Chào các bạn! Vì nhiều lý do từ nay Truyen2U chính thức đổi tên là Truyen247.Pro. Mong các bạn tiếp tục ủng hộ truy cập tên miền mới này nhé! Mãi yêu... ♥

20

Flavia

No soy conciente de mis actos justo ahora. Solo quiero llorar y no pensar. Tantos problemas a mi alrededor que quiero morir. No sé cómo pueda lucir ante sus ojos, solo puedo sentir su abrazo y su mano tocar mi espalda mientras da pequeñas palmadas. Su abrigo es suave, cálido pero grueso y no me permite sentir su cuerpo, ni siquiera sus manos deja ver a causa de sus guantes de cuero. Para su edad sigue siendo alto.

—¿Quieres contarme?—niego con la cabeza a su pregunta y no es que no quiera sino que no tiene forma de ayudarme aunque tenga todo el dinero del mundo. Me separo respetando y agradecidendo su gesto.

—No, estoy bien. Debo volver. Jason me puede estar buscando.—era la excusa perfecta y a la vez no lo era.

Aún con ese leve mareo debo caminar y volver. Quiero acostarme en mi cama y no levantarme al día siguiente. De repente me detengo en seco cuando su voz me llama por "señora Flavia"

—Que no me diga señora.—me volteo a reír—Me hace sentir vieja.

»Ups, rayos, espero no se allá ofendido.

—Perdona no quiero decir que llegar a la vejez sea algo malo, por el contrar...—su carcajada ruidosa me ha hecho cerrar la boca y apenarme el doble.

»Flavia aunque estés triste, alegre, nerviosa, como sea, siempre dices algo absurdo.

»Vaya, gracias Flavia.

»De nada Flavia.

Él se acerca sujetándose de su bastón. Un viento frío y repentino nos golpea. Me abrazo ya que el vestido es fino y a pesar de ser largo es de mangas cortas, también tiene un escote delante que deja ver mi pecho.

—Entremos.—pasa por mi lado y le sigo. Acompleja, el escuchar que aún no deja de reír.

—Señor IGorio ¿puedo preguntarle algo?—pregunto tímida y me apresuró a ir a su lado.—¿Cómo conoció al señor Stuart?—tal vez mi pregunta le molesta porque ajusta el cuello de su camisa al frente y comienza a sonar su garganta.

—¿Por qué quieres saber?—elevé mis hombros mostrando una expresión de curiosidad—Bueno su padre trabajó conmigo y le conocí realmente más o menos de tu edad.

Eso me impresionó. Hace tantos años le conoce pero en los casi tres años que llevo con el señor Stuart, nunca le ví, ni una llamada. Ni tan siquiera escuché su nombre.

—Seño...—iba a decir, le miró tajante antes que terminada de llamarme—Fla, Flavia.—se corrige—He respondido a tu pregunta con sinceridad para satisfacer tu curiosidad. Ahora ¿puedo preguntar yo?

Entrelazo los dedos de mi mano y las pongo en mi pecho. Supongo que tengo que responder por mi curiosidad.

—¿Cómo terminastes en brazos de Stone Stuart?

Otra vez esa pregunta.

—Señor sobre eso...no me gustaría hablar—cabizbaja le hago saber cuan incómoda es su pregunta. Parece solo hacemos preguntas que nos inquietan.

—Flavia.—no suena convencido de que creer la versión anterior, mientras caminando nos adentramos por los pasillos—Sé que fuiste vendida.

¿Como..lo...supo?

—Piensas que no lo sabría. Todo llega a mis oídos. No hay nada de la vida de Stuart que no sepa...pero quiero saber, ¿cómo?

No quiero decirle el motivo. Tendría que hablar de cuan malos fueron mis padres y contarle una historia tan larga. Sobre todo lo que guardo con rencor es demasiado para explicar y hacerme entender.

—Quiero ser alguien en quién puedas confía. Está bien si no quieres decirme ahora, pero me debes una respuesta. Realmente quiero saber tu historia.

Si, estoy sorprendida de su interés por saber como terminé entre los suyos. Pero más me dejó confundida su paciencia por qué llegué el momento en que le cuente como llegué a Stone Stuart. Le miró sonreírme y toca mi hombro suave dando palmaditas.

—Señora Stuart.—una voz masculina joven.

El señor IGorio quita su mano y miramos al frente. Es Jason, quién se aproxima a nosotros. Era momento del brindis y estuvo buscándome por un corto tiempo. Al verme con el anciano de sesenta años eso le tranquilizó y mostró tanto respeto que me asustó al punto de pensar que se arrodillaría.

Estamos caminando los tres y tengo un leve mareo que me hace tropezar. Unos brazos fuertes me sostienen justo a tiempo.

—Señor IGorio.—sorprendida miro sus ojos de cerca y claramente por primera vez—Gracias.

¿He pensado que tiene brazos fuertes? Sus ojos, son verdes.

—No deberías de beber más.—aconseja.

No tolero el alcohol, pero ni un poco. Vuelvo a tomar equilibrio y seguimos hasta el salón. Permanecí a su lado y tomamos las copas.

—Con permiso, debo ir al frente.

Le veo marcharse apoyándose de su bastón y caminando con calma. Me preguntó que paso en su pierna de lo que cojea. Ahora está al frente y comienza a agradecer la presencia de todos. Es el anfitrión. ¿Él fue quién nos invitó? ¿Y por qué lo dudé? Este lugar debió de costar mucho para ofrecer una celebración tan vistosa a los lujos. El salón literalmente al verlo parece todo ser hecho de oro. Sus paredes son de mármol blanco y tiene pequeños detalles dorados que resaltan de forma delicada. Las lámparas del techo parecen joyas enormes y el suelo es tan brillante que refleja todo.

—Les deseo un feliz fin de año y próspero año nuevo a cada uno...—sabe como hablar en público, calmado y de pocas palabras.

Todos alzan sus copas y justo ese anciano encuentra mi ojos, alza su copa hacia mí. Sonriéndole y, algo nerviosa, respondo a su gesto.

No es tan malo como todos dicen, creo que comienza a agradarme un poco.

Ignacio

Es muy tarde y llegó a casa, por fin. Me bajo del auto. Bostezo.

—Que tenga buena noche Señor.—Hang aún dentro del auto.

—Igual, gracias por la ayuda de hoy.—me despido y finalmente acelera para marcharse.


»Estoy cansado, realmente solo quiero dejarme caer en la cama y dormir. Necesito vacaciones.

Al entrar por la puerta me dirijo a las escaleras, me desató la corbata y el primer botón de la camisa con pereza liberando mi cuello. Escucho la voz de mi madre llamandome. Detengo mia pasos justo en el tercer escalón para girarme a verla.

—¿Dónde estabas?

—Con Hang. En la empresa. Tenemos nuevos trabajadores y mucho trabajo...

Me callo al escuchar a la bebé llorando y al sentir que se hace más fuerte y claro miró hacia arriba, de dónde provenía. La niñera la sostiene en brazos y se acerca a nosotros con cara de preocupación.

—Señora. La bebé tiene fiebre.

—Llamaré al pediatra.—mi madre dijo de inmediato y marca el número en su celular y yo solo noto a la pequeña hacer puños al punto de blanquear sus deditos y nudillos. Sus rostro está rosado por completo, su nariz arrugada. ¿Llora o más bien solo grita?

No suelo ser así, pero tocó su frente con la parte exterior de mi mano. Está muy caliente, eso no es bueno.

—Ya viene. Ven, intentaré calmarla.—mi madre la reclama extendiendo sus brazos.

Si es solo por la vacuna que le han puesto esta mañana, se pondrá bien. Mamá sabe cómo responder a estas cosas. Entonces mi presencia aquí está de más, me iré a mi habitación.

Continúo subiendo las escaleras dejando atrás aquel llanto. Me desespera. Y una vez más pienso en que no me gustan los niños, realmente no me gustan. Parece un fastidio. ¿Cómo las parejas anelan tanto una familia? Mi hermana siempre quiso ser madre, desde pequeña lo decía. Nunca sabré ese significado ya que no me interesa.

Estando en mi habitación termino poco a poco deshaciendome de cada prenda y ropa. Llego al baño y frente al espejo, por un segundo, miró mi tatuaje cubrir mi hombro izquierdo. Toco y pienso en ella. Sus dedos finos masajeando mi piel mientras ponía aquella crema fría.

Pienso en las formas en que la ví llorar, eso...me entristeció un poco. Se veía muy lamentable, a pesar de no saber qué tan importante era ese vagabundo para ella, solo noté que eran buenos amigos. No sabía hasta que unas pocas semanas me confirman que Flavia cantaba en el parque con él, lo que al principio me pareció desagradable pero supongo que me dió un golpe sin usar sus puños. Ella tiene una voz muy hermosa, pude escucharla claramente. Tenía que me viera y use a alguien más para dejarle un cheque en su cajita.

»Desearía que cantara solo para mi.

Dejó el agua mojar mi pelo y bajar por todo mi cuerpo. Suspiro. Algo dentro de mi quiere hacerme sentir culpable.

—Flavia ¿Por qué mi corazón solo reacciona así por ti?¿Qué es lo que siento? ¿Cómo saberlo? No soporto mas la idea de engañarte para estar cerca de ti, quiero que conozcas al verdadero Ignacio.

Flavia

Entro en la tina que está a una temperatura perfecta. Siento un poco de mareo y cierro mis ojos. Dos personas me abrazaron hoy, y lloré como niña. Ni siquiera recuerdo a mis padres hacer algo así. A veces tengo miedo de que esos pequeños detalles buenos de la vida me cobren el doble por dolor. Las ilusiones realmente nos rompen. Sobre Ignacio...creo que confundo las cosas...pero porque siento que me está gustando su calor.

Me abrazó pretendiendo sentir esa sensación pero me imposible crearlo con la misma exactitud.

»Quisiera tanto ese abrazo ahora.

Ignacio

Dormí apenas cuatro horas. No olvido que prometí hacerme cargo del resto, sobre el entierro de amigo de Flavia. Ya listo para salir miro el reloj en mi muñeca y junto apunta a las cinco en punto de la mañana. Obviamente afuera es de noche y el cielo está callendo de nubes. Mi celular suena y contesto a Hang.

—Señor estoy esperando le afuera.

No desayuné. Apenas salí de mi habitación fuí directo al auto donde Hang abre la puerta por mi. Él me extiende un abrigo de tela fina, así que quito mi saco y corbata para usar este. Despeinó mi cabello un poco y uso los lentes. Soy otravez solo ese Ignacio y me siento un poco mal luciendo así, solo de pensar que Flavia me verá así, ser un día más callando quien soy realmente.

***

Ha pasado una hora y estoy solo frente a la tumba con las manos metidas en los bolsillos del abrigo. Hang había escogió uno fino. Sabía que la idea era lucir que visto como las personas promedio pero esto se pasa de la raya Hang, las personas promedio no se ponen estos abrigos en un invierno que hasta nieva. Miro el cielo y veo cómo va aclarando y el sol calienta un poco. A mi lado veo a alguien a lo lejos, que camina con la cabeza baja. Reconozco ese abrigo holgado, lentes y pelo recogido.

—Buenos días.—dije dulcemente y solo alza su rostro manchado en sus mejillas por lágrimas.

—Perdona por llegar ahora. No tenía corazón para presenciar...

—Está bien.—evito que continúe—Se cuan duro es perder a alguien. Todos pasamos por algo así.

Se acuclilla a tocar la piedra tallada.

—No te imaginas cuánto agradezco tu ayuda.—se pone en pie frente a mi, observo sus ojos pardos tras el cristal—Te lo pagaré.

—No necesitas hacerlo.

—No tenías porque hacerlo. No le conocías y aún así...

—No me niego a ayudar a quién me necesita.

—En tan poco tiempo de conocernos siento que he sido muy molesta para ti.

Sonreí. No me dió gracia que dijera que era una molestia, más bien da risa que en tan poco tiempo ella ha cambiado algo pequeño en mi. Entiendo que piense también reconoce que me ocupé de algo que literalmente no me concierne, pero solo quería ayudar, y hacerla sentir mejor, de alguna forma.

—Fue quién único me ayudó en momentos de tormento.—comienza a hablar mientras caen sus lágrimas y yo quería conocer más de ella, así que la escucho—Cada mañana, estar con él era como dejar mis cargas y, comenzar un nuevo día.

Ella llora con más fuerza. Mi corazón vuelve a sentirse dolido. Quiero abrazarle e inconscientemente me acerco.

—Era quién único tenía a mi lado...ahora, estoy sola.—hipa.

—No está sola.—agarrandola de los hombros quiero toda su atención y que deje de llorar de esa forma tan lamentable—Yo soy...tu amigo, ¿no es así?

Esas lágrimas dejan de salir, solo queda ese sollozo de manera triste. Asiente y pareciera dudarlo.

—Ignacio, ¿puedo pedirte algo y me lo darás?

Estoy curioso de sab....

—Me abrazas.—suelta sin yo esperar una petición así.

Mi corazón se acelera ante su palabras y trago saliva con algo de dificultad. Con mis manos en sus hombros la atraigo a mi y cuando nuestros cuerpos se une siento su mano rodearme lentamente y llegar a mi espalda. Mis mano la rodean y siento su delicado cuerpo contra el mío. Cuando pone su rostro en mi pecho sabua lo que pasaría.

No puedo decirle que no llore porque sé que en algún momento lo hará y quiero estar presente...para abrazarla, justo como ahora.

Acerco mi rostro a su cabeza e inhalo el dulce aroma de su pelo. Cerrando mis ojos siento todo mi cuerpo reaccionar a su calidéz y mi corazón a la forma en que llora.

Mi celular suena en el bolsillo de mi abrigo. Abro mis ojos y literalmente escuché ese cristal romperse.

Ella se separa de mi limpiando sus lágrimas y esconde su rostro de mi. Tomo mi celular y contestando la llamada lo pongo en mi oreja.

—Señor, lamento interrumpir pero la reunión en el hotel está por comenzar.

—Ya voy.—siento frustración. Y cuento hasta tres para dejar de ser ese CEO con responsabilidades y sonreírle.

Caminamos juntos. La animé a seguir adelante y no pensar en aquellos que ya están en ese mundo donde nosotros iremos luego. Los volveremos a ver algún día. Y sin senos cuenta ya llegamos afuera. Flavia se va en dirección contraria a la mia y no sé cómo llegó al cementerio, o tal vez si lo sé. Llego junto a Hang, quién me espera dentro del auto. Entro.

—¿Señor Gorikz?

Respire profundo y recosté mi cabeza en el reposacabezas dejando que la puerta se cierre de un portazo.

Miré por el espejo del lado izquierdo de Hang y veo un auto acercarce. Justo a punto de pasar por nuestro lado miramos en dirección contraria. Luego le vemos alejarse. Allí va Flavia y lo sabíamos los dos.

Me quito el abrigo, tomó el saco y la corbata.

—Vamonos de una vez.—ordeno mientras me pongo el cubrebocas y las gafas.

Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro