22
Flavia
Escucho un sonido suave producido por el viento, un aroma agradable a flores. Abro los ojos lentamente pero es algo molesto por el resplandor, al menos las cortinas cubren un poco. Me giro mirando el techo, no reconozco esa lámpara.
Apoyando mis manos en el suave colchón me ayudó a sentarme y mi cabeza duele en el proceso.
¿Dónde estoy? No recuerdo que pasó. ¿Quién me puso esta ropa?
Un vestido fino de seda muy cómodo. No recuerdo nada por mucho que me esfuerce. Mis muñecas, tienen una leve marca enrojecida que de seguro mañana no estará.
—¿Dónde estoy? En serio.—mirando a mi alrededor me doy cuenta que es mucho más grande que mi habitación.
Debo tratar de pensar en que fue lo que ocurrió. Recuerdo que fui secuestrada por Max. Y me dió algo...una droga, si, lo recuerdo. Mi cuerpo se sentía extraño y lo último que tengo en mi mente es el fuerte golpe de la gran puerta al abrirse, disparos y...
»Espera...¡Disparos! ¿Dónde rayos estoy?
»¿En serio? ¡Otra vez la misma pregunta!
»¡¡Esto es serio Flavia!!
»Sal del jodido cuarto y descúbrelo.
—¿Qué habrá pasado mientras estaba inconsciente?
Puedo ver sobre un sillón un vestido y zapatos. Es muy hermoso, supongo que me lo debo poner. Llendo al baño quedó impresionada todo es blanco y dorado. Miró el grifo de cerca, y ese dorado...
»Mierda, si llega a ser oro que parta un rayo.
»Flavia...¿quién tendría un grifo de oro?
Me giro lentamente en suspenso hasta ver el inodoro. Respiro aliviada.
—Bien, es uno normal.
***
Al salir de la enorme habitación me encuentro en un pasillo ancho, en el suelo una alfombra que enmudece el sonido de los tacones. Camino mirando a mis espaldas temiendo ser vista por alguien. Escucho voces más adelante. Me detengo y veo a dos chicas vestidas con un uniformes típicos de sirvientas.
—Buenos día señorita. Justo íbamos a verla.
—Lo siento. Emm. Anoche, ¿qué pasó?—continúo caminando hasta llegar a ellas que lucen sonrojadas.
—Acompañenos, tenemos listo el desayuno.
¿Acaba de cambiarme de tema? ¿Y por qué lucen avergonzadas? Intercambian miradas de conversación telepatíca. Ignorandolas observo todo lo que me rodea. Amplio. Iluminado. Cuadros enormes, estatuas pequeñas y jarrones extraños.
»Algo me dice que si rompo uno de estos no podré pagarlo ni con toda una vida de trabajo.
»Flavia, se mira pero no sé toca, manitos detrás.
—Es un jodido museo.
—Señorita ¿dijo algo?
—No, nada.—sonrío apenada. Ups lo había dicho en voz alta.
En ese momento entramos a un salón donde hay una mesa enorme casi me da algo cuando veo la mitad de la mesa llena de diferentes tipos de platos. Todo este lugar es mucho más hermoso que la mansión Stuart y eso que solo conozco una habitación, un pasillo y este salón. Me encanta la iluminación, amo la claridad que hay por todas partes.
—Pedonen, ¿cómo llegué aquí?—comienzo preguntar a la vez que siento mi trasero en una silla.
—El señor Gorikz la trajo.—responde tranquilamente.
—¿El señor...?¡¿Quién?! ¡Gorikz! ¿Te refieres a, ese, señor, Gorikz? ¡El presidente del Gorikz Empire! ¡¿Ese Gorikz?!—no podía creerlo y ellas solo se ríen de mí reacción.
»Joder Flavia, haber reaccionado más calmada.
»Shhh.
—Si señorita. Esta es la mansión Gorikz.
Estoy inmóvil, con los ojos abiertos, se me detuvo el tiempo.
»Flavia destraba....ahora
—Y, y él...¿está aquí?
—No. Ha salido hace 30 minutos con el secretario Hang.
Por 30 minutos... maldición. Le hubiera conocido talvez. Así que está con Hang.
—Nosotras fuimos quienes la ayudamos. El señor nos lo pidió y desea saber cada cosa que la haga sentir mal para que se sienta cómoda.
—¿Cómo no estar cómoda en un lugar así? Se los agradezco.—les sonrió y pienso, ¡AY!—¡Un momento! Yo estaba semidesnuda cuando me encontró, ¿cierto?
Ellas se sonrojan y asienta.
»Ay mierda, ahora soy yo la avergonzada.
—Señorita Flavia.—una voz masculina.
Esa voz—miro al otro lado donde está la entrada—Hang.
—¿Cómo ha amanecido?
—Bien. ¿No estaba con...?
—Volví por usted. La llevaré a casa, así que esperaré a que desayune primero.
»¿Llevarme a casa? Uy, eso...No quiero que sepa dónde vivo.
—Puedo tomar un taxi, está bien.
—Son ordenes del señor.
—¿El señor, Gorikz?—tartamudeo, Hang asienta riendo y yo no sé más que sonrojarme—O sea, ¿él te pidió que vinieras para llevarme de regreso?—vuelve a asentar.
***
No pude ir contra la orden que le fue dada a Hang y eso me pone en problemas a causa de mi acuerdo con el señor Stuart. Debe haber llegado a sus oídos que estuve desaparecida. No sé cómo responder a esa situación. Ahora lo importante es...No pueden saber que soy esposa de Stone Stuart.
—¿Ocurre algo?—sus ojos achinandos me mira por el espejo colgando enfrente. Niego con la cabeza mientras sonrió de dientes.
—Quisiera agradecerle al señor Gorikz por salvarme. No sé realmente como darle las gracias pero...
—Puedes estar tranquila. Él se complace con verla bien, créame.
—Aún así...
Miró la zona y sé que nos acercamos, no pueden saber dónde vivo exactamente. Le digo que me debo bajar un poco antes con la excusa que debo hacer algo primero. Si, sé que es un clásico, pero fue lo que se me ocurrió. Luego de ver el auto alejarse me dirijo tan rápido como puedo con estos tacones. No soy chica de tacones y lo admito.
Por fin llego y creo que tengo una ampolla en mi pie por culpa de los zapatos.
—Señora Stuart.—guardias y sirvientas se me acercan. Ellos están preocupados y solo me preocupa una persona.
—¿Dónde está Jason?
Todos se quedan inmóviles y mientras tras de mi.
¿Qué pasa?
Me volteo y alguien sale de un auto, al rodearlo, entrar por la puerta acercandoce a nosotros a paso normal. Su pelo castaño claro peinado hacia atrás, su traje abierto dejando ver una camisa roja como el vino. Quita sus gafas y su mirada clara está fija en mi fruciendo su ceño.
William, ¿Y porqué me mira así?—él pasa por mi lado casi choca mi hombro, e ignora a todos.
William
Cuando me despierto está mañana tenía su mano en mi pecho, la quito. Salgo de entre las sabanas desnudo y voy al baño. Al rato de salir estoy con tan solo con la toalla enrollada en mi cadera y tomó el teléfono colgado en la pared y hago una llamada.
—Ten mi auto listo.—cuelgo y siento en mi espalda unas manos tocandome con delicadeza y luego me envuelve en un abrazo tocando mi abdomen.
Miró por el espejo a mi lado y veo su cabeza recostada y sus ojos cerrados. Su pelo es como el oro, largo y sedoso. Sus ojos verdes me miran haciendo que me sorprenda.
¿Chris?—pienso y mi corazón acelerado duele.
Me giro rápido para verla pero al parpadear veo unos ojos cafés, su pelo castaño oscuro a mitad de espalda. Aún desnuda mostrando sus senos.
—Ve a vestirte Hanna.—quito sus manos y voy a tomar mi ropa.
—¿No podemos repetir?—se lanza a la cama y me volteo abotonando la camisa.
—Tu oportunidad fue anoche, si no supistes aprovecharla al máximo es tu problema. Ahora tengo cosas importantes que hacer así que me iré primero.
—¿Estás seguro?—abre sus piernas llevando una mano a su intimidad y me provoca con la mirada, mordiendo sus labios.
Una sonrisa se me escapa junto a un suspiro. Camino y pongo una rodilla en la cama acercándome, haciéndole pensar que la besaría pero en lugar de eso tomo su mandíbula con fuerza obligándola a mirarme directo a los ojos.
—Solo una mujer ha sabido convencerme...y ya no está en este mundo.
Mi corazón se oprime en mi pecho al decir esas palabras, lo que me enfurece más. Debía aceptar la realidad, que no la volvería a ver, jamás.
Termino de vestirme ignorando la presencia de aquella joven que intentaba llamar mi atención. Tomando mis llaves salgo de la habitación mientras me pongo unas gafas oscuras, me dirijo a los ascensores.
(Recuerdo...)
Abro la puerta y tomándola de la mano la jalo hacia mí para besarla mientras no adentramos en la habitación. Con mi pie cierro la puerta a mis espaldas y abrazandola por su estrecha cintura la apego a mi, sintiendo su cuerpo contra el mío. Sus besos, que pueden borrar todos mis problemas.
Sus dedos quitan el primer botón de mi camisa, luego el segundo, el tercero. Sus jadeos desesperados contra los míos me hacen descender y tomar le borde de su vestido para alzarlo hasta deshacerme completamente de el. Su piel blanca y suave, sin manchas o cicatrices, que al tocar me hacía perder la poca cordura que me quedaba.
Sin poder detener nuestro beso salvaje e intenso caminamos hasta sentir que la cama detuvo mis pasos. Con sus manos en mi pecho y me empuja haciéndome caer sobre el suave colchón. Se quita todo lo que censura mirar su cuerpo desnudo.
Nunca ví una mujer más hermosa, sus caderas, cintura, senos, labios que estaban algo hinchados por nuestro beso y sus ojos. Ese color verde que comenzaba a ser mi favorito de entre todos.
—Chris.—jadeo su nombre desesperado por tenerla encima de mi.
Me siento y tomó su mano para jalarla y sentarla a horcajadas sobre mi. Acaricio su espalda con mis dedos y siento como su piel se eriza. Sus labios rozan los míos anelando unirse una vez más...
—Prometeme que siempre será así.
—No hables y solo besameBésame.—suplica—Hasme tuya una vez más.
Nuestros labios se unen y nuestras lenguas se encuentran desesperadas, puedo sentir su dulce sabor. Llevo una mano a su intimidad y ella gime contra mi boca. Abro los ojos mirando sus cejas ligeramente frucidas, sus ojos cerrados y su boca entreabrierta jadeando, un rostro muy excitante. Se sostiene de mis hombros y miró mecer sus caderas. Tomo su pelo jalando para exponer su cuello y dejó besos húmedos que provocan más de sus gemidos, con los dedos de mi otra mano hago movimientos que provocan más humedad.
No puedo más.
Mi erección contra ella comienza a arder como fuego, necesito estar dentro. La volteo acostandola sobre la cama. Ella clava su mirada en la mía mordiendo sus labios. Me acerco a besarla...
Chris, ninguna es ni será como tú. Ninguna.
(...Fin del recuerdo)
Una gota rueda por mi mejilla, y siento otra más hasta que cae.
¿Qué?—miró mi rostros en el retrovisor.—¿Estoy...llorando? ¿Por q..?—tocó mi mejilla y mojo mis dedos. Me río irónicamente.
—Lo que me faltaba.
Lo siento Chris. Aunque me odies, yo tengo que tenerla conmigo. Es nuestra hija.
Me detengo en el semáforo y detrás de mí, en el otro carril veo un auto muy conocido. Cuando ajusto el espejo me doy cuenta que estoy en lo cierto. Es el auto que maneja el asiático. El secretario Hang. Cuando la luz cambia acelero pero dejo que me rebase.
Ese imb...—me impactó de ver una mujer conocida en lugar de Ignacio—¿Qué? ¿Esa es, Flavia? ¿Qué hace en ese auto? Pero el chófer es el mismo chino, su secretario.
Les sigo y ella se baja mucho antes. ¿Por qué demonios viste esa ropa? Caminar rápido, casi corriendo. Sé a donde va, es obvio. Me detengo y llamo a mis hombre que custodian cerca de la mansión Gorikz.
—¿Él está en la mansión?
—No señor. Pensamos que había vuelto porque ese chino regreso, pero volvió solo.
—Si es así..., entonces eso quiere decir que Flavia salió de la mansión Gorikz.
No me digas que se conocen—me río alucinado.
Esto es perfecto. El destino me los pone delante y tomaré provecho. Esto se pondrá interesante.
Ignacio
—Perfecto, ya sabes que hacer. Quiero que todo esté en orden antes del próxima semana.—termimo la llamada de trabajo y giro la silla para ver el cielo y los altos edificios. La vista es genial y me encanta.
Suspiro. Cierro los ojos y una vez más desde que salí de aquella habitación, Flavia no sale de mi cabeza. ¿Lo recordará, que la besé? La forma en que aceptó que mis labios tomarán los suyos. La forma en que me atreví acariciar su piel. Mi corazón se acelera solo con recordar lo que sentí, algo tan adictivo y desconocido.
—Quiero volver a besarte.—susurro mordiendo mi labio inferior sientiendo el deseo de hacerlo.
¿Esto es estar enamorado realmente? Porque si lo es, se siente que se revuelve mi estómago pero a la vez todo mi cuerpo se emociona.
¿Cómo habrá pasado la noche? Tenía muchas ganas de verla y apenas dormí por eso. No sé cómo, ni cuando decirle, pero una cosa es segura, no puedo mentirle por siempre.
La puerta se abre luego de dos toques. Me giro y es Hang acercándose a mi.
—¿La has llevado a casa?
—Me pidió quedarse unas cuadras antes. Decía que tenía que pasar por un lugar primero.—con lo que dice aprieto mis labios mordiendo desde adentro—Señor, no se acerque a ella.
—Es algo tarde para decirme eso, ¿no crees?
Tocan a la puerta de forma casi inaudible. Es raro que alguien llegue sin anunciarse excepto por la familia. Hang no tiene idea de quien pueda ser y lo veo en su mirada de desconcierto. Al estar en silencio justo en eso momento nos dimos cuenta. Vuelven a tocar con poco más de fuerza.
—¿Quién es?—digo mirando y esperando que esta persona hable, pero nada.
Hang voluntariamente se encamina y cuando abre la puerta se queda inmóvil.
¿Qué está pasando? ¿Quién es?—conozco a Hang cuando se trata de problemas
—Tienes una visita, señor Gorikz.
Me mira y retrocede, escucho el sonido típico de un zapato de mujer y veo un pelo dorado y ondulado por los hombros.
—Ay no.—susurro al ver su cara sonriente, sus ojos azules brillan.
—Hola Ignacio. ¿No me olvidaste, verdad?
—Gina.—respondo a su pregunta.
Qué fastidio.
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Espero les hayas disfrutado el capítulo❤️.
Déjame tus comentarios para saber que te pareció. No olvides tu ⭐.
Por cierto ¿que te parece William Stuart?🤔
Gracias por tu apoyo y leer esta historia que cada vez se pone más interesante🤩.
Shira.
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