★Capítulo 18★
"Perdido en el día a día, tu beso aleja el dolor"
Older - 5 seconds of summer
★★★
—¿Salir a dónde? —junto mis cejas y por un instante me olvido de las papas.
—A la calle, un par de caminatas para los paparazzis.
—No, ni lo sueñes.
—Ella es modelo, trabaja para Versace, su carrera está emergiendo igual que la tuya y esto los pondrá a ambos en la mira para dar un poco de qué hablar.
Me volteo hacia la chica y le sonrío amablemente.
—Hola, Valentina. Te juro que no es nada contra ti, eres muy bonita y estoy seguro de que eres muy buena en tu trabajo, pero a mí no me gusta esto, lo siento.
—No te preocupes —me sonríe, un poco tímida—. Tampoco es lo mejor que me pasó en la vida, pero es lo que hay...
—No te estoy pidiendo que se casen, Emi —vuelve a intentar Guillermo—. Solo que se dejen ver un par de veces juntos, que se agarren la mano tal vez, algún abrazo, nada del otro mundo.
—Pero yo no quiero, no quiero hacer esto, no me importa si...
—¿Qué pasa? —interrumpe Dylan. I
Lúa e Indra lo siguen, al parecer nos escucharon discutir desde afuera.
—Quiere que salga con ella y nos... abracemos para que nos tomen fotos, pero yo no quiero hacerlo.
—Mierda —susurra Indra.
—Pero ¿por qué? —Guillermo intenta conciliar— Es beneficioso para todos, no necesitamos ser tan éticos, tampoco te estoy pidiendo que la beses.
—No es por ética, es muy... incómodo, no me gusta que me toquen o que me abracen personas que no conozco, y menos si es para que después todos estén hablando al respecto, no...
—¿Puedo hacerlo yo? ¿Es lo mismo? —se ofrece Dylan rápidamente.
—¿Qué? No —respondo yo antes de que Guillermo lo haga.
—Teóricamente, aunque con Emi tendría más impacto, igual puedes ser tú.
—Si lo dejan en paz y no lo molestan más con estas cosas, yo lo hago sin protestar.
—Tendría que consultarlo con... la disquera, pero en caso de que acepten no será nada oficial, solo rumores, y luego de que salga el disco los puedes negar.
—Está bien, como sea, pero me lo piden a mí.
—¿No te parece que tendrías que hablar conmigo primero? —le reclamo intentando no sonar todo lo molesto que estoy.
—No me molesta, y a ti si, solo es una solución simple.
—No, no es simple —Dejo las papas sobre la mesita y me alejo—, pero al parecer ya tomaste una decisión por tu cuenta.
Camino por el pasillo hacia el baño y siento sus pasos detrás de mí.
Obviamente va a querer arreglarlo, pero necesito calmar mi enojo antes de eso.
—Mimi... —pone su mano en mi hombro, me detengo pero no me volteo.
—Necesito un rato a solas, estoy enojado.
—¿Estás enojado conmigo? —Su voz se siente muy insegura, lo que me obliga a darme la vuelta para mirarlo e intentar gestionar mis emociones por la fuerza.
—Sí, pero eso no significa que te dejo de querer o ya no quiero nada contigo. Solo estoy enojado, en cuanto se me pase podemos hablar y solucionarlo.
Ladea apenas su rostro, un poco confundido.
—¿Por qué haces eso?
—¿Qué?
—Obviamente estás enojado conmigo como la mierda, pero igual te importa más lo que yo siento que tu propio enojo.
—Uhm... solo pienso que te sientes inseguro y no quiero eso.
Él no lo niega, simplemente continúa con las preguntas.
—Pero estás enojado, ¿por qué pones mis emociones por delante de las tuyas?
—Es mi forma de querer, Dylan, no sé, así me enseñaron.
El recuerdo de Manuela diciéndome cosas parecidas y ayudándome a gestionar mi enojo cuando era muy pequeño hace que me sienta aún peor.
De nada sirvió, tanto esfuerzo en hacerme sentir seguro para a la primera de cambio abandonarme y arruinar todo lo que habíamos construído.
Ya no hay seguridad dentro de mí, nada, por eso me esfuerzo en que las personas que quiero se sientan seguras.
Resoplo y me vuelvo a voltear, no es momento de tener esta conversación ahora, estoy a diez segundos de ser borde otra vez.
—Y supongo que mi forma de quererte en este momento, es dejarte solo mientras lo necesitas —comprende rápidamente y entonces oigo sus pasos retroceder—. Bien, estaré afuera cuando quieras hablar.
—Gracias.
Me meto al baño, me lavo la cara, y me siento en el inodoro cerrado. Mis ideas están cargadas de mierda, necesito ayuda.
Estoy entre escribirle a mi mamá o escribirle a mis amigos. Escribir y no llamar, hablar sobre lo que siento siempre es un desafío y más cuando estoy enojado, suelo ser grosero sin darme cuenta.
A último momento me decido por mi mamá, aunque no tengo muy claro por qué.
Luego de un largo intercambio de mensajes por fin estoy más tranquilo, creo que lo que en realidad me hizo enojar fue no poder controlar la situación, pero estoy trabajando en mi necesidad de control así que debo batallar contra eso.
Dylan estaba intentando cuidarme, él sabe por qué me molesta el contacto físico, y sí yo estuviera en su lugar creo que hubiera hecho lo mismo.
De hecho lo hice, cuando lo atacaron en Twitter salí a defenderlo sin preguntarle antes, es muy hipócrita estar enojado ahora.
De todos modos, hay que hablar sobre esto y dejar en claro que sí algo así vuelve a ocurrir tenemos que discutirlo primero.
Tomo una respiración profunda y por fin salgo del baño. Ya no hay tiempo de sentarme a comer y tampoco de hablar con Dylan, así que me decido por no ser obvio y solo mandarle un mensaje para que sepa que no estoy enojado y lo quiero.
Lo observo sonreirle al celular al otro lado de la habitación y puedo sentir la calma dentro de mí.
—Hay cambio de planes —nos avisa Guillermo que estuvo mirando su teléfono los últimos minutos—. No vamos al estudio, vamos a la granja.
—¿A la granja? —Freya arruga su nariz.
—Tendría que ser mañana pero anuncian tormenta, así que vamos hoy.
—Pero, ¿por qué? —cuestiona otra vez— ¿A qué? ¿Cuál es el punto? ¿Es una entrevista?
—Sí, algo así, los vamos a grabar interactuando con animalitos y esas cosas que les gustan a las fans.
—Las, los y les fans—lo corrige Indra con una sonrisa irónica—. Te nos estás quedando atrás, Guille, vamos a darte un bañito de deconstrucción.
—Generalizo en femenino porque las bases de fans están compuestas por mujeres.
—No generalices y ya —suelta Freya con desgano— ¿Nos podemos ir a cambiar? No quiero ir a una granja en minifalda.
—Ya tenemos ropa para ustedes, a la camioneta, llegamos tarde.
No comí, ni siquiera sé qué pasó con mi comida. Siempre vamos tarde, siempre estamos corriendo, algunas veces se siente muy agotador.
La verdad es que es mi culpa en parte porque gasté mi tiempo para comer encerrado en el baño por estar enojado, pero eso no hubiera pasado si Guillermo no me llamaba primero para hablarme de la chica.
Tengo hambre, estoy incómodo y malhumorado.
Cuando llegamos a la granja nos bajamos de la camioneta para subir a un pequeño trailer donde nos vamos a cambiar, tienen todo listo porque solo nos quedan algunas horas de la tarde antes de que baje el sol y comience a hacer frío. Nos vestimos rápido, veníamos de una sesión de fotos así que el maquillaje para las chicas no es un problema, a nosotros no nos ponen así que queda arreglarnos un poquito el cabello y estamos listos para grabar, solo estamos esperando que nos llamen.
—No le hablen que tiene hambre —avisa Dylan, apoyando el dedo índice sobre mi ceño fruncido.
—Tiene que comer algo, se va a sentir mal —interviene Freya—. Ya van a ser las cuatro de la tarde y no come nada desde ayer, le voy a decir a Guillermo que consiga algo.
Se voltea y sale por la puerta sin esperar respuesta.
—¿Tomaste agüita, Emi? —Lúa se sienta a mi lado— ¿Te sientes bien?
—Estoy bien, solo tengo hambre —A pesar del mal humor, sonrío por el hecho de que todos estén siendo tan atentos.
—Esto definitivamente es culpa de Dylan —Indra aprovecha la oportunidad para pelear— ¿Cómo vas a retener a tu novio a la hora del desayuno y luego hacerlo enojar en el almuerzo? Qué poco amor.
—No somos novios, y además yo no hice nada —se defiende muy indignado—. Él se quiso quedar sin desayunar.
—Te está negando, Emi —lo acusa y se sienta sobre mis piernas—. Y te está acusando de hormonal.
Dylan la jala del brazo para quitarla y ella suelta una carcajada.
—Aléjate de mi hombre —Arruga la nariz y toma mi mano—. No hay cámaras, no hace falta fingir que lo quieres.
—Yo no finjo —niega ella, estira su mano para acariciar mi mejilla y sonríe—. Él sabe que si no fuera lesbiana me casaría con él.
—Sí tú no fueras lesbiana él igual me escogería a mí, ¿verdad Mimi? —La carita que pone cuando pelea parece ser un potente remedio contra mi mal humor.
—Claro que sí, Bu.
—Cliri qui si, Bi —me imita muy mal Indra—. Tú sabes que te gusto, no te hagas.
—Eres hermosa, pero no te veo así —niego una vez más—. En realidad, eres el tipo de Dylan, dicho por él mismo.
—¿Cuál es este tipo de traición? —me suelta la mano indignado— No solo la dejas que te toque, ¿también me expones?
—No lo niegas —se sorprende Indra, y Dylan se ríe—. Entonces si yo no fuera lesbiana, seríamos novios los tres.
Hace un nuevo intento por acercarse a mí, que es intervenido por Dylan antes de cualquier tipo de contacto.
—No toques a mi hombre, te dije.
—Si tú no fueras lesbiana yo estaría con Dylan, Dylan conmigo, y tú de envidiosa, fin del cuento —concluyo acomodando la tira del overol negro que le dieron a Dylan.
Es increíble lo bien que se ve con solo una camiseta y un overol, no sé si intentaban que se viera como granjero, pero parece un modelo urbano.
—Qué suerte que eres lesbiana, entonces —interviene Lú, y aunque lo dijo muy bajito, a los tres nos cuesta ocultar la sorpresa.
—Uhm, sí, más o menos —balbucea Indra—. Igual me pasa que me gustan las personas equivocadas.
—¿Equivocadas? —Lú parece contener la respiración.
—Sí, a las que no les puedo gustar.
Bien, ahora siento que estoy presenciando una conversación privada y eso es incómodo.
Lúa se ríe, pero no sale muy creíble.
—¿A quién podrías no gustarle, Indi? Hasta Dylan que te odia acepta que le gustas.
—Yo no la odio —se defiende el chico a mi lado—, solo la quiero lejos de mi hombre.
Me da morbo que diga eso, aunque sea en broma. No estaba contemplada en mi vida la posibilidad de ser el hombre de nadie, y ahora me encuentro sonriendo ante lo absurdo de sus palabras.
—Lo vas a asustar si sigues siendo tan posesivo.
Dylan ladea la cabeza hacia mí, esperando que contradiga las palabras de Indra por mi cuenta.
—Si él dice que soy su hombre, entonces lo soy —simplifico con un encogimiento de hombros.
—Dominado —me acusa en un susurro.
—¿Acaso soy yo el que fue al otro lado de la ciudad a buscar una hamburguesa?
—Ya vamos a empezar —nos dice Freya, que regresa de pronto—. Guillermo dijo que estamos lejos de la ciudad para comprar comida, pero va a intentar conseguirte algo.
—Está bien —asiento y me pongo de pie—. Gracias.
No sé qué pasó con mi hamburguesa, me la hubiera comido aunque estuviera fría y tiesa.
Salimos del pequeño trailer y la tibieza del sol otoñal se siente sobre nuestra piel. Hay un día hermoso, el cielo azul con algunas nubes esparcidas, las hojas amarillas en el césped corto, y el aroma a granja tan característico que hace a Dylan arrugar su nariz.
—Huele a caca.
—Es olor a granja, incluye un poco de caca pero también hay otras cosas.
—Solo huelo caca —me contradice, no parece muy contento con el plan de hoy.
Las cámaras están allí, y la gente de la producción comienza a ponernos los micrófonos en la ropa. Es difícil estar consciente de lo que dices todo el tiempo, pero al menos es una grabación y si digo algo que no debo luego lo pueden quitar.
—Diviértanse —Guillermo no nos da grandes indicaciones esta vez—. Quiero mucho contenido en redes sociales, que haya expectativas.
—Okay —asiente Lúa, aunque su mirada ya está perdida en las pequeñas cabras que juegan cerca de nosotros.
Son adorables, nunca había visto cabritas tan pequeñas, saltan de una forma muy graciosa. Me distraigo viéndolas y no pongo atención al resto de las indicaciones, quiero acercarme a las cabritas pero hay una chica poniendo cables en mi ropa.
—Quieto, porfa —me pide con una risita nerviosa.
—Uhm, sí, perdón, es que son muy lindas y me hacen reír —me disculpo intentando ser amable.
—Es lindo que te rías, solo aguanta un momento —Rodea mi cintura con el cable y de pronto se detiene— ¿Quieres... meterlo tú? Es que va bajo tu... camisa y... lo pasas y me lo das de arriba para que lo acomode.
—Sí, yo lo hago —respondo rápido, y agradezco que haya preguntado en primer lugar— ¿Así está bien?
—Sí, ahora déjame que... permiso —Sus nudillos apenas rozan mi pecho cuando toma el micrófono para acomodarlo del lado interno de la camisa, pero de todos modos se siente incómodo— Listo, ya te puedes reír y todos te escucharemos.
—Muchas gracias...
—Anna.
—Bien, muchas gracias Anna.
Ella sonríe, y yo también, entonces baja la mirada de forma muy tímida y me siento confundido.
Solo estábamos siendo amables uno con el otro, ¿verdad?
Mis ojos se desvían hacia Dylan, que ya tiene su micrófono puesto y está hablando con Indra a pocos pasos de mí.
Sus ojos van de mí hacia ella varias veces, sin sonrisas de por medio.
Camino hacia ellos y la conversación se detiene para ponerme atención.
—No estaba coqueteando con esa chica, solo intenté ser amable porque a veces soy grosero y no me doy cuenta.
—¿Qué? —Dylan se ríe y junta sus cejas, confundido.
—Que luego ella me miró raro y me confundí, si ella lo malinterpretó tal vez tú también.
—No entiendo, ¿te hizo sentir incómodo? ¿Quieres que le diga algo?
—No, no, solo fue lo suficientemente amable.
—¿Entonces?
—Te está dando explicaciones —simplifica Indra, que está conteniendo la risa—. No quiere que pienses que anda coqueteando con cualquiera por ahí.
—No necesito explicaciones, Mimi —ladea la cabeza de forma tierna, y puedo sentir cómo contiene sus manos para no tocarme—. Pero si alguien te incomoda me lo puedes decir, yo te ayudo, ¿sí?
—Me siento sola, chau —Indra amaga con irse y Dylan la detiene.
—Tú también, tonta, los dos estamos para cuidarte.
Mi cerebro aún está procesando la situación anterior. No por él, que actuó como una persona normal, sino por mí.
¿Por qué corrí a darle unas explicaciones que no me pidió, sobre algo que no hice?
Mis recuerdos de eternas discusiones con Maia por cosas estúpidas que no había hecho, probablemente son la respuesta.
Discutíamos por horas, me dolía la cabeza, y al final no tenía sentido. Todo acababa con ella llorando y yo pidiendo disculpas, los gritos me agobiaban y ya no me importaba sostener mis argumentos, solo quería que acabara.
Con el tiempo aprendí a dar explicaciones rápido con la intención de evitar la pelea, a veces funcionaba, a veces no, pero estar siempre a la defensiva muchas veces era el único modo de evitar tener una mala noche.
Pero yo ya no soy ese, pensé que lo había superado y mi inconsciente me traicionó.
Al menos Dylan es diferente, ahora solo me falta ser diferente también.
Una de las cabritas corre hacia mí y me golpea la pierna, es tan pequeña que apenas siento el impacto, me hizo reír así que me agacho para acariciarla. Solo me deja hacerlo un par de veces antes de salir saltando en la dirección contraria.
Le tomo algunas fotos para las redes sociales y en cuanto me doy cuenta las cámaras ya nos están grabando. De hecho, olvidé por completo que tenía el micrófono puesto en la conversación anterior.
No me preocupa, ese es trabajo de Guillermo en realidad.
Tenemos una especie de guía en la granja, es un chico que tal vez tenga algunos años más que nosotros y tiene un acento del sur bastante marcado.
Dylan carga a Indra sobre su espalda y ambos están a mi lado cuando nos llevan a ver las vacas.
—¿No patean? —pregunta Freya acercando la mano con miedo a una de ellas.
No hay una valla, solo nosotros y tres vacas que se acercan muy confiadas.
—Vamos a presentarles a los animales más amistosos y tranquilos que tenemos, así que pueden acariciarlos sin miedo. Ella es Ramona —señala a una con manchas marrones y luego a otra blanca—, y ella es Susi.
—Me gusta Susi —Dylan baja a Indra de su espalda y se acerca a la vaca blanca para acariciarla—, le agrado, somos amigos.
Mis ojos se desvían a un pequeño cerdito bebé que está corriendo como un loco por entre las cabritas. Es la cosa más hermosa que he visto en mi vida. Me alejo de los demás e intento acercarme sin que huya.
—Emi —la voz de Guillermo me sobresalta—. Fue lo único que pude conseguir, al regresar paramos a comprar algo más, ¿está bien?
Estira hacia mí una pequeña bolsa y yo asiento sin mirar dentro.
—Sí, gracias.
En cuanto se aleja abro la abro para descubrir una enorme cantidad de fresas perfectamente rojas. De inmediato sonrío, no sé cómo tienen fresas en otoño, pero son mi fruta preferida y además las puedo compartir con mi nuevo amigo.
Me siento en el suelo y en cuanto saco las fresas el cerdito viene solo, moviendo la colita como si fuese un perrito.
Se ve feliz, se sienta a mi lado esperando pacientemente a que comparta mis fresas con él, y obviamente es lo primero que pretendo hacer, pero entonces noto que es muy pequeño y tal vez aún no come otras cosas más que la leche de su mamá.
Tomo al cerdito bajo mi brazo y camino de regreso hacia el grupo para preguntarle al guía.
—¿Cómo se llama él? —pregunto mientras le extiendo algunas fresas a Dylan, que aún está socializando con la vaquita blanca.
—¿Dónde estaba?
—Jugando con las cabritas.
—Seguro se escapó, hay uno que es muy activo y no se queda con los demás.
—¿No tiene nombre?
—No, no les ponemos nombre a los cerditos.
—Ay... —susurra Lúa, muy bajito.
—¿Puede comer fresas?
—Sí, esta semana ya comenzaron a comer, en unos días les cortan la lactancia para que solo coman ración de engorde.
Entonces entendí el "Ay" de Lúa y el por qué no les ponen nombres, para no encariñarse.
—¿Son para...? —balbuceo, pero no soy capaz de decirlo.
—Por lo general son llevados al matadero entre los dos y los tres meses de edad, pero su mamá es muy pequeña así que probablemente ellos tengan que pasar un tiempo más en...
—Dios, no, no quiero saber —lo interrumpo, parece estar muy naturalizado con el tema, pero yo solo me estoy perturbando.
Me vuelvo a alejar sin decir más nada y me dejó caer en el pasto con el pequeño cerdito, que luce muy alegre sin saber nada sobre su trágico destino.
—Te mereces un nombre, pequeño —acaricio su cabecita y acerco una fresa a su boca—. Y una vida, este lugar es horrible.
Se la come muy rápido, así que pongo unas cuantas en el suelo para él y me dispongo a comer también. Tengo el estómago revuelto ahora, pero de todos modos me como las fresas porque mi cuerpo necesita alimento.
Miro al cerdito comer y cómo cada pocos segundos levanta su cabecita hacia mí, y mi corazón se siente pequeño.
Tengo ganas de llorar, y me siento tonto por eso.
—Mimi...—Dylan se sienta a mi lado, no lo vi acercarse, pero de inmediato recuesto mi cabeza en su hombro— ¿Estás triste?
—Es un bebé, y lo van a matar.
Pasa su brazo por sobre mi hombro y sé que debería apartarme, pero necesito que me abrace y los amigos hacen eso.
—¿Le pusiste un nombre? —pregunta en voz bajita.
—Se llama Humberto.
—¿Humberto? —suelta una risita— ¿Por qué?
—Porque sí, míralo, tiene carita de Humberto.
—Es muy tierno —acaricia su cabecita—. No merece ese nombre de anciano horrible, pero se acepta.
—Humberto es un nombre genial para un cerdito, cállate —me río también, pero una lágrima traicionera baja por mi mejilla.
—No llores, porfa —se preocupa limpiando mi rostro—. Podemos hacer algo, déjame que...
—Sé que probablemente es una tontería porque hay millones de cerditos como él ahora, y aquí mismo hay muchos más y... él solo es uno de todos, pero míralo... él se acercó a mí, no quiero que se muera.
—No se va a morir, podemos... podemos intentar que nos dejen llevarlo y si no, también podemos robarlo.
—¿Te robarías un cerdito por mí?
—Claro que sí, todo lo que a ti te importe es importante para mí también.
No poder tener el tipo de contacto físico que me gustaría en este momento se está volviendo un problema, está siendo demasiado lindo, mi corazón está acelerado.
—¿Y qué haremos con él luego?
—Ese es un problema para Dylan y Emi del futuro, ahora, ¿me dejas resolver esto para ti?
Lo quiero besar, de verdad está siendo difícil no hacerlo.
Es qué ni siquiera llegué a decirle cuál fue el problema hoy, él se dió cuenta y esta vez lo hizo diferente.
—Solo dame unos minutos —me da un beso rápido y fugaz en la mejilla y se pone de pie sin ayuda de sus manos.
Unos momentos después, la que se sienta a mi lado es Lúa, a jugar con el cerdito.
—Le puse Humberto.
—Es triste... —susurra ella, acariciando su pancita— No sé por qué nos trajeron aquí, habiendo tantos refugios bonitos.
—Ya no quiero... —mi voz sale muy bajita, ella sabe de lo que estoy hablando aunque no lo diga.
—¿Comerlos?
—Sí, ya no quiero ser parte de esto.
Supongo que era una idea que había dado vueltas en mi cabeza por algún tiempo, nunca le puse la atención que merecía así que de algún modo tengo que agradecer que nos trajeran aquí porque necesitaba abrir los ojos.
—Ay... perdón, se que no te gusta y... es que quiero... si no quieres está bien y... —Sus ojos están húmedos y habla de forma acelerada, pero aún así logro leer entre líneas lo que pretende decir.
—Me puedes abrazar Lú, eres mi amiga —apenas lo digo se arroja sobre mí y eso me hace reír.
No es que me dé asco que me toquen, solo me incomoda con extraños o personas que no me dan confianza, pero aún así amo lo respetuosos que son todos al respecto, estar con los chicos siempre se siente correcto.
—Estoy muy feliz por ti, te prometo que comeremos cosas ricas y... no te quiero agobiar, pero te juro que mejoraste el mundo un poquito hoy.
—Gracias, Lú.
Dylan regresa, con Guillermo siguiendo sus pasos. El primero sonríe, el segundo no.
—No sé en qué momento les pareció buena idea llevarse a un cerdo de la granja, pero es...
—¿Dijeron que sí? —lo interrumpo, mirando solo a Dylan.
—Es tu cerdito ahora, tú salvaste a Humberto.
—Tú lo salvaste —le doy un abrazo que dura más que un abrazo amistoso, y eso nos genera una protesta por parte de Guillermo.
—No te quejes, el vídeo va a quedar increíble —Lúa también se pone de pie—. Lo más interesante que tenían era a Dylan corriendo de unos gansos, ahora tienes una historia con final feliz y la imagen de niño tierno y sensible de Emi por las nubes.
—No me sirve de nada si tengo que cortar la mitad de las escenas porque no saben tener las manos quietas.
Dylan se aparta de mí y su gesto tierno se vuelve tedioso.
—No seas pesado, Guillermo —le habla con seguridad—. Yo te sigo la corriente con tus movidas de marketing, pero tú y yo sabemos bien que las especulaciones te sirven.
—¿Tienes idea de lo agotador que es pelear contigo todo el día? ¿Puedes por una vez, simplemente hacer lo que te pido y ya? —lo cuestiona, pero sus gestos se mantienen en calma.
—Pues te pagan para lidiar conmigo, no creo que tengas escapatoria.
—¿Es tan complicado mantener tus manos en su lugar? No te vas a morir por no tocarlo media hora.
—No seas hipócrita, por favor.
—¿De qué hablas?
—De que por algo no nos has pedido que neguemos estar juntos, porque sabes que al menos la mitad de las veces que hemos estado en tendencia ha sido por nuestra supuesta relación —continúa, sin apartar la mirada—. Te sirve mientras sea una teoría, porque hablan de nosotros pero no perdemos público, así que no quieras fingir que eres permisivo, sé que lo haces por conveniencia.
—Por conveniencia para ustedes, Dylan. Solo intento que lo mantengan bajo control, no es tan difícil.
—Relájate mucho, ¿sí? Nos gusta interactuar y nos llevamos bien, pero ninguno de los dos va a confirmar nada porque no existe nada que confirmar, deja de respirarme en el cuello que me estresas.
—Nos vamos —avisa ignorando convenientemente el drama—. Necesitamos unas últimas tomas de Emi y el cerdito en la camioneta yendo a casa, tienen el resto de la tarde libre.
—Por fin —suspira Lúa, levantando a Humberto del suelo.
Guillermo se voltea para irse, pero un segundo antes de emprender la marcha se vuelve sobre su cuerpo para mirar a Dylan una vez más.
—Una junta mañana por la mañana, para hablar de esto —le dice de forma fría.
—Perfecto, me encantará —Dylan le sonríe, y yo siento que cada minuto entiendo todo un poco menos.
________
Holaaaaa 💙
Espero les haya gustado el capítulo, quedó un poco largo, mi poder de síntesis escasea jajajaj
No se olviden de ir a leer el Social Media a mis redes sociales, a ver las fotos de los animalitos 🥺
Momento publicidad Louie: vayan a escuchar Bigger than me, valoren el arte :)
Los amo ✨
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