Nuevo comienzo
A Tara ya solo le faltaba un examen para culminar su quinto semestre. Estaba ansiosa de que comiencen las vacaciones de verano y poder olvidarse de la universidad. Todavía no le contaba su plan de irse con Chad a disfrutar del sol y playa de la Florida a su hermana Sam. Se lo tenía muy bien guardado para decirlo en el momento justo. Ya le había demostrado a Sam que podía defenderse muy bien sola.
Habían pasado un año y medio desde lo sucedido en el teatro a manos de los Kirsch. Tara ya había cumplido su trabajo social por lo ocurrido, no así su hermana Sam. Como víctimas recurrentes del ataque de Ghostface, era un alivio que ya un psicópata no las persiguiera ni a ellas ni a sus amigos.
Sam despertó a Tara, quién dormía sobre su libro de Química Orgánica en su cama. No había sido buena idea quedarse estudiando en la cama.
—¡Tara! ¡¿Tu examen no era antes de las 7:30 am?! ¡Ya van a ser las 7!
—¡Mierda, no puede ser! —maldijo Tara agarrando sus cosas como bólido y yéndose a alistar.
Sam solo rodó los ojos y metió los libros de Tara en su mochila, así como el táser y navaja de bolsillo que siempre llevaba consigo. Siempre debían de andar precavidas. No podían predecir si algún idiota con la máscara de Ghostface podría volver a acecharlas.
Tara corrió a la cocina para darse un pobre desayuno. Sam, por su parte, agarraba las llaves y su suéter para irse a la sesión con el psiquiatra. Ya había cumplido con las sesiones recomendadas por el juez, pero decidió continuar yendo por el bien de su salud mental. Le daba miedo admitirlo, pero cada vez era más dependiente de los fármacos para poder controlar las visiones de su padre y de los recuerdos de los homicidios que había cometido.
—¡No voy a alcanzar! —se quejaba Tara mientras se lavaba los dientes y medio arreglaba su cabello enredado en una coleta—. ¡Maldita sea!
—El profesor tiene como reglamento dejarte pasar hasta quince minutos de comenzado el examen. Además, no creo que sea puntual —objetó Sam, tratando de calmar a Tara que se le caían las cosas de lo estresada que estaba—. Lo peor es de que se te olvide todo lo que estudiaste ayer para este examen por este momento de estrés. Así que relájate...
—Lo dices como si todo fuera sencillito. No has estado en la universidad. No sabes como es.
—Es verdad —Sam se mostró algo ofendida —. Pero hago lo mejor que puedo...
Tara detuvo el arreglo de su cabello al darse cuenta de que sus palabras habían herido a Sam.
—Sam, lo siento. El estrés me hace decir estupideces.
—Lo sé. Ya lo comprobé antes.
Tara soltó una leve risilla.
—Que idiota.
Ambas rieron. Estaban más unidas que nunca. Pero no era raro una pelea de hermanas de vez en cuando.
Al ver que Tara estaba lista, ambas salieron y Sam dejó la casa cerrada. Tara le hizo la pregunta habitual a Sam.
—¿La traes contigo?
Sam sonrió. Como si Tara no la conociera bien. De su bolso le enseñó la pistola oculta entre sus cosas. Lo que había pasado le había hecho aprender ciertas cosas.
—Siempre lo hago...
—Bien.
Tara luego se despidió de su hermana y fue a tomar el bus hacia la universidad. Miraba sin cansancio el reloj ansiando que el tiempo fluyera más lento. Bajó en la parada para comenzar a caminar a la siguiente. Ni se le ocurría tomar el metro, aunque fuera de día. Lo ocurrido hace más de un año le había generado cierta fobia al metro. Nunca lo tomaba sola, siempre tenía que ir con alguien. Era cierto que una persona enmascarada solo no resaltaría en la noche de Halloween, pero el trauma persistía.
Con audífonos puestos y oyendo música R&B, Tara esperaba el bus junto a dos personas más. Esas personas se subieron en la línea siguiente y la dejaron allí en la parada, sola. Estaba estresada por el tiempo y la música estaba lo suficientemente alta para aturdirla un poco. Esa parada era algo desolada.
No se había percatado que alguien la acechaba. Pasando la calle, un sujeto con traje de Ghostface la contemplaba fijamente. Tara iba tan concentrada que tardó unos minutos en darse cuenta de que otro Ghostface la observaba. El miedo la invadió. Era muy pronto para disfrazarse para Halloween.
Su pulso se aceleró y palpó sus bolsillos en busca de su kit de auxilio para estos casos. No podía cargar un arma como su hermana porque no se lo permitirían en la universidad, pero podría defenderse con su pequeño cuchillo y el táser. Ahí se percató que estaba al fondo de su mochila, debajo de sus libros.
El Ghostface había comenzado a correr hacia ella, y Tara echó a correr con la mochila en los brazos todavía buscando cómo defenderse.
—Mierda, mierda, mierda, mierda, mierda, mierda......
Las lágrimas del terror querían bajar por sus mejillas al correr por su vida.
—¡Ayúdenme! ¡Ayúdenme por favor! —gritó mientras se escabullía por un callejón hacía una calle aledaña.
Se chocó con un hombre fornido que se disgustó al golpearla.
—¡¿Qué te pasa niña?!
—¡Viene a matarme! ¡Ayúdeme! —decía sin aliento aferrándose de la camisa del hombre.
En efecto, Ghostface no se lo pensó dos veces y esbozó el cuchillo de entre su túnica negra. No le dió tiempo de reaccionar al hombre cuando le fue clavado el cuchillo en el pecho. Un segundo cuchillo se clavó en su abdomen. Sangre cayó al piso y Tara se alejó del hombre que la miró antes de que sus ojos se oscurecieran.
Ella chilló de horror y temblaba de miedo e impotencia.
—No otra vez...
Ghostface se acercó a ella con ambos cuchillos ensangrentados apuntándole.
—Aléjate de mí —dijo activando el táser —. Y tampoco se te ocurra ir tras mi hermana, maldito infeliz.
Ghostface giró ligeramente la cabeza, como si asimilaba lo que le habían amenazado. Y propinó un tajazo con el cuchillo de su mano izquierda sorprendiendo a Tara, quien logró esquivar el primer ataque por centímetros. Trató de electrocutar a Ghostface, pero este esquivó también y con la derecha le dió un tajazo en el brazo que hizo que soltara el táser al suelo. Instintivamente, le propinó un puñetazo directo en la cara y echó a correr despavorida, sollozando de pánico.
Ghostface era mucho más alto que ella y logró alcanzarla en unas cuentas zancadas y la inmovilizó con sus brazos.
Ella gimió de miedo cuando el filo de la hoja fue colocado en su garganta. Ghostface accionó su modificador de voz y la voz gangosa que lo caracterizaba inició con una risilla malévola.
¿Pensaste que te habías librado de mí, no es así?
Clavó la punta del cuchillo en el cuello de la chica y un hilillo de sangre bajó por su cuello. Ghostface se deleitó mencionando su nombre de manera melosa y perturbadora.
Taaaaaaaraaaa.
—Debes saber que los otros de tu tipo que se metieron con nosotras no terminaron muy bien que digamos —enfrentó Tara aguantando el ligero dolor en el cuello. La sangre poco a poco le manchaba de rojo su blusa de cuello blanca.
Créeme, Tara. No soy como los demás.
Entonces Ghostface la arrastró hacía un callejón. Sacó un pañuelo de su túnica y se lo puso sobre la nariz y boca. Ella se sobresaltó e intentó zafarse de su agarre.
Muévete un poco y te rebano el cuello de una maldita vez.
Tara comenzó a llorar desesperada mientras la droga comenzaba a hacer efecto. Poco a poco se sentía más adormilada y dejaba de moverse en los brazos de su captor. Fue cuestión de minutos para que Tara cayera drogada en los brazos del asesino de la máscara.
Mientras tanto, dentro del aula 5D, Alfie Gunner, el chico de su clase que había ayudado a Tara a estudiar el día de ayer por medio de videollamada mandaba el decimosexto mensaje de texto al teléfono de Tara. El profesor ya estaba dando las indicaciones de como debían realizar su examen. Estaba preocupado porque su compañera no aparecía.
—¿Tara se habrá quedado dormida luego de haber estudiado toda la noche contigo? —preguntó Erin, sentada al lado de Alfie al verle la cara de preocupado.
—Parece. Voy a preguntarle a Chad si sabe de ella— hablaba mientras le escribía rápidamente a Chad. El profesor seguía explicando los lineamientos—. Aunque sería mejor preguntarle a Sam, su hermana.
—¿Por qué no mejor le pides el número de Sam a Chad?
—¡Tienes razón!
El profesor culminó su explicación y anunció a la clase:
—¡Guarden computadoras, apuntes y teléfonos, que el examen está por comenzar! —ante eso comenzó a repartir las hojas una a una a los estudiantes.
—Justo ahorita, que mierda. Ya nada. Tocó hacerlo luego del examen —mencionó Erin.
—Estoy preocupado...
—Ahorita preocúpate en el examen. Estoy segura de que se habrá quedado dormida y resolverá pronto esto.
—Bueno...
Y el profesor les entregó el examen a ambos dándoles una mirada de advertencia.
—Con la hoja sobre el pupitre, se callan hasta que culminen las dos horas que dura el examen...
El consultorio del doctor Kobach estaba casi siempre vacío a esa hora tan temprano. Casi siempre estaba vacío cuando llegaba. Últimamente había estado yendo una chica algo menor que ella, la cual pasaba metida en un libro diferente cada semana y con audífonos puestos.
Al llegar, el doctor estaba viendo un paciente así que decidió esperar en la sala de espera, frente a esa chica. Como Sam era bastante observadora, notó que leía una novela romántica juvenil. Oía el tecleo de la computadora dentro del consultorio.
Su teléfono vibró dos veces. Eran mensajes de Danny con quien estaba teniendo problemas de pareja recientemente. Danny estaba mostrando signos posesivos algo desagradables y habían peleado por ello algunas veces. Sin embargo, lograban mantener sus diferencias a un lado y se escribían de vez en cuando.
7:18 am. ¿Estás bien?
7:18 am. Si, no te preocupes. Todo bien.
7:19 am. ¿Estás con el psiquiatra?
7:21 am. Todavía no. Sigue atendiendo a otros pacientes.
7:21 am. Ah...
Sam no respondió más. Ya no quería hablar con él. Tenía otras cosas en que preocuparse.
Se preguntó si Tara había llegado a su examen a tiempo. Ansiaba oírla quejándose cuando regresara. Además, tenía planeado cocinar una lasaña de carne para cuando Tara regrese, pues era de sus comidas preferida, para celebrar que le había ido excelente o para animarla en su caída.
Esperó tranquila alrededor de unos veinte minutos en la sala de espera hasta que el psiquiatra la hizo pasar.
—Un gusto de verte de nuevo por aquí Samantha.
—Gracias doctor —dijo mientras se sentaba en la silla frente al galeno.
—Bueno, cuéntame. ¿Has tenido visiones o pesadillas esta semana? —se colocó los lentes y preparó bolígrafo y lentes para anotar lo más importante.
Sam suspiró derrotada.
—Esa pesadilla se está haciendo muy recurrente, doctor.
—¿La de hace dos semanas? ¿La del agujero negro?
—No, esa no. La que me veo con el traje de Ghostface... —no quiso seguir porque le repugnaba solo recordarlo—. Apuñalando a mi hermana...
—¿Estás segura de que sí es Tara a quien apuñalas?
—No puedo verle el rostro, pero SÉ que es Tara. Sé que es ella.
—Ok entiendo. ¿Y lo disfrutaste?
—¿Siendo honesta? Sí, y bastante. Bueno, eso puede ser un rasgo de mi experiencia en carne propia. Pero es horrible.
El doctor siguió anotando en el cuaderno. Se quitó los lentes, muy asombrado. Ya llevaba tiempo recetando a Sam y no veía demasiado progreso en ella.
—¿Y las visiones?
—Ya no veo mucho a mi padre en los espejos, pero si siento a veces que actúo sin pensar. Como si entrara en piloto automático. Como un switch que me dice que estoy consciente de las cosas o no.
Prosiguió anotando. Sam continúo como sentía flaquear a su salud mental.
—Doctor, tengo miedo de que llegue un punto de que ya no pueda accionar ese switch y me quede en mi otro yo.
—Mira Samantha. Solo sigue tomando la medicación que te prescribí y añádele esta última para controlar esas pesadillas. La otra semana me cuentas como vas. Recuerda no pasarte de la dosis ni olvidarte de tomar todos los días.
—Sí, doctor.
—Pues bien, cualquier cosa me avisas por una llamada o mensaje. Te veo la otra semana. Cuídate, ¿sí?
Sam se despidió del doctor con la receta en mano. La chica de los audífonos entro luego de ella. Revisó el celular para ver la hora: 8:45 am.
Todavía le faltaba cuarenta y cinco minutos para que Tara acabe su examen.
Primero fue a comprar las medicinas faltantes, luego regresó a la casa y echó todas las cosas sobre el sofá. Sin percatarse, Sam se quedó dormida allí. Se había levantado demasiado temprano y el insomnio la estaba matando de a poco.
Cuando volvió en sí ya eran más de las 10:30 am. en el reloj de pared de la sala. Su teléfono vibró y vibró. Una llamada entrante. Estaba tan adormilada que no alcanzó a contestar. El registro de llamadas estaba abarrotado de llamadas de Mindy, Chad y Danny.
Entonces sus sentidos se agudizaron y entró en pánico. Ni siquiera terminó de contar la cantidad de llamadas y mensajes de ellos cuando entró una llamada de Mindy.
—¿Mindy?
—¡Sam! —la pelinegra sonaba algo agitada tras el auricular—. ¡¿Tara no está contigo?!
—¡¿Qué?! Debería estar en la universidad rindiendo examen de Química Orgánica.
—Maldita sea...
—Mindy, ¿qué sucede? —el corazón de Sam latía desbocado.
—Tara no fue a rendir el examen, Sam. Su compañero de clase Alfie llamó a Chad para preguntarle por Tara porque no había llegado al examen. Nunca llegó, Sam...
Sam quedó sin palabras al entender lo que le estaban diciendo. Su voz amenazó en quebrarse.
Se oyó la voz de Chad en el fondo de la llamada.
—Sam, enciende la televisión en el canal siete. Chad dice que hay algo.
A Sam sentía que le derrumbaba el mundo. No quería ver el nombre de su hermana en el reportaje de crímenes. Dudó en si encender la televisión o esperar a que Mindy le dijera de que se trataba. Optó por la primera opción y encendió el aparato.
En el reportaje mencionaban un brutal asesinato de un hombre a cuchillazos, a escasos metros de la parada que utilizaba Tara. El atacante había descargado su ira o locura contra el hombre. Además, en la escena del crimen habían encontrado rastros de sangre más adelante junto con un táser. Ambas evidencias iban a enviarse al laboratorio para obtener muestras de ADN.
—Tengo que ir a la comisaría para salir de dudas.
—Pero si es el asesinato de un hombre cualquiera, Sam. Algo común en Nueva York.
—Eso es obra de Ghostface, Mindy.
—Pero... No puede ser... Otra vez...
—Llevaré algo de ropa de Tara. Tengo un mal presentimiento de esto.
Chad maldecía de furia e impotencia en el fondo al entender a lo que se refería Sam.
—Sam —Mindy temía pronunciar lo que se insinuaba—. ¿Crees que a Tara la raptó un nuevo Ghostface?
—Espero equivocarme, Mindy...
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Hora de presentar a mis OCs
ALFIE GUNNER
21 años
Kill count: 0
Peligrosidad: ★
Chico gordito amante del cine, los videojuegos y la cultura geek. Tiene un gran crush por su compañera Tara. Mejor amigo de Erin Peterson. Suele frecuentar con los cuatrivientes debido a que es buen amigo de Chad. Siempre le pide consejos para acercarse a ella.
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