6. Los Dioses tienen los ojos vendados hoy.
"Bendito sea el que olvida porque a él le pertenece el paraíso".
Eterno resplandor de una mente sin recuerdos.
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El clima era frío cuando aparecí en medio de una calle transitada. Froté mis brazos con mis manos para entrar en calor y observé como el vaho surgía de mi boca con cada respiración que daba.
Cientos de personas aparecían de la nada, jadeando o cayendo de rodillas como era lo típico de las teletransportaciones.
Estaba segura que entre ellas estaba a salvo, pero que en cuanto me acercara al centro de esa ciudad más gente me reconocería y tendría que actuar con cuidado.
Era estúpida, pero no lo suficiente para creer que sería irreconocible en aquel lugar.
Si bien había encontrado la forma de manejar la estructura atómica de mi cuerpo para cambiar de apariencia, también estaba el problema de que no era tan buena al ser una cambiaformas novata y mi cuerpo terminaba sin cambiar tanto. Seguía teniendo curvas en mi cuerpo y marcas que gritaban a quien me viera que yo había pertenecido a Guet-Ksani: el "hogar de mascotas" como era conocido por el multiverso mental y que, aunque podía lucir como un lugar etéreo, la verdad era que en ese edificio se repetían tantos infiernos día tras día que lo más posible es que los Dioses se hubieran cubierto con una venda oscura sus ojos al pasar con su justicia por ahí.
Tragué saliva y la sentí como espinas resbalando por mi tráquea. Tomé un suspiro más para armarme de valor y emprendí mi camino, intentando manipular las conciencias de las personas a mi alrededor para que no me vieran o al menos me ignoraran.
Observé la cúpula de cristal sobre mi cabeza. El planeta en el que vivía Chicle era radioactivo, pero los habitantes en él habían encontrado la forma de protegerse dentro de ciudades seguras que estaban cubiertos por grandes cristales que les servían de cielo, pero que en las noches eran transparentes y dejaban ver al cielo real que derramaba gotas de luz líquida, de tantos colores que en la Tierra jamás había visto y que me dejaron extasiada un par de segundos... o tal vez fueron minutos, no lo supe realmente.
Mi cabeza parecía un panal de abejas agresivas, los pensamientos iban y venían con rapidez y me herían en viejas heridas que no habían cicatrizado aún y que, aunque me esforzaba por no volver al mismo bucle, el pensamiento volvía y predominaba por encima de todos. Cargaba con un bebé en mi vientre. Iba a tener un bebé que realmente no quería...
Un bebé... ¿Qué carajos haría yo con un bebé?
Sacudí mi cabeza y eché la capucha de mi blusa sobre mis pequeños cuernos enredados en los rizos de mi cabello para tratar de ocultarme. No funcionaría del todo, lo sabía, pero intentarlo no me quitaba nada.
Seguí caminando entre los pasillos de la ciudad repleta de rascacielos, observando a todas esas estatuas gigantes de dioses antiguos y los hologramas publicitarios que se movían entre las personas. Me sabía de memoria sus comentarios "Hey, chica linda, ¿has probado ya esta crema?", "Lo último en el mercado, ¿Necesita una esclava nueva? Los nuevos modelos de cyborgs le serán realmente útiles, contrate X empresa y no se arrepentirá".
Un pequeño bichito de pánico envenenaba mis pensamientos mientras sorteaba a la multitud que se hacía más grande y me acercaba a aquel lugar donde me había "criado" y dónde había muerto y revivido hasta perder la cuenta, solo para seguir siendo la esclava de miles de hombres que habían destruido mi alma cada vez de peor forma.
Guet-Ksani se había vuelto el prostíbulo más famoso en el Multiverso por alojar a prostitutas con características especiales, entre ellas estaba yo: con alas que cambiaban dependiendo mis emociones, cuernos que brillaban, colas de anímales "exóticos" para el multiverso, líneas en mis piernas que me hacían ver como una mezcla de humana y tigre, entre otras más... vaya, que era el paraíso de cualquier furro o fetichista enfermo de criaturas que casi parecían mitológicas.
Y también estaba Chicle: espinas suaves en los brazos, pecas luminiscentes, ojos de cabra si la asustabas lo suficiente... Éramos los monstruos raros que no podíamos hacer nada por nosotras mismas.
Ella y yo no éramos las únicas especiales, habíamos llegado a ser más de 17 "monstruillos" dispuestos a lo que fuera por un pedazo de pan que no estuviera envenenado al final de cada jornada, pero tanto veneno en aquellos que no conseguían los suficientes clientes ricos había ido acabando con uno tras otro hasta que de todos solo quedamos Chicle y yo. Yo había logrado mi libertad por la corona de Xindire, en cambio Chicle...
La sensación de ser lascivamente observada me sacó de los bucles en los que rondaba en mis pensamientos y supe que había perdido el control que tenía sobre las conciencias de las personas a mi alrededor.
A mi cabeza llegaron las intenciones de aquellos hombres que me observaban como trozo de carne y volví a tomar sus mentes en mi control mental, esparciendo sus pensamientos que me hicieron sentir más miedo por lo que querían hacerme.
Carajo... No debía estar aquí, debía irme... Ellos iban a destrozarme en cualquier momento...
Siendo sinceros, todos merecíamos morir.
Un hombre me miró con lascivia e intenté parecer que no sentía ni una pizca de pánico en mi interior, enderecé mi espalda y caminé con mi paso seguro.
Era una princesa poderosa ahora, no podían hacerme nada. No podían hacerme nada... intenté controlar mis pensamientos con ese mantra repitiéndose en mi mente.
Las luces negras saliendo del prostíbulo al que iba me dieron la bienvenida en cuanto di una vuelta saliendo del pasillo casi vacío por el que iba caminando.
Dudé en si entrar o no mientras un tic nervioso me hacía jugar con mis dedos.
No pueden volvernos a meter ahí. Ya no somos sus esclavas...
Esa voz que me daba ánimos era la que ahora me congelaba la médula.
El mundo se ralentizó cuando miré a un hombre anciano entrar y lo reconocí como el "cliente obsesionado con Chicle".
¡Demonios!
Sabía por experiencia propia que ese hombre era un estuche de perversiones asquerosas y también sabía que estaba obsesionado con Chicle. Ese hombre la había salvado de recibir pan envenenado solo por haberla comprado vez tras vez, pero él se había encargado de envenenar su pequeña alma día tras día hasta que en ella solo quedaron alucinaciones que la acorralaban en las noches mientras las demás en aquel lugar nos desvivíamos por traerla a la "realidad".
Un fuego se encendió en mí.
Sentí cómo mis manos temblaron de rabia, cómo mi raciocinio dijo: "Hasta la próximaaaaaa" mientras huía volando en una patineta, y sin pensar en nada que me hiciera detenerme, decidí seguir al hombre.
Todo el edificio estaba seccionado en cuatro partes, con sus áreas divididas por un pasillo bastante ancho. Las paredes laterales de esos pasillos estaban pintadas de un tono rosa oscuro y desprendían burbujitas de luces que llenaban el espacio cercano al techo y le daban al lugar un aire de ensueño.
Casi podía escuchar aquella fábula que leía de niña: Y el lobo se vistió de oveja.
El hombre al que perseguía caminaba con su orgullo de anciano rico por el pasillo, directo a la última sección.
Los premios gordos, solían decir en los universos sobre las prostitutas que trabajaban en esa parte.
¿Se cuenta como trabajo estar sedada o drogada para no oponer resistencia? ¿Las muertas aún trabajaban?
Las náuseas rondaron mi estómago y tragué mi vomito cuando este subió por mi garganta, apurando el paso cuando vi a Parker -el maldito anciano obsesivo- perderse entre unos hombres que venían en grupo.
Ni quería pensar qué habían hecho saliendo del cuarto de las muertas.
Asquerosos necrófilos.
Sentí la mirada curiosa de uno de los hombres caer en mi rostro pecoso y ladeé la cabeza escondiéndome en las sombras que se daban en las paredes y apurando mi paso hasta pasar a los hombres.
Miles de palabras altisonantes en cientos de idiomas llegaron a mi lengua, listas para salir e insultar a aquellos imbéciles, pero decidí reprimirlas al darme cuenta de los problemas en los que me metería si me veían en ese lugar.
Suficientes problemas has causado ya, Aymara. Uno más no sería la gran cosa.
Cállate Conciencia.
Seguí mi paso, acercándome todo lo posible al anciano, pero sin llamar su atención.
El pasillo dejó de tener suficiente luz y me di cuenta que nos acercábamos al cuarto de Chicle y Parker iba directo a allá.
Okay, lo iba a matar si se le acercaba a mi terroncito de azúcar.
Cómo sabía que pasaría, el hombre entró en la "habitación" de Chicle (si se le podía llamar así a una zona delimitada por una cortina como puerta y cristales semitransparentes) y fue entonces cuando me detuve.
¡¿Qué demonios iba a hacer?! No podía simplemente llegar, interrumpirlos en lo que pasaría y decirle al estilo del pecesito de Bob Esponja: "oye, viejo, eso no está bien".
«¿No lo ibas a matar?»
O sea, sí, pero no pensé bien...
«¿Tú cuándo piensas bien?»
¡Que te calles, conciencia!
Me di cuenta en ese momento que en verdad era más estúpida de lo que pensaba. Y también fue entonces cuando escuché claramente los sollozos de Chicle y las suplicas de que el hombre se detuviera.
Detesté saber que de nuevo la bruja que se hacía llamar su madre no la había sedado y que Chicle estaba viviendo todo eso en sus malditos completos cabales.
El instinto asesino y estúpido volvió a mí y analizando todo alrededor tomé una barra de fierro que se veía suelta y entré al cuarto de mi amiga.
Chicle tenía un collar y estaba atada con una cadena corta al suelo como un perro y el hombre... bueno, el hombre le hacía algunas cosas que no quiero relatar.
Parker me miró a mí, sus ojos encendidos de una manera asquerosa en los que prácticamente pude leer en sus ojos lo que pensaba.
La barra en mi mano se sintió demasiado ligera, ya no se sentía como un arma que me ayudaría a matar ese hombre, ahora se sentía como un juguete de niños hecho de esponja, y yo me sentí débil como una hormiga.
Ya perdí la cuenta de las veces que queda demostrado que eres la mayor estúpida del multiverso, escuché a Conciencia decir y estuve a punto de golpearme la cabeza con la barra solo para callarla.
Parker se levantó y caminó hacia mí relamiendo sus labios mientras yo sentía un millón de lágrimas agolpándose en mis lagrimales.
¿No les ha pasado que están en una situación de peligro y sienten como cada célula de su ser grita "¡Vamos a morir!"? Bueno, eso me pasó en ese momento, pero mis células se dividían en dos grandes grupos: las que se aferraban a la vida y gritaban que peleáramos todas, y las que decían "mientras más rápido muramos menos dolerá". Así que ahí estaba y me hallaba en una encrucijada: pelear hasta que alguien muriera, o aprovechar que la barra seguía en mi mano y matarme.
En todo ese momento mi mirada había estado fijada en Parker, analizando las posibilidades de matarlo y huir con Chicle o simplemente morir sola y que después los de seguridad recogieran mi cuerpo y lo llevaran al cuarto de los cuerpos muertos creyendo que aun pertenecía a aquel lugar.
Pero, entonces, desvié mi mirada un momento hacia donde estaba Chicle y vi todo el miedo que ella sentía en sus ojos oscuros y brillantes por las lágrimas. Sus pecas brillaban por la luz negra del lugar, iluminando su cara y el rastro de su llanto en sus mejillas. Su mentón estaba arrugado por su intento de callarse y fue entonces; cuando noté que ella no merecía seguir esto, al menos no hoy, al menos no con él, que la barra volvió a sentirse como un arma poderosa y mis fuerzas de luchar volvieron a mi alma.
-¿Quieres unirte? -dijo el maldito anciano asqueroso mientras levantaba una mano para acariciar mi abdomen y yo levanté la barra con fuerza dándole en la entrepierna.
Chicle respingó y yo escuché a Parker decirme alguna grosería.
-¡No me toques! -dije con la voz tan molesta y llena de odio que incluso me salió algunos tonos más grave.
Aun así, el maldito cerdo levantó la mirada sonriendo y me dijo en su idioma que como le tratara me iba a ir mientras tocaba mi pierna acariciándola.
- ¡QUE NO ME TOQUES! -grité de nuevo y descargué la barra en su cabeza calva.
El anciano intentó tocarme de nuevo varias veces mientras yo me alejaba o lo golpeaba, hasta que me tomó en sus brazos e intentó forzarme. No lo pensé dos veces, comencé a golpearlo mientras el pánico y la adrenalina me daban fuerzas y no paré hasta que noté que Chicle me gritaba entre sollozos que parara y vi el rostro de Parker, que yacía muerto en el suelo, tan desfigurado que sólo era una bola negra y roja, hinchada y rota.
Mi estómago se incendió con una emoción que no supe identificar. El miedo de sentirme como un monstruo que iba por la vida matando a lo loco me hizo temblar las manos.
Mi cara, mi blusa y mi pantalón estaban llenos de sangre y la adrenalina corría por mis venas tan rápido que me sentía capaz de volar si lo requería.
-Anyelek -escuché a Chicle decirme con su tono nervioso mientras intentaba tranquilizar su respiración-. Vete.
-¿Qué?
-Que te vayas, ahora. Tienes que irte ya, anda, huye antes de que alguien venga a ver qué pasó... -sus palabras se atropellaban rápidamente mientras ella miraba el cuerpo desfigurado y noté cómo aguantaba las arcadas.
-P-pero...
¿Se dice gracias maldita cerda malagradecida?.jpg
Quise golpearme la cabeza con la barra llena de sangre por el comentario de Conciencia y miré con más atención lo que había hecho.
Chicle tensó la quijada y me miró a los ojos, y debajo de todo el miedo que era notorio en los suyos pude ver que estaba feliz.
-Vete antes de que llegue a mi madre y nos mate a las dos.
Demonios... Había pensado en la posibilidad de aquello, pero las ganas de matar a Parker habían nublado todo y ahora la certeza de lo que acababa de hacer se hizo presente.
Había violado la cláusula de libertad y compra, en la que los Xindiries habían dejado claro que yo no volvería a tener que ver nada en aquel lugar. Había matado al maldito cliente más rico de aquel lugar y el que prácticamente sostenía ese lugar con sus palancas en la política y en el multiverso entero.
¡Carajo! ¿Por qué demonios no podía pensar las cosas antes de actuar?
Me dejé caer en el suelo a un metro de Chicle y la miré fijamente mientras intentaba idear algo para sacarla de ahí para siempre. Y entonces, las estrellas, mi Dios, algo o alguien me iluminó un pensamiento, el comienzo de una idea, apenas una pequeña chispita... Y, mordiendo mi labio, la razoné rápidamente. Mi cerebro iba a mil, intenté apagar toda mi estupidez y pensar fría y razonablemente. Y, bueno, no podía ser peor que morir antes de lo previsto. Pero tarde o temprano moriría y sinceramente no tenía mucho respeto por la vida, así que...
-Dame un segundo -me levanté y miré el cuerpo roto y destrozado de Parker mientras mis ganas de volver a molerlo con la barra o algo por el estilo volvían a mis venas.
-Anyelek... -llevé mi mirada hacia la carita de Chicle y ella estaba llorando de nuevo. Sí, su madre la haría pagar a ella por eso, y sí, era mi culpa... Pero iba a solucionarlo. Por mis estrellas que lo iba a solucionar.
Sonreí, caminé evitando pisar los charquitos de sangre y llegué a su lado en la cama. Ella estaba desnuda, con cicatrices por todo su cuerpo y yo de nuevo me sentí mal e impotente por ello.
-Voy a sacarte de aquí -dije con tono firme y vi como su mirada se iluminó demasiado poco por mis palabras.
Todos los que me rodeaban sabían que cuando yo decía algo en ese tono siempre iba en serio. Y yo estaba dispuesta a todo por cumplir mis palabras (así eso implicara dar mi propia vida o la de todo el universo), así que supe que ella estaba segura de que lo haría. Sin embargo, todo el miedo que sentía y todo lo mal que la vida la había tratado opacaba esa esperanza.
Y la comprendía, pero eso no haría que yo desistiera de cualquier plan que lograra sacarla de ahí.
-Y vas a tener una vida feliz, ¿De acuerdo? Lo prometo. Por lo que sea que yo ame, lo prometo. Y que me den una eternidad de vida si no es así -tomé sus manos con cuidado porque tenían heridas frescas y le sonreí mirándola a los ojos.
-Vale... -mencionó dudosa. Le di un abrazo con cuidado de no lastimarla y besé su cabeza de una manera tierna y fraternal.
-Te juro que estarás bien. Te lo juro.
Me levanté y toqué mi nuca. Ella me miró con todo el miedo poseyendo sus finas facciones y sus labios temblaron.
Sabía que no quería que me fuera, pero era cierto, si su madre me hallaba ahí me mataría o volvería a meterme ahí como cuando era una bebé -sinceramente no sabía cuál era peor-, así que con el poco valor y raciocinio que me quedaba aplasté la primera vertebra de mi cuello activando mi deslizador y yéndome a mi planeta, la Tierra.
†*†
Abrí los ojos, Oholiab estaba parado lejos del grupo de compañeros que me rodeaba y probablemente se preguntaban si estaba viva.
Fingí que acababa de despertar de un sueño pesado moviendo lentamente la cabeza. El profesor estaba a un lado mío, pero yo no lo veía por el cabello que tapaba mi cara, así que cuando me moví un poco y él exclamó: "qué susto, creí que ya se había ido" di un respingo y asusté a todos.
Me incorporé en la silla, estirando mis músculos que se sentían atrofiados y dije un pequeño "lo siento" mientras bostezaba para completar el teatro.
El maestro me miró con un poco de desaprobación y después de preguntarme si estaba bien, y yo responder que sí, siguió su clase.
Amaba la escuela, no mentiré diciendo que la odiaba. Sinceramente amaba aprender, siempre había sido una esponjita sedienta de conocimientos, demasiado inteligente como para solo sacar patéticos 5, 6 y 7 -si bien me iba-. Las materias eran demasiado fáciles; las matemáticas se me daban como pan comido. Lenguas era mi fuerte, supongo que ser una lectora fanática desde mi niñez y vivir en un multiverso en el que había aprendido cientos de idiomas me había hecho el trabajo fácil. Lo único que se me dificultaba un poco era sociales: la ética y toda esa estupidez que no comprendía -ni comprendo-. Para mí, las reglas que rigen la moral humana no me parecían inteligentes o prácticas... así que al final solo me sentaba a analizar el comportamiento de quienes me rodeaban y llegar a conclusiones lógicas. Matemáticas del comportamiento, en pocas palabras. Y en cuanto al bullying... ¡Par favar! Yo misma me burlaba cruelmente de mí y de mi vida asquerosa, lo que los demás pudieran decir eran como caricias con pétalos para mi alma.
Así que, así pasó el día: asistía a cada clase e interpretaba todo rápidamente ignorando los comentarios que decían con asco que era una loca o una "estúpida", por decirlo con palabras bonitas. Y pues... cómo para qué negar lo obvio, ¿No?
También hablaba con Oholiab y las alucinaciones que iban apareciendo a lo largo de la rutina y me salvaban de mis pensamientos oscuros y tal vez suicidas.
Todo era perfecto, hasta que llegaba la clase de Taller.
Verán, en mi escuela nos daban clases aparte sobre algún oficio o profesión. Yo había elegido Diseño gráfico, eso era lo que me apasionaba, mi gran fuerte antes de encontrar las letras y la poesía, pero como era obvio que la vida me odiaba... ¿Adivinen qué? La escuela y el universo se habían encargado de meterme en (redoble de tambores, por favor) ¡Carpintería!... ¡¿Tienen idea de lo que me encantaba estar rodeada de hombres sin ninguna compañía femenina de mi agrado alrededor?! Súper fantástico... (y que se note el sarcasmo, por favor).
Ese día la penúltima hora era de Taller, así que ahí estaba yo, frente al salón, viendo cómo los mortales convivían entre ellos con sus chistes sinsentido.
"Onvres" idiotas.
Vi que el profesor de esa clase obviamente tardaría aún más, así que fui a comprar comida a la cooperativa -así le decíamos a la parte de la escuela que se encargaba de alimentar nuestros estómagos por precios bastante altos- y compré unos Doritos preparados que me supieron mal, y lo peor es que para cuando volví, ya todos habían entrado y la puerta estaba cerrada.
Sentí todo el odio que el universo me tenía en ese pequeño evento. Detestaba socializar, cualquier pequeño tipo de interacción humana la aborrecía y me causaba escalofríos, así que para mí tocar esa puerta era algo que me daba en verdad mucho pánico hacer.
Aun así, lo hice. El profesor me abrió y me medio regañó por no haber estado esperándolo para ver cuándo se dignaba a aparecer. Y aun así me dejó pasar.
El tiempo siguió pasando lentamente, el olor a hombres sudados revuelto con el olor a Doritos y Rufles llenaba el cuarto y me resultaba asqueroso. Hasta que, por fin, timbraron para salir de aquella hora y yo me dispuse a guardar mi libreta de dibujos. El profesor había salido hace unos pocos minutos con el director, por lo que estaba prácticamente sola, rodeada de hombres mientras emitía un pánico terrible a ello.
Ellos me odiaban, eso era obvio al menos para mí, así que cuando estaba por echarme la mochila al hombro y huir de aquel lugar a un lugar con más mujeres en el que me sintiera a salvo, alguien me la arrebató y la abrió para tirar todo el contenido que tenía al suelo y pasar sobre él como el maldito mastodonte imbécil que era... Bloqueé mi quijada mientras suspiraba fastidiada y molesta, pero de cualquier manera me puse a recoger mis pinturas y dibujos pisoteados.
Quería huir de ese lugar. No me sentía a salvo mientras el salón más se vaciaba y yo seguía batallando con todos esos idiotas que seguían pisando mis pies.
Por fin logré recoger todo, me eché la mochila al hombro de manera apurada y maldije cuando vi a Etian, el que consideraba como el humano más maldito de esa escuela, en mi único camino a la puerta, mirándome fijamente como un cazador a una presa.
Los estúpidos nervios volvieron a mi piel recordándome lo que había pasado hacía algunas semanas atrás y se acentuaron cuando supe que realmente no había forma de que yo huyera de ese lugar sin que algo malo pasara.
Sabía de la fama de Etian en la escuela y sabía que no era por "buenas razones". Se corría el rumor de que había abusado de varias chicas, o que al menos había intentado "meterles mano" a muchas de mis compañeras.
Intenté ir a la puerta para salir, pero entonces él me tomó del brazo y me golpeó contra la mesa. Mientras en mi mente solo se repetía mi voz diciendo: «No, por favor no. Otra vez no».
-¿Ya te vas? -dijo él y yo quise vomitar. Hubiera sido tan irónico haberle vomitado encima a esa basura humana...
Como ya era costumbre en mí, el sentirme en riesgo hizo que mi agresividad saliera a flote. Así que contesté de manera irónica:
-¿No escuchaste el timbre? Deberías revisar tus oídos.
Él sonrió como si hubiera dicho el mejor chiste -y ni pa' qué, sí me pasé relindo con mi comentario- y acaricio mi pierna mientras yo temblaba.
¿Sabes? Estoy segura que no eres símbolo de buena suerte.
Por favor cállate, conciencia.
Mi falda no era corta, odiaba usar faldas cortas, pero sí estaba un poco arriba de la rodilla -en verdad muy poco-, el punto es que él ya tenía mi falda lo suficientemente levantada para que sintiera el aire a la mitad de mi muslo cuando salí del shock en el que estaba y en un movimiento tomé de su cabello y estrellé su cara contra la mesa varias veces. Él intentó defenderse, me llevé varios golpes fuertes, pero en cuanto sentí que me soltó y vi mi oportunidad de huir la aproveché y tomé mi mochila corriendo de ahí lo más rápido que mis largas piernas me dejaban.
¿Y saben qué fue lo primero que hice cuando llegué al salón? Llorar como la maldita idiota débil que era.†+†+†--°--†+†+†
Les dejo esta canción que me recuerda demasiado a Chicle en este capítulo:
Y mil disculpas por actualizar tan lento, la escuela me consume cada vez más :/
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