11. Feelings are fatal...
Capítulo 11: Feelings
are fatal.
"Ahora no puedo pensar en ese lugar sin pensar en ti. Dudo que eso te tome por sorpresa, no puedo pensar en algo en qué soñar. No puedo encontrar ningún lugar para esconderme".
Love is a laserquest.
*†‡+‡†*
Acomodé mi vestido tratando de ocultar mi vientre que comenzaba a abultarse y jugué con mi labio inferior entre mis dientes frente a las puertas cerradas del salón del Trono. Debía hacer el reporte final de la muerte de Kuot para que Kiuntré lo divulgara y aquello me causaba estrés y ansiedad.
No lo consideraba como lo más lógico, ni lo más sensato, pero mi reina insistía en que debía hacerlo para dejar en claro ante el multiverso entero que tanto yo como mi reinado no seríamos débiles, y me aterraba tanto lo que pudieran hacerme si me consideraban débil que poco me importaba si lo que hacía tenía lógica o no.
Oholiab no estaba acompañándome porque por fin había nacido su primera bebé, su primogénita que llevaba adorando incluso en el vientre de su madre, así que pude darme el momento de recobrar valor y pensar en lo que estaba haciendo.
Coloqué mis manos sobre el sutil bultito que era mi estómago en ese entonces y cerré los ojos dejando salir mi aire en un acto de relajación.
Tenía miedo... Una parte de mí quería desistir de mi obligación como madre y abortar, pero la otra parte no se atrevía. En mi mente ya me había imaginado una vida con una bebé en ella y me llenaba de ilusión. ¿Se parecería a mí?, ¿Le gustarían los animales tanto como a mí?, ¿Cómo reaccionaría ante su primera lluvia?, ¿Tendría alas al igual que yo?
Esa última pregunta me llenaba de curiosidad. Nadie, y en verdad nadie, en el Multiverso tenía alas desde nacimiento así como yo las tenía. Esa característica que me hacía parecer un ángel era la que más sufrimiento me había hecho pasar en mi vida mental, puesto que siempre había sido considerada una maldición de los Dioses, hecha para ser exterminada o estudiada como un maldito conejillo de indias.
Recordé la primera vez que abrí mis ojos: estaba recostada al lado de un río, en un hueco de las rocas en el que se acumulaba el agua que corría a mi lado. Por un momento deseé no haber nacido nunca. Haberme ahogado en ese hueco rocoso y no haber renacido nunca más. Ser una mortal cualquiera con una muy corta existencia.
Suspiré y volví a acariciar mi vientre. Había tomado esa manía. Me daba paz hacerlo, era como acariciar a lo que había dentro, era como mimar a mi pequeña y creciente compañía.
Tomé valor y entré al Salón del Reinado.
Kiuntré estaba riendo de algo con su esposo con una complicidad que me causo envidia. Ambos juntos desprendían tanto amor del puro e inocente que yo había añorado en mi vida. Me sonrojé cuando el recuerdo de la carta del desconocido cruzó por mi mente y una vez más acaricié mi estómago bajo nerviosa.
-Kiuntré... -La llamé tartamudeando a causa de los nervios y esperé a que ella me mirara- Me presento ante ti para declarar terminada mi misión de matar al último de mis violadores -callé mis palabras a espera de alguna reacción de ella y obtuve unas cuantas palabras que helaron mi corazón.
-Me alegro. Es momento de que vayas madurando y tomes tus deberes de buena reina como yo.
¿Matar a un hombre con familia era mi deber como reina o, en su caso, me hacía más madura?
No estuve de acuerdo con ella, pero aproveché su alegría y su visto bueno para seguir con mi petición y mi noticia.
-Mi Reina... Quiero pedir un favor ahora que usted ha notado que puedo hacer bien las cosas...
-Dime.
-Sé que probablemente no le agradará que siga manteniendo amistades con personas de mi anterior... "trabajo", pero tengo una amiga que es como mi hermana del alma y necesito sacarla de ahí. Es por ello que si me lo permite quiero usar todo el dinero que la Corona ha decidido repartir en mí para comprar su libertad...
Kiuntré calló un momento mirándome con fría autoridad y después una muy pequeña sonrisa apareció en sus labios, un sutil levantamiento de sus comisuras.
-Lo apruebo. Lo vale. ¿Algo más que desees?
Evité dar un brinco de alegría ante la confirmación y debatí mentalmente rápido para saber si era buena idea seguir con la noticia de mi embarazo.
-Nada, mi Reina.
Kiuntré me ofreció una sonrisa más amplia y levantó su centro para que me fuera.
En el camino a mi dormitorio comencé a hablar con la bebé que había en mi vientre.
-Sé que debí haberle contado de ti pero no quiero que me mande a hacer más locuras por ti. Lo entiendes, ¿verdad? -Hice como que había dicho que sí y seguí mi camino subiendo las escaleras con vitrales en los ventanales altos-. ¿Te gustan? Cuentan la historia de... Bueno, cuentan nuestra historia. Tú no mereces ser parte de mi mala vida. Esa es Kiuntré siendo rescatada por un Kambrasna del Planeta Tierra 0, ¿No se ve épico? -señalé una escena retratada en el vitral dónde su majestad estaba siendo rescatada por su protector personal de un incendio forestal en la primera guerra mundial.
Sonreí admirando más detalladamente cada escena en los vitrales y me enamoré de lo hermoso que se veía tanta tragedia. Era como ver poesía en pedazos de cristal.
Llegué a mi dormitorio y me deshice de mis ropas para aprovechar mis dotes de Cambiaformas y convertirme en un zorro mutante y después subir a mi cama para dormir.
Suspiré con nerviosismo porque pronto sería hora: iba a volver a ver al primer chico del que yo era crush. Wow...
No es que fuera fea, me consideraba bonita. No como las modelos de revista con ojos azules, verdes o grises con piel perfecta y sonrisa despampanante. Mis ojos eran café con una línea amarilla rodeando mi pupila como una luna dorada, tenía un diente ligeramente torcido, no me gustaba usar crema por lo que mi piel era ceniza y no era tan blanca como un copo de nieve, al contrario, era morena con un tono dorado. No era fea, pero tampoco era hermosa. Era "bonita", al menos para quien quisiera verme así.
Lo que más me gustaba de mí eran mis rizos llenos de canas que simulaban rayitos plateados. Tenía un "look genial" según mis amigos y cualquier persona que me viese y se percatara de ellas.
Abrí mis ojos en el cuerpo real. Me quedé unos segundos adhiriéndome al mando de este y cuando lo logré me asomé a ver la hora en el reloj en la cabecera de mi cama. Era la hora para ir al parque tal como había quedado con el acosador raro.
Sentía nervios en el estómago. Algo que quemaba con miedo mi garganta y me hacía respirar temblorosa. Un ataque de ansiedad comenzó a nacer en mis adentros y comencé a morder mis labios compulsivamente.
Carajo, ¿Por qué había aceptado ir?
-Ni modo -dije levantándome para cambiar mi ropa e ir presentable a mi cita.
Unas cuantas horas más tarde estaba en los columpios de la zona infantil. Mis pies me columpiaban sin separarse del suelo y el viento despeinaba mis rizos sueltos mientras esperaba a Isaac en aquel lugar que ya consideraba mío.
Me parecía gracioso que aquel lugar fuera el menos visitado del parque, todas las demás áreas estaban repletas de gente y sin embargo ese rincón escondido en la arboleda era casi un misterio. Pocos llegaban a ese lugar, solo parejas que buscaban intimidad o personas tratando de hallar dónde dormir eran quienes había visto llegar hasta ese punto del parque, pero entre ellas jamás estuvo un chico como Isaac y menos con una niña menor (o al menos así me imaginaba a su "hermana menor" que él había mencionado el día anterior).
-Ey...
Me sobresalté al escucharlo, al escuchar su voz. Casi era como si en otra vida ya nos hubiésemos escuchado y él me despertase cada pasado reclamándolo.
-Hola, niño raro.
Me levanté del columpio cuando él llegó a mi lado y su sonrisa se ensanchó mirándome entretenido.
-¿"Niño raro"?
-Así te diré de ahora en adelante hasta que obtengas otro título.
-Me agrada, entonces. Y... ¿Cómo estás?
Mal...
No dije nada por un momento. En cuanto mi madre había llegado a casa me había llegado el mensaje de que un amigo se había suicidado. Todos decían que no sabían la razón por la que él se había ido pero yo sí lo sabía, y eso era lo que más me dolía.
Sinai "sin acento" (cómo le había puesto de sobrenombre) había sido mi primer mejor amigo real y el que más montañas rusas le había dado a mi corazón, no porque me gustará, si no porque yo lo adoraba como a mi hermano menor y no pude protegerlo como uno.
Detesté el remolino de emociones que sentí en ese momento.
Sinai había sido abusado sexualmente por su abuelo y sus tías, golpeado casi todas las noches por el imbécil de su padre drogadicto, sometido a vivir encerrado en ese ambiente sin ir a la escuela porque "eso no servía para nada". Su madre había muerto en el parto y le echaban la culpa de su muerte como si él lo hubiese decidido. Todo eso vivió hasta el día de su suicidio y en todo ese tiempo solo yo lo había tratado con dignidad y cariño. Desde que lo conocí, Sinai fue mi bestie y perderlo fue como si me arrancaran el corazón.
Y es que lo que nadie cuenta de la empatía es que te arrastra a un mundo de dolor que no puedes solucionar porque no es tuyo, y Sinai siempre me entregó mucho de su dolor para vivirlo juntos.
No había sido capaz de ir al funeral, ni creía que fuera a ser capaz, así que había terminado en el parque con el corazón roto esperando que con ignorarlo se pasara la sensación, pero no se iba. Me sentía culpable, sentía que me ahogaba la culpa de no ser suficiente para hacer que se quedase.
No podía decir todo eso, pero pareció que Isaac se dió cuenta que algo iba mal en la pequeña pausa que hice para responder porque se incorporó del columpio en el que se había sentado a mi lado y me miró con atención.
-¿Qué pasó, bonita?
Me sonrojé pero su halago no me hizo sentir feliz, solo mas distraída.
-Nada. Solo... que un amigo se suicidó y no fui capaz de hacer que se quedara...
Sus ojos cambiaron totalmente de expresión. De tener un brillo alegre y entusiasta tal vez por verme, cambiaron a un claro "lo siento" en su mirada. Me sorprendí al instante por lo claro que fue el cambio. Fue casi como leer sus emociones en su mirada.
-Lamento mucho la perdida.
-No es nada, tranquilo -intenté quitarle importancia pero Isaac hizo todo lo contrario.
-No, no, ¿Cómo que no es nada? No hagas menos tus sentimientos.
"¿No hacer menos mis sentimientos?", ¿Y entonces qué hacía si nunca había sido criada para gestionar mis emociones? Mi vida entera se había ido en hacer menos lo que sintiese o en solo reprimirlo e ignorarlo.
Quise desviar el tema antes de que me pusiera sensible pero ya era muy tarde y sin pensarlo colapsé.
Ni siquiera noté que había comenzado a llorar hasta que sentí una lágrima caer de mi mentón hasta mi regazo.
Isaac sonrió de una manera casi tierna y dió pasos cautelosos hasta donde yo estaba, cómo pidiendo permiso a mis emociones para acercarse sin ser lastimado. Llegó a mi lado y me abrazo con fuerza suave, como sosteniendo mis alas rotas y todas las espinas de mis rosas para cuidarlas entre sus brazos.
-Tranquila, puedes llorar y si quieres después olvidaré que lo hiciste...
No fuiste suficiente. Nunca has sido suficiente. No eres suficiente ahora ni nunca lo serás...
Era lo único que se repetía en mi cabeza mientras más lágrimas brotaban de mis ojos y conenzaba a sollozar bajito.
-No quiero que pienses que siempre estoy llorando, generalmente soy más fuerte y no lloro tan a menudo -dije entre risas dolidas recordando que desde el primer día que llegó a mi casa en la noche había estado llorando. ¿Y eso había sido hace cuánto...? ¿Tres días?,
-Tranquila, ¿crees que no te he notado lo suficiente como para no saber que eres realmente fuerte? Además, las lágrimas no son muestras de debilidad o fuerza. Son muestras de humanismo y de eso queda muy poco ahora. Gracias por demostrarme que eres alguien que realmente vale la pena.
Mordí mi labio nerviosa y lo abracé con más suavidad apoyando mi cabeza en su abdomen ya que a esa altura quedabamos conmigo sentada en el columpio y con él parado abrazándome frente a mí...
-Gracias...
-Gracias a ti.
-¿Por qué? No hice nada, en serio...
-Lo hiciste: por dejarme verte llorar. Tú sabes, cualquier persona puede ver riendo a los demás, son pocos a los que mostramos nuestras lágrimas.
Sonreí a duras penas y suspiré apartándome de él.
-Es solo que... No sé. Él dió muchas señales de que ya estaba mal, de que poco aguantaba. Y yo debí haber hecho más. Tal vez podría haberlo invitado más a salir, tal vez pude darle más de mi tiempo... No sé, yo era la única con la que él contaba y siento que le fallé...
-Ey, bonita... No era tu obligación hacerlo, quien tomó la decisión fue él y...
-Lo sé, carajo, sé que él tomó la decisión, pero si yo hubiera...
-Exacto, "si hubiera". Bonita, no quiero sonar rudo con las palabras, pero las cosas pasan como pasan y no se puede cambiar el resultado de las cosas. No sé qué lo habrá llevado a hacer algo como lo que hizo, pero tú no fuiste un factor. Además... Bueno, no sé qué pienses tú de la muerte, pero ¿no crees que si decidió matarse es porque él creyó que le iría mejor "allá"? Yo no creo que haya más allá, pero incluso así ya no está sufriendo. Ahora él está mejor que si siguiera vivo.
Callé mis comentarios ante todos sus argumentos. Coincidía en todos con él, pero necesitaba que alguien más me los dijera para sentirlos válidos.
Suspiré una vez más y lo miré a los ojos mientras me limpiaba las mejillas de mis lágrimas silenciosas.
-Gracias.
Una pequeña tan hermosa como una estrella llegó a nosotros y se colgó del brazo de Isaac sin mirarme.
-¡Saaaaaaaaac! Dijiste que me harías "costal de papa" hasta el parque.
Isaac se sonrojó y miró a la pequeña con atención arrodillándose a su altura.
-¿Quieres que te haga "costal de papa" ahora?
-¡Sí!
La pequeña pareció percatarse de mi existencia en el mundo y me miró llevándose las manos a la boquita haciendo una expresión de sorpresa totalmente adorable.
-¡Por fin le hablaste! -dijo mirando a Isaac y luego se acercó más a mí para abrazarme en un efusivo gesto-. ¡No tienes idea de lo que batallé para hacer que te viniera a hablar! -me dijo mientras daba pequeños brinquitos y después me soltó para ir con Isaac, colgarse de su cuello y comenzar a treparsele por su espalda-. ¡Nos vamos al mundial, nos vamos al mundial! -cantó a gritos y luego volvió a mirarme con curiosidad aminorando su escándalo-. Estás llorando... ¿Por qué estás llorando? A ver, ¡Que mentón en alto que se le cae la corona, mi reina! ¡Diva, preciosa, cuñada divina!
-¡Nami! Oh, por Dios. Nami, ¡No seas tan hablantina!
-Sí soy. Y más con mi cuñis. Ve, ve, ve, ¡Es hermosa! Ah, ya veo por qué hablas tanto de ella.
Me reí ante su comentario. Esa niña parecía un tornado caminando y hablando por todos lados.
-No soy tu cuñis, preciosa.
«Aunque ganas no me faltan»
-Aun no... -amenazó mirándome con picardía.
-Oh, Dios... Nami, ven acá. Vamos a llevarte a casa.
-¡Mamá hizo un pastel!, ¿Quieres comer pastel, cuñis?
Sonreí ampliamente ante el descaro de decir las cosas de esa niña, así como de su energía y alegría para todo.
-Creo que sería buena idea, pero acabo de comer, eh...
-¡Nami! Dime "Nami". Me llamo Nahomí pero para ti puedo ser Tu Cuñada Favorita Nami.
Solté una carcajada. Definitivamente estaba segura de que quería pasar más tiempo con esa niña.
-Está bien, los acompaño...
Poco sabía en lo que me estaba metiendo.
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro