Luis.

-¡Tres! ¡Abre los ojos Antoni!

Aquel hombre por fin se detiene y abre los ojos lentamente mientras nos observa tanto al Doctor Luis como a mí. Baja poco a poco sus manos, pero ahora se abraza con fuerzas, estrujando sus bíceps, ha dejado de llorar, pero aún tiene la respiración algo agitada, mira todo en la habitación, como si fuera recordando por pequeños lapsos donde es que se encuentra.

-¿Antoni, te encuentras bien? - le preguntó, mi preocupación es sincera, no tiene muy buen semblante y sus ojeras se han puesto tan oscuras que da la sensación de ser una persona enferma.

Él baja la mirada y comienza a exhalar y expulsar aire, una y otra vez, luego de varias repeticiones es que reconozco aquello como un ejercicio de respiración, seguro lo aprendió y práctico con el doctor Echeverría. El doctor le pide que se siente, pero él continúa de pie, quedamos en silencio por un momento hasta que me mira fijamente, puedo ver a través de sus ojos y reconozco el miedo dentro de él.

-Cuando me atraparon los militares -Comenzó a decirme sin quitarme la mirada

-yo no era más que un despojo de gente, balbuceaba sin sentido y lloraba pidiéndoles que me sacaran de allí, me preguntaron donde se encontraba Yonatan, yo les repetía una y otra vez que el demonio se lo estaba comiendo. Ellos se extrañaron con mi comportamiento, pensaban que estaba fingiendo. Pero no fue hasta que ellos también pudieron escuchar aquel silbido que decidieron que lo mejor era irnos de allí. Yo me retorcía del desespero en la parte de atrás de la camioneta, me amarraron de manos y pies, esta vez si pusieron mis manos atrás de mi espalda. Pero yo me movía era por el terror de aquel silbido que no paraba de oír. Ellos también sintieron tanto miedo que aceleraron en la carretera, sin importarles que había ocurrido con Yonatan. No importa cuanto me golpearon, ni cuantas veces me amenazaron, yo siempre les decía la verdad, que Yonatan había muerto bajo la mano de aquel demonio.

Al día siguiente fueron hasta el río, encontraron la salida de la cloaca, pero no hallaron a Yonatan, se había esfumado. Intentaron procesarme por su muerte, acusándome de que yo lo había asesinado y arrojado su cadáver al río, pero nunca les di el gusto. Negué aquello siempre, cuando me enjuiciaron confesé todos mis crímenes y acepte mi culpa por todos ellos, menos por la muerte de Yonatan, siempre he sido firme hasta hoy, fue aquel demonio quien mató y devoro a mi amigo.

Recuerdo que en una de las primeras noches, luego de que me encarcelaran, casi no podía dormir. Siempre que lo hacía soñaba con ese día, pero esa noche fue especial, esa noche el demonio había decidido visitarme. Me desperté en horas de la madrugada, toda la prisión se encontraba en silencio, lo cual es demasiado raro porque siempre hay ruido en este lugar. Sentí que algo no estaba bien. Por el rabillo del ojo noté una sombra moverse y miré hacia la ventana de mi celda, en lo alto de la pared.

Sentí un pavor enorme al encontrar atrás de los barrotes al demonio viéndome desde el otro lado. Llevaba su sombrero sucio de paja y no paraba de mirarme con aquellos ojos rojos, de fuego encendido. Yo me sentía ahogado, nuevamente me había congelado como la primera vez que nos encontramos. Mi celda se encontraba en el segundo piso de la prisión, y aun así él estaba parado ahí afuera. Lo imaginó estirándose desde el suelo, con sus piernas tan delgadas como zancos. Vi como en su horrible rostro se dibujó una sonrisa, permitiéndome ver hileras de pequeños dientes puntiagudos que se empujaban de lado a lado dentro de su boca, apuntando a todas direcciones. El demonio tenia hambre, y había venido por mi carne.

Metió su mano entre los barrotes de la ventana, acercando hacia mí sus largos dedos, la carne en la punta se unía con las uñas, formando unas garras negras parecidas a las de un animal salvaje. Adentró su mano hasta que el hierro de la ventana chocó con su hombro, y a pesar de que su brazo era largo, aún estaba a una distancia considerable de mi cama. Por un segundo sentí alivió, no importaba que no pudiera moverme, mientras él siguiera fuera de la cárcel no podría atraparme. Fue entonces que el demonio me sonrió, y vi con horror como su brazo comenzaba a estirarse poco a poco en el aire. Mi corazón latía a mil mientras escuchaba la carne de su piel estirándose a tal punto que creí que iba a rasgarse, su mano se abría en el aire mientras sus dedos se estiraban, preparándose para tomarme. Aquel brazo ahora tenía forma de serpiente, y lentamente estaba cercano a tocar mi rostro. Lloré y le rogué a Dios que me salvará, que no permitiera que el demonio me tocara, y cuando casi sus garras estaban a punto de enterrarse en mis ojos, se detuvo en el aire.

Y cerrando el puño comenzó a recoger su mano, volviendo poco a poco a su tamaño original. Los perros en el patio habían sentido al demonio, y no paraban de ladrar enloquecidos, anunciando que esa cosa estaba allí. Lograron alertar a los guardias y estos comenzaron a rodear la cárcel buscando aquello que había alterado a los perros. Cuando al fin saco todo su brazo de la celda, volvió a mostrarme aquella horrible sonrisa, luego cerro la boca y juntando sus labios volvió a hacer aquel silbido infernal, que casi me hace volverme loco. Esta vez no fui el único que lo escuchó, todos en la prisión lo oyeron conmigo, el sonido se metió entre sus sueños y despertó a todo quien durmiera. Para despertarse agitados y aterrados sin entender qué ocurría Los perros volvieron a agitarse, esta vez aullaron también mientras corrían de un lado para otro. Solo cuando pude ver como aquella figura se quitaba de la ventana fue que al fin pude moverme.

Y enloquecido me lancé al piso mientras mis gritos de desesperación y horror se escuchaban en toda la cárcel. Al día siguiente me dirigí con los cristianos, y anuncié al pastor mi deseo de bautizarme dentro del culto, prometí dejar en el pasado mi vida criminal. Todas las noches oro a Dios pidiendo perdón por mi alma, y que no permita que el demonio vuelva a buscarme.

Para cuando Antoni paró de hablar, ya se encontraba más sereno, habría dejado de Llorar y su voz, a pesar de tener un tono serió, mostraba que estaba ya tranquilo. El doctor Luis volvió a invitarlo a sentarse y mientras el obedecía yo tomé mi celular y detuve la aplicación de grabación, había terminado la entrevista. Pero recuerde algo más, una última prueba para confirmar que fue Julian aquel Demonio. Encontré el archivo guardado en la carpeta multimedia especial que es solo para los archivos sobre mi tesis.

-Señor Antoni -Le digo mientras lo miro -quisiera saber, si el silbido que usted escuchó hacer al espectro ¿por casualidad fue este?

Entonces doy Play al audio y en el salón puede escucharse aquel agrio y espantoso silbido:

<Do, Re, Mi, Fa, Sol, La, Si, Do>

Veo como al escuchar aquel tono sus ojos se abren de tal manera que pareciera que se van a salir, su respiración fuerte vuelve a hacer presencia, y exclama de tal manera que la saliva sale de su boca y forma un hilo de baba que cuelga de su mentón

-¡EL DEMONIO! ¡EL SILBIDO DEL DEMONIO!

Se levantó bruscamente de la silla y esta cayó de espaldas al suelo, tomó con ambas manos la mesa y la lanzó a un costado contra una de las paredes. Yo retrocedí al ver como se lanzaba con furia hacia mí, El doctor Luis trato de atravesarse en su camino, pero solo logro ser empujado con fuerza contra una columna de concreto, para luego caer sentado al suelo. Antoni avanzó hecho una furia contra mí, extendiendo sus brazos y supe en ese momento que planeaba llevar sus manos hasta mi cuello. Fue gracias a la reacción rápida del oficial de seguridad que se encontraba en la puerta, que pudo evitar por escasos centímetros que Antoni me atrapara. Corrió veloz justo en el momento que Antoni se levantó, y tal como si fuera un jugador de fútbol Americano, tecleo a Antoni con todo el peso de su cuerpo, logrando hacer que cayera de costado en el piso. Sin perder tiempo se lanzó también sobre él, y con sus brazos rodeo su cuello, apretando con fuerza, haciendo que pierda el aire. Antoni es pequeño en comparación con el guardia, aun así se resiste con vehemencia y por un momento tengo miedo que logre liberarse.

-¡Antoni! - Grita el doctor aun desde el suelo, justo donde Antoni lo arrojo -¡Antoni cálmate, por favor ya basta!

Entonces por fin, luego de forcejear un poco más, da señales de estar rindiéndose al la llave que lo sujetaba del cuello. Paró de luchar y extendía de nuevamente su mano, señalándome con ella abierta.

-Usted -dice él con muchas dificultase debido a como lo achocaron aún con aquella llave, -Usted lo vio ¿cierto? Ese audio, ¿es real? Usted lo sabe... El demonio es real.

Ahora sus ojos no solo mostraban temor, ahora pude ver en ellos locura y desespero, desde que ese hombre está encerrado, todo el mundo ha tratado de convencerlo de que del infierno que vivió, fue obra de su imaginación, que no existe ningún demonio alto y menos uno que es capaz de devorarlo y tal como devoró a su amigo, yo le muestro una prueba de su demonio alto es tan real como el mismo.

-No- Respondí en seco -No es real, el audio fue echó a computadora con inteligencia Artificial, no es un audio verdadero.

Él cierra los ojos y nuevamente las lágrimas vuelven brotar, al abrirlos sigue viéndome fijamente... Le estoy mintiendo y él lo sabe.

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