Capítulo 4: Amarga despedida
—El vuelo con destino a Londres saldrá en una hora —volvió a repetir esa voz del altavoz—. Por favor, diríjanse a la puerta de embarque.
Miré a Axel. Sus ojos reflejaban emoción por esta nueva etapa que iba a comenzar, pero también vislumbré un pequeño brillo entre ese color marrón que a mí tanto me gustaba. Se estaba aguantando las ganas de llorar. Aunque sólo serían unos meses, iba a estar alejado de casa, tendría la oportunidad de vivir otras experiencias a las que te brindaba Atria.
Astrid le abrazó. No durante mucho tiempo, tan sólo fueron unos segundos. As no era muy cariñosa, la verdad. Axel y yo la conocíamos muy bien, las muestras de afecto no eran su punto fuerte.
—Pareces un niño a punto de abrir los regalos el día de Navidad —dijo entre risas.
—Qué graciosa —contestó éste intentando darle una mala mirada.
Imposible. Axel era un chico demasiado bueno, y sabía que en el fondo Astrid estaba de broma.
—¡Mi turno! —exclamé, y me lancé a los brazos de Axel—. Te voy a echar muchísimo de menos —susurré tratando de controlar las lágrimas.
No quería llorar. No cuando mi amigo se veía tan feliz, no se merecía una despedida triste. Además, ¡no era el fin del mundo! En un par de meses estaría de vuelta.
—Yo también te voy a echar de menos, Lei —suspiró en mi hombro antes de echar la cabeza hacia atrás y darme una tierna mirada—. No hagas ninguna tontería en mi ausencia —me advirtió.
Axel podría estar tranquilo, porque eso no iba a pasar.
Echó una corta mirada a As cuando pronunció esas palabras. Astrid era demasiado loca y a veces habíamos terminado haciendo alguna que otra locura por culpa de sus «ideas brillantes».
—No te preocupes —contesté—. Nada de locuras —extendí mi dedo meñique para sellar el trato.
Axel soltó un risa y juntó su dedo con el mío. Era nuestra forma de cerrar los acuerdos.
Miró su reloj y tomó un poco de aire antes de volver a hablar.
—Creo que va siendo hora de que me vaya.
Era la hora. El final de la despedida.
Le abracé por última vez y dejé un beso en su mejilla—. Cuídate, Axel.
Me aparté para dejar que As pudiera despedirse. Después le vimos alejarse de nosotras y se perdió entre la multitud.
Miré a As y vi que se encontraba pensativa.
—¿En qué piensas? —pregunté curiosa.
Volvió su mirada hacia mí y dijo—. ¿Cuánto crees que tardará en tirarse a alguien?
—¡Dios, As, eres asquerosa! —exclamé entre risas. Era imposible.
Sin duda esos pensamientos sólo podían proceder de una cabeza como la de mi amiga. Era una despedida, se supone que era un momento triste, y ella piensa en cuánto va a tardar Axel en acostarse con una chica. No sé si el trato de «no locuras» iba a poder mantenerse si estaba cerca de Astrid.
Miré los libros que se encontraban encima del escritorio. En un par de días me tocaría volver a la universidad. Cuando empecé la carrera estaba demasiado ilusionada, aún lo estaba, sólo que después de los últimos acontecimientos todo había cambiado un poco.
Tomé un poco de aire antes de coger los libros y guardarlos en la mochila. No pensé que todo sería tan difícil.
—Ignóralas, Lei —escuché la voz de As a mis espaldas.
Me di la vuelta y la vi apoyada sobre el marco de la puerta. Una toalla a modo de turbante le cubría el pelo.
—Lo sé —dije sin más.
Pero la teoría era más fácil que la práctica.
Desde que Joel salió de mi vida, las miradas de las chicas de la universidad se volvieron una rutina cada vez que iba a clase. La cicatriz de mi muñeca no ayudaba mucho a alejar los rumores. Trataba de decirme que yo no tenía la culpa de nada, que la gente hablaba sin saber, pero a estas alturas ni siquiera yo sabía qué era cierto y qué no.
Alejé esos pensamientos de mi cabeza. Tenía un par de días más para disfrutar de mi libertad y no los iba a malgastar pensando en lo que pasaría cuando volviera a la universidad.
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¿Os ha gustado el capítulo?
En los próximos capítulos se sabrá la historia de la cicatriz de Leire.
¿Será capaz de enfrentarse a las chicas de su universidad o hará lo imposible por ignorarlas?
¿A qué pensáis que se debe la cicatriz de su muñeca?
¡Corto y cambio!
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