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La vida sigue

Extra 3

Llanto descendía por las mejillas de la menor de las Carpenter. Estaba en el medio de su novio y de su hermana, todos tomados de las manos mientras veían el féretro frente a ellos adornado con millares de flores. Sam y Chad sostenían un ramo cada uno y ella le dio parte de las flores a Tara para que le lanzara las flores como símbolo de último adiós a su mejor amiga Mindy, mientras el ataúd era descendido a su sitio final.
Sam mantenía la mirada fija en el evento y apretaba la mandíbula en impotencia. Chad, por su parte, tenía el rostro oculto en un pañuelo mientras le daba un último adiós en su mente a su querida Mindy. Su compañera de aventuras, su amada hermana melliza se había ido para siempre y era un dolor en el corazón tan pesado como el plomo.

El chico soltó la mano de Tara para volverse hacia su familia y llorar la pérdida, dejando a ambas hermanas viendo como cubrían el féretro de tierra. Tara no se lo impidió. La chica sollozaba con fuerza, mientras apretaba la mano de su hermana mayor. Sam sucumbió ante eso y se derrumbó en un llanto silencioso. Sin embargo, la tristeza fue cambiada casi de inmediato por un sentimiento de intranquilidad al sentir la mirada de alguien en ella y su hermana. Sam miró a sus alrededores en búsqueda de quien se trataba y no encontró a absolutamente nadie en medio del camposanto, solo estaban los familiares y amigos de Mindy alejándose del sitio de entierro. Sam llegó a la conclusión que todavía estaba algo paranoica de lo que les había sucedido, sin embargo le dijo a Tara para irse jalandola del brazo mientras seguían el tropel de personas. No quería correr el riesgo de encontrarse con la supuesta persona que los observaba...

Al volverse a encontrar con Chad, este le pidió a las hermanas que esa noche iba a pasar con su familia y que lo verían luego.
-Estaré bien. No quiero que te preocupes por mí -dijo específicamente a Tara, quien no dejaba de llorar.

Sam pensó que Tara respondería lanzándose a sus brazos a quebrar en llanto, pero le sorprendió que la chica guardó la compostura y se quedó pegada a su lado aferrando su mano con fuerza.
-Tranquilo Chad. Lo entiendo. Te veré luego, ¿ok?

Sam sabía que Tara fingía fortaleza para su pareja. Le sorprendía como su semblante había cambiado luego del desarrollo de su última historia. Sus ojos habían perdido su característico brillo y parecían tan fríos como los de su propio padre. Entonces le entró la curiosidad de saber que era lo que Tara había pensado en realidad al haberse juntado con Amanda para cumplir su retorcido objetivo. ¿Cómo había logrado convencerla para hacer tal atrocidad? Sabía que el poder de convencimiento de Amanda era magistral, pero ¿cómo Tara pudo haber caído bajo sus redes?

Ambas hermanas no esperaron encontrarse con la figura de su madre en el funeral. En especial Sam, quien la recibió con un gesto de disgusto. Christina Carpenter abrazó a su hija menor con fuerza y lamentó la pérdida de su amiga y luego, sólo dio unas palabras secas de pésame a Sam.
-A la final tú no lo hiciste... -dijo Christina observando a Sam tras la sombra de sus grandes gafas de diseñador.

-Y tú tampoco lo hiciste -devolvió con hostilidad la mayor de las hermanas, irguiendo la espalda para no mostrarse débil ante Christina.

-De igual manera, deberían haberte dejado encerrada en el loquero. Allí perteces, maldita enferma -gruñó Christina quitándose las gafas para enfrentarse a su propia hija.

Sam rodó los ojos. No tenía tiempo para aguantar sus estupideces.
-¿A eso solo viniste? ¿A lanzar veneno y a largarte a beber y drogarte como siempre? ¡Déjanos en paz! -dijo Sam tomando de la mano a Tara y tratando de alejarse de esa loca mujer.

-Pues no. No vine a eso. Vine a llevarme a Tara lejos de tí -declaró agarrando por la muñeca a Tara y arrastrándola hasta ella-. Representas un peligro para Tara.

-Creo que el verdadero peligro está parado frente a mi con ropa de diseñador de segunda mano -dijo Sam mirándola con desprecio de arriba a abajo.

Tara, en medio de ambas, se zafó con fuerza del agarre de su madre y volvió con Sam, tomando del brazo a su hermana mayor y manteniéndose firme a su lado.
-La única que fue responsable de mi desaparición fui yo, mamá. Sam me regresó a mis cabales.

-Era obvio que ibas a enloquecer al estar con esta psicópata -escupió Christina señalandola de forma completa a Sam con una mueca de asco-. Te ibas a contaminar con la sangre Loomis. Por eso te vengo a sacar de eso.

-¡Si me quedaba contigo mamá, me iba a contaminar con drogas y alcohol, al igual que tú lo has hecho desde que tengo memoria! -gritó con firmeza Tara dejando fría a su madre y sorprendida a Sam -. Ya soy mayor de edad y no tienes poder sobre mí. Es más, nunca lo tuviste. Tuve que fingir todos estos años que me importabas y que te quería, cuando en realidad no era mutuo y me mantenías alejada de mi verdadera familia. Es triste que para darme cuenta lo podrida que estaba mi vida al lado tuyo, tuvieran que haberme apuñalado hasta casi morir, destruido mis huesos y huir al otro lado del país. ¿Dónde estuviste ese día del ataque? ¿Te lo recuerdo? ¡Pues claro! ¡Tirada en algún bar con olor a alcohol barato! ¡Como no les contestaste, llamaron a Sam! ¡Qué bien que lo hicieron! Tristemente, agradezco todas esas cosas horribles que me pasaron, para poder estar con quienes sí les importo y nunca me desprecian. ¡Además, no puedo creer que vengas a montarme este maldito numerito en el funeral de mi mejor amiga! ¡Eres verdaderamente despreciable!

-Pero Tara...

-¡Pero nada! Vámonos de aquí, Sam. Ya quiero irme a casa... -dijo Tara, ahora ella caminado hacia el parqueadero.

Sam observó una última vez, mientras se alejaba de la mano de su hermana, a Christina Carpenter, quien destilaba furia desde su rostro, pero era incapaz de pelear más. Sonrió victoriosa, y apretó ligeramente la mano de Tara quien lideraba el camino.

Sam manejó rumbo a su apartamento provisional en absoluto silencio. Tara, sentada a su lado, observaba por la ventana, aún con torrentes de lágrimas bajando por sus mejillas. Había llorado por la marejada de emociones tanto que Sam no notó cuando la chica se había quedado dormida. Estaba agotada del maremoto de sentimientos que sentía.

Al llegar, Sam aparcó su auto y despertó con cuidado a Tara con un leve toque.
-Tara... Ya llegamos...

Tara abrió los ojos con lentitud, como si en realidad no quisiera despertarse. Salió del auto y miró profundamente a Sam con una mirada cansada y vencida.
-Iré a dormir... Estoy cansada.

Sam sabía que algo no andaba bien pero no se atrevió a decirle nada. No sabía que palabras de ánimo podían servir en esa situación. La chica entró al pequeño apartamento de apenas una habitación con dos camas que ambas compartían, un baño y una cocina-comedor. Era lo que había podido conseguirles Gale y Luis por el momento, un lugar estratégico donde siempre estaban siendo vigiladas por agentes de la policía para su protección, mientras el plan de Gale para reubicarlas estaba en marcha.
Tara entró en la habitación y dejó la puerta entreabierta. Sam observó por la rendija que se había encerrado en el baño.

Fue hasta la cocina. Pensó que podía cocinarle algo rico a Tara para subirle el ánimo, además en unas horas probablemente el hambre las atacaría a ambas. Sacó los pocos ingredientes de la alacena y el refrigerador y pensó en hacer alguna sopa rápida, para calentarse del grueso frío que habían pasado allá afuera. Agarró una tabla de picar, unos vegetales y un cuchillo y comenzó a picar de forma automática.
Estando sola, Sam sintió los estragos de la pérdida de Mindy y comenzó a llorar desconsoladamente. Debido a los sentimientos encontrados de impotencia y tristeza, Sam azotó el cuchillo con fuerza en la tabla de madera, dejándolo clavado en ella. Luego lloró con tanta fuerza que se sentía desmayar. Sin embargo, el repentino ruido proveniente del baño la hizo correr rápidamente hasta allí.
-¡¿Tara?! ¡¿Está todo bien allí dentro?!

Al no obtener respuesta, Sam intentó abrir la perilla y se encontró que estaba con seguro. El pánico la invadió de inmediato. Aunque sabía que el baño sólo tenía una rendija del ancho del dorso de una mano y que la única entrada era por la puerta, la imagen de qe Ghostface la hubiera estado esperando tras las cortinas le nublaba la mente. Forzó la perilla otra vez y la desesperación comenzó a carcomerle.
-¡¿Tara?!

Entonces oyó un ruido de cosas cayéndose al piso sumado a un grito femenino de furia. Era Tara y estaba descontrolada. Oyó golpes estrepitosos, gritos, gruñidos, malas palabras y maldiciones. Sam imploró que le abra la puerta una última vez y, al no tener nuevamente una respuesta, le dio una fuerte patada a la puerta a la altura de la perilla. La puerta no cedió y un grito potente seguido ruido de vidrio rompiéndose le permitió tener la fuerza necesaria para tirar la puerta abajo de una segunda patada.

-¡Tara! ¡No!

La visión era preocupante y le proporcionó un curioso efecto de dejavu. Tara estaba en el piso con fragmentos de espejo a su alrededor. Se tomaba la cabeza y lloraba casi perdiendo el aliento. Tenía ambas manos ensangrentadas, en especial la mano derecha. Le había dado un puñetazo al espejo y lo había roto. Tara sostenía un gran trozo de espejo entre sus manos mientras evitaba la mirada de Sam a toda costa.
-¡Déjame en paz! -gritó la hermana pequeña en histeria, temblando de miedo y del flujo de adrenalina que cruzaba por su cuerpo en aquellos instantes.

Sam no le dio ni tiempo de reaccionar. Se le abalanzó encima para poder quitarle de las manos el pedazo de espejo, logrando tirarlo y que se rompiera en pedazos más pequeños. En el forcejeo, Sam también lastimó sus manos llenándolas de sangre. Sam para lograr calmar a su hermanita, la abrazó apegándola a su cuerpo y colocando su cabeza sobre su pecho a la altura de su corazón para que pueda calmarse. Tara estaba histérica y descontrolada, trataba de zafarse del agarre de la mayor y la golpeaba con fuerza para que la suelte. Sam aguantaba los golpes y la agarró con más fuerza. Tara poco a poco fue desistiendo de la lucha mientras era arrullada por los latidos del corazón de su hermana. Poco a poco, el descontrol fue cesando y sólo quedó la tristeza, el duelo y el enorme sentimiento de culpa inundado la mente de Tara.

-Ellos murieron por mi culpa, Sam -sollozó Tara, clavando su rostro en el pecho de su hermana y limpiando sus lágrimas -. Kirby, Danny y Mindy...

Sam acarició su cabeza con sus manos ensangrentadas y trataba de calmarlo con una voz tan dulce que parecía una canción de cuna.
-No es tu culpa, Tara.

-Si lo es, Sam. Hice sufrir a todos ustedes. A tí, a Chad, a Sidney, a Gale. Es cierto lo que dijo Gale. Ningún Ghostface merece vivir. No merezco vivir...

-Tara, tú no eres Ghostface...

-Sam, tú debes odiarme también. Te hice pasar por todo. Perdiste a tu amiga y novio por mi culpa. Además te hice sufrir heridas tanto físicas como psicológicas. ¡No sé en que mierda estaba pensando cuando decidí unirme al plan de Amanda! -Tara seguía clavada en el pecho de Sam, incapaz de verla a los ojos.

-No te odio, Tara. Entiende eso. Jamás podría odiarte. Tú no mataste a nadie. Lo hiciste para protegerme a mí. Tus intenciones eran buenas. No mereces ser condenada por eso.

-¡Sam, no es cierto! También tenía mis intenciones egoístas ocultas en esto. Quería por fin, dejar de ser la maldita víctima, la damisela en peligro. Quería convertirme en alguien con poder, para dejar de tener miedo. Estaba cansada de sentir miedo hacia Ghostface y creí... -su voz se fue quebrando casi por completo- creí que si me convertía en Ghostface podría ser tan valiente como tú y también poder protegerte tanto como tú lo haces conmigo. Siempre lo has hecho, y yo quería hacer lo mismo. Confíe en Amanda cuando ella me mencionó que solo quería vengarse de Sidney y Gale y también yo sentí que ellas eran quienes debían de morir para que Ghostface lo haga con ellas. Puedo darme cuenta de lo descabellado y retorcido que es ese plan ahora que lo pienso con la cabeza fría...

-Esa mujer también te engañó con droga y metió ideas estúpidas en tu cabeza. Quería que enloquecieras...

-¡Yo la busqué, Sam! -gritó Tara levantando la cabeza para encontrarse con su sorprendida mirada-. ¡Yo personalmente fui a su consulta! ¡Nadie me obligó! ¡Yo pedí que me recetara y que me quite la mierda de la cabeza! ¡Quería que ese ruido se fuera! ¡No podía soportarlo más! ¡Es mi culpa!

-¡No es tu culpa, Tara! -gritó Sam de vuelta agarrando las manos de su hermana bebé-. Querías escapar y no sabías cómo hacerlo. Te entiendo perfectamente, linda. Yo tengo ese maldito dilema todos los malditos días de mi vida. Quiero destruir el mundo con mis propias manos para eliminar todo el sufrimiento que me martilla la cabeza todos los días. Pero créeme, hermanita. Eso solo hará que el mundo te destruya a ti en respuesta... Eso fue algo que incluso todavía me convenzo a creer.

Tara bajó la cabeza para ver las manos de su hermana. Ambas estaban manchadas de su propia sangre.
-Estamos para siempre unidas en esto, Tara. Y no pienso nunca abandonarte. Eres mi mundo y moriría para salvarte. Necesito que entiendas esto. Si te pierdo, me termino de volver loca...

-Sam... Yo le hice daño a Danny...

-No es cierto. Tú no le hiciste nada...

-Yo lo apuñalé fuera de la comisaría. Yo ataqué a Sidney esa vez en el aeropuerto. Yo te encerré en el psiquiátrico. ¡Yo fui parte del plan que mató a los tres! ¡Yo les hice daño! ¡YO TE HICE DAÑO, SAM! -gritó con tanta fuerza que parecía que se le desgarraba la garganta.

Los ojos de Sam se ensombrecieron al oírle. Entonces, Sam le dio una cachetada veloz a Tara dejándola desconcertada. La menor regresó a verla totalmente confundida. El semblante de Sam seguía serio e inexpresivo.
-Te devuelvo el daño que me hiciste -dijo Sam poniéndose de pie y ofreciéndole la mano a Tara-. Y ahora debemos continuar con la vida. No puedo dejar de querer a mi hermana por los errores y malas decisiones que haya tomado. Por qué , así como lo has hecho yo también tomé la pésima decisión de abandonarte cuando más me necesitabas...

Sam estaba hecha un mar de lágrimas y Tara la contemplaba desde el suelo con aún más lágrimas.
-No puedo condenarte por eso, Sam.

-Lo mismo digo, Tara...

Entonces la menor tomó la mano de Sam y ambas se fundieron en un cálido y sincero abrazo. Tara la tomó por sorpresa al darle un beso en la mejilla y susurrarle al oído un "Gracias" tan dulce que Sam derramó una última lágrima por eso.
Entonces la arrastró a la cocina y ambas cocinaron la sopa de vegetales que tanto les gustaba. Era un invento de Sam, pues la había aprendido por una amiga suya en su paso por Sacramento.
Ambas al terminar, se sentaron en el mesón una frente a la otra, con sus platos de sopa hirviendo y una sonrisa triste en el rostro.
Era un momento agridulce pero de esos que recuerdas con nostalgia.

-Perdóname por todo, Sam.

-Perdóname por todo, Tara.

-Perdonada.

-Perdonada.

Tara juguetaba con la cuchara esperando que la sopa se enfríe. Sentía algo del frío que entraba por la pequeña rendija de la ventana. Tenía los ojos puestos en Sam y no podía creer que ahora ellas estaban allí, la una para la otra, disfrutando como cuando eran pequeñas. La situación era diferente, pero el sentimiento de hogar era el mismo.
Era lo que tanto anhelaba Tara, pertenecer a un hogar donde podía sentirse protegida. No necesitaba convertirse en un monstruo para sentirse protegida, solo tenía que rodearse de las personas adecuadas. Ese pensamiento la hizo sonreír antes de darle el primer bocado a su sopa.

Sam la imitó y ambas volvieron a reír juntas. Fue apenas unos segundos, luego todo volvió a sentirse pesado y gris.

-Lamento todo el sufrimiento que te hice pasar, Sam. Ahora nos iremos de aquí, dejaremos todo atrás, a mamá, a Chad, Nueva York, Woodsboro... ¿A dónde iremos a parar?

-En cualquier lugar del planeta, si estas conmigo, cualquier sitio será para mi un hogar...

Tara sonrió ladeada. Aquello la reconfortó bastante.

-Ya no te disculpes más Tara. No importa lo que hiciste. No importa tu decisión, errores, llamadas...

Tara enfuruñó las cejas confundida y tragó la cucharada de sopa que se había llevado a la boca.
-¿Llamadas?

Sam también estaba confundida. Estaba segura haber oído la voz de Tara durante las llamadas que había mantenido con Ghostface.
-¿No eras tú?

-¿De qué hablas?

-Cuando hablaba con Ghostface, a veces oía tu voz en el fondo. Él te torturaba. Pensé que Amanda también te torturaba.

-No Dios no. Yo no sabía que te llamaba de esa forma. Yo solo sabía que te hablaba como Ghostface pero no que fingía torturarme.

-Entonces probablemente usaba a otras víctimas o recreaba tu voz con alguna inteligencia artificial.

-Es probable... Vaya, eso es demasiado perturbador...

Ambas le dieron unos sorbos a su sopa, pensando en lo que les habia cruzado por la mente.

-Extraño la vida de antes... Extraño a Mindy. Pero sé que no se puede regresar el tiempo y debemos continuar... -mencionó Tara con tristeza.

-Yo también quisiera poder cambiar algunas cosas, Tara. Muchas, en realidad. No quiero que mi pasado altere mi presente. Seguiré luchando contra eso y no pienso detenerme.

-No dudes que estaré allí para ayudarte -dijo la menor, tomando la mano de su hermana entre las suyas, con los ojos enjugados.

Tara entonces decidió decir todo lo que sabía y lo que hizo, en una forma de poder expiar sus pecados hacia su hermana y para quitarse la carga de encima.
«No es algo de lo que esté orgullosa. En lo absoluto. Estaba teniendo horribles pesadillas por las noches y ya no podía seguir con la sensación de que alguien siempre me perseguía a todas partes. Fui con el psiquiatra qe me asignaron al inicio, el doctor Kingsley pero no sentí ningún cambio luego de sus sesiones. Le conté todo eso a Erin y a Alfie y él me recomendó ir con Amanda. Al principio, todo era bastante profesional: teníamos sesiones normales y me recetaba las medicinas. Hasta que un día se sinceró conmigo y me dijo lo que quería oír: una manera de poder dejar de tener miedo, con lo que logró manipularme. Me dijo que la mejor manera de quitarme mi miedo de ser la presa era volverme el cazador. Le pregunté como podría hacerlo y ella me respondió que debía convertirme en aquello que más temía. En un principio me pareció una estupidez pero me dejó pensando por varios días. Las drogas que ella me dio también supongo que alteraron mi visión de la realidad, o quizá fui lo bastante estúpida para caer en su trampa. Bueno, en fin. Cuando regresé a su consultorio ella me mostró una máscara de Ghostface. La de Stu Macher en específico. Me dijo que podía ayudarme a resolver mi problema y salvarte a ti, Sam, si la ayudaba a conseguir lo que ella quería. En ese momento ella me contó su supuesta historia de ser la hija de Stu Macher. Me dijo lo mismo que te dijo a ti, manipulándome completamente. Ella sentía admiración por ti y quería ayudarnos a ambas. Parecía sincera en ese momento y yo le creí. Estúpidamente le creí, Sam...»

Tara detuvo su relato para romper en llanto, muy arrepentida por sus anteriores decisiones y con la culpa de todo lo que había desencadenado. Sam escuchaba atentamente sus palabras, con una mirada de desconcierto en el rostro. Le asqueaba tanto oír las acciones de aquella mujer aunque le reconfortaba saber que estaba ardiendo entre las llamas del infierno y que ya no causaría mayor daño.
-Tara... Por favor, continúa -dijo Sam en una voz de ultratumba que alteró a la menor.

Tara se secó las lágrimas y prosiguió su testimonio.
«Me prometió no decirte nada y tener contacto cero contigo luego de mi desaparición. Yo solo seguí sus órdenes sin reclamos. La única condición que recuerdo haberle hecho era de que no quería que mis amigos salieran lastimados... Obviamente eso no lo cumplió al final. El día del secuestro, Alfie sabía perfectamente todo y por eso fue el primero que informó sobre mi desaparición. Amanda fingió mi secuestro matando aquel hombre aquel día y dejó ciertas pistas específicas para la policía. Ese fue el primer paso. Cuando me interné en el culto, me drogaron aún más para volverme su maldita marioneta. Y yo simplemente continúe con el plan... Yo no supe en ese instante que Amanda mandó a matar a tu psiquiatra y envió esos videos de la cámara de vigilancia a la policía para culparte del crimen. Quería que la policía te encierre y te inhabilite por locura. Iba a atraerte hacia el culto luego de eso, pero jamás pensé que iba a manipularte tanto. Pensé que solo iba a chantajearte con la idea que yo moriría si no matabas a Sidney. A mí me dio la tarea de acabar con Gale, por eso estuve el día que atacaste a Sidney en el apartamento. Para esos momentos, estaba más drogada que consciente. »

-¿Qué drogas te dieron? -interrumpió Sam al preocuparse por su estado y en búsqueda de detalles.

-En realidad no lo sé. Recuerdo haber visto mi examen de sangre y decían que probablemente merezco un tratamiento o me pueden declarar loca e internarme en un psiquiátrico.

-Luego de eso estabas a su merced.

-Ya no sabía quien era, Sam. Solo tenía en mente que debía continuar con el plan para protegerte, sin importarme como iba a lograr ese objetivo. Mi percepción de la realidad fue alterada. Tuve la visión de un verdadero psicópata por ese tiempo. Sin embargo, lo que más me aterra es que esa visión en realidad era solo el estímulo de las drogas o en realidad ella logró cambiarme por completo mi percepción del bien y el mal...

-Diría que fue un producto de ambas cosas.

Tara le costó oírle la verdad salir de la boca de su hermana.
-El día que decidí hablar contigo en el psiquiátrico cambiaste mi percepción de nuevo, Sam. Amanda no quería que fuera allí pero yo necesitaba verte. Quería que estuvieras a salvo, sin importarme el daño psicológico que te causé. La empatía desapareció de mi cerebro, aún sabiendo que quería protegerte.

-No sabes cuanto también deseaba verte, Tara. Cuando oí tu voz desde el fondo de la celda, yo también pensé que me había vuelto loca -declaró Sam sincerándose con Tara-. Además, no eres la única con demonios atormentándole. Luego de que desapareciste, opté por dejar libres las visiones de mi padre, a modo de recurso para poder usarlas a mi favor para encontrarte. Una decisión que pudo haberme costado la cordura. Creo que eso también era plan de Amanda. Nadie conoce tan bien la mente de un psicópata que otro psicópata.

Tara volvió a darle un sorbo a su sopa a forma de disuadir ese perturbador comentario. Sam recordó con asco como Amanda quiso poseerla ese día. Sin embargo, le dijo a Tara el temor que muy adentro, sentía.
-Siento que su culto a Ghostface puede revivir. Cualquier psicópata puede continuar el legado y volver tras nosotras...

-Amanda estaba obsesionada contigo. Cualquier loco puede disfrazar sus intenciones egoístas haciéndose pasar por fanático de la película -añadió Tara.

-O puede ser un fan desquiciado como Richie y Amber -Sam juguetaba con su cuchara entre sus vegetales.

-Cualquiera de las dos opciones representa un peligro para nosotros. Necesitamos largarnos de aquí lo antes posible.

-Pensé que no querías dejar la ciudad otra vez para empacar e irnos.

-En realidad no quiero, Sam. Sin embargo, es la maldita vida que me tocó vivir. Que nos tocó vivir. Por que tú y yo estamos en esto juntas. Hasta la muerte. No permitiré que otro idiota perturbe nuestras vidas -dijo Tara decidida con una mirada que era desconocida para Sam. Desbordaba locura y determinación, una combinación que sólo había visto en el reflejo de su padre y el suyo.

-Qué así sea, Tara. Qué así sea...

Ambas terminaron de comerse la sopa y decidieron esa noche dormir juntas en la cama de Sam. Tara se alegró al recibir el mensaje de Chad agradeciéndole a las hermanas por estar con él siempre y les brindó su apoyo para siempre. Contaban con él también como parte de su familia, al igual que Gale y Sidney, que desde la distancia, siempre llamaban preocupadas hasta que el sitio donde iban a reubicarlas estuviera listo.
Habiéndose puesto una muda vieja para dormir, Tara se acurrucó en el pecho de su hermana mayor en búsqueda del refugio y del calor que le brindaba su cuerpo. Sam la abrazó en respuesta y apagó la lámpara de noche del velador para acomodarse abrazada al cuerpo de Tara.

Con los ojos medio cerrados, Sam dijo lo que ansiaba decir desde hace ya algunas horas al cabello de Tara.
-No sabes cuanto adoré como pusiste en su lugar a esa horrible mujer.

La menor sonrió reconfortada y poco a poco se fue quedando dormida, arrullada por los latidos del corazón de su hermana.


Fue gracioso escribir esta escena. Ni sé de donde salió. Tenía que darle una conclusión más bonita a la historia. ¡Aún así espero les haya gustado!

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