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Perdiendo la cordura

La doctora Plummer contestó al tercer timbre. Ella les dijo que no habría ningún problema en ingresar a Sam en el hospital y que podría gestionar su ingreso de manera inmediata.
Cuando Kirby comentó esto a Luis, él giró el volante con violencia y cambio su rumbo que iba nuevamente a la estación de policía.
Sam iba absorta en sus pensamientos, sin notar lo que ocurría. Estaba asimilando lo que acababa de acontecer en casa de Gale. Tenía sus manos y cuerpo cubiertas de sangre y las contempló con horror. La voz de Billy se había esfumado de su cabeza justo cuando el Ghostface la apuntó con el arma de Gale. ¿Cómo pudo ocurrir eso? ¿Qué significado tenía?
Entonces alzó la mirada hacia el espejo retrovisor queriendo que Luis la vea por ahí. Mantuvieron el contacto por varios segundos, marrón claro contra marrón oscuro hasta que Sam rompió el silencio con sus palabras:
—Ghostface también estuvo en la casa de Gale —dijo en un tono sombrío y, a la vez, confundido—. Me apuntó con una pistola.

—¿Y no accionó el gatillo? —preguntó sarcásticamente Luis—. Mucha casualidad me parece.

Kirby volteó de su asiento y contempló a la ensangrentada Sam y le dio lástima verla en ese estado. Lucía desorientada pero también derrotada.
—Sam. Sé que estás pasando por mucho en estos momentos... —Kirby cortó sus palabras en el instante en que Sam cambió su semblante a uno más feroz y desquiciado.

—Ghostface quería la vida de Sidney por la de Tara —su frente sudada estaba contraída en una mueca de fastidio y enojo, sin embargo, al recordar a su hermana, su rostro se suavizó y lágrimas comenzaron a descender por sus mejillas—. Tara...

Kirby se giró del asiento y Luis observaba atento desde el retrovisor sus acciones y ademanes. Temía por lo que iba a preguntarle a Sam.
—Sam, ¿dónde está Tara?

Ella observó a Kirby detenidamente. Había quedado perpleja ante la ambigüedad de su pregunta tan sencilla. ¿Estaba preguntándole porque creía que ella misma tenía capturada a su hermana? O quizá, en otro aspecto...

Encontró su mirada con la de Luis en el retrovisor y ahora ella sintió la adrenalina correrle por las venas. Algo no andaba bien. Todo su cuerpo se tensó e intentó soltarse las esposas una y otra vez. Kirby observó su actitud y también se tensó.
—Déjenme ir... —ordenó Sam golpeando sus manos es posadas contra su regazo.

—Eso no será posible... —declaró Luis sin quitarle la mirada al camino.

Kirby sujetó por los brazos a Sam y le indicó que se calmara. Ella se sacudió una y otra vez y de un movimiento, golpeó en la cabeza a Kirby. Luis hizo un movimiento brusco con el volante para distraer a Sam de continuar golpeado a la oficial y ella aprovechó para tomar su táser y darle una descarga a Sam para poder controlarle. La pelinegra aguantó varios segundos que la corriente pasara por su cuerpo antes de desmayarse por completo. Posteriormente, se giró, con el táser en la mano y sangre descendiendo de su labio, y se dirigió a su compañero de patrulla.
—Acelera...

El auto recorrió un tramo más luego de eso hasta llegar al hospital psiquiátrico donde recibirían a Sam por el momento hasta donde podrían encontrar más pistas.
—¿Qué diablos está pasando, Kirby... —era de las pocas veces que Luis se refirió a ella de manera informal? Habían pasado por tanto que la situación lo ameritaba—. Ya no entiendo quién estaría detrás de esto...

—Qué te puedo decir, Luis. Algo me dice que esto no es obra de solo una persona —dijo Kirby observando la fachada del edificio a lo que analizaba sus palabras —. Tampoco de dos o tres. Algo me dice que esto es mucho más grande.

—¿Te refieres a un culto o algo así?

—Quisiera pensar que no... Pero creo que a eso nos enfrentamos esta vez.

Las enfermeras aparecieron por la puerta con una silla de ruedas especializada para la paciente. Detrás de ellas corrían varios médicos, incluyendo a la Dra. Plummer quién dirigía a todo el tropel.

—Sigo creyendo que Sam está detrás de esto.

—No sé si en serio no lo logras ver o si realmente estás demasiado cegado con la idea de que Sam es la hija de Billy Loomis. El verdadero asesino está usando a Sam como peón para tirarle la culpa a ella. La está manipulando psicológicamente para destrozarle la mente y poder usarla como una marioneta. Y al parecer, disfruta hacerle sufrir a la pobre Sam y, probablemente si hallamos a Tara con vida, la encontremos en un estado mental aún peor.

—Un asesino que disfruta torturando psicológicamente también y encima te hace sentir culpable de ello —aseguró López —. Todos esos son rasgos de un desalmado psicópata.

Las enfermeras sacaron a Sam del asiento trasero y ella forcejeó un poco al inicio, sin embargo, sus ojos se ensombrecieron al recordar a su hermana Tara y se dejó sacar del auto.
—Perdóname, hermanita. No pude salvarte...

Kirby y Luis observaron como la sacaban entre tres enfermeras y la alejaba hacia la puerta del hospital psiquiátrico y la doctora Plummer se acercó a la ventana del auto para hablar con ellos. Kirby bajó el vidrio y la doctora se paró frente a ella con su portafolio y un bolígrafo entre sus manos. Dio una mirada rápida a las enfermeras que inmovilizaban a Sam y luego regresó a ver a los policías mientras se quitaba los anteojos y los guindaba en su blusa.
—Es lo mejor que podían hacer. Aquí estará a salvo de cualquier daño que pueda causarle alguien más o incluso ella misma —dijo anotando los datos de Sam qué fueron entregados por la ficha policial que Kirby le había proporcionado—. Siéntanse libres de venir aquí cada vez que tenga tiempo para venir a chequear a Sam o yo los contactaré si descubro algo que les sirva.

Kirby miró a la mujer algo contrariada. Era bastante estoica a pesar de que hace algunos días había sospechado de que ella había matado a su pareja. La doctora también notó la preocupación de la policía y sonrió. Amanda Plummer había leído como un libro las facciones de Kirby y contestó justo lo que ella temía.
–No se preocupe. Ya no creo que Sam Carpenter haya matado a mi pareja. Tengo unas nuevas sospechas.

—Nosotros también las tenemos doctora. Y es bastante grave —declaró Luis accionando el auto nuevamente.

Kirby la reconfortó agarrando su mano.
—Cualquier cosa extraña que ocurra debe avisarnos de inmediato a la comisaría. Cualquiera que esté involucrado en este caso puede salir lastimado. Tenga mucho cuidado doctora.

La galena se pasmó en su sitio y aferró la mano de Kirby de forma temerosa.
—¿Disculpe?

—Cualquiera que intervenga en el camino de Ghostface, puede salir muerto. Así que le sugiero tener mucho cuidado, doctora Plummer. En serio se lo digo.

Ella no le respondió con otra palabra, solo se limitó a asentir y retirarse del auto. Luis arrancó y el auto avanzó a gran velocidad de vuelta a la comisaría.

Amanda vio unos minutos al auto alejarse y un escalofrío recorrió su cuerpo al ver las calles desoladas que le rodeaban. El asesino podría estar en cualquier sitio. Entró a la seguridad de su hospital y se encontró con el resto de colegas y de enfermeras. Tenían que estabilizar a la nueva paciente llegada y comenzar con la nueva jornada del siguiente día.

El tiempo transcurrió de forma bastante lenta. Sam era asistida por dos enfermeras que la llevaban rumbo a su habitación. La doctora Plummer le tendió un vasito de pastillas y uno de agua para que tomará su primera dosis de calmantes, aun cuando ella no mostraba signos de agresividad. Estaba decaída pero no soltaba más lágrimas, sabía que ellas no podrían resolver nada de lo ocurría en el momento. Ellas no le devolverían a Tara, aunque lo deseara con todo su ser. Se sentía sola y abandonada, en especial cuando las enfermeras la dejaron sola en la habitación de paredes verde oliva y blancas del centro. Solo había una cama, sin ventanas ni nada, solo un pequeño tragaluz en un lateral del techo que permitía la entrada de la luz de la madrugada. La piel la tenía erizada, no le iban a dar una frazada con que cubrirse. En la esquina perpendicular a la puerta, un triste lavamanos e inodoro color ceniza daban un tinte más lúgubre a la habitación.
Le ofrecieron un viejo suéter color gris y le dijeron que la mantendrían en observación por unos días. Acto seguido, médico y enfermeras salieron del lugar cerrando la pesada puerta de metal tras ellas con un estruendoso golpe.

Sam caminó lentamente hasta la cama y palpó las sábanas tiesas y blancas. La prisión dentro de su cabeza era peor que la que se encontraba en esos momentos. Se sentó con pesadez en la cama y contempló el vacío entre sus pies. Estaba todavía en shock, ignorando el pasar del tiempo evidente en la luz de la ventanita. Los relojes de los pasillos marcaban las tres o cuatro de la mañana, no pudo distinguir entre la oscuridad. Podía oír los pasos de algunos enfermeros pasar por los pasillos y voces lejanas que poco a poco al transcurrir el tiempo fueron desapareciendo hasta ser totalmente nulos.
Sam levantó su cabeza y las lágrimas bajaron como torrentes por sus mejillas. Estaba furiosa y sentía la impotencia de no poder hacer nada y porque la vida había sido tan injusta con ella. Miró hacia el tragaluz sobre su cabeza y maldijo todo: a su padre, a su vida caótica, y en especial a ese estúpido legado que se había creado en torno a ella.

Quería acabar con todo de una maldita vez. Tara estaba muerta y ella encerrada en ese lugar tan monótono y triste. Ya no le podía llamar a eso vida. ¿Será que ese era el propósito de este nuevo Ghostface?
—Si duda, la trama de la siguiente Stab tendrá algo más interesante —declaró ella con un sabor agridulce hablando con las paredes—. Al parecer este Ghostface tiene un gusto por las películas de miedo "intelectuales".

Recordar eso la volvió a quebrar. Esas películas eran las preferidas de Tara. Encunando su rostro entre sus manos, Sam lloró con fuerza su pérdida. Sollozó tanto que los pulmones le ardieron. Imploró poder volverla a ver, se lamentó por no ser lo suficientemente fuerte para ella. No quería arrastrarla a ese abismo con ella y ahora ella estaba muerta.
Ella era quien debía de morir, no Tara...

—Todavía esto no acaba, Sam... —Billy reflejado en el espejo sobre el lavamanos observando la silueta dolida de Sam.

—Los muertos no pueden opinar —dijo Sam harta de tener sus visiones. Al final entendió que él era la razón de todos sus problemas—. ¿Cuándo será el día en que dejes de atormentarme la vida?

—Yo solo aparezco porque tu mente me lo pide. Soy producto de tu retorcida visión de la vida.

—Y por eso terminé en un maldito manicomio —respondió ella destilando furia e impotencia.

Tenía ambas manos juntas y apretadas, clavando sus uñas en la piel y restregándolas con una descomunal fuerza. Le frustraba no saber que sería de su vida luego de esto. Ya no tenía sentido y probablemente pasaría encerrada o el loquero o en una cárcel por sus acciones. Nuevamente comenzó a sollozar frente a los ojos de su padre, quien solo la contemplaba desde el reflejo. Poco a poco fue desvaneciéndose hasta desaparecer por completo.
—Sigue tu instinto Sam. Todavía no estás perdida. Sigues en el maldito juego. Buena suerte, hija mía...

Cuando Billy pronunció las últimas palabras, Sam regresó la mirada al espejo para toparse con su reflejo. Se vio derrotada, llorosa, permitiéndole recordar las épocas más oscuras de su vida. El atisbo de su vida caótica entre drogas y desenfreno le golpeó que le hizo dejar de llorar. Las voces y los olores de los bares de mala muerte que frecuentaba se hicieron presente en su memoria sensorial. Otra vez estaba metiendo la cabeza en un agujero negro como en aquellas épocas, solo que esta vez no podría determinar si el actual sería más profundo.

El rostro de Tara iluminó su nublada psiquis y la trajo de vuelta a pensar con claridad. Dio una sonrisa y se vio al espejo. Una de las pocas razones de su felicidad se había desvanecido y probablemente las otras también. Recordó a Danny, del cual no sabía su paradero desde hace días.
Se puso de pie de inmediato y corrió hacia la puerta para llamar a gritos a la enfermera...

Luis y Kirby estaban ya muy cerca de la comisaría. Un agente ya les había comunicado que Gale Weathers y Sidney Prescott ya habían llegado del hospital para recibir la protección debida. Habían preferido hacer que tener vigilancia policial, haciendo hincapié que esa estrategia ya la habían intentado antes con "nulo éxito" y no podrían más en riesgo sus vidas.
La siguiente llamada desconcertó a Kirby. Era de Mindy Meeks. Su voz sonaba preocupada y agitada.
—Kirby, creo que sabemos dónde está secuestrada Tara. Revisa el foro de Stab. La penúltima publicación.

—¡Espera, Mindy! Sé que quieren rescatar a Tara, pero necesitan apoyo. ¡Iré para allá!

—¡No hay tiempo! Estamos bastante cerca. Es muy cerca de las facultades de Blackmore.

—¡Mindy, no vayan solos! Estamos enfrentándonos no solo a un grupo de Ghostface. ¡Es un maldito culto!

—No dejaremos sola a Tara. Sabemos lo que pasó con Sam. Está en todas las redes. Si nos enteramos de que son ustedes quienes están detrás de esto, nos encargaremos de hundirlos tanto que se olvidarán de respirar.

—¿Qué? ¿Pero cómo? Si esto acaba de pasar.

—Hay alguien muy cercano que parecer tener ojos y oídos en todas partes —dijo Luis sin despegar la vista del camino.

—Mindy no vayas...

Pero Mindy ya había colgado...

—Luis, es hora de que las cosas se pongan feas...

—Así parece, Kirby —dijo él regresándole la sonrisa y sus ojos ensombrecidos —. Vamos por ellos.

Y aumentó la velocidad rumbo a Blackmore. Kirby revisó el blog que se refería Mindy. No tenía ni idea de donde diablos era el sitio. Sin embargo, un mensaje desconocido llegó a instante y al abrirlo vio la localización exacta junto con un mensaje que decía: Llegó la hora del clímax de esta película...

...

Sam gritó y gritó con todas sus fuerzas hasta destrozarse la garganta y no recibió respuesta alguna. Abatida, golpeó con mayor fuerza una última vez la puerta y se desparramó a llorar. Nadie la escucharía ahora.
Así estuvo un par de minutos, mientras que oía los comentarios de las personas quienes la creían una asesina, las palabras de Sidney y las imágenes hirientes que subían de ella en las redes sociales. Era un monstruo para ellos y, ahora, probablemente aquello sea cierto.
El maldito legado sobre sus hombros había arruinado su vida. Su hermana menor estaba muerta por su culpa y la vida de sus amigos estaría siempre en riesgo. ¿Cómo podría escapar de esa maldición? Solo hasta el día que muera.
Observó las sábanas blancas, muy tensas sobre la cama y pensó en tomar una decisión final. Se puso en pie aun llorando y se acercó lentamente hacia la cama para disponerse a arrancar las sábanas. Sin embargo, una conocida voz la hizo detenerse de golpe y ahogar un suspiro.

—¿Sam? —la voz dentro de la celda rebotó en eco entre las paredes...

¡Hola a todos! Lamento mucho la tardanza en la actualización de este fanfic. He tenido unos problemas personales que me han impedido poder continuar con la actualización semanal de este fic. Este capitulo correspondería al pendiente del 17 de mayo. Todavía quedan 2 capítulos pendientes pero debo decir que estamos cerca del clímax de esta historia. Creo que ya pueden sacar sus conclusiones de quién o quienes está detrás de la máscara de Ghostface. 

Necesito sus opiniones en los comentarios. ¿Qué les parece este fic? ¿Les gusta? Sean honestos por favor. Los leo. ¡Gracias por leer este pequeño fic!

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