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3. Quien se salva del huracán... ¿puede sobrevivir cualquier tormenta?

Capítulo 3. Quien se salva
del huracán...
¿puede sobrevivir
cualquier tormenta?

•·•·•

"Se puede olvidar lo que pasó pero no cómo se sintió".
Eterno resplandor de una mente sin recuerdos.

†.~°•°•>∞<•°•°~.†

29 de Agosto. Castillo de las Torturas.
Alrededor de 2 meses después.

Los gritos resonaban por toda la habitación. El eco repetía el dolor que el maldito idiota que había causado esto sentía. Observé con cierto nivel de felicidad los hilos de sangre que corrían por su piel mientras pendía de sus seis extremidades atadas a las 4 esquinas de la habitación.

Estaba sentada en un rincón entre las sombras, viendo como ese maldito contraía sus músculos para que el filo de la espada bajo él no atravesara su estómago, sus costillas y sus genitales.

-¡IK LANI! -gritaba él en busca de perdón mientras sus músculos se rendían ante el desangrado de su cuerpo.

Sonreí y me levanté alisando mi vestido y quitando el polvo. Arrugué la naríz cuando note que una gota de su sangre había caído en mi falda. ¡Mi vestido favorito e incluso eso tenía que arruinar el maldito!

Dejé salir un suspiro y caminé a la otra esquina frente a mí para comenzar la siguiente y última fase.

Lamí mis dientes mientras tocaba los controles en la pared y escuché la maquinaria comenzar su trabajo. Miré atrás y sonreí estúpidamente feliz cuando vi cómo el ácido comenzaba a gotear sobre el cuerpo del sujeto, y seguí el camino que recorría en una manguerilla aquel ácido tan corrosivo que iba dentro de los órganos de ese maldito monstruo.

Vi como su rostro se retorció en dolor mientras yo comenzaba a murmurar alguna melodía alegre.

Sé que había dicho que no era una asesina ni una torturadora, pero verlo sufrir, llorar, rogar por su vida me estaba haciendo el trabajo demasiado fácil.

Caminé con dolor en mis pies hacia la salida y le dije:

-Tse kan desani, flerke. (Nos vemos al rato, imbécil).

Al salir noté como un enanito caminaba hacia mí con aperitivos y yo brinqué con cuidado hasta llegar a él. Feliz, como chiva en un campo de margaritas.

Tal vez me estaba pasando con el gusto que le estaba agarrando a esto de las torturas y su dolor.

-El ama se las manda.

-Oh, vaya, la maldita bruja se acordó de mí.

No sé qué efecto raro causaba en mi esa venganza, pero la irreverencia se me salía por los poros sin que yo pudiera detenerla.

El pequeño Karywd miró hacia la puerta con miedo, con un gesto en sus cejas como si esperara que alguien saliera de los cuartos alrededor, y yo reí al observar su curiosa reacción.

-Tranquilo, nunca viene por estos lares.

El enano me sonrío con miedo por lo que lo miré extrañada, captando al fin la causa del temor que le causaba estar en aquel lugar.

-¡Oh! ¿Tienes miedo de que te haga algo como a él? -señalé la puerta de la que había salido y reí como la princesa cínica que me había vuelto-, tranquílizate, yo no hago daño si no me lo hacen a mí primero -sonreí de forma tranquilizadora y dulce y revolví su cabello con una mano-. Dime, ¿Cómo están Oholiab y Jeydet?

Jeydet, la que seguía apoyándome en todo, también era esposa de Oholiab.

No había descubierto lo que significaba el valor de la amistad hasta que ella, al verme aún después de todo lo que había hecho, fue la única que me abrazó y me dejó llorar en sus brazos hasta que dejé de estar rota por unos instantes.

Habían pasado unas cuantas semanas, -¿3?, ¿4?, ¿Tal vez más?-, desde que me había encerrado en ese Castillo y en todo aquel tiempo no había visto a ningún otro Xindirie más que a ella. Solo a ella que venía a hacerme compañía en silencio o a hablarme de lo que pasaba fuera de mi nuevo hogar.

-La señorita Ema -así llamaban a Jeydet los esclavos de la Corona- y el señor Oholiab serán padres pronto, hace una o dos semanas que la señorita logró quedar embarazada y parece que será una bella niña el fruto que vendrá de su vientre.

Un sabor ácido invadió mi boca y asentí en silencio callando el pequeño secreto que seguía creciendo en mis oscuras entrañas y comencé a caminar pasando de lado al Karywd.

-¡Me alegro! Cuando veas a los futuros padres les das mis deseos de más felicidad en sus vidas, ¿De acuerdo? -Di una vuelta para mirar al enanillo con mi mejor cara de Póker, cínica y amarga, y cambié por una sonrisa tranquila al ver que seguía estático en su lugar-, Pero no te alejes, esclavo, no voy a matarte, entiéndelo.

El pequeño sirviente suspiro como si su miedo no se hubiera ido por completo pero se hubiera tranquilizado más y volvió a mi lado con su bandeja de aperitivos en su mano alzada.

-Gracias -mencioné tomando un nuevo aperitivo y reanudando la marcha-. Ahora... ¿Dónde está mi deslizador?

-En su nuca, mi Señora.

Pffff, ¿Señora? Algo en mi quiso reclamarle, ya sabes, ese instinto que tenemos los que no sabemos si pertenecemos al público inocente que sigue viendo caricaturas o a aquel que fuma y camina con andadera o rueda en su silla de ruedas. Aún así me contuve y llevé una mano a mi nuca, dispuesta a activar el nuevo dispositivo que me habían dado y me llevaba a otros lados del Multiverso y que incluso, con la calibración correcta, podía llevarme a tomar la conciencia y el control de mi cuerpo real.

-Entonces, me voy. ¿Sonarás la melodía cuando sea hora de mi cita con Kiuntré?

-Eh... Usted no dijo cuál melodía era la que quería, Señora.

El nerviosismo en la voz del enano me hizo casi reír, ¿En verdad me creía alguien peligroso solo por aquello que hacía en mi pequeño castillo? ¿En verdad creía que le haría daño si él simplemente no me había hecho nada?

-Ey -toqué su hombro y le di un apretón suave-, tranquílizate de una vez. Juro por el valle de Knile que no te haré nada, ¿De acuerdo? Confía en mí.

El pequeño sonrío con menos fingimiento y apretó la charola donde aún quedaban aperitivos y su fugaz mirada pasaba por ellos como si en realidad quisiera despistarla.

-¿Los has probado?

-¿Eh? -preguntó con un sobresalto como si lo hubiera pillado en la peor travesura de su vida, ¿Qué pasaría en esa pequeña cabecita de sirviente?

-¿Has probado estas cosas? -sacudí el aperitivo de mi mano y él lo miró como si nunca hubiera comido en su vida.

-No -dijo con un tono triste que casi me hizo hacer un puchero hasta a mí.

-Entonces te doy los que quedan, pero no le digas a la Reina o, ya sabes -pasé un dedo por mi cuello y saqué mi lengua por un lado de mi boca en señal de que ella me mataría si se enterara, lo que causó una risa en él-. En cuanto a la melodía, que sea Non, je ne regrette rien, ¿Va?

-Anotado -dijo él sonriendo mientras lamía sus dedos después de comer una galletita con puré de Midrahlio y yo le sonreí otra vez, enternecida y con ganas de quedarme y decirle que me agradaba y tal vez comenzaba a quererlo.

-Hasta luego, pequeño Karywd -Fue lo que alcancé a decirle mientras hacía una seña rápida de un lado a otro con un amor y paz en mi mano y me alejaba dando pasos seguros como si por dentro no me sintiera morir de nerviosismo.

-Hasta luego, su Alteza.

Y dicho eso, activé mi deslizador y volví a Realidad.

***

Cerré los ojos una vez y al abrirlos estaba en mi cama.

Mi hermana dormía plácidamente mientras mi entrepierna ardía un poco. Eso detestaba de tener dos cuerpos enlazados, lo que pasaba en uno afectaba al otro. (Al menos el dolor no era tanto como aquella noche).

Miré el techo y traté de imaginar cómo le contaría a la bruja que tendría una hija y como reaccionaría ante ello, qué pasaría cuando ella lo supiera.

Imaginaba mil cosas y me fui hundiendo entre tantas cavilaciones que cuando regresé a la realidad estaba llorando en mi acostumbrado silencio. Hinqué las uñas de mis dedos en mis palmas y mordí tan fuerte mi labio que sentí la sangre correr hacia mi lengua.

«Estúpida, tan débil que lloras por sólo tus estúpidas imaginaciones. ¡Idiota!»

«Ya basta...»

Volví de nuevo a la realidad. El sabor de la sangre se extendía hasta mi garganta y ya lograba saborear su sabor a medicina, tal vez eso me calmaría aquella vez.

Quiero dejar de llorar.

Sonreí al techo, o tal vez a las estrellas, jamás supe a qué le sonreí aquella noche, pero tal vez fue entonces cuando comenzó mi buena racha.

Dejé salir el aire de mis sollozos y presioné mis labios uno contra otro, intentando detener el sangrado y al mismo tiempo mis patéticos lloriqueos.

Llorar no sirve de nada.

-Tal vez la música ayude -escuché la voz de Chicle y me volteé en la cama para esconder mi cara de ella-. Tranquila, sé que llorabas...

Chicle, la pequeña Chicle... Una alter más que había sido mi primer amiga por esos milenios en los que mi único propósito mental era ser la esclava sexual de todo el multiverso.

-No es nada -sollocé contra la almohada y de pronto sentí cómo me abrazaban con suavidad sus delgados brazos.

-Pues esa nada te está matando... -preferí callar, ¿para qué admitir algo que ya era obvio?- oye...

-¿Hmm?

-Siempre estaré aquí, aún así siempre tengas nada, ¿Entiendes?

Sonreí con mis labios temblorosos. Ella era la única que sabía que ese era mi verdadero miedo y, por desgracia, ahora todos lo sabrán: la maldita soledad. El sentirme sola e impotente en un maldito universo solo e impotente.

-Yo también estaré siempre contigo, pequeña.

Ella sonrió sobre mi frente y me dio un beso tierno y fraternal en la sien.

-¿Por siempre?

-Por siempre -le aseguré.

Me senté en la cama y sonreí intentando minimizar la tristeza que sentía en todas mis almas. ¿Valía la pena vivir así?

-Y... ¿Funcionó?

-¿Eh? -dije confundida mirándola con mi cara hinchada y horrible como la de un sapo. ¿Por qué ella era tan hermosa? Con su piel morena y su cabello rizado y verde en ese momento, verla era como ver a un ángel de sombras.

-El ácido, ¿Funcionó?

Oh, el ácido....

Ella había diseñado el ácido que ahora corría por los músculos y las venas del monstruo en mi castillo, se había asegurado de hacerlo lo más corrosivo que se pudiera y de efecto más lento para que el maldito imbécil muriera lento, justo como le había pedido.

Era una lastima que Chicle tuviera que seguir siendo una esclava sexual más cuando era tan buena con la química y la biología. Estaba segura que si se le daban unos pocos de estudios universitarios lograría ser la mejor bioquímica de los Universos...

-Oh, no lo sé... Debo esperar a que...

Tin. Tin. Tin.

Ambas fruncimos nuestro ceño y miramos a la ventana.

Si hoy en día el príncipe que vino a salvarme de mis dragones internos pudiera escuchar mis reclamos, comenzaría con este:

"Isaac, lograste ser tan original. Llegar en la noche como un maldito acosador psicópata y tocar a mi ventana con piedras es de lo más normal y adorable que un acosador puede hacer, ¿Sabes? Es más, te faltó traer serenata de una vez, eso hubiera hecho aquella noche memorable..."

Y, bueno, dejando el sarcasmo de un lado y siguiendo con la programación programada, o mejor dicho con la historia, Chicle se levantó y caminó hacia la ventana.

-¿Quién es? -dije en un susurro para no despertar a mi hermana y ella me miró condescendiente.

-Sabes que soy un producto de tu mente, ¿Cómo diablos voy a saber quién es?

Sonreí por lo idiota que se escuchaba eso y me levanté con cuidado.

Y síp, el chico sexy del centro comercial estaba ahí, señoras y señores, tocando mi ventana con piedritas que había sacado de la terracería de mi calle porque, oh sí, oh sí, existe la pobreza y no todos somos ricos como en wattpad. Damas y caballeros, les habla su capitana, llegamos del vuelo fantasía a la realidad, despierten por favor.

¿Sabes, querido lector, qué pensé esa primera vez? Que él era un secuestrador. Y lo digo con miedo... es decir: ¡¿Quién demonios busca a sus crushes a medianoche en un país tan delictivo como el que era el nuestro, y sigue siendo, y espera que ese crush le abra la puerta y le diga: "¿Un cafecito?"?!

Obviamente, él.

Pensé en un momento en no abrirle, pero, ¡vamos!, ¡Existía esa posibilidad de que fuera un secuestrador sexy y que yo "muy a mi fuerza luchara" por hacer que no me llevara y, entonces, repentinamente desarrollara Síndrome de estocolmo y de nuevo entonces y milagrosamente él, en vez de sacarme los órganos y dejar mi cuerpo desnudo y destazado en una fosa común como todo secuestrador real, en realidad también se enamorara de mí, y nos casáramos y formaramos una familia feliz y perfecta basada en los cimientos de una relación tóxica que terminó siendo amor verdadero!

Pero vamos, los despierto de nuevo: ¡Eso no sucede en la vida real!

En fin, prosiguiendo con la historia: ¿Sabes qué, lector? Soy estúpida y muy curiosa, así que, sí, me decidí por abrirle -sobre todo porque no dejaba de tirar piedritas a la ventana y no quería que se levantará mi hermana-.

Así que, con cuidado atravesé los ríos, los montes, los valles por irle a abrir...

O bueno, quitando el drama solo atravesé el cuarto de mis padres y la sala y con mucho cuidado abrí la puerta. Y él me miró.

¿Y saben qué? No sé qué diablos vio en mí porque yo estaba en esa pijama que ni siquiera es una pijama en sí, simplemente es esa ropa completamente vagabundosa con la que duermes en las noches y que decides denominar pijama solo por eso, porque ya es rutina usarla al anochecer, y que, además de eso, se supone nadie debe ver porque ¡es para dormir, no para ir a una pasarela!... Ah, y despeinada.

Y aún así él me vio cómo si fuera lo más perfecto en el mundo y... ¡Demonios! Solo esa mirada me bastó para dejarle caer un muro ante él.

Por primera vez vi su sonrisa: como una luna creciente que prometía una nueva marea que limpiaría todo. Una sonrisa que se llevó mil poemas míos y un millón de suspiros que él jamás notó.

Y es que, podrían pasar siglos y yo no lo olvidaría.

Podrán pasar mil vidas y la luna me seguirá recordando a su mirada, el cómo se reflejaba en sus ojos azules. Podrán pasar mil desfortunios, mi sonrisa perderse entre las grietas de mi alma corrompida, podrá pasar lo que el universo decida, y un pedazo de mi corazón seguirá siendo suyo.

Porque él y yo colisionamos y ambos nos llevamos pedazos del otro, solo que uno de nosotros no puede devolver esos pedazos ya...

Y ese alguien no soy yo...

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