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24 🐺 El poder del collar del Lobo Azul

Centro de Génova

Subasta de antigüedades

A las siete de la tarde en punto, la subasta dio comienzo y a medida que el tiempo pasaba y los invitados pujaban a precios elevados para comprar cada objeto y joya, llegó el turno de mostrar la joya especial de la velada. El collar del lobo azul, ese que por tanto tiempo la familia de Amos y él mismo buscaron en vano.

El encargado de la subasta iba contando la historia del collar, una leyenda que para algunos era cierta y otros la consideraban como tal, una leyenda después de todo. La base para ser comprado empezaba desde el medio millón de euros y Millennia susurró que era una locura la suma de dinero.

Fue el turno de Amos levantar la paleta del número de identificación que le habían dado y subió el precio al millón.

—Estás loco —le dijo por lo bajo Mille.

—No, ese collar volverá a mi familia y será tuyo —le confesó mirándola a los ojos.

—Creo que debería volver a su dueña, tu madre.

—No, ella ya lo tuvo muchos años, cuando se le soltó del cuello, ya tenía la marca que le había hecho mi padre, así que, ya te das cuenta que vive por la marca, ahora ese collar te pertenece —le expresó con sinceridad mientras escuchaba con atención otras voces que subían el precio—, no quiero que sufras por ningún motivo, ni por una mordida y mucho menos por un posible embarazo que ninguno de los dos sabe lo que te podría ocasionar, no te voy a arriesgar, ya lo sabes, si mi destino es no tener descendencia, que así sea, pero no te voy a permitir que tomes una decisión que pondrá en peligro tu vida para complacerme —su mirada quedó fija en la de la joven y ella sintió escozor en sus ojos.

—Amos... pero...

—Te prohíbo que me refutes, ¿tú quieres un bebé? —Su pregunta la tomó por sorpresa—. Podemos adoptar, pero sabes bien que será humano completamente.

—Lo hacía por ti, si bien hubiera sido precioso tener uno, en verdad tengo miedo de pasar por lo mismo que antes, iba a arriesgarme de nuevo si decidíamos que me marcabas y como no será así, habríamos podido intentarlo una vez que tuviera el collar, pero como dijiste, ninguno de los dos sabe cómo reaccionará de nuevo mi cuerpo —manifestó angustiada.

Amos giró la cabeza y gritó levantando el brazo para anunciar que subía el precio a tres millones para tenerlo consigo.

—Estás muy atento.

—Tengo los oídos agudos, escucho hasta el bullicio distanciado, pero aprendí a aplacarlo.

El encargado de dirigir la subasta dio el tercer y último grito junto con el golpe del martillo de madera contra en estrado para que los invitados felicitaran al dueño del collar. Amos se puso de pie y subió los pocos escalones para estrechar la mano y el hombre le entregó el estuche de terciopelo azul que tenía por dentro el valioso collar. No lo había comprado por un tema monetario o para demostrar algo que no era, lo había adquirido porque pertenecía a su familia, a sus ancestros y ahora a la mujer, su compañera, la cual amaba con locura, Millennia.

Posterior a la subasta, los empleados del catering que contrataron fueron sirviendo bocadillos y bebidas alcohólicas. Mille decidió aceptar el collar que Amos le estaba ofreciendo colocar en un rincón alejados de los demás invitados, pero cuando ella se giró en sus talones para mirarlo con una sonrisa, miró más allá de él y lo que vio no le gustó ni un poco.

—Creo que... todo esto es una trampa, ¿has bebido de la champaña?

—Todavía no me la ofrecieron.

—No la bebas, puede tener alguna planta venenosa.

—¿Por qué lo dices? —cuestionó muy preocupado.

—Porque acabo de ver a Adrienna con el encargado de la subasta e intuyo que los dos están en complot.

Amos con disimulo miró hacia la dirección que le había indicado Millennia y abrió más los ojos cuando se dio cuenta de lo que hizo.

—Me parece que pusieron el veneno en el collar —la observó con atención y ella lo tomó de la mano para salir de allí intentando no ser vistos por la mujer.


🐺 🐺 🐺


Cuando salieron del salón, caminaron con ligereza hacia el estacionamiento del lugar, Millennia caminaba apresurada para llegar a la villa lo antes posible por miedo a que Amos hubiera sido envenenado con la planta que era temida por los de su ascendencia, la planta matalobos.

Los interceptó en el medio del pasillo, bloqueándoles el acceso a la puerta de salida.

—¿Se iban tan pronto? —rio al verlos—. Ese collar te queda perfecto, me pregunto si de verdad tiene el poder que dicen.

—Será mejor que te hagas a un lado —contestó Millennia.

—¿Por qué la prisa? ¿Acaso tienes miedo que le puse algo al collar y Amos termine herido o peor? —Su risa se volvió cínica.

—Más te vale que te salgas del medio porque una vez me contuve, ahora no será igual —su voz sonó irritada y apretaba los dientes en señal de cólera.

—No tienes el poder para destruirme, Estrella de Plata.

Amos detuvo el tiempo y llamó por telepatía a su abuelo para que apareciera en su forma de lobo y mantuviera a Adrienna entretenida mientras ellos escapaban.

—Váyanse, ahora —les dijo mentalmente y ambos corrieron hacia la salida.

Fue Millennia quien condujo hacia la villa mientras mantenía vigilado a Amos que aparentemente se encontraba bien, pero cansado por la energía que tuvo que gastar al detener el tiempo.

—¿Cómo sigues?

—Bien, cansado por la energía que gasté, pero nada raro.


🐺 🐺 🐺


Al llegar a la villa y entrar a la casa, Amos se sentó en el sillón y se quitó la corbata, Millennia calentó el té de rhodiola para dárselo, pero cuando regresó a su encuentro, se llevó un gran susto, las manos se habían teñido de venas azules.

—¡Amos! —gritó desesperada y dejando la taza en la mesa.

—¿Qué? —La miró y luego observó sus manos, estaban diferentes.

—Es la planta, esa desgraciada envenenó el collar —la joven mujer volvió a la cocina con la taza en sus manos para poner varias gotas de una nueva planta que había cultivado en agua, la menta acuática.

Apenas se acercó a él otra vez para entregarle la taza, afuera se escucharon pasos y La Estrella de Plata quedó alerta.

—Sé que están adentro, no me iré hasta terminar con lo que empecé en los Montes Apeninos y tú, Millennia, sabes bien que no me iré hasta acabar contigo.

—Si en verdad viniste por mí, a Amos lo tuviste que haber dejado a un lado, porque tanto tú como yo sabemos que esto es entre las dos, porque al parecer yo te quité a tu compañero.

—Mille... no vayas, te lo ruego.

—Debes descansar, bebe el té, lo hice de rhodiola y con gotas de menta acuática, es un cultivo nuevo que estuve probando, baja los niveles de toxicidad y de varias cosas más, también agregué Edelweiss, espero que de alguna manera comience a hacer efecto. Bebe el té y recuéstate.

Millennia salió a la entrada y se enfrentó a Adrienna, cerca de allí se encontraba Ambarino en su forma de lobo.

—Ambarino, Amos está dentro, Adrienna lo envenenó y no sé a qué velocidad se expandirá el veneno, no es como las otras veces con la manada de Fabrizio y él.

Iré a verlo, no te preocupes, si necesitas darle un escarmiento, lo debes hacer Millennia, tienes el poder para que la naturaleza te obedezca —la voz en la mente de la chica resonó como si estuviera al lado de ella.

Y la joven iría a pelear para proteger lo que más quería. Al Siberiano.

—Vamos a ver de qué estás hecha, Estrella de Plata —manifestó con odio en su voz y se acercó más a ella.

Millennia abrió la tierra con sus manos, creando una grieta horizontal que las separaba, sintiendo rabia hacia ella.

—No me asustas con eso, ni tampoco si haces caer árboles o crear un tornado.

—No me desafíes, Adrienna, ni siquiera sabes de lo que soy capaz de hacer, no me subestimes porque si peleas y haces daño como lo que veo, te aseguro que te destruiré. Tengo el poder de la naturaleza para hacer eso —le advirtió con asco en su voz.

La mujer rival saltó la grieta con una gran ligereza y volvió a ponerse frente a la joven, esta segunda empezó a sacudir las manos creando un viento tan fuerte que las copas de los árboles y las plantas comenzaron a moverse de una manera bestial. A Adrienna se le estaba dificultando acercarse más a Millennia para arrebatarle el collar.

—Si tocas el collar, tú también tendrás el veneno.

—El veneno solo está en la cinta, pero no en el lobo azul —sonrió de lado y la miró con cinismo.

—No lo harás, no te permitiré que me lo arrebates, ni el collar y mucho menos al hombre que amo.

Adrienna en un acto de odio y rabia se abalanzó sobre ella, pero cuando rozó con sus dedos el lobo de zafiro la rechazó expulsándola por los aires y haciéndola caer de espaldas contra el suelo.

Millennia se acercó a ella con sigilo, la vio con las manos coloradas y parte de su rostro también, el collar la había quemado.

—Ahora puedes terminar conmigo —la miró con los ojos entrecerrados.

—No lo haré, no lo vales, solo espero que no vuelvas a aparecerte en nuestras vidas, porque de hacerlo, me obligarás a hacer algo que realmente no quiero hacer.

—Eres una cobarde —se dio la vuelta, intentando sentarse en el suelo y comenzó a reírse deliberadamente.

—¿De que te ríes tanto? A mí no me causa ninguna gracia —se enojó la joven.

—Pobre estúpida, ni siquiera te das cuenta de las cosas, ¿verdad?

—¿De qué tengo que darme cuenta? —chistó irritada—, ¡habla claro! —Le gritó.

Adrienna se echó a reír como una desquiciada y Millennia dejó que se riera sola. No iba a caer en su juego.

La Estrella de Plata, le dio la espalda y caminó hacia la villa, pero la voz de la mujer la detuvo en el medio del camino confesándole algo que la dejó de piedra. Algo que no esperaba escuchar.

—Yo corté los frenos del coche de tus padres —volvió a reírse—, te estuve siguiendo desde mucho antes de que apareciera Amos en tu vida, supe de ti porque ya se especulaba que tenías un cierto don, aparte de que tu padre hizo un negocio no muy fructífero con alguien de mi familia, por lo tanto... —la miró con atención y una sonrisa perversa—, no me costó nada averiguar más cosas sobre ti y de a poco te fui arrebatando lo que querías y pronto a Amos para dejarte sola, de esa manera te destruiré.

—¡Eres una desgraciada! —gritó ardida y su temperamento fue de tal magnitud que empezaron a volar ramas, hojas y hasta hizo caer un árbol cerca de donde se encontraban.

Millennia caminó hacia ella para destruirla, necesitaba sacar toda su fuerza y poder interior para acabar con ella, de la misma manera en que Adrienna le había arrebatado a sus padres. Pero, cuando quedaron cerca y la mujer se abalanzó sobre ella para ahorcarla, el collar no se lo permitió, una vez más mostró su inmenso poder, al protegerla y nuevamente la voló por los aires cayendo al piso otra vez.

No muy lejos de ahí, Fabrizio y su familia vieron la pelea de ambas mujeres, e intervinieron para pelear a su lado.

—Vinimos porque Ambarino nos alertó de esto —le contestó Fabrizio quedándose a su lado.

—Gracias —le dijo y miró a los demás—, a todos.

—Vete con Amos, nosotros terminaremos con esto, no es solo tu pelea, Adrienna pagará y antes que seas tú quien la destruya, seremos nosotros.

—No lo puedo permitir —chistó—. Ella fue quien mató a mis padres —declaró con angustia en su voz.

—La verdad es que no me sorprende —dijo Fabrizio.

—Adrienna es capaz de todo, pero no será la primera vez que nos enfrentamos a un enemigo para sobrevivir —fue el turno de Orso hablar.

—Dejen la discusión, si quieren pelear, no se los impediré —declaró Adrienna poniéndose de nuevo en pie.

El líder de la manada, su cuñado y su familia protegieron a Millennia para que caminara segura hacia la villa, mientras ellos la enfrentaban para pelear cuerpo a cuerpo.

Millennia llegó a la entrada e ingresó para ver cómo se encontraba Amos. Ambarino lo había llevado al dormitorio y cuando lo vio ya tenía el veneno hasta los hombros. La infusión no había hecho ningún efecto para contrarrestar la planta venenosa, sino que parecía que la había avivado.

—¿Cómo se encuentra?

—Es su cuerpo el que presenta esos síntomas, pero no de manera interna.

—Intentaré preparar otro té y unos bálsamos, siento que no tengo el poder de ayudarlo, no sé cómo hacerlo —sollozó sintiéndose impotente—. Encima me acabo de enterar lo que sospechábamos, Adrienna fue... —lloró sin poder articular una palabra.

—Lo sé —la miró—, por eso necesitas la daga —susurró Amos—. Necesito la daga.

—¿Para qué la quieres? —cuestionó Millennia.

—Para destruir a Adrienna —fue Ambarino quien habló por él.

—Tomarás la daga y le harás una punción en el omóplato derecho, es la única manera para matarla, así es como nos destruyen, no solo con plantas venenosas, sino con una punzada en el omóplato —emitió con dificultad.

—No puedo hacer eso, Amos.

—Yo te ayudaré, frenaré el tiempo otra vez y cuando lo haga, se la debes clavar.

—Es muy peligroso que uses tu energía de nuevo para detener el tiempo, estás demasiado débil —expresó llorando y molesta con él.

—Millennia, no me puedes prohibir que te quiera ayudar. Solo debes ser rápida, nada más.

—Nunca le clavé un puñal a alguien.

—Esto es necesario, porque siempre estará al acecho para vengarse de nosotros.

—De... acuerdo. —Inspiró y exhaló de a poco el aire contenido intentando calmarse y procesar todo lo que debía de hacer.

—Traeré la daga en poco tiempo —afirmó Ambarino y salió del dormitorio para salir por la puerta trasera sin que nadie lo viera.

—Mientras tanto prepararé los bálsamos.

—Millennia —la llamó Amos y esta se giró en sus talones.

—Dime.

—Sé que estás asustada y esto que harás nunca lo has hecho, pero no hay otra opción, es ella o nosotros, y está más que claro que Adrienna no se detendrá hasta destruirnos.

—Lo entiendo, no te preocupes.

Amos contuvo un grito cuando sintió que el veneno se había extendido hacia el cuello. Su esposa fue hacia él, para calmarlo de alguna manera.

—Siento que el té que te preparé lo activó más, perdón —le dijo con lágrimas en los ojos.

—No te sientas culpable de esto, Edelweiss. El veneno es poderoso, no es como el que les puso a los demás.

—Lo sé y no sé qué hacer, no soy tan buena después de todo —sollozó sintiéndose una inútil para ayudar a su marido.

—Solo lo dices porque no puedes curarme, tienes un poder que no te lo crees, tienes tal poder que puedes destruir un país gracias a la naturaleza cuando la manipulas, tienes un increíble don en tus manos cada vez que —se detuvo sintiendo otra punzada de dolor—, cada vez que tocas a alguien con tus cremas y bálsamos. No debes flaquear, Millennia.

—Lo haré, no dejaré que termines así, te prohíbo —se puso de pie y se secó las lágrimas—, Amos Valentini que te dejes tragar por ese veneno.

—No lo haré mi Estrella de Plata —le sonrió.

Salió del cuarto con la decisión más firme que antes, le daría fin a Adrienna y salvaría a Amos, al hombre que amaba porque no iba a permitir que le sucediera algo peor.

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