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Hermandad

El taxi los llevó hasta la casa de fraternidad Kappa Rho de la universidad de Blackmore. A Chad no le agradó mucho la idea.
—¡Mindy, no sé si notaste que Kappa Rho es una fraternidad DE CHICAS!

—Tranquilo, no te enviaré a dormir en el césped. Tengo un plan —dijo mientras subía los escalones de la fraternidad. Sam iba tras ella trastabillando un poco. Necesitaba descansar un rato para que su cuerpo asimile la droga qué había consumido—. ¿Recuerdas a Lola? ¿La chica con quién salí unos meses hace un tiempo atrás? Sé por ella que Erin, la amiga de Tara, vive por aquí. Podemos quedarnos con ella y con su amigo el gordito... ¿Cómo es que se llama?

Chad era la voz de la negatividad en el grupo.
—¿Tu plan es quedarnos con ellos, en lugar de ir tranquilamente a nuestro apartamento? ¡¿Es en serio, Mindy?!

—Ghostface nos encontraría fácil allí.

—Pero ¿qué garantías tienes de que nos reciban?

—Si Erin no nos recibe, podemos quedarnos con el gordito... Adoraba a Tara, ¿no es cierto? Además, es mejor estar rodeado de más personas.

—No podemos confiar en nadie más Mindy —proclamó Chad.

Esta vez, Sam se le unió a Chad. Con su voz somnolienta intentó decir.
—Creo que Chad tiene razón, Mindy...

—Mira cómo estás Sam. Tienes que descansar.

Mindy se acercó al edificio de la fraternidad y se saludó con Lola. Ambas mantuvieron una conversación mientras Chad aguantaba la cabeza de una somnolienta Sam sobre su hombro. Lola de repente entró a la fraternidad y salió luego de unos minutos acompañada de otra chica, era Erin. Mindy le comentó la situación y le pidió asilo, obviamente omitiendo la parte de que hacían eso debido a que Ghostface los estaba persiguiendo. Inventó la excusa de que la policía también había embargado su apartamento en busca de pistas. Una razón poco creíble pensaba Mindy, pero suficiente para convencer a Erin. Sin embargo, le mencionó que ella vivía en la fraternidad y cómo solo era de chicas no podría recibir a Chad. Aun así, tenía una mejor idea.

Llamó a Alfie, su mejor amigo y le comentó la situación. Alfie no se negó a aceptar a los chicos en su apartamento, que no estaba muy lejos de allí. Erin le indicó a Mindy donde estaba el apartamento de Alfie a unas calles del edificio de la fraternidad y dijo que iría tras ellos luego de hacer un pequeño bolso con lo que tenía que llevar para quedarse a dormir.
Volvió a ingresar al edificio y Mindy regresó victoriosa a darle la noticia a quienes la esperaban.
—¿Y? ¿Qué pasó? —mencionó un alterado Chad.

—Soy una persona que siempre resuelve, mi querido hermano. ¡Venga síganme! Tendremos pijamada en casa de Alfie.

Chad y Sam comenzaron a seguirle el trajín a Mindy.
—¿En serio? ¿De ese chico?

—¿Tenemos a alguien más que pueda apoyarnos? No quiero dormir bajo un puente o decirle a Kirby que nos preste una celda para los tres.

—Pudimos haber llamado a Gale —dijo Sam.

—¡Error! —sostuvo Mindy, haciendo una "x" con sus dedos —. Es una invitación para que Ghostface nos mate. Y todavía no me quiero morir. Tengo mucho que hacer antes de eso.

Para Chad le pareció curioso que Sam sugiriera quedarse con Gale. Lo más probable es que ella tenga a Sidney en buen recaudo.
Comenzaba a caer la tarde y la temperatura bajó. Mindy maldijo no haber traído abrigo mientras seguía los pasos de Erin, quién lideraba el camino. Tenía un caminar bastante atractivo, a pesar de ser una chica de pequeña estatura. Probablemente era igual o un poco más alta que la propia Tara.
Al notar el comportamiento sospechoso de su hermana, Chad la jaloneó del brazo y le mencionó que no era momento de andar de coqueta. Tenían que encontrar a Tara primero.
—Sin pistas no podemos hacer mucho. Solo queda esperar.

Sam se espabiló al escuchar pronunciar el nombre de su hermana de la boca de sus amigos. Erin ralentizó el paso, pues ella al fin y al cabo también era de las más apegadas a Tara desde el día que ambas decidieran entrar a los extracurriculares del equipo de fútbol de la universidad. La pelinegra siempre había sido bastante agradable con ella, incluso Erin llegó a dudar de que esa atracción por la menor de las Carpenter era solo eso, mera atracción.
Adoraba verla con su energía tan pura y agradable. Sin embargo, días antes de su desaparición, Tara se estaba haciendo más distante. Más se apegaba a su amigo Alfie y a su propia hermana Sam. Por el momento, Erin mantenía a raya su postura frente a Sam. Parecía bastante inofensiva, como adormitada. Sabía que ella consumía medicamentos para menguar sus problemas psiquiátricos. Aquello hacia qué la voz de su conciencia le repitiera una y otra vez que no era bastante prudente llevar a la hija de Billy Loomis al apartamento de su mejor amigo y pasar la noche con ella en un mismo lugar.

—Necesito que Ghostface vuelva a llamar. Necesito hallarlo. Siento que Tara puede morir en cualquier instante, y todo por mi culpa...

Erin siguió guiando y de espaldas a grupo sugirió con una voz muy seria que probablemente los chicos jamás habían oído provenir de ella.
—No pidas eso, o ese psicópata puede aparecer...

Chad y Mindy no hicieron mucho caso al comentario de la castaña, pero las palabras quedaron resonando en la cabeza de Sam. Algo muy dentro de sí había despertado, haciendo que todo su cuerpo se tensara. Fue como una señal de alerta acerca de Erin.
—Chicos —dijo llamando a Chad y Mindy—. Creo que es más conveniente quedarnos en su apartamento...

Mindy rezongó confundida, arqueando una de sus cejas.
—¿En serio, Sam? No caminamos tanto para regresar donde estábamos. Además, es más peligroso quedarnos allá. Ghostface nos buscaría por allá obviamente.

—¿Qué sucede Sam? —preguntó Chad deteniéndose abruptamente.

—¿Confían en ella? —murmuró Sam en el oído de los hermanos—. Tengo una punzada que me dice que no vayamos a ese apartamento.

—¿Ahora tienes los poderes de Spiderman? —preguntó Mindy burlonamente —. No tengo otro plan en donde estar a salvo.

—No creo que Erin sea Ghostface, es bastante delicada y pequeña para la túnica. Además, era bastante apegada a Tara —aseguró Chad.
Era cierto, esas dos eran como uña y carne entre clases.

—¿Tanto así? —Sam juró haber oído el nombre de esa chica unas pocas veces de la boca de Tara—. Hasta donde yo sé, ellas solo eran compañeras de la universidad.

—Ellas ven casi todas las clases juntas, Tara pasaba las horas libres en la casona de la fraternidad, salíamos de noche a beber unas copas, entre muchas otras aventurillas por aquí y por allá —justificó Chad con la verdad en la boca pues él también fue partícipe de muchas de esas escapadas.

—¿Y de eso porque recién me estoy enterando en estos instantes?

—Quizá porque desde lo que pasó hace un año, le estabas dando más libertad a tu hermanita —mofó Mindy con una mano en la cintura.

Entonces Erin se detuvo y volteó ante el grupo de amigos. La decepción se dibujaba en su rostro y tenía los ojos vidriosos. Los tres chicos quedaron pasmados al verla así.
—Yo jamás sería capaz de hacerle daño a Tara... Quiero que regrese todo como era antes. La extraño...

Chad solo lanzó una mirada de "Te lo dije" y Mindy extendió la mano mostrándole a Sam lo que causó.
—¿Eso no es prueba suficiente?

Sam no rompió su seriedad al ver a Erin llorando.
—No. En lo absoluto.

—Pues créeme o no, te digo la completa verdad —dijo Erin prosiguiendo su camino.

Cuando llegaron al bloque de apartamentos, Erin todavía estaba en lágrimas. Alfie los recibió y se sorprendió al verla en ese estado. No logró preguntarle que había ocurrido pues ella solo se limitó a entrar sin saludar para recluirse en el lugar más apartado del pasillo. Alfie por medio de señas preguntó a los otros chicos, Chad fue quien respondió que ya le explicaban todo.
Entraron al sitio. Todo se mantenía en una pulcritud extenuante. No parecía el apartamento de un universitario promedio. Alfie, como todo buen amante de los videojuegos y la cultura japonesa, había adornado todo el lugar con montones de posters, figurillas y adornos de sus animes, películas y juegos preferidos. Chad adoraba visitar al gordito, siempre que iba encontraba una figurilla nueva.
—Siéntanse como en casa. Tengo botanas y refrescos. Aparté el sofá de la sala y puse ahí las bolsas para dormir, sábanas y almohadas para dormir todos juntos allí. Ya saben, para protegernos los unos a los otros.

Mindy fue la primera en acostarse en el puñado de almohadas. Chad la siguió sentándose en una bolsa de dormir y tomando una de las computadoras de Alfie para entrar en los foros de Stab por si había alguna pista nueva o algo que podría decirles del paradero de Tara. Erin estaba en el baño limpiándose las lágrimas y siendo consolado por Alfie. Sam observaba atentamente sus movimientos.
Ambas chicas se miraron fijamente. Los ojos de Erin observaban a Sam con desdén y desconfianza.
—Quiero encontrar a Tara viva, tanto como tú —sollozó Erin aferrándose a la camiseta de Alfie, quién era ligeramente más alto que ella, pero mucho más bajo que Sam—. Aunque no quieras, te ayudaré a encontrarla, aun cuando creas que yo soy Ghostface.

Alfie se sorprendió al oír eso. Confrontó a Sam ganándose la atención de Mindy y Chad en respuesta.
—Erin no es capaz de dañar ni un insecto. Jamás haría algo así.

Mindy, con las piernas cruzadas y el cuerpo hacia adelante, chupaba una paleta de dulce. Para contrarrestar la afirmación de Alfie, se la sacó de la boca y señaló a ambos con ella.
—Eso es lo que un cómplice diría...

Chad cerró la computadora para poner atención a la escena.

—Si desconfían tanto de nosotros, no debieron venir aquí en primer lugar —masculló Erin aguantando las ganas de volverse a desmoronar en lágrimas.

—Mantén a tus enemigos lo más cerca posible —sentenció la experta en slashers para volverse a meter la paleta en la boca.

—En estas instancias, Ghostface podría ser cualquiera —dijo Sam apoyándose contra la pared.

—Cierto —continuó Chad—. Puede ser la mejor amiga obsesionada con la hermana de la hija de Billy Loomis, la reportera en búsqueda de una jugosa historia para un nuevo libro...

—La policía que desea resolver el caso más importante de su vida —Mindy señaló a Alfie—. Quizá el amigo gordito perdidamente enamorado de la víctima que desea su amor a la fuerza...

—¡Oye, espera! ¡Yo no...!

—¿Podría ser un familiar fuera de sus cabales con ansias de sangre? —mencionó Erin mirando a Sam.

Las palabras de Erin resonaron en eco dentro de la mente de Sam. No entendió que iban dirigidas hacia ella. Recordó la discusión que sostuvo con su madre luego de decidieran irse de Woodsboro hacia Nueva York. El cómo su madre también decidiera mudarse a La Gran Manzana para garantizar el bienestar de Tara y poder alejarla de ella le produjo una arcada. No había considerado a su propia madre como una posible so sospechosa.

—A este punto, puede que incluso sea un completo extraño que haya comenzado un culto a Ghostface. Un psicópata obsesionado con la historia de Sam y Tara y todavía guarde el recuerdo de Gale y Sidney.

Mindy se desparramó sobre las almohadas.
—No debemos olvidar del interés amoroso. Esa es la vieja confiable —exclamó la chica señalando disimuladamente a Sam, refiriéndose a Danny—. Chad, si tu última opción es la cierta, estamos verdaderamente jodidos...

Chad notó como Sam estaba sumida en sus pensamientos. Algo no andaba bien. Ella había agarrado su teléfono celular y salió de la sala para hablar en privacidad.
Sam marcó a su madre. Necesitaba hablar con ella. Al primer timbrazo no obtuvo alguna respuesta. Al segundo tampoco. Iba a marcar por tercera vez cuando vio que le devolvió la llamada.

¿Sam?

¿Mamá?

¿Tienes noticias de Tara?

No, mamá. Nada.

Está bien. Y tú, ¿está todo bien?

Podría estar mejor mamá.

Me alegra. Notifícame si tienes noticias de Tara, ¿sí? Ando ocupada ahora.

Sam quiso tragarse las palabras amargas qué quería decirle a su madre. Unas cuantas no pudo guardárselas para dentro de sí.

Ocupada consumiendo, debo imaginar...

Hubo un breve silencio del otro lado del auricular. Su madre suspiró harta.

Sam. Me he mantenido limpia por bastante tiempo, pero...

Obviamente no ibas a poder aguantar. Como siempre, regresas al hoyo inmundo lleno de mierda. Está tan profundo que la has de tener en las narices.

¡Sam! Cállate. No sabes lo que sufro.

¡Claro que lo sé! ¡Tú me influenciaste a seguir ese camino! Lo que nos diferencia es que tú te sigues hundiendo y yo escaló cada día para salir de la mierda qué me rodea. Tara y yo lo hacemos para soportar el trauma, yo para dejar las drogas y dejar de tener mis pensamientos violentos. ¡Cada día me esfuerzo y parece que nadie lo nota!

Sin darse cuenta, Sam golpeó con toda la fuerza de su puño una mesa haciendo voltear unos portarretratos, causando qué Chad se levantara a ver si ella estaba bien.

Sam, no debí devolverte la llamada. Solo llámame si tienes noticias de Tara.

En realidad, mamá... Ese era el motivo de mi llamada. Quería que TÚ me digas si tienes noticias de Tara.

Chad se tensó al darse cuenta de lo que Sam insinuaba a su madre. Miró a Mindy quien no daba crédito a la nueva teoría.
—Me rindo, esto es un maldito revoltijo...

No digas estupideces Sam. Yo no secuestraría a Tara.

No sé, mamá. Tus acciones también son algo irregulares a veces.

¿No será que buscas echarles la culpa a otros para expiar tus propios demonios? La policía pronto descubrirá la verdad. Te internarán en un psiquiátrico, donde verdaderamente perteneces.

Para que tu puedas vivir con Tara y no sea una molestia para ti...

Cree lo que quieras. No me importa. Pero yo, a diferencia de ti, no tengo las manos manchadas de sangre.

Tengo que comprobar eso... Adiós mamá.

Y colgó la llamada apretando el celular en su mano. Miró a Chad sin levantar la cabeza y él se mantuvo cauteloso al notar el enojo que despedía.
—No había pensado que ella también pueda estar tratando de borrarme del mapa.

—Deberías decirle a Kirby.

—No todavía no. Tengo que saber para qué lado está jugando Kirby primero —señaló a Erin y a Alfie—. Espero poder confiar en ustedes. Es algo que pierdo cada vez más rápido. Pero necesito en alguien en quien confiar o siento que enloqueceré.

Alfie aceptó de inmediato. Erin, cruzada de brazos, dudó en hacerlo.
—Si tú decides confiar en mí, es tu problema. Sin embargo, yo no confío en ti.

Sam no respondió. Regresó a la pantalla de su celular. Buscó en el registro de llamadas el número del cual Ghostface la misma noche que asesinaron al Dr. Kobach. Chad intentó detenerla. Era la primera que se atrevía a devolverle la llamada a Ghostface. Como era de esperarse, el teléfono se marcó como inexistente. Ghostface no era idiota. Probablemente haya usado un teléfono descartable para ejecutar esa llamada y se deshizo del aparato luego de eso.

—¡Quiero una maldita pista! ¡Ahora decides ocultarte, psicópata! —Sam golpeó repetidamente la mesa y accidentalmente rompió un adorno de vidrio en forma de cisne que estaba entre los portarretratos. La mano le quedó cubierta con las esquirlas del vidrio y sangre brotaba de los cortes. Sin embargo, Sam solo se desahogó llorando en los brazos de Chad.

El chico la abrazó y también comenzó a llorar. Mindy se levantó para unirse al duelo de sus amigos. Los cuatrivivientes no eran los cuatrivivientes sin el integrante de menor edad. Lloraron desconsoladamente, fundidos en un abrazo.
—¡Tara! —gritó de forma lastimera Sam, causando que todos en la habitación se tensaran.

Alfie y Erin eran solo unos espectadores de la desgarradora escena de duelo. Las lágrimas de Erin parecían insignificantes al lado del dolor frente a ellos y Alfie no supo cómo reaccionar. Solo agachó la cabeza de manera respetuosa y agarró la mano de su amiga.

Nadie iba a conciliar el sueño dicha noche...

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