Parte 2.
Lo escuchaba asombrada de como hablaba con total dedicación, pero a la vez notando ese tipo de acento característico de aquellas personas que durante años han convivido en las calles. Como un tono agresivo e imponente, como si siempre estuviera a la defensiva y preparado para arrancar a discutir si fuera necesario.
-Antoni -lo interrumpí- es referente a lo último que dijiste, el motivo por el que estoy aquí.
-Claro, claro, disculpa -dijo algo avergonzado -Perdón por desviarme del tema.
Le dije que no se preocupara, y saqué de mi bolso el celular con la aplicación grabadora, además de una libreta para tomar notas. El doctor Luis se levantó y saco un teléfono celular de su bolsillo, junto con un par de auriculares inalámbricos. Ya el doctor y yo habíamos comentado por teléfono como sería nuestra sesión. El tema sobre El Silbón o El Demonio Alto, como lo llamaba Antoni, aún era difícil de manejar para él. Su mente había puesto demasiadas barreras en su memoria y la forma más fácil de conectar con aquellos recuerdos era a través de la hipnosis.
El doctor no saco ningún reloj de cadena como uno se esperaría luego de ver escenas de hipnosis en las películas. En vez de eso, Antoni se puso el par de auriculares mientras el doctor Luis daba inicio a un audio, era el sonido de lluvia cayendo. Dándole clic a la pantalla del celular, Antoni se recostó en el espaldar de su silla, cerro sus ojos y en cuestión de segundos se quedó dormido.
-No está dormido -dijo el doctor Luis, casi como si hubiera podido leer mis pensamientos -está en un estado de trance inducido, uno que hemos creado luego de años de terapia.
Me quedé viendo fijamente al hombre sentado delante de mí, con su cabeza baja y sus ojos cerrados mientras respiraba tan levemente que apenas era notable el movimiento de su pecho con cada exhalación.
-¿y entra en ese estado de trance cada vez que llueve? -le pregunto al psiquiatra, Echeverría se ríe mientras quita con delicadeza los auriculares de los oídos de Antoni.
-No, solo lo hace cuando escucha la frecuencia exacta que pongo en el celular -Me responde sin siquiera mirarme El doctor se sienta a mi lado y me hace un movimiento con su mano, señalando mi grabadora, entiendo perfectamente que es momento de comenzar y doy Play en la pantalla.
-Antoni, puedes de decirme tu nombre y tu edad por favor- Pregunta el doctor Echeverría. Por un momento pienso que nada va a pasar y es entonces cuando el presidiario habla sin abrir sus ojos ni modificar su posición.
-Me llamo Antonio Castro y tengo 28 años - su voz es tranquila y libre de cualquier acento de calle. Tomo nota y escribo en mi libreta: Responderá en estado de hipnosis. Quiero comenzar a hacerle varias preguntas, pero debo esperar que el doctor Luis me permita interactuar con él.
-Antoni -Dice el psiquiatra -¿Recuerdas quien es la señorita Heli? ¿Y por qué está aquí?
-Es periodista -responde el hombre dormido, que en realidad no está dormido -Es periodista y viene a entrevistarme sobre el demonio alto.
No soy no periodista aún, pero no lo corrijo.
-Bien -responde el doctor asintiendo -cuando escuches su voz, quiero que respondas a cada una de sus preguntas con la verdad ¿lo harás?
-Sí, lo haré -responde Antoni Nuevamente con su voz suave. El doctor Luis cambia su mirada y ahora se me queda viendo fijamente mientras afirma con la cabeza, ya él hizo su parte, ahora es mi turno de tomar el control de aquella conversación.
-Señor Antoni -me detengo un segundo al decir su nombre y medito sobre como debería formular mi pregunta. -¿Recuerda la fecha que fue detenido?
-Si -es lo único que me responde.
-¿Podría decírmela? ¿Hace cuanto que está detenido?
-Si... exactamente 2 años, 4 meses y una semana desde que me atraparon -Me sorprende lo rápido que me responde, y sin ningún titubeo, gracias a los documentos que me facilitó la administración la prisión, sé que su fecha coincide con su expediente de detención.
-El día que te atraparon -Volví a tomar la palabra -¿Qué fue exactamente lo que sucedió?
Noto un ligero movimiento en sus párpados cerrados, acompañado de un leve arqueamiento en sus cejas.
-Eran las 10 de la mañana cuando desperté, fue por la llamada en mi celular, era Yonatan, habíamos quedado en ir a Barquisimeto, al centro de la ciudad, a buscar un dinero que nos tenian
Yo sabía quien era Yonatan, su nombre también figuraba en el expediente, era el compañero de fechorías de Antoni, tenía orden de aprehensión por robo a mano armada, venta de drogas, secuestro, extorsión y también asesinato. Al parecer Antoni fue la última persona que lo vio antes de su desaparición. Que fue justamente el día que lo atraparon, todavía hoy nadie tiene ninguna noticia sobre su paradero.
-Salimos como siempre, yo manejando la moto y él con el revolver dentro de su pantalón, en la cadera y ajustado con su cinturón. Fuimos al centro porque nos esperaba este mecánico al que le dejábamos las piezas robadas de los carros que desvalijábamos, él revendía las piezas a otros talleres y nosotros solo pasábamos a cobrar.
Trato de tomar notas de todo lo que Antoni me dice, pero en trance se comunica tan fluido que me es difícil seguirle el ritmo, termino rindiéndome y dejando que sea la grabadora la que reciba toda la información, luego en casa tendré la oportunidad de escuchar todo de nuevo, al repasarlo tomaré notas.
-Todo transcurrió tal como debía ser, fue al regresar que Yonatan empezó a golpearme por la espalda, pidiéndome que me detuviera porque había visto algo.
-¿Qué fue lo que vio? -pregunté.
-Un hombre, estaba en esta esquina hablando por teléfono, tenía levantado el capot de una camioneta y solo miraba el motor del cual salía mucho humo. Supe de inmediato que se había quedado accidentado y obviamente supe por qué Yonatan me había hecho detenerme. Aquel hombre era un robo tan fácil que era imposible resistirse a la tentación. Acelere la moto hasta quedar frente a él, tan cerca que por poco piso sus pies con el caucho delantero. Yonatan saltó ágilmente y sacó el revolver de su cintura, con el que apunto directamente a la sien del sujeto mientras lo empujaba contra la camioneta.
Era simple, aquello lo habíamos hecho tantas veces que ya para Yonatan le salía natural. Lo amenazaba entre groserías diciéndole que al minino movimiento lo mataría, si se resistía al robo lo mataría, si gritaba pidiendo ayuda lo mataría. Yo no era un santo, pero comparado con Yonatan... Él era verdaderamente malo, era el tipo de delincuente que podría dispararte sin ningún remordimiento por un par de zapatos, lo sé porque lo había visto hacerlo antes.
El hombre no tuvo más opción que obedecer, le quitamos el celular, su reloj, la billetera y el par de zapatos que llevaba. Por estos últimos nos pidió que por lo menos se los dejáramos para no quedarse ahí accidentado y descalzo. Lo único que consiguió fue que Yonatan le diera en la frente con el mango del revólver. Lo golpeo tan fuerte que tuvo que sujetarse de la camioneta para no caer, de su frente inmediatamente comenzó a brotar tanta sangre que rodeaba por su cara y caía en su camisa. Yonatan lo mandó a callarse y le dijo que si no fuera porque veía que el motor presentaba una falla grave, también nos hubiéramos llevado la camioneta. Como dije, aquello no duró más que un par de minutos.
Yonatan cogió todas las cosas y las guardó en los bolsillos del pantalón mientras seguía apuntándolo. De nuevo, de un solo salto volvió a subir a la moto y guardándose el arma en la cintura me grito que acelerara. No necesitaba que me lo ordenara para hacerlo, sabía que era hora de perderse, y si alguien era bueno en huira era yo. Fue una de las cualidades que me permitió durante tanto tiempo que no me atraparan, Incluso ya había trazado en mi mente cuál sería la ruta que tomaríamos para llegar hasta nuestro barrio. Mi prioridad era salir del centro y evitar las avenidas. Fue mientras estaba inmerso en mis pensamientos que fuimos arrollados por un costado por aquella camioneta que nos embistió.
Antoni realiza un leve movimiento cuando me cuenta lo del choque, es apenas un ligero temblor, como si hubiera querido hacer el ademán de levantarse, pero solo queda como un ligero espasmo mientras continúa contándome aquella historia, todavía dentro de su trance.
-Yo caí cobre el capot mientras Yonatan impacto directamente contra el pavimento. La camioneta freno justo al momento de chocarnos, de no ser así nos hubieran pasado por encima. No tuvimos tiempo siquiera de reaccionar cuando escuche las 4 puertas abriéndose y ver salir aquellos hombres armados, gritándonos y sacando las pistolas de sus fundas. Uno de ellos me lanzó del capot y cuando estuve en el piso aprovechó para encestarme una patada directa a la boca del estómago, tan fuerte que me sacó el aire. A pesar de que la caída de Yonatan fue más fuerte que la mía, fue capaz de despabilarse más rápido y llevó su mano a la cadera en búsqueda del revólver. Estoy seguro de que fue un reflejo más que una reacción planificada. Pero se llevó una enorme sorpresa cuando descubrió que ya no había ningún arma. Se había caído con el choque y rodó varios metros de donde nos encontrábamos. De no ser así, de haber sacado su arma, hubiera iniciado fuego él primero, habría disparado a diestra y siniestra a todo lo que tuviera cerca, y de seguro lo habrían terminado acribillando, pero se hubiera llevado consigo uno o dos de esos hijos de puta... Quizás habría sido mejor y no hubiera muerto de la forma tan atroz y horrible horas después de que nos atropellaran.
No nos dieron siquiera oportunidad de levantarnos, yo mantenía mi cabeza agachada debido a las amenazas con las pistolas, pero dichas amenazas pasaron a convertirse en patadas que recibimos una y otra vez sin poder hacer nada más que protegernos los rostros. En cierto momento en que pude levantar la cabeza pude ver como uno de los hombres que nos golpeaba era el sujeto que minutos atrás habíamos robado. Su herida en la frente ahora era un bulto rojo y morado, se había limpiado, pero aún quedaba la enorme mancha de sangre seca en la camisa, esta si que no iba a poder quitarla nunca. Maldije mi mala suerte, habíamos atacado al tipo equivocado.
Resulto que aquel robo perfecto era nada más y nada menos que un capitán del ejército, al quedarse accidentado decidió llamar por teléfono a una cuadrilla de soldados para que lo auxiliaran. Lo encontraron a escasos segundos de ser robado, aceleraron hasta interceptarnos y ahora nos tenían a su merced...
No parábamos de recibir patadas una y otra vez, aun así no pedimos clemencia, aguantamos todos los golpes sin chillar, no les dimos el gusto. Para cuando se detuvieron yo respiraba con bastante dificultad, todo mi cuerpo no era más que moretones y dolor intenso en todas partes. Volteé a ver a Yonatan y vi como uno de sus ojos se había hinchado tanto que parecía que una pelota de tenis dentro de su piel. Tenía un labio hinchado y roto de donde brotaba sangre. Yo también escupía sangre sin parar, pero porque me habían roto dos dientes a patadas. Nos levantaron bruscamente, mis rodillas me fallaron y volví a caer al suelo, me sujetaron entre dos de ellos me subieron a la cabina de la camioneta.
Yonatan no paraba de gemir como zombi, estaba molido a golpes y aun así se reusaba a ser sujetado por esos sujetos, así era su forma de ser, retador hasta el final. Solo consiguió que lo siguieran tratando con rudeza hasta que uno de ellos lo golpeo con tanta fuerza en el estómago que lo hizo doblarse del dolor. Lo subieron a la cabina de la camioneta conmigo y nos pidieron que juntáramos las manos. No tenían esposas, pero llevaban estos tirajes de plástico que sirven para amarrar cosas y nos inmovilizaron las manos. Ahí me di cuenta de que a aquellos hombres eran novatos en cuanto a detener a alguien, porque nos amarraron las manos frente de nosotros y no con ellas en la espalda, como se supone que debería ser.
Yonatan me miró y, en sus ojos, pude entenderlo lo que quería decirme. Estoy seguro de que era algo así como "no nos vamos a dejar por estos cabrones, nos vamos a escapar"
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro