Falacias
Sam agradecía haber ganado terreno de Amanda. Sus heridas le estaban cobrando factura. Tanto así, que cayó de bruces debido a una alcantarilla levantada. El pánico le inundó, pero no oyó nada detrás suyo lo que la desconcertó por unos instantes.
A varios metros atrás, Sidney buscaba el rastro de ambas mujeres. El arma la mantenía levantada y la calle parecía hacerse infinita a sus espaldas. El silencio era tan espectral que Sidney ya no oía los pasos corriendo de ellas y se mantuvo quieta lista para atacar.
No podía desperdiciar las balas, tenía que dar un balazo mortal. Se mantenía intranquila, mientras continuaba avanzando por la gran calle. A lo lejos, divisaba el parque principal de Blackmore.
Un agudo dolor en la espalda la hizo reaccionar dando un cachazo a Ghostface con su arma. Amanda la había apuñalado varias veces sin que la oyera llegar. El cachazo hizo que su agresora se agarrara la cabeza. Sidney aprovechó para descargar sus dos únicas balas en ella, fallando en un tiro. El efectivo se alojó en el hombro de la rubia haciéndola gemir del dolor. Sidney se retorcía por sus enormes heridas y, cuando Amanda se disponía a acabarla de una maldita vez, oyó otro gemido de dolor proveniente de muy cerca y vio como Sam Carpenter se alejaba trastabillando hacia el parque. Amanda vio sus dos opciones: rematar a una Sidney Prescott herida de muerte, o acabar con las hermanas Carpenter. Confiada de su anterior ataque, dejó a Sidney a su suerte y decidió concentrarse en Sam. Su traición era algo que pesaba más que tener satisfechos a su culto, los cuales todos danzaban entre las llamas del infierno.
Sam llegó hasta el parque con Amanda pisándole los talones. No había rastro de Tara. Todo parecía normal, en el sitio. La pileta de dos niveles estaba encendida y despedía un agua tan cristalina que podías ver tu reflejo en ella.
Amanda hizo que Sam se desconcentrara al intentar asestarle una puñalada. Sam, con la tijera de podar se defendió inútilmente por varias ocasiones. La magnitud de las heridas de ambas era desproporcional y Sam estaba cada vez más indefensa. Eso Amanda lo sabía.
No sólo eso. Por primera vez, Sam Carpenter sintió que esa era una batalla que quizá ella no podría vencer. No sólo por la desventaja física. Estaba tan mentalmente cansada que sentía que su vista se oscurecía, puede también ser producto de la gran cantidad de sangre que había perdido hasta el momento.
—Sam, nos sabes lo mucho que me duele esto —comenzó Amanda cuidándose del filo de la tijera—. Si hubieras accedido a mi oferta no tendrías que pasar por esto. Fue una pésima decisión.
Sam, con el rabillo del ojo, alcanzó a visualizar el plan de Tara: había un grueso cable que salía de los arbustos hasta la pileta. La caja de mandó eléctrico no estaba muy lejos de la fuente y allí, Tara esperaba pacientemente el momento justo para bajar el interruptor y accionar su trampa. Entonces, dándose cuenta de que la única arma que poseía era la manipulación, decidió jugar con la desequilibrada mente de la rubia.
—¿Sabes algo? Tenías razón —dijo respirando con pesadez—. Soy una tonta de no haberme dado cuenta. Todo esto lo hiciste por mí y yo simplemente decidí no apreciarlo. No sabía lo importante que era yo para ti.
Amanda no creía lo que salía de su boca. Se mantenía reacia a creerle. Aun así, su corazón dio un vuelco. Eran justo las palabras que anhelaba que Sam dijera.
—No. No lo supiste apreciar. Aunque ya es demasiado tarde para arrepentirte...
Sam retrocedió hasta llegar al borde de la pileta. Ambas mujeres levantaban sus armas cortopunzantes, pero Amanda le gana en número con una extra. Tara, al ver que la acorralaban a Sam, decidió accionar haciendo ruido entre los arbustos para distraerla. Al Amanda voltear, Sam atacó con su tijera de podar dos veces, pero fue interrumpida por uno de los cuchillos enterrados en su vientre que la inmovilizó totalmente. Su enemiga entonces la tiró al agua de la pileta y dejó su otro cuchillo de lado en el borde para ella también entrar a continuar torturando a la pobre Sam.
Ella por su parte, se arrastró entre el agua de bajo nivel, tiñéndola de un profundo color granate a su alrededor. Admiraba con horror como la rubia se alzaba de pie frente a ella, en contraluz con las luminarias y el agua empapando su ropa y cabello.
—En otros contextos, esto me hubiera parecido excitante...
Entonces se abalanzó sobre el cuello de Sam y sumergió a la fuerza su cabeza en el agua. El agua más y más fue coloreándose de rojo y Sam gritaba entre el agua y agitaba sus brazos en su intento para que la soltara. Rasguñó la cara de Amanda en repetidas veces mientras continuaba tragando agua. La desesperación se apoderó de ella, a medida que el agua llenaba su garganta y el cloro del agua ardía en sus heridas. Amanda adoraba el espectáculo bajo sus manos.
—Es una pena que no podamos estar juntas, mi querida Sam. Si yo no te poseo, nadie más lo hará. Ni siquiera tu amada Tara. Ni siquiera vino a ayudarte. Esa pequeña zorra es tan egoísta que solo le importa salvarse a ella misma. Quería una vida normal como cualquier otra chica imbécil y sin cerebro que pisa esta universidad. Ya sabes, pasar horas de horas viendo un pizarrón, beber y consumir por las noches, acostarse con varios idiotas, que le rompan el corazón y la dignidad varias veces, entre otro millar de cosas. Patético para mí gusto. Sé que tú también piensas lo mismo Sam.
La dejó aspirar algo de aire para luego volverle a sumergir la cabeza en el agua.
—Es mejor para ella que tú nunca hubieses regresado a su vida. Tú la corrompiste con la sangre maldita de tu padre. Nunca debiste regresar a Woodsboro. Te hubieras hundido sola en tu destino y no arrastrar a la pobre Tara en esto...
Sacó la cabeza de Sam del agua una última vez. La pelinegra abrió la boca para inhalar una última bocanada de aire. Aguantaba un profundo sollozo, no se podría saber si era por lo cerca que estaba de morir o por el dolor que le causaba oír aquellas palabras. Amanda adoraba no sólo causar dolor físico como otros Ghostface a quien se haya enfrentado, el dolor psicológico era un factor que elevaba a valores estratosféricos la pelea. Nunca lo admitiría, pero Sam verdaderamente llegó a sentir un profundo terror hacia este Ghostface, no como los anteriores que había enfrentado. Resultaba divertido saber que era la versión actualizada de Stu Macher, el colega de asesinato de su propio padre...
—Sé que todo lo que te digo lo piensas diario. Todos los días de tu vida desde que esto —dijo refiriéndose a los ataques de Ghostface —, te comenzara a suceder. Te convenía seguir mi plan. Seguir tu destino. Desde que naciste estabas destinada a convertirte en Ghostface y lo ignoraste.
—No... —balbuceó Sam con el poco aire en sus pulmones.
—Incluso te ofrecí que vivas con Tara a salvo conmigo. Hubiéramos sido una gran familia.
De la furia que sentía, Sam olvidó su miedo y logró pronunciar la verdad.
—S-sé que, aunque haya aceptado irme contigo, h-hubieras matado a Tara de t-todas formas...
Amanda rió confiada y suspiró al final. Tenía una sonrisa desquiciada en el rostro, digna de un desequilibrio total.
—Pues, en efecto, tienes razón...
Volvió a sumergir la cabeza de Sam en el agua y esta vez ya no la sacaría hasta que dejara de retorcerse. Los últimos segundos con su semejante los disfrutaba con orgullo y un poco de locura disfrazada de falsa tristeza.
Poco a poco, los movimientos de Sam fueron volviéndose más ineficaces y lentos. Amanda miraba hacia arriba de forma despreocupada, sin imaginarse que detrás suyo, Tara aparecía con cuchillo en mano...
La chica atacó repetidamente su espalda ante la sorpresa de todos. Lo hizo con tal brutalidad que la sangre salpicó por todas partes y se mezcló con el agua de la pileta. Tara había agarrado el cuchillo que había dejado de lado para atacarla. Aquello había sido tan brutal que la ropa se le tiñó de rojo. La dejó sufrir por sus heridas y Tara corrió a sacar del agua a Sam.
A pesar de que su hermana era mucho más grande que ella y que el dolor de su propio cuerpo la mataba, Tara pudo arrastrar a Sam fuera del agua y se desesperó cuando vio que ella no respondía. La sacudía y sacudía para que reaccionara, pero nada servía. La pobre Tara sollozaba desconsolada y aún más cuando vio como la psicópata de Amanda se levantaba como un verdadero zombi ensangrentado entre el agua totalmente enrojecida por la sangre, con el cuchillo con el que la habían atacado sobre la cabeza de las hermanas y proclamando un espantoso grito para proceder a querer atacarlas.
Tara ya no podía huir más. Ni su cuerpo respondía ni tampoco iba a dejar a su hermana atrás. Abrazada al inconsciente cuerpo de Sam y en medio de las lágrimas, esperó el golpe final.
Un sonido espantoso sumado al flujo de la corriente eléctrica resonó en el sitio, con su característico chisporroteo. Amanda se había quedado en la misma posición solo que su rostro de locura había sido transpuesto por una mueca de dolor y sorpresa, a medida que decenas de voltios recorrían desde el cable saboteado, hasta cada espacio de su cuerpo. La corriente pasó por unos largos instantes hasta que, al fin, la corriente se detuvo y Amanda cayó inerte sobre el agua, sin aflojar el cuchillo en su mano. La mueca jamás se desdibujó de su rostro.
Tara, aguantando el paro cardíaco que casi sufrió, divisó a lo lejos, en la caja de mandos a Chad con la mano en el interruptor. Su rostro estaba impasible y a la vez aliviado. Había por fin acabado con el enemigo y corrió a ver a las hermanas.
No halló una buena escena. Tara sacudía y sacudía a Sam para que respondiera, cosa que no sucedía. Se aferraba de su ropa húmeda y ensangrentada dejando explotar su tristeza.
—¡Sam! ¡Por favor, no me hagas esto! ¡No me dejes así! ¡Por favor, respóndeme!
Chad entonces intervino y recordó su curso de primeros auxilios que tomó por obligación de su padre. Sabía que quizá se enfrentaría con una situación crítica luego de lo que le ocurrió a su hermano Randy. El chico agradeció profundamente la decisión de su padre.
—Recuesta a Sam horizontalmente, Tara —ordenó acuclillándose al nivel de ellas.
La chica entre sollozos acunó la cabeza de Sam en su regazo. Estaba destrozada verla así y se sentía enormemente culpable.
Chad entonces despejó sus vías respiratorias y se dispuso a darle respiración boca a boca. Tara despejaba los cabellos y limpiaba los rastros de aguasangre de su rostro.
El chico intentó una vez sin éxito. Lo volvió a intentar y nada. Tara desesperaba aún más.
Sin embargo, a la tercera obtuvo respuesta. Sam reaccionó con un sonido gutural en la garganta y expulsó con fuerza el agua cautiva en sus pulmones. Temblaba de shock y recibió un abrazo confortante de su hermana. Chad jadeaba satisfecho por haberla salvado y aguantaba las ganas de llorar al ver como Sam y Tara lloraban y temblaban abrazadas.
—C-creí que te había perdido, Sam —lloriqueó Tara aferrándose con fuerza al cuello de su hermana mayor.
—Aquí estoy, Tara —sollozó ella en respuesta con voz temblorosa—. Aquí estoy...
Los tres fueron sorprendidos al oír un salvaje gruñido cerca de ellos. La figura de Amanda se alzaba rumbo a atacarlo con el cuchillo en lo alto. De la sorpresa, los tres esperaron el golpe, Chad protegiendo a las hermanas con su cuerpo. Fueron salvados por un único disparo solitario que resonó en todo el sitio.
La bala perforó limpiamente el cráneo de Amanda y dio por terminado su amenaza. Cayó como un muñeco viejo frente a los tres chicos y, cuando regresaron a ver al autor del tiro, vieron a Gale sostener el arma humeante con firmeza. Sidney se hallaba apoyada en su hombro aguantando el insufrible dolor de sus heridas.
—Siempre tienes que dispararles en la cabeza... —declaró con voz firme.
—O siempre regresarán... —completó Sidney satisfecha por la acción de su amiga.
Los tres chicos en el suelo se fundieron en un cálido abrazo que duró varios minutos. Gale y Sidney los contemplaban con la mirada impasible y esperaron a que se separaran. Los tres se pusieron de pie y fueron hacia ellas, todos menos Tara, quien se dedicó a contemplar el cadáver de quien la había manipulado metiéndole mentiras en la cabeza y obligándole a cometer atrocidades. Vio como Chad y Sam las abrazaban. No se sentía digna de eso. Había herido a Gale, a Danny y a su propia hermana. Por su culpa, Kirby, Mindy y Danny y muchos más ahora estaban muertos.
La culpa le pesaba como el plomo en su corazón. No sabía que afrontar.
Sin embargo, el ruido del rastrillo de la pistola la regresó desde su psiquis y volteó para encontrarse con Gale apuntándole ahora a ella, ante la sorpresa de Sam y Chad.
La noche era bastante fría pero la sangre de Gale hervía de furia ante la traidora frente a su cañón.
Sidney defendió a su amiga de los dos chicos y el tiempo pareció transcurrir más lento...
—Tampoco podemos dejar a un Ghostface con vida... —dijo Gale sin quitarle los ojos de encima a Tara.
—Regla muy importante de este maldito juego —añadió Sidney ahora hacia Chad y Sam quien no creían lo que ellas hacían.
—¡Sidney, Gale, esperen un momento! —suplicó Sam entre lágrimas.
—¡No hagan esto! —Chad forzó su voz y se quebró.
—¡No tenemos elección! ¡Las reglas son las reglas!
—¡Al diablo con esas malditas reglas! ¡A Tara también la engañaron como a nosotros! —Sam temblaba del esfuerzo y del dolor—. ¡Ella solo quería protegerme!
—Claro, y el precio según ella eran las vidas de Sidney y la mía...
—¡No lo hagan!
Tara se mantenía quieta en su sitio. Había dejado de llorar, pero los rastros de sus lágrimas seguían inmersos en sus pómulos. Respiraba con dificultad y le era una odisea seguir en pie. ¿Acaso resultaba mejor rendirse y morir? Sería una excelente oportunidad de expiar sus pecados.
—Si consideran que matarme las liberará de todo, adelante. Háganlo... De todas formas, ya estoy muy cansada.
Tara sonrió para Chad y Sam. Entonces, su hermana sorpresivamente se interpuso en la línea de tiro de Gale antes de que ella accionara el gatillo.
—Quítate, Sam...
—No permitiré que dañes a Tara...
—Quítate... O te disparo...
Tara se acercó a Sam por la espalda e intentó empujarla fuera de la trayectoria de tiro. Le fue imposible pues Sam, al ser más pesada y estando firme en su decisión, no se movió un centímetro.
—¡Sam, lo entiendo! ¡Me lo merezco! ¡Merezco este castigo!
—No mereces este castigo, Tara... —murmuró Sam consolándola.
—¡Si lo merezco! —se sinceró la chica—. ¡Falsifiqué mi secuestro para atraer a Sidney, ataqué a Danny afuera de la estación, apuñalé por la espalda a Gale la noche pasada y soy parte de ese maldito culto de Ghostface!? ¡Por mi culpa Kirby, Danny y Mindy están muertos! ¡Soy tan culpable como los demás! ¡SAM, SI ME MEREZCO MORIR!
Sam quedó perpleja cuando mencionó lo de Danny y le dolió en el alma ver a su hermanita destrozarse así. La contempló desmoronarse por varios instantes para luego envolverla en un cálido abrazo y proteger su pequeño cuerpo con el suyo.
Aguantando las lágrimas que bajaban por sus mejillas, Sam dejó fluir las suyas.
—No eres la única que ha cometido errores y se ha manchado las manos con sangre, Tara...
—Pero tú lo hiciste por una buena razón, Sam.
—Y tú también, Tara...
Chad volvió a implorar a las amigas que las perdonaran.
—Ellas han pasado, por tanto, igual o peor que ustedes dos. ¿Quién mejor que ustedes, las supervivientes de Woodsboro para comprender la tragedia que las envuelve?
Sidney y Gale se miraron una a otra. En el fondo, Chad tenía razón. Por última vez, vieron la fiera mirada de Sam que protegía a su hermana menor con su cuerpo. Sabían que el mal las acecharía a ellas igual.
—Vine aquí a Nueva York abandonando a mi familia porque las considero a ustedes dos parte de ella. Tenía que protegerla —mencionó Sidney mientras bajaba el brazo de Gale para dejar de apuntarlas.
Gale quiso volver a alzar el brazo, pero Sidney negó con la cabeza. Aquello no era lo correcto.
—Quién mejor que ellas para comprender nuestro sufrimiento, Gale.
Eso fue lo que convenció a Gale para desistir de su idea en su totalidad. Colocó el seguro y arrojó el arma al suelo. Por fin, todo había terminado.
Chad corrió con una radiante sonrisa a abrazar a Sam y Tara otra vez, esta vez alzándolas en peso haciendo que se quejaran del dolor. El chico pidió disculpas por su tonta acción. Gale y Sidney también se acercaron.
—La policía viene en camino... —dijo Gale con firmeza.
—No sé cuál es la mejor historia para todo esto. Tú qué opinas, Gale. Tú sabes más de cómo se manejan las situaciones entre los medios y la prensa. Eres la mejor contadora de historia.
—Personalmente, creo que lo mejor sea que ustedes desaparezcan de verdad —dijo Gale muy segura—. Ya no como su viaje de Woodsboro a Nueva York. Debe ser a un lugar mucho más remoto.
Tara suspiró con desgano. Otra vez tenía que armar maletas. Sam notó su decepción, pero justo cuando iba a contradecir las palabras de Gale, la reportera se adelantó.
—Me aseguraré de que esta vez su historia tenga un final. Ya saben, para que nadie las moleste más.
—¿Escribirás otro libro?
—Ya no habrá más libros de mi parte. No voy a darles más material a esos psicópatas para que hagan más películas estúpidas de Stab. Ya han sido casi treinta años y montones de puñaladas de toda esta mierda.
—¿Entonces cuál es tu plan? —preguntó una intrigada Sam ante la mirada pícara de Gale.
En el fondo, se oyeron las sirenas de los bomberos y de la policía. No sólo eso, los motores de dos autos negros aproximándose a toda velocidad rugieron al estacionarse en la acera del parque.
Todos los presentes miraron sin entender nada a Gale.
—Digamos que no sólo llamé a emergencias. Además, no fui la única que ideó este plan...
El vidrio del primer auto negro descendió para mostrar a Luis López saludando desde la ventana. Tenía mejor aspecto, pues ya había recibido los primeros auxilios.
Entonces lo entendieron, aquellos eran autos federales de uso especial.
—Deben considerar que, si siguen mi plan, ya no habrá marcha atrás —aseguró Gale—. Es una decisión crucial.
Gale y Sidney entraron al auto donde se hallaba López mientras que los tres chicos fueron al de atrás. Sin embargo, Sam fue quien esta vez dudó en si hacerlo o no.
Tara, confundida, se detuvo en la puerta de auto.
—¿Vienes, Sam?
—Otra vez huiremos... ¿Es lo que quieres Tara?
—Si es lo que permitirá que tú y yo estemos juntas y en paz, es exactamente lo que quiero.
—¿Y tú idea de una vida normal?
—¿Quién tiene una vida normal en el siglo veintiuno?
Sam sonrió y Tara también.
—¡Hey! ¿Qué hay de mí? —replicó Chad desde dentro de auto.
Tara entró y le dio un beso apasionado en los labios.
—Yo quiero que tu vida esté en la mía, Chad.
—Lo mismo digo, Tara. Eres lo único que me queda y lo que más amo en este mundo...
Aquello acongojó a la pelinegra. Acariciando los rizado cabellos de su pareja, volvió a depositar un dulce y tierno beso en sus labios.
Desde la puerta del auto, Sam volteaba los ojos ante la melosa acción de los chicos.
—¿Ya terminaron de hacer eso? Quiero entrar al auto y que me quiten este dolor del infierno que siento.
Todos rieron y le dieron espacio a Sam. Las hermanas se tomaron de las manos y se dieron una última mirada de apoyo, indicando que todo estaría bien. Ambas confiaban plenamente en la otra y se complementaban. Quién diría que un psicópata enmascarado haya unido sus vidas de una manera tan única...
Tara apoyó la cabeza en el hombro de su chico. La paz y tranquilidad mutua que se brindaban los hizo llorar en silencio. Los tres habían pasado por tanto y como siempre, solo debían mantenerse fuertes y seguir. Lamentablemente, así resultaba la vida: tan amarga y a la vez tan dulce.
Ambos autos arrancaron a toda velocidad rumbo a su nuevo destino que les aguardaba...
Luego de 23 capítulos, puedo decir que este es el final de esta historia de Scream. Vaya que ha sido una interesante travesía. Gracias por recorrerla junto a mí. Agradezco a todos esos lectores que han apreciado este fic y me han ayudado con sus votos y dado su opinión en sus comentarios. ¿Qué les pareció ese final?
Sin embargo, debo decir que este es el fin de la historia, pero no del fic. Todavía hay unos capítulos extra que ocurren un tiempo después del ataque.
Bueno, y ahora sí quiero su opinión general sobre este nuevo ataque de Ghostface. ¿Cuáles son sus opiniones, tomatazos, reclamos o comentarios acerca de este fic? Escuchen la rolita en el enlace externo o en el video que dejo en la parte superior, es la canción principal de este fic. Imagínense el final con la canción sonando en el fondo. ¡Adoro!
Por cierto, en el siguiente capítulo de epílogo ahondaremos en el plan de Gale y otros detalles sobre lo ocurrido, pero como dije, los sucesos estarán situados tiempo después de este último capítulo.
¡Gracias por leer y nos vemos en los extras! ¡Esto todavía no acaba!
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