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Capítulo 5: No estás sola

Miré al edificio que se encontraba a sólo unos metros de distancia. Me estaba replanteando darme la vuelta y volver a casa. Aún estaba a tiempo de hacerlo. Tan sólo tenía que subir en el coche y...

—Ni se te ocurra subirte al coche, Leire —me advirtió As al ver como me daba la vuelta.

Mierda. Tenía que haber sido más rápida.

Se acercó hasta a mí y entrelazó su brazo con el mío—. No te vas a escapar, tú no eres una cobarde.

—Realmente lo soy —susurré deseando que no me hubiera escuchado.

—¡Te he oído!

Pero no dijo nada más. Sólo me empujó para que empezara a caminar junto a ella.

Abrí mi taquilla para guardar un par de libros que había sacado de la biblioteca. Lo que llevaba de mañana había ido mejor de lo que imaginaba, ninguna mirada de asco y ningún comentario de odio. Deseaba que todo siguiera así por el resto del curso.

Estaba a punto de cerrar la taquilla cuando una nota cayó al suelo.

Me agaché y la cogí. «¿De dónde ha salido esto?» pensé. Inmediatamente me imaginé que alguien la había dejado ahí. «Que no sea comentario estúpido» me repetí como un mantra.

Desdoblé el papel y leí lo que estaba escrito:

Sentía que me faltaba el aire. Había olvidado esa nota. Todos los recuerdos me vinieron de golpe. El día que abrí la taquilla y la vi. Desde ese día todo había sido una mierda.

«Tranquila, Leire» me dije tratando de calmarme.

Inspira.
Espira.

Una mano se apoyó en mi hombro y me hizo dar un brinco.

—¡Mierda! —exclamé cuando un par de libros que sostenía cayeron al suelo.

Ese ruido fue suficiente para que unas cuantas personas centraran su atención en mí. No buscaba ser el centro de todas las miradas, y mucho menos el primer día.

—¿Estás bien? —preguntó una chica que me miraba con una sonrisa en la cara.

No lo estoy.

—Em, claro —contesté mientras recogía los libros del suelo. Después cerré la taquilla y me dispuse a irme cuando vi que la chica seguía ahí de pie.

Extendió una mano en señal de saludo—. Soy Lisa.

Estreché su mano con la mía—. Leire.

—Te conozco.

Odiaba que lo hiciera. Si me conocía era por toda la historia de Joel. No quería que esta chica me conociera, no quería tener nada que ver con ella.

No dije nada. No me apetecía entablar una conversación con la chica de tez morena, así que empecé a caminar para dirigirme hacia mi siguiente clase.

—¡Espera! —escuché su voz detrás de mí.

Me paré y me giré para verla. Realmente estaba a punto de perder la paciencia.

—Te has ido —habló con tristeza.

Me sentí un poco mal al ver su cara. Me miraba como si hubiera sido una idiota con ella, y bueno, en parte tenía algo de razón.

—Lo siento —me disculpé esperando que eso lograra devolver la alegría a su rostro. Funcionó—. Tengo clase.

No dijo nada, tan sólo me escudriñaba con la mirada. Me estaba poniendo nerviosa.

Caí en la cuenta de algo, esta chica decía conocerme. ¿De qué lo hacía?

—Has dicho que me conoces —ella asintió cuando pronuncié esas palabras—. ¿Por qué me conoces, Lisa?

«Que no diga Joel, por favor».

—Joel.

Mierda.

Era conocida en esta universidad por mi historia con Joel. Fantástico. Tremendamente fantástico.

Me resultaba extraño que no hubiera lanzado comentarios ofensivos ni miradas de asco. Hasta ahora sólo había recibido sonrisas por su parte.

Me encogí de hombros ante su respuesta—. Nada nuevo.

La miré y entonces vi esa mirada, la misma mirada que me dio Astrid cuando le conté todo, cuando vio mi cicatriz. Una maldita mirada de lástima. ¿Eso era lo que daba? ¿Lástima?

Odiaba esa mirada. La odiaba más de lo que podía expresar.

—Lo siento —dijo al ver mi cara.

Eso no cambiaba las cosas. Eso no volvía el tiempo atrás, ni lo hacía todo más fácil.

—No es tu culpa —y es verdad que no lo era.

—Si te sirve de consuelo, yo no pienso igual que todas ellas. No soy así de cruel.

La miré y parecía que estaba siendo sincera. Sonreí para que supiera que la creía.

—Te creo, Lisa.

La chica levantó la mano en señal de despedida—. Nos vemos por ahí, Leire.

Después se dio la vuelta y se perdió por el pasillo. No la volví a ver. Ni al día siguiente, ni el resto de la semana.

Estaba recostada en la cama mientras sostenía un libro entre las manos. Me encontraba tan concentrada en la lectura que no me di cuenta de que me había llegado un mensaje hacía ya un buen rato.

Dejé el libro a un lado de la cama y tomé el móvil. Era un mensaje de Axel. Mierda, Axel.

Me había pasado toda la semana centrada en apartar todo el asunto de Joel de mi cabeza, que había olvidado por completo mandar un mensaje siquiera a Axel.

Tecleé lo más rápido que pude:

«Soy una amiga de mierda, lo sé. No me odies»

Su respuesta no tardó en llegar.

«Jamás podría odiarte, Lei»

Reí. Sé que no me odiaba, pero no me había portado muy bien con él, y le debía una explicación.

«Lo sé. Es sólo que he estado toda la semana centrada en algo y se me olvidó por completo escribirte»

Cuando me llegó su mensaje supe lo que me encontraría.

«¿Es por Joel, verdad? No pienses en él, y no te centres en esos estúpidos comentarios. Prométemelo, Lei»

Suspiré. No quería prometer a Axel algo que no sabía si podría cumplir.

«Lo intentaré. Te quiero»

Al menos con eso bastaría para que no se estuviera comiendo la cabeza por mi culpa.

La pantalla se iluminó de nuevo.

«Te quiero, Lei. Descansa»

Dejé el móvil en la mesilla y cogí de nuevo el libro tirado encima de la cama. Después de unos cuantos minutos leyendo, decidí que ya era hora de irme a dormir.

Había sobrellevado lo mejor posible mi primera semana en la universidad, pero tenía clara una cosa: se me iba a hacer demasiado largo el curso.

———☸———

¿Qué mejor que este gif para reflejar lo que quiero transmitir con este capítulo?

En los próximos capítulo contaré la historia de cómo llegó esa nota a la taquilla de Leire.

¿Por qué dejó Joel una nota en vez de despedirse de ella a la cara?

¿Podrá cumplir Leire la promesa que le ha hecho a Axel?

¡Corto y cambio!


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