Chào các bạn! Vì nhiều lý do từ nay Truyen2U chính thức đổi tên là Truyen247.Pro. Mong các bạn tiếp tục ủng hộ truy cập tên miền mới này nhé! Mãi yêu... ♥

30. La voz que curó la soledad.

«Para que el amor sea verdadero,
nos debe costar. Nos debe doler.
Nos debe vaciar de nosotros mismos»

Madre Teresa de Calcuta

—††-•·•^†^•·•-††—

Los siguientes días se podría decir que transcurrieron exactamente igual que un día más, no había nada que los destacará. Solo eran momentos sin chiste.

Al menos tenía al acosador que no me había dejado de lado y cada vez estaba más cerca de llegar al núcleo de mi cariño.

Sip, me seguía negando a ello. No porque él no fuera alguien digno de amar sino porque yo, por mis ovarios, me daba el lujo de negarme al amor.

Las voces eran cada vez más molestas, pero prefería soportarlas para poder tener a Oholiab a mi lado.

Y, hablando de mi mundo mental, era sorprendente cómo, sin mí, todo se había ido al carajo por completo. Era como si, si yo no estaba, ellos no supieran qué hacer.

Jeydet me pateó el trasero esa mañana mientras caminábamos ella, Oholiab, Chicle, Siria y yo hacia la escuela.

—¡Hey! Eso es golpe de estado.

El matrimonio soltó una risotada que a mis oídos retumbó por los callejones y entonces, casi como si aquello fuera una invocación, empezó a llover.

—Díganme que trajeron sombrilla, no me quiero empapar —renegó Siria frunciendo el ceño mientras miraba hacia las nubes grises sobre nuestra cabeza.

—¿Me ves cara de meteorologa? —devolvió en el mismo tono de queja Chicle.

—Hay que correr.

—¿Carreritas o qué?

—Eso es para niños —soltó Oholiab arrugando la nariz mirando a la albina y a la negra.

—¿Y a ti quién te invitó? —le reñí y él sólo torció sus ojos y siguió caminando.

—Uuuuuuh, que tu mamá no sé qué —esta vez fue Jeydet quien se puso en contra de su propio esposo.

—¿Ah, sí? Pues apuesto lo que quieras a que te gano, anciana de días.

—¿Ah, sí? ¿Qué quieres perder?

—¿Vamos a correr sí o no? Me estoy empapando cada vez peor.

—¡En sus marcas!

—¡Hey!

—¿Listos...?

—¡Fuera! —gritó Siria y fue la primera en partir corriendo como si fuese a ganar un buen polvo con llegar primero a mi escuela. A ella la siguieron Chicle, después Jeydet y al final Oholiab, quién seguro de que ganaría había decidido darles unos segundos de ventaja.

—Nos vemos en la escuela, ¿Vale?

Sonreí y le di una palmada en su hombro.

—Claro. Anda, corre que vas a perder, viejito reumatoide.

—Me vas a pagar eso más tarde...

—Lo que digas.

Oholiab corrió como el maldito Correcaminos y entonces me quedé sola.

Aprovechando el momento de soledad me coloqué mis audífonos y dejé que la música retumbara en mis oídos casi rompiendo mis tímpanos. La voz ronca, grave y agresiva de Ghostmane me protegió de las voces que intentaban amenazarme.

Algo ocurrió en ese momento, un susurro al oído hizo recorrer un escalofrío por mis muslos, como presagiando que algo malo ocurriría, y al siguiente segundo me encontraba sentada en el pasto a la entrada de la escuela. Una de mis muñecas sangraba con un corte reciente y la música se había acabado, siendo sustituida por las risas maquiavélicas de mis voces. Intenté buscar a Oholiab, pero al igual que mis anteriores acompañantes, todos brillaban por su ausencia.

Comencé a hiperventilar, no sabía qué había ocurrido, quién había hecho el corte, mi cuerpo estaba peor que tieso, como si alguien hubiera arrebatado la movilidad de mis articulaciones y lo único que se movía era mi pecho alterado por el miedo.

"Volveremos a hacer esto hasta que mueras" murmuró un susurro serpenteante y mi corazón se congeló lleno de miedo.

"Será lindo verla sin manos" coreó otro susurro más femenino y las risas volvieron.

—Déjenme en paz —intenté decir con firmeza, pero la falta de aliento por recuperar el control de mi cuerpo me estaba haciendo agonizar.

"Calla, luces mejor sin voz" logré escuchar una voz masculina sentenciar a mi oído y de pronto mi boca se sintió pesada, como si mi lengua estuviera hecha de piedras y mis labios se fundieran.

Un grito desesperado, moribundo y doloroso, taladró mis oídos cuando Maddie apareció frente a mí mirándome preocupada. Solo entonces recuperé poco a poco mi movilidad y mi voz, y pude limpiar mis lágrimas que se habían formado.

—¿Qué ocurrió? —preguntó ella tomando con sutileza mis mejillas para inspeccionarme y hacer que la viera a los ojos.

—No tengo idea... Yo... Estoy sangrando y no podía moverme y unas voces me decían...

—Lo sé, lo sé. También las escuché, recuerda que soy Reina del Abismo, escucho tus pensamientos y todo lo que ocurra en tu cabecita solo por eso.

—Lo siento...

—¿Por qué dices eso? Nada de esto es tu culpa. No seas marica que has salido de peores.

Sonreí por su extraña forma de consolarme y me dejé caer en sus manos, reconfortandome con su tacto frío y suave.

—Estarás bien...

—Eso espero.

Maddie miró a la lejanía y seguí su mirada, pero en esa lejanía se atravesaba justamente el estúpido acosador que me amaba y por más que odiase admitirlo, ver su rostro reconfortó mi corazón.

—Me voy, pero háblame si necesitas ayuda con las voces, ¿Sí?

—¿Eh?

Maddie sonrió aguantando la risa al ver mi cara boba y solo negó con la cabeza desapareciendo de mi vista después.

—¡Aymara! —en el instante exacto en el que desapareció Maddie, Isaac entró por la puerta de la escuela y se acercó a mí.

—Isaac...

—Hola, niña —extendió su mano y ambos la chocamos como si fuéramos mejores amigas en vez de los peores crushes del mundo.

—Niño raro —correspondí a su saludo y él sonrió mirando nuestras manos.

—¿Cómo estás?

—Bien —mentí, pero la verdad es que no quería asustarlo en caso de que él no fuera el Isaac que yo recordaba, solo que él ya me conocía bien y supo que no decía la verdad—. Oye, yo sé que soy bellísima, pero no te me quedes mirando porque me desgasto —ironicé casi a la defensiva.

Su mirada se tornó risueña y sus mejillas se sonrojaron mientras miraba al suelo.

—Uy... Pues perdone, su hermosa majestad.

—No te perdono.

Se llevó una mano a la frente de la manera más dramática que había visto en mi vida y se dejó caer un poco hacia atrás.

—¡Oh!, ¡La Chinos no me quiere perdonar!, ¡Noooo!

Suspiré sintiendo que mi corazón se relajaba al sentir la familiaridad de sus dramas y le golpeé el hombro con suavidad.

—Ya, no seas dramático.

—¿Qué hora es? —él iba tarde, lo sabía, y ¡carajo!, todo en mí se resistía a decirle la hora solo para que él se quedara un poco más conmigo.

Solo un poco más.

—Las 7 con 35 minutos —dije mirando el reloj con formulas nerds en lugar de horas en mi muñeca y sentí una punzada en el corte que había en mi brazo, como si la sangre se congelara con el frío de la mañana.

—Oh, lo siento, pero ya voy tarde. ¡Nos vemos luego Chinitos! —y se alejó sin siquiera esperar a que respondiera.

—Vale, hasta luego Isaac —murmuré viendo su espalda.

No tenía nada más que hacer, así que fui al baño a lavar el corte en mi brazo pero de nuevo algo en mí ocurrió y en un instante, justo cuando comenzaba a caminar hacia las edificaciones de la escuela, terminé al siguiente segundo en la parte trasera de la institución con más cortes en mis brazos. Al menos ahora estaban limpios y no dolían...

"¿Qué carajos te dijimos? ¿Quieres que matemos también a tu familia?"

—Oholiab...

"Ni se te ocurra llamarlo, si él llega lo siguiente que lograrás ver es cómo te hacemos matar a tu hermana sin poder detenerlo."

Mis ojos se llenaron de lágrimas y asentí.

—¿Y qué quieren de mí?

"Que te mueras. Que te mates."

—Pero... ¿Eso en qué las beneficia?

"Si mueres tú, morimos nosotros. Es una buena forma de resetear el Multiverso."

—¿Para qué lo quieren resetear?

"Haces muchas preguntas. Vamos a matar a tu hermana justo ahora."

Mis pies comenzaron a moverse sin mi permiso. Mis manos tomaron un vidrio del suelo en cada una y lo presionaron contra sus palmas causando nuevos cortes que sangraron al instante.

—¡Esperen! ¡Esperen, por favor...!

"Decide, fuakanet. Mueres tú ahora o mueren ellas primero y después tú."

Quería hacer preguntas, quería detenerlo todo. ¿En qué estúpido momento se había ido todo tan rápido al carajo?

—Muero yo...

Casi pude sentir sus sonrisas de víbora letal mientras me llevaban hacia el tercer piso del que era, de hecho, el edificio más alto de la escuela.

Sonó el timbre del recreo.

Carajo, esto iba a ser un maldito show para quien pudiera verme...

Los alumnos salieron de sus salones y las voces, o lo que fuera que guiara mis pasos, me llevaron entre todos ellos hacia el barandal al fondo del pasillo.

Una pierna fue la primera en llevarme a la cercana muerte, ésta cruzó el barandal y, aunque no quise, mi mirada se clavó en el rosal que estaba justo donde iba a caer mi cabeza.

¿Dios? No he sido la mejor seguidora pero, si existes, ayúdame. ¿Por favor?

Una pierna más cruzó la barandilla y estuve a punto de lanzarme.

Bien, estaba hecho, iba a morir.

El tercer piso era alto, en verdad bastante alto, y yo iba a lanzarme de cabeza... No sería mi muerte más limpia en mi largo historial de cien mil formas de morir, pero probablemente sería la que menos dolería.

No hubo una película cruzando por mi mente, nada había ahí. Solo una insistente desesperación por vivir. Solo eso y, al mismo tiempo, una inquietante sensación de paz de saber que, si lo lograba, iba a irme esta vez para siempre. ¿Qué se sentiría? ¿Habría algo más del otro lado esperándome?

Tal vez, Samarí estaría ahí. Tal vez no y quién me estaría esperando sería Kuot para darme la peor de las torturas por la eternidad. Igual y no habría nada y solo dormiría sin soñar. Ya no sabía qué esperar.

No me di cuenta que estaba llorando desesperada hasta que me lancé del balcón.

Y él me salvó. Una vez más, Isaac estaba ahí para salvarme.

Sus manos me tomaron de la cintura y me devolvieron al barandal, me hicieron pasar por encima de las rejillas, me sostuvieron en un abrazo fuerte contra su pecho y me mantuvieron ahí, mientras su agitada respiración y la fuerza de sus dedos en mi espalda me hacían mantenerme en la realidad.

Explotó el caos en mi cabeza.

Las voces se soltaron gritando todas a la vez. La película que debió aparecer mientras estaba a punto de morir comenzó a correr y me mostró todos mis errores que había hecho. Las imágenes de las posibles formas en la que las voces (o lo que me estuviera controlando) podrían matar a mi familia me hicieron estallar en lágrimas.

Comencé a luchar contra las fuerzas de Isaac, pero él me sostuvo más fuerte.

—¡SUELTAME! —grité desgarrando mi garganta y escondiendo las heridas de mis brazos.

—¡Claro que no! —gritó de regreso y eso detuvo el sonido de las voces.

—Debo morir o ellas morirán...

Estaba sollozando, sangrando de mis brazos, con un miedo terrible y mil emociones más que me hicieron casi desmayar.

Dios, estaba siendo tan patética...

—¿De qué hablas?

Volví a sacudirme para liberarme y matarme de una vez por todas pero él se las ingenió para mantenerme quieta cada vez más fuerte.

—¡Las voces me lo piden!

Sí, estaba siendo bastante irracional mientras trataba de explicárselo. Pero trata de explicarle tú al chico que te gusta que hay unas voces en tu cabeza que estan obligándote a matarte mientras tratas de matarte y, luego hablamos.

Miré a los ojos de Isaac con los míos inundados en lágrimas y mi corazón hizo ka-boom. Había desesperación en su mirada, una desesperación preocupada, una sensación de que vas a perder lo que más amas.

Algo como la última mirada que Samarí me había dado mientras más de veinte hombres y mujeres le arrancaban su inocencia.

—¡No quiero que mueran, Isaac, no quiero que mueran! —comencé a murmurar ya sin fuerzas para luchar.

"Va a morir él también si no haces que te suelte y te matas ahora mismo" dijo una voz con tono agudo pero masculino y sentí que mis manos heridas comenzaban a sangrar de nuevo.

—¡Por favor ya cállense! —grité entre dientes harta de sus palabras.

—¡Hey! Nadie está hablando, nadie va a morir —él me abrazó fuerte y acarició mi cabeza y, yo, harta de el caos en mi mente, en mi corazón, en la realidad, solo intenté explicarme.

—Claro que sí, las voces dicen que muera si no quiero que mi mamá y mi hermana mueran —y no quiero ser culpable de más muertes— ¡Déjame hacerlo!

—Aymara, te juro que no hay ninguna voz que te pida eso...

—¡No quiero morir! ¡No quiero!

—Aymara, te juro por lo que más amo que no hay ninguna voz más que la mía.

Lo sé pero tú no puedes escuchar lo que yo sí...

—Ey, ¿Qué pasa, mi princesa? —escuché esa voz conocida y abrí mis ojos viendo directamente a Oholiab al lado de Isaac que me acariciaba la espalda mirándome con atención.

—¡Oholiab! ¡Las voces no se callan! Ayudame, Oholiab, ayudame —pedí desesperada.

—No hay ninguna voz pidiendo eso.

—¡Claro que sí! —volví a insistir, pero lo cierto es que las voces ya se escuchaban muy lejanas— ¿Que no las escuchas?

—¿Estás bien?

No, idiota, acabo de estar a punto de matarme y estoy llena de cortes que no entiendo de dónde salieron.

—No lo sé... —respondí en su lugar.

Oholiab hizo ante mí una mueca extraña de mezcla de seriedad y mezcla de preocupación y entonces miró a Isaac, haciendo una seña con la cabeza hacia él.

—¿Y este quién es y por qué te abraza como sanguijuela?

—Es un amigo, se llama Isaac.

—Claro, amigo. Amigo mis cuernos —y acto seguido le hizo una seña de cuernitos con una de sus manos mientras lo miraba con algo de celos.

—No puede verte idiota

—Ehm —exclamó Isaac, quien todo el rato solo había estado viéndome discutir "sola"—. Lo siento, pero ¿con quién hablas?

—Con él —señalé a Oholiab que seguía con su porte celoso y fue cuando mi cuerpo comenzó a relajarse. Okay... estaba a salvo. Isaac me abrazaba y Oholiab estaba ahí para salvarme si algo salía mal. No podía estar en mejores manos.

—¿Sí sabes que no puede verme?

—Lo sé, idiota, sé que no te ve...

—¿Y si sabes que para él justamente ahora estás señalando a la nada y hablando sola? Lo que claramente le está dando miedo. Míralo, su mirada destila pánico.

—Ah po' shi veda' -reí presa del pánico que también se estaba apoderando de mí y eso puso a Isaac más preocupado.

—Aymara... ¿Qué pasa?

—Ehmmm...

—¿Por qué no le dices que hablas conmigo y nos dices a los dos lo que pasó?

—¿Y cómo quieres que se lo diga?

—¿A mí? —interrumpió Isaac a Oholiab que estaba a punto de darme razón.

—Sí, a ti...

—¿Decirme qué?

Miré hacia el techo evitando su mirada y luego a todos lados, menos a donde él estaba.

—Estoy enferma...

—¿Puedo saber de qué?

Mi corazón estaba a punto de detenerse. No soportaría si alguien más se decepcionaba de mí. Podía mentir, podía darle una patada en los huevos y cambiarme de país (vale, eso es un poquito exagerado).

Pero había algo en él que me inspiraba confianza. Podía decírselo. Él no me juzgaría.

¿O sí?

—Básicamente múltiples personalidades...¹

—Oh... —fue lo único que dijo, no de una forma aterrada, con asco o algo parecido. Solo... Algo confundido.

—Y... Eso me hace tener alucinaciones que controlan mi cuerpo, oigo voces y cosas así...

—Oh... Ya comprendo...

—Lo siento...

—¿Qué sientes?

—El susto que te acabo de dar, en verdad lo siento —mi voz se quebró con la última frase-.

—No es nada...

Pero para mí sí...

—¿Me soltarías, por favor?

—No —dijo con algo de miedo de que fuera a intentar saltar de nuevo.

—En serio, no haré nada... Ya estoy bien, ya no escucho nada —me sostuvo mas fuerte como si no me creyera y pude sentir con detalle cada parte de su pecho y su abdomen—. Is, en serio no haré nada...

—¿Segura?

¡No sé, pero estoy pasando de paniqueada a horny en un instante y y tú maldito abdomen no ayuda!

—Mmm... ¿Creo que sí?

—¡Aymara!

—Está bien, ¡está bien!, no haré nada... ¡Lo prometo!, por la garrita, Pinky promise o lo que sea...

Me miró con los ojos un poco entrecerrados y después me dejó ir con un titubeo...

—En verdad lo siento —dije mientras me limpiaba el rastro de lágrimas que aún corrían por mi rostro—. Soy una estúpida.

—No, bonita, no lo eres...

«Oh, Dios... ¿Te dijo bonita?» Conciencia habló, como siempre, sin saludar e interrumpiendo después de mil años.

—Sí lo soy... Soy un desastre. Soy estúpida, inútil, soy...

Me callé cuando sentí a Isaac abrazarme de nuevo, pero esta vez con más cuidado. Como si fuera una mariposa de alas cansadas de volar.

—No lo eres, no sé qué pasa por tu cabecita pero no es por tu culpa.

—Lo sé, pero sé que podría ser menos imbécil... ser menos una carga...

—Aymara, no eres una carga —Quise llevarle la contraria pero él no me dejó—. Hey, te juro que no eres una carga, y si en verdad lo fueras sería un honor cuidarte.

Sonrió y fui consciente del color en sus mejillas mientras me miraba con una nueva intensidad a cada uno de mis ojos. Sus ojos eran justo como recordaba a los ojos del otro Isaac que había conocido hace años.

¿Por qué éste Isaac no me recordaba?, ¿Era siquiera el mismo?

—Lo siento —dije al fin ignorando que las libélulas en mis pulmones me querían hacer volar al sentir la mirada de él posada en mí.

—No tienes que sentir nada...

Sollocé y apoyé mi frente en Isaac escondiendo mi rostro en la oscuridad hasta que me sentí segura.

•--†--†--•

—¿A dónde crees que vas?

Isaac me tomó de la mano antes de que al menos pudiera ponerme de pie y volví a caer al suelo donde nos habíamos sentado a comer pizza y salchitacos.

—Solo quiero aire.

—Ah, no señorita... Tu te quedas aquí sana y salva.

—¡Ya estoy sana y salva...! Bueno, no tan sana pero al menos... Olvídalo, tampoco estoy salva, pero... ¡Ayy! Isaac, ¡Déjame ir!

—No.

—¡Ya no escucho nada! ¡Lo juro!

Nada además del vacío existencial que acabo de vivir...

—¿Y cómo sé que de pronto no comenzarás a volverlas a oír?

—Oholiab, ¿podrías decirle que me deje ir?

—Lo haría, si al menos me viera. Pero nop, me quedaré aquí a hacer lo que pueda con eso de tus lagunas. Solo eso.

—Diablos, es cierto... ¡Pero al menos intentalo!

—¿Qué te dijo?

—Que no puedes verlo y por lo tanto no puede hacer nada.

—Pues tiene razón —y como si hubiera dicho algo gracioso se echó a reír a carcajadas.

—Idiota —bufé y seguí comiendo.

—Así me quieres —soltó con un tono coqueto mirándome de lado y volvió a comer.

Para mí pasaron minutos, no lo sé, no soy un reloj, pero Isaac seguía mirándome y eso me estaba poniendo nerviosa.

Además de eso, estaba intentando de entrar al archivo de grabaciones visuales pero éste estaba encriptado y me estaba tomando más tiempo del necesario.

Así que estaba nerviosa, molesta, cansada, con brazos heridos y escondidos bajo mis mangas largas, y, para acabarla de amolar, hacía un maldito calor del infierno que me estaba haciendo sudar y eso a su vez hacía picar mis heridas bajo la tela.

—¿Qué? —gruñí mientras seguía comiendo un salchitaco.

El idiota sonrió.

—Nada, solo admiraba la obra de arte que eres.

¡¿Es que había alguna forma de hablar con él y de no sonrojarme en el intento?!

Desvié la vista y rasqué mi nariz sintiéndome abrumada por su cumplido. No estaba acostumbrada. Conmigo todo era bullying y decirme aborto de nahual.

—Pues no me mires demasiado porque me desgasto —dije en voz baja sintiéndome molesta conmigo misma. ¿Por qué? No sé. Solo algo en mí me molestaba y quería patearme a mí misma.

Isaac no contestó (milagro). Solo sacó su libreta de dibujo y comenzó a dibujar algo en un estilo de caricatura.

—¿Y ahora qué haces? —le pregunté intentando asomarme mientras dejaba el plato vacío a mi lado y olvidaba por completo el hecho de que podía aprovechar la oportunidad y saltar a la muerte.

—No te muevas.

—No me digas que me estás dibujando... —dije intentando que sonase a amenaza y me arrastré hasta su lado a ver lo que hacía.

—De hecho sí...

—¡Isaac no!

—¡Callate, está bonito!

—¡Dejame ver!

—¡Nel!

—¡Isaac! —casi grité haciendo un puchero.

—'Perate a que termine.

—¡Isaac!

Terminó el dibujo y lo tapó con sus manos.

—Redoble de tambores —pidió mirándome risueño.

—Ay, callate....

—Le quitas la emoción al momento -dijo curvando su boca hacia abajo y haciendo ojitos de cachorro, yo solo giré mis ojos y le quité la libreta.

Mis ojos se abrieron un poco mientras veía su dibujo.

Era demasiado perfecto. Los trazos limpios le daban una movilidad a mis rizos que parecían querer salir de la hoja. Mi mirada, la arruga en mi nariz perfilada, todo se veía demasiado claro.

—¿Qué? —preguntó mirándome a la expectativa.

—Me encanta... ¡No manches! Se ve como si fuera digital... Amo tu estilo. ¿Neta lo acabas de hacer a mano?

Comencé a darle vuelta a las hojas, pero Isaac fue más rápido y me quitó el cuaderno antes de que pudiera ver más.

—Ammmm... Nop, hay cosas que no puedes ver.

Alcé mis cejas mirándolo pícara porque sabía qué clases de dibujos habría. Es decir, era un chico... Dibujos que yo no podía ver..
Venga, que sí o sí ahí había dibujos de penes o algo así.

—Diablos señorito, no te conocía así.

—¿Eh? —frunció su ceño un poco sin entender al instante y después de lo que pudo haber sido una eternidad muy corta su mirada se iluminó entendiendo—. ¡No! Eso no... ¡Yo no dibujo eso!

—Ay, sí, aja...

—Es en serio... Nunca he dibujado nada de eso...

—Sí, claro, mira cómo te creo.

—Es en serio —continuó defendiéndose, pero mi larga experiencia de 21 años humanos tratando con hombres humanos no me dejaba imaginar a un chico que no tuviera dibujos así en su libreta.

—Isaac, eres un hombre...

—¿Y que por ser hombre tengo que andar dibujando cosas vulgares?

«Uh... Que te derrocó el sistema, dice...»

—Bien, te dejaré ser... pero eres un espécimen raro —dije mirándolo con ojos entrecerrados.

—¿Ese es un halago?

—Como lo quieras tomar... En fin, si no son penes lo que tienes dibujado ¿qué es?

—Este...

—Comienzo a creer que sí son eso... —presioné, porque si algo había aprendido de Isaac es que si lo presionabas lo suficiente sacaba la verdad de golpe.

El problema, es que no era la única que veía esos dibujos, y Siria desde el fondo de mi mente salió de la nada justo cuando Isaac confesó, y yo solo me quedé en el cuarto de mando viendo a través de la pantalla lo que ocurría.

—No, son dibujos tuyos pero de antes de conocernos...

—Ah, y encima nos sale acosador el niño —dijo Siria analizando a Isaac con atención, pero luego rió y fingió mi voz de nuevo-: perdón, pensé en voz alta. ¿Me dejarías verlos...?

Él lo pensó, estaba segura que diría que no, pero al final se estiró y nos dio la libreta.

El primer dibujo que vimos fue de uno donde estaba tirada en el pasto leyendo un libro. El segundo fue de uno donde estaba en la biblioteca dormida. El siguiente fue otro de cuando jugaba con un perrito. Siria comenzó a tomar más tiempo para ver los dibujos.

-Vaya, sí que nos saliste acosador.

Él sonrió nervioso y comenzó a jugar con la arena en el suelo.

—¿Qué esperabas? Mi canción favorita es la de Every breath you take.

—¿En serio? —mis ojos enfocaron su rostro y se deleitaron al verlo reír.

Visto desde dentro de la mente, era más fácil ver los detalles que más me atraían de Isaac.

Era fácil contar sus 73 pecas, ver las venas en su cuello que huían a esconderse dentro de su camisa a rayas o ver el nítido color azul verdoso que pintaba su mirada. Su sonrisa era hacia la izquierda cuando sentía algo triste y a la derecha cuando se divertía. Sus manos eran temblorosas cuando le prestaba demasiada atención y, si se sonrojaba —como justo en ese momento—, llegaba a tomar cierto color en su rostro que remarcaba sus pecas como un mapa estelar.

—Siria, dame el control. Quiero afrontar esto yo.

Me enfoqué en ver los dedos del cuerpo en una esquina de la gran pantalla flotante frente a mí y, después de ver la señal para hacer el switch, volví a estar en mi cuerpo. Sintiéndome abrumadoramente cansada por la transición.

—De hecho no —dijo él—. Mi canción favorita es la de Snap out of it, de Arctic Monkeys, pero la de Every breath you take me gusta bastante...

—Oh... He escuchado la de los acosadores, pero la otra no.

Sí la había escuchado. La había escuchado hasta el cansancio en esos años en los que creí que había perdido a Isaac porque me recordaba a él, pero quería volver a escucharla con él. Quería hacerlo una vez más...

—¡¿Qué?! ¡¿No has oído Snap out of it?!

—Noup...

—Tienes que escucharla —dijo sacando su celular y sus audífonos, dándome uno para que lo colocara en mi oído mientras seguía hablando-. De hecho creo que la de I wanna be yours, o la de Why you only call me when you're high?, son mejores, pero hay algo en la de Snap out of it que me gusta más que las otras. Mira.

Y reprodujo la canción cantándola con una voz suave que era demasiado parecida a la que recordaba, solo que más madura. Menos adolescente.

—Vaya, me gustó bastante -dije al final de la canción y él casi brincó de alegría.

—¿Quieres oír más?

—Claro.

La música siguió reproduciéndose. Pasó de sus monitos congelados a Nirvana, luego a Zoe, luego a Rayos Láser, luego a Rupatrupa, luego a Los Choclock y de pronto se volvió un popurrí de diversas canciones. Pasé de estar recostada en su hombro a estar recostada en su regazo y de alguna manera me apropie de su celular, paseando por las aplicaciones como si el teléfono fuera mío.

Verde más allá se reproducía a todo volumen y yo la cantaba segura de que sonaba a foca moribunda justo cuando me quitó un audífono, causando que abriera mis ojos molesta.

—¡Justo en la mejor parte!

—Perdone usted.

—No, no perdono.

—¡La Chinitos no me perdona! —dramatizó como ya era costumbre entre nosotros y yo intenté negociar con él.

—Podría hacerlo si me devuelves el audífono...

—Nah.

—¡Isaaaaaaac!

Comenzamos una extraña pelea de cosquillas y luchas inocentes hasta que hizo que se me cayera el otro audífono. Me quedé en pausa, justo como estaba, y puse mi mejor rostro justo como el meme de Pikachu.

—Plañirás este día... —amenacé mientras me enderezaba y comenzaba a picarle las costillas suavemente intentando hacerle cosquillas.

Él se retorció como lombriz y pataleó mientras seguía en el ataque. Estaba a punto de pedir piedad, lo sabía, estaba segura, cuando el timbre de entrada a clases sonó.

—¡Ja! Me salvó la campana.

—Chale.

—¿Nos vemos mañana?

—Como si te fuera a decir que no.

—Entonces hasta mañana, Chinitos.

Arrugué la nariz haciéndome bolita en el suelo.

—¿Qué tienes?

—No quiero entrar con Conchita...

Conchita alias "la suegra del diablo, la maestra instructora de Tronchatoro, la creadora de la Inquisición" era la peor maestra del mundo. Era cruel, abusiva, me tenía tirria, y además usaba el peor perfume y maquillaje del mundo.

¿Has visto esos reels de Facebook en los que parece que muestran un antes y un antes del antes de los maquillajes? Pues ella estaba nominada al peor de esos maquillajes.

Y su perfume era horrible. A donde iba esparcía un olor a drenaje escondido bajo diez mil capas de un aromatizante que olía a caramelo quemado. Y créeme, nada de eso combinado puede salir bien.

—Y yo no quiero entrar con Estrada —dijo Isaac—, pero tenemos que ir. Ándale, levantate y ve.

Desde el suelo levanté mi mirada a la suya y sonreí como el gato de Alicia en el País de las Maravillas.

—¿Y si nos escapamos unas horas?

—Tentadora propuesta, pero hoy presento examen.

—Pues no lo presentes y vámonos por ahí.

Se rió de mí y me extendió una mano.

—Andale, vamos.

Me hice más bolita y renegué con balbuceos y gruñidos como era costumbre.

El se agachó y me levantó de las axilas hasta que me puso de pie.

—Ándale, ve.

—De verdad quieres verme sufrir...

—Quiero verte con un título bien sacado, eso quiero.

—Bueno —bufé arrugando mi nariz—, nos vemos luego Isaac.

—Hasta luego Chinitos.

Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro