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3

Flavia

Han pasado dos días luego que dejé el hospital y también la triste noticia de la muerte de aquella joven. Cosa que ha martillado mi cabeza, el hecho de tener a la bebé pero debe extrañar a su esposa. Cuántos planes rotos. Aunque para que mentirme, no dejo de pensar en su voz, y su mirada, lo que me hace sentir el estar cerca.

Y hablando de mi, hoy me siento mucho mejor, los dolores de cabeza se han ido casi del todo y tomó pastillas para eso.

—Señora no puede ir a trabajar, aún está lesionada—la sirvienta personal que me asignó el señor Stuart me sigue por toda la habitación intentando convecerme.

Con un gorro cubro mi cabeza, tapo mis orejas un poco, y uso los lentes.

—No pienso quedarme otro día más encerrada en el cuarto.—le digo sin detener mi paso.

—Señora, por favor—insiste.

Que molesta.

—¿Me estás ordenando?—freno en seco y dandole la cara me cruzo de brazo, ya comienzo a irritarme. Ser la señora de la casa tiene ventajas aunque no las suelo usar.

—No señora, yo solo...—mira al suelo mostrando respeto.

—¡Entonces pide que traigan el maldito auto!

—Si señora.

***

Como siempre, mi habitual recorrido. Voy al parque y veo al viejo Jack en el mismo lugar de siempre sentado en la banca junto al pequeño lago.

—Flavia, me preocupé estos dos días cuando no viniste.

—Lo siento, surgió algo y tampoco vine a trabajar, pero aquí estoy.—muestro una sonrisa

—Es bueno verte sonreir muchacha.

—Si...pero, ¿Podemos cantar una canción? Hoy me siento algo triste en realidad.

—¿Qué te ha provocado tristeza?

—Conocí a alguien, recién perdió a su esposa luego de ser padre.

—Eso sí que es triste.

—Sé de una canción preciosa.

Comienzo a cantar y atraer algunas miradas, de a poco algunas se acercan o simplemente nos observan desde donde están. Otras personas solo corren por los alrededores ejercitandose y yo estoy mirando el lago cristalino que refleja el cielo lleno de nubes un poco grises.

Recuerdo a mis padres y no puedo evitar llorar. Mis manos frías las meto dentro de los bolsillos del abrigo, mucho mejor.

Ellos no están muertos físicamente pero para mí es como si lo estuvieran, los odio luego de lo que me hicieron. Por culpa de ellos sufrí y abusaron de mí como una esclava. Nunca apoyaron lo que fuera que hiciera para mí, me tildaron de egoísta y me hacían sentir culpable aunque no tuviera la culpa. No solo me hirieron sino también negaron de mi.

No llores por ellos no se merecen tus lágrimas.

Mi corazón está destrozado ahora mismo tratando de recordar sus rostros. Es difícil amar quien no te ama. Cuando piensas que tu madre y tu padre no te abandonarían, pero te lanzan literalmente a tu perdición cuando en realidad debería protegerte. ¿Qué clase de padres son esos y por qué existen?

Cuando la canción termina continúo llorando y seco las lágrimas que no dejan de salir.

—Lo siento viejo Jack, debo irme. Te veré más tarde.

Él me entiende y me dejó ir confiado. Algo avergonzada de llorar delante de las personas cubrí disimuladamente mi rostro.

El Rolyan's Caffee casi estás punto de abrir. Paso por la puerta cabizbaja y Donatella choca conmigo mirando algo en sus manos.

—Oh, no te ví.—mira mi rostro escondido tratando de entender mi expresión—¿Estabas llorando? ¿Quieres contarme?

Niego con la cabeza sin dejar de sollosar, seco la ultima lágrima. Ella parece algo enojada. Solía ser mi paño de lágrimas y el hecho de no querer contarle hizo que la alejara aún más. Espero no me odie.

***

Hay muchos clientes como cada mañana.

—Ey, Flavia—susurra una de las meseras tocando mi hombro con el suyo. ¿Qué pasa? Ella me señala al otro lado justo donde la puerta.

—¡Hang!—me contento de verle.

—Hola, estás animada hoy—acercándose a mi.

—No realmente, pero estoy feliz de verte bien.

—Fui dado de alta al otro día en la mañana.

—Yo igual, hace dos días pero estuve en casa con tratamiento—hay un segundo de silencio—¿Pedirás té helado?

Asienta sonriente y me diríjo a prepararlo como siempre. Miró detrás de Hang, enfocando más allá de la ventana, el auto estacionado y el guardia está mirando hacia otro lado hablando por su celular. Si me vieran conversando tan amigable con Hang de seguro lo pondrían en la mira y luego de eso no se qué pasaría.

—Hang. ¿Cómo está él? Ignacio.

—¿Lo supiste?—impresionado levanta sus cejas.

—Si, estuve ahí cuando llegó pero tuve que irme pronto. Supe por la doctora que realizó la operación que ella...falleció.

—Si...Chris—le noto triste, ¿le conocía?—Ignacio es algo...extraño—tomó su tiempo en decir eso—No muestra sus emociones, pero sé que fue un duro golpe, la quería mucho. Todos los que la conocían la querían.

Le entrego el vaso de té y me lo agradece, tenía prisa y mucho trabajo, así que nos despedimos.

—¡Hang!—le llamo y él justo con la puerta abierta listo para salir—Ya que trabajan juntos... pudieras entregarle algo por mi.

Voy al mostrador. Tomando una hoja de la notebook de pedidos y el boli escribo algo, no tardo nada y vuelvo junto a Hang para entregarselo.

—Porfa, dáselo por mi.

—Lo haré—sonríe y se va.

***

Ha terminado mi día de trabajo. Estoy devuelta a la mansión Stuart y justo ahora entro a mi cuarto. El único lugar donde estoy sola, bueno a veces soy interrumpida de la peor manera, pero...en fin. Luego de quitarme el abrigo y el bolso lo dejo sobre una mesa. Sigo mi camino hasta el baño y me detengo frente al lavamanos. Miró mi rostro en el espejo quitando los lentes, el gorro, termino por desatar mi pelo y cae a un lado. Debería quitarme está venda, siento que está por gusto si ya no me duele aparte de eso ya comienza a molestarme. No tardo en quitarmela y siento como si aún la tuviera, esa presión leve quedó plasmada. Dónde recibí el golpe ya no duele. Recojo mi pelo en alto como de costumbre. Recordé algo:

—¿Habrá leído la nota que le envié con Hang? Espero se la haya entregado.

No puedo evitar estar nerviosa por eso ya que nunca había hecho algo así.

Preparo la tina y me desnudo para darme un baño de espumas y miro la enorme lámpara colgada en el techo y a mi alrededor. Todo sumamente costoso y hermoso a la vista. Un baño amplio con las luces bajas para dar una sensación de tranquilidad y calma. Ja, en mi caso es más bien tenebroso y pareciera que saldrá algo de debajo del agua.

—Faltan dos días para que llegue el señor Stuart. No ha sido una semana tan relajada pero es mejor que tenerlo aquí_suspiro.

Cierro mis ojos intentando no pensar en nada y relajarme tomando mi tiempo. Froto mi piel con una suave esponja y respiro el dulce aroma. Minutos después mi estómago comienza a rugir.

—Vaya, tengo hambre. Creo que es hora de salir del baño.

Después de vestirme salgo de la habitación y veo dos sirvientas salir de un cuarto.

—Es el cuarto del hijo del señor Stuart.

—Señora—me saludan.

—¿Qué está pasando? No suelen entrar en ese cuarto—estoy extrañada.

—Él regresará mañana.

—¿Mañana?—alarmada las miró esperando escuchar que era una broma de cámara oculta.

Y yo que pensaba iba a tener una semana tranquila.

William Stuart es tan malo como su padre. No sé decir cuál es peor. Tal padre tal hijo, como aquel dicho. Lo poco que conozco de él es que es un mujeriego y siempre está planeando cosas turbias que no termina en nada bueno. Por suerte no pasa mucho tiempo aquí y han pasado unas tres semanas desde que se fue. Mejor olvidó el tema y lleno el tanque, también quiero dormir temprano para que llegue el próximo día y salir de aquí.

***

Otro día más en el trabajo y es ¡VIERNES! El nuevo día a comenzado con lluvia y mucho frío. ¡Joder con la lluvia!, el frío no es lo que me molesta.

—Están hablando de la familia Gorikz en las noticias—dice Jerry alzando el volúmen de la tele.

—Otra vez hemos captado al CEO de Gorikz Empire—el periodista—Esta vez acompañado por su familia...

"Muestran fotos de autos entrando por el gran portón de una mansión presiosa."

—Una vez más no muestra su rostro. Esta vez fue captado junto a su padre, Ulik Gorikz, y su madre, recibiendo a los que entraban en la mansión Gorikz—le continúa su compañera.

"Se ve una mujer en silla de rueda. Su cabello es rizado y rubio, lleva lentes oscuros y ropa negra. El padre, está detrás de la mujer. Este viste de negro también con lentes oscuros, me fijo en su cuello, está tatuado."

—Los asuntos íntimos de esta familia son un misterio pero nos queda claro que son personas de éxito y gran prestigio.

—Muchos se preguntan ¿qué aspecto tiene este CEO? Su padre lo dijo claramente cuando nació, de cuidarse identidad y así sigue siendo volviendo lo hoy el hombre más codiciado incluso por famosas....

"Enfocan en el CEO del que tanto hablan. Viste de traje negro y se le ve con el rostro cubierto por un cubrebocas. Sus cejas y su ceño frucido se ven por encima de sus lentes negros"

—He visto fotos de su padre.—dice una de las meseras  a mi lado detenida y centrada en la pantalla—De seguro su hijo es un dios griego por herencia.

Por lo visto todos tienen la espectativa por los cielos. Yo trato ni de pensar en esas cosas para no morir de decepción.

—Flavia—una de las meseras se me acerca tocando mi hombro—Aquel hombre pide que le atiendas.—señala a sus espaldas y me volteo a ver.

»Espera, ¡¿QUÉ?!

»Es, es... ¡Es él!, Ignacio.–siento que golpeo mi hombro de forma imaginaria.

Mis manos y pies tiemblan.

Me acerco a él pensando que es una ilusión verle sentado y sonreírme. Su pelo rizado alborotado y espejuelos le da un aspecto un poco intelectual. Viste un abrigo sencillo y su ropa también lo es. Que vergüenza, ¿qué se supone que diga ahora?

—Ig, Ignacio—saludo.

»¿Por qué se traba mi lengua?

—Hola, Flavia.

»Me encanta su tono de voz, la forma en que mi nombre sale de su boca.

—¿Re, recibíste lo que en, envíen con Hang?

»¡Flavia! ¡Espabíla! Va a pensar que tienes problemas al hablar.

Mete sus dedos índice y medio en el bolsillo de su pantalón y me muestra la nota doblada justo como lo hice.

—¿Te refieres a esto?—su voz es grave y suave a la vez.

Trago en seco mirando su mano y luego a su ojos tras esos cristales. Tiene una media sonrisa.

—Siento mucho lo que pasó.—mirando al suelo me muestro apenada y un poco triste.

—Estoy bien, no tiene porque sentirte así.

Por un momento le miró y como quisiera poder ver bien sus ojos. Y lo hago, son verdes. Sus ojos se levantan y ha de ser a la tele que aún hablan de esa familia empoderada.

»Cambiemos el tema rápido antes que se de cuenta que lo miro embobada.

—¿Qué te gustaría ordenar?

Baja su mirada a mis ojos y hace sonar su garganta, toma la carta en sus manos y piensa mirando el menú, se ve muy indesiso.

—¿Qué te parece unos hot cakes? Los hacen deliciosos y... ¿un té helado? Yo misma lo preparo, si gustas.—sugiero.

Él me mira, asiente y casi muestra una sonrisa.

—Está bien entonces.—me doy la vuelta y no sé porque estoy emocionada. Talvez porque nuca conocí a un chico así de guapo como él. Mientras preparo el té y espero los hot cakes escucho la campanilla de la puerta al abrirse.

No, ellos no, ahora no.cansada de verles la cara. Esos tres matones que tanto detesto hacen su aparición como si fueran estrellas de rock.

—¡Oye fea!—uno de ellos hace un gesto con su mano diciendo que me acerque.

Rodeo el mostrador y camino hacia ellos.

—¿Por qué te ausentaste dos días?

—Es mi vida personal, eso no les importa.—le miró directo a los ojos.

—Vaya, que respuesta te ha dado.—uno de ellos se ríe escandalosamente impresionado.

—Mocosa, ten más respeto al hablarme. Me preocupo por ti.—miro sus anillos y nudillos ponerse blanco a causa de apretar su puño con fuerza.

—¿Pedirán lo mismo? Enseguida se los traigo.

No sé de dónde saqué el coraje, pero les dí la espalda para irme. En menos de un segundo siento que rodea con fuerza mi muñeca y da un tirón que me hace voltear de golpe y mirar a sus ojos. Mostrando su ceño frucido en señal de enojo. Sus ojos oscuros fusilan los míos.

Todos se alarman y nos miran como un total espectáculo.

—¿Cómo es que te atréves a hablarme así?—dice bajo cerca de mi cara.

—Ey. Suéltala.

¿Esa voz? ¡No Ignacio, ignoralos!

—Dije que la sueltes.—parece calmado, se pone en pie y saliendo de su puesto se acerca.

—No te metas o incrusto los lentes contra tu cara permanente.—dice mostrandole sus anillos grotescos adornando su puño cerrado.

—¿Qué clase de hombre eres para creerte que puedes tratarla así?—no se muestra para nada intimidado.

—Otro mocoso cuarto ojos.—revira sus ojos—¿Sabes quién soy, payaso?

—¿Sorprendeme?—dice Ignacio cruzándose de brazos y arquea una ceja.

Suena la campanilla y entra alguien por  la puerta.

—Max—uno de los matones se pone en pie y toca su hombro.

Este mira y afloja su agarre en mi mano dejándome libre, retrocedo un paso. Miro de quién se trata y el por qué de su reacción.

—Hang.—musito.

Hang les mira mientras camina hacia nosotros. Vuelvo a mirar a Max y los otros, están congelados e inexpresivos, parecen querer aparentar la rudeza que les queda.

¿Le tienen respeto a Hang? ¿Será que lo conocen? ¿Pero por qué reaccionan así exactamente?–me pregunto cuando llega al lado de Ignacio.

—¿Pasa algo? ¿Estás bien Flavia?—pregunta Hang luego de mirar a Max por encima del hombro.

Asiento con algo de alivio por su presencia. Me doy cuenta que todo está en silencio desde que él llegó. Los tres hombres de enfrente se van pero antes miran a Ignacio y lucen frustrados.

Respiro profundo y suelto todo el aire de golpe. Gracias a Dios nos líbramos de algo. Ignacio mira a Hang y viceversa.

—Vaya, resulta que fuiste quién me sorprendió.—dice Hang a Ignacio.

—¿Y tú qué haces aquí?—bueno, Ignacio no reacciona como los matones, son compañeros de trabajos y amigos después de todo...será por eso.

La seriedad de Hang que tenía al ver a los brabucones se volvió un total desconcierto cuando vio a Ignacio. Este camina ignorando el hecho de que el asiático le fuera a responder.

—Hang, ¿Qué haces aquí?

—Yo, este...vine por el...té—me habla mirando a Ignacio volver a su asiento.

Ese sonó tan aislado que se desvaneció en el aire.

—Lo prepararé junto a el de Ignacio, esperen unos minutos, no tardo.

—Bien—me extiende una tarjeta—Usa está tarjeta con ambos pedidos—asiento y la tomo para entregarla a Jerry.

Prosigo con mi tarea y mientras los miró hablar como de forma clandestina. Intriga la forma en que Hang pone los codos en la mesa inclinándose hacia adelante e Ignacio del otro lado de brazos cruzados.
Ignacio adopta la misma posición que Hang. Luego el asiático luce como si le regañara e Ignacio se muestra un poco frío volviendo a recostar su espalda y cruzando sus brazos otra vez.

Pocos minutos después. He terminado y los hot cakes también están listo. Lo coloco todo en una bandeja y me llama la atención cuando me acerco, muestran una sonrisa.

¿De qué estarían hablando?

—Aquí tienen.—digo poniendo las cosas en la mesa incluyendo el devolver la tarjeta.

—Ignacio, ¿Vas a comer hotcakes?—esos ojos oscuros y achinados lo miran confundido.

—¿Qué tiene?—sonríe hablando entre dientes.

¿Pero por qué parece gruñirle? Por lo visto se llevan muy bien. Debe de ser la forma en que se lanzan bromas o algo así.

—A ti te encanta el té, ¿no es cierto?—vuelve a decir pero esta vez abre sus ojos señalando el vaso de Hang.

¿Qué les pasa? Parecen hablar con códigos. En fin...

—Hang gracias por ayudarnos—le miró sonrojada.

—Si, gracias Hang—bebiendo el té tranquilamente.

—¿Estás siendo sarcástico, justo ahora?—fue lo que noté por parte de Ignacio. Y Hang no se mueve abriendo sus ojos sin saber a dónde mirar.

Por sus reacciones comienzo a reír ampliamente y ni sé por qué, apenas entiendo a qué se refieren.

—Ignacio—le llamo y aún sus ojos están puestos en Hang.

—Uh–huh.—ahora me mira sin dejar de beber.

—Gracias también. No puedo negarte que tuve miedo que algo te pasara.

—¿A mí? ¿Por qué?

—¿Cómo qué por qué? Tienes una hija pequeñita que te va a necesitar. Luego de la muerte de tu esposa...

—¿Hija?¿Esposa?—traga con dificultad y baja el vaso haciéndolo sonar con la mesa.

Comienza a reír y me siento confusa mirándolo. ¿Ahora de ir se ríe?

—No.—deja de reír pero muestra un poco de seriedad, solo un poco.—Ella era mi hermana mayor, la bebé es mi sobrina.

—Oh—que vergüenza—Pensé...

—¿...qué estaba casado?—me completa poniéndose en pie, está frente a mi a menos de un metro.

—Si—casi ni yo me escuché.

Al principio me sentí agradecida, luego apenada, mirar su reacción me hizo sentir confusa y luego como si me hubieran hechado un cubo de agua fría. 

Cuántas emociones en un momento...uf.

Ahora que lo tengo tan cerca me doy cuenta cuando alto es. Creo que mi cabeza tocaría su barbilla. Su ojos, por fin puedo ver su color claramente y son verdes, como el olivo. Sus cejas pobladas y frucidas tapadas por su rizado y muy negro cabello, que aparte de eso luce sedoso y brillante.

Ese perfume. Es...embriagador, suave y adictivo.

Da un paso, mira mis ojos y siento todo un caos dentro de mi.

»Flavia no flaquees. No flaquees.

Mi yo interior dice una y otra vez. Mi corazón se acelera y mi cuerpo se siente como gelatina. Tengo que abrir ligeramente mis labios para tomar suficiente aire si no quiero desmayarme por falta de oxígeno.

¿Por qué y luce tan centrado en mirarme? Su mirada es...es tan...

¡Oh Carajo! ¿Qué me pasa? Pues el guardia. El maldito guardia me está mirando, NOS está mirando y luce atento a la situación. Volví a convertirme en la chica que se esconde de todos mirando al suelo y trato de ignorar que Ignacio está enfrente de mi.

—Bueno...Flavia.—escucho un silencio de su parte—Nos tenemos que ir. ¿Te parece si nos vemos mañana?

Asiento aún mirando mis pies. Alzó la mirada para verle soltar una sonrisa a escondidas cuando toma el vaso y se encamina a la puerta, junto con él Hang, quién sostiene su vaso de té y se despide agitando su otra mano. Le respondo de la misma manera.

El guardia sigue mirándome y trago en seco temiendo que malinterprete. Voy a recoger lo que hay en la mesa, tan solo el plato de hot cakes intacto.

Pienso: Hang parece tener algo que ver con esos matones, o sea, con Max y los otros. Por otro lado Ignacio me parece tan guapo pero a la vez me parece tan misterioso que quiero descifrarle. Siento que debería alejarme de ellos y seguir como hasta hace dos días atrás, una don nadie solitaria.


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Los errores gramaticales y ortográficos serán arragledos pronto.

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