Chào các bạn! Vì nhiều lý do từ nay Truyen2U chính thức đổi tên là Truyen247.Pro. Mong các bạn tiếp tục ủng hộ truy cập tên miền mới này nhé! Mãi yêu... ♥

💫 Capítulo 8: Infinito dentro de lo finito 💫

Con un roce de los dedos, la humana y el teluren compartieron energía. Aquello originó una onda expansiva que borró de golpe toda la oscuridad. El libro del alma regresó a tener la energía violeta que le caracterizaba, antes de desaparecer.

Arte le dedicó una sonrisa burlona.

—Al menos pude comprobar que tan especial eres.

Este parecía agotado e incluso malherido cuando se desvaneció. No obstante, incluso si al teluren le preocupaba, no iría detrás suya.

—Las voces tenían razón, era cuestión de tiempo antes de que me vuelva solo un recuerdo —susurró la humana.

El ser sin nombre quiso tomarle la mano pero ella se esfumó de golpe. Trató de mantener la calma e ignorar la desesperación que el no saber qué sucedía le causaba. El espejo salió de su cuerpo, la dulce voz que tan familiar era le buscaba. Tras atravesarlo se descubrió otra vez en Salinen. El mar de helio le daba la bienvenida habitual, hacía todo lo posible por no rozarle.

Se hallaba en medio de una ciudad, cuyas edificaciones acababan en una punta hexagonal. El material que la humana asumiría como una especie de titanio nacarado, se mezclaba con algas translúcidas en tales edificios. Estas trepaban en los laterales, creaban un camino que ascendía para abrirse cual pétalos.

El teluren abandonó la forma humana, regresó a la ser la mota que en realidad era. Se movió entre los aitiris que por allí nadaban, cuyas conversaciones no escuchaba porque eran mentales y no deseaba interrumpir por mera curiosidad. Entró entonces a uno de los edificios, un holograma de vibrantes colores le recibió. Había grupos de aitiris sentados en sillas de titanio flotantes, con los dos brazos cubiertos de aletas apoyados sobre mesas de igual material. Notó que uno de los presentes tenía conectado un cable casi invisible a una fina franja de energía, ubicada en el lugar donde los humanos tendrían los labios. El cable provenía de un recipiente metálico, el teluren no era capaz de ver el contenido.

—Es helio, los aitiris poseen fábricas que transforman dicho gas en líquido —creyó que hallaría a Al Moren detrás suya y se sorprendió al reconocer a La Entidad.

Este ser gaseoso, considerado una deidad entre los aitiris, había adquirido la forma de una sirena. Tenía la piel de un tono oscuro, pintura de color azul eléctrico se le esparcía en forma de mariposa por el rostro. El mar de helio podía verse en sus ojos, estos le ofrecían una sensación de calidez.

—Cuando me presento ante algún teluren, siempre me perciben de maneras distintas. Dime, ¿cómo me vislumbras?

—Pareces una sirena, cuya escamosa cola posee el color del mar de la Tierra. Los abundantes rizos que ostentas por cabellos y ondean alrededor de tu rostro, son de igual color.

La Entidad le dedicó una sonrisa dulce, pese a que se hallaba convertido en una mota lo acercó a su pecho. El Ser sin nombre se sorprendió, aquel abrazo aliviaba la tristeza que ambos sentían.

—Pese a que varias son las preguntas que tienes, hay una que prima por sobretodas. Deseas saber si Arte no es el único teluren que se tornó oscuro, ¿cierto? No lo es, han existido otros.

El ser sin nombre recuperó la forma humana, le dedicó una mirada de curiosidad a La Entidad.

—¿Por qué has dejado que esos teluren tomen ese camino? ¿No podías evitar tal cosa?

La Entidad negó con la cabeza.

—Pese a que les he creado no puedo interferir en sus decisiones. Aunque me duela ver lo que hacen, solo me permito aconsejarles y observar a la distancia.

Con un gesto de la mano, La Entidad hizo que dejasen atrás el lugar donde estaban. Un espacio gris, plagado de burbujas que flotaban alrededor, les recibió.

—Para que un teluren adquiera historias que llevar a su zerian, ha de vislumbrar por sí mismo las experiencias de otros. En un pasado lejano, podían incluso tener contacto con esos seres a los que observaban.

La Entidad acarició una de las burbujas cercanas, la cual se iluminó con tal toque. El ser sin nombre se aproximó, pidió permiso con la mirada e imitó la acción de la deidad a la que podía llamar madre.

—Aquello provocó que los teluren buscaran formas de ayudar a esos seres y dejarán de lado su principal deber, ¿cierto?

—La consecuencia de una mala decisión trajo consigo la destrucción de un mundo y, como forma de proteger a los teluren, impuse la regla de que solo fuesen observadores.

—¿Y qué sucedió con Arte?

La deidad le dedicó una mirada triste.

—Este buscaba ayudar a su zerian, el cual ha sido manipulado por lo que los humanos conocen como demonios. Traté de advertirle pero rompió el lazo de energía que nos unía.

Las burbujas se aproximaron a La Entidad, la cual comenzó a mirar hacia ningún punto inespecífico.

—Aquí, en una de las tantas dimensiones infinitas que existen en Salinen, yacen las energías que quedan de lo que llamas teluren oscuro. Todas sus memorias permanecen hasta el final pero, se borran cuando es creado un nuevo teluren a partir de esta energía.

—Todo se transforma, la muerte es efímera.

En una de las burbujas, El ser sin nombre vio que uno de los teluren juntaba los labios con una humana. Tal cosa le provocó un deseo, hasta ahora desconocido, de hacer lo mismo con Amelis.

Pestañeó repetidas veces, era la primera vez que al pensar en ella la llamaba por su nombre. ¿Acaso se sentía atraído por Amelis? ¿Cómo debía catalogar las emociones que comenzaban a brotar en su interior?

—Llámalas deseo, preocupación, curiosidad e incluso algo de admiración —La Entidad le acarició la cabeza —No eres el primer teluren al que le atrae una humana y decide explorar tales emociones.

—¿Qué ha sucedido con aquellos que se atrevieron?

La Entidad le sonrió, el espejo salió de manera forzada de su cuerpo y le mostró un cementerio.

—Cada historia es diferente, querido teluren, has de ver por ti mismo cómo termina la tuya.

El ser sin nombre le susurró un gracias antes de entrar al espejo. Incluso si no todas sus preguntas obtenían respuestas, algo le decía que no debía tardar en ver a Amelis.

💫💫💫


El sol se hallaba en lo más alto del cielo y, por supuesto, el calor resultaba insoportable. Ver a su familia reunida en el Cementerio de Colón, el más grande de la provincia, le provocó un sudor frío. Amelis temía acercarse, comprobar que las sospechas que tenía eran ciertas. Sin embargo, pese le temblaban las manos, fue al encuentro de su familia.

En efecto, la tumba ante la que sus padres y su hermana menor lloraban era la suya. Con lágrimas en los ojos se puso de rodillas, leyó en voz baja el epitafio que había escrito.

—Amelis Fernández Romero, 2006-2022, la mejor de hermanas y la más dulce de las hijas.

Ahogó un sollozo, tomó una de las rosas que se encontraban sobre la tumba. Aspiró el aroma, creía que lo que vivía en este momento era un horrible sueño.

Todavía podía decidir si regresar a su cuerpo, ¿cierto?

Amelis se levantó, avanzó con rapidez hacia la izquierda. Si continuaba recto por este camino, llegaría a las puertas del cementerio y podría irse. Realizó dicha acción varias veces pero no tuvo el éxito que deseaba. Una especie de muro invisible le bloqueaba el camino, un fuerte viento la empujaba hacia atrás.

—¡Dejen que me vaya! —entre gritos, ella luchó contra tales obstáculos —Esto es un sueño y en ellos puedo hacer cualquier cosa.

«No lo es, en este instante, vislumbras tu futuro» una profunda voz retumbó, Amelis se sobresaltó ante dichas palabras.

La dulce voz de su hermana la sacó del estupor, con las manos a ambos lados del cuerpo esta cantaba. Interpretaba la canción que le había pedido, aquel día en que sentía que moriría pronto. En su mente, dicha memoria no tardó en reproducirse.

💫💫💫

—Claudia, por favor, —apenas llegó a casa Amelis se tambaleó, su hermana le colocó un brazo alrededor del hombro para ayudarla a sentarse —Si muero, quiero que cantes frente a mi tumba Unstoppable, de Sia.

Claudia, sentada a su lado en el sofá, la miró con horror.

—Amelis, no digas eso, tú no vas a morirte.

Los dolores de cabeza, las náuseas, los mareos iban en aumento. Amelis comenzó a tener la visión borrosa, la bilis del estómago le subió hasta la garganta.

—Clau, sé que parezco insensible pero...

Amelis se sintió incapaz de respirar. Lo último que oyó antes de regresar al momento presente, fue a Claudia llamar a gritos a su madre.

💫💫💫

Claudia tenía la vista fija en el árbol sobre la tumba. Cantaba con rabia, en un tono más alto que el de la canción original. Al estar más cerca, Amelis notó que luchaba por contener las lágrimas. ¿Por qué nos dejaste? Era eso lo que su hermana decía a gritos con la mirada.

—Lo siento mucho, soy tan egoísta.

Amelis trató de abrazar a Claudia pero sus manos le atravesaron el cuerpo. No se molestó en intentar tal cosa con sus padres, sino que se colocó detrás. Se mantuvo allí hasta que su hermana acabó la canción y lloró en silencio. Contempló como su familia se ofrecía consuelo mutuo, soportó que la atravesaran cuando se fueron del cementerio.

Emitió un grito que mezclaba la ira con la tristeza, las lágrimas le corrían por las mejillas. Le aterraba que lo único que quedase de ella fuera solo una tumba, la cual tras un tiempo dejaría de ser visitada.

—No quiero morir, deseo quedarme con mi familia.

Se levantó de golpe, se limpió con brusquedad las lágrimas y pateó las rosas colocadas en su propia tumba. Un suave toque le hizo darse la vuelta, se halló entonces en los brazos de El ser sin nombre.

—Los teluren y los humanos tenemos una cosa en común: No podemos contener las emociones porque estas pueden acabar por destruirnos —El ser sin nombre le acarició la cabeza, el calor que despedían sus dedos le recordó a los rayos del sol durante el invierno —Por ello, debes llorar si lo necesitas, libera todo aquello que has contenido por años.

Amelis enterró la cara en su pecho, río de forma amarga a la vez que lloraba.

—El hombre con tres ojos tenía razón, somos el equivalente a almas gemelas. Eso explicaría porque sabes cómo me siento o dónde encontrarme.

Al teluren se le escapó una carcajada, tal sonido resultó un bálsamo para el corazón de Amelis.

—Es una forma extraña de llamar Al Moren, pero lo acepto.

Amelis alzó la cabeza y buscó la mirada sin iris del teluren.

—Gracias.

En respuesta, El ser sin nombre posó los labios sobre los suyos. El asombro que a ella le causó tal acción desapareció, fue reemplazado por una sensación cálida y refrescante que le recorrió todo el cuerpo. Cuando cerró los ojos dejó atrás el cementerio, todas las vivencias del teluren desfilaron por su mente.

Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro