20. Bienvenido a la casa de los locos.
«Bienvenido a nuestro
espectáculo de raros. Ven, conoce
a mis monstruos».
Freaks, Sub Urban.
•°•°†°•°•
El universo es una cosa muy loca. Es algo tan grande y pequeño a la vez... Como una gran cartulina convertida en un pequeño origami. Con extremos tan alejados que se unen por casualidad y difícilmente vuelven a ser los mismos al volver a alejarse.
Por allá del año 2000 nació en la cuna de una familia estúpidamente rica nuestro protagonista. Un chico que aprendería lo que es estar roto desde su nacimiento.
Más adelante, por ahí del año 2002 nacería el cuerpo de nuestra narradora. Una pequeña que pronto aguantaría más tribulaciones de la que su inestable mente podría soportar.
Dos extremos alejados que el universo decidió unir.
Cuando desperté, Isaac me tenía en su camioneta. ¿Me había desmayado? Probablemente.
Su mirada preocupada estaba fija en mi rostro que muy posiblemente estaba con apariencia de muerto de tres días: adormilado, ¿Tal vez lleno de baba?, con un ojo más pegado que el otro... En fin, era un desastre.
-¿Cuánto tiempo me fui?
-¿Aymara?
-Eh... Sí, creo que sí.
-Wow... Es impresionante cómo pueden cambiar...
Fruncí mi ceño y lo miré con la confusión plasmada en mi cara como un gran signo de interrogación tatuado en mi rostro.
-Nada, olvídalo. Solo que... Antes de ti había una chica que intentó matarme con ese cuchillo -señaló una especie de navaja/cuchillo y luego me miró- luego comenzó a gritarle a no sé quién y después comenzaste a convulsionar. No supe qué hacer así que te acosté aquí. ¿Estás bien?
-Espera... ¿Cómo que te intentaron matar?
-Ah, sí. Era muy diestra a decir verdad... No supe su nombre, solo que tenía una voz grave y hablaba con muchas groserías, je...
Me quedé en silencio intentando saber en quién sería esa maldita y por qué diablos él se lo tomaba tan a la ligera. Como algo de todos los días...
-Bueno, ya lo investigaré... ¿Estás bien?
-Yo pregunté primero, Aguacatito.
Oholiab podía considerarse muerto.
Eso de llamarme "Aguacate" había surgido de una boba comparación entre los aguacates y yo que había hecho Oholiab mientras veíamos Shrek. En esa escena en la que el ogro le dice al burro que es como las cebollas por sus capas, Oholiab me había dicho "¿Sabes? Tú eres como los aguacates: Negra, arrugada, regordeta y fea por fuera, pero suave y hermosa por dentro". Sí, tenía el mejor amigo del mundo (nótese el sarcasmo).
-Espera, espera. ¿A cuántos de nosotros conociste?
-Vaya, no sabría decirlo... ¿Unos quince?
¿Dios?, ¿Me llevarías contigo al reino de los cielos?
-¡¿Tantos?!, ¿Quiénes fueron?
-Uh... Fue... A ver, Siria ya la conocía, Chicle también aunque no tan bien, Oholiab, una chica que me dijo que me odiaba solo por ser humano -supe que esa era Kiuntré-, Akademuk...
-¿Ackemdut?
-Ah, sí, ella. Gaia, que por cierto ella me sexualizó como jamás me habían sexualizado...
-Lo siento...
-No te preocupes, no fueron tú. También conocí a Ded, Madi, Caasi, Tear, uhm... Se me olvidaron ya los nombres de los demás. ¡Tienen nombres muy complicados!
Me quedé algo patidifusa, no reconocía varios nombres de los que había mencionado y me preocupé ante la idea de que habíamos crecido.
-Perdona...
-No, tranquila. Me la pasé bien hasta que llegó la que te digo que intentó clavarme el cuchillo en el cuello y no sé por qué se fue, aunque lo agradezco porque no quiero morir en medio de la nada, ¿Sabes?
Sonreí entretenida y lo abracé con cuidado porque me dolía el cuerpo.
-Gracias por no tratarme como rara...
-No eres rara, solo estás un poquito rotita. Y todos los estamos, pero no todos son valientes para admitirlo o permitirse ser rotos.
-Suena interesante esa forma de ver la vida...
-Es la verdad.
-Um...
Nos quedamos unos segundos abrazados. Él me rodeó con sus brazos y me mantuvo cerca de él, dándome calor de su cuerpo y haciéndome sentir segura.
-Tengo que volver a la ciudad... No sé ni siquiera qué hora es, tal vez mi madre ya me esté buscando con la policía -mencioné en tono de "es broma pero lo más seguro es que no sea broma".
-Son las 12:30 apenas. ¿Segura que quieres regresar?
-Segura, segura, así que tú digas "Uy, qué segura", pues no... Pero son cosas que hay que hacer.
-Te invito a escaparnos y pasear por la ciudad.
-¿Me vas a pasar tus malas costumbres, Guayaba?
-¿Te vas a dejar, Aguacatito?
-No me digas así, solo Oholiab tiene permiso de decirme así y eso porque es un terco que no entiende de razones.
Sonrió casi diabólico y entrecerré mis ojos al mejor estilo del meme de Pikachu.
«Oh, no te atrevas, Guayabencio Iturbide...»
-¿Ya le pusiste así?
«¿Algún problema?»
-Nah.
-Yo tampoco entiendo de razones, así que te seguiré diciendo así -mencionó él con una sonrisa de tortuga malévola y jadeé ofendida.
-¡Guayaba!
-¿Sí, Cate?
-¿Cate?
-De "Aguacate".
-Te voy a matar.
-Hazme el favor.
Cerré un poco más mis ojos y le di un golpecito suave con mis dedos en su frente.
-Ey, que la única suicida aquí seré siempre yo, ¿Okay?
-A tus órdenes, Cate.
-Dios mío... ¡Señor!, ¡Paciencia, por favor!
Él rio de una manera que le iluminó toda la cara y supe que aunque no nos lo habíamos dicho explícitamente, en ese momento nos declaramos el uno al otro que éramos nuestra "casa".
-Bien, llévame contigo por la ciudad.
-¡Eso! ¿Qué te gustaría hacer primero?
«¿Escapar?»
-¿Escapar?
Su sonrisa ladeada y autosuficiente apareció en su rostro y quise golpearlo para que la quitara.
¿Es qué por qué era tan malditamente atractivo?
-Vale, vamos. ¿Quieres quedarte aquí o pasas al asiento del copiloto?
-¿Vas a cargarme?
-Tal vez -contestó con ese estúpido tono coqueto que usaba conmigo.
-No -advertí a secas, intentando que él se diera por vencido con la idea y fuera a manejar.
Pero no, no pasó eso. Al contrario, Isaac alzó una ceja en modo de reto y pasó un brazo por debajo de mis rodillas y otro por debajo de mis brazos y me alzó como una bebé contra su pecho mientras éste vibraba por sus risas mientras yo pataleaba y chillaba como puerco intentando que me soltara.
Por fin me soltó con una mezcla de descuido y cuidado en el asiento del copiloto y después se fue, a la vez que le gritaba que era un "maldito idiota" tratando de no reírme también.
Cuando volvió, me extendió una mochila en la que había mi ropa ya casi seca y me ofreció una de sus sonrisas tiernas e inocentes. Esas de que realmente no era capaz de romper ni un solo plato de la vajilla.
-Gracias -murmuré llena de vergüenza al volver a notar que estaba en (prácticamente) poca ropa. Salí de la camioneta y me coloqué mi falda y mi blusa para después calzarme los zapatos de viejita que usaba para la escuela y volteé a verlo. Él revisaba su celular con el ceño fruncido y me acerqué a él a echarle un vistazo a su móvil-. ¿Qué ves?
-El novio de mi hermana subió una foto sospechosa.
-A ver.
Le quité el celular con suavidad y comencé a deslizar mi dedo por la pantalla para analizar las publicaciones del supuesto novio de Sara. En varias aparecía con ella, pero en todas y cada una de ellas aparecía una chica que lo tocaba y se le acercaba de una manera un tanto "sospechosa". Y por último, en la que Isaac había visto primero, esa misma chica le estaba dando un beso en la mejilla, muy cerca de su boca, casi pegada a él como sanguijuela...
Sospechoso...
-Maneja, yo me encargo de saber quién es y qué quiere con el novio de Sara.
Me moví al asiento trasero de nuevo y me recosté en él a medias, haciendo mi trabajo de amiga del FBI. Me deslicé entre varios perfiles, rebusqué en cada sección de comentarios hasta que encontré a la chica, una tal "bunny._.sadbunny". La stalkee y rápido supe dónde vivía, dónde estudiaba y cómo podía hacerla desaparecer. Digo... ¿Quién dijo eso?
-Se llama Lila, vive por El Factor, tiene quince años y sí, el novio de tu hermana le pone los cachos con ella.
-Pero... -él se rió a carcajadas y me miró por el retrovisor- ¡¿Cómo pudiste saber todo eso?!
-Soy toda una crack, Guaya. A mí nada se me escapa.
Me miró risueño y negó con la cabeza mientras seguía manejando.
-Siento que si estudiaras programación serías buenísima.
-¿Por?
-Te he visto ser buena con los números y tienes muy buena lógica para la lógica de programación.
-Adoro las matemáticas, pero no creo que me fuera bien en algo de ello. Tengo una mente muy revuelta que no me permitiría enfocarme demasiado en una carrera que exija mucho de mí.
-Lo lograrías, lo sé.
No dije nada más. Coloqué varias canciones en mi celular mientras comía un chocolate que él me había ofrecido minutos después de la pequeña plática que tuvimos.
-¿Qué te gustaría que hiciéramos primero? -interrumpió el silencio mientras en el fondo sonaba Cradles de Sub Urban.
-¿Qué opinas de meterse en casas abandonadas?
-Que es peligroso e ilegal.
-Y justo por eso dan ganas de hacerlo, ¿No?
Su sonrisa se ladeó a la izquierda.
-Bueno, no pasa de que terminemos asesinados por el indigente que viva dentro o que terminemos encontrando algo cool dentro, así que... Hagámoslo.
-¿Alguna casa que propongas?
-Siendo sincero soy nuevo en la ciudad, Chinos, no conozco mucho de aquí. Así que, te toca ser mi guía hoy.
-Va, entonces... Da vuelta a la izquierda en la siguiente esquina.
Lo fui dirigiendo hacia el centro de la ciudad, donde había una mansión colonial que tenía años con la intención de ingresar en ella a explorarla pero que no había tenido el valor. Y en ese momento me importaba tan un carajo mi vida, que tenía el valor de hacer cualquier cosa estúpida que se pusiera enfrente.
Él me quitó el control de la música y coloco rock oldie hasta que llegamos ahí. Una vez estacionados afuera nos quedamos viendo la casa como si esos momentos fueran los instantes exactos en los que podíamos arrepentirnos, valorar los pros y contras, y razonar con el cerebro y no con las ganas de morir que ambos teníamos.
-Se ve oscura.
-Sí, lo es. He intentado entrar pero es muy... Sofocante.
-¿Estás segura de que quieres?
Ladeé la cabeza mirando hacia la anticuada vivienda y valoré los pros y contras. El problema es que nada me sonaba lo suficientemente malo para rajarnos del plan.
-Seh. Es decir, ¿Qué más puede pasar?
-Va.
Salimos de la camioneta y corrimos a brincarnos la verja que hacía de perímetro a la casona. Lo iba a lograr, iba a poder entrar en aquella casa de mis sueños... Estaba tan decidida a hacerlo que olvidé que mis poderosísimos 1.52m no alcanzaban para lograrme hacer trepar por la reja, así que cuando salté me enredé en los picos de las barras que conformaban la estructura y terminé cayendo de cara del otro lado del enrejado.
Las risas de él se hicieron presentes resonando por toda la manzana. El maldito se burlaba de mi caída y lo peor es que no podía enojarme con él porque la verdad es que yo también me estaba riendo como foca esquizofrénica epiléptica retrasada mentalmente.
Un sonido de vidrio quebrándose sonó desde dentro de la mansión y ambos callamos mirando hacia el lugar donde había sonido.
Okay, ahora ya empezaba a sonar mal plan aquello.
-¿Vamos a investigar?
-¿Y si es un vagabundo drogado?
-No pasa de que nos mate.
-Exacto, no quiero morir en una mans... Olvídalo, vamos.
-Exacto -su risa me aligeró el alma y cuando me ayudó a levantarme mirándome como solo miras a alguien de quién estás enamorado me sentí especial.
Recorrimos el primer piso en oscuridad, iluminando con las linternas de nuestros celulares las habitaciones llenas de escombros, animales muertos y alimañas escurridizas adornando los cuartos.
El segundo piso ya tenía luz en cada habitación, pues en ese lugar las ventanas no estaban tapeadas y decenas de gatos (vivos) corrían de habitación en habitación declarando en silencio que esa era su casa y nosotros éramos simples mortales habitando su reino. Vagamos por los pasillos tomando unas cuantas fotos, hasta que llegamos a una habitación que tenía grafitis con pintura neon y cuando entramos en ese lugar, pude notar que Isaac resaltaba bien entre ellos.
-Guaya, ¿Puedo tomarte una foto?
El chico palideció demasiado, tanto que pareció un muerto. Me miró bugueado y por un momento me preocupé por si hubiese dicho algo realmente malo, pero la verdad es que no me sonaba tan mala idea.
Es decir, si se le observaba objetivamente con ese estilo de fuck boy revuelto con golden retriever boy, con su chaqueta de cuero negra, sus pantalones algo rotos de un tono igual de azabache que su chaqueta y su camiseta de rayas (¿por qué siempre usaba rayas?), sus botines toscos y su cabello desordenado, sus pecas esparcidas como copos de nieve sobre tierra desértica, sus manos con venas ligeramente marcadas... Dios, sí, necesitaba tomarle fotos a ese Adonis tallado por la misma mano de Dios...
-¿Qué dije?, ¿Estás bien? -le pregunté preocupada porque parecía que había caído en un bucle de recuerdos que lo golpeaban mental y físicamente.
-No me tomes fotos.
-Pero...
-Chinos. No. Por-favor.
Fruncí mi ceño preocupada e intenté acercarme a él, pero dio un paso atrás necesitando su espacio y asentí con mi corazón haciéndose pequeño. Lo había dañado y por primera vez en mi vida él era la primera persona que no quería ver dañada...
Decidí darle su espacio y sintiéndome cada vez más incómoda por haberle hecho daño me dispuse a continuar paseando por la casa. Fui al tercer piso y ahí me encontré con la vista más hermosa que había visto de la ciudad: desde ahí podía observar hasta el parque/bosque en donde los árboles se alzaban al cielo como dedos raquíticos intentando alcanzarlo, algunas torres de iglesias y un cielo lleno de nubes algodonosas.
Al rato llegó Isaac y volví a sentir la incomodidad en mi estómago de haberla cagado en grande.
-Oye, perdón por lo de la foto, no sabía que no te gustaban... Yo...
-No te preocupes, fue más mi culpa por la reacción. Tranquila, ¿Sí? Es solo que... Bueno, no me gusta nada que me tomen fotos.
-Pero, si eres demasiado guapo... ¿por qué no te gustan...?
Isaac sonrió amargamente y miró hacia sus pies, jugando con las piedrecillas que había en el suelo, aventándolas hacia el acantilado del vacío después del tercer piso.
-Si te lo cuento, no se lo cuentes a nadie, ¿Sí?
-Está bien, puedes confiar conmigo. No se lo contaré a nadie.
Je, also yo: que se lo cuente a todo mundo en una novela después de tu ausencia, lo tengo.
-Bien...
Y procedió a contarme algo que destrozó mi corazón aún más. Resultaba que el padre de Isaac había sido dueño de una empresa de vinos, que comenzó cuando Isaac era un recién nacido. Intentó llevarla a flote por unos años, pero al ver que esta no triunfaba como él quería, decidió buscar ayuda en personas que dañaron a Isaac desde su niñez. Éstas personas terminaron abusando del pequeño sexualmente, haciendo videos de pornografía cada vez que usaban a Isaac para cerrar tratos, o simplemente para "divertirse". Eso había llevado a Guaya a odiar las cámaras, a sentir pánico por las fotografías, por los vídeos, por los hombres. Me dí cuenta de que compartíamos más cosas de las que hubiera querido compartir con él, algunas como nuestro odio hacia los hombres, hacia el sexo, nuestras ganas de suicidarnos desde niños, y más cosas que si las escribiera jamás acabaría con ellas. El problema es que él había desarrollado una filosofía de vida que lo había ayudado a salir adelante, y yo me había estancado en mi burbuja de odio y depresión tanto tiempo que me había convertido en ello mismo.
-¿Y en serio no han hecho nada?, ¿Por qué tu papá sigue vivito y coleando?, ¿Por qué no está en una prisión o algo así?
-Somos ricos, Aymara. Somos ricos y vivimos en un país corrupto, ¿Qué quieres que le hagan?
Apreté mis labios frustrada. ¿Por qué la vida no podía ser más sencilla y justa?
-Tengo tantas ganas de adoptarte y cuidarte para siempre...
Su sonrisa dejó de ser triste y fue casi divertida. Casi.
-También quisiera cuidarte para siempre, Chinitos -me abrazó de lado y después me jalo para que lo abrazara, cosa que hice al instante. Su corazón latía ligeramente triste dentro de su pecho, como un reloj con un descompuesto tic-tac.
-Ven -me solté de su agarre y lo jalé conmigo hasta el filo de la orilla del tercer piso, me senté en ella y lo invité a sentarse a mi lado.
-¿Y si nos caemos?
-Caeremos juntos.
Resopló entretenido y se sentó junto a mí mientras tarareaba una canción que reconocí al instante: I was made for loving you de Kiss. Al instante comencé a cantarla por lo bajo con ese tono íntimo que trataba de dar a entender que sí, se la estaba cantando a él, específica y especialmente en ese momento cualquier cursilería idiota iba a ser por y para él. Porque sí, Isaac me había destruido los escudos sin que lo pensara. Ni siquiera sabía cómo, no me lo pregunten. Solo sabía que, desde ahí, me iba a permitir cuidarlo y quererlo como él se lo merecía.
Me recargué en su hombro y moví mis pies en el aire admirando la vista.
-¿Sabes qué haría más perfecto este momento?
-¿Hm? -le repetí mi pregunta-. Nop, no lo sé.
-Ruffles de queso y Cheetos flaming hot...
Volteé a verlo y él me lanzó una mirada de soslayo.
-¿Vamos a comprarlos y volvemos?
-¿Y si vas tú?
-Vamos los dos, anda...
-¡No quiero moverme! -me eché hacia atrás por completo en el suelo y llevé una mano a mi frente en plan dramático-. Estoy muerta.
-Los muertos no van a comer a Ruffles si voy por unas.
Abrí los ojos para verlo y le lancé un suave golpe al hombro.
-Tengo una idea.
-Si no tiene que ver con mis Ruffles de queso o mis Cheetos flaming hot no quiero nada.
-Es sobre nuestra próxima aventura -me enderecé para mirarlo y observar bien su propuesta-. Vamos a una boda a gritar "yo me opongo" y después salir corriendo.
Sonreí como el gato de Alicia en El País de las Maravillas y asentí.
-Hagámoslo.
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