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25. Balas perdidas.

Capítulo 25.
Balas perdidas.

«El mundo se derrumba y nosotros nos enamoramos»

Ilsa Lund, Casa Blanca.

-°•-†-•°-

Hay cosas que pueden romper el alma de una persona.

Ya sabrás, lector, que mi alma había soportado la mayoría de ellas. Muertes, suicidios, asesinatos, abusos, tener que callar mi dolor por un mundo que no estaba hecho para mí.

Dicen que los locos no estamos hechos para este mundo. Que somos un error en el sistema. Que deben erradicar de nosotros la locura para funcionar. ¿Pero acaso han pensado que tal vez son ustedes quienes no saben aceptar que una diferencia no es realmente siempre mala?

No quiero decir que estar enfermo de locura sea algo alabable, bueno, o deseable. Es un infierno. Realmente lo es y esa estúpida filosofía de que "todos tenemos algo de loco" es una absoluta tontería. Es como si un blanco le dijera a un negro "nigga", como si un delgado le dijera a un gordo "gordo". Los sanos no tienen derecho a decir que tienen algo de locos. ¿Acaso pueden realmente comprender lo que es querer día a día morir con todo el deseo de su corazón?, ¿Acaso pueden tener la absoluta certeza de que saben lo que es soportar el incesante veneno de la ansiedad rondando por tus venas y tus entrañas, comiéndose tu cordura mientras te mantiene con la sensación inquietante de siempre estar alerta porque algo malo va a pasar?

No. No lo saben. Ni la persona con la mayor empatía podría saberlo.

El punto es: vivir en un mundo que, en términos de soportar mi rareza, no soportaba, y que por cuya causa me estaba muriendo lentamente; Isaac me estaba haciendo sentir que seguir viviendo estaba bien.

Así que, para mí, la pregunta que le acababa de hacer tenía todo el sentido del mundo. Cosa que para él no.

-¿Que yo qué?

-¿Qué me hiciste? Isaac, yo quiero morir, pero me haces creer que hay algo de bueno en este mundo.

Y que eso bueno eres tú...

-No soy yo, Chinos, eres tú dándote cuenta que el mundo no es tan malo.

-El mundo es malo.

-No lo es.

-Burro terco... -murmuré rindiéndome de intentar pelear con él.

Por fin llegamos a su casa unos cuantos minutos más tarde, minutos en los que entre nosotros solo existía mi música llenando el ambiente y tratando de sanar un poco las heridas que se habían abierto en mí.

-¿Y tus padres?

-No están.

-¿Y tus hermanos...?

-Tenemos casa sola, tranquila.

«Yo sé qué es lo que pasa siempre que hay casa sola, y no es nada tan... Dejémoslo en inocente» dijo Conciencia con su tono agudo de voz.

-Lo sé, pero es Isaac, él nunca nos haría daño.

«¿Recuerdas lo que te dijo Oholiab sobre que los humanos no son dignos de confiar?»

-¿Qué tienes en contra de Isaac?

«No en contra de Isaac, en contra de los humanos en general. No me dan buena espina...»

Me di cuenta que algo andaba mal con Conciencia pero no tuve mucho tiempo de meterme en detalles con ella porque Isaac me abrió la puerta del copiloto y me cargó en sus brazos hasta dentro de la casa, subió conmigo en brazos la escalera y me dejó sobre su cama dejándome los dulces y frituras al lado.

-Voy a por unas cosas a la tienda de la esquina. No tardo, ponte cómoda.

Él se fue y yo, como buena cotilla que era, comencé a hurgar entre las cosas de su habitación.

Sabía que no era la primera vez que mi cuerpo estaba en esa habitación, pero sí era la primera vez que yo, habitando ese pequeño cuerpo, estaba ahí.

Tenía todo ordenado. No de una manera que resultara obsesionada con el orden, pero sí de una que lograba un equilibrio entre la belleza y la perfección. Justo como él.

En toda la habitación solo había un escritorio con una laptop cerrada, un pequeño cactus y unas cuantas libretas abiertas que dejaban ver dibujos que demostraban el talento exquisito de quien las había dibujado. También había dos burós, uno a cada lado de la cama, un perchero, un baúl al pie de la cama y varios cuadros copias de Leonid Afrenov colgando de las paredes. En dichos muros había tres puertas y un espejo que ocupaba todo uno de ellos.

La lista de cosas que se podrían hacer con ese espejo es astronómica...

Me levanté de la cama con las piernas flaqueándome y abrí la primer puerta. Deosmeo...

Una maldita, idiota, y estúpida enorme biblioteca estaba del otro lado del cacho de madera y un vitral en el techo iluminaba con los tonos de sus trozos de vidrios los libros que reposaban en los estantes. La nueva habitación descubierta era como entrar al paraíso, las paredes estaban cubiertas de libros, en el centro había un sillón cama con una lámpara de piso que lucía vintage y, logré divisar, detrás de uno de los estantes había una escalera.

Salí de la biblioteca solo para ver si había vuelto Isaac y cuando me dí cuenta que parecía tardar decidí ir a investigar a dónde dirigía esa escalera.

La cantera de cada escalón estaba adornada por talavera de diseños de peces con colores vívidos. Era como caminar sobre una cascada de historia.

Al parecer, la escalera daba a la terraza que se ubicaba sobre la habitación de Isaac y que compartía con, tal vez, otros tres cuartos (cosa que intuí por las otras tres puertas que daban acceso al amplio lugar).

Me acerqué a la barandilla y por pura casualidad observé a Isaac en el cajero frente a la casa. Estaba retirando dinero y parecía ocupado en su mundo.

Me dediqué a observarlo.

Era atractivo, sí, pero más allá de ello la persona que era en su esencia era hermosa. Isaac era lo que más tarde descubrí un eneatipo 2. Su principal motivación en la vida era ayudar a los demás. Se podía desvivir en eso y aquello era algo que amaba de él.

Era, también, alguien de fuertes convicciones. Tanto, que comenzaba a creer en todo lo que él creía.

Estúpidamente suspiré. Carajo, me había vuelto una patética chica enamorada. ¿En qué momento había ocurrido aquello?

No lo sabía, pero tampoco necesitaba hacerlo. Ya era oficial.

Sé que tú, lector, te habrás dado cuenta desde hace mucho tiempo atrás que yo ya estaba enamorada de Isaac, ¿cuándo había pasado? sólo tú podrás decirme, porque la verdad es que era tanta mi negación, que yo había perdido la noción del tiempo, el espacio, la historia, las matemáticas, la ciencia, las dimensiones... Y aún más importante, había perdido en el juego.

En el inicio para mí, Guayaba era eso: un juego. Un: "jugaremos a conocerte sin caer en tus encantos, maldito 'biejo zavrozo"'. Pero había perdido. Y Dios, me estaba doliendo aceptarlo.

Decidí que si seguía viendo a Isaac iba a volver a quebrarme, así que me alejé de la barandilla, volví a la habitación y me dirigí a investigar qué más había por ahí. La siguiente puerta era la entrada a un armario con trajes, camisetas rayadas por montón, tal vez más de una decena de pantalones negros de mezclilla, chaquetas estileras, zapatos, tenis... Todo lo necesario para hacer sus outfit que siempre le sentaban de maravilla. Al fondo del armario se hallaba otra puertecilla en donde, dentro, como si fuera una bóveda secreta, había varios instrumentos musicales: unos bongós, un violín, una guitarra eléctrica y otra acústica, un flautín, incluso un arpa estaba ahí dentro.

Volví a salir para ir a la última puerta y era un baño en el que me dieron ganas de ducharme solo por la comodidad que transmitía. No hay forma mejor de describirlo, su habitación y todo lo que contenía era un lugar salido de un cuento de hadas. Las paredes del baño eran oscuras pero el espacio era amplio, lo que permitía que no me sintiera asfixiada. Había una tina impoluta blanca y una ducha cercada por paneles levemente transparentes que no ayudaron a mi mente enferma.

Mente sana como manzana, Aymara. ¡Mente sana como manzana!

Al ver que no había nada más interesante por revisar, o algo que desviara mis pensamientos del lado oscuro del pecado, fui a la cama y me recosté en ella dándome cuenta de un detalle: mi madre.

Mi madre no sabía por qué estaba tardando tanto en llegar a casa y probablemente ya estaría en la escuela buscándome desesperada.

Tomé el celular del bolsillo de mi pantalón y mandé una excusa rápida a su chat de whatsapp. Algo como "voy a quedarme a hacer un trabajo en equipo en la casa de una amiga". Su respuesta fue rápida: una llamada de ella apareció en mi pantalla y me hizo sentir nerviosa.

-¿Mi reina?

-Hola, .

-¿Estás bien?

-Sí, solo nos dejaron un proyecto para justo mañana temprano y por eso me fui de la escuela a la casa de Fernanda. Haremos el trabajo juntas.

-Oh... Está bien, cuídate mucho, mi niña.

-Sí, . Gracias, te amo.

-Te amo más, mi reina. Mándale saludos a Fernanda.

-De tu parte, .

Colgué y suspiré volviendo a mirar el techo en silencio.

La cama de Isaac era demasiado cómoda. Estúpidos ricos y sus privilegios de ricos.

Para cuando volví a abrir los ojos, Isaac había vuelto, estaba sentado en el escritorio y la habitación olía a oleo y aceite de linaza. ¿Cuánto tiempo había pasado? No sabía, pero al menos aun no oscurecía.

Me levanté y aproveché mis pasos de gato para ir a su lado sin ser percibida. Noté que el universo me estaba sonriendo porque al estar cerca de él logré escuchar la música que él oía con audífonos en un volumen bastante alto.

Me asomé sobre su hombro y noté que pintaba un retrato surrealista de una silueta femenina a pocas luces, con peces koi flotando a su alrededor, focos con alas y libros quemados a sus pies.

-¿Qué significa? -pregunté, pero el no me escuchó-. ¿Isaac? -toqué su hombro y fue hasta entonces que él volteó a verme-. ¿Qué significa?

Y aun así volvió a ignorarme.

-¿Dormiste bien?

-Descansé.

-Son las 4:30, ¿No quieres que te lleve a tu casa?

-¿Y perder la oportunidad de pasarla contigo? Nah, gracias. Además, tengo permiso de mi madre para volver tarde.

«Permiso autoimpuesto, por cierto».

-Como que andas muy hablantina hoy, ¿no?

«Ya me voy, ya me voy».

-¿Segura?

-Sip. Y entonces... ¿Qué significa? -señalé el retrato y él volteó a verlo también.

-No sé, es un sueño que tengo recurrentemente. Nunca me gusta cómo sale...

-¿Ya lo habías intentado pintar antes?

Isaac hizo a un lado el lienzo y abrió un cajón de su escritorio para pasarme varios lienzos pequeños con la misma escena, pero de distintas perspectivas. A mí me gustaba, pero pude observar que había una tinta de dolor en esas pinturas. No sé cómo explicarlo. No era una punzada, no era intuición, es como si fuera en ese momento Isaac mismo y viera algo que no era evidente a primera vista en el cuadro.

-¿La mujer es alguien que hayas conocido?

Él sonrió casi amargo. Como si de la nada un sarten de recuerdos le hubiera dado en la cabeza y hubiera hecho sangrar recuerdos que ya habían cicatrizado antes.

-No me cuentes si no quieres...

-Es mi hermana... Hace mucho no pensaba en ella y... desde que comencé a soñarla, me siento mal por haberla olvidado.

-No creo que la hayas olvidado, para que tu mente la tenga presente en sueños debe seguir en algún rincón de tu corazón.

Se frotó la cara con cansancio y después me miró con atención.

-¿Quieres jugar a verdad?

-¿Qué quieres saber de mí si ya lo sabes todo?

-Pésima forma de querer sacarle la vuelta a la pregunta.

Sonreí y lo tomé de las manos para levantarlo de la silla y fue ahí donde noté que había una botella de vino rosado junto al lienzo que estaba pintando.

-¿Estabas tomando?

-En mi defensa aun no tomo nada -entrecerré mis ojos mirándolo y él sonrió divertido-. Tengo una pésima idea...

-Si es emborracharme, me niego.

-Vamos a jugar a verdad, y si alguno de los dos miente tiene que tomar un sorbito del vino.

Lo peor, es que me sonó a la mejor idea de la historia.

Hice como que lo pensaba para hacerme pasar por aquella única que tenía la cabeza fría, pero entre tantas emociones que había experimentado ese día, ya tenía la cabeza hecha un tremendo desastre. Bueno, más que de costumbre.

-Vale... Suena bien.

Él me tomó de la mano adorablemente y me llevó consigo al centro de la habitación, justo al pie de la cama, frente al baúl, y se sentó en el suelo esperando que hiciera lo mismo. Lo hice, y me permití detallarlo. Algo, había algo que lo preocupaba. Algo además de mí. Algo además del cuadro que seguía intentando pintar acerca de su hermana. Algo...

-Empiezo yo. ¿Qué es lo que mas te preocupa en este momento?

-Nada en especial.

Le extendí el vino y él sonrió algo amargo.

-¿Tanto se me nota?

-Seh, ahora toma y contesta.

Isaac tomó la botella y se le quedó viendo un largo momento antes de darle un trago.

Antes de que contestara, se hizo una pausa en el ambiente. De esas pausas parecidas a las que ocurren antes de un desastre natural. Como cuando el agua retrocede antes de un tsunami, como la tranquilidad antes de un tornado. Una alerta silenciosa de que algo ocurriría.

-Ya sabes que yo... Bueno, era usado para hacer pornografía de niño... -Mi estómago se anudó y esperé a que él continuara-. Pues... Uno de los hombres que abusaba de mí en aquel entonces ha estado buscándome, me envía mensajes y me dice cosas como que va a encontrarme y cosas así y... Bueno, eso, ya sabes...

Asentí asimilando la información y miré mis manos.

-¿Y por qué no lo demandas?

-Lo hice una vez, cuando era más menor... digamos que al único que le fue mal fue a mí.

-¿Por qué?

-Me dieron tremenda golpiza y a él lo dejaron ir libre. Ya sabes: gobierno corrupto.

Apreté mis labios. ¿Por qué todo era tan complicado?

-¿Y si cambias de número?

-No creo que funcione.

-¿Porque eres pesimista?

-Porque ya lo he intentado y él siempre sabe cómo encontrarme.

-¿Cómo se llama?

-Jean.

Sonreí ligeramente viéndolo. Él me había salvado muchas veces de mí misma y del mundo que me rodeaba, era mi momento de hacer lo mismo por él.

-Yo me encargaré de que él no vuelva a hacerte daño.

Su mirada se quebró y sus ojos se llenaron de lágrimas.

-No tienes que hacerlo, es probable que también te vaya mal a ti si te metes en el asunto.

-No me importa, un problema más en mi vida es una raya más al tigre. Tranquilo, estaré bien. Estaremos bien.

-Gracias... Y... ¿A ti qué es lo que más te preocupa ahora?

Suspiré y miré hacia el techo como si de él pudiera venir la honestidad que necesitaba para encontrar esa respuesta. La sabía, pero jamás la había aceptado. Era lo mismo que me preocupaba desde niña y que siempre había escondido detrás de miles de preocupaciones más.

-Yo misma -respondí-. Porque... Tengo miedo de lo que soy, ¿sabes? -él negó y yo suspiré sonoramente-. Soy muy extrema con lo que siento y con cómo actúo respecto a ello. No lo había admitido y por ello no había caído en cuenta de eso desde pequeña, pero siempre que amo me vuelvo tan obsesiva y dependiente que si me arrebatan lo que amo, en serio, Isaac, me desquicio de una manera tan salvaje que me doy miedo. Soy capaz de matar incluso en la vida real, eso lo notaste hoy. Soy capaz de asesinar, manipular, de tantas cosas que me aterran porque sé que no me importa hacerlas, siempre y cuando aquello que amo o yo esté bien. Soy egoísta, soy...

Antes de que pudiera seguir hablando él me tomó de la muñeca y me jaló sobre su regazo. Me abrazó fuerte y acarició mi cabeza tiernamente. Aún así, no dijo nada más, así que comencé a desahogarme con la voz rompiendoseme cada vez más.

-Si tan solo me hubieras visto la vez que perdí a mi primer madre... Ya sabes, ¿no? Que yo no tuve madre biológica en mi mundo mental... Pero, hubo una mujer que me adoptó cuando era realmente pequeña. Ni siquiera había aprendido a usar mis alas, no sabía hablar, solo sabía imitar a los animales y actuaba como uno más de ellos. Pero ella me adoptó, me enseñó a comer con cubiertos -sonreí al recordar los rizos terracota de aquella mujer que me había llamado "mía" como si fuera una más de su alma-, me cantaba antes de dormir en su idioma...

-¿Qué te cantaba?

-Ya te dije, una canción en su idioma.

-¿Me la podrías cantar?

Apoyé mi mentón en su pecho y volteé a verlo sopesando la idea. Asentí y comencé a cantar esa dulce melodía de palabras extrañas y ritmo lento, tierno. Una canción que invitaba a relajarse y entrar a un mundo donde nada malo ocurriría.

-Lare... Tsakanu, amta nanamdi, utre akutse, narum'bdane. Atxa irauktse, larutsaire, nairi xandire, nairi kuikumde... Law mek, a mi te lan, law mek a mi te lan... -me reí tontamente al chivearme porque su mirada fija en mí era la de un enamorado-. Realmente estás enamorado de mí, ¿Huh?

-Sí, para mí eres la dama más hermosa, adorable, perfecta y fuerte que conozco. Es un placer que me permitas conocerte cada vez más.

-¿Por qué? Es decir, ¿qué ves en mí?

-¿Sabes? Cada que te veo te imagino como un venadito recién nacido, herido y perdido, el cual se hizo una carcasa de todo lo que fue encontrando para que los depredadores no la vieran como un animal vulnerable, y olvidaste que ya eras fuerte y hermosa sin esa carcasa.

-Genial, ya era un aguacate y ahora soy un venado bebé con complejo de caballero de la edad media...

-Pero... ¡Yo solo quería halagarte!

Me reí y me bajé de su regazo para acostarme en el suelo.

-Siguiente pregunta, anda, sigues.

-Hm... Hablabas sobre que te tienes miedo a ti misma, así que... ¿Qué es lo que más temes de ti?

-La persona que puedo llegar a ser si no hay nada que me detenga. En serio me aterra eso.

-¿Por?

-Me han enseñado siempre que está mal todo lo que soy, tal vez sea eso.

-¿Qué eres?

Lo volteé a ver y conté con mis dedos en el aire.

-Disfruto de humillar a los demás, de analizarlos a profundidad hasta saber todo de ellos para así lastimarlos con el arma que más les lastime, soy tan agresiva que literalmente una vez estuve a nada de cortarle la mano a un imbécil solo porque me caía mal. Tomé unas tijeras, le hice una llave y estuve intentando cortar su mano hasta que llegó el maestro y al final solo le dejé la carne al rojo vivo. Sobra decir que me mandaron a dirección y me suspendieron una semana. También he intentado matar a mi hermana porque la odiaba. Soy exageradamente narcisista, no me importa nadie y solo pienso en mí misma. Si me sirves, te quedas, si no, te saco de mi vida no sin antes lastimarte y verte destruido. Ejemplo: tuve una "amiga" que me hacía sentir bien conmigo misma, pero cuando empezó a tratarme distante y a juntarse con otras personas y hablar mal de mí, me encargué de que se suicidara. Cositas así que no me hacen la persona más saludable o buena del planeta que digamos.

Él se me quedó viendo algo impresionado. Incluso pensé que me diría algo como "maldita loca, fuera de mi casa antes de que llame a la policía", pero no, no lo hizo.

-¿Y qué te detiene de ser así?, ¿O sigues siéndolo?

-Me detenía mi hija -respondí sin pensarlo demasiado, pero sí con un amargo dolor en mi boca-. Y ahora que ella no está... No sé... Es decir, en mi mente sigo siendo algo cruel, me drogo, tomo como si me fuera a morir mañana... En la vida real me corto, me quemo... Pero, no es como que siga haciéndole daño a los demás. Todo el daño que le hacía a los demás me lo hago a mí misma...

Él asintió lentamente, aún procesando todo.

-Lo que más temo de mí es algo casi parecido. No he llegado a matar o casi matar como tú, pero sí he estado a punto de intentarlo. Y justo fue por la persona que más adoro en el mundo: Nami. Me da algo de miedo que me pueda convertir en mi padre, ¿Sabes? Él es violento, cruel y... Antes lo único que lo detenía era Dios, pero ahora... Volvió a como era antes, y tengo mucho miedo de llegar a ser como él algún día.

Lo miré y fue mi turno de jalarlo para que se acostara a mi lado. Al final quedamos ambos mirando el techo.

-¿Recuerdas lo que me dijiste hace un rato?

-¿Qué de todo?

-Sobre lo que de que está en nuestras manos elegir qué haremos y qué seremos.

-Um...

-Pues eso. No vas a ser jamás como tu padre porque no quieres serlo, y sé que eres el sujeto más terco de este mundo, y si quieres algo lo consigues, y sé que si no quieres algo jamás lo tendrás. Así que, no te preocupes, no serás como él. Y si aún tienes miedo, yo estaré contigo para siempre, para que eso nunca, jamás, pasé.

Él ladeó la cabeza para mirarme y después junto ambas sienes.

-Gracias.

Tomé uno de los chocolates que había entre ambos, lo partí a la mitad para darle una parte y ambos comenzamos a comer en silencio.

-Creo que necesitamos música -irrumpió en el silencio de la nada y yo lo miré y me reí.

-¿De la tuya o de la mía?

-De la tuya -contestó y saqué mi celular para colocar Surreal de Luísa Sonza y Baco Exú Do Blues, y permitir que la radio de la canción se reprodujera solita.

-¿Alguna otra pregunta que se te ocurra?

-Ninguna.

-Somos pésimos en estos juegos.

-Y que lo digas.

Volteé a ver la botella de vino y con mi capacidad de pensar completamente apagada, me levanté para darle un largo trago.

-Cielos, esto sabe genial...

-Lo sé, es mi vino favorito.

Me recosté de lado para verlo bien y detallé su perfil que más que parecer parisino era más del tipo griego.

-Te quiero... -susurré y llevé ambas manos debajo de mi cabeza.

-¿Hm?

-Nada -murmuré un poco menos bajo y me di la vuelta para volver a ver el techo.

-También te quiero, Chinos -susurró un poco más alto al rato y yo sonreí.

-Nuestra relación es extraña.

-¿En qué sentido?

-Sabes en qué sentido...

-Hm, no. No sé.

-Nos conocimos de manera extraña, nos queremos de manera extraña, nos cuidamos de manera extraña... Somos extraños.

-Al menos somos extraños juntos...

-Touché.

-¿Sabes? Hay una sola cosa que me detiene de pedirte que seamos algo más que amigos...

-Isaac, ya somos algo más que amigos, lo único que nos falta es el título -él se quedó en silencio y volteó a verme.

Por un momento estuvimos así, solo viéndonos. Jamás supe qué vio él en mi mirada, pero recuerdo perfectamente cómo era la suya: como una tormenta en el mar, cientos de azules y grises luchando por dominar el color de sus ojos. Una expresión vacía, como si tomara una decisión que le dolería de por vida.

-En unos días volveré a Tijuana, y no soy de los que creen en relaciones a distancia.

-¿Estás terminando conmigo? -fruncí mi ceño y me senté en posición de flor de loto para verlo mejor. Él también se enderezó y miró la botella de vino entre ambos.

-No puedes terminar algo que no empezó -susurró en forma de duda de manera tan baja que ni siquiera el viento lo escuchó. Pero yo no era el viento. Yo sí lo escuché y algo dentro de mí se quebró.

-Sabes que lo nuestro ya empezó hace mucho, Isaac. Sino, ¿Por qué fuiste a mi casa aquella noche?, ¿Por qué me escribiste esa carta ridícula?, ¿Por qué me has cuidado y me has enamorado de ti? No digas que no has empezado nada cuando has comenzado a hacer que vea el mundo de manera distinta.

Él apretó sus labios intentando no llorar y volví a darle un trago a la botella cuando sentí un sabor amargo en mi boca.

-Bien. No te preocupes, ya había vivido 17 años sin ti, puedo vivir otros más.

-No quería hacerlo sonar así, Chinos.

-Pero lo hiciste sonar así.

-Lo que quería decir es que no me gusta sentirme alejado de la persona que amo.

-No me puedes amar, Isaac. Entiéndelo, no estoy hecha para ser amada por personas como tú.

-¿A qué te refieres?

-Mi destino es ser amada por personas que me hagan daño y a las que yo pueda dañar. No me malentiendas, tú eres perfecto, pero a tu lado, si te quedas conmigo, será como si una moneda de oro se estancara en un montón de excremento.

-No, Chinos -él hizo el amago de acercar una de sus manos a una de mis mejillas pero alejé mi rostro.

-Nunca te pedí una relación a distancia, Isaac. Ni siquiera una relación. Y está bien si no quieres tenerla, después de todo tampoco creo que funcione ese tipo de relaciones.

-Lo siento...

Sonreí sin ganas de sonreír. No sabía porque me sentía sin ganas de nada. Me dolía, no se comparaba al dolor de perder a Samarí, pero sentía que estaba perdiendo a alguien muy importante en mi vida.

-No te preocupes. De cualquier manera si necesitas algo de este grupito de locos que te quiere, siempre estaremos aquí.

-¿Puedo abrazarte?

-Si lo haces me dolerá en el momento en el que deje de verte...

-Haré lo posible por volver contigo en cuanto pueda.

-Tenemos nuestros números, podemos seguir siendo amigos.

Él apretó sus labios suavemente y volvió a susurrar por lo bajo algo que muy si apenas escuché: "No puedes ser amigo de las personas que amas".

Preferí ignorar aquello y volví a tomar de la botella.

Al carajo. ¿Por qué había pensado que aquello saldría bien? Él era algo incluso mas grande que un tres millones y yo, a su lado, era un cero elevado a la cero potencia. Pero tenía esperanza. Tenía esperanza de que la vida no me odiara tanto. Quería aferrarme a la idea de que él podría quererme y quedarse más conmigo.

-Deberías irte -dijo él mirándome mientras me derrumbaba por dentro-. No es que te esté corriendo, es solo que ya es tarde y no quiero que tu mamá se enoje.

-No me interesa eso ahora...

-Aymara... Volveré.

-Lo sé.

-¿Puedo llevarte?

-No, yo... Preferiría volver sola.

-¿Segura?

-Umjum.

-Llevate entonces los dulces para el camino. Ya vuelvo.

Se levantó y salió de la habitación probablemente a buscarme alguna bolsa de camiseta.

Yo me levanté y limpié el polvo de mi trasero mientras observaba los adornos de la habitación con atención. Extendí mi muñeca izquierda frente a mí y frente a mi vista se desplegaron los diseños de mi Ackzde, lo despegué de mi piel e hice una llamada.

-¿Aymi?

-Chicle... Necesito verte.

-Sí, claro, solo dame unos minutos y voy para allá. ¿Estás bien?

-No, pero de eso te hablo ahorita.

-Oki, oki, voy ya para allá. ¿Dónde estás?

-En la casa de Isaac.

-Vale, ya llego.

-Gracias...

Terminé la llamada y me recargué en una pierna mientras jugaba con el tobillo libre en el aire. Iba a quedarme sola una vez más, y no me sentía lista para ello.

Me sentía como si hubiera sido parte de un juego y eso me dolía.

Podía lastimar a Isaac, ser como ya me había descrito, pero él no merecía eso. No sabía por qué no quería que él no mereciera jamás eso.

Al rato él volvió, traía una bolsa de tela con estampados de elefantes que en vez de tener orejas tenían alas de mariposa, y me la extendió. Al abrirla vi que traía más dulces que los que habíamos comprado y volteé a verlo confundida.

-Son para ti. Para que sepas que regresaré.

-Gracias...

Ninguno de los dos dijo nada, ni siquiera nos movimos mientras dentro de nosotros todo se destruía.

Hay tormentas que destruyen mundos. Hay mundos que son personas. Hay personas que se dejan destruir por otras personas.

Eso éramos él y yo, tormentas, mundos, balas disparadas con un objetivo preciso.

-¿Segura que no quieres que te lleve?

-Segura. Tú tranquilo -miré sus labios curvarse en una frágil sonrisa.

-Me iré pasado mañana, si necesitas algo...

-Si necesito algo ya sabré cómo conseguirlo. Pero muchas gracias, Guayaba...

-Gracias a ti, Chinitos.

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