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19 🐺 Nuevos aliados

Millennia preparó té para ambos, mientras que Amos se sentó en el taburete de la isla y se la quedó mirando con atención.

—¿Cuál es tu opinión de todo esto que está pasando? —Le preguntó a la mujer—. Sé que algo piensas y me gustaría saberlo.

—Lo que te dije antes, alguien más está intentando matar a todas las manadas que encuentra, el tema es saber quién quiere eliminarlos porque después de todo, se supone que ustedes son una leyenda y nadie sabe que existen.

—¿Y de Fabrizio qué opinas?

—No creo que sea malo, posiblemente tenga rencor encima por lo que le pasó a su ancestro, ya sabes, cuando fue rechazado por una familiar mía, sin embargo, no creo que siga molestándonos más, a menos que haga un acuerdo con nosotros.

—No pienso pactar algo con él y su manada, es el enemigo —Amos casi ladra.

—No lo es, te aseguro que no es —expresó irritada y apretando los dientes—. Solo nos quiso asustar porque creyó que de alguna manera iba a obtener algo de ustedes o de mí y ya sabe que no lo podrá hacer. No seas así, Amos. Después de todo, él no nos hizo nada, salvo asustarnos con un fin y todos sabemos cuál.

—Lo sé, pero no debió hacerlo porque te podría haber puesto en peligro.

—Ya pasó. Bébelo —le ofreció la taza de té.

—¿Qué tiene?

—El tuyo rhodiola con genciana amarilla y azul, el mío solo genciana amarilla. Vamos a protegernos, por las dudas, no conozco esa planta, tendré que investigar más y ver qué puedo hacer con ella. A Fabrizio lo tocaré yo, no quiero que te acerques, por precaución no lo hagas.

—De acuerdo, tendré que dejar a un lado mi odio y tratar de ayudarte en lo que pueda.

—Gracias —le dijo dándole un beso en los labios.

Después de la charla y el té, Millennia fue a la sala para ver cómo seguía Fabrizio. El hombre se veía aparentemente mejor y la herida no estaba tan azul, volvió a aumentar la crema y cambió el recipiente del drenaje para que continuara saliendo de su cuerpo, cambió la toalla en vinagre y le puso otra sobre su frente.

—¿Te sientes mejor? —cuestionó la joven y él abrió los ojos.

—Sí, un poco.

—Parece que la fiebre te bajó, de todas maneras, seguiré poniéndote cremas y el drenaje.

—Está bien, estás haciendo demasiado por mí después de todo lo que les hice pasar.

—Tranquilo, ya pasó. Tienes que recuperarte. Cuando te mejores por completo, hablaremos.

—¿Me entregarás a tu marido?

—No, él no te hará nada, te lo aseguro.

Amos bufó y ella lo miró de reojo.

Un sonido como si estuvieran rascando una madera se escuchó en la casa y El Siberiano se acercó a la ventana para mirar qué estaba pasando. Un lobo negro se sentó en la entrada esperando por alguien que le abriera la puerta.

Valentini abrió la misma y se quedaron mirándose. El lobo lo ignoró y caminó con sigilo hacia su dueño quedándose sentado al lado, cerca de la cabeza del hombre que estaba acostado en el sillón.

Millennia y el lobo negro se observaron con atención, y este agachó la cabeza en señal de rendición y agradecimiento por lo que le estaba haciendo a su dueño.

—Trataré de mejorar a tu dueño, sé cuánto lo quieres, pero hay que tener paciencia porque está mal herido y el proceso es lento.

El lobo la comprendía y se echó al lado relajándose.

—¿Cómo se llama? —formuló la muchacha.

—Onice.

—Le queda... Descansa, más tarde te traeré una sopa. ¿Comes como los demás o no?

—Sí. Me alimento como un ser humano común y corriente.

La argentina se puso de pie y llevó la caja de madera hacia la cocina.


🐺🐺🐺


Durante los siguientes días Millennia curó a Fabrizio mientras lo alimentaba junto a su compañero, hasta que fue el momento de sentarse los tres en el comedor y tener aquella conversación que era necesaria.

—Creo que... me corresponderá hablar a mí primero, ¿no les parece? —Miró con atención a los dos hombres y estos asintieron con la cabeza mas no dijeron algo—. Bien... Lo que pasó hace días atrás para ninguno de los tres fue planeado, nosotros no intentamos matar a tu manada y ni a ti —le aclaró ella a Fabrizio y este asintió con la cabeza de nuevo—, ya sabes que tengo dones y que se han potenciado cuando me vinculé con Amos, aparte de los familiares que tenía. Por lo tanto, alguien más está perjudicándolos y no dudo en que cuando acaben con ustedes, vengan hacia nosotros —afirmó con preocupación mirando a su compañero.

Se hizo un silencio incómodo y Millennia continuó hablando;

—Por lo tanto, vamos a tener que averiguar lo que está pasando.

—Antes que eso, necesito un favor tuyo —la voz de Fabrizio sonó débil pero firme—. Necesito que trates de sanar a mi hermana, si la curas, no molestaré más, incluso haremos un pacto entre tu manada —clavó los ojos en Amos—, y la mía. Nos ayudaremos en lo que podamos y quien quiera lastimarnos, le daremos batalla. Si aceptas curarla —se dirigió a la chica—, me resignaré a conseguir la daga, el collar y a ti.

—Vamos a aclarar algo, Fabrizio y si quieres que acepte, vas a tener que acatar lo que te voy a decir. Te guste o no —respondió con algo de seriedad—, te curé porque me nació hacerlo, si puedo, curaré a tu hermana o a alguien más que lo necesite, no me importa si es un extraño o un enemigo, algo que... después de verlo mejor, lo descarté. No eres el enemigo, creo que solo apareciste por lo que nos contaste que quieres y para que te tengamos miedo. —Frenó su diálogo y lo reanudó—. El collar no existe más, o por lo menos hasta donde sé, la familia Valentini no lo tiene porque ellos también lo están buscando. Sí, lo buscan también porque les pertenece y si en algún momento lo encuentran, se quedará donde debe estar, en la familia de mi marido. La daga, es de ellos también y está bien protegida, no se la darán a nadie, menos a alguien que puede hacer lo que sea y destruir todo a su alrededor, ya sabemos todos lo poderosa que es el arma blanca, yo no haré nada por obligación, sé que quieren la inmortalidad, pero ninguno de nosotros la tiene, ustedes viven muchos años, siglos. Puedo protegerlos pero soy humana con dones, nada más. Protejo la naturaleza y la inmortalidad, pero quizás es un término muy ambicioso, y solo protejo a quienes viven muchos siglos, en este caso, la manada de mi compañero y con quien me emparejé. No puedo ofrecerte más de lo que puedo dar. Aparte de curar a tu hermana, puedo protegerlos también. Si lo que te digo te parece bien y aceptas, entonces tenemos un trato —confirmó y Amos la miró.

—Me parece bien, es más de lo que buscaba. —Contestó y quedó pensativo—. Siempre creí que tu bisabuela les tenía asco a los nuestros y por eso rechazó a mi bisabuelo, pero posiblemente no lo haya aceptado porque sabía que en algún momento nosotros nos íbamos a encontrar, no como compañeros, sino como aliados.

—Es posible, aún así, yo no siento nada, no huelo, más que lo mal que hueles por estar días sin darte una ducha.

—Y ni yo tampoco huelo tu esencia. No te quería para eso, ya supiste para qué te quería. La verdad es que... Onice es mi pareja.

—¿Tu pareja? —Fue el turno de Amos hablar y se quedó muy sorprendido abriendo un poco más los ojos.

—Sí, desde hace siglos quedó como una loba. No puede volver a su forma humana, nuestra manada intentó todo, pero no hubo éxito.

—¿Por qué? —Quiso saber Millennia.

—Cuando nos asentamos en los Montes Apeninos, hacia el sur, llegamos hambrientos, no conocíamos del todo la zona, Onice encontró una bayas negras y brillantes, son parecidas a las cerezas, cuando me di cuenta de que se había comido un par, supe que algo andaba mal, su color de piel había cambiado y de a poco fue transformándose en lo que es ahora. Me dijo que las había encontrado alejadas de donde nos establecimos, después comprobé que las bayas eran de la planta belladona.

—Al parecer es como la planta matalobos —susurró la mujer.

—Exacto.

La loba apoyó su barbilla en el muslo de Fabrizio y lo contempló con emoción.

—¿Qué le pasó a tu hermana?

—Fue atacada también, parte de la manada que quedó ilesa la está cuidando, pero tengo miedo de que no pueda resistir.

—¿Le produjeron un corte también?

—Dos cortes con la misma toxina de la planta. En la pierna y en el costado del cuello.

—Para que sea más directo —respondió Amos.

—Sí. Sé que es fuerte pero no creo que resista por más tiempo, han pasado tres días, solo espero que cuando llegue aún soporte.

Se había producido un breve silencio y fue el momento justo de Millennia para preguntarle algo a Fabrizio que esperaba le respondiera con la verdad.

—No iba a preguntártelo sino más adelante, pero me veo en la obligación de hacerlo —se dirigió al hombre.

—Dime —le puso atención.

—Quiero saber algo y espero que me digas la verdad, hace medio año que mis padres sufrieron un accidente y el informe policial reveló que alguien les cortó los frenos de su coche, luego de ese suceso apareciste tú y tengo mis dudas al respecto si en realidad has sido tú u otra persona el culpable de eso.

—A mí no me servía de nada sacar a tus padres del medio, por lo tanto, no, no he sido yo el culpable de esa tragedia. Lo siento mucho de verdad, por lo que tuviste que pasar, pero no soy a quien buscas.

La joven quedó más tranquila.

—Te agradezco que me hayas dicho la verdad, sé cuándo alguien me miente y tú no lo has hecho.

Pronto, las tres personas se levantaron de las sillas y la loba levantó sus orejas mirando en un punto fijo para escuchar con más atención los pasos que se acercaban, los dos hombres y la mujer se pusieron alertas de lo que estaban escuchando fuera de la finca.

—Alguien se aproxima —acotó Millennia—, y no es de nuestra manada, por lo que... o es tuya, Fabrizio o quien los está queriendo cazar y matar.

—No hay que temer, es Orso, un miembro de mi manada.

—Iré a recibirlo —les dijo la joven.

Cuando Millennia le abrió la puerta, se encontró con un hombre de pelo rubio, facciones marcadas, ojos oscuros y corpulento.

—Te dejaré pasar, está adentro, recuperándose de una herida. Por decisión propia llegó a mi finca, fue curado por mí —comentó mientras el sujeto entró e inspeccionó todo a su alrededor.

—Eres Millennia, La Estrella de Plata.

—Así es y tú eres Orso. Encantada.

—Igualmente.

—Acompáñame, te llevaré donde está.

El individuo y Amos se miraron, pero no se dirigieron palabra alguna.

Los dos hombres se abrazaron y Orso le dijo que su hermana se encontraba muy mal, mientras tanto, la argentina le sirvió una taza de té a Fabrizio.

—Te lo bebes.

—Sí.

La muchacha llamó a su marido para que la ayudara a preparar la caja de madera, algunos recipientes de vidrio, mangueritas, toallas, cuencos, y todo lo necesario para el viaje que emprendería junto con Fabrizio y Orso.

—Creo que será mejor que te quedes cuidando la finca.

—De eso ni hablar, iré contigo, no voy a dejarte sola en una manada que hasta no hace mucho ha sido nuestra enemiga.

—No me pasará nada, te lo aseguro. Hizo un trato conmigo.

—Aun así, te acompaño por si necesitas de mí. —Confesó al mirarla con fijeza y ella solo asintió con la cabeza.

La loba se acercó a la mujer y se paró en dos patas para apoyar las delanteras sobre su cintura y se miraron. Mille llevó sus manos a la cabeza del animal, donde estaban sus orejas y le leyó la mente, como lo solía hacer con Amos.

—Me alegro de que estés feliz de verlo recuperado, espero que pueda sanar a su hermana también.

El mamífero frotó la cabeza contra el cuerpo de ella en señal de perdón.

—No te preocupes, ya pasó, todo se arregló entre nuestra manada y la tuya. Ahora, debemos hacerle frente al enemigo que está intentando matarlos de a poco, ¿te parece? —Le expresó mirándola a los ojos y la loba bufó, y por telepatía le dijo que tenía razón.

Millennia le ofreció a Orso una taza de té y Fabrizio le asintió con la cabeza para que la bebiera sin miedo.

Durante la noche y luego de haber cenado todos en el comedor para decidir que el día siguiente harían el viaje a la zona donde vivía la manada de Fabrizio, la chica y Amos se quedaron solos al fin dentro del cuarto, ella les había ofrecido el cuarto de al lado para que pudieran descansar mejor, pero los tres prefirieron quedarse en la sala de estar y cuidar la entrada.

—¿Crees que lo que te ha dicho es verdad? —cuestionó Orso a Fabrizio, teniendo sus dudas.

—Sí, ambos hicimos un trato, Onice la acepta también y sé que no hará daño a nuestra manada, ni ella y tampoco Amos. Debes confiar en ellos también, Millennia me curó, así que le estoy agradecido y haré lo que me diga que haga, tú tendrías que hacer lo mismo, ¿por qué crees que te ofreció la taza de té?

—No lo sé, pero tiene dones, unos dones tan poderosos que sería capaz de arrasar con todo lo que tiene a su alrededor, ya sabemos que actúa por emociones y el clima, y la naturaleza son sus aliados.

—La taza de té tenía hierbas y flores. Te ha dado una protección, así que está haciendo parte del trato que acordamos por la tarde. Por tal motivo, tenemos que confiar en ella y en él también.

—De acuerdo.

En el cuarto de arriba, Millennia se dio vuelta para mirar a Amos ya que estaban hablando de lo que había sucedido durante la cena.

—¿Acaso no harías lo mismo si alguna de tus hermanas o yo estaríamos en peligro?

—Sí. Lo haría, sin dudarlo.

—Entonces estamos haciendo lo correcto, mi Siberiano —confesó en susurros mientras se acercaba a él para darle un beso en los labios.

Amos la colocó debajo de él para amarla de nuevo.

—No... —sonrió—, hay gente en la sala.

—Ninguno lo notará, te aseguro que no olerán tus flores del jardín mientras hacemos el amor, solo nosotros dos las podemos oler.

—¿En serio? —cuestionó sorprendida y sintiendo como su marido entraba en ella de a poco—. No lo sabía —se mordió el labio inferior sintiéndose excitada.

—Pues ahora lo sabes y es mejor que tengamos relaciones, estarás más protegida también.

—De acuerdo, no me opondré —rio por lo bajo y lo besó.

El hombre correspondió al beso y luego fue directo a su cuello para embriagarse de su aroma al tiempo que ella hacía lo mismo. Él olía a vainilla y ella a flores silvestres, el mismo perfume que tenían las florecitas que recordaba Amos en los Montes Apeninos.

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