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5

Flavia

Él se fue hace unos minutos y estoy tendida bocabajo sin querer moverme. Lloro y temblorosa alcanzo a tomar una almohada para abrazarla con fuerza llorando con fuerza. Todo me duele y el cintazo que me dió en el muslo ha dejado una marca bien enrojecida.

—No puedo, no quiero seguir así.—sollosando.

Trato de ponerme en pie pero palpita dolorosamente en mi entrepiernas e incluso en mi bajo vientre, como si fueran cólicos menstruales. Camino lento secando mis lágrimas y trato de calmarme. Imposible. Nunca podré obtener la tranquilidad mientras esté en el mismo techo que el señor Stuart. Frente al espejo miró detenidamente el aspecto que he tomado. Mi pelo es un desastredeenredado, tengo mordidas y chupones juntamente con las marcas de sus dedos que me sujetaron con fuerza evitando que yo me moviera bruscamento, sabiendo que en la mínima oportunidad me alejaría.

Las gotas caen sobre mi y quisiera que borraran todo.

***

Recordar lo sucedido anoche me es inevitable. Hace frío y estoy cruzada de brazos sentada la banca del parque, frente a mi ese pequeño lago cristalino.

—Hoy estás muy callada.—el viejo Jack está a mi lado sentado contando monedas en sus piernas.

Suspiró.

—Alguna vez has tenido esa ganas de terminar con tu sufrimiento, que solo se detenga.

—¿Te soy sincero? Si, miles de veces. ¿Por qué estoy aquí todavía? Ni idea de cuantos años llevo en las calles y eres la única que ha venido a mi como un ángel para quitarme esos malos pensamientos. Lo siento cada mañana que cantamos juntos. No tenemos porque ponerle el fin que queremos. Dejemos que las cosas...sucedan.

—Pues "las cosas" comienzan a tardar, ¿no te parece?—a mí más bien me enoja lo que acabo de decir, pero verle reírse me contagia y no puedo evitar unirme—La pasé bien contigo, como siempre—dije poniéndome en pie—Me tengo que ir a trabajar—miro el reloj en mi muñeca.

Me despido del viejo Jack y camino rumbo a mi parada. No soporto esta parte del invierno, cuando hay nieve es mejor pero peligroso por ese hielo resbaloso que todos evitamos, sobre todo los conductores. Luego cuando todo se derrite se vuelve un total desastre y asqueroso. También cuando hablas o incluso respiras se puede ver humo salir como si estuvieras fumando.

Pensé estaría tranquila cuando unas manos me rodean por la cintura y aprietan para juntarme a un cuerpo levemente musculoso.

¡¿Qué rayos?!

—Viste como te atrapamos, fea.—dice en mi oído en un tono amenazante.

Conozco esa voz. Una mano toma mi mandíbula con fuerza y lo primero que veo son los anillos. Los otros dos se ponen frente a mi.

—Suéltame o gritaré—gruño con valentía entre dientes.

—Oh no, no lo harás. Primero tú, luego ese cuarto ojos gemelo tuyo.

—Con él no te metas, no te ha hecho nada. Si vas a hacer algo que sea conmigo.

—¿Lo estás defendiendo?—suena asombrado, odio que me hable al oído.

Solo se me ocurre sacudirme de forma exagerada y algunas personas que pasan cerca nos miran sabiendo que él no me está abrazando de una forma cariñosa como pretende disimularlo.

—¡Déjenla!—se escucha una voz masculina.

Quedamos inmóviles los cuatro mirando a todos lados. En ese momento logro salir pero uno de ellos reacciona y toma mi mano.

—No te dejaré.—ejerce su fuerza en mi antebrazo y me quejó del dolor.

—Max—musita el otro a su lado y este con su mano luciendo de sus anillos la lleva hacia atrás, ¿pretenden sacar algo? ¿un arma? Siempre están armados.

Ellos están frente a mi cada vez más cerca. No pinta bueno. Sin previo aviso una bicicleta les golpea y les veo caer al suelo.

¿Qué?–quedo atontada.

El chico de la bicicleta luce extraño, como si no quisiera levantarse de forma rápida. ¿Será que me está ayudando? ¿Fue quién gritó hace un minuto? Se los pone difícil y enojados le gritan que se aparte.

»Muévete Flavia.

Mi subconsciente tenía razón, debía tomar la oportunidad y salir ahora. Corro tan rápido como puedo y abro la puerta para entrar y Jerry es el primero en verme, las otras meseras están junto a él, al parecer interrumpí su plática.

—Cada vez que llegas tienes una expresión diferente.—arquea una ceja—¿Asustada ahora?

—Algo así—le ignoro con la vista mientras camino rápido a dejar el abrigo con mis pertenencias en la taquilla.

Miró en el espejo mi antebrazo que aquel hombre tomo con fuerza y está un poco enrojecidos, eso se me quitará pronto. Deshice los botones del vestido y miré mi pecho con aquellas marcar que dejó el señor Stuart. Me encogí de hombros avergonzada de mi misma. Noté que la de mi muslo si se puede ver un poco más, espero no se den cuenta, esa marca que se quedará por unos días.

Estoy en el mostrador, esperando y en la tele está el noticiero de la mañana. Miro por la ventana y ahí está el auto negro con cristales oscuros. En el asiento del piloto está el guardia pero no está solo, veo a alguien a su lado, aún así me mira y me quedo algo pensativa.

¿Con quién? ¿Estará hablando de mi? No puedo evitar inquietarme cada vez que hace un gesto y más aún cuando me está mirando y luego hablar con quién está a su lado.

—Flavia, tu amigo.—miro a Jerry, confundida me volteo al otro lado siguiendo su mirada. Él sonríe.

—Ignacio—susurro para mi.

Siento que no quiero verle. Me siento intimidada por la mirada del guardia y avergonzada también de que pueda notar lo poco que sobresale del golpe en mi pierna.

Me acerco dudando en hacerlo y una vez a su lado noto sus perfectos dientes y una sonrisa preciosa, un simple hola sale de su boca. Por otro lado yo ignorando su sonrisa solo respondo otro hola, siendo distante. No quiero que el guardia le ponga el ojo y malinterprete.

—Hey—dice sacándome de mis pensamientos.

—Lo siento. ¿Qué ordenará?

Él me mira y me siento avergonzada, miró la notebook y aprieto mis labios formando una línea fina.

No quiero que se de cuenta.

Más allá de la notebook miro mi pierna y temblorosa estiró un poco el vestido. Toma mi muñeca. Un segundo me congelo y al otro le miró, este mira a mi mano y no parece contento sino que fruce su ceño.

¿Se dió cuenta?

—¿Qué te pasó justo ahí?

Mierda, ¿por qué se escucha frío de repente?, ya no suena el chico tierno que aparenta.

Finalmente me mira directo a los ojos.

—¿Qué te pasó? Responde.—mantiene su voz a raya para no llamar la atención de otro.

Lo primero que hago es mirar al guardia y este no quita su vista de nosotros.

Lo siento Ignacio, no quiero causarte problemas. No quiero que salgas herido por mi culpa.

Mirando a un lado él me suelta y no puedo evitar sentirme avergonzada.

—¿Fueron ellos? ¿Los de ayer?

—Imagino que tomará un té helado como ayer, por lo visto le gusto así que le prepararé uno.—cambio el tema.

Me alejo caminando hasta ir detrás de la barra. Tomo el vaso para preparar el té y trato de no mirarle. A los pocos minutos después me doy la vuelta al mostrador con el vaso de té en la mano. No veo a Ignacio en dónde estaba.

—¿Dónde está?—me pregunto mientras me aproximo a la mesa pero con la mirada en la puerta reconociendo quién está parado con la puerta abierta mirando hacia afuera.

—¿Hang?

—Flavia.

Nos saludamos y estoy impresionada de verle pero él me mira algo extraño, como confundido y a la vez escondiera algo. ¿Qué le pasa?

—¿Dónde está Ignacio? Su té.—alzo mi mano mostrando el vaso.

—Él, fue...pues...verás, él...—lleva su mano tras su cabeza sobando y peinando su pelo negro y fino, típico asiático.

Luce sospechoso, cuando le ví estaba mirando hacia afuera no hacia el frente sino al lado por la acera. Un momento...Le aparto de la puerta y salgo a la acera mirando dónde mismo Hang lo hacia pero no logro verle. Me llama la atención que unas persona miran justo donde está la parte trasera del negocio, se alejan un poco. Escucho unos sonidos que provienen justamente de ahí.

Oh no no no.

Pongo el vaso en la mano de Hang y como bala salgo disparada a buscarle.

Estoy en el pequeño callejón y uno de ellos está en el suelo junto a los contenedores de basura, como recién aventado. Miro a Ignacio quién está de espaldas a mi observando a los tres matones de enfrente, aprieta el puño con fuerza y los otros dos frente a él listos para pegarle.

Max se lanza primero sobre él pero lo esquiva sin tocarle. Este cae al suelo justo en mis pies y es cuando estoy sorprendida e inmóvil mirándolo.

—Ig, Ignacio.

Se voltea y me mira, me doy cuenta que le distraje. El único en pie detrás de él lo atrapa por detrás y hace una llave inmovilizado sus mano y termina sosteniendo su nuca. No se puede liberar por mucho que se mueva de forma brusca.

—Suéltenlo.

Doy un paso y Max se mueve rápido colocandose justo detrás mi, también inmovilizado mis brazos. Trato de mirarle y este lleva su mano detrás sacando una navaja y la pasa por mi mejilla.

—Dime cuatro ojos, a ver si ahora eres tan hombre.

Luego lleva la navaja detrás y siento la punta afilada presionar en mi espalda y comienzo a jadear cerrando mis ojos. No quiero salir herida. Aún así no me dejaré vencer por estos idiotas. El que estaba junto a los latones se levanta y golpea en el abdomen de Ignacio. Él recibe el golpe pero no sé arquea casi o queja visiblemente de dolor, noto como le mira con el ceño frucido debajo de sus cejas.

—Idiota, ¿quién te has creído para meterte con nosotros?—le dice volviendo a golpearle—Quita esa cara de pendejo.

El matón vuelve a golpearlo pero esta vez en la cara. Siento el desespero correr por mi cuerpo y ese sentimiento de defenderlo. Entre dientes me lleno de valor.

—¡No lo toquen! O no me quedaré quieta.

—¿Qué vas a hacer tú? Fea.

Miró a Ignacio y este está arrodillado en el suelo y solo me mira. Su pelo rizado está algo alborotado y luce sexy.

»Flavia ten compasión, como que sexy, ¿no vez que lo están golpeando?

Pero no puedo mentirme, luce rebelde. Su boca entreabrierta deja salir el aire que inhala con fuerza y el humo a causa del frío sale de su boca. El primer botón de su camisa se ha roto y su pecho sube y baja de forma muy notable.

Me doy cuenta que tiene sangre en el labio inferior.

—Tu labio.—musito sorprendida.

Hizo esto porque vió la marca en mi piel. ¿Él me está defendiendo?

Las lágrimas se forman en mis ojos y caen. Mi corazón se entristece de ver a quién me protege lastimado. Es un simple hombre, no tiene como protegerse de personas como ellos. Por mi parte tengo a Stuart y puedo hacer el intento de que haga algo por mi, en el momento en que diga que unos matones me acosaban no se quedará quieto, eso lo sé. Ignacio luce...indefenso, para resumir.

Es la primera vez que alguien hace algo así ¿Porqué me ayuda?

—¡Déjenlo ir!—digo entre lágrimas.

—Flavia.—Ignacio me dice fruciéndo el ceño.

Siento el cuchillo presionar, perfora mi ropa y siento que me lástima. Cierro mis ojos con fuerza algo asustada y siseo entre dientes soportando tanto el dolor como el temor. De repente ya no siento la punta de la navaja queriendo entrar en mi piel, sus brazos m sueltan y soy libre. Estoy confundida. Abro mis ojos para ver a Max detrás cayendo al suelo inconsciente.

¿Pero qué acaba de pasar?hay alguien detrás–¿Hang?

Parece que le golpeó y le desmayó de un golpe. Fue tan sigiloso e inesperado. Escucho quejidos entre gruñidos y me volteo a mis espaldas viendo a Ignacio, quién agita una mano tocando su muñeca y los dos están en el suelo.

¿Pero qué...en qué momento, tiempo?

Uno se retuerse tocando su barriga pero su boca sangra y el otro tiene su pie doblado o mejor dicho, fracturado. Observo al hombre en pie delante de mi que mirándolo toca su labio y chasquea su lengua para hacer un leve gesto de dolor.

Su labio inferior está heridorecuerdo.

Camino inconciente hasta quedar frente a él a menos de un metro. Él solo encuentra nuestras miradas y está inmóvil.

Por fin puedo ver tus ojos tan de cerca–alzo mi mano lentamente a tocar su mejilla y mis dedos se cuelan bajo sus espejuelos.

Su color es hermoso, verde como el olivo. Me transimite un lugar cálido, como si reflejara un campo frondoso.

—Gracias.—susurro—pero ellos no me lastimaron.

Arruga el entrecejo y sé que está algo confundido. Le sonrió pesadamente y miró su labio que él entreabre, mi mano se desliza hacia abajo y mi pulgar quiere limpiar la sangre de su labio,  pero al tocar siento su aliento y mi corazón acelerarse de una forma que no puedo descifrar.

Es una herida pequeña pero debe doler.

Él pone su mano sobre la mía y me da una suave caricia un mis nudillos, luego deslizando sus dedos por mi antebrazo de una forma suave.

¿Qué pasó justo ahora? Me sentía hipnotizada. Su dedos hicieron que me erizara por completo, no sólo mi brazo.

—Debo irme—recuerdo el tiempo que llevo perdiendo de trabajo y el guardia, ese maldito guardia.

—Si. Deberías.—me responde y decido entrar por la puerta trasera a unos pocos metros después de los latones de basura.

***

Había vuelto a trabajar y continué mi día como de costumbre. Ya han pasado horas desde que sucedió el incidente. Volví a la mansión Stuart luego del trabajo y me encuentro ahora parada junto a una de las ventanas de mi habitación mirando el atardecer, aburrida, sin nada que hacer. Ni me preguntó como estarán eso tres insoportables. Lo único que tengo en mi cabeza es ese momento en que estuve cerca de Ignacio y miré sus ojos. Cuando toque su rostro y él tocó mi piel, sentí como un fuego, una corriente que terminaba en mi vientre y mi corazón acelerar su ritmo. Fue una sensación que creo en mi una adicción.

»¡No Flavia!, no puedes pensar en él.

Le lastimarías y solo tenía la intención ayudar, no hay nada más que el hecho de un hombre que defiende a una mujer en problemas.

*Knock knock

Miró a mis espaldas y aparece la sirvienta asomando la mitad de su cuerpo.

—Mi señora, el señor Stuart ha pedido que vista un vestido hermoso, tendrán una visita inesperada para la cena.

—¿Visita inesperada? ¿No sabes de quién se trata?

—No, solo que es alguien de mucha importancia para el señor.

¿Quién puede ser tan importante?
Extrañada de no saber quién podría ser y pensar que casi son tres años desde que estoy con el señor Stuart y nadie es lo suficientemente importante para él. No me viene nadie a la mente justo ahora

Entro en el cuarto pequeño, el vestidor. Camino bordeando y paso mi mano por las gavetas y ropa colgada, me detengo al encontrar un vestido que me llamo la atención. Una pared llena de zapatos y elijo los más adecuados que combinen. Miro todo dando vueltas y me doy cuenta que encuentro todas las cosas que una chica quisiera tener en su armario.
Un vestido que llega justo sobre mis rodillas, en la parte superior tiene las mangas y cuello de encaje negro. Unos colgantes sencillos. Me trenzo mi pelo colocándolo al lado y termino sacando unos flequillos. Aretes pequeños y colgante a juego. Un maquillaje sencillo para resaltar el hermoso color miel de mis ojos y listo.

Mi celular suena y es el señor Stuart, me pide me apresure y vaya a la entrada junto con él. Ahora.

¿Quién tan importante puede hacer que el señor Stuart le espere en la entrada?

Voy lo más rápido que puedo y al llevar a su lado, tan solo tres minutos se abre el protón y veo entrar un auto. Cuando esté se estaciona veo salir primero un bastón, luego un pie. Todo pasa lento y cuando está totalmente afuera.

—Señor IGorio—el hombre a mi lado dice con una sonrisa—Bienvenido a mi humilde morada.

¡No me jodas!pienso y le miró–¿Humilde? ¿A dicho humilde? ¿Por qué los de su clase siempre dicen eso?

El anciano sube los tres escalones y reacciono cuando este luego de saludar con su mano al señor Stuart, me la extiende y le miro luciendo unos guantes negros.

—Nos vemos de nuevo, señora Stuart.

Su mirada es un misterio tras esos espejuelos, ¿no sé porque dicen que es tan temible? Para mí luce tan educado y pasivo. Mejor no lo subestimo. Extiendo mi mano a tomar la suya y este la gira a tocar con sus labios con mis nudillos. Su boca es extraña, no sabría decir, no sentí frío o calor.

Nunca le había visto y ahora resulta que viene incluso a la mansión Stuart. ¿Tan bien parece llevarse con "el monstruo" con el que convivo?








Los errores ortográficos y gramáticales serán corregidos pronto.

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