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Verdades


La reciente visión frente a los ojos de Tara era de las peores que había presenciado. Aferrada al cuerpo de su hermana Sam, la menor de las Carpenter contempló a primera estancia como su atacante Amanda Macher era electrocutada, debido al cable saboteado que yacía en el fondo de la pileta principal del parque, el cual conectaba la fuente de agua con la caja energética del parque cercana. El plan resultó ser bastante ingenioso al inicio, Sam sería el cebo para atraer a Amanda a la trampa pero todo se trastornó y la rubia sometió a Sam, ahogándola en el agua. Tara soltó sus demonios y atacó a cuchilladas a la mujer, en un intento de salvar a Sam pero aquella psicópata era muy dura de roer. Logró quitársela de encima y amenazó con asestar su golpe final sobre las heridas y agotadas hermanas Carpenter. Gracias al cielo que, con las pocas fuerzas que le quedaban pero la determinación de sobra, Chad pudo salvarlas a tiempo accionando el interruptor para que deje pasar corriente desde la caja energética hasta llegar al cuerpo de la atacante.

El olor era repugnante, una mezcla de metal y carne chamuscada. Duró unos minutos, que fueros los más eternos para la aterrada Tara, quien aferraba entre sus manos el inerte cuerpo de Sam que permanecía inconsciente. Al caer el cuerpo de Amanda sobre el agua, con la piel quemada y oscura del accionar del millar de voltios sobre su cuerpo, Tara respiró y regresó su atención a su inconsciente hermana entre sus brazos.
Chad cortó la electricidad para evitar lastimar a las hermanas y corrió hasta donde yacían, solo para encontrarse la triste escena.
Tara sonrió aliviada. El peligro había culminado al fin. Todas las esquirlas de su delicado cuerpo le dolían. La caída, los golpes y la cuchillada en su ojo ya le estaban haciendo efecto. Poco a poco perdía el color en sus mejillas. Tenía la visión nublada, en especial del lado izquierdo, con el cual veía con un matiz rojo intenso, producto de la sangre que bañaba su ojo. El cuchillo no había penetrado su órgano, apenas había rasgado la piel. La sangre de la herida provocaba una cortina carmesí sobre su visión, dando un toque más dramático a su campo visual.
Así contemplaba el rostro inexpresivo de Sam entre sus brazos. Estaba flácida, y no respondía a su nombre.
—¡Sam! ¡Despierta, Sam! ¡Ya todo acabó! ¡Por fin acabó! —vitoreó Tara en medio de una sonrisa aliviada mientras colocaba una mano sobre la mejilla de su hermana mayor—. ¿Sam?
Al no obtener una respuesta, la desesperación de Tara fue in crescendo.
—¡¿Sam?!
Apegó su mejilla a la boca de Sam, para corroborar que su hermana respiraba. Al no sentir la calidez de su aliento u oír algún quejido o señal de que respiraba, las lágrimas descendieron como torrentes por sus mejillas.
—¡¿Sam?! ¡No por favor! ¡No me hagas esto, Sam! ¡Despierta!
El delicado cuerpo de Tara comenzó a temblar como una débil hoja. Sus acciones se volvieron más inestables. Tomó por el rostro a Sam y la agitó en busca de alguna reacción. Nada. Lo hizo con su cuerpo y tanta fue su desesperación que dejó sus uñas marcadas en la piel de su hermana. Chad llegó junto antes de que Tara hiciera brotar sangre de dicho agarre. Al verlo, Tara imploró con su mirada sin pronunciar palabra algún que el chico ayudara, pues ella no sabía que hacer. El pánico la consumía por completo.
Chad lo entendió de inmediato y contempló el estado de Sam. Era deploraba. Sus labios estaban casi pálidos de la gran pérdida de sangre y por el intento de ahogamiento. Chad aplicó sus conocimientos de primeros auxilios y le propició respiración boca a boca para hacer que ella reaccionara y expulsara el agua probablemente atrapada en sus vías aéreas. Tara no despegaba la vista de su hermana, sin importarle en lo más mínimo que su novio esté posando sus labios en los de Sam. Tenía las manos juntas, muy aferrada, clavando sus uñas en la piel y aguantando las ganas de explotar en llanto.
—Por favor, Sam... No me dejes...
Chad lo hizo una vez. Luego dos veces. Una tercera vez. Nada. No había reacción. Repitió la maniobra desde otro ángulo, poniendo el torso de Sam a 45 grados del piso. La adrenalina estaba a tope para ambos. Chad tomó una bocanada de aire para hacer reaccionar los pulmones de su amiga y repitió la respiración una última vez con todas sus fuerzas. Sabía que era decisivo.
Al no obtener respuesta, observó el rostro pálido de Sam. A pesar de estar empapado y ensangrentado, sus facciones tenían un atisbo de paz y tranquilidad, como si estuviera dormida.
A Chad, esa imagen le conmovió hasta las lágrimas. Al regresar a ver a su novia, la emoción triste fluyó. A ambos les faltaba el aire para llorar. Tenían un potente nudo en la garganta que les impedía soltar algún sonido. Tara, de rodillas frente al cuerpo de Sam, temblaba en shock con mucha fuerza, destrozada.
Chad regresó la mirada a Sam y la depositó con suma delicadeza sobre el piso para poder abrazar a la pobre Tara.


"No tengas pena por los que se van, Chad. Tenla por aquellos que se quedan" recordó las palabras que alguna vez le dijo su madre.


Sam Carpenter había fallecido.

 
Tara tomó entre sus brazos el cuerpo de su hermana y lo jaló hasta el suyo, envolviendo el cuerpo de Sam con el suyo, a pesar de que Sam era mucho más grande que ella. Negaba una y otra vez que Sam se había ido y mecía su cuerpo para atrás y adelante con la cabeza de su hermana entre su barbilla y su pecho. Una escena desgarradora para contemplar.
Chad no podía con eso y se puso en pie cubriéndose el rostro con un brazo. No podía creer que habían perdido a otro de sus seres queridos. Ahora sólo quedaban Tara y él, solos. Necesitaba caminar un poco para asimilar lo que había ocurrido. La adrenalina lo consumía, tanto que golpeó repetidamente un tronco de árbol por lo cual necesitaría una férula luego. A sus espaldas, Tara se derrumbó por completo a exhalar un desgarrador lamento por Sam que le puso los pelos de punta a Chad.
Luego de eso, algo cambió en el accionar de Tara. Dejó de lado el cuerpo de Sam y agarró el cuchillo con que había atacado a Amanda que estaba tirado muy cerca.
—Es mi culpa —repitió la chica viéndose reflejada en la hoja ensangrentada del arma—. Es mi culpa que Sam esté muerta.
—No es tu culpa, Tara.
Con la mirada perdida en la hoja del cuchillo, Tara dijo entre sollozos.
—Quizá tengas razón. Quizá no tenga toda la culpa.
Fue entonces que oyeron los pasos de dos personas acercándose. Eran Gale y Sidney, con restos de hollín y sangre en sus vestimentas. Gale estaba trastabillando en su andar pero jamás soltaba la pistola de su mano. Sidney en cambio se mostraba preocupada por la escena llena de agua y sangre y por ver a Sam inmóvil en el suelo.
—¿Todos están bien? —preguntó inocentemente.
Recibió la dura y fría mirada de Tara en respuesta. Tenía una mezcla de sangre, maquillaje y lágrimas bajando por su rostro, dándole un aspecto más amenazante y, a la vez, conmovedor. Podías apreciar el dolor y la rabia en sus ojos. Sin embargo, el luto ennegrecía hasta la más tierna e inocente alma, como era la de Tara.
—Sam murió —dijo ella aguantando el llanto al morderse el labio—. Murió protegiéndonos a todos.
Ambas mujeres se miraron las una a la otra en una mezcla de emociones. Estaban aliviadas al saber que todo había terminado pero, a su vez, no esperaban conocer a que costo. No esperaban que le costara la vida a Sam Carpenter.
Sidney fue la primera que se arrodilló a la altura de Tara y el cuerpo de Sam para compartir su dolor.
—Lo lamento mucho, Tara —Sidney empezó su monólogo para calmar a la chica—. Sam siempre fue muy valiente a pesar de enfrentarse a sus enemigos y su propia mente. Ella era impresionante. Sufrió bastante y, diría que su caso fue tan drástico como mi experiencia pero me doy cuenta que ella lo tuvo peor. Ella siempre será mucho más valiente y fuerte que yo por eso. No me imagino que es lo que pasaba por la mente de Sam por llevar el legado de Billy a sus espaldas.
Tara contemplaba el rostro de Sam pero en su expresión no existía emoción alguna, solo el trazado de las lágrimas en sus mejillas. Continuó oyendo las palabras de Sidney, sumida en sus pensamientos.
—Sam sufrió mucho. Era una guerrera —continuó Sidney.
—Y ahora podrá descansar en paz —agregó Gale bajando la cabeza en señal de respeto.
Las palabras de ambas mujeres hirieron el corazón de Chad y arremetió furioso contra ellas.
—¡Sam era la más fuerte de todos! ¡No era tu sombra, Sidney! ¡Ella no se limitaba a ser solo la hija de Billy Loomis! ¡Era mucho más que eso! ¡Sam fue una hermana mayor, una novia y una amiga fantástica! ¡Y no quiero que sea recordada solo por eso! ¡Y sé que Tara tampoco!
—Es cierto, Sam era mucho más que eso... —susurró Tara acariciando el cabello de Sam con ternura.
Observó de repente la pileta con el cuerpo de Amanda y recordó las palabras que ella le había mencionado cuando se conocieron. Ella había mencionado que para Gale Weathers, ella y Sam sólo eran una manera de hacerle ganar dinero al contar sus historias y, para Sidney Prescott, era sólo una razón más para enaltecer su gran ego como la sobreviviente líder de la saga de películas de slasher más taquilleras de todos los tiempos. No eran más que viles peones en su tablero de ajedrez. Reemplazables y débiles. Oír sus palabras ante la muerte de Sam afirmó su teoría de que quizá Amanda no estaba del todo equivocada. Y ahora que Sam se había ido, ¿que no le garantizaba que otro psicópata bajo la máscara de Ghostface no amenzaría su vida y la de Chad en un futuro? Era un ciclo sin fin del cual ella estaba harta. Le había quitado todo y ya quería darle una culminación.
La idea de Amanda nuevamente no le pareció tan descabellada.
Agarrando el cuchillo que mantenía en la correa de su pantalón, apuñaló a Sidney en el abdomen hasta que la hoja desapareció entre sus entrañas. Fue tan rápido que la hoja entró y salió de su cuerpo, para recaer sobre el cuello de la víctima, filo contra piel. Sidney no se lo esperaba y Gale tampoco, pues reaccionó muy tarde al sacar su arma y apuntarle a Tara, quien ahora se escudaba tras el cuerpo de Sidney manteniendo la hoja del cuchillo sobre su garganta.
—¡¿Qué mierda haces, Tara?! ¡¿Te volviste loca?! —gritó Gale apuntando con el arma—. ¡Suelta a Sidney ahora mismo!
Solo le quedaba una única bala por lo que la vida de Sidney dependía de ella. Era un tiro sumamente difícil.
Chad, sorprendido por la acción de Tara se acercó a Gale para evitar que le disparara a la última persona que amaba que continuaba con vida. El cañón del arma lo hizo retroceder.
—Si le disparas a Chad, ella muere de todas formas —gruñó Tara entre dientes.
—Tara, por favor cálmate... —logró decir Sidney entre el inmenso dolor de su herida.
Gale estaba desesperada. Tenía frente a ella la vida de Sidney pendiendo de un hilo y así lado a Chad con las intenciones de arrebatarle el arma y quien sabe como terminen las cosas. Ambos estaban afectados por la muerte de Sam y, cuando uno está con dolor o rabia, a veces no suele pensar con claridad.
—Aléjate Chad... O te disparo...
Chad daba un paso al frente y dos pasos atrás, levantando las manos al aire. Esperaba el momento justo para poder detenerla y quitarle el arma para que no dañe a Tara.
—Baja el arma.
—Dile eso a tu noviecita enferma... Dile que suelte a Sidney para que yo baje el arma.
Chad pensó en decirle la orden a Tara pero, muy en el fondo, sabía que, era más que seguro que un Ghostface regresaría para atacarlos nuevamente en un futuro. Pero él quería un futuro junto a Tara. Era bastante probable que Sidney y Gale inculparan a Tara por sus errores y probablemente terminaría en la cárcel. ¿Era correcto juzgar de esa forma a alguien quien, en cierta forma, había sido una víctima de las horribles circunstancias? ¿Es moralmente correcto hacerlo o la justicia se alzará por si sola? Un debate interminable.
Gale temblaba en su sitio. Ya había pasado por mucho aquel día y su cuerpo ansiaba descansar. Ni siquiera se había dado cuenta que había accionado el gatillo y disparado contra Chad, sorprendiendo por completo a Tara. El chico cayó inerte al suelo. El disparo había sido certero a tan corta distancia. Aprovechando la distracción de Tara, Sidney la desestabilizó de una patada en una de sus rodillas y le fue arrebatado el cuchillo. Sidney la tacleó contra el suelo y clavó el arma contra su pecho, un golpe certero también. La experiencia de ambas mujeres les había costado caro pero es el precio recibido por aprender a sobrevivir.
Tara solo soltó un quejido al sentir el frío metal en su pecho haciendo contraste con el calor de la sangre que brotaba a borbotones. Sidney estuvo atenta a todos sus movimientos, sin soltar el mango de cuchillo, viendo como la vida de la chica se iba escapando de a poco.
Lo consideró como un acto de humanidad y compasión. La pobre Tara no podría tener paz luego de ese episodio. No pronunció una palabra más solo vio como la respiración de la chica fue apaciguándose hasta por fin mermarse. Cuando Tara daba sus últimos alientos, Sidney se levantó y dejó el arma clavada en su pecho. Gale se levantó al lado de Sidney y vieron como la vida de Tara fue extinguiéndose como una triste vela. Ella por su parte, soltó unas cuantas lágrimas a ver de reojo el cuerpo de Chad. Estaba segura que se reuniría con él y con Sam y Mindy, en algún lugar muy lejos de todo. Lo presentía muy pero muy cerca...
Sidney y Gale soltaron las lágrimas cuando apreciaron como los ojos de Tara al fin ensombrecieron.
—No creo que vaya a escribir un libro esta vez. Ya tuve suficiente —declaró Gale viendo el desastre a su alrededor.
Hubo algo que a Sidney le pareció bastante curioso y conmovedor. Las posiciones de Sam y Tara eran similares a una pintura cuyo título no recordaba que había visto un millar de veces en Internet, en fotos y en murales: esa de dos manos deseando alcanzarse, donde el tacto parecía imposible. Las Carpenter tenían su final agridulce, pero por lo menos estarían en paz.
Una imagen que jamás sería borrada de su memoria.
Sidney pensó si sus almas podrían atormentarla en sus sueños ahora, presa de la culpa.

"No les temas a los muertos. Es a los vivos a quienes debes de temer". recordó Sidney observando hacia la oscuridad del parque mientras el bullicio de las sirenas de policía y los murmullos de los curiosos que se acercaban para apreciar la triste escena.


¿Otro final? Un poquitín más trágico diría yo. La pregunta aquí es... 

¿Cuál es el verdadero final?

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