Sangre derramada
Kirby llegó a la comisaría quince minutos antes de las nueve. Quedó sorprendida cuando se dió cuenta que apenas había dos policías en la comisaría.
—¿Todos se quedaron dormidos hoy? ¿Por qué no hay nadie? —preguntó Kirby algo consternada.
Un cabo joven e inexperto se acercó a la agente a saludarla y a comunicarle que ocurría.
—Agente Reed, lo que ocurre es que mis compañeros fueron a atender una llamada de auxilio de una mujer, supuestamente ha encontrado el cuerpo de su novio apuñalado en la cabeza.
Kirby se paralizó en el sitio. Temió lo peor.
—¿Y por qué no me lo comunicaron?
—Fue algo muy inesperado, agente. El sheriff mencionó que pronto estarían de vuelta.
Kirby regresó por donde vino mientras sacaba las llaves de motocicleta. Sin embargo, cuando se disponía a encenderla, vio a lo lejos las patrullas seguidas por el camión de medicina legal y autos de criminalística.
La moto de uno de sus compañeros, el agente López, se detuvo donde ella y le comentó lo que había ocurrido.
—Otro asesinato a puñaladas, agente Reede.
Kirby se colocó el casco y encendió la motocicleta de golpe.
—Necesito saber más información. Vamos de vuelta a la escena.
Ambos dieron media vuelta y fueron hasta la escena del crimen. Allí, los policías se retiraban los guantes y los trajes esenciales para no contaminar la evidencia. Suspiraron de rabia al ver llegar a los agentes del FBI. Aquello significaba que no podían irse temprano esa vez.
—¿Información? —ordenó Kirby colocándose el traje y traspasando la cinta policial junto a su compañero.
—Hombre caucásico, de 33 años. Muerto por apuñalamiento en la cabeza. Posible crimen pasional o por venganza. Todavía no establecido. Sin antecedentes —el gendarme revisaba el informe escrito por uno de sus compañeros —. Era psiquiatra.
Kirby observaba las manchas de sangre sobre las paredes. Si le habían perforado el cráneo con un cuchillo el asesino tenía una gran fuerza.
—¿Alguna pista importante?
—¿Del asesino? No hay ningún rastro o indicio. Bastante listo —mencionó el cabo de la policía.
El agente López se agachó a recoger algo caído en el suelo: un portafolio manchado en un poco de la sangre del fallecido. Lo abrió y pasó las páginas una a una.
—Agente Reede...
—¿Sí? —volteó Kirby rascándose el mentón.
—Venga a ver esto... —ya había terminado de pasar las páginas del portafolio. Decidió regresar a la inicial para que vea su compañera.
Kirby se acercó hasta Luis López y observó el portafolio en sus manos. Eran las fichas de los pacientes del psiquiatra. No era nada fuera de lo habitual.
—Estaba tirado y no parecía que se había simplemente caído. Además —el agente López avanzó hasta la página que más había llamado su atención —. Mire esto...
Era la ficha que el psiquiatra mantenía sobre el estado mental de Sam Carpenter.
Kirby le arrebató la carpeta a Luis y continuó leyendo algo sorprendida lo escrito por el médico. Las palabras "psicopatía grave" y "esquizofrenia paranoide" fueron las que más llamaron su atención.
La rubia apretó los dientes al armar su posible hipótesis. ¿Acaso era Sam la que estaba tras de esto en un ataque de locura y paranoia?
—Al parecer la sangre Loomis le está pasando factura a esa chica —comentó el agente López rascándose la cabeza tratando de comprender el caso.
Kirby no contestó. Cada vez este caso se estaba volviendo más tormentoso.
El oficial que los recibió se acercó nuevamente a ellos. Tenía que informarles.
—La pareja del médico exige verlos. Está algo alterada por la situación. Sin embargo, quiere aclarar el asesinato de su novio.
Kirby con el portafolio bajo el brazo decidió ir a hablar con la chica, quien esperaba en la acera junto con dos oficiales. Le habían dado una botella de agua. Era una chica joven, quizá no más de veinticinco años, de cabello claro y vibrantes ojos azules. Era una caucásica muy simpática.
Al acercarse, se notó que la chica temblaba y respiraba de forma irregular. Parecía seriamente afectada por el macabro hallazgo. Tenía el maquillaje corrido y calaba con dificultad el cigarrillo para calmarse.
Kirby y Luis se acercaron, saludaron y lamentaron su pérdida. La mujer agradeció, pero casi no levantó la mirada. Estaba perdida en un punto infinito cercano a sus pies.
Mencionó que su nombre era Amanda Plummer y que apenas llevaba unos meses de relación con el médico.
Kirby había visto casos similares de mujeres jóvenes que asesinaban a hombres mayores para robarles dinero o joyas. Pensaba que este caso era uno de esos.
Sin embargo, el detalle que le comentó Luis López antes de llegar a la escena del crimen le causaba ruido en los pensamientos.
—Según las cámaras de seguridad de una tienda, el asesino iba vestido de Ghostface, el asesino encapuchado de las películas de Stab.
Kirby ordenó a López a anotar todo lo que oyera. Ella comenzó el interrogatorio.
—Dígame, señorita Plummer. ¿El Dr. Kobach tenía algún enemigo o alguien quien quisiera hacerle daño?
Ella por fin le dirigió la mirada y se puso en pie. Era mucho más alta y fornida que Kirby, pero la rubia ni se inmutó.
—Mi pareja no tenía enemigos que yo sepa. Él era bastante bueno en su trabajo. Sin embargo, debo decir que al trabajar con enfermos mentales cualquier cosa podría pasar.
—¿El doctor le contaba los casos que veía?
—Sí. Los discutíamos siempre. Yo también soy psiquiatra. Aunque él era el de la experiencia. Yo apenas estoy comenzando.
—Ya veo. ¿Dónde se encontraba usted la noche de ayer?
—Esperaba a que me contacte. Nos íbamos a ir a cenar. Lo llamé varias veces y me mandaba al buzón. No pensé que le podía haber ocurrido algo —poco a poco la mujer fue quebrándose —. Supuse que se había quedado dormido y que en la mañana me llamaría.
—Pero no fue así...
—N—no. Por eso vine a buscarlo y me encuentro esta carnicería...
La mujer quebró en llanto. Uno de los oficiales ofreció su hombro para reconfortarla.
Kirby también ofreció su consuelo a la mujer y le prometió resolver el caso de su pareja. Del mismo modo, le pidió estar pendiente de alguna información útil para la policía para resolver el caso. De alguna forma, Kirby presentía que éste no era un caso aislado.
Se alejó de la víctima y los policías, solo siendo seguida por su compañero López quien anotaba unos últimos detalles.
—¿Cree que ella tenga algo que ver?
—No lo creo López. Está bastante afectada. Además, siento que este caso está conectado con la desaparición de Tara Carpenter.
—Claro, el asesino llevaba la túnica de Ghostface y el fallecido es el médico de Sam Carpenter —se puso a la altura de su compañera y acomodó su suéter. La mañana era bastante fría—. ¿Cree que haya alguien que intente culpar a Sam Carpenter de esto?
—Sí —dijo Kirby. Abrió la carpeta justo en la ficha de Sam—. Sin embargo, no descarto la posibilidad que también todo sea parte de la mente retorcida y sociópata de Sam Carpenter.
El agente López se mostró asustado ante esa posibilidad.
—¿Qué hacemos ahora?
—Necesitamos pistas e información. No podemos llegar a conclusiones precipitadas —ambos fueron hasta sus motocicletas —. Esperaremos resultados de la autopsia, análisis de celulares de la víctima y la señorita Plummer entre otros detalles encontrados. Además, quiero ver esa cinta de seguridad.
Colocándose sus cascos, ambos asintieron y fueron de vuelta a la comisaría. Necesitaban hacer un análisis más exhaustivo de sus posibles homicidas, pistas, motivos y móviles para este nuevo caso en el cual Ghostface volvía a ser el protagonista.
...
El ambiente se sentía húmedo y frío. La boca la tenía seca y el sudor, fruto del miedo que le invadía, le había dejado la piel pegajosa. Tenía el cabello hecho una amasijo de tierra y sangre en las puntas, debido a los cortes en el pecho que dibujaban pequeñas cruces bajo sus clavículas. Había tres de ellas, colocadas de izquierda a derecha, deteniéndose a la altura de su mentón.
No podía ver absolutamente nada por la venda que cubría sus ojos y no podía soltar un grito por la otra en su boca. Apenas se oían pequeños gemidos y suspiros gruesos.
La cabeza la tenía gacha, como si buscara conciliar el sueño en la posición sentada que se encontraba. Correas en sus muñecas, tobillos y cintura la inmovilizaban por completo.
El tictac incesante de un reloj de pared se oía como martillazos en su oído en medio del silencio sepulcral. Sin embargo, el rechinido de la puerta hizo que volviera en sí y se retorciera en la silla. Gimió levemente cuando sintió a la presencia acercarse peligrosamente a ella, con el sigilo de un felino. Su cuerpo se tensó al oír como se desenfundaba un cuchillo el cuál pasó delicadamente por la piel de su mejilla.
¿Me extrañaste, Taaaaaaraaaaa?
La voz artificial de Ghostface la hizo sollozar de horror y la hoja afilada sobre su piel detuvo sus movimientos. Aguantaba las ganas de romper en llanto y clavaba sus uñas en la madera de los reposabrazos de la silla.
Ansiaba volverte a ver hoy. Otro día más juntos. Otro día más para verte sufrir.
Acto seguido, con ayuda de su cuchillo, Ghostface cortó la tela de la venda que cubría los ojos de la chica, solo para encontrarse con la aterradora máscara alargada de Ghostface esbozándole la hoja de su cuchillo de caza en el rostro. Con la otra mano, atrapaba una de las lágrimas de desesperación que rodaban por las mejillas de la chica. Trataba de pronunciar palabras inentendibles.
Frente a ella, un cubo de latón, un largo tubo y un embudo de plástico reposaban sobre una charola de metal. Ghostface notó como Tara se había percatado de las cosas y soltó una risilla. Clavó el cuchillo con fuerza en el respaldar de la silla, causando el sobresalto de ella.
Todavía tienes que quedarte aquí. Te preguntarás, ¿para qué son esas cosas? Pues bien. Luego del chistecito que me hiciste ayer, pues debo tomar unas precauciones.
Tara ahogó un gemido y se retorció en la silla. Sabía que se refería a su intento de gritar cuando Ghostface le había traído de comer.
Luego de eso, el enmascarado tomó el tubo y la cubeta y Tara comenzó a desesperarse.
No pienso dejarte morir de hambre. Morirás de una forma más especial.
Luego tomó el extremo del tubo y sujetó la cabeza de la chica hacia atrás quién emitía gritos ahogados de súplica. Ghostface comenzó a introducir el canuto por la nariz de la joven quién no dejaba de sollozar por el dolor que le provocaba ese tubo que cruzaba desde su nariz hasta la boca de su estómago. Moverse solo le causaba más dolor así que sucumbió a merced de Ghostface. En un intento de rescatar el poco aire que podía respirar, abría la boca lo más que podía, dejando caer saliva por su mentón.
Ghostface tomó el cubo luego de asegurada la sonda y echó lentamente la leche caliente que había dentro. Tara sintió el calor ingresar a la fuerza a su cuerpo y se retorció de angustia, causándole dolor por el tubo en su nariz. Nuevamente, sollozó incansablemente mientras terminaban de alimentarla de manera forzosa.
Fueron unos largos minutos de angustia y agonía. Al haber culminado con el contenido del cubo, Ghostface extrajo el tubo de la nariz de Tara con fuerza, causando que ésta le quedara sangrando. Ella sentía ese sabor cuproso en la boca.
Ghostface desencajó la hoja de la madera y volvió a pasarla por el rostro de Tara. La pasó muy cerca de su mejilla izquierda, causándole una cortada. La sangre de esa herida se le sumó a la que bajaba por su nariz.
Solo somos tú y yo contra todos, Taaaaraaaaaaa.
Entonces él comenzó a tallar con la punta de su cuchillo la siguiente cruz en la piel de Tara. Ella chilló de dolor, el sonido disminuido por el trapo en su boca. Ghostface se encargó que fuerza largo, doloroso y agónico para ella. Y quería oírla el fruto de su hazaña, así que desamarró la venda de su boca. Tara volvió a gritar, sus vías aéreas ahora libres, tan fuerte que retumbó contra las paredes.
Taaaaaaaraaaaaaaaaa...
...
Sam despertó sudando y con el corazón en la mano. Miró a su alrededor buscando a Ghostface y a Tara, pero solo encontró la habitación del hospital a oscuras. Aquel sueño había sido tan vívido que todavía le hormigueaban los oídos de los desgarradores gritos que emitía su hermana. Lágrimas descendían de sus mejillas.
Desesperada, fue en búsqueda de agua. Esquivó a Chad, quien se hallaba dormido en el suelo en una pila de colchas que le habían prestado. Mindy se revolvió en su cama al sentir el movimiento, pero no se despertó.
Sam necesitaba fumar un cigarrillo. Tomó la cajetilla, fósforos y su celular que estaban en el alféizar de la ventana y abandonó la habitación rumbo a las terrazas.
Allí, con el frío de la temprana madrugada, liberó la tensión que sentía al sentarse sobre una banquita de sitio. Le temblaban las manos de los nervios al prender el fósforo y el cigarrillo. El viento tampoco le hacía el favor.
Al encenderlo, su cuerpo y mente se relajaron. Aspiró profundamente y liberó la tensión junto con el humo entremezclados con su aliento.
La cabeza le mataba. Reposaba el brazo en su rodilla y la frente en su mano. Con la otra sostenía el teléfono y su cigarrillo. Tecleó en su celular el número de su psiquiatra y le dejó un mensaje como cuando habitualmente le pasaban esos episodios.
"Acabo de vivir otra pesadilla. Esta fue demasiado real"
Dejó el celular de lado y se dedicó a fumar. El recuerdo de su pesadilla no la abandonaba. Y no la abandonaría en bastante tiempo.
~~~
LUIS LÓPEZ
Edad: 34 años
Kill count: 2
Peligrosidad: ★★★
Agente de FBI, compañero fiel de Kirby Reede asignado luego de los asesinatos del año pasado. Tiene un cierto interés amoroso por ella. Es excelente tirador y muy hábil con las computadoras.
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