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Flavia

Está atardeciendo y solo me resta esperar a la hora de dormir. Aburrida y algo deprimida. Vistiendo un conjunto de dos piezas de tela fina y suave. Me siento un poco tranquila cuando estoy acostada en la cama. ¿No sé por qué a mí mente viene Ignacio? El recuerdo del guardia mirándolos fijamente luego se apodera de todos mis pensamientos.

La puerta se abre bruscamente en ese momento sonando contra la pared. Pego un salto y miró asustada ahogando un grito cuando el señor Stuart aparece, da pasos extendidos y rápidos viniendo sobre mi.

—¿Quién era ese que conversaba contigo tan amigable? ¿Rompiste la promesa que hicimos?

Mierda, ya lo sabe.

—Señor, no es, no es lo que...—tartamudeo, tiemblo aterrada.

Una cachetada fuerte en mi mejilla me hizo voltear a mirar al otro lado. Eso dolió. Pongo mi mano donde siento la zona arder.

—Señor, le digo que no es lo que piensa, solo le agradecía por ayudarme...

—¡Me has traicionado Flavia!

Quita el cinto de su pantalón desesperado.

—¡No!—cierro los ojos con fuerza esperando el golpe que de seguro me lo sentiría por toda una semana.

Pero...No pasa nada...Silencio absoluto...

—Abre tus ojos—su voz es grave, áspera, tajante, también suena aterrada como hace unos segundos. Obedezco abriéndolos lentamente y pestañeo varias veces.

—¿Dónde estoy?—susurro entre lágrimas mirando a mi alrededor, es un cuarto oscuro donde me encuentro sola.

¿Cómo pasó? ¿Y porqué no me puedo mover? Intento mover mis manos y pies pero me es imposible. ¡Estoy atada a una silla! ¿Alguien? ¡Sálvenme de este monstruo! ¡Por favor!

Mis lágrimas ruedan por mis mejillas tocan mis labios y bajan hasta de mi barbilla para luego caer sobre mis muslos. Aprieto mis puños encajándome las uñas en la palma de la mano.

—Te atreves a traicionarme Flavia.—su voz se a vuelto siniestra y tanto como la de un verdadero monstruo.

Se escuchan unos pasos que resuenan como un eco y se acerca una silueta que no logro distinguir. La pequeña y única ventana a mis espaldas comienza a reflejar la luz de la luna. El aire frío del invierno recorre mi cuerpo a la vez que él se hace visible a mis ojos. Alza su mano sosteniendo un arma. Tiemblo, de pies a cabeza no puedo dejar de temblar.

¿Voy a morir?

Apunta a mi frente y veo su dedo presionar lentamente. Sus palabras resuenan una y otra vez dentro de mi cabeza como un eco ate: Me traicionaste Flavia. Me traicionaste.

—No lo hice, ¡No lo hice!—cerrando mis ojos grito más fuerte pero no puedo oíreme.

Maldición, no me oye tampoco. No puede saber que es un malentendido.

Grito cuánto puedo, más fuerte, pero es aún peor. ¿Por qué no puedo oírme?

—¡Ayudaaaa!

Una niebla comienza a surgir y cada vez le veo menos, todo se cubre por completo del humo blanco y tengo miedo por saber en qué momento apretará el gatillo.

¡NOOO!

Abro mis ojos y veo el techo. Mi pecho sube y baja a causa de mi fuerte respirar. Siento las gotas de sudor en mi frente. Levanto mi espalda de la cama de golpe y miro la habitación iluminada por la luz del sol que recién comienzaba a salir. Me doy cuenta que fue una pesadilla. Mis manos, mi cuerpo entero aun tiemblan. Pegando mis rodillas a mi pecho, rodeó mis pies con mis brazos y me dejó caer a un lado.

—Quiero que se termine esta pesadilla.—llorando me abrazo a mi misma queriendo sentir el afecto que tanto busco en alguien que realmente le importe.

Pasaron unos minutos hasta que me calmé y miré la hora en mi celular, eran casi las ocho de la mañana. Voy al baño y me doy cuenta de mis ojeras debido a la terrible pesadilla que tuve con el señor Stuart.

—Una ducha caliente me vendría bien.

Escucho mi propio consejo. Él agua corre por mi cuerpo y me siento relajada. Poco después salgo para vestirme. Tengo hambre, así que salgo de mi habitación y camino por el pasillo hasta bajar las enormes escaleras, me dirijo al gran comedor a tomar el desayuno. A medida me acerco escucho voces conocidas y me detengo antes de entrar. Sentir miedo de alguien tan cerca de ti se siente horrible, no se lo deseo a nadie.

—...¿Y por eso vinístes?—freno en seco al escuchar su voz ¿Es Stuart? ¿Qué hace aquí? Se supone vendría mañana.

—Claro, ¿qué esperabas?, la llevaré conmigo.

Una voz más joven. Es pera, ese es, ¿William Stuart? ¿Realmente vino?

—Solo déjala, no te la podrás llevar tan fácil. Decías que aquella mujer no era importante...

—¿Qué me estás diciendo?—le interrumpe—¿qué se la dejé a ese maldito infeliz o me estás subestimando?

—Solo coge otra mujer y enfócate en algo por una vez.—suena como si fuera algo tan normal para él.

—Que quede claro, la quiero a ella Stone, te recuerdo que es mi...

—¿Señora?—dejo de escucharles cuando una voz me sorprende por detrás y doy un salto del susto.

Mierda, sirvienta entrometida. Gracias por casi poner mi vida en riesgo.

Me doy cuenta que ellos callaron, ¿también la escucharon? Entro como si nunca hubiera detenido mis pasos, finjo no saber que estaban aquí y los veo sentados, ambos mirándome.

—Bu, buenos días—nerviosa.

Espero no me se hayan dado cuenta.

—Estás en una pieza. Bien.—con el sarcasmo de este viejo mi yo interior rueda los ojos.

Miró a William y este me mira por debajo de sus cejas bebiendo un taza de café. Se siente como ese perro desconocido que te mira de forma que no sabes si comenzará a ladrar o simplemente saltará sobre ti.

—Señor.—le saludo y este revira sus ojos y toma un último sorbo para poner la taza sobre la mesa.

Tengo todo delante de mí y no me atrevo a tocar nada. Trago en seco sin saber que hacer o decir. No me gusta esta sensación.

—¿Vamos come algo?—me invita el señor Stuart.

Aún siento la mirada de William fija en mi a escondidas de su padre.

—Te preguntarás ¿por qué adelanté el vuelo?—asiento, no sé si hice bien en ser sincera—Bueno, fuimos invitados esta noche a una cena. Irán personas muy importantes, así que esta noche debo lucero la hermosa mujer que tengo por esposa.

William chistar y su padre le mira. El hijo se levanta sin decir una palabra dejándonos a solas. Trato de no hablar  y me enfoco en solo desayunar y no miró más que mi plato y lo que tomo.
La razón por la que William actúa así frente a mi m que s desconocida pero tampoco perece tener la intención de decirme. He terminado y él señor Stuart lee en su tablet.

»Flavia invéntate una excusa para salir de aquí.

—Con permiso señor, iré a la piscina.

Salgo de la forma más educada que conozco y una vez lejos del comedor casi corro subiendo las escaleras hasta llegar ha mi habitación. Me quedo tras la puerta con el corazón en la boca.

***

Sé que es un país frío, pero jamás vi una piscina bajo techo en un lugar donde la calefacción es estupenda. Dicho lugar queda apartado de la mansión, con una pared que más bien es un enorme ventanal que da vista a la mansión y todo el jardín trasero. Por desgracia mi peor lugar en el mundo tiene una vista genial. Entro por la puerta que es custodiada por dos guardias. Paso junto a una silla y dejo mi ropa.

Mi traje de baño es de dos piezas. No solo bonita según los demás,sino que también tengo buen cuerpo, esto se lo debo al señor Stuart. Era muy delgada antes de casarme con él y luego me obligó a ejercitarme como también a estar totalmente depilada. Es algo importante para él y me veo obligada a satisfacer cada cosa que pida. En resúmen mi cuerpo no es tan diferente al de antes, solo un poco de más curvas y un ligero, pero muy ligero, rastro de definición de mis músculos.

Me paro en el borde mirando la enorme y cristalina piscina frente a mi. Es profunda en una gran parte. La temperatura no me importa porque suele estar a temperatura algo cálida. Doy un salto hacia adelante poniendo mis manos en frente. Sí, la temperatura es como recordaba, perfecta.

Llegó a la superficie viviendo mis manos y pies. Quiero ocupar este tiempo para olvidarme de donde estoy y como me siento por dentro. Recuerdo a los tres chicos matones que ayer intentaron dejarme en ridículo más de los que ya hacían, la forma en que Ignacio me defendió. La entrada de Hang y como ellos se quedaron congelados mirándolo. También me hizo recordar que ellos ya me habían preguntado ¿qué tanto le conocía?

¿Quién es Hang realmente? ¿Cómo se conoces? Hang no parece ser de las personas que se involucran con esa clase de pandilleros. Bueno, no le conozco, así que bien podría ser cualquiera sin yo saberlo. Si ellos mostraron ese respeto fue por algo. Esa clase de chicos no le temen a nada o casi nada.

Me detengo justo en el medio de la piscina y estoy un poco cansada. Me duelen los hombros, brazos, caderas y pies. He dado una cuantas vueltas y el tramo es largo. Creo que he ejercitado bastante.

Subo por la escalera y bordeo la piscina hasta la silla con la toalla encima. Miró por el ventanal las nubes grises, se que al salir el frío me golpeará así que no debería de salir empapada, mejor espero aquí que es cálido. Y me cubro con la toalla y otra para secar mi cabello.

Llevo tan solo unos pocos minutos y no sé por qué, pero cuando sientes que alguien te acecha miras a todos lados de forma sospechosa y extrañado. Pues, mi instinto me hace mirar a la mansión. En esa ventana cerrada y él está parado como fantasma que me vigila.

William Stuart, tú otra vez. Es la segunda persona de la que me gustaría huir. No me habla, solo me mira y aún así parece decir miles de palabra, no necesito ir a la escuela y obtener un título para saber su significado. Él me odia pero no sé su motivo.

Quiero salir de su campo visual como de su objetivo de vista. Creo que puedo ya salir, aunque mi pelo está húmedo, si camino rápido talvez el frío no me afecte. Voy a la puerta y un guardia la abre por mi.

Camino rápido como tenía pensado y mi cuerpo y labios tiemblan. Joder lo que tengo que hacer por no soportar a esta gente. Entro a salvo del viento helado y continuo por los pasillos. Está mansión es un jodido laberinto, prefiero un pequeño apartamento.
Me acerco a esas estatuas raras que no suelo ver a menos que vaya a la piscina. Son cinco, una al lado de la otra, son blancas y lucen de forma abstracta lo que parecen ser personas. Supuestamente tienen un alto valor y está prohibido tocarlas, si, tampoco las sirvientas tienen permitido limpiarlas. Solo un hombre viene cada cierto tiempo y se la lleva para traerlas en una semana.

Una sirvienta va delante de mí con algo entre manos, ¿ropa? Voy casi llegando a las escaleras cuando un hombre que desconozco pasa por mi lado con una maleta, seguro que a ver al señor Stuart o ¿por qué no? a su hijo también. Ambos son cómplices de lo que hace el otro aunque el padre es el que manda, claro está.

Subo las escaleras ignorando todo a mi alrededor y pensando, bueno no pienso en nada realmente. Me detengo frente de mi habitación con la mano en la manija y veo a aquella sirvienta seguir hasta entrar en el cuarto de el William.

Creo que no lo dije, pero otra palabra que caracteriza al hijo unigénito del señor Stuart es "mujeriego". Así que dudo que ella salga como mismo entró, en condiciones me refiero.

***

Se siente bien estar limpia y olorosa, aparentemente tranquila. Termino de secar mi pelo y peinarlo sentada frente al espejo, es realmente largo, atenderlo me lleva tiempo.

Me siento en la cama resoplando de aburrimiento, no sé qué hacer habrá esperar a arreglarme para esa cena tan importante para el señor Stuart.

¡Ya sé! Un libro.

Cuando llegué a esta habitación quede fascinada por el estante que se extiende en toda una pared. Stuart mandó a comprar libros de mi género favorito. Fantasía. Son pocos a los que le gusta pero tengo mis razones. Primero desaparecer mentalmente de mi realidad y entrar en una totalmente diferente.

—Leeré este—lo tomo en mis manos y me acomodo en el suave colchón entre las almohadas.

La autora no es una persona muy conocida pero este libro es genial. Ya lo había leído varias veces y no me canso de hacerlo una y otra vez. Me identifico con esta chica.

El libro trata de una joven que tenía su vida planeada como toda chica llena de sueños y planes. Tenía a sus padres, amigas y un chico que le gustaba. Su vida cambia por completo cuando su mundo se ve amenazado y termina entrando en un planeta desconocido. Pero ella quiere huir, no le gusta estar ahí, quiere volver junto a su familia y el chico que le gusta. Sin ella esperarlo aparece un príncipe que también es un guerrero fuerte y rudo capaz de lo que sea, por cierto tiene el poder del fuego. Se enamoran con los días, meses y ambos tiene que luchar contra las sombras de ese mundo. Todo lo que la quiere lastimar el príncipe no lo dejará pasar por alto.

El romance es precioso. Si, soy romántica ¿Y qué?

Centrada y sumergida en este mundo pasa el tiempo tan rápido que de momento tocan a la puerta y tardó en darme cuenta, le pido pasar.

—Señora, lamento interrumpirla—entra y tiene dos cajas, una más pequeña que la otra. Se aparta y tras ella una mujer con una maleta cuadrada—El señor a enviado un vestido y zapatos, tambien a la señorita para que le arregle para la cena de esta noche.

Sabía que no era cualquier tipo de maleta, es maquillaje. El tiempo pasó realmente rápido, entre vestido, maquillaje peinado y por último los zapatos.

—¿Qué tan importante son los que van a esa cena?—me pregunto mirándome en un espejo de cuerpo completo.

Un vestido largo y ajustado a mi cuerpo, abierto a un lado mostrando mi pierna, mangas hasta las muñecas, un peinado semirecogido manteniendo el largo natural de mi pelo con un pequeño adorno de color plateado y maquillaje sencillo, aún así mis ojos resaltan su color.

—El señor la espera en el auto.

Asiento y tomó el abrigo negro, es de eso que tienen pelitos y me encanta abrazarlo y tocar mejilla...

Así le digo. Abrigo de pelitos.

Salí de la mansión, a la entrada principal. Entro en el auto sabiendo que está a mi lado, no le miro, así que el toma mi barbilla y aprieta con su pulgar y gira mi rostro para verle.

—Hermosa. Me siento afortunado.

Muerde su labio inferior de forma sensual y provocativa pero a mí solo me da escalofríos y asco. Después de todo tengo que sonreírle y agradecerle juguetona.

En fin, la hipocresía–suspiro.

—Comportate en esta cena. Irán personas peligrosas, como también importantes.—fulmina mis ojos con su mirada—Solo sonríe y responde lo que se te pregunté. No se te ocurra dejarme en vergüenza. —asiento a la vez que trago en seco.

***

Llegamos a un edificio lujoso. Me suena mucho, ¿dónde lo he visto? Salimos del auto. Espero a el señor Stuart y este luego de rodear el auto me toma la mano y la enrolla en su antebrazo. Tengo que levantar un poco el vestido para caminar cómodamente, con temor a pisarlo y hacer el ridículo.

Levanto la cabeza y unas letras en dorado "Golden G". Ya recuerdo, es el mismo hotel de las noticias dónde mostraron al CEO del Gorikz Empire. No puedo creer que vaya a entrar a un lugar tan lujoso y caro.

Unos guardias nos respaldan y somos guiados por un hombre que trabaja en el lugar. Todo luce iluminado por hermosas lámparas que parecen estar adornadas de diamantes en vez de cristales.

Ahora que menciono eso es mejor no dudar de que sean diamante, solo por no subestimar al dueño.

Los que aquí vienen son personas que realmente tiene el dinero para gastarlo. Suelen hospedarse personas importantes, como presidentes de empresas, famosos y otros más con millones en los bolsillos. Nos abren una puerta y hay cuarto hombres como el señor Stuart en edad y apariencia, estos están acompañados de mujeres, sus esposas supongo.

Es solo un pequeño salón para nosotros con una mesa de 12 sillas, se escucha una música suave de fondo. Los hombres saludan y Stuart me presenta a cada uno y si, esas mujeres son las esposas de ellos. Todas un poco mayor que yo, visten un poco más extravagantes y usan collares, pulsos y anillos de oro.

Ni que fuera esto una competencia. Me da asco.

Yo estoy usando una simple cadenita con un dije pequeño y mis aretes le combinan, incluso mi anillo de bodas es sencillo.

Así soy, sencilla.

Se abre la puerta y entra un hombre, el mismo que nos guío hasta aquí.

—El señor anuncia está llegando, estará aquí en menos de cinco minutos.

Todos van a sus puestos tranquilamente mientras continúan conversando. Yo mejor sigo con el pico cerrado, de todas maneras no se que cosas hablar con esta.

—Es la primera ves que le voy a ver tan cerca—dice una mujer a otra.

—¿Quién?—me pregunto picandome la curiosidad. Una risa corta y fina me llama la atención a mi lado y al sentarme ella también.

—Ay señora Stuart, ¿Su esposo no le dijo quiénes iban a asistir a esta cena?

La señora Ross. Fue la última que el señor Stuart me presentó.

—Si lo mencionó—miento—pero tengo mala memoria.

No especificó, ¿cómo voy a saber? También es la primera vez que los conozco.

—El más temido y poderoso dentro de la mafia. Todos incluso ellos...—señala con la vista a todos los presentes, o mejor dicho, a los hombres presentes—...lo respetan. Es el número uno. El jefe de jefes, el manda más o como quieras decirle. Pero aún así todos le llaman....

Se abre la puerta sorpresivamente tomando a todos desprevenidos y miramos. Usa un sombrero y se lo quita mostrando su pelo blanco como la nieve, sus ojos tras unos espejuelos y un enorme abrigo negro cubre por completo su cuerpo. Alto, igualando al tamaño de los guardias tras él. Ah, y también se sostiene de un bastón. ¿Eso es oro, y y esas piedras de colores son joyas naturales?

Todos se ponen en pie y les imíto de última.

—Sea bienvenido...señor IGorio.—ni sé quién habló, pero se nota en su voz cuanto le respeta.

El anciano lo ignora y camina hasta el otro extremo de la mesa, sentándose en la cima, justo al lado del señor Stuart. Junto con él hay otro hombre más joven que tiene lentes y el pelo largo recogido por una liga.

El anciano mira a todos y finalmente sus ojos terminan en mi, me escondo mirando mis manos descansar en mi piernas. ¿Por qué siento temor sin siquiera él haber dicho una palabra?

—Buenas noches a todos y gracias por la invitación...señor Stuart—le mira por el rabillo del ojo sin mover su cabeza.

Miró al señor Stuart y este agradece aún más que viniera. Este anciano acaba de mirarlo de una forma que jamás ví y el señor Stuart si que muestra respeto. ¿Quién rayos es realmente este "jefe de jefes" que "el hombre que más temo" se muestra con la cabeza baja? No me digan que existen peores que el señor Stuart.

La cena comienza da comienzo cuánto traen los platillos y todos prestan su atención en este anciano. Como si no se vieran hace años preguntan cómo han estado y noto que el hombre de pelo largo me mira fruciendo el ceño.

Joder con esta gente, ¿nadie es normal aquí o qué? Es que todos me miran para intimidarme. Necesitaré un psicólogo.

—Señor Stuart—el anciano lo mira—Supe se casó hace dos años lamento no haberle felicitado antes.

—No se preocupe y gracias señor. Permítame presentarle a mi esposa.

Me pongo en pie y extiendo mi mano esperando sellar nuestro saludo.

—Soy Flavia. Flavia Stuart. Gusto en conocerle—le sonrío de forma educada.

Solo mira a mis ojos fijo, no noto un cambio de expresión. Por un segundo comienza a toser reaccionando toma el vaso para beber agua.

—El gusto es mío—dice tapando su boca con lo exterior de su mano que viste un guante negro. Toma la copa y bebe un sorbo del vino.

No toma mi mano, eso fue vergonzoso. Me siento nuevamente y pienso que mejor hablo y me muevo cuando el Señor Stuart me ordene, es mejor.

—Tiene buen gusto para las mujeres—le escucho decir aún aclarando su voz.

Alzó mis ojos y este habla al señor Stuart mirándome y luce como alucinando de verme. No soy gran cosa ¿que le impresiona? Stuart le sonríe, parece tonto a mi vista y tanto que me revuelve el estómago.

—Señora Stuart—odié ese llamado pero igual respondo mirándole. Un segundo de silencio cuando mis ojos miraron los suyos.—Cuénteme señora Stuart, ¿cómo se conocieron? ¿cómo se enamoró del señor Stuart?

Esa pregunta me ha dejado hasta sin aire.

¿Enamorada, yo? ¿Me estás jodiendo? Vivo un infierno desde que miré sus ojos.

No puedo hablar. No sé qué decir o mejor dicho que inventar. Creo que llevo mucho tiempo guardando silencio y el señor Stuart comienza a hablar por mi. Me encojo de hombros porque sé que cada palabra es una mentira y elaborada por un sucio sádico.

Miro al anciano detalladamente, su pelo es totalmente blanco y su piel es arrugada no hace ninguna expresión exagerada, no sonríe, no habla casi. Apenas hace gestos faciales. El hombre de pelo largo mira al señor Stuart fijamente. Esta gente que rara es, Diosito, sácame de aquí.

—Señora Stuart—un susurro del otro lado. Es la señora Ross.—Luce calmado pero es un demonio—suelta de repente.

—¿Qué?—susurro sorprendida.

—Lo digo en serio ¿Por qué crees que todos lo respetan? Es el número uno. No querrías ser su enemigo, jamás.

Sus palabras me dejaron pensando. Más poderoso que el señor Stuart, no puedo creerlo. Ya él es malvado, eso quiere decir que este anciano que luce débil en realidad no es más que otro demonio. Y resulta ser el más grande de todos.

Cómo pueden existir esta clase de personas, les gusta jugar con su propia raza. No hago más que mirarlo y con el que más sostiene una conversación es con el señor Stuart.

***

Está nevando un poco fuerte y espero en la entrada, justo a un paso de estar afuera. El señor Stuart iría a acompañar a alguien y seguido volvería en el auto por mi, justo donde me pidió que le esperara.

—¿Señora Flavia?—escucho.

Me volteo a medias y veo que es el anciano de antes.

—Señor ¿IGorio?—dudosa al recordar pero asiente.

—Espero volver a verla, luce una joven encantadora. Su esposo debe ser maravilloso ya que la mantiene hermosa.

—Si, él...—apenada miró al suelo y entrelazo los dedos de mis manos. Miro al frente el auto estacionarse.

—¡Señora Stuart!—el joven a mi lado va y sostiene la puerta abierta trasera del auto, el señor Stuart se ve que está dentro mirándome y dice "Querida, entra es hora ya de irnos"

No sé si elegir entre un "Stuart demonio" o "lobo disfrazado de cordero", es lo mismo como quiera que lo veas pero lo segundo es más aterrador para mí.

—Señor IGorio fue un placer conocerle esta noche—me despido.

—Lo mismo digo. Que tengan buen viaje de regreso.

No parece taaan como me hicieron creer. Pero no te confieso Flavia, dentro de la mafia no puedes mantenerte en calma total. No debo subestimar ni al que aparenta débil.

Entré en el auto y el conductor aceleró al segundo. ¿Apresurado? Miró al señor Stuart por el espejo de enfrente y llama demasiado mi atención el hecho de que no me este molestando. Está callado y luce serio mirando por la ventana. Normalmente o mínimo pondría su mano en mis piernas provocandome una asfixia por el temor. Cómo había pensado antes en esta versión disfrazada de él, ahora todo mi cuerpo siente ese escalofrío que solo el produce en mi sin importar este enojado o alegre.

Hemos llegado luego de un par de minutos y él sale del auto por su lado y yo por el mío. Le miró rodear el auto apresurado y toma mi mano para jalarme mientras caminamos.

—Señor...

—Cállate—dicta, obedezco y me callo.

Eso no sonó amable. Está enojado, muy enojado pero ¿Por qué? ¿Qué provocó que se enojara?

Dios, estoy aterrada.

Subimos las escaleras a toda prisa al segundo piso y literalmente él da grandes pasos que vienen siendo dos pasos mío, por el vestido es más dificultoso así que decido alzarlo y prácticamente troto para no caer. Los tacones son altos y su tacón fino, no voy a decir que pise correctamente, de hecho rozaban muy seguido.

—Señor, ¿qué he hecho para que se enoje?

Él no habla, solo aprieta con más fuerza mi muñeca y duele. Entramos en mi habitación y me empuja dentro cerrando la puerta. Me toma de los hombros caminando, me hace retroceder y vuelve a empujarme aún más fuerte. Tropecé y por suerte caí en la cama. No, no es suerte.

—¡Me hiciste pasar vergüenza en esa maldita cena!¡¿Por qué te quedaste callada?!—me grita y  tomar mi mano y jalárme a él, de esta forma me siento y comienzo a temerle a causa de su forma brusca de ser.

Sus manos rompe el vestido justo por el medió, desde arriba hasta mi cintura. Mis senos quedan al descubierto y me cubro con mis manos. Comienzo a dejar salir mis lágrimas sin freno alguno.

—¡Solo tenías que responder y a maldita pregunta!

No, no otra vez. No quiero.

Trato de huirle retrocediendo con mis manos y pies. Aún así me toma por el tobillo y me jala nuevamente hacia él quedando con la espalda en el colchón y mi muñeca se tosió un poco.

—No volverás a hacer eso.—dice apretando mi mandíbula con enojo—Ahora serás castigada hasta que aprendas a como comportarte y que tienes prohibido dejar mal a tu marido.

—Yo no lo volveré a hacer. Perdóneme.—bebo mis lágrimas y él quita su cinto desesperado y me azota a un lado de mi muslo izquierdo haciendo sonar alto.

Grito poniendo mi mano y miro como el color rojo comienza a formarse. Me agarra por la nuca enredando sus dedos en mi pelo con salvajismo. Me acerca y amarra mis muñecas para luego lanzarme bocabajo. Siento como rasga el vestido por detrás y el aire toca mi piel. No sé más que llorar, pedir que se detenga y me deje ir, no volvería a hacer algo que lo molestará. No sé en qué momento se deshizo de mi ropa interior con tanta rapidez y agilidad.

Prefiero morir que seguir así.

Sus manos en mis caderas se sujetan con fuerza y su miembro entra sin permiso ni aviso. Chillo dolorosamente y él me toma mi pelo con fuerza y pega mi espalda a su pecho. No puedo alejarme, es muy fuerte.

—Tú no tienes escapatoria de mi.—gruñe en mi oído dando una embestida fuerte que duele hasta mi interior—Recuerda eso.

Lloro y solo quiero que sea una pesadilla de la que pueda despertar pronto. Me duele mucho.

—AH—grito llorando y sus manos me hacen daño dondequiera que toca.




************************

Dejo bien en claro que estoy en contra de la violencia y de esta clase de actos. Solo es parte de una obra ficticia para alimentar ciertos puntos de la trama.

Cualquier parecido con personas verdaderas, vivas o muertas, o con hechos reales es pura coincidencia.

Los errores ortográficos y de gramática serán corregidos muy pronto.

Nos vemos en el próximo cap.

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