Año de 1993.

A

na Brenda acaba de regresar a Milán. Sola viajó hasta Guadalajara, Jalisco, a cumplir la promesa que hizo a la Virgen de visitarla todos los años en la romería. No ha olvidado a Matteo pero está cansada de discutir con Carlo, su hija los necesita juntos y ellos aún se aman. Esta noche después de cenar, ella sube a la recámara y deja la puerta abierta mientras cepilla su cabello con la intención de que Carlo pueda entrar y después de años volver a tomar su lugar en la alcoba. Desde que Matteo desapareció, la pareja se distanció pero hoy la puerta está abierta y él no va a desaprovechar esta oportunidad. Durante el sexo él le pregunta si lo siente, ella excitada contesta que sí, y porque lo había extrañado tanto no va a rechazarlo más. Hay lágrimas de amor y de reconciliación.

—¿Sabes qué es lo que más me gusta de ti, amor? —pregunta Ana Brenda.

—Mi trasero —contesta Carlo con una sonrisa que le causa una carcajada a su esposa.

—Aparte de eso —menciona ella.

—No, mi cielo —dice Carlo con cariño— ¿Dime que es lo que más te gusta de mí?

—Tu nariz —confiesa y la recorre con la yema del dedo—, es tan perfecta que nadie en todo el mundo tiene una nariz tan bella como la tuya.

La nariz de Carlo Passerini es pequeña y respingada, sus ojos son grandes y negros, el cabello quebrado y manejable, suele lucir una barba circular bien definida. A ella le gusta mirarlo afeitado. La pareja se besa y se dice buenas noches uno al otro.