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Ultimátum

El resto de la noche fue demasiado incómodo. No intercambiaron muchas palabras entre ellos luego de exponer su dolor. Sam no podía dormir, estaba recostada sobre las sábanas en el piso mirando hacia el tumbado. Quería encender su teléfono para revisar noticias de Tara, pero temía que el resplandor del celular despertara sus amigos que habían logrado dormirse.
Se puso de pie con cuidado de no mover a nadie y, con el teléfono en su mano, se alejó a abrir una ventana y apoyarse para revisar el celular.
No se había percatado que unos ojos siguieron su camino entre la oscuridad.

Sam abrió el foro de Stab donde sospechaba que se ocultaba el asesino tras el seudónimo de GhostMaster96. No se decidía si mandar un mensaje o no, prefirió revisar las publicaciones del foro. Entre tantas imágenes referentes a la saga de Stab, fanarts de los anteriores Ghostface y de ella misma como uno, una publicación llamó su atención.
Era de un usuario llamado Iknowyoursecrets que había publicado una imagen de un cuchillo ensangrentado encima de una tela color blanca sanguinolenta. Sam se tensó al reconocer la blusa con la que Tara había salido el día de su desaparición. Ella casi tira el teléfono de la desesperación. Inmediatamente, escribió al usuario en respuesta a su post.

¡Liberen a Tara! ¡¿Dónde la tienen?!

No obtuvo respuesta, a pesar de que Iknowyoursecrets estaba en línea.
La voz de Billy resonó en su cabeza como un silbido.
—Creo que ya sabe algo.

—¿De qué hablas?

—Parece que alguien ya ha cantado la verdad a quienes no debía —Billy estaba apoyado contra el puntal del edificio y con su mentón señaló a Chad, quien dormía en su bolsa para dormir.

Sam sintió su corazón latir con más fuerza. ¿Podría ser cierto? ¿Podría haberse involucrado la policía y ahora su hermana corría mayor peligro?
Billy miraba a su hija con orgullo, sabiendo que su intuición era más afilada qué su propio cuchillo.
—Tú eres más lista y mortal qué ese impostor.

Sam ignoró a su padre pues una notificación entró inmediatamente a su teléfono. Una sombra lentamente se acercó por detrás de ella. Sam estaba absorta en la pantalla de su teléfono al revisar el mensaje de Iknowyoursecrets.
Yo sé tú secreto, Sam.

Tú qué sabes, idiota.

Eres la hija de Loomis. El Ghostface original.

¿Ahora también buscas matarme? Deja en paz a Tara y ven a buscarme y lo resolvemos. Venga, no seas un cobarde.

No quiero hacerlo tan sencillo. Le quita la diversión a todo.

Eres el primero que no acaba con todos en el primer acto.

Nunca te has enfrentado a alguien como yo antes, Sam.

Eso dicen todos.

Se oyó un rechinido en la oscuridad. Sam volteó e iluminó con la linterna de su teléfono. Pegó un brinco al encontrarse con Erin gritando al tener la linterna directamente a los ojos. Sam obviamente reclamó porque ella se aparecía tan precipitadamente entre las sombras.
—¡No soy Ghostface, Sam! ¡Estamos a salvo aquí, por Dios!

—Ningún lugar es seguro, Erin.

La castaña no estaba convencida con Sam. La miraba hacia arriba, pues Sam era más de una cabeza más alta y le aterraba. La mayor de las Carpenter tenía los ojos desorientados y a la vez somnolientos. Pareciera que no podía conciliar sueño desde hace ya varios días.
De repente, una mano apareció entre las sombras y cubrió la boca de Erin. Sobre su cabeza se alzó un plateado cuchillo qué brilló de manera fantasmal al igual que la máscara blanca del asesino. El cuchillo bajó una vez al abdomen de Erin y se volvió a alzar, con su hoja manchada en sangre. Sam tuvo los reflejos necesarios para reaccionar y desvió el segundo tajo que iba dirigido al pecho de Erin y empujó al enmascarado de vuelta a la oscuridad. Agarrando a la chica por el brazo, ambas salieron de la habitación cerrando tras de si la puerta dejando a Ghostface dentro. Erin agarraba su vientre y la sangre manchaba su ropa y manos. Lloraba de dolor con cada paso que daba y se apoyaba en Sam para ir más rápido.
Ghostface apareció frente a ellas y las atacó nuevamente. Sam logró golpearlo con una lámpara y en el fondo oyó la voz de Chad. Ella gritó para alertar a sus amigos. Sin embargo ellos no podían entrar en la habitación pues Ghostface había cerrado con llave detrás suyo, dejándolas a las chicas encerradas con él y su cuchillo.
Él limpió el cuchillo con su túnica y accionó el modulador de voz.
—Hola Sam. ¿Me extrañaste?

Hasta que te dignaste en aparecer, maldito cobarde —escupió Sam protegiendo con su cuerpo a la herida Erin.

—He estado más presente de lo que te imaginas.

Erin estaba perdiendo cada vez más sangre con cada minuto que pasaba. Sam le imploraba que aguantara, pero Ghostface le había clavado el cuchillo tan fuerte que sus entrañas amenazaban con salirse de su sitio. En la puerta de la habitación, Chad golpeaba con su cuerpo para intentar entrar al sitio.

—No has seguido las malditas reglas de tu estúpido juego —masculló Sam.

—Esas reglas ya están obsoletas, Sam. Había que actualizarlas un poco. Claro sin perder la esencia del juego original.

Ghostface blandía el cuchillo frente a ellas. Erin cada vez estaba más débil y le costaba más mantenerse en pie. Entonces, por la pérdida de sangre Erin cayó desmayada en los brazos de Sam. Los gritos de Mindy, Chad y Alfie eran más fuertes. Además, ya habían llamado a la policía.

—Tus jueguitos cansan. Dime donde está Tara.

—Esperando a que la encuentres. Probablemente ya no la vayas a encontrar del todo completa. Ya le faltan unos dedos, quizá un ojo...

—Maldito bastardo —Sam escudriñaba la habitación en búsqueda de algo para poder defenderse, pero nada era útil.
Ghostface se abalanzó sobre Sam con su cuchillo y ella aguantó la estocada. Aun así Ghostface pudo arremeterla contra la puerta detrás suyo y trató de clavarle su arma en el cuello. Sam, inteligentemente logró abrir la cerradura de la puerta de espaldas, sin que Ghostface se diese cuenta, haciéndolo caer tras ella. Para rematar, Sam le dio una patada en el estómago para asegurarse que no se levantara en un buen rato. Ayudó a Erin a escapar. Con cada segundo que pasaba, Erin iba desvaneciéndose cada vez más. Sam volteó a ver a su enemigo caído y se sorprendió al ver como Ghostface ya estaba tras de ella, propinándole una cuchillada en el lateral del torso. Sam empujó a Erin lejos y Ghostface se dirigió a ella, el arma blanca apuntando su rostro.

—Que noble acción tuya, Sam. Es una pena que no bastará por mucho...

Entonces Ghostface cambió de rumbo y acuchilló dos veces más a Erin haciendo que esta gritara de forma espeluznante.
—Así gritó Tara cuando la acuchillé por primera vez... —dijo Ghostface limpiando la sangre de Erin de su cuchillo.

Sam estaba adolorida del tajo qué le habían dado pero la furia la mantenía atenta a su alrededor. Sin embargo, dos disparos alejaron a Ghostface de Erin, quien estaba moribunda a sus pies. El enmascarado arremetió contra una puerta y salió de la escena. Chad intentó seguirlo, pero fue detenido por Mindy, indicándole que debían atender a Erin qué estaba muy malherida.
Alfie, quien sostenía todavía la humeante arma con manos temblorosas, indicaba el sitio donde se encontraba el teléfono. Cuando Sam se disponía a marcar, notó que el aparato estaba descolgado y oyó la gutural voz de Ghostface del otro lado del auricular.
—¿Crees que esto ha acabado, Sam?

Silencioso como un fantasma, Ghostface atacó por la espalda a Alfie, quien cayó a sus pies para seguir con Mindy. Ella logró esquivarlo y alejarse de él, ilesa. Más no así, Chad quien fue alcanzado por la hoja del arma en el pecho, dejando un largo corte en su ropa que había comenzado a sangrar.
—Esto jamás va a acabar... El juego acabará solo cuando yo lo diga...

—¡Déjalos ir! —se interpuso Sam entre el asesino y sus amigos.

Mindy corrió a atender a Erin, quien ya era un mar de sangre y ya no tenía fuerzas para presionar sus heridas. En la lejanía, se pudo oír la salvación de todos: se acercaban unas sirenas. Alfie había llamado a la policía antes de que lo hirieran.
Ghostface quedó mirando fijamente a Sam. De su túnica negra extrajo una pequeña bolsa y la tiró hacia ella.
No exclamó ni una palabra como antes. Solo quedó observando a Sam antes de irse por la puerta, rumbo hacia las escaleras de emergencia para poder desaparecer.

Sam de inmediato corrió a abrir la bolsa y encontró el collar de luna y estrellas de Tara. Estaba intacto. Rompió a llorar agarrando el objeto entre sus dedos.

La ambulancia fue la primera en llegar al sitio. Recostaron a Erin y a Alfie en camillas y los llevaron hasta el hospital más cercano. A Chad y Sam solo les curaron en el sitio las heridas superficiales. Cuando Kirby y Luis llegaron a la escena del sitio, Sam los enfrentó con una mirada de decepción.
—¿Ahora me creen que yo no soy la asesina?

—Te dije que solo era por protocolo, Sam.

Fue una sorpresa que las siguientes personas en aparecer fueran Sidney y Gale, quienes abrazaron a los chicos alegrándose de que estuvieran bien. Chad observaba los movimientos de Sam y Kirby también se mantuvo tensa. Por su parte, la mayor de las Carpenter saludó a Sidney y se alegró que haya venido de tan lejos, abandonando a su familia para apoyarla.
Desde la esquina de la habitación, Billy Loomis contemplaba la escena con una sonrisa malévola en su rostro, imagen que solo Sam podía apreciar. El tiempo se mantuvo impasible a su alrededor. Pudo leer los labios de su padre con total claridad, imaginándose su voz en sus oídos:
Mata a Sidney Prescott, para que Tara pueda vivir. Termina este estúpido legado y véngame, mi querida Sam...

Y de allí, la presencia de Billy se esfumó y todo volvió a la normalidad. Aun así, Sam estaba intranquila y desubicada y Chad fue el único quien lo pudo notar. Bajo la sonrisa leve de Sam, pudo notar ese cambio extraño. No iba a decir nada, pues la vida de Tara dependía de ello. Ya, dentro de sí había aceptado hacer el cambio de la vida de Sidney por la de Tara aún cuando su conciencia le esclarecía que esa no era la decisión más prudente para tomar.

—Los encontró aún cuando se escondieron en la casa de uno de sus amigos, dentro del campus universitario. Vaya, eso da algunas pistas —afirmó Sidney hacia Kirby quien asentía con la cabeza.

—Este Ghostface conoce muy bien el campus, estoy más que segura. Además, es algo torpe al atacar, a diferencia de los anteriores.

Mindy quien todavía estaba sucia de la sangre de Erin, estaba enfurecida por la incompetencia de los policías.
—Más torpe y lento que ustedes quizá no sea... —murmuró entre dientes.

Kirby hizo como si no hubiera escuchado el comentario.
—He decidido ponerlos a todos bajo custodia policial. Ya no pienso que salgan más heridos y que la próxima vez que Ghostface ataque, podríamos capturarlo.

—Kirby, ¿qué hay de Tara?

Luis y Kirby se miraron preocupados. Gale y Sidney también querían decirle la verdad a Sam de una vez. La reportera fue quien se armó de valor para agarrar a Sam por el brazo, alejarla del grupo y conversar con ella sobre la realidad del asunto con Tara.

—Sam, a estas alturas, no creo que Tara aparezca con vida —Gale intentaba tener el tono lo más neutral para no exaltar a Sam—. Kirby y el oficial López también lo consideran. No hay rastro de Tara por ningún sitio. Es como si se hubiera esfumado.

La cabeza de Sam estaba a punto de estallar. Le costaba creer ese escenario. La sonrisa de Tara, junto la vehemencia que pronunciaba al ella querer continuar con su vida aún luego de haber sufrido el ataque. Tara siempre tan reacia y resiliente. Una chica mucho más valiente que ella hasta el final, y ahora probablemente esté muerta en algún rincón de la Gran Manzana.
Sam apretaba la mandíbula, aguantando las ganas de llorar. Tenía los puños apretados, sus uñas encarnándose en la piel. Gale acariciaba su espalda y miraba a un punto neutro frente a ella.
Sidney se acercó a las chicas y abrazó para consolar a Sam. Ella, por su parte, no la quería tener cerca. Ella era quien inició todo y la razón del porque Tara ya no estaba con ella. Nuevamente, en la lejanía, Sam apreció la silueta de Billy, quien, cruzado de brazos, esbozaba un cuchillo ensangrentado. Al encontrarse con la mirada de Sam, alzó el cuchillo y hizo el gesto de que acuchillaba la espalda de Sidney mientras reía. Sam no le quitaba la mirada de encima, dentro de ella algo había comenzado a romperse.

Más tarde, en el apartamento ahora resguardado de Mindy y Chad, Sam curaba sus heridas luego de haberse dado una relajante ducha. Había pedido a Kirby qué le mantuviera informada por la salud de Erin y Alfie. Su teléfono yacía sobre la mesa del lavamanos, casi descargado. Bajo la regadera, Sam había cantado unas cuantas canciones, de lo más relajada posible. Sin embargo, sus lágrimas se habían entremezclado con el agua de la ducha. Fuera de la ducha, contempló su reflejo entre el espejo empañado. Su cabello húmedo caía a ambos lados de su cara. Su semblante era más tosco y cansado que hace algunos años, le recordaba a cuando se dedicaba a consumir heroína. Por un instante, ansiaba perderse un poco entre la droga para olvidarse de sus problemas. Sin embargo, su reflejo le convencía de que había una mejor manera de obtener ese olvido. Solo debía de entregarse a él por completo. No necesitó ver el reflejo de Billy esta vez, le bastó ver el suyo. Ver como su demonio interno sonreía para que Sam por fin pudiera aceptarlo como a un buen amigo.

Entonces, el teléfono vibró indicando que había una notificación reciente. Un mensaje de un número desconocido. Venía con un archivo adjunto, un archivo de voz.
Sam, por favor ayúdame... Sácame de aquí...

Era la voz de Tara, suplicante y asustada. El teléfono comenzó a vibrar, estaba entrando una llamada. Sam contestó enseguida.
Hola, Sam...

Para sorpresa, Sam decidió cambiar de táctica. El switch había sido activado...

Cumpliré con mi promesa. Solo dime que Tara está viva.

Se oyó una voz muy baja tras el auricular, como si Ghostface acercara el teléfono a otra parte. Se oía a alguien respirar muy débil.
Saluda, Tara. Tu hermana quiere hablar contigo.

¡¿Tara?!

Morirá desangrada esta noche si no acabas con Sidney. Y si puedes acaba con todo lo que puedas. Pero Sidney debe morir hoy...

No le hagas nada y haré lo que me pidas...

Como digas. Estaremos esperando. Envía la foto del cuerpo de Sidney a este número cuando acabes con ella. Te estaremos esperando...

Y entonces Ghostface cortó la llamada. Sam despegó el aparato de su rostro y volvió a mirar al espejo. Estaba empañado por el vapor de agua y lo limpió para poder apreciar su rostro.
Lo haría por Tara, obviamente, pero, muy en el fondo, en los recovecos de su mente, se alegraba que volvería a sentir esa adrenalina de clavarle el cuchillo hasta las entrañas a alguien.
Nuevamente, sus demonios sonrieron en medio del espejo nublado...

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