7 🐺 Engaños
Departamento en Alassio
En el desayuno donde solo bebió un café con leche con un par de biscottis, Millennia había recibido desde hacía media hora atrás un mensaje de su futuro marido dándole los buenos días y avisándole que para las diez su madre y sus hermanas la estarían pasando a buscar.
A las diez, tocaron el timbre del departamento y ella salió al balcón para avisarles que bajaría pronto.
―Hola ―la saludó Valeria con la mano y una sonrisa―, te esperamos dentro del auto.
―Hola, de acuerdo ―expresó la joven y entró de nuevo al departamento.
Tomó el abrigo y la cartera, y salió de allí saludando al lobo y cerró la puerta con llave. Entró al ascensor y pocos segundos después salió del edificio.
―Buenos días ―les dijo apenas entró en el asiento trasero.
―¿Cómo has dormido? ―Quiso saber su futura suegra.
―Bien, gracias.
Miró de reojo las manos cuidadas de la chica que estaba a su lado, sus uñas eran de color rojo con un par de dibujos en estas, vestida con finas ropas y maquillada muy natural. Su cabello brillaba al sol y miró sus manos, comprobando que ni siquiera tenían esmalte sus uñas.
―Millennia... ―la nombró la mujer y ella levantó la vista―, sé que te sacamos de un lugar que conocías para ubicarte en otro lugar, pero fue por tu seguridad. No queremos perturbar tu vida, pero...
―Pero entiendo que es lo que debo hacer, pagar el precio quizás de algo que no estaba en mis planes. Ni siquiera sé por qué mi padre quiso esto ―dijo y miró por la ventanilla.
―Sus razones habrá tenido, yo no puedo responderte eso porque le corresponde a mi hijo decírtelo.
Giovanna y Vittoria, su otra hija que estaba de copiloto, se miraron, pero no dijeron nada. Sabían las tres que lo que la joven decía era cierto, pero quien debía contarle eso era Amos, él era el único que podía decirle la verdad y, sobre todo, quien era él realmente.
―Hoy pasaremos el día juntas, para ir a la tienda de novias e ir a la manicurista ―volvió a decir Gio―. Y esperamos que dentro de todo sea agradable para ti.
La corta conversación llegó a su fin porque habían arribado al primer lugar para buscar el vestido ideal. La joven fue atendida con amabilidad mientras le mostraban infinidad de diseños y estilos, pero se quedó con uno que creyó era de su agrado.
―¿Qué quisieras en el vestido? ¿Y en el velo? ―preguntó el diseñador.
―Flores.
―¿Para ambos?
―Sí, pero no quiero velo.
―¿Qué quisieras?
―Una capa con capucha, me gustan y me gustaría usar una también.
―De acuerdo, bordados en flores y piedras, tul y una preciosa cola en el vestido, el largo de la capa será el mismo para la cola, ¿te parece bien?
―Sí.
―¿Algo en el pelo?
―No lo sé, lo que quede mejor.
―Mille, elige lo que quieras, es todo a tu gusto, nosotras no podemos opinar ―contestó su futura suegra.
―Está bien. ―Miró al diseñador―, creo que quedaría bien una tiara.
―Quedará perfecta. Tenemos algunas que son preciosas, puedes elegir la que quieras, o varias que te gusten y las podemos probar con el vestido y la capa con capucha para dar con la indicada. ¿Cuándo te casas?
―Dentro de quince días.
―Vaya. Pues entonces, tendré que apurarme. Te tomaré las medidas y el viernes de esta semana vendrás de nuevo para comenzar a probarte el vestido.
―Está bien ―respondió mientras asentía con la cabeza.
El tiempo pasó a medida que pasaban también la charla entre ellos. Cuando salieron, fueron a la manicurista donde habían pedido un turno para que las atendieran a las cuatro al mismo tiempo. Para completar el día, decidieron entre las tres llevar a Millennia a una cafetería para merendar, pero a la mitad de la merienda que estaban compartiendo, Martino se presentó en la mente de Giovanna.
🐺¿Está todo bien?
🐺Sí, amore. No debes preocuparte.
🐺¿Cómo se encuentra la chica?
🐺Bien, se la ve un poco más relajada.
🐺Me alegro, estaremos atentos a cualquier cosa que surja.
🐺No se preocupen. Hasta pronto, amore.
Una hora después, las mujeres la dejaron en el departamento y se despidieron de ella.
Ambarino la recibió frotándose la cabeza contra sus piernas para darle la bienvenida y ella le rascó la cabeza y las orejas.
―Hola hermoso, ¿comiste y bebiste? Perdón por dejarte solo todo el día.
Millennia dejó el abrigo y la cartera colgando de los percheros detrás de la puerta, se dirigió al baño para lavarse las manos y se descalzó para estar más cómoda. Se sirvió un vaso de agua y quedó mirando con atención los frascos que había traído consigo. Entrecerró los ojos percatándose de que habían crecido más de lo normal todas las flores y las semillas que había cultivado. Algo estaba pasando y no sabía qué.
Un sonido proveniente del móvil la sacó de su pensamiento y deducción al verlas, y caminó hasta la cartera para sacar el aparato.
Valentini: Hola, Millennia. ¿Cómo te ha ido con mis hermanas y mi madre? [7:15p.m.]
Millennia: Hola, señor Valentini... Estuvo bien el día... ¿Y el tuyo? [7:20p.m.]
Valentini: Bien. [7:20p.m.]
Millennia: Me gustaría comprarte la finca... El dinero que me entregarás, te lo quiero devolver para que yo me quede con la finca. [7:21p.m.]
Valentini: Eso está fuera de discusión, le di mi palabra a tus padres que me casaría contigo también. De todas maneras, eso no sería un negocio, tú no estarías cediéndome nada. [7:22p.m.]
Millennia quedó estupefacta con las últimas palabras e ignoró en responderle esa parte.
Millennia: ¡Pues yo no quiero! [7:24p.m.]
Valentini: Yo ya he hecho un trato con tus padres, no hay vuelta atrás. [7:24p.m.]
Millennia: Pues bien... ya que esto no va a tener una solución, quiero algo a cambio, estoy en mi derecho de pedirte algo, me sacan de un lugar en el que me sentía cómoda, me sacan por una amenaza de alguien que ni conozco, encima no te puedo conocer hasta el día de la boda, por lo tanto, quiero un coche ―escribió con un emoji sonriendo de lado. [7:26p.m.]
Valentini: Vaya... qué pretenciosa. [7:27p.m.]
Millennia: Ni eso soy, lo exijo, me despojaste de todo, no tengo nada. Tengo derecho a tener algo a cambio. [7:27p.m.]
Valentini: Tendrás el dinero apenas nos casemos. [7:28p.m.]
Millennia: No. Necesito manejarme con algo, vivía bajo el techo de mis padres, me mantenían porque prácticamente soy casi una adulta. Quiero ser independiente. [7:28p.m.]
Valentini: ¿Cuántos años tienes? [7:29p.m.]
Millennia: Veintiuno y como te escribí antes, quiero ser independiente. [7:29p.m.]
Valentini: Nadie te dice que no lo seas. [7:30p.m.]
Millennia: Entonces quiero el coche. [7:30p.m.]
Valentini: Aquí lo tienes... ―el hombre le agregó un emoji de un vehículo y le envió el mensaje. [7:31p.m.]
Millennia dejó de responderle.
Volvió a calzarse, tomó las llaves del departamento, la cartera y el abrigo, y salió de allí. Necesitaba aire fresco, necesitaba sentirse libre, no le gustaba tener que estar ahí dentro como un conejo enjaulado y tomó la mejor opción para aquel momento.
Giovanna fue advertida mentalmente por Ambarino avisándole que la joven se había vuelto a ir del departamento y no sabía hacia dónde.
🐺🐺🐺
Liguria, Génova
Santa Margherita Ligure
Amos se encontraba relajándose sobre un sillón reclinable y bebiendo una bebida alcohólica, mantenía los ojos cerrados hasta que la voz de su madre penetró en su mente.
🐺Amos...
🐺Dime, mamá.
🐺Millennia dejó el departamento. No sé dónde se ha ido, solo percibo que se está alejando de la ciudad mediante un transporte particular. Por el camino que recorre, presiento que es la zona de la finca.
🐺No va a frenar hasta que algo le suceda.
🐺Creo que se comporta así porque no sabe qué hacer y porque quiere saber con quién se casará.
🐺Pues pierde el tiempo. ¿Tienes idea de dónde puede estar?
🐺No, lo siento. Supongo que se dirige a la casa.
🐺Es peligroso, no creo que sea tan insensata para volver ahí. No te preocupes, yo me encargaré. Volveré a hacerle una visita.
🐺Amos... Millennia no te perdonará por lo que le estás ocultando.
🐺Es la única manera para que no salga huyendo.
🐺Tarde o temprano lo sabrá, es mejor que se lo digas ―le dijo su madre mientras él ya estaba dentro del coche yéndose.
🐺Sé que me odiará, pero no tengo alternativa.
A medida que se iba acercando a la zona de la finca, más notorio era el aroma de Millennia y se comunicó con su madre.
🐺Creo saber dónde está, el aroma es intenso a medida que avanzo, luego te aviso.
🐺De acuerdo.
Cuando llegó al lugar después de más de media hora de viaje, la encontró de pie frente al lugar cercado por una cinta policial y ella tirando algunas flores en el precipicio. El grito que había escuchado Amos fue tan desgarrador que sintió la pena que llevaba encima también. El llanto se mezclaba con los gritos y tuvo ganas de abrazarla para que pudiera llorar tranquila, y decirle que todo iría bien pero debió reprimir aquello y caminó hacia la joven con cautela.
Millennia giró en sus talones sintiéndose aliviada y cansada. Y al levantar la vista, se encontró con Amos.
―¿Qué haces aquí? ―Le preguntó sorprendida y aún con lágrimas en los ojos.
―Estaba de pasada y justo te vi. Supe de la noticia, lo siento mucho.
La muchacha sin pronunciar palabras caminó hacia él para abrazarlo por la cintura y apoyarse contra su pecho.
―Por favor, abrázame. No pretendo nada, solo te pido que me abraces, eres al único que conozco ―expresó con congoja.
Amos no tuvo chances de negarse y la abrazó con fuerza contra su cuerpo.
―Tranquila... todo estará bien.
―No entiendo nada... No sé lo que pasó. No tengo a nadie más.
―Millennia, debes ser fuerte, todo estará bien, todo se solucionará y podrás seguir adelante ―le dijo separándose de ella mientras la miraba a los ojos―. Ven, te llevaré donde me digas, no puedes estar sola en un lugar como este, más cuando el sol se está ocultando.
La tomó de los hombros y la llevó hasta el asiento del copiloto para meterla dentro.
El Siberiano se comunicó con su madre para dejarle saber que la había encontrado.
🐺Ya está conmigo, la estoy llevando al departamento.
🐺Me parece bien. Hasta pronto.
Él entró del lado del conductor y le volvió a hablar:
―Tú me dirás dónde te llevo ―la observó con aquellos ojos que a Millennia la habían cautivado desde que lo había conocido en la casita.
―Vivo provisoriamente en Alassio, en un departamento. ¿Conoces la zona?
―Sí ―afirmó.
Ella le dijo la dirección y se dirigieron hacia allí. Durante todo el trayecto Amos debió controlarse con todo lo que estaba sintiendo con la persona que estaba a su lado. Porque de tanto en tanto se miraba en el espejo retrovisor y veía cómo el azul de sus ojos cambiaba de a poco al lila y trataba de pensar en otra cosa y no oler el aroma de ella que cada vez le hacía estragos en su interior, en todo su cuerpo. Eso y que encima sentía sus colmillos un poco más largos que de costumbre. Bajó un poco la ventanilla con el botón electrónico que estaba en la puerta para que entrara el aire fresco y así disipar la esencia de Millennia. Aceleró un poco más, necesitaba llegar cuanto antes al departamento.
🐺🐺🐺
Génova, Liguria
Alassio, Savona
La argentina abrió la puerta del departamento y lo hizo pasar.
―Ehm... ¿quieres tomar un café? ―Le ofreció.
―Está bien ―respondió.
―Ponte cómodo entonces. Enseguida regreso.
La vio dirigirse a la recámara y deslizó la puerta detrás de ella.
Amos y el lobo volvieron a mirarse, pero el segundo no quiso comunicarse con él.
Millennia salió descalza y con un par de pantalones holgados y cómodos, y una camiseta de mangas largas.
―¿Quieres café fuerte, medio, suave?
―El café fuerte estará bien, gracias ―él se sentó en el asiento que estaba en la isla de la cocina y giró la cabeza para mirar los frascos de vidrios.
Desde la última vez que los había visto hasta ahora habían crecido considerablemente.
―Has dicho que vives provisoriamente aquí, ¿por qué? ¿No te gusta?
―Sí, es bonito, pero me asfixio. Necesito algo como lo que tenía antes... ―calló, pero reanudó la conversación―, pero no sé si la persona con la que tenga que vivir querrá estar aquí, o en otro lugar.
―¿La persona? —Intentó sonar lo más sorprendido posible.
―Debo casarme con alguien que no conozco. Después de que mis padres sufrieron el accidente, tres mujeres se presentaron en la finca dándome la noticia que tenía que casarme con el hombre al que mi padre le vendió la propiedad. Así de loco es todo. No entiendo nada todavía. —Rio por toda la situación que estaba viviendo y lo hizo para no sentirse miserable, y sola.
―¿No conoces al sujeto?
―No, seguramente para él, yo solo soy un negocio, no quiso conocerme, quizás le parezca tonta o poco agraciada, no tengo la más remota idea ―levantó los hombros en señal de incertidumbre―, solo me dijeron que era un hombre muy ocupado y que por eso no podía presentarse... Siento que mi vida se redujo a nada. Ellas parecen amables, pero no me casaré con ellas, si no con el hombre que compró la finca y tengo miedo. No sé quién es ni cómo es... Tengo miedo de que sea abusivo, que tenga carácter violento, me pongo a pensar muchas cosas.
―Si tus padres hicieron ese negocio de vender la finca por el matrimonio, no creo que sea un mal hombre. No creo que tus padres hayan sido la clase de gente que entrega a su hija a un hombre de mala calaña.
―Yo supongo que no, pero una cosa es lo que ellos vieron en él y lo que yo veré en el transcurso de las semanas a partir del momento en que me case con él.
Ella le entregó la taza con el platito y una cuchara de postre, y le acercó el azucarero.
―Gracias ―contestó y se sirvió una cucharadita de azúcar.
―¿Tú cómo diste con mi padre? ―Arqueó una ceja al tiempo que lo miraba a los ojos―, sabía por mi madre que eras alguien que quería hacer un negocio con él, pero desde que te conocí me pareciste un tipo raro.
Amos no pudo evitar reírse.
―Hice el negocio con tu padre.
―¿Y qué era? ―cuestionó con mucha curiosidad.
―Estaba buscando una foto antigua. Sabía que era profesor de historia antigua y contacté con él porque la tenía en venta ―en parte le mintió.
―Entiendo.
Millennia bajó la vista al anillo que tenía el hombre en el meñique izquierdo.
―Qué lindo, ¿son tus iniciales? A y V.
De pronto a la joven el pánico la atravesó, pero intentó calmarse.
―Sí, Amos Virmi. Mi apellido ―volvió a mentirle.
―Ah... ―su respuesta fue como una desazón.
―¿Por qué se llama El Milenio Plateado? Siento curiosidad por saberlo.
―En las noches de luna, en la época de invierno, toda la hectárea queda blanca por la nieve y la luna baña con su luz la superficie haciendo que parezca plateada toda la zona. Es una postal nocturna, me encanta. Se veía hermosa desde la ventana de mi cuarto. Me hacía sentir que estaba dentro de un cuento cada vez que miraba el paisaje. Y milenio viene por mi nombre.
El Siberiano imaginó el lugar que ella le había descrito y no pudo evitar quedarse encantado también.
Cuando terminó el café, prefirió retirarse de allí. En la entrada y con la puerta abierta, quedaron mirándose, y él se inclinó para besarla en los labios, pero ella dio un paso hacia atrás.
―Lo siento, no puedo. La última vez que nos vimos no fue una situación buena y ahora no corresponde. Me caso y aunque no lo conozca, sé que no me sentiré cómoda sabiendo que acepté que me besara otro.
―Lo entiendo y te lo respeto ―admitió.
Amos la tomó de las mejillas y le depositó un beso en la frente.
―Espero que te vaya bien en tu matrimonio, y que si surge algo que sientas que es raro o que te incomoda, no te acobardes y dile cómo te sientes, a veces esas cosas pasan, en todo matrimonio.
―Gracias por el consejo.
Apenas ella cerró la puerta, recargó la espalda y agachó la cabeza suspirando.
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro