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Fantasmas errantes

El turno de la tarde estaba próximo a terminar. Sin embargo, había escasa luz que entraba por las ventanas del dinner, producto de la temporada otoñal de la zona norte. Los trabajadores estaban dejando todo limpio en sus estaciones. Lucinda Bale dejaba la caja registradora vacía y contaba lo ganado por el día. Gus Thompson limpiaba los utensilios de cocina y veía de reojo a la nueva trabajadora del dinner, que recientemente había llegado hace apenas unos meses al pueblo. Se hacía llamar Kirby Johnson, una chica pequeña, cabellera color negro con azul muy larga y las mejillas bañadas en pequeñas y tiernas pecas. Era bastante misteriosa, siempre se mantenía distante de los demás en un inicio, aunque poco a poco Kirby fue abriéndose con los miembros del dinner.

Gus dejó sus espátulas recién secas en su sitio y fue a ayudar a Kirby, quien dejaba las mesas limpias y arregladas. Le llamaba bastante la atención su físico y lo misteriosa que era. Tenía una pinta latina tal como le gustaba. Quería conocerla más, enamorarla y volverla su compañera. Gus con su creciente confianza en sí mismo, quería llevarse el crédito de conquistar a una chica tan hermosa como ella. Se acercó a Kirby y, agarrando su bote de desinfectante, limpió la mesa contigua a la que ella limpiaba.

—Un día duro, ¿no es así?

La chica no giró la cabeza para contestarle, solo lo miró de reojo y siguió con su trabajo apresurando el paso.
—Pues sí lo fue...

—No puedo creer que haya hecho hoy una orden de doce hamburguesas en menos de quince minutos. Lo considero una verdadera hazaña —Gus notó el tono de indiferencia de ella por lo que se mostró amigable y deseoso de seguir la conversación—. Y me sorprende como pudiste manejar a ese par de ebrios ayer por la noche. No sé dónde encontraste tanta paciencia para manejarlo.

La chica sonrió un poco sin verlo al chico. Si tan solo él supiera de lo que ella había pasado hace apenas unos meses. No sólo eso, lo que había sido de su vida cuando apareció el personaje de la máscara fantasmal blanca.
—No lo sé, sólo me supe controlar... —respondió Kirby.

—Eres bastante callada —dijo Gus con algarabía e interponiéndose en el paso de ella—. ¿Te parece hacer algo este fin de semana?

Ella se quitó de su camino y prosiguió a enjuagar el trapo de cocina.
—No creo poder. Ando algo ocupada...

—¡Venga, vamos! Conozco unos lugares excelentes donde podemos tomar algo y charlar. O si mejor prefieres hacer algo en grupo, podemos ir con los chicos del dinner —dijo dirigiéndose a Lucinda, quien sonrió en respuesta—. Podemos ir a bailar en la discoteca o si es plan tranquilo, podemos ir al cine.

La chica de la registradora bufó luego de que le fallaran los cálculos al haberse distraído por las palabras del muchacho.
—Yo me apunto al plan tranquilo. Estoy cansada de las salidas a bailar. Puro borracho y abusivo hay en esas fiestas. ¿Qué película hay en la taquilla ahora?

—Pues a mí me recomendaron ver el reboot que le han hecho a Stab. Dicen que es la mejor película de toda la saga —dijo el chico bastante entusiasmado—. Y eso que todas las películas que han sacado resultaron ser una tremenda porquería. Probablemente ésta sea la última que saquen. Ya no pueden sacar una buena trama ni dosis de muertes y sangre. La saga está casi muerta.

—Hace años esa saga debería estar muerta, Gus. ¿Todavía le tienes fe a esas películas estúpidas de asesinos enmascarados? —replicó Lucinda meneando la cabeza en decepción—. No existen películas de horror más malas que esas.

Riéndose por la actitud de su compañera, Gus se devolvió a Kirby, quien continuaba limpiando con la mirada perdida frente a ella.
—¿Qué me dices tú, Kirby? ¿Cuál es tu película de miedo favorita?

Ella terminó de limpiar de golpe y tiró el trapo contra su cubeta. Una sonrisa sarcástica se dibujaba en su boca. Entonces, se giró hacia él fingiendo amabilidad agridulce, sus ojos cansados y ojerosos, ocultando la verdad de su vida anterior y lo que la saga de Stab en realidad significaba para ella.
—The babadook... Me gusta el terror elevado e intelectual. Además, concuerdo con Lucinda. Las películas de Stab son una mierda y hace muchos años debieron morir. Lo siento, pero estoy ocupada...

Entonces levantó todas sus cosas y salió a la cocina a dejar todo limpio por allá. Gus quedó perplejo en su sitio ante la pesada aura que la chica desprendía. Ya no insistió más. Lucinda sonreía burlona a sus espaldas ante su rechazo. Para que aprenda que no todas las chicas se morirían por él como él creía. La peli azul agarró su bolso y se colocó sus dos capas de abrigo para poder soportar el frío invernal de afuera. Antes de colocarse las orejeras y capucha para salir, se dirigió una última vez al coqueto joven:
—Y no veas esa película de Stab. Me dijeron que es la peor de todas y la que cavó su tumba. Mejor ahorra tu dinero.

Sonriendo, salió del dinner a la calle, donde pocos autos transitaban por la pesada capa de nieve en la ciudad de Wasilla, Alaska. Los árboles tenían su característico color ocre que resaltaba con el tono blanco de los nevados en las lejanías. Las pintorescas casitas llevaban decoraciones típicas de la época otoñal y ya estaban desempolvando los adornos de Halloween.
La chica comenzó a caminar con las manos en los bolsillos, aguantando el clima boreal de la zona. Llevaba en la ciudad ya unos meses y recién había podido conseguir trabajo con su nueva identidad. Estuvo un tiempo adaptándose a lo que sería su nueva identidad y siguiendo las recomendaciones dadas por la reportera Gale Weathers por medio de correspondencia y mensajes cifrados. Ella, su hermana mayor y su novio tuvieron que cambiarse sus nombres, su historia y su parentesco para poder escapar a la lejana Alaska de la poblada ciudad de Nueva York luego de todo lo que les ocurrió hace unos cuantos meses atrás.
Debían llevar un perfil bajo y no dirigirse entre ellos con sus antiguos nombres, la situación más complicada para sobrellevar. Eso a Tara le entristecía. Cuando aceptó el plan de Gale y accedió a cambiar su identidad y apariencia, eligió el nombre de esa gran agente que la había ayudado en más de una ocasión y ahora ya no estaba en este mundo. Todavía sentía algo de culpa que, por su ingenuidad, Kirby Reede estuviese muerta. Quería hacerle honores post mortem a la exagente del FBI.

Por otro sector de la pequeña y nevada ciudad, Sam Carpenter, ahora conocida como Olivia Lucas, mejor amiga de Kirby Johnson, practicaba boxeo en un gimnasio del sector junto a su entrenador. Aquel deporte liberaba su lado más salvaje y descontrolado y la mantenía a raya. Desde que había comenzado a practicarlo, por recomendación de Boris Higgins, su compañero de trabajo en la tienda de repuestos para máquinas agrícolas, sus visiones y lagunas mentales habían casi desaparecido por completo. A diferencia de Tara, Sam se había acoplado más fácilmente a su nuevo medio y socializaba con más facilidad. También había cambiado su apariencia incluso más intensamente que su hermana menor: se había rapado al ras su larga cabellera y se la había teñido de rubio brillante. Se había hecho un gran piercing en su nariz y usaba delineador marcado casi todo el tiempo, teniendo un aspecto de chica ruda.

Levantando sus puños frente a su coach, Raúl, lanzaba ganchos repetidos hasta cansarse por completo. Su jornada en el gimnasio había culminado y estaba agotada. Salió por una ducha caliente para regresar a su casa. Esperaba llegar antes que Tara y Chad, quien ahora estaba bajo el nombre de Travis Pulley.
Agotada de su jornada laboral y del gimnasio, Sam salió del sitio y se percató de las decoraciones de Halloween de las casas. Había esqueletos, zombis y gatos negros colocados en los jardines y luminarias de la pequeña ciudad de menos de dos mil habitantes, muy contraria a la multitudinaria Gran Manzana.

Tenía un aire similar al de Woodsboro, solo que se le sumaba el cortante frío polar y los enormes nevados a sus espaldas. Además de que en ese pueblo por su situación geográfica podía tener días o noches perennes. Como estaban en otoño, la noche reinaba en casi todas las veinticuatro horas del día, dándole una postal más pesadillezca al sitio si lo ponemos en el contexto por el cual el grupo había pasado.
La nieve crujía bajo sus pesados zapatos. Tenía una ligera corazonada de que alguien la seguía. Aunque era algo habitual, nada podía quitarle esa paranoia. Ese era el rezago de haber sufrido todo lo que ella había pasado. Siguió caminando y esa sensación le persiguió todo el camino, hasta llegar a una casa algo maltrecha donde pudo divisar unas figuras de Halloween como zombis y, entre todas ellas, la túnica de Ghostface se alzaba en medio del jardín.
Sam había agarrado su bolso en búsqueda de su táser y su llavero de puntas de protección por si acaso y se acercó sigilosamente a la figura.
La palpó para cerciorarse que solo era la túnica y no una persona real y pudo por fin respirar tranquila. Se alejó de allí no sin antes regresar a mirar atrás a la túnica que se agitaba con el viento y nieve.

Como esperaba, llegó antes de que Tara y Chad lo hicieran. Dejó su bolsa en el sillón y corrió a armarse algo de comer por lo famélica que se sentía. El silencio la reconfortaba. No había sentido tanta paz desde hace ya mucho tiempo. Eso era lo que Sam necesitaba: un borrón y cuenta nueva. Aunque fue difícil en un inicio aceptarlo, ella y Tara pudieron sobrellevarlo. Chad tuvo más problemas al inicio al tener que desaparecer de la vida de sus padres así sin más. Sin embargo, aceptó no sólo por su propio bienestar sino también de sus propios padres. Sabía que los pondría en peligro si un nuevo Ghostface comenzará a acechar.
Luego de lo que ocurrió con Amanda y el poderoso foro de Stab, sabían que ese no sería el único en toda la Internet ni tampoco la única psicópata tras las pantallas. Los tres chicos debían de desaparecer de inmediato. A pesar de que la prensa los dio por fallecidos en el incendio, los rumores en Internet se dividieron.
Algunos decidieron que se habían unido al culto a Ghostface y actualmente lideraban dicho culto, otros mencionan que están encerrados en una institución psiquiátrica bajo observación y otros simplemente los aceptan muertos.
Solo una cosa era cierta: Sam Carpenter, Tara Carpenter y Chad Meeks-Martin habían desaparecido de repente.

Gale Weathers fue la que movía los hilos tras todo. Ella contrató a los federales e hizo todo el trámite para hacerlos desaparecer. No preguntaron donde había conseguido tal información, pero Chad aseguraba que todo quizá era un plan previo de la propia Kirby para ponerlos a salvo de un nuevo ataque de Ghostface. Aun así, debían de ser bastante cautelosos con su accionar, pues cualquier cosa podría delatarlos y revelar su ubicación. Hasta ese momento, ellos eran tres desconocidos recién llegados a esa pequeña ciudad en medio de la recóndita y helada Alaska.

La cabaña donde se quedaban era bastante acogedora. Además, tenía un detalle bastante interesante: no poseía línea fija. Sólo podían comunicarse por teléfono móvil.
Mientras Sam preparaba unos rollos de canela en el horno para los chicos, esperaba la llamada de Boris quien mencionaba que se iba a comprar una línea nueva luego de haber perdido su teléfono al quedársele olvidado en un taxi. Sin embargo, Sam había optado como manera de evitar problemas y burlar las llamadas de algún idiota que lograra dar con su número, de no contestar y dejar que toda llamada que entrase se fuera a buzón para después revisar. Hasta ese momento jamás había escuchado la voz de Ghostface en su buzón. Sin embargo, cuando reprodujo la contestadora, su mayor miedo se hizo realidad:

Yo sé quién eres en realidad...

Era la voz espeluznante y artificial de quien ella más temía.

Sam Carpenter... Tu verdadero nombre...

Sam sentía que alguien la vigilaba por la ventana desde afuera y su paranoia fue creciendo cada vez más. Fue hacia la cocina a agarrar uno de los cuchillos, no había podido conseguir un arma de fuego para su protección todavía. No tenían el dinero suficiente para eso. Además, la falsa sensación de seguridad que le causaba el pueblo le había disuadido dicha idea.
Un potente golpe a la puerta de madera la hizo sobresaltar. Se acercó sigilosamente a la puerta y la abrió de solo para encontrarse a Tara algo avergonzada al haberse olvidado de sus llaves y no poder entrar por su cuenta.
—¡¿En serio?! ¡No pudiste darme un mayor susto, Tara! —masculló Sam relajando el cuerpo por completo.

—Perdóname. ¡No volverá a pasar! ¡Se me quedaron las llaves en mi otro bolso!

—Más te vale... —la mirada de Sam de volcó a dos chicos jóvenes que se acercaron a la cabaña, uno de ellos cargaba un rifle en la espalda. Parecía que venían de una jornada de cacería, pues el del rifle cargaba unas colas de mapaches atadas en su cinturón.

Parecían perdidos. La cabaña donde se quedaban era bastante lejos de la ciudad, metida en medio del denso bosque boreal. Si pusiéramos en otro contexto, esa casa es el escenario perfecto para el desarrollo de una película de horror.

Los dos muchachos se acercaron al pórtico y las chicas se sorprendieron mucho al ver la tranquilidad con que ellos las interceptaron.
—Buenas tardes, señoritas. Por si acaso ¿pudieran ayudarnos con algo de comer para pasar la noche? Nos hemos perdido un poco entre tanto árbol y a la camioneta de mi compañero Hugo se le pinchó una llanta. No sé si sea mucha la molestia.

En un principio, Sam se mantuvo algo reacia a aceptar la propuesta, pero sabía que aquello podría levantar sospechas en el pueblo así que aceptó y los dejó pasar.
—¡Pues claro! Tengo unos rollos de canela en el horno. Y puedo brindarles unas latas de frijoles para que se lleven.

—No sabe lo mucho que le agradecemos su amabilidad, señorita... —el chico alargó la frase para que le dijera su nombre.

—Olivia —respondió Sam algo temblorosa—. Y ella es mi mejor amiga Kirby.

—Un placer conocerlas —mencionó el mayor de ambos, fornido y con una sonrisa amplia—. Me llamó Peter y mi compañero es Julian. Andábamos cazando mapaches por sus pieles. Mi hermana hace unas orejeras de su piel divinas. Les enviaré un par a ambas en agradecimiento.

—Le agradecemos mucho el gesto —habló Tara en falsa sonrisa ante la repentina amabilidad de Sam. Ella notó como Sam escondía el cuchillo entre su ropa y se tensó en el sitio. Algo raro ocurría—. Vengan pasen por aquí.

Las dos hermanas fueron hasta la cocina y dejaron a los hombres en la sala. Peter era más bajo y fornido y Julian, quien andaba con el rifle a hombro, observaba atento la madera de la acogedora cabaña. Ambos no parecían pasar de los treinta años.
Sam y Tara se mostraron tensas por su presencia mientras fingían servir el postre para dichos hombres.
—¡¿Por qué cargaba un cuchillo?! —susurró una alterada Tara mientras buscaba las latas de frijoles.

—Recibí un mensaje de voz de alguien con la voz de Ghostface unos minutos antes de que tú y ellos llegaran. Además, no sé si ellos oyeron nuestra conversación previa...

—¿Dices que ellos oyeron nuestros nombres? ...

—No lo sé, Tara...

Ambas hermanas se miraron preocupadas y volvieron a ver a los dos cazadores. Parecían dos amigos inocentes que venían de su jornada de cacería y pues tuvieron un poco de mala suerte. Sam se mantenía impasible y Tara sólo con verla, sabía lo que eso significaba. Tenían que proteger su bienestar y su secreto a pesar de todo. Sam sin pensarlo, agarró el cuchillo de cocina, lista para atacar. Fue frenada por Tara, quien la convenció del beneficio de la duda y siguió sirviendo los rollos para llevarle a los chicos.

—Que amables son ustedes. ¿Recién se mudaron a Wasilla? —habló Peter con un rollo ya en la boca.

—No. Ya tenemos algunos meses por aquí —respondió Tara acomodando el charol en la mesita de centro de sala.

—No las hemos visto en la plaza —habló esta vez Julian viendo a ambas chicas a la vez.

—No salimos mucho. Hace bastante frío.

—Se nota que son nuevas aquí. Nosotros estamos acostumbrados a estas heladas. El clima de ahora está agradable en comparación con las heladas de otros años —reclamó Peter jactándose de su poder de aguantar el clima frío.

Julian se quitó el rifle de su espalda y comenzó a limpiarlo frente a ella.

—Ni que lo diga... —respondió Tara con nerviosismo. Algo no andaba bien del todo...

Entonces, Peter sacó su teléfono celular del bolsillo y comenzó a andar en él con un dulce en la boca.

—Estos rollitos de canela están espectaculares, Sam...

Aquello dejó perplejas a ambas y eso fue lo que desencadenó el posterior caos.
Julian cargó el arma y la alzó con el cañón apuntado a Tara. Le ordenó que se ponga junto a Sam frente al mesón de la cocina. Mientras tanto, Peter grababa con su teléfono.
—¡Esto es grandioso! ¡Sabía que ellas no estaban muertas! ¡Se estaban escondiendo como sucias ratas en el lugar más recóndito del mundo esperando que nadie las encontrara! Tuve mis dudas en un inicio, pero aquí están: ¡las hermanas Carpenter!

Su monólogo lo exclamó acercando la cámara del teléfono a los rostros de las chicas y molestándolas por su nuevo aspecto. En especial a Tara por su cabello de color pitufo y Sam por su aspecto de chica ruda.
—No iban a engañar a nadie, ¿saben? —mofó Peter tomando el último rollo de canela y metiéndose en la boca—. Tan ingenuas ambas. Por eso nunca puedes librarse de Ghostface. Siempre él las perseguirá y nosotros los fans tendremos material para películas.

A sus espaldas, Julian comenzaba a marearse de repente, flanqueando en su puntería. Sin embargo, eso solo fue notado por ambas hermanas, más no por Peter que continuaba extasiado por su hallazgo.
—La saga de Stab no morirá. Podremos no considerar el fin de esta última película como no canon, pues no está llevando la cronología real. Sus protagonistas no murieron, están vivas y huyendo de su propio destino. Siempre siendo presas de su pasado —mencionó él mientras se acercaba peligrosamente a Sam—. No puedes escapar de lo que en realidad eres, mi querida Sam: una asesina. Te corre por las venas...

Pensando que su compañero lo protegería, Peter se acercó hasta Sam para encararla. No se esperaba que Sam lo apuñalase en el vientre de repente y lo lanzaría contra su compañero armado, quien no pudo reaccionar por los efectos del envenenamiento que tenía.
Tara y Sam habían decidido probar suerte y la menor hecho matarratas en sólo uno de los postres que tenía sobre el charol, más no los que les había ofrecido a los hombres. Le había tocado a Julian para su suerte.

Entonces ambas hermanas aprovecharon para correr al sótano siendo perseguidas por Julian. Apuntó y disparó destruyendo el umbral de una puerta. Siguió hasta el sitio y el peso de arma y la oscuridad lo hicieron caer. Se levantó al ver a Tara indefensa frente a él. Agarró su rifle y apuntó hacia la cabeza de la chica.
—¡Hasta aquí llegaste, asesina! ¡Mataron a Peter! ¡Pagarán por esto!

Cuando se disponía a dispararle, fue recibido por un profundo golpe en el cráneo dado con una almádena el cual resonó con un crujido estrepitoso de sus huesos rompiéndose. El hombre cayó al suelo y vio a su verduga: Sam Carpenter, con el martillo enorme alzando sobre su cabeza para darle un segundo golpe. La sangre y materia gris salpicó con fuerza en las paredes y se oía un leve quejido de vida del sujeto moribundo. Un tercer golpe acabó con el hombre y cubrió de sangre a Sam y a Tara. Satisfecha con su obra, Sam le tendió el martillo a Tara quien subió las escaleras cargando la pesada arma en sus hombros.

Al subir, Peter aguantaba el sangrado fulminante en su vientre. Estaba inmovilizado, pues el golpe de Sam había sido contundente. El hombre contempló con horror como una Tara cubierta de sangre se acercó con el enorme martillo en sus hombros, pero sólo fue para quitarle el teléfono de las manos. Una sonrisa malévola se dibujaba en su rostro.
—Tranquilo, a mí no es a quien debes temer...

Rio levemente ante la novatada que acababa de presenciar. Se alejó hacia el patio trasero y cerró la puerta trasera tras de sí.
Apareciendo por la puerta que conducía al sótano, Sam Carpenter aparecía cargando el pesado rifle en sus manos. Estaba aún más cubierta de sangre que su hermana, comprobando que ella había perpetuado el ataque.
El hombre chilló de horror al verla y suplicó por su vida. Dijo que él sólo era un amante de la saga y que todo era un maldito malentendido.

—Viniste confiado por tener esta enorme arma y un aliado contigo —replicó Sam sonriendo, dejando ver su lado más psicótico a relucir—. ¿Pensaste que con algo así y unos mensajitos usando una aplicación barata que imita la voz de Ghostface ibas a intimidarme? No sabes con quien te metiste. Y ahora te toca pagar las consecuencias...

—¡Espera! ¡No por favor!

—¡Querías mostrarle al mundo mi identidad! ¡Querías quitarme mi paz y la de mi familia!

—¡Por favor! ¡Lo siento! ¡No me dispares!

Sam soltó una carcajada ante la patética escena frente a ella. Dejó el arma de lado y el hombre apuñalado se relajó un poco.
—¡Gracias! ¡No volveré a molestarte! ¡No revelaré tu secreto a nadie! ¡Podrás seguir aquí todo lo que quieras! ¡No diré nada, lo juro!

Sam caminó lento para agarrar otro cuchillo de cocina.
—¿Quién dijo que te iba a disparar?

El hombre se arrastró dejando un largo rastro de sangre, en un intento de alejarse de Sam y acercarse hasta la puerta principal.

—¿Sabes? Igual pensé en matarte. No sabía si habías escuchado el nombre de Tara durante la conversación previa que manteníamos antes de que te acercaras. Así que te agradezco que no haya tenido que tomar esa decisión y tú mismo hayas saldado tu destino —se acercó hasta el hombre hasta tenerlo a sus pies—. Me vas a hacer recordar viejos tiempos...

Allí le asestó la primera puñalada. El hombre chilló de dolor y pidió misericordia.

La puerta de repente se abrió. Sam y Peter levantaron la mirada y el hombre aulló de auxilio al hombre parado en la puerta. Tenía puesto un pasamontañas para protegerse del frío y no podía verse sus facciones.
—¡Ayúdeme por favor! ¡Llame a la policía! ¡Sálveme!

Entonces el chico se quitó el pasamontañas revelando su identidad. Sam sonrió al ver a Chad, el novio de su hermana y fiel amigo suyo, contemplando la escena pesadillezca frente a él. Chad sólo suspiró y no dijo nada. Sin embargo, Sam no necesitó que él pronuncie palabras para entenderle.
—Tara está en el patio trasero. Ella te explicará todo.

Chad entonces vio al hombre moribundo a los pies de Sam y entonces Peter entendió que él no iba a ayudarle y aceptó su destino. El chico accionó un reproductor de música que estaba en una repisa cercana a la puerta y colocó música a todo volumen para maquillar los gritos de la víctima de Sam. Bajo el riff de Call me de Blondie, Chad cerró lentamente la puerta y dejó al hombre a merced de la locura y el cuchillo de Sam.

El chico oía una mezcla de gritos y la canción de fondo mientras evadía de un salto la valla del jardín trasero para buscar a Tara. La encontró colocando el teléfono de la víctima sobre un tronco y sosteniendo una almádena con dificultad. Corrió hasta ella y la recibió con un abrazo. Estaba cubierta de sangre y no preguntó por esos detalles. La peli-azul le comentó lo que sucedió con esos hombres y le dijo que querían exponer su verdadera identidad. Chad comprendió inmediatamente y besó la cabeza de Tara tiernamente y se ofreció para destruir el teléfono, tratando de quitarle el martillo a su novia.
Sin embargo, la chica lo alejó y alzó el martillo para tirarlo con fuerza sobre el aparato rompiéndolo en miles de pedazos envueltos en una nube de humo.
—Soy más fuerte de lo que crees, Chad...

—Lo sé, Tara. Lo sé...

A sus espaldas, el rechinido de la puerta los alertó a ambos haciéndolos voltear. Sam estaba parada en el umbral, bañada casi en su totalidad de sangre y respiraba agitadamente. Esbozaba una media sonrisa cansada y alegre.
—Creo que necesito una ducha...

—Creo que sí —se burló Tara tirando el martillo de lado y abrazando el cuello de Chad.

Los tres solo rieron al unísono. La pareja solo se fundió en un beso y Sam entró a la cabaña a darse la ducha caliente que tanto merecía...

Suena Mother's Daughter de Miley Cyrus (en la multimedia de este capítulo se encuentra) y aparece el logo de Scream 7 y comienzan las créditos...

Y así damas y caballeros, damos por terminado este pequeño fic de Scream 7. ¿Qué opinan de este final? ¿Les hice justicia a Sam, Tara y Chad? Creo que han pasado por mucho, merecen paz.
Bueno, este es el apartado para que me den su más sincera opinión sobre todo lo que han leído de este fic.
Desde ahora, este Fanfic entrará a proceso de revisión en español para ser traducido al idioma inglés. Quiero que más fans de la saga conozcan esta historia que sigue a los protagonistas del reboot de la saga, cosa que no harán para la siguiente entrega de Scream.
Mi sueño es que este fic se haga tan conocido en el fandom que pueda llegar hasta los actores y/o productores de la saga. Por eso también espero publicarlo próximamente en idioma inglés. ¿Quién sabe que podría pasar? No pierdo la esperanza.

Si alguien puede ayudarme con una traducción o corrección al idioma inglés, les estaré muy agradecida. Actualmente estoy haciéndolo yo misma, pero una segunda revisión me iría de perlas.

Finalmente, le agradezco a esos fieles lectores que me han apoyado con votos, comentarios. Y a esos lectores fantasma que por ahí me leen, ¡también gracias!
¡Espero de corazón que este Fanfic haya sido de su agrado!

Psdt. Quizá tenga una sorpresa antes de acabar con este fic. ¿Otro capítulo extra? ¿Alguna otra noticia? Ya veremos jejeje.

Nuevamente, espero hayas disfrutado la lectura.

Con mucho amor, Jo.

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