Ojo por ojo
Sidney estaba abrumada por todo lo que le había relatado Gale. Apretaba su entrecejo con una mano y con la otra sostenía su jarro con té con belladona para relajarse un poco.
Gale, por su parte, estaba al otro lado de la mesita de té en el centro de su elegante cocina, con su jarro de café medio lleno. Miraba fijamente la reacción de Sidney, a la espera de su opinión sobre lo ocurrido. La tenue luz de una lamparita alumbraba la lúgubre escena. A modo de ruido de fondo, el televisor estaba encendido a bajo volumen, como si estuvieran a la espera de algún flash informativo de que el asesino enmascarado haya vuelto a atacar.
—Esto es diferente. No parece algo que hemos visto antes.
—En efecto —respondió Sidney con una mano sobre sus labios y arrancando la piel de estos, manía que se le había acentuado con el pasar de los años por la ansiedad creciente que sentía—. Nunca pensé ver escalar de esa manera a los psicópatas que se pondrían la máscara. Cada Ghostface que encontramos posee un nivel más elevado. Ya sabes, más violento, inteligente, sádico y psicótico.
Gale desvío la mirada hacia la ventana y recordó cómo había estado al borde de la muerte hace apenas unos meses. Era un enorme milagro que podía seguir conversando con su amiga Sidney luego del ataque de Ghostface en su apartamento.
—Al igual que todo en la vida, Ghostface también tiene que evolucionar. Además, creo que si nos enfrentásemos a casos como los pasados ya podríamos vencerlos fácilmente, ¿no crees?
Gale se levantó hacia la cocina y agarró lo primero que encontró en su refrigerador: un bote de helado de chocolate y menta. Le dió la primera cucharada antes de sentarse, solo para darse cuenta de que no había traído otra para Sidney. De todos modos, ya sentada no planeaba volver a pararse a ver una.
Sidney alzó una ceja ante lo dicho por Gale. Echó la cabeza hacia atrás y alzó exageradamente los brazos, abriendo las manos al cielo.
—¡Gale, por favor! ¡Pareciera que cada vez que aparece Ghostface y peligran nuestras vidas, tú te alegras! Es lo más probable. Así puedes sacar más provecho de eso. Ya sabes, un nuevo libro y más ventas.
Gale se indignó ante las palabras de Sidney. No creía que haya acababa de mencionar aquello.
—Quizá haya algo de razón en tus palabras. Sin embargo, no justifica el hecho de que siempre estoy al borde de la muerte en cada uno de esos episodios. Ya me tiene harta toda esta mierda.
Sidney había hablado impulsivamente y la reacción defensiva de Gale le había hecho entrar en razón.
—Lo lamento Gale. Hablé por hablar. No lo pensé. Sabes que no quería referirme a eso.
—Calma. Entiendo que estás ofuscada otra vez. Pero... Aun estando a salvo decidiste venir a ayudar. Te hubieras quedado con Marcus y los niños y eso es lo suficientemente valiente de tu parte. Además, como siempre lo hacemos, derrotaremos a este Ghostface volándole la cabeza. Ya sabes, para que no regrese.
—Es una pena que eso solo sirva para el momento. Quisiera que ya no regrese nunca. Pero obviamente, eso es casi un hecho imposible.
Gale entonces recibió una llamada a su teléfono. Sidney sintió frío bajar por su espalda. Algo le decía que no serían buenas noticias.
—Es Kirby —dijo una asustada Gale
—¡Contéstale! —ordenó Sidney bajándole el susto a su amiga.
Gale contestó de inmediato y lo puso en altavoz. La voz de Kirby se oía agitada al otro lado de la línea.
Hola Gale, ¿Están seguras?
Pues sí, ahora sí. No como hace unas horas.
Lo sé, lo sé. Es todo un desastre. Fueron oficiales por pistas, pero como siempre, no encuentran nunca rastros. Maldito fantasma.
¿Sabes ya de quién se trataba la mujer asesinada?
Se llamaba Mara Perdomo. Ya le avisamos a la familia.
¿Hay algún motivo en específico para tu llamada, Kirby?
Pues sí, pero debo decirte primero que es solo mi intuición de policía. Asesinaron al psiquiatra de Sam hace una noche. Obviamente, obra de Ghostface. Tenemos un testigo que vio a un loco con su túnica salir del lugar luego del asesinato. Además, la novia del fallecido menciona que no tenía enemigos.
Espera, espera. Veo a donde quieres llegar. ¿Sospechas que Sam Carpenter mató a su psiquiatra?
La novia del doctor me permitió leer el expediente de Sam. Incluso la catalogó como alguien que podría resultar ser... Espera déjame busco la copia del expediente.
Gale esperó unos segundos hasta que Kirby continuara. Sidney mordía sus uñas asimilando la situación. ¿Sam había perdido el juicio luego de su último encuentro con Ghostface? Lo que Gale le había contado de cómo había acabado de manera tan brutal con el agente Kirsch le hacía dudar seriamente si la teoría de Kirby podría resultar cierta o simple paranoia.
¡Aquí está! Cito: puede resultar en una persona altamente impredecible, propensa a despertares violentos y paranoia esquizoide. Como dice aquí, Sam estaba bajo medicación para regular sus estados catatónicos y minimizar sus explosiones de violencia. Además, es confesa de que "sintió placer al clavarle el arma blanca en el cuello a su víctima".
Eso se refiere a cuando mató a Richie Kirsch...
Como digo, Sam parece ya haberse salido de sus casillas. Ahorita en custodia, la tenemos medicada para controlar sus impulsos. Todavía seguimos en busca de pistas para poder constatar esta información. Aun así, les pido mucho a ti y a Sidney que se cuiden muchísimo.
Esta vez fue Sidney quien contestó desde el otro lado.
Pero ¿no que tienen encerrada a Sam? Ya no nos podría hacer daño.
Lo más preocupante que pude leer en su expediente es que el doctor fue muy claro al decir que: "Samantha Carpenter presenta una personalidad psicótica errática y con altas capacidades de persuasión".
Gale aferró sus uñas a la mesa y preguntó a Kirby.
Un momento, ¿qué significa? ¿Por qué resaltas eso? ¿Qué tiene que ver eso?
Fue Sidney quien respondió su pregunta al comprender el meollo del problema. Entonces se dio cuenta que había sido pésima su decisión de haber viajado a Nueva York.
Lo que Kirby quiere decir es que puede ser que incluso la misma Tara Carpenter puede estar involucrada en esto y todo acerca de su desaparición sea sólo una simple fachada que ambas planearon...
El rostro de Gale quedó catatónico al abrirse a esa nueva posibilidad que le habían presentado. ¿El dúo de hermanas, luego de todo lo que pasaron, pudieron llegar a desmoronarse mentalmente de esa manera para planear algo así?
Bueno, las dejo. Estoy en la búsqueda de pistas para confirmar o descartar mi teoría. Espero no tener que cambiar la orden de alerta por desaparición a una orden de búsqueda y captura para Tara Carpenter. Espero fielmente que mi corazonada sea errónea. Sin embargo, les repito, tengan mucho cuidado.
Y así Kirby colgó sin decir más dejando a una Gale petrificada y una Sidney restregándose las sienes, bastante preocupada y arrepintiéndose de su decisión imprudente de haber viajado a Nueva York.
—Todo este teatro puede ser una maldita trampa. Fingir que Tara estaba desaparecida para que sintiera compasión y viniera a ayudar a Sam aquí a Nueva York.
Gale se puso en pie y comenzó a caminar en círculos por la salita, organizando sus pensamientos y teorías.
—Si la teoría de Kirby es cierta, significa que las Carpenter quieren terminar con nosotras. El legado que queda de Ghostface. Bastante razón, aunque no bastante cuerda diría yo...
—Nada cuerda, Gale... No les busques justificativos para esto.
—Pero hay algo que no cuadra... Si nos matan, quedan ellas mismas, los Meeks—Martin y la misma Kirby.
—No me extrañaría que decidan acabar con todos y luego cometan suicidio. Para acabar con la maldición de Ghostface. Aunque esto último lo dudo un poco —Sidney trataba de eliminar la teoría de la ecuación.
A varios kilómetros de la casa de Gale, Kirby aparcaba su motocicleta en el parterre para ir a tocar el timbre en uno de los edificios compartidos del centro de Brooklyn. La puerta le fue abierta al segundo llamado y una mujer hispana, robusta y de larga cabellera negra abrió la puerta de par en par para dejarla pasar. Kirby saludó, acomodó su pantalón, en especial su arma de dotación qué le molestaba un poco, y entró pidiendo permiso al edificio. Christina Carpenter se le adelantó para dirigirla hasta su apartamento. El edificio era deslucido con un amplio vestíbulo cubierto por una alfombra vieja y roñosa. Algunos mirones se asomaban a las mirillas de su puerta al ver a la gendarme parada frente a la entrada del apartamento 20. La curiosidad de saber lo que ocurría los carcomía por dentro. No solo a él, a Kirby la desesperación por encontrar más pistas la emocionaba y aterraba a la vez.
Christina abrió la puerta y dejó a la vista su apartamento todo desordenado y con todo tirado. La mujer se disculpó por todo el desorden y le invitó un café, a lo que la rubia agradeció, pero negó. Christina, con su taza de café recién hecha en mano, se sentó en la mesa de comedor principal. Kirby esperó de pie pacientemente a que la mujer se hiciera su bebida caliente. Ella observaba cada detalle del sitio, en busca de algún esbozo de una pista.
—Bueno, ahora sí. Cuénteme. ¿Qué deseaba consultarme, oficial Reede?
—Lamento haberla citado para interrogarla, señora Carpenter...
—No se preocupe. Haré lo que sea para que encuentren a Tara pronto. Rezo todos los días para que ella sea encontrada sana y salva.
Kirby se sentó en la silla perpendicular al lado de la mujer y la miraba con cautela, pues buscaba la manera más delicada para abordar el tema y poder obtener las mejores conclusiones.
—Señora Carpenter. ¿Tiene algún conocimiento sobre quien frecuentaba con Tara y Sam? ¿A qué sitios frecuentaban ir? Cuénteme detalles importantes. Cada cosilla que crea sea poco importante puede darme una pista sobre el paradero de Tara.
Kirby era cautelosa. No planeaba decirle que su hija mayor estaba apresada en la comisaría. Ansiaba confirmar o descartar la teoría que había formulado mientras zigzagueaba por las calles de la Gran Manzana.
—Pues oficial, no tengo un contacto muy frecuente con mis hijas. Ellas optaron por tomar sus caminos separadas de mí. Es su decisión y la respeto, aunque no la comparto. Luego de que Sam conociera el secreto de quién era su padre, se alejó de mí para irse a perder en las drogas y en alcohol. Eso a Tara la destrozó. El ver como su hermana se marchara sin razón alguna. Aun así, me molestó que luego de que sufrieran el ataque de Woodsboro, Tara haya decidido regresar a Nueva York, pero opte con vivir con su hermana en lugar de mí.
—¿Usted ya ha vivido aquí desde hace algún tiempo?
—Desde que esas dos decidieran venir acá. Sin embargo, Sam no me deja ver a Tara. Todo bajo la estúpida fachada que la protege de mí.
—Señora Carpenter. Sé que usted tiene ciertos reportes de abuso de drogas y violencia. ¿Acaso es de eso de lo que quiere Sam proteger a Tara?
—He estado limpia ya por dos meses. Además, Sam pone en peligro a Tara solo estando cerca de ella. Ya le he dicho que Tara esta más a salvo conmigo que con ella. No le ocurrió nada en los años en que ella decidiera irse.
—¿No le preocupa que algo también le pueda pasar a Sam?
—Sé que los genes del asesino la protegen. Es una maldición con ciertas ventajas. Así que ella no me preocupa mucho... Sé que Sam influencia a Tara para que ella me ignore también, pero quiero que Tara comprenda qué está más a salvo conmigo que con Sam.
De repente, un estruendoso ruido de golpe resonó en la habitación contiguo alertando a la oficial Reede.
—Disculpe, es la bendita lavadora cuando comienza nuevamente el ciclo. Tengo meses que digo que la voy a llevar con el técnico, pero siempre olvido hacerlo...
Kirby pensó en ir a comprobar lo que decía Christina, pero una nueva llamada por parte del oficial López se interpuso con ello.
¿Qué pasó Luis?
Debes venir ya a la comisaría. Tenemos a dos muchachos haciendo disturbio aquí. Quieren explicaciones de por qué Sam está encerrada aquí.
No me digas. ¿Son dos hermanos? ¿Un chico y una chica?
Exacto. Dicen que son parte de los llamados "Cuatrivivientes". No sé qué diablos significa eso.
Lamentablemente yo sí. Solo son los amigos de las Carpenter. Explícales que solo es una maniobra de protocolo y que hoy por la tarde liberaremos a Sam. Necesitamos encontrar más pruebas para incriminarla. Por cierto, ¿investigaste lo que te pedí?
Así es. Está sobre tu escritorio.
Estupendo. Iré para allá apenas me desocupe aquí.
López se despidió y cortó la llamada. Christina se removió en el asiento dándole los últimos sorbos a su café.
—¿Así que tienen a Sam en la comisaría?
Kirby ahogó una maldición en los labios. Se le había escapado.
—Sí, lamentablemente sí. Mil disculpas por enterarse de esta manera tan burda.
—No se preocupe. Tampoco es que me extrañe demasiado. Es de Sam de quien hablamos. Siempre con ese temperamento tan inestable.
—¿Inestable? —aquello llamó tanto su atención que Kirby se inclinó más sobre la mesa.
—Sí, ya sabe a qué me refiero. Temí que heredara esos aspectos de su padre. Tampoco es que lo sabía cuándo estuve con él. Cuando me enteré de lo que había hecho pensé seriamente en si tener a su bebé o no. Sin embargo, no podía hacerlo. Decidí tenerlo y criarla. Aun así, debo confesar que siempre tuve algo de recelo en Sam. Tiene los ojos de su padre: fríos y depredadores. Cuando ella tenía dieciséis, fui a visitarla en Encino, donde vivía, por su cumpleaños. Ella no me recibió de la mejor manera. Tuvimos una riña y por unos instantes, pensé que se abalanzaría sobre mí. No sé si era por los efectos de las drogas que estaba consumiendo o era puramente natural, pero fue aterrador. Ahí pude ver reflejado a asesino de Billy Loomis en ella. Y eso me aterrorizó más. También por Tara. Siempre temí que Sam fuese capaz de descontrolarse y hacerle daño a Tara, aún sin que Sam quisiera. Además, estoy casi segura al ciento por ciento que la propia Sam también tiene ese temor muy dentro de sí.
—¿Cree que Sam manipula a Tara para que se quede con ella y no regrese con usted?
—En efecto, Tara es una chica débil y vulnerable. Es fácil de manipularla. Y una persona como Sam, lo haría muy sencillo —Christina hablaba bastante segura de sus palabras, sin quitarle la mirada de encima a la agente.
Kirby entonces se puso en pie agradeciendo a la madre con un fuerte apretón de manos.
—Le agradezco mucho por la conversación. Me fue de muchísima utilidad.
Christina Carpenter la acompañó hasta la puerta principal.
—No hay de qué, agente Reede. Cualquier información qué necesite yo se la daré con gusto. Solo pídamela. Estaré gustosa de ayudarle a quien busca salvar a mi hija. Cuando tenga más información sobre el paradero de Tara, por favor, hágamelo saber... —dijo abriéndole la puerta y con los ojos ligeramente bañados en lágrimas—. La encontrarán viva... Yo lo sé...
Kirby solo se limitó a darle una pequeña sonrisa reconfortante. Era agridulce ver a una madre que estaba preocupada por su hija desaparecida.
—No se preocupe, señora Carpenter. Así será. Tenga un buen día.
Kirby se alejó un poco y volteó de nuevo hacia la puerta cuando la silueta de la mujer ya no estaba en el umbral de la puerta. Había algo que estaba aprendiendo a medida que obtenía más experiencia en si oficio. Ciertas personas pueden encubrir muy bien sus emociones.
Aun así, la posición de Christina Carpenter le parecía lo suficientemente convincente.
Tomó su motocicleta y condujo hasta la comisaría. No quería enfrentarse a los hermanos. En especial a Mindy.
—Esto será un verdadero dolor de cabeza.
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