6 🐺 Sueño
Italia, Liguria
Alassio, Savona
Desde la finca hasta la zona de Alassio fue la hora más interminable para Millennia. Ninguna de las tres hablaba y supuso que era para respetar su llanto y la manera en cómo se encontraba en aquellos momentos.
Varios minutos después dejaron sus cosas en la sala de estar y Giovanna volvió a hablarle:
―Sé que todo es difícil para ti ahora, pero puedes contar con nosotras, con mi marido y con tu futuro esposo también. Esta es tu casa, siéntete cómoda.
―Se los agradezco mucho a las tres ―les dijo con la voz quebrada de nuevo.
―No tienes porqué ―sonrió―. Sé que esto volverá a parecerte chocante y apresurado, pero... La boda con mi hijo será dentro de quince días.
El rostro de Millennia quedó petrificado.
―No creí que fuera tan rápido, pero sé que no debo quejarme. Me gustaría hablar con él o conocerlo.
―Por decisión de él, no quiere que lo conozcas hasta el día del casamiento.
―¿Ni eso puedo decidir? ―preguntó con incomodidad y decepción.
―Lo siento. Mi hijo te explicará todo lo que está pasando, el día de la unión o días después a la misma.
―Quisiera un teléfono personal suyo para poder hablar con él, por lo menos quiero eso. —Comentó, pero luego habló con enojo en su voz y frunció el ceño mientras la miraba—. No lo quiero, lo exijo —declaró con firmeza.
Giovanna no estaba disgustada ni mucho menos ante el comportamiento de su futura nuera, estaba encantada porque tenía carácter y temperamento.
―Me parece lo correcto, te lo daré ―admitió sacando una agenda de su cartera y anotando el número personal en un papel y luego se lo entregó en las manos.
―Te lo agradezco.
―Mañana mismo iremos a que te tomen las medidas para el vestido.
―¿Tan pronto? ―preguntó asombrada.
―Te casas dentro de quince días con mi hijo, es necesario que tengas un bonito vestido.
―Entiendo ―agachó la cabeza porque sintió sus ojos llenos de lágrimas de nuevo.
―Te dejaremos tranquila para que te acomodes, el refrigerador y las alacenas están llenas de alimentos, los muebles y cajones están todos equipados, el dormitorio y baño tiene todo lo necesario también, este es tu hogar.
―Gracias.
―Mañana nos volveremos a ver ―le regaló una sonrisa.
Millennia solo asintió con la cabeza.
Cuando quedó a solas junto con Ambarino que estaba echado sobre el largo sillón al lado del ventanal que daba al mar, ella decidió sacar de la caja sus frascos de flores, semillas recién cultivadas y todo lo demás para dejarlos en un rincón a la vista y sobre la mesada. Al finalizar, se dirigió al cuarto con la valija, entró y abrió la ventana que estaba frente a la cama. Quedó absorta mirando el mar, se sentía angustiada, agobiada y sin fuerzas. Desde el momento en que apareció aquel hombre que había almorzado en la finca, todo era extraño, irreal.
Ambarino la observaba sentado desde el umbral de la puerta, sentía pena por ella pero aún no se atrevía a mantener una conversación mental con la joven por miedo a que creyera que se estaba volviendo loca y tampoco sabía a ciencia cierta si Millennia podía ser capaz de mantenerla. Por lo tanto, esperaría un poco más.
Fuera de allí, Amos se ocultaba entre las sombras para observarla, escuchaba su llanto como si la tuviera a su lado. Lo único que esperaba era que cuando se volvieran a ver, ella no lo considerara un mentiroso o peor, que había hecho todo para engañarla.
Millennia levantó la cabeza y miró en dirección a la sensación que sentía de ser observada. No veía a nadie en aquel lugar, pero presentía que había alguien en las sombras.
―Intuyo que estás cerca, ¿por qué no das la cara? ―le habló al aire―. Me estoy volviendo loca... ―dijo sollozando y resignada.
El hombre estuvo a punto de dar un paso al frente para que por lo menos supiera que estaba allí como le escuchó decir, pero su padre le habló mentalmente para que regresara. Debió dar media vuelta y meterse dentro del coche para irse de allí. Durante el trayecto, Martino le estuvo diciendo que iba a cometer una locura si se presentaba frente a ella ahora mismo. Gruñendo, con los nudillos blancos de la fuerza que ejercía sobre el volante, apretando los dientes y cambiándole de a poco el color de ojos, le respondió que Millennia lo odiaría cuando lo reconociera.
🐺🐺🐺
Dentro del departamento, la joven aprovechó en cerrar la ventana, abrir la maleta y sacar sus cosas personales y acomodar lo demás sobre el vanitory, los cajones y demás compartimientos que tenía el cuarto.
―Terminaré de darme un baño y te prepararé algo de cenar, ¿quisieras eso? ―le ofreció a Ambarino mientras le acariciaba la cabeza y las orejas―. Pero primero, tienes que salir un ratito del dormitorio ―le abrió la puerta y el lobo sin quejas caminó hacia afuera.
Cuando la muchacha cerró la puerta, él se echó delante de la misma para protegerla.
Se desvistió dentro del sanitario llevando consigo el camisón, una bata y la ropa interior. Graduó el agua de la tina y le agregó jabón líquido que había encontrado en uno de los cajones. El aroma a maderas del jabón inundó el ambiente y los sentidos de Millennia. Con una rara sensación, cuando se metió dentro de la bañera, se sintió abrazada por el perfume y de repente se le cruzó la idea de que aquel producto era de su futuro marido. Un sonido proveniente del móvil la alertó de un nuevo mensaje.
Valentini: ¿Disfrutando del departamento? ―La pregunta la tomó por sorpresa. [9:15p.m.]
Millennia: ¿Cómo sabes mi número? Solo he pedido el tuyo. [9:15p.m.]
Valentini: Tengo mis métodos para obtener lo que quiero. [9:16p.m.]
Millennia: Como arreglar el matrimonio, ¿verdad? ―Le envió un emoji furioso. [9:16p.m.]
Valentini: Ese tema está fuera de discusión. [9:18p.m.]
Millennia: Necesito saber para entender todo, desde hace días que no entiendo nada, no duermo bien, me siento sin fuerzas y todo es una tragedia. [9:19p.m.]
Valentini: Lo sé, pero yo no he tenido nada que ver con el accidente de tus padres. [9:20p.m.]
Millennia: ¿Cómo sabes de eso? ―agregó un emoji sorprendido. [9:20p.m.]
Valentini: Te estoy contando más de lo que debería, solo tienes que saber eso de recién, no soy el culpable de lo que les sucedió a tus padres. [9:21p.m.]
Millennia: Si no eres, ¿por qué no das la cara? ¿Qué relación tenías con ellos? [9:22p.m.]
Valentini: Soy el dueño de la finca y del territorio. [9:22p.m.]
Millennia: Eso lo sé, me enteré cuando revisé el despacho de mi padre y aún así no entiendo nada. [9:23p.m.]
Valentini: Trata de relajarte y sobre todo dormir, lo necesitas. Debes saber que estás protegida en el departamento. Nadie te hará daño. [9:23p.m.]
Millennia: Lo dice el justiciero... el que no se atreve a dar la cara. [9:24p.m.]
Valentini: No me conoces realmente y lo harás el día del casamiento. [9:24p.m.]
Millennia: ¿Por qué no antes? Quiero saber con quién me voy a casar, ¿por qué te vas a casar con alguien que ni siquiera conoces? No le debes nada a nadie. [9:25p.m.]
Valentini: Aunque no me lo creas, te conozco y como te he escrito antes, te estoy diciendo muchas cosas que no debería decirte. No por ahora. [9:25p.m.]
Millennia: Pero yo las quiero saber ahora. [9:26p.m.]
Valentini: Es mucha información que ya sabes. Por lo pronto, trata de descansar, realmente lo necesitas. [9:26p.m.]
Millennia: ¡No me des órdenes! [9:26p.m.]
Valentini: No te las estoy dando, te aconsejo que comas y duermas. Creo que mañana te espera un día ajetreado. [9:27p.m.]
Millennia: A la muñeca la deben vestir bien, ¿no? [9:27p.m.]
Valentini: Estás alterada, por todo. Descansando se te pasará. [9:27p.m.]
Millennia: ¿Cómo quieres que este? Si desde hace tres días todo es raro. Siento que todo esto me supera y necesito saber lo que está pasando ―terminó con un emoji llorando. [9:28p.m.]
Valentini: Cuando lo crea conveniente sabrás todo. [9:29p.m.]
Millennia: Claro... Cuando el señor Valentini lo crea adecuado, va a abrir la boca, antes no. Estoy cansada, ya no quiero hablar más. [9:29p.m.]
Valentini: Descansa y lo siento, por todo. [9:30p.m.]
Millennia dejó el móvil sobre el borde de la bañera para intentar relajarse un rato, casi se queda dormida y despertó para salir de allí, y secarse el cuerpo, para luego ponerse el camisón y la bata. Se colocó unas pantuflas de conejitos blancos y de a poco fue secándose el cabello. Se perfumó y salió del baño para pasar por el dormitorio y caminar hacia la cocina para preparar su cena y la de Ambarino.
🐺🐺🐺
Cuando los dos terminaron de cenar y ella acomodó todo, apagó las luces y entraron al cuarto, se quitó la bata dejándola sobre la cama y la joven lo animó a subirse a la cama, pero el lobo se echó al piso para protegerla, aunque sabía que allí estaba muy segura. La muchacha apagó la luz y se metió dentro de la cama, ubicándose en el medio de esta y mirando la luna a través del ventanal se quedó dormida.
🐺🐺🐺
Entrada la noche, Ambarino levantó la cabeza y sus orejas, observando con atención la puerta del dormitorio. Caminó hacia la misma y con el hocico la deslizó para abrirla. Amos y el lobo se encontraron frente a frente. El animal se echó y el hombre entró cerrando la puerta. Se quitó la camisa y el pantalón junto con el calzado y las medias, y entró a la cama. Pasó el brazo por los hombros para abrazarla. La vio dormir profundamente, pero la sentía tensa y su sueño no era tranquilo tampoco.
Millennia se removió cuando sintió que alguien la estaba besando, no podía mirar con atención el rostro que tenía frente a ella, ni siquiera tenía miedo, lo único que sentía era el calor del abrazo y los besos abrasadores que el hombre le estaba dando.
―¿Acaso es un sueño? ―preguntó en susurros.
―Certo (Sí) ―afirmó él.
A medida que el beso aumentaba, la excitación de Amos iba en aumento también, tanto que hasta ella se percató del pequeño brillo de sus ojos que estaban cambiando de color cuando lo sintió bajar al cuello para besárselo. Cuando sintió la mano del hombre entre medio de sus piernas, ella intentó sacarla de allí y él gruñó. En el instante en que lo escuchó gruñir, Millennia despertó del sueño abriendo los ojos con desmesura.
🐺🐺🐺
Salió de la cama, vio al lobo dormir con tranquilidad y caminó a la cocina para beber un poco de agua. Se sentía sedienta y con calor, sobre todo sentía el calor entre sus piernas y un hormigueo raro en sus labios. Miró por inercia los frascos que había puesto sobre la mesada de la cocina y se extrañó cuando vio los brotes de las semillas que había sembrado hacía tan solo dos días atrás. No quiso pensar más de lo que debería y dejando el vaso en el fregadero, se fue a dormir de nuevo. Esa noche durmió hasta el amanecer que despuntó en el horizonte del océano y se coló por las cortinas del ventanal de la habitación.
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