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Ligado al capítulo 5.
***
Ignacio
En una conferencia virtual con la señora Salange Ponce, presidenta de una de las cadenas de tiendas más prestigiosa de Francia y con la que tenemos un contrato recién firmado esta semana. Sus tiendas se expandieran aún más y lo hará aquí, en el Gorikz Empire.
La puerta se abre tan solo un poco y miro disimuladamente a Hang, quién entra sigiloso y continúo con la conversación fingiendo que estoy solo.
Hang desliza un sobre, mismo que tomo de una forma clandestina para ponerla al lado de la laptop. La presidenta no sabe que mientras hablamos miro unas fotos de Flavia. Se ve entrando y saliendo del auto, el conductor la mira mientras trabaja y también hay fotos en las que Flavia y él conversan.
Entonces le conoce, no es una amenaza ¿pero entonces... por qué la sentí como, intimidada?
—¿Señor Gorikz?—la presidenta me habla y al verla también noto que Hang se va cerrando la puerta nuevamente con sigilo.
—Le estoy escuchando.—la verdad es que si—Comenzaremos a remodelar su espacio, los trabajadores terminaran pronto así que todo estará listo y en menos de un mes podremos hacer la inauguración.
—No imagina el honor que es que mis tiendas estén en el Gorikz Empire.—finjo una sonrisa al verla tan ilusionada.
—También es un honor para mí, presidenta Ponce.
Luego de salirnos del tema de trabajo, esta comienza a querer entablar más que una amistad de solo trabajo, nada ido a la parte coqueta, solo quería ser más agraciada y que riéramos juntos. La verdad, odio reír para caer bien pero tampoco voy a ser grosero. Terminamos y cerré la laptop. Resoplé y llamé a Hang, en un minuto literal ya estaba dentro de mi oficina, no tuve que decir ni una palabra y comenzó a hablar:
—Este auto trae todas las mañanas a la señorita Flavia...
—¿Señorita?—le interrumpí y me dejó algo confundido.
—Sé que la llamaba solo Flavia, pero ahora que es la novia de mi jefe...—abrí mis ojos como platos escuchando su explicación.
—Hang, Hang—le detuve a medias—Ella no es mi novia.
—Pero a usted le gusta.
—Ni yo mismo sé eso exactamente.—me puse en pie y estiré los brazos caminando hacia el ventanal—¿Lograste encontrar una distracción?
—Si señor y creo que mejor que esa no habrá.
Sabía que podía confíar en su eficiencia, con razón mi tío era tan apegado a él. El reloj en mi muñeca me dice que aún es temprano. La llamada con la presidenta Ponce fue bien más rápido de lo que pensé.
—Está pensando en ir a verla, ¿cierto?
Muerdo mi labio inferior mirando hacia abajo y veo toda la ciudad que estaba a mis espaldas.
***
Dos horas después:
Estoy vestido como Ignacio, el simple trabajador del rascacielos. Me detuve a abrir la puerta y escuché la campanilla, me dió gracia pero me trague la risa. Miré por la ventana el auto estacionado en frente y ya veo "la distracción", una mujer.
Apenas volví a mirar dentro mis ojos la reconocieron aún de espaldas. El chico pelirojo le dijo algo y ella se volteo, nuestras miradas se encontraron. Quería ser alegre y comportarme como su amigo pero ella era diferente. no actúa como ayer. Claramente me doy cuenta que algo la incómoda. Me senté en una de las mesas vacías y ella se acercó.
—Hey—le hago reaccionar.
Tierra llamado a Flavia.
—Lo siento. ¿Qué ordenará?—su escucha muy formal, como si fuera la primera vez que nos hubiéramos visto.
No puedo dejar de ver su rostro, sus gestos. Mirando la pequeña notebook en sus manos. Puedo leer cada movimiento, y su mano sujeta el borde del vestido para....espera ¡¿Qué le paso en el muslo?!
Agarro su muñeca impidiéndole seguir, ella da un pequeño salto.
—¿Qué te pasó justo ahí?—mi voz dulce se ha ido y no volverá por el momento. Miro una marca muy enrojecida que sobresale claramente.
¿Quién se atrevió a tocarte de esta forma?–trato de ver sus ojos a través de sus lentes.
—¿Qué te pasó?... Responde Flavia—enojado mantengo mi voz a raya para no llamar la atención de otros.
Solo mira hacia la ventana y siento como su cuerpo se tensa, lo sé porque aun sostengo su muñeca y puedo sentir su rigidez. Pienso que es mejor soltarla y no provocarle más temor...pero aún así no puedo dejar pasar algo así, que la lastimen. Solo se me ocurre una persona, bueno más bien tres. Tres malparidos.
—¿Fueron ellos? ¿Los tres de...
—Imagino que tomará un té helado como ayer.—interrumpe—Por lo visto le gusto así que le prepararé uno.—cambia el tema pero no sabe que yo no olvidó tan fácil.
Ella da medio giro en el lugar y dándome la espalda camina hasta rodear el mostrador. No puedo ver cómo se siente porque no me deja ver su rostro y aparte de que ahora está de espalda.
No quiero verte lastimada-algo en mi interior se remueve luego de confirmar esto en mis pensamientos.
Siento el sol ponerse sobre mi irá y aprieto mis puños contra la mesa. Fruzo el ceño y...
Vaya...que tenemos aquí-miro por la ventana arqueando una ceja–Después de todo si existe un Dios. Esos tres imbéciles, están caminando y riendo como si acabaran de follar. Talvez entre ellos mismo pero me importa una mierda.
Me levanto de golpe mirándolos y al llegar a la puerta, Hang. Él aparece y me hace detenerme en seco.
—Señor—susurra y ninguno está sorprendido de ver al otro. Él sabía que vendría y yo sin verle era obvio que está cuidándome las espaldas.
—Apártate Hang.—susurro y puede notar mi enojo tener todo el control de mi. Él mira por la acera acercándose el motivo de mi reacción—Hang que te apartes—susurro más fuerte mirando sus ojos.
Este abre sus brazos y se sostiene del marco de la puerta bloqueandola completamente. Revirando los ojos termino por mirarle y tomando sus hombros aparto. Salgo solo centrado en mi objetivo.
—Señor—dice un poco más alto pero aunque le escuché pretendo no haberlo hecho.
Se van a enterar estos tres mosqueteros de mala muerte–camino rápido y fuerte apretando los puños.
Puedo notar que hay un pequeño callejón que vendría siendo parte del trabajo de Flavia, donde descargan la mercancía.
Un lugar perfecto.
Ellos me vieron caminado y se rieron..
—Cuatro ojos... que bueno verte así te rompo los...—dijo Max entusiasmado frotando sus manos y se calló cuando tomando a los dos primeros de ellos por sus chaquetas le empujo también entrando al callejón. Casi caen uno sobre el otro y cuando recuperan el equilibrio se voltean a verme y me paro a escasos metros de ellos.
—¿Ustedes se atrevieron a lastimarla?—doy un paso.
—¿De qué hablas? Imbécil.—confuso uno de ellos se acerca bastante, tratando de con su cuerpo tener un contacto que me provoque a tocarle y se que viene después de eso.
—Oye cuatro ojos, ¿olvidaste que nosotros podemos desaparecerte de un chasquido?—dice otro desde atrás, alza su mano y junta sus dedos para chasquearlos.
Al comienzo no les conocía, luego Hang me habló de ellos y los recordé. Tadeo, Adams y Max.
—Y yo sigo sin sorprenderme.—finalmente empujo al imbécil que quiere tocarme y cuya cara ya estaba demasiado cerca. Choca contra los latones de basura cayendo al suelo.
—Yo le partiré la cara a este nerd—Max muestra sus puños y sus anillos grotescos.
Por fin se decide a lanzarse sobre mi y como niño que corre sin mirar al frente y casi va a chocarme, le esquivo. Muy fácil. Me volteo para verle sabiendo que talvez pueda golpearme.
—Ig, Ignacio—una voz femenina me hace alzar la mirada.
Flavia. ¡Mierda! ¿que hace aquí justo ahora?
Bajé la guardia y siento como uno de ellos me toma por detrás, enrollando sus brazos con los míos y termina por inmovilizarlos poniendo sus manos en mi nuca.
—¡Suéltenlo!—ella les enfrenta.
Max la mira y rápidamente como si fuera sus serpiente la redea subiendo de tal manera que ella no sabe cómo salir. Se termina colocando detrás ella. No tan fuerte como a mí, pero si la inmoviliza, atrapando sus brazos y veo la pincha con una navaja de bolsillo. Al puntar en su mejilla por la parte filosa me dieron ganas de matarlo de una vez.
—Dime cuatro ojos. A ver si ahora eres tan hombre.
—Un solo rasguño y eres hombre muerto.–gruño y le miró enojado,
Baja la navaja y la coloca a un costado donde Flavia se ve aterrada, me doy cuenta que este puede estar lastimandola.
Tan solo hago un leve movimiento y recibo una patada en mi abdomen y logró contraer a tiempo para amortiguar, pero me doy cuenta que sus zapatos deben pesar más que su cabeza. Nunca alguien había logrado golpearme, sería esta la primera vez.
—Idiota, ¿quién te has creído para meterte con nosotros?
Sin esperarlo golpea en mi cara y siento en mi boca un sabor como a cobre.
Mierda, ¿me acaba de lastimar el labio?
—¡No lo toquen! O no me quedaré quieta.—ella se les enfrenta una vez más.
Esas palabras llaman mi atención y la miró fijamente, algo hipnotizado.
—¿Qué vas a hacer tú? Fea.
Solo se mirarla y notar su valor ante la situación, sigues siendo la misma chica de aquella noche, pero algo le frena. Agradezco que quiera ayudarme pero es peligroso para una chica que se enfrente a esta clase de hombres sola.
Veo una lágrima rodar por su mejilla y me causa inquietud, quiero ir y preguntarle ¿qué le pasa? Si estuviera preocupada por mi me gustaría decirle que aunque me tengan inmóvil no quiere decir que no pueda salir de ellos.
Se me ha ocurrido que si piensa que soy débil talvez ezo me ayude a ocultarle mi verdadera identidad, pero en el fondo aún así no quiero que lo piense.
Mi corazón se acelera de ver su mirada afligida.
Flavia, no lo sabes, pero siempre estaré ahí para ti...a partir de ahora.
—Déjenlo ir.—dice entre lágrimas.
—Flavia—fruzo el ceño, no me gusta que una mujer me proteja.
Siento toda la ira volver por un segundo queriendo acabar con ellos pero veo a Hang aparecer tras Flavia y Max. Justo cuando ella cierra sus ojos mostrando miedo, Hang golpea al hombre en la nuca un poco al costado, así queda inconsciente y cae al suelo. Ella se ve libre de la nada y sin comprender se voltea, veo la oportunidad para deshacerme de el imbécil que me tiene atado con sus brazos.
Sé que suena tonto, pero pisé su pie con fuerza usando el talón y ese dolor provocó que pudiera sacar una mano y con el codo de golpeé en la cara. Siento algo traquear, de seguro fue su nariz. Dando un giro de ciento ochenta.
El tercero se lanza y me niego a ensuciarme las manos. Uso mi pie y con fuerza golpeo en su tibia. Fue como partir una rama gruesa y el lugar se dobla de forma anormal. En cuestión de un segundo el otro deja de tocar su nariz ensangrentada y me va a golpear. Sostengo su muñeca y su puño está al lado misma altura de mi cara. Golpeo mi rodilla contra sus pelotas. Ups, me pasé ahí, lo sé. Ambos en el suelo retorciéndose les miró mientras sacudo mis rodillas quitando el polvo así como mis brazos. Agitó mi mano masajeando la muñeca.
Miró a Flavia quién primero se me queda mirando y luego se acerca a paso lento. Estoy temblando casi imperceptible. Un temblar que indica nervios. Sus ojos...quisiera quitar sus lentes para que no estorben y poder ver su rostro con claridad. Sus dedos tocan mi mejilla con algo de timidez y llega hasta tocar la parte superior de la misma colándose debajo de los lentes. Parpadeo sintiendo su suave y cálido tacto.
—Gracias—susurra—pero ellos...no me lastimaron.
¿Qué? ¿No fueron ellos? Lo dice en serio, realmente no fueron ellos, ¿entonces...?
Me detengo en mis pensamientos y todo es nulo cuando siento su dedo tocar me labio. Mi corazón se acelera como nunca antes, sintiendo que no respiro lo suficiente y tengo que entreabrir mi boca para tomar aire.
Tocó su mano y con mis dedos deslizo como una suave caricia por su brazo y siento sus pelos ponerse de punta. Ella entraabre su boca y miró el humo salir de su boca a causa del frío. Sus labios son perfectos, definidos y ligeramente gruesos. Me provocan las ganas de atraparlos con los míos y sentirlos.
¿Flavia, que me estás haciendo?–mi corazón no puede latir más rápido en este momento. Puedo sentir el palpitar en cada parte de mi cuerpo.
—Debo irme.—dice de repente y retrocede un paso para girarse y marcharse dejándome totalmente inmóvil sin poder detenerla.
Quería sentirla un poco más. Él solo hecho de sentir sus dedos y mirar sus ojos, sus labios. Solo eso me hizo sentir que no quería separarme de ella. Toco mi rostro sintiendo aún la sensación que dejó en mi piel. Una corriente recorrer mi cuerpo por un segundo y parpadeo repetidamente cuando escucho la voz de Hang.
—Señor—parandose recto pone sus manos detrás.
Miró a los tres, dos inconscientes y el otro casi escondido a un lado cubriendo su nariz me mira enojado. Pero luego de enfocarse en Hang me pregunta.
—¿Quién eres? ¿Porqué él te dice señor?
Levanto del suelo aquella navaja de Max y llegando frente a él me acuclillo y apunto a su cuello justo sobre la vena.
—Dile a tus amigos de kindergarden que no se atrevan a tocarla.—amenazo frío y dominante, tal como mi verdadero yo—Si me llegó a enterar son hombres muertos, y hablo en serio. Elijan otra cafetería desde ya.—tiro la navaja entre sus piernas desinteresadamente y seguido por Hang casi salimos del callejón pero antes:—Cada vez que vean a Flavia desaparescan de su vista antes que ella los mire. ¿Quedó claro?—asienta y me voy dejando las cosas por terminadas, de alguna forma quedaron perdonados con una oportunidad.
***
Se abren las puertas del elevador y salimos por el pasillo viendo al final la puerta de mi oficina. Hang no se aleja de mi y luego de estar en silencio todo el tiempo finalmente habló.
—Señor, ¿está bien?
—Si, estoy bien. Con respecto a esos tres no me pienso quedar de brazos cruzados.
Empujo la puerta y entro furioso, quito el abrigo lanzándolos sobre un sofá. Sigo mi camino desabotonando la camisa. Hang solo sabe pedir que me calme, que no le dé mucha vuelta. Él también los conoce y sabe lo creídos que son.
Abro una puerta que al entras es un cuarto con una cama extragrande donde lanzó la camisa y me diríjo al baño. Lavo mis manos extendiéndome a mis brazos y hombros. Meto la cabeza bajo el chorro mojando mi pelo. La única forma que conozco de quitar mi enojo, es mojarme con agua fría.
—Imbéciles, como se atreven a tocarme. Hijos de puta.
Tocó el labio y siento la pequeña herida arder.
***
Flavia
IGorio está en la en la mansión Stuart. Justo estoy con él y el señor Stuart en la terraza trasera rodeados de un césped podado a la perfección y la piscina iluminada con luces bajas. Los señores platican cosas de las que por alguna razón aunque estoy presente físicamente, estoy ausente mentalmente.
Suena un celular y el señor Stuart posa su mano tras mi espalda. Entra lo ausente en la realidad y su mano provocó que reaccionara aspirando profundo por temor de su toque. No quiero tener nada que ver con él y es claro en mi reacción. Todo lo que provenga de él lo rechazó sin importar qué. Ahora que se aleja para responder a su llamada me tranquiliza.
—Señorita Flavia.—doy un pequeño respingo y le miro—Luces muy joven, ¿qué edad tienes?
—Veinticuatro, señor—nerviosa.
—Solo llámame IGorio.
—Gracias pero prefiero...—comienzo a incomodarme.
—Como quieras.—me interrumpe—Señorita Flavia, ¿le puedo llamar así?—asiento con la cabeza y no sé porque le sonrío, algo tímida—¿Puedo pregúntale algo y será sincera conmigo?—vuelvo a asentir.—¿Como una chica tan joven y hermosa como tú, termino en brazos de Stone Stuart?
Aprieto mis labios, siento el temor recorrer mi cuerpo. Decirle mi realidad sería peligroso, la verdad es mejor tenerla oculta. No puedo confiar en él, después de todo es también de la mafia y debe seguir sus reglas. ¿Cómo es que él me pregunta algo como eso?
—Ya el señor Stuart le dijo, cuando nos vimos nos enamoramos. Fue así.—miento.
—No luces enamorada más bien...sumisa.
Le miró sorprendida y este parece abrirse al hablar, como si quisiera acercarce a mi buscando mi amistad. Pero no puedo confiar.
—No, lo digo en serio, él...me gusta.
No puedo arriesgarme a verle como alguien en quién pueda hablar abiertamente de mi privacidad.
—Entonces ¿porqué te has sentido aterrada cuando tocó tu espalda?
Mirándole dejo mis labios entreabrirse de lo sorprendida. Él busca mi respuesta al parecer sabiendola. Este anciano realmente no es tonto. Debo seguir mi consejo y no subestimarlo, podría decirle cualquier cosa al señor Stuart y mejor que le obedezca a él o la perjudicada terminaría siendo yo.
No puedo ver sus ojos, la oscuridad y la poca luz que hay no me ayuda a detallarle. Solo veo sus arrugas en mejillas, alrededor se su boca y en su frente. Su pelo es blanco y dan ganas de tocarlo de lo fino y sedoso que luce. El resto de su cuerpo está totalmente cubierto y lleva guantes negros.
—¿Qué platicaban?—es la voz del señor Stuart acercándose y siento mi un escalofrío recorrer mi espalda "modo alerta".
—La señora Stuart me decía lo mucho que le gusta disfrutar momentos con usted.
—¿Eso dijo?—me mira abriendo sus ojos y luego sonríe a su amigo, yo también sonrío forzadamente fingiendo que lo que dijo el anciano era cierto.
Miró al señor IGorio.–¿Qué yo dije qué? ¿Porqué me ayuda? Por cierto me acaba de llamar señora Stuart en frente de él ¿porqué?
El señor IGorio me mira y guiña un ojos.
¿Pero...? Estoy estupefacta.
Trago en seco y más sorprendida no puedo estar. ¿Me está mostrando confianza?¿Será un truco? De seguro.
—Pronto será navidad planean una pequeña celebración. Está invitado señor...
—Está bien.—le interrumpe pensativo—Como sabe ya no tengo familia con que celebrar.
—Lo siento señor.—el señor Stuart se muestra apenado y el señor IGorio no quita la vista de él.
¿No tiene familia? ¿Qué ocurrió?
***
Cuando IGorio se subió al auto miró a Stuart y se despidió, luego alzó su mano para despedirse de mi. Y yo hice igual.
Me agradó estar con él, no sentí temor. Más bien sentí a alguien que buscaba una nueva amistad de forma pasiva. La forma en que mintió me dejó mucho que pensar.
—Entonces.—Stuart toma uno de mis glúteos y aprieta.
Al momento me quedo inmóvil y trago en seco abriendo mis ojos sabiendo que los guardias y sirvientas que nos acompañan se dan cuenta.
—Señora Stuart—él se acerca a mi cuello y me apega a su pecho. Pongo las manos en medio evitando el total apego.
Él devora mi boca sin ninguna sutileza y cierro los ojos con fuerza como cuando no quieres que algo este realmente pasando.
—Que hayas hablado bien de mi me alegra, me dan ganas de tenerte.
Comienzo a temblar y quiero separarme.
No porfavor, Dios, no quiero–casi al salir las lágrimas
—Pero estoy cansado hoy.
¿Qué? ¿Lo dice en serio? No quiero ilusionarme pensando que estaré una noche tranquila en cama.
—Necesito descansar, tuve un día bastante molesto.
***
Han pasado unas pocas horas y me levanto de la cama mirando el reloj. Es de madrugada y tengo sed pero me doy cuenta que la jarra está vacía. cubro mi ropa de dormir con una bata a juego, corta y de seda fina. Salgo sigilosa mirando a ambos lados del pasillo y llegó a las escaleras. Rasco mis ojos a medida me acerco a la cocina y bostezo cerrando mis ojos a la vez que abro la puerta. Al momento de entrar escucho jadeos de un hombre. Al mirar bien me doy cuenta que es el señor William con una empleada. Él está contra la isla y la chica arrodillada ante el haciéndole sexo oral mientras él tomaba su pelo con fuerza...
Oh qué inoportuno–me quedó inmóvil un segundo y al otro me volteo.
—Vaya.—él se da cuenta de mi presencia
—Lo siento solo vine por agua.—apenada de voltearme.
—Que inoportuno—dice casi riendo.
Ya decía yo.
—Me marcho señor—la sirvienta pasa con la cabeza baja a toda prisa por mi lado hasta salir por la puerta.
Me volteo y manteniéndose alejada de tal mujeriego. Rodeo la isla para llegar a la nevera donde tomo una jarra de agua.
—Vaya, vaya...Flavia—dice mi nombre a la vez que me mira ve abajo hacia arriba como si quisiera devorarme con la mirada.
Me volteo a tomar un vaso de cristal y sirvo el agua a toda prisa así como también la bebo. Por encima del vaso le veo rodear la isla.
—Supe que IGorio ceno aquí.—asiento—Ese viejo, no suele hacer eso. Si en que da miedo, ¿es cierto?—continua diciendo y se coloca tras de mi.
Siento un aire en mis muslos y dejando el vaso giro mi cabeza para verle muy cerca de mi. Una mano quiere tocar mis piernas pero no lo hace, solo simula hacerlo. Su mirada recorre junto a su mano y muerde su labio.
Tal padre tal hijo, entre ellos no hay excepciones.
Cierro mis ojos y escucho una risa baja y malvada. Luego pasos y al alejarse lo suficiente suelto el aire que contenía. Es como si hace un momento me estuviera conteniendo de moverme y respirar para evitar a un maldito monstruo chupa cerebros.
Al salir de la cocina procedo a hacer lo mismo cuando salí del cuarto. Todo despejado, así que camino casi de puntas. Me encierro en la habitación poniendo el seguro.
Llegue sana y salva, como también sin sueño alguno.
Me quito la bata y me meto bajo la colcha calentita y abrazando mi almohada con mis brazos y pies pienso en lo que ocurrió con el señor IGorio, sus palabras. Quería que le fuera sincera, sabía que le estaba mintiendo y aún así no dijo nada al señor Stuart. Pensé que en la mafia todo secreto o mentira era centensiado.
Puede que le vea en esa fiesta de navidad y falta menos de una semana para eso. Pienso en mi dia de mañana y viene a mi mente Ignacio. Miro mi mano y recuerdo cuando toque su rostros y labio. La forma en que me acarició desde mi mano y deslizo. No puedo evitar morder mi labio recordando el suyo.
—¿Cómo estará su labio? Espero haya sanado rápido.
Será mejor dejar de pensar en él. Solo me traería más problemas en mi cabeza, iluciones y preocupaciones. No me lo pedonaría si el señor Stuart llegará a hacerle algo por mi causa. No sé cuánto tiempo pasó, ni en qué momento sucedió. Que cerré mis ojos y me quedé dormida pensando en él.
Al otro día en la mañana, estoy vestida lista para ir al trabajo y luego de desayunar voy al auto donde una vez dentro veo el auto de William salir haciendo sonar las gomas de lo rápido que aceleró.
—¿Qué le pasará tan temprano?
***
William
Es un nuevo día y no voy a dejar que otro día más pase sin tenerla conmigo. Estando en el auto manejando me detengo por un semáforo y tomando el celular hago una llamada. No tarda en contestar.
—Entregamela.—digo.
—No—dice con total calma.
—No estoy juntando imbécil. ¿Quieres morir?—muestro amenaza en mis palabras.
—Sé que no juegas, como tampoco que nunca podrás matarme.
—Ella es mía, ¿me oyes?
—No sueñes William.—se escucha una risa—Es tu culpa todo lo que pasó.
—Te voy a matar.—le gruño.
—Te esperaré sentado entonces—cuelga.
—Imb...¡Imbécil!—grito y acelero a todo apretando mis manos en el volante.
Aparco y salgo del auto entrando a ese apestoso edificio que tengo ganas de hacer volarlo más alto de lo que ya es. Cuando llego a los ascensores se abre uno y hay personas dentro.
—Afuera todos, ahora—ellos confundidos salen mirándome y al entrar presiono el último botón.
Cuando se abren las puertas subo unas pocas escaleras. Camino rumbo a la enorme puerta del final y la empujo con fuerza. Miró al asiático, quien se voltea y se aparta para verle la cara a ese imbécil sentado mientras me acerco.
—¿Vinístes a matarme como decías?—deja los papeles en el escritorio cruzándose de brazos tranquilamente.
—Entregamela—entre gruñidos.
—No.
—¡Dame a mi hija Ignacio!
—No he cambiando de parecer.—se mantiene sedado. ¿Cómo...?
—Solo luces así porque estás tras un escritorio y no puedo partirte la cara.
—¿Me estás llamando cobarde?—fruce el ceño.
Él se pone en pie y rodea el escritorio mirándome a los ojos directamente. Retrocedo un paso y él se pone justo en frente y luce enojado solo con su ceño frucido.
—Fue tu culpa que mi hermana muriera, como te atréves a reclamar a mi sobrina después de lo que has hecho con su madre.
—Eso se lo busco sola, si no me hubiera seducido, no hubiera terminado bajo tierra.
—Tú...—gruñe.
Se va a lanzar sobre mi y el asiático se pone en medio y nos separa tocando nuestros pechos con su mano para empujarnos.
—Señores.—mira a uno y luego al otro.
—Te lo advierto Ignacio Gorikz, quiero a mi hija conmigo. Mataría a quién fuera por obtenerla. Lo estoy pidiendo en buena forma, cuando actúe no lamentes la muerte de otro de los tuyo.
—Y piensas que me quedaré quieto. No te tengo miedo William Stuart. La niña será lo último que tendrás contigo porque me tiene a mi para protegerla. No importa a quién mates, si no me matas a mi no lograrás nada.
Maldito imbécil de sangre congelada.
—Mas vale que sedas antes....
—No hace falta termines la frase, dije no y seguirá siendo no.
Así es Ignacio Gorikz, sus ojos muestran las puertas del infierno pero por dentro es tan frío e impenetrable.
Admito no tener palabras para enfrentarle y simplemente me largo de esa oficina y tomando el ascensor de vuelta llegó hasta el lobby y salgo de ese repugnante lugar. Subo al auto con rapidéz y golpeó el volante una y otra vez.
—Te mataré Ignacio—enciendo el auto—juro que lo haré—presiono el acelerador.
††††††††††
¿Quieres saber que pasará en el próximo capítulo?
Mmmmm, yo también.
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